Epistemología y Sociedad. Acerca del debate

condicionan su tipo de perspectiva (Habermas), insistir en su actual creciente y peligrosa puesta al servicio de necesidades pragmáticas del aparato político.
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Facultad de Filosofía y Letras Cátedra: Introducción a la Psicología - Teorías psicológicas (Plan 2012)

Roberto Follari

Epistemología y contemporáneo.

Sociedad.

Acerca

del

debate

Rosario, Santa Fe: Homo Sapiens Ediciones, 2000

CAPÍTULO 1: LA CIENCIA COMO “REAL MARAVILLOSO” Nada más exacto y objetivo que el conocimiento científico, según las versiones aceptadas por el sentido común de los científicos mismos. Nada más parecido al “dibujo natural del mundo” que el mapa que ofrece la ciencia, según las difundidas tesis de las epistemologías más anticuadas y – sin embargo- más conocidas, al menos en Argentina1. La pereza del pensamiento y la apelación a la intuición sensible –lo cual son dos modos de decir lo mismo2-, se imponen masivamente para hacernos creer que el conocimiento científico es una especie de fotografía de la realidad, una copia pasiva de sus características intrínsecas. Esto oculta el hecho de que la ciencia es una producción, una construcción: por tanto, de ninguna manera una simple constatación de algo pre-constituido. Y, a partir de allí, que en realidad –al decir del filósofo Heidegger- la ciencia es un fruto del platonismo. La ciencia sería resultado de las tendencias espiritualizantes propias del pensamiento occidental postulado por los griegos (tras destronar a los sofistas): de modo que su exactitud, su supuesta certidumbre, no serían otra cosa que la negación cerrada de la falibilidad, la imposibilidad de aseguramiento, y la contingencialidad propias del conocimiento –y el acontecer- humanos. La ciencia puede así ser advertida en lo que tiene de “objetivación”, más que de “objetividad”; es el fruto de una cierta forma de poner los objetos en perspectiva, de captar sus aspectos legaliformes y repetibles, de modo de hacer desaparecer de la percepción aquello que –visto como desordenadoqueda fuera de dicho campo de estipulación previa.

Si hacemos caso a lo que se abre desde una posición como la que hemos brevísimamente delineado (desarrollarla implicaría un trabajo más largo que el que cabe a esta publicación), caerían toda una serie de supuestos que suelen darse por obvios, y pretendidamente “naturales”: 1. La ciencia no señala cómo son los hechos; sólo el comportamiento ideal de leyes que en la realidad fáctica nunca se dan aisladas3. Es decir: la ley de la gravitación universal se cumple, pero siempre existen resistencias a la caída de los cuerpos; muy claro resulta el caso de los planos inclinados, o las variaciones de temperatura de hervor de los líquidos de acuerdo a la altitud, etc. En una palabra: las leyes científicas nunca surgen de una simple lectura inmediata del comportamiento de lo real. 2. La ciencia no “dice lo real”, sino que lo explica por medio de teorías. Ello implica que la ciencia no surge de la observación –según a menudo se cree4- sino que implica siempre la existencia de supuestos previos que son puestos a contrastación por vía de la experiencia. Este es uno de los puntos que más contradicen la supuesta evidencia: como “lo real no habla”5, sólo se hace inteligible en orden a los interrogantes conceptuales que se le formulan. 3. en continuidad con el punto anterior, la ciencia implica apelar a teorías, y ello a provocar recortes empíricos disímiles. Dicho más fácilmente: la observación no es neutral ni objetiva, se capta diferencialmente de acuerdo con cuáles son los supuestos –explícitos o no- que ordenan la mirada del observador. De modo que sólo para aquellos que convencionalmente se han puesto de acuerdo sobre los criterios y protocolos observacionales, cabe establecer luego bases intersubjetivamente válidas para observaciones en las que pudieran acordar los tipos de descripción empírica. A teorías (o a “paradigmas”) diferentes, corresponden recortes empíricos diferentes (modalidades disímiles de clasificación, por ej.). 4. Teorías diferentes implican también categorías de análisis disímiles en relación a “los mismos” objetos del mundo (en realidad, al categorizarlos diferencialmente deja de ser factible tomarlos simplemente por “los mismos”)6. Es decir: se plantea la cuestión de la diferencia de lenguaje entre teorías. Si –como toda la concepción pragmática del lenguaje muestra7- el

