Entre puntos y letras... - Fundación CTO

23 abr. 2012 - Isabel Martínez Hervás, Bibliotecaria . ..... VERO” de SERGIO JOSÉ QUEVEDO TERUEL. ..... laceraciones de sus rodillas, ni los cortes en las manos; tampoco el agua ...... Alba García Madrigal y Fernando García Siles.
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Entre puntos y letras hemos creado un sueño enmarcado en papel. Cada página es un sentimiento que conforma una historia. Y así, hoja a hoja, hemos configurado un compendio de vivencias a base de suspiros, de lloros, de risas y, porque no, de momentos de asueto en guardias tranquilas o de recuerdos medio olvidados y vividos de nuevo a través de unos signos…

Entre puntos y letras hemos creado sólo eso, UN LIBRO. ¡FELIZ DÍA DEL LIBRO! Hospital Universitario Severo Ochoa.

Entre puntos y letras...

La singularidad de cada momento se ha perdido. Ha nacido un nuevo ser y el autor debe darle la libertad de crecer y campear en sus propias aventuras. Ya no tenemos una pequeña historia firmada por un aficionado. No. Entre todos, con nuestras creaciones, hemos construido un nuevo mundo de renglones, anversos, reversos y alguna que otra imagen.

Entre puntos y letras...

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Relatos Hospital Universitario Severo Ochoa y CTO Fundación

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No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento informático, la transmisión de ningún otro formato o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro y otros medios, sin el permiso previo de los titulares del copyright. © Hospital Universitario Severo Ochoa Diseño y maquetación: CTO Editorial C/ Francisco Silvela, 106; 28002 Madrid Tfno.: (0034) 91 782 43 30 - Fax: (0034) 91 782 43 43 E-mail: [email protected] Página Web: www.grupocto.com ISBN de la obra: 978-84-15461-99-9 Depósito legal: M-15605-2012 Impreso en España - Printed in Spain IMPULSO GLOBAL SOLUTIONS, S.A. Ronda de Valdecarrizo, 23 28760 TRES CANTOS - Madrid

Relatos Hospital Universitario Severo Ochoa y CTO Fundación

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ÍNDICE Fundación CTO ..................................................................................... 1 Presentación ........................................................................................... 3 César Gómez Derch, Director Gerente ..................................... 3 Introducción .......................................................................................... 7 Isabel Martínez Hervás, Bibliotecaria ...................................... 7 Pilar López García-Franco, Gabinete de Comunicación .......... 11 Ganadores I Certamen ......................................................................... 15 Relatos I Certamen ................................................................... 19 Ganadores II Certamen ........................................................................ 71 Relatos II Certamen .................................................................. 75

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Fundación CTO es una organización dinámica, activa, que nace adquiriendo el compromiso con la sociedad de colaborar para mejorar la vida de aquellos más desfavorecidos a través de la asistencia sanitaria. Tiene como objetivos principales el desarrollo y fomento de actividades sanitarias, de investigación científica y desarrollo tecnológico, culturales y educativas. Dentro de sus proyectos se destaca la investigación médica, una de las áreas de mayor importancia. Conseguir mantener líneas de investigación tanto en facultades de medicina y enfermería como en hospitales o centros sanitarios, es uno de los inconvenientes que se encuentran los futuros investigadores. Siendo la falta de ayudas económicas el principal factor para el impulso de la investigación, tras años de actividad académica relacionada con la medicina y enfermería, Grupo CTO decidió crear los Premios Ulysses, una contribución al interés general sanitario para que proyectos interesantes puedan ejecutarse con éxito. Asimismo, Fundación CTO promociona actividades culturales y disciplinas como la escritura, una de las más importantes muestras de solidaridad histórica humana. El fomento de esta creación artística es uno de sus compromisos esenciales pues potencia el desarrollo personal y emocional como valores sociales, reflejando vivencias, enseñanzas, estudios… apoyando esta creencia: “se puede aprender leyendo y se refleja lo aprendido escribiendo”. La escritura es una herramienta asociativa y global, es una vía de integración vinculada a la evolución y la búsqueda de conocimiento compartido. Este libro es una muestra de nuestro apoyo al movimiento cultural que fomenta el Hospital Universitario Severo Ochoa.

Grupo CTO

Fundación Comprometidos con la vida, asistiendo a las personas.

www.fundacioncto.com [email protected]

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25 AÑOS EN LA MEMORIA

U

nir el Certamen de Relatos Breves con nuestro 25 Aniversario es una forma de homenajear a todos aquellos que en estos años han hecho posible que hoy estemos aquí. Me uno a los requisitos del certamen y mi presentación no excederá las 25 líneas reglamentarias. Una línea por cada año no sería suficiente para plasmar nuestra historia común, pero 25 historias, 25 personas o 25 imágenes pueden mostrarnos una trayectoria de altos y bajos, de sentimientos, de vivencias… Aquí hemos vivido casi toda una vida. Pasamos en este Hospital más tiempo que en cualquier otro lugar y los recuerdos nos evocan a aquel sencillo investigador que nunca pretendió ser Nobel y que hoy descansa frente al mar, entre una farola desgastada y un faro que siempre le iluminó. El faro de estos 25 años, sin lugar a dudas, ha sido la asistencia a nuestra población asignada y la búsqueda de la calidad, la entrega y el encuentro con la ciencia desde la humildad de nuestros orígenes. Han pasado 25 años y es como si fuera ayer. Aunque ahora tenemos más tradición, más experiencia y un futuro lleno de optimismo, dentro todo ello de una excelente calidad asistencial que se une en un entorno Universitario. En 25 años no se ha culminado el trabajo. Y comenzamos otros 25 con la ilusión de seguir construyendo y continuar, como D. Severo, investigando la vida partiendo de la base de que, y perdonen que me salga la vena gerencial poniendo en mi pluma sus palabras, “en principio la investigación necesita más cabezas que medios” y de las buenas cabezas de los profesionales del “Severo” si podemos sentirnos orgullosos. Y es que de la idea, del interés y del tesón pueden nacer grandes cosas, incluso este pequeño gran libro que nació de la nada con las aportaciones de escritores aficionados que creen en el poder de una palabra. Sus historias, sus relatos son ideas que han nacido también por y para este Hospital. Animo a todos a construir nuevos relatos. Severo Ochoa en una ocasión dijo: “Pocas veces he sentido emoción más intensa que cuando creí haber hecho descubrimientos de alguna trascendencia”. Personalmente pocas veces he sentido emoción más intensa que cuando he descubierto un conjunto de palabras que forman una frase, un relato, un libro…

César Gómez Derch Director Gerente, Hospital Universitario Severo Ochoa Abril, 2012

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”Para mí no hay emoción comparable a la que produce la actividad creadora, tanto en ciencia como en arte, literatura u otras ocupaciones del intelecto humano. Mi mensaje, dirigido sobre todo a la juventud, es que si sienten inclinación por la ciencia, la sigan, pues no dejará de proporcionarles satisfacciones inigualables. Cierto es que abundan los momentos de desaliento y frustración, pero estos se olvidan pronto, mientras que las satisfacciones no se olvidan jamás”

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DEL BUEN SUCESO QUE OCURRIÓ EN LA ESPANTABLE Y JAMÁS IMAGINADA AVENTURA DEL CERTAMEN, CON OTROS SUCESOS DIGNOS DE FELICE RECORDACIÓN

É

rase una vez una biblioteca hospitalaria de 10 años, huérfana desde los 6 meses. Padres y madres de acogida habían intentado, en la medida de sus posibilidades, hacerla crecer, evitando que se convirtiera en un mero almacén de libros, pero Biblioteca Hospitalaria era peculiar, rebelde, abigarrada, confusa, mezclada, enmarañada, trastornada y descompuesta. En definitiva, difícil de trato. Con 15 años, en plena adolescencia y tras un obligado cambio de residencia, cuando realmente parecía una auténtica biblioteca de Babel, sufrió una transformación, fruto de la repentina madurez. Biblioteca Hospitalaria fue cambiando paulatinamente a medida que las costumbres y necesidades de sus usuarios lo hacían. Pasó de ser un mero depósito del saber y de la ¿fantasía?, a un enlace de conexión con el mundo. Consiguió que lo digital y lo físico convivieran en armonía durante tiempo; que lo local y lo global fueran prioritarios en su quehacer diario. Biblioteca Hospitalaria era algo vivo, un proceso continuo. Dejó de ser el templo que olía a papel viejo, a polvo y a magia, para convertirse en un espacio colectivo. Pero aquella adolescente rebelde e inmadura, año tras año, cada 23 de abril recordaba sus orígenes y celebraba su aniversario, el del Libro. En sus andanzas por el Hospital, de servicio en servicio, Biblioteca Hospitalaria aunó esfuerzos con su compañera Comunicación, cursadas ambas en esto de las aventuras. Cubiertas de su rodela, con las lanzas en ristre, cual quijotes frente a molinos, arremetieron a todo el galope y presentaron el Certamen de Relatos Breves “Entre puntos y letras…” en 2011. La creación intelectual, “el más misterioso y solitario de los oficios humanos”, que decía García Márquez, inició su andadura y un alud de historias de sus compañeros cuentistas las atrapó.

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En su II edición, celebrando el primer aniversario, Comunicación y Biblioteca Hospitalaria, a la edad de 25, presentan este libro repleto de sucesos, líos, intrigas, enredos, incidentes, aventuras, vidas, anécdotas y genialidades para nosotros, los lectores. Antes de que el sabio Frestón nos robe el aposento y este libro, ¡rápido!, ¡disfrutadlo!, que ha llegado nuestro turno.

Isabel Martínez Hervás Bibliotecaria del Hospital Universitario Severo Ochoa Abril, 2012

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DEL DIFÍCIL ARTE DE QUE UN ESCRIBIDOR SE CONVIERTA EN ESCRITOR

L

o peor es enfrentarse a la página en blanco. ¡Tan grande! ¡Tan blanca! ¡Tan… página! ¿Qué poner? Y eso que el ordenador facilita las cosas. Antes la vida de una letra se enredaba penduleando en la cuadrícula de un renglón de papel y no había manera de conseguir una unión perfecta. Las letras redondas se agarraban fuertemente a la línea y se balanceaban para no conseguir una sílaba. Con la “i” era más fácil porque siempre se escurría por eso de ser ella muy latina. Y la página blanca mirándote como diciendo: “¡Torpe! ¡Más que torpe! Entonces piensas en la soledad de una “Y”, griega por supuesto, y en una “O” que a fuerza de rodar sobre sí misma ya está mareada. “Yo”… por algo se empieza. No sé si son las palabras las que se unen solas por medio de los dedos que las ordenan o es la mente la que dirige a los dedos que juegan al puzzle de la historia. Pero fluyen todas las letras juntas componiendo líneas, párrafos y capítulos. Y donde había un espacio en blanco se dibuja ahora un personaje alto y delgado que se une a otro bajo y rechoncho para conquistar el mundo; o un niño de madera que nace de las manos de un padre en potencia; o, por que no, mil batallas con banderas y medallas. Amores encendidos y amores olvidados; detectives, indios, un gángster llorón en su soledad o una madrastra buena. Príncipes, doncellas, mendigos, poetas, viajes, paisajes, melodías, animales todo tiene cabida en un relato. Todo, hasta que la imaginación se aplaque. Hasta que el genio termine la inspiración de un poema. Al principio 25 líneas parecían un mundo y ahora nos falta espacio y agrandamos los márgenes. Y entonces la historia se independiza y deja de pertenecerte. Se escribe sola. A todos los que os habéis aventurado a escribir seguro que os ha servido de terapia o de entretenimiento. Sois “escribidores”. Y por arte de birlibirloque, por este aniversario y por conmemorar las grandezas del libro, nos hemos convertido en “escritores”, autores de un libro. Ya queda menos porque el fin último es siempre que nos lean: que nuestro libro no quede en el olvido de una biblioteca o en un estante olvidado. Gracias a todos los que habéis hecho posible que aunque sólo sea por una vez los quijotes que hay en todos nosotros derriben a los gigantes. Gracias a los jurados,

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los escritores, los animadores, los encargados de la logística, los patrocinadores… Entre todos hemos hecho lo más difícil: editar un libro. Hemos conseguido que nuestras historias convivan en el mundo de los sueños.

Pilar López García-Franco Jefe del Gabinete de Comunicación del Hospital Universitario Severo Ochoa Abril, 2012

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ACTA DE RESOLUCIÓN DEL JURADO TÉCNICO HOSPITAL UNIVERSITARIO SEVERO OCHOA I CERTAMEN DE RELATOS CORTOS “ENTRE PUNTOS Y LETRAS… Otorgado el voto del Jurado Técnico del I Certamen de Relatos Cortos “Entre puntos y letras…” del Hospital Universitario Severo Ochoa para trabajadores del Centro formado por: •

• •

• • •

Raúl Cremades García, Profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga y Presidente del Patronato y Director de la Fundación Alonso Quijano, entidad colaboradora del Premio. Nieves Herrero Cerezo, periodista y escritora. Consuelo Cruz Porcuna, Directora de Comunicación de la Clínica La Luz de Madrid y ex Directora de Comunicación del Consejo General de Colegios Médicos de España. Pablo Estrada, Responsable de Comunicación FNAC Parquesur / La Gavia, representante de la entidad colaboradora del Premio. Pep Bruno, narrador oral y escritor. Jesús Ibáñez Montoya. Periodista especializado en temas de Salud, socio fundador de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud y ex Director de la revista Tribuna Médica.

Actuando como secretarias, sin voz y sin voto, - Pilar López García-Franco - Isabel Martínez Hervás Han acordado: • Manifestar la alta calidad de todas las obras presentadas. Esto ha dificultado enormemente la labor de los miembros del jurado que han tenido que discernir sobre obras de muy distintas tendencias y características. Asimismo, destacar el hecho complicado de plasmar una historia en 25 líneas y contener entre las mismas dos palabras: HOSPITAL Y LIBRO. • Tras una primera votación de todos los miembros del jurado y con escaso margen entre los seleccionados, se obtuvo un empate entre el segundo y tercer premios. A continuación, se deshizo el empate teniendo en cuenta el número de puntuaciones máximas obtenidas por cada uno de los relatos.

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Por ello, el jurado ha decidido otorgar los tres premios establecidos en las bases a los siguientes relatos: TERCER PREMIO, con un total de 24 puntos, al relato “A TI” de RICARDO DÍAZ ABAD. Medicina Intensiva. SEGUNDO PREMIO, con un total de 24 puntos, al relato “MOTOR” de MARÍA GARRIDO ARÉVALO. Oncología PRIMER PREMIO, con un total de 27 puntos, al relato “UNA MAÑANA COMO OTRA CUALQUIERA” de MERCEDES PRIETO GARRIDO. Gestión Económica.

Y para que conste y surta los efectos oportunos, queda recogida en esta acta.

Firmado:

Leganés a 27 de abril de 2011

Pilar López García-Franco Gabinete de Comunicación

Isabel Martínez Hervás Biblioteca

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ACTA DE RESOLUCIÓN DEL JURADO POPULAR HOSPITAL UNIVERSITARIO SEVERO OCHOA I CERTAMEN DE RELATOS CORTOS “ENTRE PUNTOS Y LETRAS… Otorgado el voto popular de los trabajadores del Hospital en el I Certamen de Relatos Cortos “Entre puntos y letras…” y con un total de 310 votos emitidos a través de la votación por la Intranet, el correo electrónico y votación presencial, hay que destacar que: •



Dada la gran pugna que ha habido entre los relatos y teniendo en cuenta la gran aportación que nos ha hecho la Fundación Alonso Quijano, los organizadores del Certamen hemos decidido otorgar tres premios. Una de las bases del Certamen establecía que los Premios del Hospital “no podían recaer en la misma persona. Si así ocurriera el premio de los trabajadores sería para el siguiente clasificado sin premio”.

Por ello, aunque el Tercer clasificado es el relato: “El extraño caso de la semiseñora”, con un total de 48 votos, de RICARDO DÍAZ ABAD, Medicina Intensiva, por haber obtenido el tercer premio del Jurado técnico, el TERCER PREMIO, con un total de 16 votos, recae en el relato “EL BOLSILLO MÁGICO” de ALBERTO VIÑA PÉREZ. UCI. SEGUNDO PREMIO, con un total de 78 votos, al relato “ÁNGELES DEL SEVERO” de SERGIO JOSÉ QUEVEDO TERUEL. SERVICIO DE PEDIATRÍA PRIMER PREMIO, con un total de 92 votos, al relato “EL BESO” de Mª MERCEDES RODRÍGUEZ GARCÍA. ESPECIALIDADES 2ª A. Y para que conste y surta los efectos oportunos, queda recogida en esta acta.

Firmado:

Leganés a 27 de abril de 2011

Pilar López García-Franco Gabinete de Comunicación

Isabel Martínez Hervás Biblioteca

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I Certamen Relatos 2011

I CERTAMEN RELATOS 2011

UNA MAÑANA COMO

OTRA CUALQUIERA

Mercedes Prieto Garrido (Primer Premio del Jurado Técnico)

E

ra una mañana de primavera como otra cualquiera. Lucía el sol y los pajaritos no paraban de contarse las últimas novedades de su círculo.

Me notaba bastante cansada pero pensé que era causa de la astenia primaveral. Hasta que al ponerme de pie y estirarme, vi como se me caían algunas letras. Miré rápidamente a mi cama y ahí, encima de las sábanas, estaban otras tantas palabras. El camino de mi cama al cuarto de baño estaba guiado por un sendero de puntos suspensivos, comas,… Cuando llegué allí no me atrevía a mirarme al espejo, pero los ojos decidieron que había que saciar la curiosidad. Descubrí que mi portada estaba desdibujada. Tengo que ir al médico, pensé, al tiempo que noté un dolor agudo, una hoja se había rasgado y caído al suelo. Asustada fui corriendo al hospital. En la sala de espera me encontré con más pacientes que tenían los mismos síntomas que yo. Cuando oí mi nombre pasé. Me atendió una gran enciclopedia médica que nada más verme supo lo que me pasaba. “¿Usted no sale mucho de su estantería verdad?”, me dijo. Estaba en lo cierto. “No, no mucho”, le dije avergonzada. “No consigo salir de allí”. “Bien, haremos lo siguiente”, dijo ella. “Le vamos a hacer un escáner de carácter urgente. Así facilitaremos el acceso a su historia. Cuantas más personas la conozcan más vigorosa se sentirá”. “Le ocurre a muchos libros, se van deshaciendo hasta desaparecer porque a nadie le interesa su historia. Usted es una novela muy interesante, pronto se pondrá bien. ¿Cómo me dijo que se llamaba?” “La isla del tesoro”, le dije.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

MOTOR

María Garrido Arévalo (Segundo Premio del Jurado Técnico)

V

erano.

