ENTRE EL PLAN y EL MERCADO. LA FORMACIÓN DE UNA NUEVA ...

El quid de la cuestión en la política urbana es el manejo del suelo. ... acompañar ese crecimiento con una producción universal de las infraestructuras, de los.
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UNIDAD TEMÁTICA Nº VII- Las prácticas Urbanísticas en la ciudad de Mar del Plata

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ENTRE EL PLAN y EL MERCADO. LA FORMACIÓN DE UNA NUEVA AGENDA DE LAS CIUDADES EN LA ARGENTINA Arq. Eduardo Reese Vamos a tratar de analizar esta relación entre planificación y mercado, en esta situación limítrofe y conflictiva. El Urbanismo -y particularmente la Planificación Urbana- tiene su razón de ser en la propuesta de proyectos, de planificar, de tratar de gobernar un territorio que es esencialmente privado y que se maneja con lógicas privadas. Es una política pública que maneja lógicas privadas, que tiene que conciliar lógicas privadas. A partir del conflicto que implica esta política pública que no opera solo sobre lo público, sino mayoritariamente sobre intereses privados, se ha generado el mayor debate que ha tenido el Urbanismo históricamente y que hoy en nuestro país está siendo uno de los temas de mayor interés, por la cuestión de conflicto entre intereses privados e intereses públicos. El quid de la cuestión en la política urbana es el manejo del suelo. Sin manejo del suelo es imposible pensar cómo uno puede gobernar los procesos de transformación del territorio, de las ciudades. Cuando uno observa cuáles han sido los elementos básicos, estructurales, del desarrollo urbano en la Argentina, del proceso tradicional de crecimiento en las ciudades argentinas, entre otros muchos factores, se destacan tres elementos cruciales: 1) nuestras ciudades están caracterizadas por un crecimiento acelerado de su población hasta la década del ´80 fundamentalmente, lo que determinó una importante discusión en el planeamiento y el urbanismo sobre cómo controlar ese crecimiento, que se producía básicamente por el proceso de migración rural- urbana; 2) la lógica del desarrollo urbano argentino fue de crecimiento aditivo con signos de segregación socio- espacial (que en general ocurre en todas las ciudades y en América Latina es cada vez más importante, pero que en Argentina no lo es tanto) que era un crecimiento por adición de suelo, un crecimiento básicamente extensivo con ciertos procesos de segregación socio territorial; y 3) la incapacidad estructural por acompañar ese crecimiento con una producción universal de las infraestructuras, de los equipamientos, de las viviendas, característica que signó el modelo tradicional de crecimiento y determinó esa particularidad de nuestras ciudades que presentan áreas centrales fuertemente equipadas, en general rodeadas de algún anillo de áreas consolidadas con niveles heterogéneos pero bastante completos de infraestructura y equipamiento y luego una periferia muy extensa, bastante desarticuladas y muy carentes de servicios. Esto se puede ver en Bahía Blanca, Córdoba como en cualquiera de las ciudades intermedias, grandes o chicas de la Argentina. Básicamente uno puede encontrar una multiplicidad de procesos superpuestos en cada una de las ciudades desde el primer momento de la expansión y la ocupación del suelo urbano, proceso de hacer ciudad a partir de esta primera ocupación, los procesos de densificación y diversificación de usos, en un proceso que se caracterizó por la atomización. Si hay una cuestión claramente notable en este proceso de crecimiento y reproducción de la ciudad argentina es que ha sido extraordinariamente atomizado, cada uno en su parcelita fue reproduciendo con lógica de empresa, o con lógicas particulares, o con la lógica del Estado. Estas tres lógicas van a convivir permanentemente: la del Estado, la del mercado y la de la necesidad. Fueron las que presidieron ese proceso de una extraordinaria atomización, un proceso de minúsculas operaciones individuales que dieron como resultado esta suerte de ciudades de grandes alturas en el centro y las periferias achatadas y esparcidas. El intermediario de ese proceso fue el mercado inmobiliario, frente a las escasas reglas del juego que se establecieron para controlar. Ese proceso de intermediación para dar respuesta a esa demanda atomizada lo desarrolló el mercado. Las lógicas del mercado y las lógicas de la rentabilidad del suelo fueron las que gobernaron el crecimiento de nuestras ciudades y en gran parte las siguen gobernando mediante elementos de publicidad. Por ejemplo, cuando en

