Ficha. Obras de la Colección Banco de la Nación Argentina, documentos fotográficos y setenta pinturas de fines del siglo XIX a la fecha, en el Centro Cultural Borges (Viamonte y San Martín), hasta el 16 de enero. Entrada libre y gratuita
Publicidad, de Jorge Macchi, Premio 2000
Dos tiempos, dos historias El Retrato de Carlos Pellegrini, de 1904, firmado por el valenciano Joaquín de Sorolla y Bastida, marca el despertar de una nación, pero también una matriz de coleccionismo anclada en el modelo europeo. A la derecha, Publicidad, instalación de Jorge Macchi distinguida con el 1° Premio Banco Nación de 2000,recordadas ediciones que con calidad y rigor organizó Jorge López Anaya.
Iniciativas Colección inédita
Jorge Gómez, el Zonda y los capots en la galería Daniel Maman
El hombre detrás del capot POR ALICIA DE ARTEAGA La Nacion
Le he pedido más de una vez a Jorge Gómez que me contara el origen de los capots de Porsche intervenidos por artistas argentinos, y la verdad es que se parece al sueño del pibe. Primero, su relato irradia un orgullo primordial por recordar siempre que se hizo solo. Vendía bombitas en una ferretería hasta que puso todas las fichas en “los automáticos para los tanques de agua”. Así comenzó a moverse la rueda de la fortuna. Fundó su propia empresa empeñando sus ahorros y los de su madre. Jorge es único hijo y asegura que las cosas le salieron bien en la vida porque su madre confiaba ciegamente en él. “Todo lo que hagas lo harás bien.” Y el vaticinio se cumplió. La empresa sigue viento en popa, el catálogo de productos tiene cada vez más páginas y los sueños de Jorge (su frase preferida es “hay que soñar despierto”) se prolongaron mucho más allá de los negocios. Logró colocar un avión Cessna fuera de uso, intervenido por Jorge Páez Vilaró, en los altos de su fábrica, y el artista Ricardo Roux pintó la fachada con colores intensos para convertirla en una alegría para el barrio. Los coches de líneas aerodinámicas y las velociodades extremas
fueron siempre una pasión del empresario que en tren de soñar despierto, se propuso comprar un auténtico Horacio Pagani, una máquina salida de los talleres de Módena, donde el constructor nacido en Casilda se hizo famoso. Otra historia increíble: a Pagani lo llaman en los círculos fierreros “el Ettore Bugatti del siglo XXI”, comparación que lo coloca en la cima. Ettore, hijo de Carlo, el ebanista, y hermano de Rembrandt, que llevó a un terreno poético las esculturas de animales, ganó fama mundial por sus coches de carrera y por la Bugatti Royale, que nunca estrenó Alfonso XIII y que fue en su momento el auto más caro del mundo. Este paréntesis para explicar a dónde apuntaba Jorge Gómez con sus sueños. A lo mejor de cada casa. En el último año ha invertido en arte argentino lo que pocos. Completó una colección sobre un soporte inédito, el capot, del Porsche GT2, con la curaduría de la galerista Loreto Arenas. Son 24 obras firmadas por Minujín, Polesello, Benedit, Stupía, Compagnucci y Schvartz, entre otros, más dos capots Zonda por Daniela Boo y Polesello. Próximo sueño: exhibirlos en el Museo Porsche de Alemania. Ya tiene fecha puesta.
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23 Viernes 14 de enero de 2011
Carlos Pellegrini, por Joaquín Sorolla
Tres vectores articulan el relato curatorial. La situación imponía criterios cronológicos que salvaran heterogeneidad, autoría, correlato y significación. Desde la fundación del Banco se adquirieron obras, lo que supuso la intervención de asesores y estéticas disímiles. Cabe señalar la amplitud de criterios que desde la obra de Karl Kaufman (c. 1890) culmina en la de León Ferrari. Entre estos polos median doscientos años de arte argentino. En el intermezzo, la muestra ofrece producciones de Eduardo Sívori (de actuación pedagógica eminente), los impresionistas Walter de Navazio, Fernado Fader, seguidos por el inmortal creador de Breve historia de Ema, Lino Enea Spilimbergo, Horacio Butler, y los exaltados coloristas Raúl Russo y Luis Seoane, tan gallego como argentino, que sembró de murales y xilografías la tierra natal. Surrealistas, geométricos, abstractos, vanguardistas de toda laya y análoga calidad se despliegan el el CCB. Un lote menor –en número– repasa el desarrollo de la escultura con aportes de Curatella Manes y Alicia Penalba. La enumeración sería farragosa y si se pretendiera exhaustiva incurriría en necedad (Griselda Gambaro dixit). Sólo cabe encomendar con fervor esta recuperación del patrimonio esencial de los argentinos. El Bicentenario disparó dorados dardos, cuya expansión a futuro se sustenta en parte en la demanda del público.
ANÍBAL GRECO
oculto en los años noventa. Pero el desafío excedía la mera investigación.Espigar cuatrocientas obras (dibujos, grabados, pinturas, esculturas), seleccionar en función del lugar de exhibición, restaurar, poner en valor y establecer un relato histórico y estético que se inicia en el siglo XIX hasta hoy es muy otra cosa. Si se suma la data, la autoría, el carácter del ingreso al patrimonio (donación, adquisición recomendada por diversos asesores), se tendrán indicios de la labor de Olivieri. Procedió con buen criterio a disponer un introito que contextualiza el origen y los protagonistas de la colección Banco de la Nación Argentina. El historiador Gabriel Miremont fue factor decisivo en este aspecto. En la sección alternan retratos de los presidentes del banco, con Carlos Pellegrini a la cabeza. El galante pincel de Joaquín Sorolla y Bastida, con fluidez digna de Sargent, muestra la fina estampa de quien fue hijo de otro Pellegrini, arquitecto saboyano que, anclado en el Río de la Plata, por necesidad devino pintor. Lo que va de uno a otro alega sobre la movilidad social de una época hoy denostada por quienes sustentan más prejuicios ideológicos que conocimiento de los procesos sociales. Fotos de la ciudad y el mobiliario original del Banco Nación ambientan con eficacia el inicio de la colección. Lo expuesto interesa, y en puntos cúlmines, provoca admiración. Doscientos años de vida artística y sus concomitancias históricas y sociales ameritan la extensión de la muestra, con clausura prevista para mediados de enero. Es una pena, por la importancia del material y del esfuerzo, que podrían disfrutar, distendidos, propios y extranjeros de paso deseosos de “algo más”.