Por la mañana me miré en un pequeño espejo de mano. Estaba tan hinchado que daba asco verme. La piel me ardía. Me temblaban las manos. Sentía un extraño vértigo. Un montón de gente alrededor iba y venía, hablaba, auscultaba, limpiaba, vaciaba…y yo quería estar solo. Los hospitales son así. Tenía miedo. De eso estoy seguro. Miedo a que la cosa no funcionase como debiera. A que dejase de bombear de repente. Miedo a lo extraño. La angustia me galopaba. Rompí a llorar. Otoño. Hoy toqué la cicatriz y lo sentí. Ahí dentro, trabajando sin más. Los Stones van a toda leche y M. pulula de un lado a otro de la casa sonriendo sin cesar y oliendo a sandía como antaño. También hoy, al empezar aquel libro que prometí releer algún día, he vuelto a pensar en ti, escudriñando las hojas que caen tras el ventanal. Un minuto, dos minutos, cinco minutos…vuelvo a fijar la mirada en la hoja 37 y sonrío. Mientras, él ruge, deliciosamente, bajo mi pecho.

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I CERTAMEN RELATOS 2011

A TI

A

Ricardo Díaz Abad (Tercer Premio del Jurado Técnico)

ti, sí a ti, que ahora estás leyendo estas líneas. A ti, que te sorprendo curioseando este escrito: ¿te has preguntado si es lícito lo que haces? ¿Crees que porque tengas la excusa de un concurso puedes inmiscuirte en las intimidades de estas líneas? ¿Estás convencido de que cuando dejes de leerme escaparás a mi influjo? ¿Estás seguro de haber firmado el documento de confidencialidad debida? Pues te equivocas. Yo, como texto culto e instruido, estoy segurísimo de que no has hecho tal, y que te has metido en un buen lío. Porque no soy cualquier texto, sino un texto importante que aparecerá publicado en un libro de este hospital. Y tú, leyendo a destiempo mi contenido, caes en la grave responsabilidad de no divulgarme sin permiso. Pero, ¡cómo se te ocurrió leerme! ¿Acaso eres parte del jurado? ¿No estabas trabajando? Pues déjame en paz y descansa, que también tus ojos tienen derecho a reposar de la luz. Si no me crees, consulta las bases del certamen, que no concurso ¡Ajá, te pillé! ¿Creíste que era un concurso? Y amparado en la libre elección, como cuando se elige médico, tenías derecho a la lectura total y completa de los cuentos, ¿no es cierto? ¡Qué iluso! Cualquier loco puede presentarse a este (repite conmigo: CER- TA- MEN) y te encuentras en la tesitura de seguir leyendo porque has invadido mi intimidad sin tener en cuenta mis derechos de propiedad intelectual. Seguro que no has pagado ni a la SGAE ni a CEDRO ni le has pedido permiso a la señora Sinde. Por tanto te lo advierto: no siguas leyendo porque te afectará mi lectura. Podría incluso desorientarte más.

Vaya, veo que continúas leyéndome. Pues bien, un conjuro, eso es lo que soy. Una letanía diabólica te maldecirá de por vida, una fórmula mágica para tu desconsuelo eterno… ¡Pero ya está bien! ¿Es que no te acojono? ¿Es que no tengo capacidad de convicción suficiente para que dejes de leerme? Pues mira, lo has conseguido. Aquí acabo. Punto y final. Agur, Ben Hur. Que te vaya bonito. Adiós y punto pelota. Ya me iré a un CONCUR- SO de más categoría donde no te dejen leerme.

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EL BESO

María de las Mercedes Rodríguez García (Primer Premio del Jurado Popular)

S

us miradas se enhebraron a través de la distancia que les separaba. La de él, resignado; hacía tiempo que el miedo había sido devorado por la aceptación y en sus carnes, magras, consumidas, ya tan sólo habitaba un oscuro anhelo. La suya, insondable; tal vez, si uno tenía valentía suficiente, pudiese apreciar en sus profundidades cierto deje de empatía… No hicieron falta palabras. Se entendieron a la perfección. Mientras ella rompía el contacto visual, dándole tiempo, se arrebujó más en la esquina que ocupaba y dejó vagar la vista. Aséptica, impersonal,…triste, como todas las habitaciones de hospital. Poco podían hacer flores, tarjetas… el hedor a vida que se consumía era casi palpable. Arqueó una ceja al reparar en el libro que descansaba al desaire a los pies del lecho: “La hoguera de las vanidades”; muy apropiado, se dijo, mientras observaba a aquella pequeña multitud revolotear alrededor de la cama, más pendiente de sus pequeñas miserias, sus insignificantes rencillas, que en transmitir un último minuto de paz y sosiego al que se les iba. Perdida ya la cuenta de tantas experiencias similares sufridas, se sorprendió de encontrarse, muy a su pesar, admirada por la banalidad con que la gente vive su existencia. La gran importancia que da a pequeñas y pueriles cosas. Lo poco que valora lo que de verdad tiene un peso específico. Miró al yaciente, y la comisura de los hermosos labios se le escoró levemente. La observaba con fijeza. Los ojos velados por el hastío de una vida insatisfecha. Alzó las cejas en muda pregunta. Un leve parpadeo de asentimiento. Era la hora. El volvió a parpadear, esta vez de sorpresa. Un momento allí, en la esquina. En un suspiro aquí, su fresca mano en su caliente frente… Y mientras su bella y fría boca se apoderaba de la seca suya, se sintió en paz. Por primera vez en mucho tiempo. Quién habría dicho que la Muerte, fuese tan hermosa…

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I CERTAMEN RELATOS 2011

ÁNGELES DEL SEVERO

Sergio José Quevedo Teruel (Segundo Premio del Jurado Popular)

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uando se hace de día y uno está desayunando minutos antes de iniciar el trayecto hacia el trabajo, reflexiona sobre lo que le va acontecer a lo largo de la jornada. Si uno trabaja en el hospital y además está de guardia, la reflexión supone un ejercicio exhaustivo de suposiciones no siempre con buen final. A pesar de que la mente de un médico entrante de guardia da mucho de sí, jamás pasó por mi imaginación lo que iba a ocurrir ese día. Un libro da conocimiento, pero hay cosas que los libros no cuentan, cosas de las que sólo puedes apercibirte, cuando te tocan directamente y eso es lo que ocurrió aquella guardia… Cuando uno va a ser padre, la palabra que mejor define la situación durante el embarazo es expectación. Si se va a ser padre por partida doble, la expectación se multiplica, pero también las incidencias de la gestación repercuten doblemente y, si son negativas y suponen una espera expectante de 3 meses, la bola que se ha creado alcanza dimensiones desorbitadas. De repente ocurrió, la bola comenzó a rodar y los gemelos decidieron nacer al sexto mes… ¡y si hubieran aguantado un mes más! No hay vuelta atrás una vez que la bola comienza a rodar, ya no para… y lo peor es que no sabes contra qué va a chocar. Al final todo explota por los aires, uno de tus hijos no respira, no late… y el otro a duras penas lucha por sobrevivir. Tú eres neonatólogo, pero tus manos no saben donde ponerse para que resulten útiles y eso que has vivido mil veces esa misma situación, la diferencia es que esta vez estás al otro lado de la ventana del quirófano. De pronto surgen unos ángeles de la guarda de la nada, es la gente que trabaja contigo a diario, pero ese día tienen alas en la espalda y cuidan a tu hijo hasta que es a él al que le brotan las alas y se eleva hacia el cielo para encontrarse con su hermano.

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EL BOLSILLO MÁGICO Alberto Viña Pérez (Tercer Premio del Jurado Popular)

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E QUIERO, rezaba en la nota que encontró en el bolsillo derecho del uniforme limpio que acababa de coger de la lencería del hospital. La guardó, no la tiró, pensó que le serviría para el libro de anécdotas de hospital en el cual estaba trabajando. Lo fácil que parecía escribir tal sentimiento y lo complicado que le resultaba a él expresarlo. Llevaba dos años en el turno actual, Lucas estaba contento y enamorado de por vida y en secreto de Aurora, una de sus compañeras. Jamás se atrevería a decirle TE QUIERO. ¿Qué tenía él como para que aquella bellísima y mejor persona se fijara en él? Esa mañana, Aurora le pidió a él y demás compañeros un favor. Se trataba de recoger un recado que le iban a dar por teléfono uno de sus hermanos, pero no sabía a que hora sería o si en ese momento estaría ocupada. Otra vez el azar jugó a su favor, por la mañana en el bolsillo del uniforme, ahora en forma de llamada de teléfono: -

¿Sí, dígame?

-

Por favor, podría decirle a mí hermana Aurora que la comida será en el restaurante…

-

Un momento que lo anote. Lucas metió la mano en su bolsillo derecho, sacó un papel y anotó la dirección.

-

De acuerdo, no te preocupes yo le daré el recado.

-

Muchas gracias, adiós.

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I CERTAMEN RELATOS 2011

-En cuanto tuvo oportunidad, Lucas entregó la nota a su compañera. Cuando acabó la jornada de trabajo y salía del hospital, Aurora estaba en la puerta principal. - ¿Esperas a alguien Aurora? -Sí, a ti, ¿te apetece una comida en familia?

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A LAS CINCO

José Antonio Durán Paino

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uan Méndez Álvarez.

Juan es un tipo curioso. Nada común, correcto, muy a lo suyo, introvertido. Jamás contesta a la puerta ni al portero automático, vive en su mundo ajeno a todo lo demás. Cuando llega del trabajo se pasa la tarde en la terraza leyendo un libro que parece que nunca acaba y observando lo que pasa en la calle. Sí, a Juan le gusta observar todo lo que ocurre a su alrededor y sobre todo el ajetreo del movimiento del hospital que está frente a su casa. Suena el timbre, no contesta no le interesa lo que pueda ser, él está impasible observando desde la terraza. Todos los días desde hace semanas, alrededor de las cinco pasa por su calle una mujer morena de mediana edad, dobla la esquina y desaparece. Desde el cuarto piso no puede distinguir su cara, sólo su figura y le llama la atención que pase a la misma hora y por el mismo sitio esa mujer, siempre sola, quizás vea en ella a alguien como él, siempre solo, a lo suyo. ¿Trabajará en el hospital?, se pregunta. Suena el timbre… no contesta no le interesa quien pueda ser. Él está en la terraza ajeno a lo demás, pero no encuentra la manera de mantener una conexión. Si pasa a las cinco, ¿trabajará en el hospital?, se pregunta. Suena el timbre…Él, impasible, no le interesa ni los vendedores ambulantes ni los vecinos, ni nadie. Él sigue ajeno a todo lo demás así, durante varias semanas, hasta que un día toma la decisión de cruzarse con ella y despejar su curiosidad. Quiere ser prudente y asegurarse de que ni ella ni nadie le esté observando y decide que al día siguiente bajará a la calle se cruzará con ella y la verá de cerca. Bien pues al día siguiente allí está Juan, de lejos la ve aparecer y, nervioso, se dirige a su encuentro, veinticinco metros, diez, la mira y cuando la ve,

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I CERTAMEN RELATOS 2011

reconoce a su hermana que a la salida de su trabajo en el hospital viene a interesarse por él desde que hace años él decidió alejarse de su familia y vivir ajeno todo lo demás.

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AUSENCIA

Ricardo Díaz Abad

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rimero vino la lluvia y humedeció tus palabras. Las más blandas se deshicieron, las duras se ablandaron. Un lodazal de tinta y papel llenó la habitación de tus recuerdos. Después vino el viento y convirtió en erial seco la llanura de tu silencio, aquel con el te mantenías distante, ausente e invisible. El barro se cuarteó y resquebrajó en líneas de fisura zigzagueantes, duras y profundas. El fuego posterior devoró el libro, así vaciado, de tu existencia. Nada eras, en nada te convertiste. Y en la tierra, en polvo devorado, decrépito y triste, cayó tu ser insustancial esparcido en el tiempo. En el hospital, el pitido continuo del monitor anunció tu partida pero, hacía mucho tiempo que ya no estabas con nosotros. Semanas, meses, años. Te miro en el vacío y eres como una ensoñación. Tal vez no esté todo perdido. Mientras te recuerde, seguirás vivo. Mientras mi memoria te rescate de vez en cuando de ese profundo pozo de imágenes en el que moras, seguirás aquí conmigo.

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I CERTAMEN RELATOS 2011

CONVERSACIÓN PRIVADA

María de las Mercedes Rodríguez García

-D

ame un motivo. Sólo uno, por el que deba continuar.

-Dame uno solo por el que no. -Ya no sé ni quién soy. Ya nada me agrada. Yo no me agrado. -Uno es mucho más que la suma de las partes. Eres mucho más que lo que ves reflejado. No por trillado deja de ser cierto que la verdadera esencia de uno está en el interior y no en el exterior. -Palabras hermosas, pero sin sentido en un mundo donde se te juzga por las apariencias. -Mírate. Mírate bien. Y ahora hojea el libro de fotos que escondes con absurda vergüenza bajo el colchón. -¡Esa no soy yo! ¡No quiero ser esa! Esa…deformación… -Te equivocas. La que no eres es la que ves reflejada. Poco menos que un espectro. Piel sobre huesos. Esa es la verdadera deformación. La anormalidad. -Te crees en posesión de la verdad ¿no? -No. Sólo sé que de haber otro ingreso en el hospital, será el último… -No quiero morir… -Pues demuéstralo. Si no a tus padres, a ti misma.

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-Estoy tan cansada… -Eso es lo que me asusta. También yo estoy cansada. Las dos lo estamos. Sí. Realmente aquel era el problema. Que el escaso equilibrio que la ayudaba a sobrevivir comenzaba a decantarse hacia la pesadilla. Y que por mucho que quería sustraerse, que quería enmendarse, que quería ser fuerte, la otra lo era más. El porqué la irracionalidad, la locura, el absurdo era capaz de arrasar y fagocitar a la lógica, a la evidencia, se le escapaba. Miró una vez más su reflejo en el espejo, se limpió la boca y salió del baño.

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I CERTAMEN RELATOS 2011

DECLARACIÓN

Ricardo Díaz Abad

T

e conocí cuando salías de la estafeta. Lo correcto sería decir tropecé torpemente contigo mientras yo engullía con ansia un pastelito de nata. No fue un buen comienzo, lo sé. Y sé que en aquel momento no te caí bien. Habías mandado un paquete a la península y llevabas un libro en la mano que se te cayó, manchado de nata. Te lo manché con la nata del bollo al igual que a tu vestido. Aunque me disculpé y me ofrecí a comprarte un nuevo libro en Ses Voltes, declinaste mi ofrecimiento al igual que retrocediste cuando intenté limpiarte la blusa. Qué suspicaz eras ya. No, no fue un buen comienzo. Y lo que es la vida. A los tres días ingresé en la clínica donde trabajabas por culpa de una apendicitis aguda. Cuando me sacaron a la planta, nos volvimos a encontrar. Eras mi enfermera y me cuidaste como lo que eres, una profesional. A los cinco días estaba convaleciente en mi casa, pero no dejaba de pensar en ti. Eras la solución a mis carencias. Sé que tú también pensabas en mí. Posiblemente no de la misma forma, pero lo importante es que coincidimos en el pensamiento. ¿No es maravilloso? Por eso no entiendo tu actitud. Has ido a mi pequeño apartamento y te he recibido con mi mejor sonrisa. ¡Por fin se había cumplido mi sueño! Pero, ¿por qué has sacado la pistola del bolso y me has apuntado en mi pecho? ¿No comprendes que esas cosas pueden dispararse y hacen daño? Sí, es cierto que mientras estaba en la clínica puse una cámara en el vestuario de enfermeras, pero es que te quería entera para mí, no me bastaba tu voz y los cuidados que me dabas, profesionales, ¡eh!, muy profesionales. Y sí, es cierto que he colgado el vídeo donde se te ve desnuda en un foro de pervertidos, pero es que necesito el dinero y, además, también salen otras enfermeras, no es nada personal. Tal vez esta no sea la mejor muestra de que te quiera, pero te necesito. Pero, permíteme una pregunta ¿de dónde has sacado una Magnum? Si todo se puede hablar, ya verás. Recuerda lo que me dijiste en la habitación del hospital, con vaselina las sondas entran mejor. ¡Ah! ¿Pero, no te lo advertí? Maldita bala; llama al 112; por favor, ¡no, no te vayas!

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DESPEDIDA Ricardo Díaz Abad

F

ui a visitarla al hospital. Tras cinco años sin verla el reencuentro en aquellas circunstancias iba ser duro. Para suavizar el choque se me ocurrió comprarla unas flores, pero luego consideré que habría sido de mal gusto plantarme de sopetón delante de ella y decirla: «—¿Qué tal te va? Mira, te traigo unas flores».

Después de todo se estaba muriendo y no era cosa que relacionara las flores con un funeral. Por lo tanto me decanté por comprarla un libro. Un relato corto. De esos que en media tarde se leen y se olvidan. Por tanto me acerqué a la librería dispuesto a encontrar algún libro ameno, corto, a ser posible divertido. Pensé en algún libro de Amèlie Nothomb, pero recordé que cuando cortamos nuestra relación, lo hicimos por un libro de esa autora. «—¿Crees que soy tonta? —me gritó—. Ya he pillado la indirecta, mal nacido. Te puedes ir a paseo cuando quieras. Y no vuelvas. ¡Harta me tienes con trabajo! —No lo he hecho aposta. ¡Lo juro! Yo… “Cosmética del enemigo” es un libro muy bien escrito, yo diría que impactante. —Me das miedo, entiendes, me das miedo. —Ya te lo advertí, cuando nos conocimos. Adiós, hasta la vista». Y sin más me marché. No tenía ánimos de seguir con ella en esas circunstancias. Aún no era su hora.

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Pero ese día tenía que morir. Cuando la fuente de la vida se seca, no hay agua en este mundo que la rellene. Es el destino. Es mi oficio. Soy la Muerte.

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DIFÍCIL ELECCIÓN Esther Nieto García

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esde que entró por la puerta supe que podría manejarle a mi antojo. Supe que tendría que aceptar las especiales condiciones que ofrecíamos y que acabaría formando parte de esa legión de colaboradores que responden sin obstáculos a mis demandas.