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Buenos Aires se vendían 62 extraordinarios lotes porque iban a quedar cerca de una avenida o en el Riachuelo se ofrecían 104 manzanas divididas en 2.974 lotes, el rematador ofrecía gratuitamente 30 casas de material y además iba a regalar 2 millones de ladrillos, era para que su urbanización se transformara de una nada en una realidad concreta y el futuro de esas familias se pudiera construir a partir de estos incentivos. El elemento transformador de estos lotes sobre el Riachuelo era la figura del tranvía, la posibilidad de conectarse. El imaginario del negocio era aceptar vivir ahí para estar conectado con el tranvía, que era el elemento central con el cual el mercado inmobiliario siempre operó. Aparecía la figura del tranvía como el elemento que conectaba con la ciudad. ¿Qué dio como resultado esta enorme atomización de esfuerzos construyendo el territorio? El caso de la Argentina es un caso relativamente particular dentro de los procesos de urbanización latinoamericana y generó una ciudad extraordinariamente heterogénea tanto funcional como socialmente, pese a que hay niveles de segregación claramente notables, al compararla con otras ciudades latinoamericanas. La ciudad argentina es tremendamente heterogénea. A mí me gusta decir que es una ciudad homogéneamente heterogénea. Las tres lógicas mencionadas, la del estado, la del mercado y la de la necesidad, están permanentemente operando, entremezcladas. Donde tengo la ciudad del mercado, la ciudad del loteo, la ciudad de los sectores medios, la ciudad del estado a través del FONAVI, la ciudad de la necesidad con la villa y también la ciudad del mercado, con las grandes casonas de los sectores de grandes ingresos. Y todo en un radio relativamente no muy grande. Esta es la ciudad argentina, extraordinariamente heterogénea. Esta situación cambia a mediados de la década del ´70, lo que en parte explica la sanción del Decreto-Ley Provincial Nº 8912, de Uso del Suelo. Con esta Ley se pretendía hacer limpieza en nuestras ciudades, la ley es un instrumento para ello. La noción del ordenamiento urbano era hacer limpieza, había que ordenar una ciudad que se suponía básicamente desordenada. A partir de los años ´90 tiene su expresión más notable el ajuste estructural, a través de cambios en el papel del Estado. Se impone un cambio importante en los parámetros reproducción de la ciudad, en las pautas, en las lógicas de su reproducción. Si antes mediados de los años ´70 el proceso de crecimiento es atomizado, después va a ser proceso que va a concentrarse en la producción de la ciudad.

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Si hasta mediados de los años ’70 la ciudad era básicamente popular y el mercado se orientaba a responder las demandas de los sectores populares, luego se produce un cambio y el mercado ya no se ocupa más de ello porque esa demanda ya no era solvente, ya no podía ser objeto de crédito, ya no tenía trabajo. Esto explica que no ha sido la sanción de la Ley 8912 lo que determinó la falta de loteos, sino que los sectores populares ya no podían llegar a la compra de un terreno, por razones ajenas al DL Nº 8912. A partir de entonces comienzan a darse otros procesos, como el de la reinversión mucho más aguda del territorio. La ciudad argentina presenta un doble proceso en el que, por un lado genera su extensión difusa, pero al mismo tiempo está concentrándose. Donde aparece un territorio hay una cuestión dual. No es que solamente en los ´90 aparece el country y el sproll como lógica de ocupación del territorio. Eso convive con la lógica anterior, avenida de por medio. Esto es el loteo tradicional que se va consolidando, que se va densificando, en parte se va ampliando y convive con este territorio de la dispersión, de la difusión, un espacio que los arquitectos no sabemos cómo tratar. Es un territorio de la incertidumbre, el de la orilla o de la periferia. En la ciudad Argentina conviven estos dos patrones, el atomizado, el del lote individual junto con el nuevo aparato arquitectónico. No es una cuestión de los pobres, es compartida también por los ricos. Empiezan a compartir el mismo territorio, empiezan a disputar el mismo territorio que es la periferia, con grandes countries, con grandes clubes, con una cantidad de nuevos usos y actividades urbanas, con grandes centros recreativos.