Follari, R.: La ciencia como real maravilloso

lenguaje no refiere inmediatamente a lo real, sino lo hace por mediación de condiciones socioculturales específicas, cabe establecer que no existe un lenguaje neutro interteórico que pudiera remitir directamente a lo real para resolver diferencias, o para permitir comunicación fluida. Ello lleva al tema de la “inconmensurabilidad” entre teorías8 o paradigmas, que planteara Kuhn: dos teorías diferentes se sostienen en supuestos diferentes, y ello implica –por ej.- diferencia en cuanto a qué se entiende por ejemplo relevante, qué por prueba empírica suficiente, etc. La consecuencia es evidente: dos teorías no pueden resolver argumentativamente sus diferencias, ni tampoco empíricamente, dado que sus protocolos de validez son no/homologables. La ciencia crecerá –muestra Kuhn- en razón de su posibilidad de resolver problemas, no de su mayor racionalidad en función de algún supuesto patrón neutro de lo que se pudiera entender por esta9. 5. No existe “el” método científico, fetiche preferido de la mitología científica. El método depende del específico objeto, y por ello es variable en cada caso. Imposible practicar con el experimentalismo en Antropología, o para realizar el análisis clínico en Psicología o Medicina. Las ciencias no comparten un método –como machaconamente insiste el positivismo en retirada10-, sino la rigurosidad metódica (respecto de la coherencia interna, la postulación de teorías públicamente expuestas, la contrastación empírica, el alcance del contenido empírico, etc.). Como bien se ha señalado, la insistencia en la cuestión del método suele esconder la incapacidad para advertir los problemas epistemológicos de fondo en la construcción de la ciencia11. 6. Las teorías científicas no están comprobadas, en tanto son imposibles de comprobar. Ya lo mostró sobradamente Popper12: en tanto los casos nunca pueden agotarse, siempre una teoría podría hallar un futuro contraejemplo. Podría establecerse una teoría como falsa, pero es imposible demostrarla verdadera. De modo que someter las teorías a contrastación empírica es sin duda necesario, pero no permite asumir como válida la teoría que pase positivamente la prueba. Es más: varias teorías pueden resistir las mismas pruebas empíricas positivamente, ser coherentes con ellas, sin ser teorías equivalentes o coextensivas. Esto haría que hubiera “más de una teoría verdadera sobre el mismo objeto”, y que la prueba empírica no

funcione como supuesto “experimento crucial” definitorio, como se pensaba desde el Círculo de Viena (fundador del positivismo lógico). 7. La ciencia no progresa linealmente, sino por rupturas. Es decir: una nueva teoría habitualmente plantea corte, no continuidad con la anterior. Así, la ciencia no devela gradualmente una realidad pre-dada cuyas características van apareciendo cada vez más, sino define tal realidad en cada caso diferencialmente según el tipo de aproximación teórica13. 8. Una teoría científica no se cae por un contraejemplo. Lejos de la imaginería experimentalista, se ha mostrado que una teoría resiste casos adversos, hasta tanto exista otra mejor que sea capaz de resolverlos. Ninguna teoría cae hasta que exista otra que la reemplace, por lo cual una teoría se sostiene mientas sus contraejemplos sean escasos, y resulte heurísticamente útil en la resolución de problemas de investigación. 9. Los científicos no son grandes racionalistas dedicados a la cuestión de confirmar o refutar teorías, sino hombres ligados a la resolución de problemas concretos de investigación, que suelen ser inconcientes de los supuestos teóricos de su actividad. Es esto lo aportado por la noción kuhniana de “paradigma”, y ayuda a demitificar la noción de lo que son los científicos, su actividad y sus productos. La mayoría de los científicos cree habérselas directamente con la realidad, no asume estar mediado por supuestos conceptos específicos. 10. El científico –en consonancia con lo anterior, y en contra de posiciones como la de Popper- no es un desinteresado buscador de verdades, sino un sujeto socialmente condicionado que busca, en primer lugar, legitimarse dentro de la comunidad científica. El elemento objetivo de su posición no es la referencia a una realidad incontaminada, sino a una situación social objetiva dentro de un campo de relaciones de poder en el aparato institucional de los científicos, el “campo” (Bourdieu). Los científicos no buscan abstracto conocimiento, sino concreto reconocimiento14. 11. Las posiciones que se tome en las querellas de interpretación científica, están condicionadas por el lugar relativo que se ocupa dentro del espacio social global, y también en el espacio de las jerarquías científicas. Las tomas de posición en el campo del conocimiento están afectadas por 2