Entró a la sala queriendo reflejar un aspecto de seguridad y unas aptitudes que no tenía. Se notaba que se sentía incomodo con el traje azul y el portafolio desgastado que llevaba: no era su indumentaria habitual. Se abrió la chaqueta y se sentó frente a mí, intentado imitar movimientos que le eran completamente ajenos. Nos presentamos. Después de explicarle en que consistirían las tareas de la persona que estaba buscando, empezamos a repasar su vida profesional. Siempre había trabajado en empresas relacionadas con el sector del libro, excepto en el último año que había trabajado eventualmente en un alejado hospital de la provincia. En este momento ejercía únicamente de padre de familia y ama de casa forzada. Esta delicada situación le había situado como el mejor candidato para el puesto. A medida que avanzaba la entrevista, estaba más convencido que debía rebajar las pésimas condiciones que ofrecíamos; él aceptaría sin ningún impedimento, no estaba en situación de negociar. Llegado el momento adecuado de la entrevista puse sobre la mesa nuestra disminuida oferta, nuestras condiciones. Primeramente noté que se sentía sorprendido, e incluso algo ofendido, al comprobar como sus conocimientos y sus años de experiencia eran echados por tierra. Hasta me pareció que intentaba orgullosamente levantarse de su sitio y abandonar la sala. Pero después, debió de recapacitar y pensar que su situación no era la más adecuada para despreciar mi ofrecimiento. Sabía que estaba ante el dilema de aceptar nuestra oferta o continuar con esas extrañas sensaciones que le acompañaban a diario: incapacidad, desánimo, impotencia, agotamiento.

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Se demoró unos segundos en contestar a mi propuesta, mientras mi cabeza ya le estaba situando dentro de la organización. Finalmente, y con un aire de superioridad que no iba de ninguna manera con él, respondió a mi ofrecimiento.

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EL AMOR PERDURÓ Isabel Sánchez Hidalgo

¿R

ecuerdas? Cuando cogidos de la mano paseábamos por la playa, en silencio. Sobraban las palabras. Nos lo decíamos todo con una sola mirada. Y el mar, con una tranquilidad absoluta, nos acompañaba. Sólo de vez en cuando nos hacía recordar que bajásemos de ese mundo que habíamos formado, lanzándonos una ola juguetona, salpicando de gotitas nuestros cuerpos abrazados. ¿Recuerdas? Cuando me cogías entre tus brazos y me abrazabas tiernamente, como a algo delicado. Eras para mí ese hospital donde curar todas mis heridas y eso libro donde perderme entre esas historias que me contabas. Era algo mágico. Y despacio, muy despacio recorrías mi mejilla y me besabas en los labios.

¿Recuerdas? Cuando con tus manos acariciabas mi piel desnuda y recorrías todo mi cuerpo sin descanso. Nos amábamos. Nos sentíamos tan cerca uno del otro que parecíamos una sola persona, una sola piel. Y al final de nuestra aventura, con una dulce sonrisa yo te decía: “TE QUIERO” y tú me respondías: “TE AMO”. ¿Recuerdas? Parece que fue ayer, cuando éramos jóvenes. Añoro aquellas travesuras, aquellos juegos rodeados de cierto encanto. Tú tampoco los has olvidado. Y aquí estamos, juntos, como en la playa hace tantos años. Nuestros sentimientos no han cambiado. Nada de aquello se ha borrado. Todavía con la mirada nos entendemos. Y el mar, como antes, sigue jugueteando. Tus caricias me saben día a día a algo nuevo… y tus labios. Y esa aventura que juntos vivíamos no ha conocido el fracaso. Porque tú y yo somos una sola persona. Porque tú me quieres y yo te quiero. ¿Hay algo más importante que nuestro amor? “NO”, jamás lo hemos dudado.

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EL CONDENADO

Gonzalo Martínez Jurado

…¿M

e arrepiento de algo?... El condenado no dejaba de mirar hacia el final del callejón donde habían levantado el cadalso en el que iba a ser ejecutado. Lo habían sacado del hospital de la prisión para llevarlo hasta allí. Al fondo, tras la tapia gris del patio, asomaban las pocas ramas verdes de un árbol. Se balanceaban suavemente de un lado a otro. El sacerdote, con el libro en la mano, repetía la misma letanía de aquellas madrugadas. No dejaba de mirar hacia las ramas de los árboles. Su mirada se perdía en su cadencia. ¿Cuánto más habrá que esperar? Es verdad que he matado. Ellos también, sólo que ellos inventan palabras y tribunales que santifican sus crímenes… No soy un santo. ¿Quién decide el significado de las palabras? ¡Qué más da ahora preguntarme estas cosas! La brisa me hace bien. La tierra siempre girará alrededor del sol, florecerán los árboles… Sabéis que siempre os he querido. Besos, abrazos…he cerrado los ojos. La brisa me lleva…Vosotros sois los que estáis destruyendo su creación. ¡Me hubiera gustado contarte tantas cosas! No dejes nunca de buscar…No, no debo cerrarlos. Miro al cielo. - ¡Carguen! El sol siempre estará ahí aunque ahora lo cubran estas nubes. Son bonitas. Todas las estaciones tienen su encanto… Una lluvia fina comienza a caer sobre el rostro del condenado. Es maravilloso. Siento mi respiración como nunca antes la había sentido. Es como mirar hacia dentro de mí mismo y desde allí poder salir fuera, volar. La frescura de la lluvia me llena de luz, de alegría… - ¡Apunten! Las ramas del árbol se mecen despacio, suaves. Sus pequeñas hojas verdes, húmedas, brillan con el primer rayo de sol. Parecen pequeños espejos. Tal vez estrellas…

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EL EXTRAÑO CASO

DE LA SEMISEÑORA Ricardo Díaz Abad

S

e dio cuenta de que algo iba mal, cuando terminó de tomar el postre en la cafetería del hospital. Instintivamente sacó su libro de notas y anotó: “El señor de la camisa de cuadros me dirige una mirada casi irritante ¿es que tengo monos en la cara? Mañana mismo iré a la esteticién. Definitivamente la arruga no es bella.” Aún no lo sabía, pero hubiera sido más preciso que hubiera escrito ‘mediacara’, porque mientras comía, se había producido en ella un asombroso cambio en su estructura corporal: la mitad izquierda de su cuerpo se había ido desmenuzando como si fuera una escultura de barro en la playa, cayendo al suelo como una arenilla tenue, apenas sin hacer ruido. El proceso no había sido doloroso, ni especialmente aparatoso. Simplemente se iba espolvoreando en el aire con cada movimiento que hacía. El resto de los clientes de la cafetería, empezaron a murmurar y a señalarla con el índice. “Vaya país de locos y de maleducados. ¿Qué me estarán mirando? Ni que estuviera desnuda”. Justo cuando se iba a ajustar las gafas, ancladas en un difícil equilibrio en el puente de su nariz, se inquietó. Habría querido levantar su brazo izquierdo para colocarlas en mejor posición al notar cómo se escoraban a la izquierda, pero su miembro no daba señales de querer aparecer. “¿Me estará dando un paralís?” Con dificultad consiguió sacar un espejito de su bolso. Se miró y se sorprendió un poco, pero enseguida se repuso y pensó: “¡Vaya, qué faena! ¿Y qué voy a hacer con estas pintas ahora? Mañana tenía cita con el dentista, pero será mejor que lo deje para otro día. Y hoy empiezan las rebajas. Seguro que no encontraré nada que se me quede bien.” Empujó con su mano derecha la mesa, pero se tambaleaba de mala manera en el asiento, “claro, sólo tengo medio culo, menudo día, y total sólo vine a una revisión”. Y justo estaba pensando esto cuando cayó al suelo y se desmenuzó del todo.

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De la señora que había estado en la mesa cinco de la cafetería hasta ese momento no quedó más que un montoncito de polvillo arenoso que el camarero se encargó de barrer. Afortunadamente ya había pagado el menú.

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EL GORRIÓN

María de las Mercedes Rodríguez García (Primer Premio del Jurado Popular)

E

l niño frunció el delicado entrecejo. Permitió volar la mirada a través de la ventana y tras, al parecer, una profunda reflexión, miró a la madre que le observaba desbordando amor con el libro de cuentos abierto en sus manos. “¿Entonces, preguntó, cuando un niño muere…? “Un gorrión canta, cielo”, le respondió la madre. “Y eso es…”, indagaba él. “Un milagro, amor. Porque los gorriones no cantan. Sólo dejan escuchar su dulce trino cuando Dios abre las puertas del cielo para que entre un niño”. No muy convencido, el pequeño se rascó el cuello donde la vía central le molestaba mientras observaba a su madre coger el monedero del bolso. La mujer esbozó una frágil sonrisa a la auxiliar que traía la merienda de su hijo. “No tardo nada. Tan sólo un café en la cafetería del hospital”. Una última mirada a su tesoro y salió cabizbaja y con pasos rápidos. Hizo una mueca. Apretó los labios e intentó que el escozor de la nariz no derivase en un alud de lágrimas. Casi a tientas, llegó a la puerta de la vacía cafetería. Pero fue incapaz de entrar. De ingerir la cafeína que suponía casi todo su sustento. Era tal su angustia…Con un giro abrupto salió fuera. El leve calor de la tarde otoñal atravesó sus huesos sin importunarla. Respiró hondo. Y aún así, sentía que le faltaba aire…Debía regresar. Su niño se inquietaba, si tardaba… Entonces lo oyó. Un trino dulce, melancólico, de infinita tristeza. El pequeño gorrión revoloteó hasta terminar a sus pies. Pareció mirarla y volvió a cantar. Y la certeza fue como un puñetazo en el bajo vientre. El dolor, como sierras cortando sus entrañas. No se sintió caer. Tampoco las laceraciones de sus rodillas, ni los cortes en las manos; tampoco el agua que manaba de sus ojos. Tan sólo escuchó cómo toda ella se rompía por dentro al son del miedo abriéndose paso a dentelladas desde sus entrañas. Al son del trinar del pequeño gorrión…

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EL LIBRO DE LAS PALABRAS

INCOMPRENSIBLES Ricardo Díaz Abad

E

l comando alcanzó el objetivo con precisión. Sólo faltaba cerrar la arqueta donde reposaba el libro de las palabras incomprensibles y esperar acontecimientos. Calcularon que en un plazo no mayor a una semana la noticia daría la vuelta al mundo, pero que los efectos de la sustitución se manifestarían instantáneamente. Tras asegurarse con un fuerte tirón de que la portezuela estaba bien cerrada huyeron rápidamente. Ya en la guarida, volvieron a repasar las fases de la operación. La primera fase había sido la más compleja pues hubo que averiguar dónde se ocultaba el libro de las palabras incomprensibles. Fue difícil porque, se quiera creer o no, nadie sabía de su existencia, ni siquiera los que las pronunciaban. El proceso estaba tan automatizado y aprendido en recónditos lugares de la mente que nadie recordaba que alguna vez hubiera aprendido algo tan enrevesado. La segunda fase consistió en conseguir una copia del libro oculto para sustituir las palabras arcanas y mágicas por otras más accesibles. ¿Qué consecuencias podría derivarse de esa sustitución? Se ignoraba. Tal vez los conjuros dejaran de ser efectivos y todo el esfuerzo por alcanzar la clarividencia total tuviera unos efectos indeseables. Fue una duda que casi mandó al traste toda la operación. Finalmente hubo que hacer un esfuerzo ímprobo para redactar el texto con palabras entendibles, pues ni siquiera los sabios de la Academia de la Lengua conocían de la existencia de muchas de estas palabras diabólicas. Pero por fin habían conseguido un libro capaz de suplantar al enigmático engendro de las palabras incomprensibles. Ahora solo faltaba probar si los esfuerzos habían valido la pena. Enviaron a Jorge al hospital. Anteriormente el médico le había dicho que tenía una hematemesis secundaria a un síndrome de Mallory Weiss, y se quedó tan ancho. ¿Qué le diría ahora una vez eliminada la fuente de sus palabrejos?

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—Acojonante, macho. Funciona. Me ha dicho que tengo un vómito de sangre debido a los grandes esfuerzos que hice por vomitar en medio de la borrachera.

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EL NUEVO MUNDO

Esther Nieto García

L

o que más le gustaba era la emoción de poder encontrar algún libro que le absorbiese y le hiciera olvidar los penosos últimos 6 meses. Ese tiempo lo había pasado recluido en un hospital, donde había estado luchando duramente contra la innombrable enfermedad que le habían diagnosticado. Pero ahora se encontraba libre y con energías suficientes para recuperar ese tiempo perdido. Todas las tardes se desplazaba a la gran biblioteca central con el ánimo de encontrar el libro perfecto, aquel que le permitiese borrar de su mente el tiempo pasado. Unas veces se dedicaba a recorrer todos los pasillos de la biblioteca donde estaban las distintas secciones, con el objetivo de localizar algo interesante. Otras veces, iba con el ánimo de encontrar algún título de un determinado género: novela negra, biografía, historia. En ambas situaciones, y una vez que tenía el libro entre sus manos, lo leía de manera obsesiva, sin tomarse un respiro, un descanso. Así empezaron a pasar los días, las semanas, absorbido por ese ambiente de silencio y tranquilidad que reinaba en la biblioteca. Cada día con la misma rutina y emoción que el día anterior. Hasta que un día, sentado en un pequeño rincón invisible de la biblioteca, las luces se apagaron: era la hora de cierre. Nadie del personal de la biblioteca había reparado en su presencia antes de abandonar el recinto. De pronto, se vio solo en la oscuridad de la sala, pero tras superar el miedo inicial comprobó que aquella situación le permitiría continuar leyendo. Bajo la luz de una pequeña lámpara, en la oscuridad de la noche, pasó varias horas disfrutando de las obras de varios cuentistas de renombre mundial. Cuando el cansancio se apoderó de él, buscó un pequeño y olvidado cuarto de almacén donde durmió hasta mediodía. Al despertar, sintió que esa era la verdadera vida que deseaba tener: viviría en el anonimato de la biblioteca cerca de sus adorados libros.

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Adoptaría el cuarto de almacén como su habitación e intentaría pasar desapercibido ante el mundo, olvidando el cruel tiempo pasado donde el inmenso dolor se apoderó de él. De esta manera, dimitió de este mundo e ingreso en un espacio donde el pasado no existía y el único propósito era disfrutar.

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EL REGALO

Gonzalo Martínez Jurado

A

quella mañana llovía intensamente. En una mano llevaba el paraguas y en otra el libro que su padre le había regalado hacía unos meses. Mientras caminaba, se fue dando cuenta de todo. Cuando llegó al mundo y empezó a crecer parecía que las cosas siempre habían estado ahí como por arte de magia: la comida con la que sus padres le habían alimentado; el recreo en la escuela y los libros que tanto le gustaba forrar con bolsas de plástico antes de que comenzara el curso; el médico al que le llevaban cuando se ponía malo y las medicinas que tanto asco le daban; el parque donde jugaba con sus amigos… No sabía, ahora empezaba a darse cuenta, que las cosas no caían del cielo ni aparecían de repente por la gracia de ningún dios, sino que todos los derechos y libertades de los que disfrutaba, tampoco sabía que se llamaban así, derechos y libertades, habían costado muchos años de esfuerzo y lucha. Que sus abuelos, primero, y sus padres, después, habían disfrutado de una infancia muchísimo más corta que la suya, porque sus necesidades habían sido más elementales y reales que las que ahora él tenía. Las cosas costaban mucho ganarlas, como no se cansaba de repetir su padre. Llegó cuando ya todo estaba hecho y ahora, cuando subía las escaleras del hospital donde estaba ingresado, se daba cuenta de que él era el sueño hecho realidad de aquellos que no habían tenido nada, excepto sueños. Se daba cuenta del inmenso tesoro que se le estaba escurriendo entre las manos, igual que las gotas de lluvia se deslizaban veloces por los cristales de la habitación. Se asustó al pensar que su memoria se estaba borrando y que su futuro pasaría a unas manos que no eran las suyas... Su padre estaba dormido. “No te preocupes”, le dijo una voz amable, “tu padre ya está tranquilo”. Él se acercó a la cama para abrazarlo y darle las gracias. Fue entonces cuando lo comprendió todo.

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LA GUARDIA Carmen Mon Mon

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cababa de sentarse con los pies encima de la mesa del despacho médico. Era la 1.00 de la noche y sentía una profundo cansancio. Ya no tenía edad. Cerca de los 50 cada vez le pesaban más las horas sin dormir, los tiempos muertos en el hospital y las subidas de adrenalina, aunque seguía adorando y disfrutando de su profesión como el primer día.

Entre sus manos dejo pasar una página más de su libro “La reina en el palacio de las corrientes de aire”, cuando sonó el impertinente busca: - “¿Cómo?, ¿un proyectil en que parte del cerebro?, 22 años dices que tiene…” Sus piernas se dirigieron a urgencias, al tiempo que se reclutaban todos sus sentidos, para funcionar en toda su plenitud. Sus compañeros de urgencias le contaron la historia de una chica de 22 años perseguida por la policía por asesinato, que a su vez había asesinado a dos capos de la mafia rusa y entre ambos sucesos se llevó un tiro en la cabeza. El proyectil estaba alojado en un sitio de difícil acceso quirúrgico, pero sin cirugía, el pronóstico era infausto. Para él significaba un reto como no recordaba en mucho tiempo. En unos minutos se organizó el quirófano 7. La imagen de la muchacha postrada en la camilla le hizo sentir compasión. El frío le erizaba el vello de la nuca y la boca se le secaba. Siempre le ocurría igual en estos momentos, era como si alguien se anticipase al movimiento de sus manos. De repente, a su espalda resonó una voz transparente y limpia: - “Veo que te ha gustado mi libro…”

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- “Stieg Larsson…. No puede ser… ¿estoy durmiendo?” - “Me temo que no, mi buen amigo, más bien el paso que estás dando es muy similar a esas entradas en quirófano donde te dejabas parte de tu alma luchando por la vida de alguien. También ahora tu alma se va….

