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enfoques
| Domingo 2 De marzo De 2014
planetario
Paradojas capitalistas: viviendas vacías y gente sin techo josefina salomón
PARA LA NACION
LONDRES.– En la Europa de la crisis, algunas cuentas se están volviendo casi imposibles de explicar. Según un informe publicado esta semana por el matutino británico The Guardian, actualmente hay 11 millones de propiedades desocupadas en Europa y más de cuatro millones de personas sin hogar. En el Reino Unido, la cifra de casas y departamentos inhabitados trepa los 700.000 y quienes no tienen dónde dormir ya alcanzan a ser miles y van en aumento. Los expertos dicen que el fenómeno responde a que cada vez más personas especulan con el mercado inmobiliario –compran propiedades que
dejan sin habitar esperando que los precios sigan aumentando– y los gobiernos evaden su responsabilidad social. Pero una nueva camada de organizaciones sociales ha sugerido una posible solución. Proponen que los sin techo puedan hacer “reclamos ciudadanos” al gobierno sobre propiedades que han estado deshabitadas por más de dos años. La idea es que las autoridades intenten convencer a los propietarios de que pongan sus departamentos en alquiler a precios razonables. Aunque no supondría ninguna obligación para los propietarios, la propuesta es vista como una solución viable a un problema que está causando estragos en el Viejo Continente. ß
“Piñericifras”, el último intento para remontar la popularidad carlos vergara
CORRESPONSAL EN CHILE
SANTIAGO.– En un simpático guiño humorístico, el presidente Sebastián Piñera, quien dejará el poder el próximo 11 de marzo en manos de Michelle Bachelet, se hizo cargo de las eternas mofas recibidas por sus continuas gaffes, bautizadas popularmente como “Piñericosas”. Con la intención de remarcar los buenos números de su gestión, los cuales no se condicen con su esmirriada popularidad, el gobierno lanzó esta semana una llamativa propaganda a modo de infografía, titulada “Piñericifras”, e ilustrada graciosamente con caricaturas de corte infantil. Por ejemplo, pueden verse carreteras y casitas junto a textos tales como
“96% de avance general de la reconstrucción (tras el sismo de 2010), 3300 km pavimentados y más de un millón de subsidios de vivienda”. Los ahorros de Chile en sus fondos soberanos están representados por un dibujo de la clásica alcancía con forma de cerdito, que compara los más de US$23.000 millones de 2013 con los poco menos de US$15.000 millones legados por Bachelet en 2009. De la misma forma se hace alusión al salario mínimo, los nuevos empleos, las inversiones en salud y educación. Al futuro gobierno no le ha gustado mucho esta comparación y ha atacado constantemente la fidelidad de los datos piñeristas, al denunciar una y otra vez “la letra chica” de sus anuncios. ß
La 2 puente aéreo
Los costos reales de una revolución imaginaria Martín Rodríguez Yebra
—CORRESPONSAL EN ESPAñA—
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MADRID
ugar a derrotar imperios suele salir caro. Es un ejercicio embriagador, que agiganta a quienes lo practican y alimenta ilusiones de heroísmo colectivo. Hasta que un día empiezan a llegar las facturas. En general, todas juntas y con intereses apetitosos. Será que los imperios nos tienen tomado el tiempo o que no los derrotamos lo suficiente, pero la Argentina vive estos días en la cola de la caja. El “acuerdo amistoso” con Repsol para pagarle la apoteósica nacionalización de YPF es la primera de esas cuentas que el gobierno kirchnerista concede saldar. Les reconoce a los conquistadores españoles 5000 millones de dólares en bonos, más otros 1000 millones más por si resulta –como resultará– que esa deuda vale menos en el mercado. Para que aceptaran firmar la paz, debió admitir intereses cercanos al 9% en dólares, el triple de lo que ofrecen para financiarse las potencias desarrolladas; el doble de lo que pagan los países vecinos. En el próximo decenio, sólo el pago de intereses consumirá unos 500 millones de dólares al año: un 40% más que el beneficio que obtuvo el Estado por su parte en YPF durante 2013. Dos años de rebeldía congelaron las inversiones ibéricas, que en cambio crecieron en Chile, Colombia, Brasil y Perú. España, además, cerró