Follari, R.: La ciencia como real maravilloso

situaciones contextuales ajenas a lo científico mismo, de las cuales a menudo el científico no es conciente15. En fin, podríamos continuar atentando contra los prejuicios constituidos sobre la ciencia. Advertir su relación con la dominación y el poder (Foucault, Escuela de Frankfurt), enmarcarla en relación a intereses específicos que condicionan su tipo de perspectiva (Habermas), insistir en su actual creciente y peligrosa puesta al servicio de necesidades pragmáticas del aparato político y económico (Lyotard). O adentrarnos por la ruta que muestra que los sistemas físiconaturales también son productivos, y por ello no limitables a la explicación causalista clásica (Prigogyne): lo cierto es que los caminos están lejos del bostezo positivista que aún habita la mentalidad de un amplio campo de los científicos prácticos. A estos, les cabe todavía a pleno la frase que –en un ámbito de influencia- sostenía C.Marx: “lo hacen, pero no lo saben”.

diferentes”; contra esta posición se ubicó H.Putnam con su “teoría causal de la referencia”, por ej. En su El significado de significado, Cuadernos de Crítica, UNAM, México, 1984. Putnam ha atenuado su posición inicial sin haberla abandonado, ver su Las mil caras del realismo, Paidós, Barcelona, 1994 7

Esta teoría va desde lo aportado por J.Austin en su clásico Cómo hacer cosas con palabras (Paidós, Barcelona, 1988), a lo retomado en las conocidas obras de Umberto Eco.

8

KUHN, T. La estructura… op.cit., cap. 10

9

GÓMEZ, R. Kuhn y la racionalidad científica. ¿Hacia un kantianismo posdarwiniano?, en O.Nudler et al: La racionalidad en debate, Centro Editor de A.Latina, tomo I, BsAs, 1993

10

Esta insistencia en EL método aparece en las obras de Bunge, incluso una de las primeras lleva ese nombre

11

P.Bourdieu et al., op.cit.

12

QUINE, W. Teorías y cosas, UNAM, México, 1986; B.Magee: Popper, Grijalbo, Barcelona, 1974

13

Esto es lo que sostiene Kuhn, a partir de la obra citada y también –con matices específicos- en sus trabajos posteriores. Su posición tuvo el importante apoyo de la “concepción no-enunciativa de las teorías” de W.Stegmüller, basada en la lógica y la teoría matemática de conjuntos, lo que desmintió la supuesta “irracionalidad” atribuida por los logicistas a la posición kuhniana. Ver Stegmüller, Estructura y dinámica de teorías, Ariel, Barcelona, 1983

14

WOOLGAR, S. Ciencia: abriendo la caja negra, Anthropos, Madrid, 1994. Este autor –junto a Latour- ha abierto una decisiva veta de análisis concreto de lo que los científicos realmente hacen (no lo que “creen hacer”), aún casi desconocida en Argentina, a pesar de que ya cuenta con más de una década de vigencia.

15

BARNES, B. Kuhn y las ciencias sociales, F.C.E., México, 1986; C.Prego, Las bases sociales del conocimiento científico (la revolución cognitiva en sociología de la ciencia), Centro Editor de A.Latina, BsAs, 1992

Notas 1

Estas posiciones las defienden autores como Mario Bunge o G. Klimovski, ambos con fuerte peso en nuestro país, aún cuando muy diferente calidad en sus aportes (el primero es autor de más de treinta libros internacionalmente reconocidos, mientras el segundo tiene una limitada obra escrita)

2

BACHELARD, G. La formación del espíritu científico, Siglo XXI, México, 1979

3

OLIVÉ, L. Conocimiento, sociedad y realidad (problemas del análisis del conocimiento y el realismo científico), F.C.E., México, 1988

4

CHALMERS, A. Qué es esa cosa llamada ciencia, Siglo XXI, Madrid, 1987, el capítulo sobre “el inductivismo ingenuo”

5

BOURDIEU, P. et al: El oficio del sociólogo, Siglo XXI, Buenos Aires, 1975

6

KUHN, T. La estructura de las revoluciones científicas, F.C.E., México, cap. 10, donde sostiene que científicos que están en paradigmas diferentes se ubican en “mundos

3