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LA NIÑA Y EL BAILE Esther Nieto García

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on el bandoneón comienzan los primeros compases del tango. El hombre y la mujer esperan unos segundos y se funden en un cerrado abrazo. Empiezan a bailar al ritmo de 2x4. Desde este instante sólo existe en sus mentes la música que están escuchando. Giros, ochos, caminatas. La música invade completamente sus mentes y sus cuerpos, mientras la mujer sigue fielmente las precisas indicaciones del cuerpo del hombre. Su torso y sus brazos forman el instrumento utilizado por el hombre para dirigir el baile. Los distintos movimientos se suceden uno tras otro, sin interrupción, como si formasen parte de una coreografía previamente establecida. En algún momento, y a voluntad propia, la mujer realiza algún adorno; un sencillo y preciso boleo que no forma parte de las indicaciones del hombre. De pronto la música se vuelve más lenta, más suave; las notas de un agudo y solitario violín empiezan a sonar. En este momento, la pareja reduce el ritmo del baile hasta casi detenerse, sus desplazamientos se hacen más pausados. La niña, que hasta ese instante no había reparado en los movimientos de la cercana pareja, abandona el libro que tiene entre sus manos y empieza a observar detalladamente el lento baile del hombre y la mujer. Desde la inocente visión de su mundo, todo parece encajar de nuevo a la perfección. No interpreta completamente lo que esta observando, ni entiende que ella es parte de esta música, de este baile. Solamente recuerda levemente que su mundo se había transformado en el hospital. Percibió en ese período de tiempo la intranquilidad, la preocupación y el miedo en los ojos del hombre y la mujer; sin embargo, todo volvió a situarse en su lugar.

Ahora, tras varios compases de violín, se incorporan lentamente a la música notas de otros instrumentos: el sonido grave del contrabajo, el lamento del bandoneón, la profundidad del piano. La música y la pareja vuelven a su ritmo habitual. Pasados unos segundos, la pareja está disfrutando de las últimas notas del baile, donde el ritmo se incrementa hasta casi hacerse

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imposible de acompañar. Los movimientos se hacen más rápidos y más precisos. Mientras, la niña continúa observándolos fijamente con una inmensa sonrisa en su cara. La música ha finalizado. El hombre, la mujer y la niña vuelven a estar juntos.

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LA PUNTERÍA DE LA CIGÜEÑA María Dolores Ruiz Berdún

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unca había estado en un Hospital…Sabía que era el sitio donde llevaban a la gente que se ponía muy enferma. También había oído a los mayores decir que mi tía había estado en el hospital cuando nació mi prima. Como por entonces la única información que tenía sobre el nacimiento era que a los niños los traía la cigüeña desde París, mi mente infantil hizo un combinado de informaciones contradictorias. Evidentemente, mi tía, al intentar recoger el paquete que había soltado una cigüeña, que debía ser tan torpe como la que transportaba a Dumbo en su pico, se había caído desde la misma terraza a la que mi padre nos llevaba los domingos para ver despegar y aterrizar los aviones. Pero ahora era yo la que estaba en una cama que no era la mía, en una habitación que tenía un olor característico. El dolor agudo que tenía antes de llegar allí había sido sustituido por una especie de tirantez en la parte derecha del abdomen. No era una planta infantil, porque según pude comprobar, era la única niña ingresada. Las enfermeras no llevaban pijamas con muñecos, ni había juguetes con los que jugar. Pasaba la mayor parte del tiempo sola, porque mi madre tenía que cuidar de mi hermano pequeño. Mi única compañía eran unos libros que me había regalado una tía. A pesar de que leía muy bien para ser tan pequeña, nunca había pasado de los tebeos, pero tal vez ese encierro obligado creó en mí el amor por los libros y la lectura.

Un día ingresó en la planta otra niña, -¡por fin una amiga!-, que, además de jugar conmigo, me dejó ponerme su disfraz de enfermera y pasearme. así vestida, muy ufana, por los pasillos. Cuando fui a devolvérselo, me confundí de puerta y abrí la de otra habitación. El único ocupante de la sala era un chico con enormes ojeras y que parecía no poder moverse de la cama. Me pidió que me acercase, pero el miedo, o la timidez, o la mezcla de ambas, hicieron que volviese a cerrar la puerta y huyese de allí sin hacer caso de su petición.

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Es curioso que ese recuerdo tan temprano me haya acompañado toda la vida dejándome un regusto amargo de culpabilidad… Jamás me regalaron un disfraz de enfermera, así que tuve que estudiar para conseguir uno. Con el tiempo, llegué a usurpar el puesto de la cigüeña, pero esa es otra historia…

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LA VENTANA

Pablo Caballero Romero

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iraba por la ventana. Era un día agradable. No hacía ni frío ni calor. La luz del sol iluminaba un parque en el que los niños jugaban. Unos saltaban, otros se columpiaban. Alguno reía. Desde su casa podía verlo perfectamente. Es más, una de las cosas que más le animó a comprar concretamente ese piso era lo bien que podría ver jugar a sus hijos desde esa ventana. Ya sabes, con la cantidad de cosas que hay que hacer hoy en día no siempre puede uno bajar al parque con los niños tanto tiempo como a ellos les apetecería. Así podría estar haciendo cosas en casa y los niños podrían jugar bajo su supervisión. Miraba por la ventana, pero no veía. Su mirada estaba en el parque, pero su cabeza estaba en otra parte. Aún recordaba uno de esos días en los que observando por su ventana vio como un niño se caía. Al rato llegó una ambulancia que, seguramente, le acercaría al hospital para que le atendieran. La casa era pequeña pero muy acogedora. Tenía un salón alargado. Mira, mejor, le dijeron sus amistades, así puedes poner la mesa y las sillas en un extremo y el sofá frente a la tele en el otro. Dos ambientes, le comentaron. ¡Así tendrás dos ambientes! Miraba por la ventana, pero tenía su cabeza en otra parte. Su pensamiento estaba en la mesa que, tal y como le habían aconsejado, tenía en un extremo del salón. Allí, justo al lado de un pequeño libro había un sobre. En el sobre, un membrete, el del juzgado. En la orden de desahucio que contenía, una fecha, la de hoy. Sonó el timbre. Sus manos se cerraron. Sus puños se apretaron.

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Volvió a sonar el timbre. Sus ojos se humedecieron con unas lágrimas que le impidieron seguir viendo el parque.

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LA VIDA ENTRE PÁGINAS Margarita Amor-Jurado Barahona

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a sabéis que en todos los lugares misteriosos habita un fantasma: conventos, castillos, museos, y como no, en los hospitales. Os preguntaréis ¿qué tiene de misterioso un hospital? Y la respuesta es muy sencilla: “en ellos nacemos, se curan casos que parecen imposibles y, queramos o no, abandonamos este mundo entre sus cuatro paredes”. ¿No encierra entonces el misterio de la vida o mejor dicho de muchas vidas? En nuestro hospital imaginario tenemos nuestro propio fantasma. Andrea falleció a los noventa años, tras una vida de trabajo, soledad y aburrimiento. Pero no fue hacia la luz, no, ella tenía ganas de ¡vivir!, aunque resulte paradójico, y decidió vivir a través de las fantasías de los demás. Andrea nunca tuvo tiempo para leer un libro porque trabajó desde muy niña y apenas asistió a la escuela. Después sus ojos perdieron la vista casi en su totalidad. Pero ahora…, ahora era otra cosa. Su espíritu no era ciego y visitaba cada habitación, observando a través de los ojos de sus ocupantes el mundo mágico de los libros. El hospital era su biblioteca.

En la 305 conoció a Harry Potter y sus maravillosas hazañas. En la 508 descubrió que los vampiros ya no son terroríficos, sino jóvenes encantadores que se enamoran, sufren y lloran. En la 715 lloró al conocer la verdadera historia de la Emperatriz Sissi. “¡Pobrecilla, -pensó-, la realidad a veces es tan cruel!” Libros, libros…, sueños, sufrimientos, fantasías, realidades, que más da, en el hospital eran el mejor amigo de los que allí estaban. Los abrías, cuando te apetecía y los cerrabas, cuando estabas cansado. Nadie te obligaba a prestarles atención extra, como ocurre con las visitas. Por eso Andrea, de vez en cuando, miraba hacia la luz y decía a los que la llamaban con insistencia: “esperadme un poco más, no sabéis lo bella que es mi vida”. Y desde el otro lado le devolvían una dulce sonrisa y la dejaban vivir sus interminables y hermosos momentos.

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LENTA AGONÍA

Isabel Sánchez Hidalgo

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i vida cambió un 5 de Enero.

Cuando me llamaron desde el Hospital para comunicármelo, el mundo se me vino abajo. Miles de pensamientos pasaban por mi cabeza y me invadió el pánico a perderlo sin haberme podido despedir de él. El momento de verlo no se puede describir: todo eran máquinas conectadas a su cuerpo, un cuerpo ausente de la realidad. (Entró pensando que la vida le esperaba de vuelta, pero se encontró con un encierro en su propio cuerpo). Yo me repetía mil veces la misma frase: “No es su hora. Ahora no”. Los primeros días busqué desesperada información en Internet, en libros, en revistas, en todo aquello que me pudiera decir lo que yo quería oír: “Se va a recuperar”, pero nada más lejos de la realidad. A la vida le mantiene una pequeña vena, con un flujo muy débil, a través de la cual es consciente de su dolor. Ahora pienso que fui egoísta deseando que saliera adelante como fuera y no pensé que estar así no es vida. Las visitas se han convertido en constantes recuerdos de mi niñez, cuando nos sacaba a pasear al campo o nos llevaba a la playa; de mi juventud, en deseos por cumplir…; y en un dolor insoportable de ver su mirada perdida unas veces y otras suplicándote el fin de esa agonía. Una mirada cargada de dolor y de impotencia. Ya no sé si tiene conciencia o no, pero mi mano siempre está ahí, acariciando la suya, acariciando su cara y susurrándole al oído recuerdos y cosas del presente. Hablo de mi PADRE. Esa persona que hubiera dado la vida por nosotros y que le fue arrebatada por un Síndrome de Cautiverio un 5 de Enero.

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MI MAYOR DESEO Mercdes Olmedilla Casado

E

stando parado al lado de la puerta de cristal, observaba a la gente como entraba y salía, mostrando caras de preocupación, angustiadas, felices, esperanzadas… Pero la que más me llamó la atención fue la un pequeño niño de unos 10 años que miraba fijamente los cristales sin atreverse a cruzarlos. Su juventud le impedía mostrar el miedo adulto, pero sus ojos hablaban solos. Me acerqué y le pregunté qué le pasaba, me miró y dijo que no quería entrar. “¿Por qué?”- le pregunté. “No sé” - contestó inquieto. Yo insistí. “¿Vienes a ver a alguien?, ¿tienes a alguien ingresado en este hospital?”. Tras unos momentos contestó: “Está mi mamá, pero no mi papá”. “Y ¿dónde está tu papá?”. “No sé. Vino aquí un día y no volvió, y ahora esta mi mamá, o eso creo”. “Seguro que te estará esperando” - respondí con contundencia. “¿Hace mucho que ha venido?”. “Sí, mucho” - contestó con esa seguridad del niño que desconoce el tiempo. “Mira, te voy a dar un regalo. Es un libro, pero un libro mágico. En este libro tu puedes escribir todo lo bueno que quieras que te pase y lo malo que no quieras, seguro que todo se cumple”. El niño me miró con sus grandes ojos mostrando cierta duda, pero a la vez ilusión de que lo que yo le estaba contando fuera verdad. “Toma un lápiz, escribe ahora mismo en la primera página lo que estés deseando”. El niño se sentó en uno de los escalones mirando asombrado el libro, ya que éste no tenía ni letras ni dibujos y empezó a escribir. Poco después me dijo: “Ya está”. “Pues ahora ciérralo, sujétalo fuerte y entra. Ya verás como lo que más deseas se cumple”. Pasó mucho rato antes de volver a ver a ese niño, pero cuando volvió, su cara no era la misma, estaba llena de felicidad. Venía agarrado de la mano de una mujer, la cual mostraba claros signos de un gran accidente. Al verme vino corriendo y gritando: “¡Gracias señor! Ha sido verdad. Se ha cumplido mi deseo”. “¿Y cuál era?”- le pregunté. Lleno de entusiasmo contestó: “Encontrar a mi mamá”. “Me alegro mucho”. “¿Y a tu papá?” “No, a él no le he encontrado, pero otro día volveré y lo escribiré en mi libro…”

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I CERTAMEN RELATOS 2011

PALABRAS

Luis Armesto Berrocal

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na vez escuché que tras las paredes del viento existen palabras ocultas que te susurran y acarician, relajando la conciencia, salvándote del olvido y tranquilizando el alma. Palabras que viven en armonía muy lejos de la tele, de la prensa, muy lejos de un mundo corrompido y manipulado por intereses.

Durante años me dediqué a buscar esas palabras, saliendo de la rutina, buscando en lo abstracto, intentando no entrar en trifulcas absurdas donde reinan la hipocresía, la ignorancia y la violencia. Me sumergí en una batalla donde mis únicas armas eran la imaginación y los sentimientos puros. Luché contra el mundo establecido en el que giramos sin rumbo olvidando nuestra condición humana y, con mucho esfuerzo, averigüé que aquellas palabras no existían de forma material, pero eran capaces de provocar sonrisas, ternura y bienestar; palabras que no existían en ningún libro, que nunca han sido dichas, pero se pueden sentir y están presentes en las calles, en el hospital, en los colegios, en el día a día. Son las palabras que dicta la voz de la conciencia, que nos dicen cómo actuar en cada momento, palabras que están presentes en nuestros actos, en nuestros pensamientos, que se materializan en gestos, en las miradas de las personas que se quieren; palabras que no es necesario decirlas, se reflejan en muestras de cariño, en la paciencia, en el respeto a lo ajeno, en la verdadera tolerancia; son palabras entendidas por todo el mundo y por personas de todas las edades. Es el verdadero lenguaje universal que no sabe de normas gramaticales, es el lenguaje de las personas que saben lo que vale un beso. Desgraciadamente muchos son los que anteponen intereses a este lenguaje y llenan el mundo de codicia, avaricia y soberbia, llegan también a corromper mentes y a robar ilusiones. Otros, en cambio, sin hablar mucho lo decimos todo y resistimos, esperando un mundo mejor.

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PEPE

Mercedes Prieto Garrido

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on las pocas fuerzas que le quedaban cogió sus botas y las tiró con todas sus fuerzas al otro lado del río. Tan poco tino tuvo, que en lugar de posarse las dos en la otra orilla, una de ellas cayó justo en medio del cauce. Lanzó un grito al aire que asustó a todos sus compañeros. En su cabeza se mezclaron varios pensamientos, mientras veía como se alejaba su bota como barquito velero. - “¿Qué hago ahora? Descalzo no puedo volver. El agua debe estar más que helada…; aunque corra no la alcanzaré. Si llego al recodo tengo una posibilidad…” Corrió y se lanzó al agua en cuestión de segundos. Sus compañeros pensaron que le había picado una avispa o algo así, y también corrieron hacia él. El guía se asustó y se lanzó también al agua para ayudarle. - “¡Lo logré!, ¡la alcancé!”, - dijo empapado y con una gran sonrisa…. - “¡PEPEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!, ¿QUIERES HACER EL FAVOR DE CERRAR EL LIBRO DE UNA VEZ Y PREPARARTE PARA IR AL HOSPITAL?

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I CERTAMEN RELATOS 2011

POR ELLA...

Patricia González Carbajo

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tro día más de vuelta al hospital, agotado después de estar toda la noche pensando qué hacer… Lo habíamos intentado todo: terapia individual, terapia con grupos, medicación, apoyo familiar…pero todo fracasaba. Ella seguía encerrada en sí misma sin permitir que nada ni nadie conociera sus pensamientos. Cada vez que intentábamos algo nuevo sólo obteníamos su mirada perdida y unas pocas palabras con las que no conseguíamos que ella volviera. Para mí, era un fracaso total, una impotencia insoportable. Pero no me rendía, tenía que intentar algo más, algo novedoso que despertara su interés y poco a poco ella abandonara esa situación dolorosa en la que estaba sumergida. Y entonces se me ocurrió. Salí del hospital buscando la librería más cercana y compré un regalo para ella. Todas mis esperanzas estaban puestas en el pequeño paquete que llevaba entre mis manos. Me paré en la puerta de su habitación, respiré hondo y entré. - Buenos días, ¿qué tal estás hoy? ¿Cómo te encuentras? Su respuesta fue una mirada perdida que se encontró con la mía casi por casualidad. - Te he traído un regalo. Toma, ábrelo.

- Gracias, un libro- dijo con su voz inundada en la tristeza- pero está en blanco. - Sí, está en blanco, porque es para que tu lo escribas, para que escribas la vida que tenias antes del accidente y para que escribas la vida que aún te queda por vivir.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

Un silencio invadió la habitación, mis esperanzas se desvanecieron como por arte de magia. Otro fracaso. Pero entonces lo vi, un ligero brillo en sus ojos y la comisura de sus labios intentando dibujar una sonrisa. Cogió un lápiz de su mesilla y empezó a escribir.

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I CERTAMEN RELATOS 2011

SUEÑO DESEADO

Ricardo Díaz Abad

A

manecía cuando las últimas gotas de lluvia caían en el asfalto dejando tenues charcos iridiscentes. Al llegar a su casa, Valeriano González se preparó un desayuno frugal y se metió en cama. Por la noche regresaría al hospital para relevar a su hermana. ¡Quién podría haber imaginado que su vida, sosegada y tranquila, se convirtiera en un agobio constante en tan poco tiempo! El justo desde que el médico pronunció aquel amasijo de palabras a su padre: algo así como fibrosis pulmonosequé. Un problema respiratorio grave. A las pocas semanas su padre ingresó en el hospital y ya no se levantaba de la cama sin notar un ahogo inmediato. Por dos veces Valeriano suplicó que bajaran a su padre a la UVI, pero su padre se negó y el intensivista también. No había solución. Ni siquiera el trasplante. Mientras dormitaba en su cama se despertó empapado de sudor por un sueño inquietante. Había visto cómo de un libro de la mesita de la habitación del hospital se había descolgado una letra de estilo gótico. A ella le siguió una palabra en fuente ‘Ibarra Real’, y por fin una frase entera escrita con las letras desordenadas. Y tras esa frase, otra, y otra, y otra más. Toda una hilera de palabras con las letras desordenadas, desprovistas de sentido, pero cohesionadas por sólidos espacios transparentes serpenteaba como una culebra por el suelo con un objetivo preciso: su padre. Valeriano se puso en pie y se dispuso a aplastar a ese ser animado con el libro de donde había salido. De pronto, lo que podría llamarse cabeza, cambió bruscamente el rumbo y como un rayo se enroscó en los pies de Valeriano. Trepó por su tronco y llegó al cuello comenzando a estrangularlo. Mientras Valeriano se empapaba de sudor por este, su sueño, escuchó la voz de su padre gritando: “¡No, hijo, tú no, vete de mi sueño, el libro de los muertos lo compré para mí!”. “- ¡No te preocupes, estoy en mi casa durmiendo, padre!”