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Este es el escenario para repensar la agenda. Hay un doble proceso de fragmentación del territorio en Argentina, en general de América Latina. Es un proceso muy fuerte iniciado en los ´90, de aislamiento de los sectores populares. Esto de la pobreza aislada es una característica importante que es preciso comprender. Ya no es una pobreza conectada, sino que es una pobreza aislada. La capacidad que tuvo el modelo de los ´90 no solamente fue hacer más pobres, sino también aislarlos. El proceso de fragmentación es distinto, ya no son los grandes bloques de segregación socio- territorial del modelo anterior, en el que uno podía distinguir un San Isidro o un Vicente López, más o menos rico, y una Matanza más o menos pobre. El actual es una microfragmentación intensa en el territorio, muy diferente al proceso de fragmentación de antes de los ´70. Hay un cambio de patrón de ocupación, de utilización del territorio, donde hay un fuerte aislamiento de la pobreza y al mismo tiempo un aislamiento de los sectores de mayores ingresos. Hay un doble aislamiento, hay una doble fragmentación. Por lo tanto hoy estamos haciendo urbanismo en esta situación. En la Provincia de Buenos Aires, está presente esta cuestión de la fragmentación del territorio a través de estas nuevas urbanizaciones, donde hay esta doble situación que nos exige pensar de otra manera ese territorio. La crisis del país del año 2001 produjo una serie de cambios, una serie de transformaciones que nos generan la necesidad de renovar el debate sobre cuál es el modelo de desarrollo posible y si hay otro modelo posible. El debate sobre el papel del estado, sobre la recuperación de la política y del Estado como herramientas de transformación y sus limitaciones. Así se hace necesario analizar la relación entre la cohesión social, las políticas urbanas y el mercado de suelos, elemento central para desarrollar el nuevo debate. En una situación donde la exclusión social sigue siendo aguda, hay una serie de elementos que es interesante rescatar, como esta fuerte caída del nivel de pobreza, la caída del nivel de desempleo, el mejoramiento de una serie de indicadores sociales en los últimos cuatro años, de importancia para cualquiera de los que estamos desarrollando acciones urbanísticas en la Argentina. Pero en ese contexto hay todavía una cantidad de elementos que tienen una gran inercia del modelo anterior, por ejemplo, el modelo de desigualdad. Este es uno de los países más desiguales, que se parece al modelo chileno, donde las tasas de crecimiento son muy altas, pero la tasa de desigualdad sigue aumentando. Es un país que muestra que el 20% más rico se apropia del 52% de la renta del país, el 40% medio se apropia del 35% y el 40% más pobre se apropia solo del 12,8%. Esto se parece cada vez más al modelo chileno, de mayor desigualdad. Estos datos tienen relación con el modelo latinoamericano. Para Naciones Unidas, el continente más pobre es África. América Latina no es el continente más pobre, pero es el continente más desigual, mas inequitativo. Tiene una cantidad enorme de recursos pero es el lugar donde peor se distribuyen. Ello explica que en el ranking de los ricos del mundo hay muchos latinoamericanos y en el ranking de los pobres también. Si no consideramos esta característica es imposible hacer Urbanismo hoy, en un país que tiene altísimas tasas de crecimiento, extraordinarios índices de educación en la mayoría de sus niveles sociales, pero una desigual distribución del ingreso. La distribución del ingreso sigue siendo igual o peor que en los ´90. Ello requiere de una revisión del rol del Estado de cara a hacer Urbanismo. Un cambio de rol, un cambio del papel del estado, un cambio que permita pasar de la lógica neoempresarial de negación de la ciudadanía a un modelo de repolitización, como lo denominan algunos autores. De recuperación de la política como un instrumento de transformación. Y esto es valioso, esta reaparición del Estado como un actor importante para compensar los desequilibrios. En un trabajo de la Universidad de General Sarmiento he intentado exponer el proceso de multifragmentación, que ofrece como resultado un territorio en el que estamos trabajando, donde ya no hay grandes bloques de segregación, sino una microfragmentación territorial extraordinaria, limitada por una medianera. Estas situaciones están cada vez más presentes en la Argentina.