el mercado de biodiésel a las exportaciones argentinas, que reportaban 1000 millones de dólares al año. Y el repudio del mundo financiero a las formas en que el Gobierno tomó la petrolera contribuyó a cincelar la imagen del país como un territorio para aventureros del riesgo. El festejo nacionalista por la reconquista de YPF se liga a jornadas de gloria como aquella del ovacionado discurso de Rodríguez Saá en el que declaró el default. Ahí está Axel Kicillof tratando de remontar ese triunfo, que a diferencia del caso Repsol no puede achacársele a él. Retomar el pago de la deuda con el Club de París y vencer a los holdouts en Nueva York son los próximos capítulos del fin de fiesta. Echar al FMI mereció libros enteros en la biblia kirchnerista. Los burócratas de Washington tuvieron paciencia y están consiguiendo, en días de sequía, imponer sus recetas: blanqueo de la inflación, recorte de salarios, reducción del gasto público. Torear a Estados Unidos fue un deporte recurrente de la era kirchnerista. Ahora, fuera de la agenda del principal inversor del mundo y necesitados de la ayuda de esta gente que imprime los dólares, viene el acercamiento. En la hoguera de la redención arde el acuerdo con Irán por la AMIA. Se recomienda esperar concesiones más onerosas que la revisión de una andanza diplomática. Los ajustes son así. Llegan en la mala. El realismo tardío de la Presidenta deberá probarse eficaz para otras misiones, como convencer a Europa de que es mejor firmar un acuerdo comercial con todo el Mercosur y no sólo con Brasil. No hay que descartar que el kirchnerismo consiga legar unas relaciones saneadas con el mundo. Más difícil es pensar que cuando miremos atrás se verán millones de personas saliendo de la pobreza, rutas modernas, independencia energética, industrialización. Progreso, al fin. Quedará, sí, la pila de facturas que ya se acumula. Será hora de pagar en cómodas cuotas la nostalgia de una revolución imaginaria.ß
g Una tragedia a cielo abierto Por Diana Fernández Irusta | Foto Santiago Filipuzzi buenos aires, 26 de febrero de 2014. Un paraguas, un banco, una cinta: trazos, un boceto de hogar. Y dentro, la mujer, el niño, la manta y su estampado de perritos. Hubo muchas mujeres, muchos niños, abuelas y banquitos, frazadas con que responder al repentino otoño que irrumpió en febrero. Imágenes que podrían haber sido bucólicas –el pasto, las voces infantiles que se adivinan en el aire– si no fuera que un niño arropado en una manta con perritos, con un torpe trazado perimetral por casa, tierra contaminada a los pies y la nada misma sobre la cabeza poco tiene de bucólico y mucho de tragedia. En el mismo descampado donde el bebe de la foto duerme
Humor
plácido –ignorante de todo cuanto faltará en su vida simplemente porque nació donde nació– alguien encendió un fuego, alguien protestó por eso; hubo una pelea, tres tiros, un muerto. En ese mismo predio arreciaron las acusaciones: vecinos de la villa 20 airados con los okupas del amplio terreno que se extiende frente a ellos, un espacio que debería haber sido urbanizado, pero no lo fue. Sin embargo, esa tierra declarada insalubre, que nadie querría para sí mismo o para sus hijos, es preciado objeto de deseo para quienes la ocupan. Para construir y luego subalquilar, se denuncia. Para habitarla a falta de otra cosa, se proclama. Como de costumbre, sobrevuelan nombres de punteros,
personajes de manejos dudosos, la consabida impericia, las acusaciones cruzadas entre Gobierno y Ciudad. Y estarán, muy probablemente, los profesionales de la exclusión: hay que saber convertir en negocio un recuadro de tierra contaminada; hay que tener recursos para ver dónde hay alguien lo suficientemente arrasado como para creer que un mero resto es una oportunidad. La sospecha es que muchos de ellos, víctimas, buscas, vivillos y victimarios, habrán dormido alguna vez al descampado, arropados en una manta con perritos, ignorantes de todo lo que se les estaba negando. Mientras los funcionarios de turno seguían perdidos en sus cosas. ß
opinión
En Ucrania, más geopolítica que choque de civilizaciones Miguel Ángel Bastenier —EL PAíS—
Mike Keefe/ estados unidos –¡Papi! ¡Billy está tratando de comprar la Avenida Báltica con bitcoins! –¡Tramposo!