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Y en ese momento, las palabras ordenaron sus letras y se pudo leer claramente: “La vida es sueño y los sueños cobran vida en los deseos”. Y apretando con más fuerza, la vida de Valeriano se convirtió en un sueño del que despertó su padre recién curado por unos nuevos pulmones: los de su hijo.

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SUEÑOS ROTOS

Eugenia Martínez Gilgado

É

l pedía a gritos su libro. ¿Quién me lo ha robado? Me han robado mi vida. No pueden retenerme contra mi voluntad. ¡Exijo un abogado!

ELLOS, los de las batas blancas, trataban de calmarlo, mientras le interrogaban: - Vamos a cuidar de usted. Está en un hospital, cálmese. ¿Qué edad tiene? ¿Qué medicamentos toma? ¿Tiene algún tipo de alergia? ÉL no responde, y con la mirada pérdida les grita; - ¿Dónde están mis pertenencias? Tengo que presentar mi libro, hacer entrevistas en la televisión, en la radio. ¿No lo entienden…? ELLA permanece como una estatua, en un segundo plano. Contempla la escena sobrecogida, buscando apoyo en la mochila roja a la que abraza con fuerza. ELLOS seguían con el interrogatorio: - ¿Es usted hipertenso? ¿Y diabético? Tranquilícese, conteste a las preguntas, no conseguirá nada con esa actitud. EL se remueve en la cama, suda y sus ojos reflejan un gran sufrimiento. ELLA se acerca y con una sonrisa le da lo que él buscaba: el libro. ÉL lo abre. Sus ojos buscan las palabras, las frases, y con entonación sonora y melodiosa empieza a leer saboreando las palabras, las frases y la habitación se va llenando de historias…

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

ELLOS, las batas blancas, se miran sorprendidos, ¡Pero si las páginas están en blanco! Él se ha quedado dormido. Todos abandonan la estancia. Las batas blancas comentan: “¡vaya delirios de grandeza tiene el amigo!” ELLA, con voz quebrada, les contesta: es un escritor reconocido, dos de sus novelas han sido best seller. ELLOS callan. Con dignidad de estatua ELLA camina hacia la salida. Entre las manos lleva la última novela “Sueños rotos”… sus sueños rotos.

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I CERTAMEN RELATOS 2011

UN NUEVO HERMANITO

Ricardo Díaz Abad

A

la llamada de su abuelo, Vicente se despidió malhumorado de sus amigos y tomó el bocadillo que le ofrecía. Era realmente fastidioso que por un mocoso recién nacido le cambiara tanto la vida. “Qué bien, Vicentito, vas a ser el hermano mayor. Ya eres todo un hombre”, había soltado la vecina como si fuera una noticia feliz. ”¡Todo un hombre!”, había dicho. ¿Y qué falta le hacía ser todo un hombre si a su edad lo tenía todo? La colección de cromos de fútbol, la consola con sonido sensround y visión estereoscópica, la peonza megaguay y un motón de tazos de los más variados programas de dibujos manga. “- ¿Cuándo vendrán mis padres, abuelo?” “- Ya queda menos. Tu hermanito está en la incubadora, pero está mejor”. ¿Había dicho que su hermano estaba en una incubadora? ¡Qué horror! El año pasado habían construido en clase una incubadora con una caja recubierta de guata y con una bombilla dentro. Después metieron un huevo de gallina, pero de allí nunca salió nada, salvo un mal olor que el maestro solucionó tirando el huevo, ya podrido, a la basura. ¿Eso era estar mejor? ¿Cuándo en el hospital se dieran cuenta de que su hermano estaba podrido también le tirarían a la basura? Había leído en un libro que los hospitales quemaban sus basuras. No quería tener un hermanito, pero menos un hermanito churruscado. “- Abuelo, no quiero que quemen a mi hermanito”. “- ¡Qué cosas tienes! Venga, a casa con la abuela”. Cuando llegó a casa, su hermanito ni estaba quemado ni le faltaba nada.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

“Habrá que llevar los huevos a la incubadora del hospital”, pensó Vicente. Pero además su hermanito traía entre sus ropitas una bolsa con chuches para él, “porque era el mayor”, le dijeron. Y a él le tocó la difícil tarea de enseñar a su hermano la casa y ayudar a preparar el baño. “- Anda, pasa pa’dentro. Y recuerda: soy tu hermano mayor. “Esto de ser el mayor va a ser divertido”, pensó Vicente.

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I CERTAMEN RELATOS 2011

Y REGALÉ AMOR...

Isabel Alonso Martínez

T

odos tenemos la ocasión a lo largo de la vida de acudir a un HOSPITAL a ver a un ser querido. Las circunstancias pueden ser muchas, pero generalmente la estancia en el hospital es transitoria y la salud de nuestro familiar o amigo mejora en más o menos días. A mí, en estos casos me gusta regalar un LIBRO, generalmente de humor, para sacar unas risas de una situación tan poco risueña. Mucho mejor que regalar unos bombones (que se acaban comiendo las visitas), o que unas flores (que te recomiendan no tenerlas en la habitación…). Hace dos años viví la situación más dolorosa de mi vida. Perdí a mi madre en cuatro meses. Era una persona joven (65 años), vital, enamorada de la vida, de mi padre, de sus hijos y sus nietos… Le diagnosticaron un cáncer de páncreas y apenas tuvimos cuatro meses para disfrutar de ella. Fueron cuatro meses escasos, dos de ellos en el hospital. Perdí la fidelidad a mi costumbre. Lo único que me apetecía era regalarle amor, tiempo compartido, caricias y te quieros. Cuando el tiempo que tenemos tiene fecha de caducidad no hay mejor regalo que el que va de corazón a corazón. Y le regalé amor, amor sin medida, amor que nos permitió llenar esos días de preciosos y dolorosos momentos compartidos. Y ahora que ya no puedo acariciarla, recordaré esa época con dolor, pero también con un infinito y profundo cariño.

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ACTA DE RESOLUCIÓN DEL JURADO TÉCNICO HOSPITAL UNIVERSITARIO SEVERO OCHOA II CERTAMEN DE RELATOS CORTOS “ENTRE PUNTOS Y LETRAS…” Otorgado el voto del Jurado Técnico del II Certamen de Relatos Cortos “Entre puntos y letras…” del Hospital Universitario Severo Ochoa para trabajadores del Centro, actuando como secretarias, sin voz y sin voto, Pilar López García-Franco e Isabel Martínez Hervás, formado por: • Raúl Cremades García, Profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga y Presidente del Patronato y Director de la Fundación Alonso Quijano, entidad colaboradora del Certamen. • Carmen Salvador López, periodista, miembro de la Asociación Nacional de Informadores de Salud y ejecutiva de cuentas en Ibáñez y Plaza. • Pablo Martín Coble, poeta, ganador del Premio Nacional de Poesía Ciudad de Hellín 2003, del Premio Villa de Iniesta 2004 y del Premio de Poesía Ciudad de Zaragoza 2007. • Pablo Estrada, responsable de comunicación FNAC Parquesur / La Gavia, entidad colaboradora del Certamen. • Enrique Sánchez García, autor de la biografía “Gandhi. Profundo y Cercano” y colaborador de la Sección Cultural de la Embajada de la India en España y del Instituto de Indología de España, Han acordado: • Manifestar la alta calidad de todas las obras presentadas. Esto ha dificultado enormemente la labor de los miembros del jurado que han tenido que discernir sobre obras de muy distintas tendencias y características. Asimismo, destacar el hecho complicado de plasmar una historia en un máximo de 25 líneas que contuviesen las palabras: 25 y ANIVERSARIO. • El jurado quiere destacar asimismo la importancia de los relatos de Alba García Madrigal y Valentín Moreno Segovia, de 9 y 12 años respectivamente, que se han presentado en la categoría de familiares. Les animamos a seguir leyendo y escribiendo, deseando que los libros sigan formando parte esencial de su vida. • El jurado puntualiza que el relato “REFORMAS, S.A.” está claramente inspirado en el poema Cuando los nazis vinieron de Martin Niemöller, erróneamente adjudicado a Brecht, al cual menciona en el relato como un guiño. De ahí que se haya mantenido en el certamen pese a que el guiño sea erróneo al adjudicar el texto a otro autor.

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En las dos categorías y tras una primera votación de todos los miembros del jurado se obtuvo un empate entre el segundo y tercer premios. A continuación, los miembros del jurado tuvieron que votar de nuevo para deshacer el empate. Por ello, el jurado ha decidido otorgar los tres premios establecidos en las bases a los siguientes relatos:

CATEGORÍA FAMILIARES TERCER PREMIO, con un total de 19 puntos, al relato “NO ENTIENDO EL MUNDO” de RAQUEL PARRAL GIL, de 16 años. Hija de María Jesús Gil Saugar, Servicio de Limpieza. SEGUNDO PREMIO, con un total de 19 puntos, al relato “EL QUE PLANTA UN LAUREL NO LO VE CRECER” de ALICIA BENÍTEZ SÁNCHEZ. Cónyuge de José Manuel Gasalla Herráiz. Servicio Análisis Clínicos. PRIMER PREMIO, con un total de 21 puntos, al relato “UN CUALQUIER DÍA” de BLANCA GÓMEZ GARCÍA, de 17 años. Hija de María Luz García García. Servicio de Pediatría. CATEGORÍA TRABAJADORES TERCER PREMIO, con un total de 18 puntos, al relato “RECUERDOS DESDE EL OLVIDO” de ELVIRA QUINTANILLA LÁZARO. Servicio de Aparato Digestivo SEGUNDO PREMIO AL RELATO, con un total de 18 puntos, al relato “EL DÍA MÁS FELIZ” de SERGIO JOSÉ QUEVEDO TERUEL. Servicio de Pediatría. PRIMER PREMIO, con un total de 22 puntos, al relato “AMAZONA” de ANA ISABEL MARTÍN CUESTA. Secretaría de Formación y Docencia. Y para que conste y surta los efectos oportunos, queda recogido en esta Acta.

Firmado:

Leganés, a 23 de abril de 2012

Pilar López García-Franco Gabinete de Comunicación

Isabel Martínez Hervás Biblioteca

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ACTA DE RESOLUCIÓN DEL JURADO POPULAR HOSPITAL UNIVERSITARIO SEVERO OCHOA II CERTAMEN DE RELATOS CORTOS “ENTRE PUNTOS Y LETRAS…” Otorgado el voto popular de los trabajadores del Hospital en el II Certamen de Relatos Cortos “Entre puntos y letras…” con un total de 267 votos emitidos a través de la Intranet del Hospital y teniendo en cuenta que “Ningún premio podrá recaer en la misma persona. Si así ocurriera, sería para el siguiente clasificado sin premio en las dos categorías”, según las bases del Certamen, el Jurado Popular ha decidido: CATEGORÍA FAMILIARES TERCER PREMIO, con un total de 10 votos, al relato “AMAR EN TIEMPO REVUELTOS” de RAQUEL OCAÑA TALAVERA. Pareja de Luis Miguel Arribas Escudero, Servicio de Informática. SEGUNDO PREMIO, con un total de 34 votos, al relato “OJOS SOÑADOS” de CARMEN RODRÍGUEZ MORENO. Madre de Esther Vázquez Rodríguez, Servicio Cirugía Vascular. PRIMER PREMIO, con un total de 46 votos, al relato “MI MASCOTA” de ALBA GARCÍA MADRIGAL y FERNANDO GARCÍA SILES. Hija y cónyuge de Ana Isabel Madrigal Esgueva. Servicio de Control de Gestión. Dada la participación en la categoría de familiares de los niños Alba García Madrigal y Valentín Moreno Segovia, de 9 y 12 años respectivamente, con los relatos “Un día de locos” y “Mi mascota”, la organización del Certamen ha decidido, independientemente de los votos obtenidos, otorgarles “ex aequo” el premio “ESCRITOR REVELACIÓN”. CATEGORÍA TRABAJADORES Recordando que las bases del Certamen establecen que los Premios de los distintos jurados no pueden recaer en una misma persona, y que si así ocurriera, el Premio de los Trabajadores sería para el siguiente clasificado sin premio, los premiados son:

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TERCER PREMIO, con un total de 9 votos, al relato “DESAYUNANDO-TÉ” de ANA ISABEL NOGALES MANCERA. Servicio de UCI. SEGUNDO PREMIO, con un total de 12 votos, al relato “CARLA ES NORMAL” de RICARDO DÍAZ ABAD. Servicio de UCI. PRIMER PREMIO, con un total de 25 votos, al relato “LA COMUNIDAD DEL MARTIRIO” de LUIS MIGUEL ARRIBAS ESCUDERO. Servicio de Informática. Y para que conste y surta los efectos oportunos, queda recogido en esta Acta.

Firmado:

Leganés, a 23 de abril de 2012

Pilar López García-Franco Gabinete de Comunicación

Isabel Martínez Hervás Biblioteca

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II Certamen Relatos 2012

Categoría Trabajadores

II CERTAMEN RELATOS 2012

AMAZONA

Ana Isabel Martín Cuesta (Primer Premio del Jurado Técnico)

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va se levantó de la cama. Era 8 de noviembre y se cumplía el cuarto aniversario de aquel fatídico día en el que la anomalía en uno de sus pechos hacía que el destino pusiera en su mano un billete al infierno con parada en la estación del “pánico”. Ese MIEDO con mayúsculas que paraliza, hace temblar y te vuelve diminuta hasta adoptar la postura fetal como si en ese instante se cerrase el ciclo de la vida. Se duchó lentamente recordando su regreso a casa tras la operación cuando Mario, su apoyo incondicional desde hacía más de veinticinco años, la abrazó dulcemente mientras le susurraba al oído “mi amazona”, aludiendo a la tribu de mujeres guerreras que sacrificaban el pecho del lado que les impedía disparar certeramente su arco y que tanta fascinación había ejercido sobre ella desde que era una niña. Silvia, su amiga y confidente de tantos pensamientos surgidos de los peores momentos, le regaló un abrecartas cargado de simbología y un libro en el que había escrito: “ahora que ya te has ganado tu arco, lucha”. A partir de ese momento sus cicatrices se convirtieron en un signo de victoria, en el orgullo del guerrero consciente de que la guerra contra la vida está perdida de antemano, pero que al menos por esta vez ha ganado la batalla. Los zarpazos de la vida siempre dejan huellas en el cuerpo o en el alma y, quien no las tiene, es porque quizá no ha vivido lo suficiente. Terminó de arreglarse, cogió un libro y puso rumbo al trabajo. Bajó las escaleras del metro y esperó en el andén acariciando con su dedo índice las siete letras de su título. Lo abrió por la primera página y leyó la dedicatoria de su autora: “A las amazonas que cayeron en el campo, a las que siguen luchando y ganando batallas, a las que en un futuro tendrán que coger su arco y, sobre todo, a la guerrera más valiente que jamás he conocido, luchadora en mil campos de batalla propios y ajenos: mi madre”. En aquel momento, el ruido del túnel presagió la llegada inminente del metro a la estación. Eva abrazó el libro, respiró profundamente y una sonrisa triunfal iluminó su rostro.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

EL DÍA MÁS FELIZ

Sergio José Quevedo Teruel (Segundo Premio del Jurado Técnico)

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oy no es un día cualquiera, es el día de nuestro aniversario. A mi mente acuden recuerdos amables de un pasado feliz y de la primera vez que te vi, de la primera vez que te cogí de la mano, de la primera vez que te besé… La situación en nada se asemeja a aquello, pero del mismo modo me miras, me coges de la mano y me besas. Es un sitio en el que he estado otras veces, pero esta vez es como si estuviera en un país extraño, de esos que aparecen a veces en los reportajes de televisión. Todo el mundo habla un idioma desconocido para ti, te sientes inseguro en cada uno de tus actos y tienes ansiedad por ver cómo se desarrollan los acontecimientos. A todo esto, te digo: ¿necesitas algo?, y tú contestas: todo lo que necesito ya me lo has dado.