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Al mismo tiempo, el modelo argentino muestra una doble situación en el proceso de reproducción de la ciudad, en el que encontramos aspectos de los dos modelos vigentes, del modelo de las ciudades compactas, mediterráneas, del modelo europeo, y el modelo de las ciudades dispersas, del modelo norteamericano. Cuando uno empieza a ver qué es lo que pasó en el Gran Buenos Aires, en Bahía Blanca, en Córdoba, etc., se puede ver que los sectores medios altos son parte de la explicación del crecimiento de la ciudad compacta a través de la consolidación, la densificación de los barrios formales, pero también son parte de la explicación de la ciudad dispersa, a través de los countries y barrios cerrados. Pero no solo los sectores de altos y medios ingresos, también los sectores pobres y los sectores de la informalidad explican la ciudad compacta, a través de una fuerte densificación de villas, de los asentamientos, etc. y también explican la ciudad dispersa, a través de nuevas ocupaciones de periferia. Hay un doble proceso donde no se podría decir que la ciudad argentina sigue un modelo o el otro. Sigue los dos. En este sentido, la cuestión del suelo se ha hecho una cuestión central para explicar parte de los éxitos y fracasos de los planes y de las políticas urbanas de nuestras ciudades. La cuestión del suelo está cada vez más presente hoy en el debate, no solamente porque la Conferencia Episcopal Argentina, uno de los grupos de los obispos más conservadores que se puedan conocer, acaba de sacar un libro preocupada por la cuestión de la tierra, del suelo en la Argentina, sino porque la cuestión del suelo está siendo cada vez más motivo de investigaciones periodísticas que están apareciendo incluso en los libros de difusión popular. Hay un debate nuevo sobre la cuestión del suelo, sobre la cuestión de la tierra, que es importante y que está apareciendo en cualquiera de los diarios de la Argentina. Esto está cada vez más presente en el debate, más intensamente expresado en el debate social, pero también en los medios de comunicación. Es un debate sobre la cuestión del suelo. No es un debate sobre la arquitectura; lo que está en discusión es quién se apropia de la renta del suelo. Todo el debate del urbanismo actual hace eje en quién se queda con la renta. La aparición de esta cuestión en tantas publicaciones da cuenta de esto que hablamos. La primera cuestión para entender esto, es que el mercado de suelo es un mercado básicamente de localización. Lo que se vende en el mercado no aparece como entidad física. Lo que importa cuando se vende un terreno no es el terreno en sí, no es su característica física, lo que importa es su localización. Todo emprendimiento inmobiliario tiene tres condiciones básicas: la localización, la localización y la localización. Se pueden recuperar todas las plusvalías que genera un emprendimiento, todo lo demás es cuestión que el arquitecto haga más o menos algo bueno arquitectónicamente. Pero las tres condiciones básicas son la localización, la localización y la localización. El mercado de suelo es un mercado de localización porque si hay una condición determinante de este producto en el mercado, que lo hace diferente al resto de los productos que se comercializan, es que es irreproducible. Si las peras suben, puedo importar más peras o les digo a los productores que produzcan más, de modo que cuando tengo más peras el precio tiende a bajar. Pero con el suelo no es lo mismo. Si el suelo no está, no está. Si uno está buscando suelo en el Barrio de Caballito, no le interesa en otro lado. Esta condición de que no sea reproducible determina que sea una mercadería única en el mercado. Tiene un cierto porcentaje de precio de monopolio y esa capacidad de ser única en el mercado determina que sea un producto que no sigue las mismas reglas que los economistas neoliberales prevén. Por eso, cuando en Santiago de Chile empezó a subir el precio del suelo, los economistas de Pinochet recomendaron agrandar el área urbana, y agrandaron el área urbana y el suelo subió al doble. Es un producto absolutamente excepcional en este sentido. Por lo tanto hay que conocer cómo se forma el precio de ese producto que no es reproducible, cuáles son los elementos que lo constituyen. Hablaremos solamente del suelo, no del producto inmobiliario. Cuando se compra el suelo se paga un precio inicial. Y con ese precio inicial se compra una serie de derechos que otorga la