Joep bertrams/ Holanda Uganda se suma a la corriente de intolerancia gay con una polémica legislación.
E
MADRID
l problema de Ucrania se ha venido comúnmente presentando como un conflicto de civilizaciones. De un lado, está la Santa Rusia, autoritaria, ortodoxa, paneslava, flanqueando a cerca de la mitad de ucranianos de lengua rusa; y del otro, una segunda mitad que habla ucraniano, y se supone que se siente atraída por la Europa de los valores occidentales y democráticos. Escrutado el conflicto parece, sin embargo, mucho más de pura geopolítica y de ver quién se queda con más o menos Ucrania, si el Este o el Oeste. Con el presidente derrocado Viktor Yanukovich refugiado en el país rusófono, y Kiev, legislando ya en nombre del nacionalismo ucraniano, cabe imaginar dos evoluciones principales. Por un lado, algún tipo de partición, formal o de facto, que pondría la parte mayoritariamente rusófona del antiguo principado de Kiev bajo control de Moscú, y en especial la pe-
nínsula de Crimea, que nunca dejó de ser rusa y es una gran base de la flota postsoviética. Y la neutralización, como se hizo en tiempos del telón de acero con Austria y Finlandia, lo que permitiría el mantenimiento de la unidad del país. Esta última podría ser la solución preferida de las potencias, incluso de Rusia, que si hubiera salido perdiendo en su forcejeo con la Unión Europea y Estados Unidos para llevarse Ucrania a su pacto euroasiático, habría evitado, sin embargo, que Kiev se convirtiera en un peón avanzado de la estrategia occidental, como un puñal que apunta al corazón de la gran potencia moscovita. Pero hay que contar, en cualquier previsión, con las pasiones de los dos nacionalismos, el ucraniano y el paneslavismo ruso. *** Ucrania forma parte de Rusia desde 1654, y es tan importante para el imperio en reconstrucción del presidente Vladimir Putin como Escocia lo es para el Reino Unido y no mucho menos que lo que Cataluña
representa para el resto de España. El nacionalismo ruso vería como traición histórica la europeización exprés de sus hermanos ucranianos, y, aún más, habida cuenta de que, según la versión oficial de Moscú que Washington desmiente, Mikhail Gorbachov se plegó a la unificación de Alemania a condición de que la OTAN no se extendiera hacia el Este. Lo contrario de lo ocurrido. Y el otro nacionalismo, el ucraniano, no tiene tanto que ver con los llamados “valores europeos”. Su formación política central es el partido Svoboda, con 38 escaños en el Parlamento de Kiev, antiguamente Partido Nacional-Social de Ucrania, uno de cuyos gritos de guerra es “Gloria a la nación, muerte a sus enemigos”, entre los que figuran destacadamente los comunistas, y la gran figura de su panteón histórico es Bandera, el líder del ejército pronazi de Ucrania en la Segunda Guerra, que participó en los criminales pogromos contra los judíos. ¿Conflicto de valores? Menos que de pasiones nacionales y materialidades geopolíticas. El interrogante es: ¿qué Ucrania es la que sale de todo esto, y si son dos, cómo se reparten?ß