En los 25 años que llevamos juntos siempre hemos hecho algo especial este día y hoy siento que no va a ser posible, que las circunstancias de la vida nos han llevado a un callejón sin salida. Sorprendentemente, tu rostro tiene un brillo especial, tienes una tenue sonrisa y me acaricias el dorso de mis dedos. Tengo la sensación de que no hay ni un atisbo de preocupación o angustia en tu mirada y yo, sin embargo, no siento alivio de ninguna de las maneras y te digo: ¿cómo puedo ayudarte? y me contestas: háblame de lo que vamos a hacer esta noche. Mis palabras van fluyendo, tus ojos se van cerrando y yo sigo con mi relato. Tu mano me agarra con fuerza, pero yo no dejo de hablar, hasta que llega una enfermera y me dice: ¡ya! En ese momento me doy cuenta de que hoy también ha sido un día especial, todo el tiempo que he estado contigo ha sido especial y este no podía ser menos. No importa que no haya regalo, no importa que alguna vez no te fuera fiel o que discutiésemos por banalidades de la vida, lo único importante es que los días más felices de mi vida, incluido el día de hoy, los he compartido contigo.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

RECUERDOS DESDE EL OLVIDO

A

Elvira Quintanilla Lázaro (Tercer Premio del Jurado Técnico)

ún no ha amanecido, pero desde la cama observa las luces del final de la madrugada que se cuelan por las ventanas. Entra un olor a lluvia y tierra mojada, a campo y jaras que le ayudan a recordar dónde se encuentra. Su cansada memoria ha comenzado a olvidar de forma involuntaria días y acontecimientos. Pero el tacto de las sábanas y su olor a jabón que ella misma ha preparado, le devuelven la fecha y el lugar. Es el último día del verano y hoy vendrán a buscarla sus nietos para llevarla a la ciudad. Allí ya no puede vivir sola. Definitivamente el sueño la ha abandonado y decide levantarse poco a poco. Se asoma a la ventana y respira profundo, para no olvidar ese aroma que tanto echará de menos. Nota el frescor del día en el rostro, ya surcado por miles de finos trazos y una brizna de aire juguetona le despeina el moño. Se recoloca un mechón color plata en un gesto habitual y su mente le devuelve un bello recuerdo de niña, cuando asomada a ese mismo alféizar, miraba al cielo preguntando si llovería. Entró en la estancia y se sentó perezosa de nuevo en la cama, queriendo retrasar el momento de marcharse. Miró su reloj con grandes números que marcaban las 6:25 y pensó que aún le quedaban muchas horas antes de que llegaran. A su lado, la foto que le acompañaba en sus noches desde hacía tanto tiempo. La sacó del marco y leyó su dedicatoria: “Al amor de mi vida en nuestro aniversario” La observó con detenimiento y encontró los ojos en los que le gustaba perderse, haciendo que un millón de recuerdos decidieran volver agolpándose en su mente. Acarició su rostro, como si quisiera tocarle y notó una lágrima resbalando por su mejilla. Hacía tiempo que no lloraba, se lo había prometido. Pero ese día estaba permitido y aprovechando que las calles dormían aún, se vistió y fue a pasear con él y sus recuerdos, para crear otros nuevos el día de la despedida.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

LA COMUNIDAD DEL MARTIRIO

(La revolución informática del Severo) Luis Miguel Arribas Escudero (Primer Premio del Jurado Popular)

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n los principios de la Comunidad, hace ya unos 25 años, unos simpáticos seres habitaban un lugar tranquilo y plácido. Amaban su trabajo y todo su deseo era poder ayudar a toda la población que vivía en los alrededores. Había especialistas en “magia blanca”, en curas, en transporte de enfermos, en informar a pacientes…

Entre ellos existían algunos habitantes que se dedicaban a escribir los tratamientos realizados en unas máquinas ruidosas, grandes, forjadas en hierro, con una maquinaria en su interior simple, pero poderosa: la tecla de poder. Y en medio de toda esta Comunidad, había un habitante, Pedro Bolson, de los Bolson de toda la vida. Un hombre tranquilo, de carácter afable, bonachón, con un encanto único. Como si de un anillo de poder tuviera en sus manos, te atraía hacia él de forma irremediable y quedabas atrapado bajo su áurea de genialidad. Y este pequeño ser pensó: ¿por qué no unir todos los informes en uno? Y para ello creó un grupo inigualable: Jose Luis Gandalf el gris, no por su vestimenta, sino por su genio, Frodo Antonio, maestro en el bello arte de la programación, Samsagaz Juan Carlos, fiel escudero de Frodo en dicho arte, Vicente Aragorn, auténtico rey de la Web y por supuesto Luis Legolas, el guapo del grupo (sin otra habilidad más destacable que reseñar). Juntos formaron la Comunidad del Martirio y consiguieron crear una herramienta letal, única, inigualable: Martirio. Algo que cambió la vida de todos aquellos habitantes, una herramienta que unificó todos los informes en uno solo y que derrocó aquella máquina digna de orcos: la máquina de escribir. Desde ese momento, la Comunidad del Martirio se ha ido ampliando con más personas tales como Edurne Eowyn, Carmen Galadrien o Raquel Arwen y han dado paso a la Comunidad de Infoarco, la del Directorio Activo y en definitiva a la Comunidad de Informática. Pero todas, siempre bajo la influencia del único e inigualable Pedro. Va por ti este texto. Recupérate pronto. Es la mejor forma de celebrar el aniversario.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

CARLA ES NORMAL

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Ricardo Díaz Abad (Segundo Premio del Jurado Popular)

stoy por juraros que Carla es normal. Y eso a pesar de que cuando tuvo 25 semanas de vida le brotaron largos pelos por todas partes: tras las orejas, por el cuello, por la espalda… Sólo se libraron de esa terrible hipertricosis las palmas y plantas de los pies. Sí, se puede decir que es normal, aunque la espalda desarrolló un pequeño rabito, lo que no le impide hacer ‘sus cosas’ con normalidad. Cuando se baña sacude ese apéndice trasero con una alegría inusitada. Carla no se da cuenta, pero resulta graciosa agitando a un lado y a otra la colita. “No te vas a operar”, le digo, “si naciste con cola, seguro que te es útil, porque la Naturaleza será caprichosa, pero no tonta”. Ella me mira con cariño y se resigna. Sí, estoy por asegurar que Carla, a pesar de su gran lengua… bueno, vale, también tiene macroglosia y es nariguda, y sus orejas están algo caídas, pero no os metáis con ella. ¡Es normal! Ella vino a casa cuando mis padres celebraron su aniversario de bodas. Mi padre no esperaba, a su edad, tener de nuevo que alimentar otra boquita, pero Carla le ganó el corazón con sus tiernos ojos y su sonrisa siempre abierta y dispuesta alegrarte el día. Y eso que por el color de su piel cuando nació, fue motivo de una fuerte discusión. Pero dejemos ese escabroso tema. Mi padre aceptó la explicación de mamá. Nació bien y sana, y eso es lo importante. Sí, definitivamente Carla es normal. Tal vez un poco bajita para la media, pero eso no le impide correr y saltar y subirse a los sitios que desea. En fin, que no es un problema que sea algo enana. Cuando salimos al parque, juega con mis amigos, a los que les encanta su compañía, porque se queda con sus mascotas y las seduce de tal forma que, aquellos perros ladradores e inquietos se quedan embobados con Carla, prestos a hacer lo que ella quiera. Y ella no quiere jaleos.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

Siempre presta mucha atención a lo que se le dice, aunque sí, es verdad, a veces no hace lo que se le pide. Pero con su actitud demuestra que haga o no haga algo, nunca actúa con malicia. Es un auténtico primor. Yo la quiero mucho. Carla es un amor. Carla es mi perra.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

DESAYUNANDO-TÉ

Ana Isabel Nogales Mancera (Tercer Premio del Jurado Técnico)

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nocheció. Amaneció de nuevo y estaba sola. Habían pasado los años, diez, quince, veinticinco tal vez… Dejé de contar los aniversarios hace ya tanto tiempo, que el discernir me hace sentir con un poco de derecho a pensar que siempre estuve sola. La luz de nuevo comenzaba a entrar por los cristales de mi habitación anunciando que la Primavera había llegado otra vez. Recliné mi cabeza para no mirar atrás. No miro atrás. Tampoco miro hacia delante. Contemplo el té sobre la mesita y viene a mí la alegría de aquellos días en que no resultó excesivo pedir lo imposible porque la eternidad jugueteaba con nosotros a nuestros pies.

A mi cabeza regresa la pregunta: ¿y qué importancia tiene el amor? La tiene, la tiene cuando es sentido, aunque cada vez con mayor frecuencia se me hace difícil sentir sin presentir. Sin presentir que al final del sentir acabe aquí, disecada en unas cuantas líneas al ver que el tiempo nos desgasta y nos negamos a renunciar, a tolerar el desamor, a acostumbrarnos al abandono, al descrédito, porque... una vez desacreditados, ¿a quién convenceremos de que en cada amor nos va en serio la vida? No quiero mirar atrás. Sólo recuerdo la alegría, pero la alegría recordada no alegra, es como un plato frío que testifica el calor del ayer. Ahí está el té…

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AMOR A SU PESAR Mónica Estalrich Carrasco

A

l fin la luz del sol. Sobre su cuerpo magullado sentía el peso inerte de una losa gigante que la apretujaba contra el colchón. Su aliento se condensaba en forma de pequeñas nubes que ascendían sin concierto hacia el techo de la habitación gélida. Notaba la boca llena de arena y la lengua se le antojaba gorda y apelmazada, saturada de ese sabor agrio y dulce que sólo la venganza y el poder imprimen a pesar del pudor. Buscó su pelo revuelto con los dedos de una mano, encontrando así la excusa perfecta para que su codo se cerciorara de que él estaba allí, inmóvil, indefenso, curado al fin de su perversidad y amado a su pesar por los siglos de los siglos. Con la otra mano, vendada, alcanzó el teléfono de la mesilla y, sin poder abrir sus negros ojos envueltos en un eterno negromoradoazulverdeamarillento, marcó a tientas el número de emergencias. - Sí… buenos días…, es por mi marido, no respira… Era su 25 aniversario.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

ANIVERSARIO

María Garrido Arévalo

D

ecía Gil de Biedma que uno empieza a comprender más tarde que la vida iba en serio. No sé si en serio o no, pero sí sé que aquella lluviosa tarde tras el cristal de mi despacho me vi 25 años antes, con apenas seis, sentada en aquel Renault 12 verde, silbando una de Sabina y mordiendo la última violeta de mi caja transparente con la risa de mi padre de fondo. Miraba aquel edificio de ladrillo rojo, en concreto a una mujer inmóvil detrás de una ventana. Me imaginaba ella. Hoy desde el otro lado, desde el lado de aquella mujer, me pregunto si alguna niña me ve, sentada en el asiento trasero del coche, mecida por la risa de su padre deseando algún día ser yo.

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DINDON

Lourdes Valencia Fernandez-Monge

¡Q

ué día tan importante! ¡25 aniversario! Todo debe salir a la perfección.

¡Un momento! Creo que no he olvidado nada. Hago memoria: lista de invitados, catering, flores, prensa, discurso... ¡Va a ser fantástico! Nunca se ha preparado un evento así. Me moriría de ganas por ver la cara que pondría aquel profesor que me estuvo machacando hace muchos años en el instituto con frases como: “nunca serás nada”, “no es posible conseguir nada con un personaje como tú”, “fracasarás en todo lo que te propongas”... ¡Si me viera ahora! Todo en orden. ¡Qué empiece el ensayo general! Luces, música, vamos, vamos… Ese micrófono no suena bien, debe tener algún problema con los agudos. ¡Qué rápido ha pasado! Por fin hoy se verán cumplidos mis sueños. Esta mañana al levantarme he tenido un mal presagio. Es fruto de los nervios de última hora, seguro. Todo esta precioso, ¡huele tan bien!, y ya están llegando los invitados. Suena el teléfono. ¿Qué ocurre? ¡Oh, no!, ¿dónde?, ¿cómo es posible? ¡No puede ser! ¿Y ahora qué hago? No puedo presentar a Din sin “Don”, va unido en el discurso. ¡Que alguien me diga qué es lo que pasa…!

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II CERTAMEN RELATOS 2012

DINDON es único, irrepetible, no es nada por separado. “Don” hace que Din sea importante, es su complemento o es lo que hemos creído o con lo que hemos vivido hasta ahora” ¡Rápido, piensa! Bah, lo intento, está todo perdido si no… Con todos ustedes DIN… Aplausos, vítores. ¡Ha sido un éxito! Y yo pensaba que sin “Don” no era posible…

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LA NECROLÓGICA DE RAMÓN Ricardo Díaz Abad

V

einticinco minutos después de su muerte El Vespertino publicaba su necrológica completamente documentada con fotografías del accidente y las de un desconocido. Esto enfureció al difunto sobremanera. “Esta necrológica no se ha escrito a toda prisa. El mamón del periodista esperaba mi muerte. Merezco una explicación”.

Por eso, la invisible presencia de Ramón Colina se vaporizó en el despacho del redactor que firmaba el óbito. - A ver, joven, en qué le he faltado a usted para tener preparada mi necrológica. El accidente de coche fue ayer y me he desangrado rápidamente. Era imposible prever que me fuera a morir hoy. Por tanto, la conclusión es obvia: ¡usted ha preparado el accidente para matarme! ¡Qué turbio asunto es este! Pero el periodista no le escuchaba o hacía oídos sordos a la increpación de Ramón. - Es inútil que se esconda detrás de esa pantalla –insistía el muerto-. Está clarísimo que esperaba mi muerte. Y no lo puedo entender, pues ni soy famoso, ni le he hecho nada para que me apunte con su dardo de grafito. Ramón se refería a que, efectivamente, su nombre estaba escrito a lápiz en una cartulina, posteriormente remarcado con rotulador rojo. De pronto sonó el teléfono: - Sí, dígame -respondió el periodista-. No, ha sido una confusión… sí, ya me he dado cuenta… ese señor Colina conducía el automóvil contrario… No, no, con las prisas no he corregido la errata del editor

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II CERTAMEN RELATOS 2012

de textos. Le da por cambiarme el apellido ‘Colomina’ por ‘Colina’ y como ambos se llamaban igual… Que sí, que sí, que ya preparo otra edición: Ha muerto Ramón Colomina, galán insigne de nuestro Teatro Nacional. Se da la circunstancia que su muerte coincide con el aniversario de la apertura del Teatro que tanta fama le dio. Ante estas palabras, Ramón Colina tragó saliva incorpórea a su etérea figura y decidió hacer mutis avergonzado. En el fondo le hacía ilusión aparecer en los medios y sólo se muere una vez.

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MÁSCARA

Mercedes Prieto Garrido

A

brió los ojos y allí, en el techo de su habitación, en el mismo rincón de siempre, estaba aquella araña que parecía inmóvil. ¿Sería siempre la misma?, se preguntó. De repente, algo dentro de ella la hizo decidirse. Habían pasado más de 25 años, ¡ya era más que suficiente!, pensó. Saltó de la cama, se vistió y salió a la calle. Al principio era como todos los días, igual que siempre. Nadie notaba nada, ni ella notaba nada extraño en la gente que se encontraba por la calle. De pronto, al doblar la esquina, se dio de bruces con una pareja de policías que hacían su ronda. - “Señora, ¿se encuentra bien? Perdón por el empujón…pero…pero bueno señora, ¿dónde está su máscara?”, dijo uno de ellos, mirando al suelo, por si se le había caído al tropezar. - “No la necesito. Y como no la necesito, he pensado que podría salir sin ella”, contestó. - “¿Cómo diceee?, pero ¿qué se ha creído usted?, ¿no será una de esos “no discapacitados emocionales”, capaz de sentir amor, compasión, simpatía, dolor? ¿Acaso se considera preparada para mostrar todo aquello que siente? ¿Se cree superior a los demás?”, dijo el agente con un poco de sorna, mirando jocoso a su compañero. - “Dé gracias a que hoy es nuestro aniversario de papel”, dijo el otro agente, “y que nos hemos puesto nuestras máscaras de magnánimos. ¡Ande!, vaya usted a su casa ahora mismo y póngase su máscara”. Volvió a su casa. Buscó y rebuscó, buceó nerviosa en su baúl, deseaba encontrar una máscara que pudiera mostrar exactamente aquello que sentía. Si encontraba justo aquella que necesitaba, la verían con ella y cabría la posibilidad de que hubiera más personas en su misma situación y entonces…

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II CERTAMEN RELATOS 2012

Pero no la encontró. No había ninguna. Empezó a preguntarse si existiría una máscara así y si tendría que hacerla o encargarla. ¿Se podría mostrar esa máscara? Se echó sobre la cama, suspiró y miró al techo buscando a aquella araña…La miró un largo rato y pensó: “si acaso, mañana”. Se puso su máscara de “rutina diaria”, no quería llamar la atención.

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MOTIVOS PARA NO ESCRIBIR Ricardo Díaz Abad

T

engo que confesarte una cosa. Tal vez te suene a excusa, pero es una realidad inquietante. Hace tiempo que no escribo cuentos fantásticos, porque mis personajes simplemente se independizan. Y no, no es que cuando comienzo a escribir con una idea, ellos me la cambien: que si pienso que Zutanito será el protagonista, al final será un secundario más, o que si Merenguito se iba a casar con Melanita al final, ni llegan a conocerse. Eso ya me pasaba antes y hasta lo encontraba divertido. Comenzar a escribir con premeditación y alevosía con un esquema que finalmente puede ser apasionante. Es como ir a una jungla ignota. No, no es eso. El año pasado, cuando otro certamen de cuentos de un afamado hospital celebró su septuagésimo aniversario, ideé un cuento precioso, con personajes mitad tradicionales, mitad novedosos, o tal vez eran unos personajes tradicionales renovados, qué más da. El caso es que un medio troll/medio enano del bosque (Guarkarf, por más señas) se me puso delante de la pantalla del ordenador y me dijo: -Oye tú, ¿por qué no me haces un poco más alto? Me has creado troll, pero mido un metro veinticinco centímetros y soy el hazmerreír del bosque. Y para más coña me has engendrado con un fuerte entusiasmo por el baloncesto. ¿Tú te imaginas el futuro que me espera en una liga de baloncesto midiendo uno veinticinco? No supe qué responder. Efectivamente le había creado bajito y con afición al deporte, pero sólo como espectador. Pero él decidió por su cuenta ser un practicante, algo que le honraba, por supuesto, pero no era papel en mi cuento. Entonces Guarkarf, recordad su nombre, decidió salir de la pantalla del ordenador, cogió una manzana que tenía en el escritorio y se fue dando un portazo de mala leche. Así, sin más. Luego se quiso escapar la princesa, pero la convencí de que le cambiaría el galán que inicialmente le había asignado, algo narigudo, la verdad.

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Desde entonces, ya no escribo una línea. Esta fuga de personajes me da dolor de cabeza, es insoportable. Pero sobretodo tengo encima gran peso moral, porque Guarkarf es antropófago y asesino en serie. Le encanta comer lectores ávidos. Ten cuidado.

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NO ES COSA DE RISA Ricardo Díaz Abad

Ahora ya lo sé, pero antes no sabía distinguir el universo. No descubrí mi problema hasta que mi hijo de 28 años me lo hizo notar: - Que no, padre, que no, que yo soy profesor universitario. El caso es que finalmente me decidí acudir al médico. No fue decisión fácil pues estaba seguro de que él tampoco podría poner fin a mi angustia: - Doctor. Mi familia dice que tengo problemas de dicción y que yo no sé decir universitario. - Qué tontería, hombre, para eso no se va al médico. Además pronuncia de mil amores. A ver repita: Universitario. - Universitario. - Ande, váyase a casa tranquilo y que no le tomen el pelo. Y menos su hijo, que usted ya peina canas. Cuando mi familia escuchó lo que les contaba, no se lo creían, por lo que el inquisidor de mi hijo me preguntó: - Entonces, ¿qué celebráis mañana mamá y tú? - Nuestro 35 universitario, claro. Cuando nos casamos. - Y yo soy profesor de… - De ‘adversidad’. No perdón, eres profesor de aniversario. -

Lo ves mamá. Sigue igual.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

Bueno, fui al glosopedia donde recibí 25 melones de lexatíngrafía, o como se diga y ahora se me entiende de perilla. Si tienes la misma aniverdad o problema, te lo reconomato porque es un profesional como la copa de un Porche. ¡Mi hijo está tan encantado que dice que estoy tirolando el dinero! Será verdura.

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PARA MÍ TAMBIÉN ES EL 25 ANIVERSARIO Manuel Martínez Pérez

P

ara mí también es el 25 aniversario. Recuerdo que fue por San José de hace 25 años, cuando vine a trabajar al hospital. He pensado en un par de anécdotas que me gustaría contar.