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escritura que da derecho a usarlo. Ese precio inicial, por el sólo paso del tiempo va a tener una serie de cambios. En principio, por el crecimiento de la ciudad y el proceso de urbanización. Si la ciudad crece, el precio tiende a crecer por la inversión y el esfuerzo que el conjunto de la sociedad hace en cada uno de sus terrenos. Uno puede quedarse quieto al lado de su terreno, sin usarlo, y solamente por el hecho de que el resto de la ciudad haya crecido, solo por el hecho de que el vecino haya construido un comercio, inauguraran una guardería, etc., el precio del suelo habrá aumentado. Hay un proceso de valorización debido a la inversión y al esfuerzo del conjunto de la sociedad. Hay un segundo elemento que opera sobre ese crecimiento de la ciudad, sobre ese proceso de urbanización, al que hay que darle respuesta. Hay que darles respuestas a las demandas de ese proceso de urbanización y esas respuestas se verifican a través de las obras públicas y la inversión del Estado. A través de estas obras públicas del estado el precio del suelo sigue creciendo. Aún cuando uno no haya hecho nada en el terreno desde que lo compró, volvió a aumentar el precio del suelo, ya que el Estado hace hospitales, escuelas, calles, etc. y aquí hay un esfuerzo del conjunto de la comunidad a través de ese actor central que es el Estado. Hay un tercer elemento. Si efectivamente la ciudad creció, esa ciudad en crecimiento tiene respuestas a las demandas del proceso de urbanización. Las reglas de juego y la densificación y especialización funcional cambian, y se modifican y actualizan las normas urbanísticas. Si un terreno era semi-rural o periférico y en cinco años pasó a ser urbano con factibilidad de construir viviendas, y dentro de otros cinco años se permite construir comercios y dos niveles de de altura más, por el solo dictado de estas normas urbanísticas volvió a aumentar el precio del suelo. Se advierten, por lo tanto, cuatro componentes importantes: la inversión inicial, la inversión de la sociedad, la inversión del estado a través de la obra pública y la modificación de la norma para explicar el precio del suelo. Es decir que, cuando uno compra, ¿qué compra? Cuando uno compra, compra un precio que estaba determinado por el mismo proceso detallado anteriormente. En ese precio se vuelve a encontrar los elementos 1, 2, 3 y 4 en el pasado. La totalidad del precio del suelo es debida al esfuerzo de la sociedad y el Estado. Son todos incrementos del precio ajenos al esfuerzo del propietario Hay aquí una renta que está generada por la acción social y por la acción del Estado, pero que es apropiada privadamente, sólo por el propietario. Esto es básico para entender porqué nuestras ciudades tienen los niveles de especulación que presentan, porque si la caracterización de todo negocio inmobiliario es la localización, es porque lo que se espera con la localización es que todo lo descripto suceda y que -sin hacer nada- el propietario pueda apropiarse de un producto generado externamente, de una renta generada externamente. Por lo tanto, la ciudad es básicamente el fruto del trabajo colectivo de una sociedad. Es un aparato que está permanentemente distribuyendo costos y beneficios. Cada decisión atomizada de cada inversor, del Estado, de cada familia, genera quien gana y quien pierde. Si la renta es una renta de localización, depende de lo que haga otro, y uno puedo ganas o perder. No es lo mismo que se construya una plaza que una fábrica de radioisótopos al lado de mi casa. Si es un enorme aparato de quien gana y quien pierde, ¿la política urbana tiene que seguir jugando el rol de lotería, del que gano o perdió por azar? Que nunca es por azar, porque sabemos quién pierde y quién gana. La responsabilidad social de redistribuir las rentas sobre el suelo para direccionar una ciudad sostenible ambiental y socialmente es responsabilidad de los que hacemos política urbana. No es un juego banal nuestra tarea de pintar con distintos colores los planos en las zonificaciones. Cada vez que pintamos de color un plano, cada vez que pasamos una raya de zonificación en una calle, cada vez que insistimos sobre un proyecto urbano estamos redistribuyendo renta, estamos diciendo quien va a ganar y quien va a perder, quien se va a llevar la renta y quien no se la va a llevar. Porque hay una cuestión central para entender la