Hace tiempo estaba haciendo a un paciente una prueba en la que de vez en cuando éste tenía que dejar de respirar. Cada vez que le dábamos ordenes para que así lo hiciera, el paciente alzaba sus brazos y los bajaba con fuerza, cogía carrerilla en la bajada desde el nivel de los hombros. Yo no sabía qué extraña asociación nerviosa podía provocar este tipo de aspavientos y reconozco que me estaba poniendo nervioso. Al final de cada uno de estos movimientos, cerraba los puños. Al final me harté y comencé a recriminarle que tenía que estarse quieto. El paciente nos miraba desconcertado. Después de marcharse tardé unas horas en entender lo que ocurría. Al paciente le dábamos órdenes de que “cogiera aire”. No me había dado cuenta de que el aire no sólo se puede coger con el pecho, también con los puños. Luisa trabajaba por la tarde en la limpieza de nuestro servicio. Llevaba tiempo atendiendo esa función y ya todos la conocíamos. Un día nos enteramos, casi por casualidad, de que esa tarde iba a ser su última tarde. Luisa se jubilaba. Se organizó entre todos una cadena para conseguir que esa tarde no fuera una más. Encarna llamó a un amigo suyo, joyero, para encargarle una placa de plata y él se comprometió a hacerla esa misma mañana. Otra persona, que trabajaba también en el turno de tarde y vivía por allí, recogería la placa antes de venir trabajar. A media tarde nos reunimos todos los que estábamos en el servicio y le entregamos su placa con unas palabras de cariño. Luisa se emocionó. A los pocos días volvió para saludarnos. Se acercó y me dijo:”Mire que he tenido regalos a lo largo de toda mi vida pero bonito, bonito como éste, ninguno. Lo tengo en la pared junto al televisor y lo leo todos los días. Muchas gracias, Dr. Paco.”

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II CERTAMEN RELATOS 2012

REFORMAS, S.A.

Gonzalo Martínez Jurado

P

rimero vinieron a por los que trabajaban el campo.

Me daba absolutamente igual. Yo no sabía ni dónde estaba el campo. Después vinieron a por los que trabajaban en las fábricas. Yo no trabajaba en ninguna de ellas. ¿Por qué habría de preocuparme? Se llevaron a los que trabajaban en los supermercados, en las heladerías y en las taquillas de los cines. Todo aquello me resultaba indiferente. Vinieron a por los que trabajaban vendiendo seguros y a por los que conducían los autobuses, a por los que impartían clases en las escuelas, a por las vendedoras de flores, los conserjes interinos, los camareros y las estanqueras. Se llevaron también a los que vendían el pan nuestro de cada día. Yo era feliz mirando para otro lado. Además, no acostumbraba a comer pan en las comidas. Vinieron a por los que no trabajaban y querían trabajar. Se llevaron también a los que ya no trabajaban pero habían trabajado toda su vida. Se llevaron a los jueces justos, a los poceros buenos, a los soñadores, a los que repartían cartas de amor y a los que escribían canciones tristes. A los que leían a Brecht y a los que, sencillamente, leían; también, a los que no. A los que estudiaban y a los que querían aprender; a los que decían saberlo todo y a los que no comprendían nada. Vinieron a por los que nos hacían sonreír, a por los que tenían 18, 25 y 57 años, a por los que celebraban el aniversario de la vida y sus colores, a por los que creían en el valor de la palabra y a por los que nunca hablaban. Se llevaron incluso a los que regalaban sus recuerdos a las palomas…Nunca me habían gustado las palomas. Es la verdad…Lo ensucian todo. Un día, me desperté sobresaltado. Golpeaban con fuerza en mi puerta. Iban a derribarla. Yo me quería ir a trabajar… Estaba completamente solo.

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Categoría Familiares

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UN “CUALQUIER DÍA”

L

Blanca Gómez García (Primer Premio del Jurado Técnico)

a chica del libro caminaba sin levantar la vista. Enfrascada en su intrigante novela, prefería correr el riesgo de chocarse con una columna o con un desprevenido extranjero de piel rojiza antes que dejar su historia por un instante. Tanteando la puerta de un tren con la mano libre, tomó un trayecto diferente al de cada día. Un trayecto más largo, un trayecto de eterna lectura. Olvidó a su madre por un segundo que lloraba, en el pisito que compartían, el vigésimo quinto aniversario de la muerte de su único amor. Pero de pronto las luces se apagaron y ya no se veía, ya no se leía más. Su madre se levantó de su lecho de sábanas y lágrimas al toque sordo en la puerta de los nudillos de la vecina. ¿Ha oído usted las noticias? Encendía la radio y escuchaba atentamente. Madre santa, qué desgracia más grande, decían sus caras de circunstancia. Pero, siendo sinceros, sintiendo un cierto alivio. No, mi pequeña no coge esa ruta. La vecina se marchó, sonriendo como quien llora. De todas formas, ¿Qué le impedía llamarla y oír su voz una vez más? Descolgó el teléfono vacilante antes de hundir los dedos en las teclas de plomo. Transcurrida una vida de pitidos deshumanizados, nadie contestó. Llamó de nuevo. Bajó precipitadamente las escaleras hasta el garaje, arrancó el viejo Volvo de su marido tras veinticinco años sin rugir. Ignoró señales de tráfico, colores de semáforos, peatones con intenciones de cruzar. Cuando llegó a la oficina y pronunció el nombre de su hija recibiendo un asentimiento, suspiró sintiéndose absurda. Cosas de madres. Caminó hacia su despacho atusándose la falda e intentando recuperar la respiración, para evitar risas burlonas de su querida hija. Abrió la puerta: mirada baja, sonrisa de alivio y millones de móviles preocupados sonando entre los escombros; alzó la vista: sonrisa quebrada, despacho vacío, vidas sesgadas de inesperado final.

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EL QUE PLANTA

UN LAUREL NO LO VE CRECER M. Alicia Benítez Sánchez (Segundo Premio del Jurado Técnico)

L

legó como una novia enamorada el día de su boda y aunque la encontró vieja, fea y pintada de un color indefinido, no le importó nada. ¡Era su casa soñada!

La negociación con los propietarios había sido muy fácil, el precio más bajo de lo esperado y a pesar del aspecto descuidado, la construcción era sólida y el tejado estaba en buen estado. Ya antes de bajar los muebles del camión de mudanzas, descubrió la pega: un señor de mediana edad daba instrucciones a los de la mudanza y luego a ella sobre la mejor forma de bajar los muebles, de meterlos en la casa, de tratar la madera, de protegerlos de la luz … Con los años pasó por todas las fases posibles: escuchó sus consejos en un despliegue de amabilidad vecinal, más adelante fingió prisa cada vez que salía y lo encontraba en la puerta con instrucciones precisas sobre cada cosa, dejó de bañarse desnuda en la piscina, cuando lo descubrió detrás del seto, dejó de aparcar en la puerta para no ser dirigida cada día en la maniobra… Mientras tanto, la casa fue convirtiéndose en lo que había soñado. Cambió el color de la fachada por un albero que le recordaba a su tierra andaluza, buscó un suelo de barro cocido que casi la arruina, cuidó el jardín como a un hijo, pero lo que no hizo nunca fue plantar un laurel, porque siempre supo que era un mal presagio. Pasó el tiempo y su vecino seguía allí. Lo que al principio era solo molesto, cada vez era una carga más pesada. Su vida había pasado a ser un infierno y su amada casa, una cárcel a la que le costaba volver. La paciencia se iba agotando poco a poco hasta que un día tomó una decisión. En el 25 aniversario de la compra de la casa, llamó a su vecino y con mucho cariño le regaló un laurel.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

NO ENTIENDO EL MUNDO

Q

Raquel Parra Gil (Tercer Premio del Jurado Técnico)

uerido diario, hoy estoy muy contenta porque he nacido, porque hasta que no se nace, no se es nada y yo soy una persona con muchas aspiraciones. Han venido a verme muchas señoras y han dicho que tengo los ojos de mi abuela, la boca de mi padre y la nariz de mi madre. Por lo visto no tengo nada mío. ¡Mal empieza esto! Mis padres han tenido una pequeña bronca. Mi madre quería que fuera niño, esto me ha puesto muy triste. Yo me hubiera cambiado por un niño, pero como soy tan pequeña, todavía no sé cómo se hace eso. Me da la sensación de que las personas mayores son menos serias de lo que yo esperaba. Al final, después de muchísimos comentarios respecto a mi nombre, me llamo Lucía. Después de 25 días, ya sé decir “mamá” y parece que es muy importante porque mi madre ha llamado a toda la familia para contárselo y eso que a mí me parece una tontería. El otro día, se llenó la casa de gente. Decían que era el aniversario de mis padres y cuando me veían lo primero que hacían es cogerme en brazos y hablar sobre mis mofletes, que si patatín, patatán (esto no lo dicen ellos, pero lo digo yo, porque lo he oído decir muchas veces a mi abuelita). ¿Por qué los niños tenemos que ser más bajitos que los mayores? Yo creo que tenemos que acabar con esta injusticia. Los niños tenemos que ser tan altos como los mayores o los mayores tan bajitos como nosotros. Seguro que los sastres apoyan esta petición, para evitar que las madres nos arreglen los pantalones de nuestros padres. Creo que esta pequeña estatura sólo sirve para que nos pregunten cómo nos llamamos, cuántos años tenemos y qué vamos a ser cuando seamos mayores. Lo único que puedo hacer con esta edad es llorar y nadie me entiende, porque dicen que lloro por todo. Pues... enseñadme a hablar.

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MI MASCOTA

Alba García Madrigal y Fernando García Siles (Primer Premio del Jurado Popular)

T

engo un ciempiés un tanto peculiar, pero como mascota es muy singular.

Veinticinco patas tiene el bicho y es mi mascota, ¿os lo había dicho? Nació con cien, pero era tan despistado que cuando daba un paseo siempre se le olvidaba alguna. ¡Qué dejado! Probé de todo: pegamento, celofán y hasta unas grapas bien prietas. Daba igual, él seguía a su rollo y para desayunar me pedía un bollo. Y ahora estoy doblemente preocupado por este bichejo despistado: no sólo cojo, sino obeso y el monedero me lo va a dejar tieso. Decidido está: a una ortopedia a trabajar, que los repuestos me salen más baratos y eso es cosa de mirar. Lo de la panzota es caso aparte. No sé qué hacer con tanta barriga, ya no hay jaula que le abarque, ni puedo darle migas. Con mis amigos se porta regular, se come sus helados y les pide la propina para comprar más comida… ¡los deja alelados! Mañana tendrá 24 patas y no sé qué hacer, si tirar la pata caída o pegársela otra vez. Creo que le voy a dar una medalla al bichote más gordote y hoy, que es su aniversario, le voy a poner un nombre. No sé si Robespierre, porque no para de comer, o Wenceslao, porque no se aparta de mi “lao”. Le llevaré a la pila bautismal con un curita de provecho, para que bautice al animal y no lo tome por desecho.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

Y después de esta breve historia (verdad de la buena) comprendan cuál es mi histeria y que no les invite a la cena. He aquí la moraleja: si tienen un ciempiés por mascota, primero cuenten las patas y ¡que estén bien pegadas! porque luego te alborotas y empiezas a decir bobadas.

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OJOS SOÑADOS

Carmen Rodríguez Moreno (Segundo Premio del Jurado Popular)

C

oincidimos en la reunión anual de la especialidad. Ella consultaba inquieta y nerviosa los documentos que guardaba en una llamativa cartera amarilla, cuando tropezó y cayó delante de mí. Se levantó rápidamente y contempló desolada las hojas esparcidas por el suelo. Me miró y con tímida sonrisa se disculpó. Me disponía a ayudarla, cuando reparé en sus ojos; eran enormes, de un negro intenso, como noche sin luna, inquietantes, como alarma lejana y tan excitantes, como el recuerdo del primer beso. Gracias, dijo con voz apenas perceptible, y se marchó apresuradamente. La miré mientras se alejaba: era joven, atractiva y su andar decidido me llevó a evocar, con nostalgia, el tiempo en que yo también me iniciaba en la profesión.

Pasaron los años y se mantuvo inalterable en mí la sensación profunda que sus ojos me causaron. Nunca supe su nombre ni hice nada por encontrarla, pero el recuerdo de la fuerza de aquellos ojos, de aquella alucinante mirada plena de misterio y poder, fue la clave decisiva en momentos de dificultad e incertidumbre. Fueron años de éxitos y a nadie confesé el secreto de mi fortaleza, de mi triunfo. Un día recibo una invitación para dar una conferencia con motivo del 25 aniversario de una Fundación. Me sorprendo al descubrir que la fecha de la misma coincidía exactamente con el día en que, hacía 25 años, nos habíamos casualmente encontrados los ojos soñados y yo. Pensando en ello y excitado por la casualidad de la fecha, preparé concienzudamente mi intervención. El día señalado, inquieto y algo nervioso, me dirigí al lugar del evento. Y allí, sentada en el centro de la primera fila estaba ella, pero sus ojos ni eran los mismos ni me reconocieron.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

AMAR EN TIEMPOS REVUELTOS

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Raquel Ocaña Talavera (Tercer Premio del Jurado Popular)

o sabía muy bien qué escribir. Hubiese sido fácil hablar sobre la crisis o lo injusta que es la vida para algunas personas. Hablar de penas y tristezas. Pero no, hoy quiero hablar de la vida y lo afortunados que somos algunos cuando ésta nos da una segunda oportunidad. Hablo de mí, de mi vida y lo afortunada que soy desde que he conocido a mi pareja actual. Llevaba 25 años con una persona y cuando todo se acabó, pensé que me moría y que mi vida no tendría salida. Pero la vida me sonrió y conocí al que hoy es mi pareja y al que agradezco enormemente que me diese la oportunidad de dejarme ser parte de su vida. Ahora se va a cumplir el 4º aniversario de nuestra convivencia y camino juntos y he de decir que gracias a él me siento viva y mejor que nunca. Me da fuerza todos los días desde que le conozco para seguir adelante, para sonreír y me apoya en todo lo que deseo hacer. Sin él, no hubiese sido capaz de embarcarme en proyectos, que a cierta edad es complicado sin el apoyo de alguien, que nunca hubiese sido capaz de hacerlos, como los estudios universitarios. Desde Diciembre estoy con el ánimo muy bajo, y él siempre me ha animado, siempre habla bien de mí a todo el mundo, me trata como una princesa y me demuestra todos los días que soy la persona más importante de la tierra.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

Todas las mujeres nos merecemos eso, tener a alguien que nos trate así, y yo tengo la suerte de tenerlo a mi lado, así que: Gracias, gracias y mil gracias por elegirme para compartir contigo el resto de los días. También debo dar gracias a su madre porque cualquier hombre que trate a una mujer como una princesa es porque ha sido educado por una reina. TE QUIERO.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

A VECES OLVIDADOS Raquel Ocaña Talavera

¡¡J

a, ja, ja!! Sería una forma maravillosa de empezar el día con una sonrisa, ¿verdad? Es difícil, pero creo que deberíamos todos ponerlo en práctica. Porque sin darnos cuenta, según nos levantamos, nos condicionamos para el resto del día y por eso deberíamos mirarnos al espejo y sonreír, al menos que por nosotros no sea la falta de ganas de que todo funcione bien. Sé que es difícil sonreír cuando tienes un dolor, o varios, cuando estás sin trabajo, cuando tu vida familiar no te va del todo bien, al fin y al cabo cuando tienes alguna carencia. Pero deberíamos fijarnos en nuestros mayores y cuando digo mayores, me refiero a los abuelos, a nuestros padres, esas personas que llevan a nuestro lado toda la vida, en momentos buenos y en momentos malos. Ellos nos dan lecciones todos los días. Solo tienes que escucharles para darte cuenta de lo sabios que son. Ellos han tenido una vida mucho más dura que nosotros, han trabajado el doble para poder sacar a su familia adelante, en peores condiciones y, en cambio, cuando hablas con ellos y los escuchas, son felices. Les da igual cumplir años, sólo les importa poder valerse por sí mismos y que te acerques de vez en cuando a escucharles, sentir una caricia, sentirse queridos. Siempre tienen ganas de estar contigo y si tienen nietos mucho mejor. Cuentan sus batallitas y los nietos las escuchan como si viniesen de otro planeta. Es curioso cuando les ves que con el paso del tiempo, muchos llevan más de 25 años casados, se siguen queriendo con una ternura indescriptible, casi inocente, como cuando eres niño. Se necesitan. Y también es curioso como cuando uno de ellos se va, el otro queda desamparado y débil y entonces le gustaría poder celebrar 10 aniversarios más, pero siempre junto a la persona amada: su persona amada.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

AMOR INCONDICIONAL Raquel Ocaña Talavera

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entro de poco se va a cumplir el segundo año de la enfermedad de mi sobrino y para sus padres parece una eternidad, aunque no se han quejado ni una sola vez de tener que estar al pie del cañón día y noche tras todo este tiempo.

No es una enfermedad muy común y raras veces se dan cuenta a tiempo de lo que pasa. Pasó más de 25 días ingresado en el Hospital Severo Ochoa con unos cuidados casi personales pero el niño no mejoraba, le trasladaron al Doce de Octubre y allí estuvo 42 días en coma inducido en la UCI. Durante el tiempo que estuvo en coma, no se separaban ni un momento de él, le hablaban, acariciaban e intentaban que en ningún momento se sintiese solo y eso se notó. Tras despertarle, el niño abrió los ojos y lo primero que dijo fue papá y mamá. Ese amor y ternura que ellos le trasmitieron cuando estaba dormido, no fue en vano y el niño lo sintió en todo momento. Le despertaron y el retroceso psíquico y motor ya no tenía remedio. Pero al niño parecía que ya no le daban esas crisis tan tremendas. Se fue a casa y allí sus padres luchaban día a día por el bienestar y recuperación, casi imposible de ese niño. Tras llevarle al Hospital del Niño Jesús le dan una pequeña esperanza de operación y recuperación, eso sí a muy largo plazo. Como cualquier padre deciden operarle, sobre todo para que no siga sufriendo esas terribles crisis que le mantenían distraído casi a tiempo completo. Gracias al equipo médico de allí le operan y parece que todo ha salido bien, y que la recuperación está siendo buena. Admiro a mi hermano y mi cuñada por esa fortaleza de estar ahí siempre y he de decir a mi sobrino que tiene unos padres increíbles. El mes que viene cumple 5 años. Feliz Aniversario, peque.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

ANÓNIMOS Raquel Ocaña Talavera

M

e gustaría transmitir desde aquí mi apoyo a todas esas personas anónimas que por un motivo u otro no tienen una buena salud y decirles que hay que seguir luchando por vivir, que por aquí sólo pasamos una vez y que la vida es muy corta como para desperdiciarla con lamentos. Ellos son más fuertes que nosotros, los que nos creemos que tenemos salud, porque siempre tenemos algún achaque. Nos dan lecciones de valor y fortaleza, no solo física si no psíquica. Tengo que hacer desde aquí un tributo a una persona muy cercana a mi, una mujer muy especial, que lucha día a día por salir de una enfermedad que, por desgracia ataca a muchas personas. No he conocido mujer más fuerte y entera que ella. Después de un año de lucha, parece que de momento la dejan un poco en paz y ella sabe que aún no ha acabado la batalla, pero cuando habla contigo, lo hace con tanta naturalidad y serenidad que parece que estás hablando de una cosa trivial. Me encanta hablar con ella. ¡¡¡Es tan sabia!!! En fin, sólo debo felicitarte Mariví, por ser tan mujer. Fue tu 25 aniversario de boda y tú, más allá de refugiarte en tu enfermedad, nos reuniste a toda la familia y nos invitaste con la mejor de tus sonrisas a disfrutar de ese día tan especial contigo. Gracias. Gracias a ti y a todas esas personas que luchan día a día por salir airosos de una lucha tremenda contra el cáncer. Mi más sincera enhorabuena a todos y decir desde aquí, que disfrutemos de cada momento que nos da el día y que nos aferremos a las cosas buenas que tenemos a nuestro lado, miremos con buenos ojos a nuestro alrededor y podremos descubrir la belleza de vivir. Afortunadamente yo lo he podido descubrir gracias a alguien que está a mi lado. Os lo recomiendo, merece la pena, veamos con transparencia la VIDA.

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EL ANIVERSARIO Carmen Rodríguez Moreno

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ací un día 25 de un año ya lejano, pero esto no es el hecho relevante. Sí lo es que, a partir de entonces, esas dos cifras se repitieron insistentemente, casi mágicamente, en cada uno de los hitos y documentos de mi vida. Al principio no tuve consciencia de ello. Fue muchos años después, con motivo de la celebración del 25 aniversario de mi boda, cuando me percaté de tan singular repetición. En lo que alcanza mi memoria, mi primer amor se llamaba Santiago, cuya onomástica es el 25 de Julio. Inicié mis estudios en la Universidad un 25 de Septiembre y a mis 25 años entré a formar parte de una Compañía en la que permanecí durante 25 años. Durante ese período de tiempo me casé un día 25 y tuve dos hijos que casualmente también nacieron en sendos días 25. Pero no acababan ahí las coincidencias: mi D.N.I. repite por tres veces el número de marras e igualmente los mismos dígitos forman parte de mi dirección. Incluso mi teléfono responde a una marcación donde se repite un trío de la repetida combinación de cifras, por no mencionar a mi coche, cuya matrícula es 2525. Pero todo ello me hubiera pasado desapercibido de no ser por lo sucedido, mejor dicho lo no sucedido, el referido día 25, aniversario de mis 25 años de matrimonio. Preparé cuidadosamente la celebración, incluso me compré un “modelón” para poder soportar mejor el paso de los años, envié un email afectuoso a aquellos que estaban llamados a compartir con nosotros ese día y esperé anhelante la llegada de aquel 25. Pero nadie acudió a la cita y mi marido tuvo un viaje de trabajo inaplazable. “¡Cosas de la vida!”, me dije devorando una copa doble de helado mientras tachaba para siempre todos los futuros días 25 de mi vida. Pero, por si acaso, compré lotería del número 2525.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

EL ÚLTIMO EXAMEN

Carmen Rodríguez Moreno

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e pronto, en medio de la noche, en mi cama, me doy cuenta. ¡No doy crédito a mi situación! ¿Pero qué ha pasado?, ¿cómo he podido estar tan ignorante del tiempo que quedaba para el día del examen? La realidad me atenaza. Es imposible que pueda estudiar la asignatura en tan pocos días y no puedo esperar nada de suerte en el examen. ¡No he abierto el libro! ¡Qué desazón, qué angustia, no me queda tiempo para reaccionar! ¿Y ahora qué hago?, ¿cómo defiendo ante el jefe que no voy a cumplir mi promesa de terminar la carrera este año después de que él ha confiado en mí? Voy a perder mi crédito en la empresa y me quitarán la beca. Y además, ¡qué vergüenza ante todos! Ahora sí que voy a pagarlas todas juntas. Esto me pasa por listo. Ya me veía libre de la preocupación de conseguir el título. Me he creído que lo que faltaba era cosa de nada. Ahora mi exceso de confianza me corta la única salida que tengo para independizarme de una vez. Sin título no cumplo con las condiciones exigidas para continuar en mi trabajo y si me echan, cualquiera sabe cuándo podré encontrar otra oportunidad. Y además fijo que perderé la beca. Me quedaré sin recursos. Pero ¿cómo puedo ser tan estúpido? Debería haber dedicado menos tiempo en hacer lo que más me gusta en la fábrica, debería haber tomado más en serio el examen, no debería haber aceptado el compromiso con el jefe ni presumir de ello ante mis compañeros. La noche avanza y no veo la forma de resolver el conflicto. Sudo, me desespero, me angustio pensando en la mañana que se acerca y en cómo afrontar la realidad. De pronto, en el duermevela, se me revela auténtica situación: hoy celebramos el 25 aniversario de mi empresa y no tengo ningún examen pendiente. ¡Menudo alivio!

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INSOMNIO

Fernando López Guisado

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a presión siempre le provocaba insomnio en la noche previa. Deambulaba palpitante por la habitación. Anticipaba los rostros admirados de la audiencia ante sus elevadas y bellas frases. Fueron necesarios sacrificios, lisonjas y sucia adoración para catapultarse hasta esos soñados pechos: ya era un escritor famoso, de aquellos que llaman para impartir conferencias internacionales. Disponía de un harén de aduladores, que analizaban sus oraciones sobre el horizonte en la urbe, la contemplación musical del devenir o la apertura de las latas de sardinas. Si lograba el sencillo esfuerzo de mantenerse en este estado, sería inmortal. Sin embargo, la había perdido por el camino. Mañana hubieran celebrado su veinticinco aniversario. Finalmente, embotado de anticipación y tendido en la cama, empleó el recurso de contar sus libros: los únicos amigos de verdad que le quedaban. Logró caer preso del sueño justo cuando el celador ordenaba, rutinariamente: ¡Luces fuera!

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LA VALENTÍA

Carmen Rodríguez Moreno

-¿

Por qué lloras, Laura?, dijo el doctor al acercarse a la niña en Urgencias.

- Porque me tienen que operar y tengo miedo. ¿Dónde está mi mamá? - Tu mamá vendrá enseguida. Ya sabe que te has caído. - Me va a reñir por haberme caído, respondió la niña con gesto afligido. - ¡Pero si eso le pasa a todo el mundo!, dijo el doctor con una sonrisa cómplice. Luego continuó diciendo en tono confidencial: “tu mamá es médico y ya sabes que los médicos estamos para curar las cosas que les pasan a las niñas y nunca, nunca les hacemos daño. Tu mamá también cura todos los días a muchas niñas como tú. ¿Has oído alguna vez que haya hecho daño a alguna? Seguro que no. Además, como yo soy amigo de tu mamá, ella estará contigo mientras te curamos. Es cosa de nada, ya verás. No te vas a enterar y no duele nada, nada. Una venda y ya está”. La niña empieza a cobrar confianza al ver que su mamá, no sólo no la reñirá por la caída, sino que tiene amigos que la curarán. Su mamá es su refugio y su referente. Si ella cura y no hace daño, su amigo tampoco. - Ahora tienes que ser valiente, dice el doctor. Y la niña se pregunta cómo se es valiente. En su imaginación la valentía, según dicen los mayores, se demuestra no llorando y no quejándose, pero eso le hace sufrir más, al no poder expresar lo que siente. Además la aísla, la deja sola ante lo desconocido. Su cara refleja el abandono que siente en ese momento. No se resiste a que el doctor le ponga la mascarilla.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

Y de repente abre los ojos. ¡Su mamá está allí, con ella, y también su papá!, y sonríen tranquilos. “Todo ha terminado”, le dicen mientras la besan. Ahora siente que ha sido valiente y sabe que la valentía es enfrentarse al miedo. Hoy, Laura celebra su 25 aniversario como médico. Sus 25 años de valentía.

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LO QUE LAS ARRUGAS

SON CAPACES DE CAMBIAR Blanca Gómez García Al entrar en la habitación, vi a mi abuelo yaciendo en su cama con los ojos cerrados. Me senté y le tomé la mano. Al sentirme, despegó los párpados y formuló una sencilla pregunta que se me clavó en el corazón con la tinta del dolor: “¿Quién eres?”, de forma natural, sin soltarme de la mano o asustarse. - “Oiga, tráigame la cuenta ya. Tengo prisa, ¿sabe? Mi mujer se estará preguntando dónde ando”…Su mujer, mi abuela, cuya muerte pronto cumpliría su primer aniversario. “¿Abuelo?” Todavía me aferraba a la esperanza de que recuperara la cordura…“Oh… ¿Perdió a su abuelo?”. Asentí bobamente controlando el nudo que atrapaba mi garganta. “Pregúntele a esa señora, tiene pinta de ser la dueña”. Cuchicheó señalando la lámpara. De pronto, se levantó de la cama con la energía de los veinticinco años que creía poseer y se desplomó de bruces en el suelo. Corrí hacia su cuerpo inerte tendido en las frías baldosas. Chillé, pero ni se inmutó y el miedo me hizo su prisionera. Cuando me levantaba para suplicar ayuda, oí mi nombre. Allí estaba, mirándome con ojos de profunda tristeza y cuerpo de ajada marioneta de trapo. - “Estoy enfermo, ¿verdad?” Se me inundaron los ojos de mar salado. –“Estoy enfermo, ¿verdad?” Repitió sabiendo que yo le había oído perfectamente. El silencio habló. “¿Qué me pasa?” Se apartó mirándose las manos como si sus arrugas expertas pudieran de confesarle en un susurro qué le sucedía. No fui capaz de contestar, pero él lo hizo por mí con una sola palabra que llenó hasta el más recóndito lugar de aquella habitación. Alzheimer. El silencio volvió a hablar. Me miró seriamente a los ojos hechos Venecia y dijo: - “Pase lo que pase de ahora en adelante, ten siempre presente que, como yo, nadie te querrá”. Inútiles lágrimas que brotaban, incapaces de curar enfermedades, sabían que a partir de entonces nada sería lo mismo.

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MIRADA INTERIOR Raquel Ocaña Talavera

A veces no nos damos cuenta de cómo pasa el tiempo y en cambio nos damos cuenta de cosas insignificantes que solo nos causan malestar y, en muchas ocasiones, dolor innecesario. Esto, evidentemente, lo aprendemos con el paso del tiempo y después de que la vida te enseña a ver lo que realmente es importante, que paradójicamente es VIVIR. Si hiciésemos todos un acto de contrición, aunque seamos laicos, y fuésemos sinceros con nosotros mismos, nos daríamos cuenta de la cantidad de tiempo que perdemos en pensar mal de los demás, en preocuparnos cómo le va al de al lado y alegrarnos del mal ajeno. Creo que realmente deberíamos disfrutar de lo que tenemos, sea mucho o poco, porque aunque creamos que tenemos poco, seguro que hay alguien que está peor. Yo me he dado cuenta que en los tiempos que corren, muchos en paro, y con muchas necesidades económicas, al final quien está a tu lado siempre es la familia y que gracias a ellos, cuando estás mal, sólo tienes que hacer una llamada de teléfono y te reconfortan. Tengo que dar gracias a mis padres, por estar siempre ahí, en los buenos y en los malos momentos y felicitarles por su 25 aniversario, que no es fácil ver como dos personas celebran estar tanto tiempo juntos. Para celebrar ese día nos juntaron a todos los hijos con nuestras respectivas familias y en verdad he de decir que fue uno de los días más bonitos que recuerdo, éramos una gran familia, unida y feliz de compartir esa alegría y amor que nuestros padres nos inculcaron desde pequeños.

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II CERTAMEN RELATOS 2012

SIMPLEMENTE AMAR

Raquel Ocaña Talavera

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ada más entrar en el restaurante los vi. Era difícil no ver a aquellas dos maravillosas personas mayores con las manos entrelazadas y mirándose con una ternura envidiable. Me pareció una escena increíblemente tierna y digna de fotografiar. Me acerqué a ellos y les pedí permiso para poder hacerles una foto con mi móvil. Ellos se sorprendieron, pero no se asustaron. Me preguntaron porqué quería hacerles la foto y les respondí que me parecían una pareja tierna y enamorada, que tenía dos hijas y me gustaría mostrarles que con el paso del tiempo, se puede seguir amando y que no tenemos que tener miedo a mostrar nuestros sentimientos en público, siempre con respeto, por supuesto. Al contarles esto me dijeron que no había ningún problema, que estaban esperando a sus familiares, porque celebraban algo. No iban a celebrar los 25 años de casados, sino su 50 aniversario. Esto me pareció aún más increíble, 50 años junto a la misma persona, seguir enamorada de ella y seguir mostrándole ese amor. Les hice la foto y enseguida vino la familia, me retiré hasta la mesa donde estaba con mi pareja y vimos emocionados como toda la familia al completo adoraba a aquella pareja. Sentí envidia. Ojalá todos cuidásemos tanto a nuestros seres queridos, padres, madres, hijos y por supuesto pareja, y no esperar a que no estén con nosotros para echarles de menos y poder decir lo que les queremos. Miré a mi pareja y me vi reflejada, dentro de unos años, en aquella escena tan entrañable.

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UN DÍA DE LOCOS Valentín Moreno Segovia

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asados 25 años, mis padres, el 18 de abril, se pusieron a pensar como celebrarían su aniversario o qué se regalarían. De momento lo que yo supe desde el principio es que se harían los dos muy felices por lo que pudiera suceder. Esto a los dos, a mi padre y a mi madre, les hizo pensar mucho ya que tendría que ser algo muy especial después de todos los años que habían estado juntos. Al verles así de dudosos les propuse un viaje a Hawai, para que tuvieran sus noches juntos y volvieran a casa felices. Cuando quisieron ir en coche, para luego tomar el avión para Hawai, se quedaron impresionados y a la vez un poco tristes porque les robaron las cuatro ruedas de su todoterreno. Tuvieron que pedir un taxi, pero no tenían cobertura, quisieron llamar a su vecino para que les llevara y no les contestaba porque no estaba o estaba durmiendo profundamente. Al cabo de un tiempo, vieron un taxi que se dirigía hacia ellos rápidamente, le llamaron pero no les hizo caso, pasó de largo salpicándoles con un charco, les empapó y tuvieron que subir otra vez a casa para poder cambiarse de ropa. Cuando se dieron cuenta, el reloj marcaba las 20:15 h. y para ellos eso ya era muy tarde. Estuvieron hablando de lo que les había pasado en todo el día, riéndose a carcajadas mientras veían la tele. Llegó la hora de cenar y cenamos tortilla de patata. Cuando terminamos, recogí los platos, los fregué y me puse el pijama para irme a la cama. Mis padres me dieron un beso de buenas noches y se quedaron un rato más los dos juntos, levantados. Más tarde mi padre le preguntó a mi madre si quería que lo volvieran a repetir el próximo día y mi madre le respondió que le daba lo mismo una cosa que otra, lo que ella quería era pasar un momento con él.

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Y SOÑAR, SOÑAR...

José Mampel Llop

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ormalmente me despierto muy temprano por la mañana. Entonces permanezco un trecho despierto en la cama. Y me pongo a pensar, a pensar… En esos momentos diríase que el cuerpo todavía está dormido. Y que no es una carga, que todavía no ejerce su misión de soporte para el espíritu, que aún no nos tiene atrapados a la rastrera tierra. Y en ese estadio intermedio, entre el sueño y la consciencia, tengo la impresión de que mi espíritu está libre, se eleva, flota, sin el lastre del cuerpo. Y se siente capaz de izar el vuelo y de llegar muy alto y muy lejos. Y me nacen mil ideas, limpias, originales, elevadas. Y sueño imposibles, quimeras, utopías… Esta mañana, el torbellino de mi imaginación y la cometa de mis sensibilidades se lanzaron a volar por los infinitos espacios siderales. Y se pusieron a soñar, soñar… —Y soñé, semidormido y semidespierto, que, en el Hospital Severo Ochoa, logré diseñar un complejo dispositivo que, a todos los deprimidos y estresados -pandemia del siglo-, los convertía en los seres más felices de la tierra. —Soñé que logré conseguir que todas las familias de Etiopía, Eritrea y Somalia, tuvieran en su choza un frigorífico lleno a reventar de los más nutritivos alimentos. —Soñé que subí a lo más alto del Everest. Y allí, con un potente imán supersónico que había construido en la NASA, pude atraer todas las armas que existían en la tierra, a fin de meterlas en un horno gigante y fundirlas íntegramente.

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H. Severo Ochoa y CTO Fundación

—Soñé que en el desierto de Almería construí una enorme fábrica en la que trabajaban cinco millones de españoles. —Soñé que un día reuní a todos los niños de todos los orfanatos del mundo… y les encontré a cada uno su madre biológica. O. O. O. O. O Y en este preciso instante me llamó mi mujer a gritos: —Pepe, levántate de la cama, que vas a llegar tarde al hospital. Y hoy no puedes faltar, pues celebráis el 25 Aniversario de su fundación.

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Entre puntos y letras hemos creado un sueño enmarcado en papel. Cada página es un sentimiento que conforma una historia. Y así, hoja a hoja, hemos con gurado un compendio de vivencias a base de suspiros, de lloros, de risas y, porque no, de momentos de asueto en guardias tranquilas o de recuerdos medio olvidados y vividos de nuevo a través de unos signos…

Entre puntos y letras hemos creado sólo eso, UN LIBRO. ¡FELIZ DÍA DEL LIBRO! Hospital Universitario Severo Ochoa.

Entre puntos y letras...

La singularidad de cada momento se ha perdido. Ha nacido un nuevo ser y el autor debe darle la libertad de crecer y campear en sus propias aventuras. Ya no tenemos una pequeña historia rmada por un a cionado. No. Entre todos, con nuestras creaciones, hemos construido un nuevo mundo de renglones, anversos, reversos y alguna que otra imagen.

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