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lógica entre mercado y planes urbanos y es que hay tres mecanismos que articulan este proceso de reproducción social en el espacio. Primero el proceso de calificación, el mercado califica diferencialmente, no califica igual, a un sector lo califica más que a otro, con lobby, con infraestructura, con nuevas obras, etc., para valorizar diferencialmente. Si califico diferencialmente y valorizo diferencialmente, el resultado sobre el espacio es la diferenciación de los sectores sociales. El mercado en definitiva es una enorme maquinaria de segregación y de diferenciación socio- espacial. Esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de tomar una decisión de política urbana, zonificación, etc. Hay una relación biunívoca entre estructura de precios del suelo y estructura urbana. Si uno mira la estructura de precios de una ciudad, advierte la estructura urbana. El que tiene la capacidad de modificar la estructura urbana, tiene la capacidad de modificar la estructura de precios. El que tiene la capacidad de modificar en parte alguno de estos atributos de la estructura urbana, tiene la capacidad de redistribuir renta y por lo tanto decidir quién gana y quien pierde. Y este es el Urbanismo que nosotros hacemos. Un Urbanismo ingenuo en estas cuestiones, desvestido de estas cuestiones, como si no pasara nada con cada decisión que tomamos en la renta. El precio es una especie de síntesis de lo que es una localización y la estructura de precios es una síntesis de lo que es la estructura de la ciudad. Está relacionada de una manera muy directa la estructura de precios con la estructura urbana. En los peores lugares urbanos, periferia, sin infraestructura, etc., los precios que medimos a finales del 2005 andaban entre 35 y 50 pesos el m2. El área urbana inmediatamente adyacente, que tiene expectativa, que puede cambiar en cualquier momento, pero es rural, es de 3 a 4 pesos. ¿Cuánto es el porcentaje de la diferencia entre 4 y 40, para tomar un promedio? El 1000%. ¿Conocen ustedes algún negocio lícito que tenga el 1000% de ganancia solamente porque le cambien la norma? Si está bien que el DL Nº 8912 haya aumentado los estándares, no está bien todo lo otro que provocó, porque dentro de ese 1000 % al especulador le cabe eso y mucho más. Creo que las exigencias impuestas por el DL Nº 8912 son muy limitadas, porque podría exigir mucho más. Podría exigir, como ahora ocurre en Brasil, que además de las calles, además de las plazas, además de los equipamientos, requiriera un 10% del suelo para destinarlo a vivienda social. Observando lo que está pasando, vemos que el Estado tiene que salir a comprar suelo para hacer las viviendas del Plan Federal. Lo que ocurre es que primero el Estado le cambió la norma al propietario, se lo pasó a urbano, después hizo las calles, la plaza, proveyó el agua potable y valorizó la tierra, y luego se la tiene que comprar, revalorizada, al propietario. El estado parece un tonto, que primero valoriza suelo y después lo compra al precio valorizado para hacer vivienda social. ¿Por qué razón estamos pagando con nuestros impuestos esa barbaridad? Además, ello refleja una cuestión más grave, que se desarrollan políticas de vivienda sin políticas de suelo. Muchos municipios o empresas debieron comprar tierras y en muchas ciudades lo único que hicieron fue pagar suelos en periferia, a un precio elevado. No se puede mantener una política de vivienda sin política de suelo. Las viviendas no van en el agua, en los árboles. Como todas las cosas tienen una localización espacial. El mercado de suelos tiene una gran capacidad para captar todos los usos y las externalidades actuales. Cuando se paga un precio del suelo, lo que se están cobrando es la capitalización actualizada de todas las plusvalías pasadas. Se cobra todo lo que ese suelo “ganó” en materia de obras públicas, etc., capitalizando todos los incrementos del suelo del pasado. Pero el mercado de suelos tiene otra capacidad, que es capitalizar todas las externalidades futuras. No solo cobra lo que pasó, sino que además -en función de que se construirá un shopping, que el Estado construirá viviendas en las proximidades- el mercado cobra según esas potencialidades futuras. Se cobra todas las plusvalías anteriores y capitaliza

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al día de hoy todas las plusvalías futuras que aún no se produjeron. Es un mercado de expectativa, lo que explica que un propietario pueda abstraer del mercado esa mercadería que es el suelo, retirarla del mercado y esperar que el precio suba. Nadie castiga eso, es una acción lícita en América Latina, que se pueda sacar el suelo del mercado, dejarlo vacante y provocar alteraciones y discontinuidades en el proceso de urbanización que suponen un incremento brutal en los costos de infraestructura, en los costos de su extensión, que pagamos todos. Si se retira la tierra del mercado, se produce una escasez artificial que hace que el alza del precio del suelo se cumpla. Es una premonición autocumplida. Esto no está penado, es legal, es lícito que todos paguemos una infraestructura carísima por suelo vacante, es lícito que los pobres se vayan cada vez más lejos porque no pueden pagar la tierra. En un trabajo que acabamos de finalizar para la Secretaría de Ambiente sobre el Riachuelo, se demuestra que tomando solo diez predios vacantes como muestra, con una densidad de 350 hab./ha. y realizando todas las cesiones que pide el DL Nº 8912 se puede alojar el 40% del crecimiento de la población de la cuenca Matanza- Riachuelo de los próximos 10 años. El proceso que reproduce la cuestión de la informalidad es causa y efecto de la pobreza. No es que la pobreza causa la informalidad, es que la informalidad tiene una relación biunívoca con la pobreza, porque en la informalidad todo es más caro y afirmamos esto también por el DL Nº 8912, porque pone en el nivel de la informalidad a la mayoría de los habitantes de la Provincia de Buenos Aires. Hasta trabajar es más caro, porque en muchos barrios no pueden dar su dirección para buscar trabajo, porque los descalifica y no se lo otorgan. Así es que tienen que salir a alquilar, porque vivir en la informalidad significa pagar para tener trabajo. En gran parte la informalidad del suelo explica la mayor pobreza y la exclusión, es un ámbito que se cierra sobre sí mismo. Sin embargo, las recetas del Banco Mundial dicen que se siga el modelo chileno. Son 400.000 personas, en casitas iguales, en la periferia. En este proceso, puede observarse una publicidad actual, en la que el Sr. Urbano ofrecía hace un año atrás en Corrientes, lotes desde $ 75.- La publicidad muestra la avenida pavimentada por el Estado, por supuesto, la policía, la panadería, las viviendas del Instituto de la Vivienda, es decir, todo el esfuerzo de la sociedad para que ese señor pueda vender más caro su terreno, en un suelo que estuvo vacante, Si el Instituto de la Vivienda quiere comprar esos terrenos para hacer más viviendas, lo tiene que pagar a ese precio, suelo que valorizó él mismo, construyendo esta guardería, este centro de salud, este destacamento de Policía, esta Iglesia, llevando infraestructura, construyendo las avenidas, etc. Todo el esfuerzo de la sociedad para que unos señores hayan mantenido sus terrenos en el borde y ello constituye la política urbana oficial. Este es el debate del urbanismo de hoy, de cómo y quién financia las urbanizaciones de hoy. Hoy hay que recomponer este debate, pues hay condiciones objetivas para hacerlo, hay una serie de señales del Gobierno que están diciendo queremos un Estado presente. Entonces rediscutamos esta cuestión, cómo estamos haciendo Urbanismo. Revisemos la política de regulación del suelo urbano y su articulación con otras políticas públicas. La lógica de reproducción de la ciudad es de base económica. ¿Cuántos Directores, Secretarios de Planeamiento se juntan con los Secretarios de Hacienda para ver la Política Urbana? ¿Cuántos instrumentos de debate tributario están contribuyendo a una mejor política urbana de nuestras ciudades? Al castigo a la especulación, a la reorientación de usos. ¿Cómo vamos a pensar que solamente con el código de zonificación, la ciudad se va a mover como nosotros queremos? El Urbanismo es una política que necesita ser compleja en instrumentos, urbanísticos, del proyecto, de arquitectura, tributarios, económicos, administrativos. En una ciudad -que no voy a nombrar para ser cuidadoso- si una gran empresa se instalaba luego de diez pasos de trámites, resultaba aprobaba porque se necesitaba ampliar las fuentes de empleo. Pero si una ONG quería aprobar algo para sectores populares tenía que dar sesenta pasos administrativos. Esto es al revés de lo que tenemos que hacer. También las normas administrativas, urbanísticas, económicas, tributarias, deben modificarse. No se puede seguir haciendo Urbanismo hoy así. Este es un momento donde se puede rediscutir esto, donde no hay un discurso único, donde es posible la articulación con otras políticas y superar este

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Urbanismo predio a predio, lote a lote. Si no hay planes de sector, que prevean las conexiones, las vinculaciones, cada uno urbaniza su sector y se otorga su aprobación lote a lote.

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