MICHAEL CASEY
JIM FITZPATRICK
INVESTIGACIÓN | EL INSÓLITO DESTINO DE UNA IMAGEN
VERSIONES. El Che Guevara en un afiche de vodka Smirnoff; un acto en la Plaza de Mayo, el 24 de marzo de 2007; el póster de Fitzpatrick; en la pág. opuesta, la foto original de Korda
El Che de Korda, ícono de mil caras En Che’s Afterlife, el periodista Michael Casey narra cómo la más célebre foto de Ernesto Guevara se extendió por el mundo impulsada por la política, el comercio y la moda POR HÉCTOR M. GUYOT De la Redacción de La Nacion
E
n la madrugada del 4 de marzo de 1960, el carguero La Coubre, amarrado en el puerto de La Habana con armas belgas en sus entrañas, estalló en pedazos. Fidel Castro atribuyó el atentado a la CIA y al día siguiente, en el funeral público de las más de setenta víctimas, embistió contra Estados Unidos y acuñó su célebre “Patria o muerte”. Entre la multitud se movía Alberto Díaz Gutiérrez, un fotógrafo de modas con fama de bon vivant que se había vuelto, gracias a su buen trato con el líder cubano, el reportero gráfico oficial de la Revolución. Además de las obligadas tomas de Castro, le habían ordenado seguir a dos visitas extranjeras cuya presencia en la isla tenía un enorme peso simbólico: Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. En eso estaba cuando en la mira apareció, con su chaqueta y su boina, el joven presidente del banco central, un argentino que había impresionado a los influyentes intelectuales franceses con sus ideas y su energía. El fotógrafo, más conocido como Alberto Korda, disparó su Leica y lo congeló en el tiempo. Relegada por la imagen de Fidel y las de sus ilustres visitas, la fotografía
10 | adn | Sábado 13 de junio de 2009
de Ernesto Guevara no apareció en los diarios al día siguiente. Su hora llegaría casi una década más tarde, después de que la muerte del Che en Bolivia sellara el mito del revolucionario perfecto. Catapultada por las revueltas juveniles de 1968, la imagen conquistaría el mundo y hoy asoma como estandarte de los más disímiles movimientos políticos y estampada en remeras, relojes y zapatillas. Beben de ella tanto Hugo Chávez, Evo Morales y el líder del Hezbollah libanés como empresarios que venden gaseosas en Bolivia, snowboards en Suiza y vinos en Italia. Luce, indistintamente, en una bikini de la supermodelo brasileña Gisele Bündchen, en un collar del actor Johnny Depp y en el yacht de lujo (el Che Guevara II) de Al Saadi Mootsam, el hijo playboy del líder libio Muhammar Khadafi. “Siempre está relacionada con la rebelión y la resistencia, pero en cada país la gente toma la imagen como si les estuviera hablando a ellos mismos y a su propia causa. Está hecha de todo lo que han proyectado sobre ella, incluso aquellos que odian al Che”, dice Michael Casey, nacido en Australia y jefe de la oficina de Buenos Aires de Dow Jones Newswires, autor de Che’s Afterlife. The Legacy of an Image (Vintage Books). Esa vida después de la vida a la que alude el título del libro descansa en la foto de Korda, para muchos la imagen más reproducida en el mundo después de aquella en la que Marilyn Monroe, parada sobre el respiradero del subte, aplaca el vuelo de su indiscreta pollera. Según Casey, también corresponsal de The Wall Street Journal, “Guerrillero heroico” (así fue bautizada la foto) condensa una multiplicidad de sentidos que atraviesan lo político, lo comercial, la moda y la cultura popular, y es el ícono posmoderno por excelencia. Su fascinan-
te investigación, que lo llevó a recorrer distintos rincones del globo, confirma lo dicho por Susan Sontag: las fotografías tienen una vida propia independiente de aquello que les dio origen. La de Korda quizá sea el ejemplo más cabal: nada más alejado del Che histórico que algunas de las lecturas que ha suscitado. Fue su autor quien empezó a divorciar la foto de la realidad. Al editarla, quitó unas ramas de palmera del margen derecho y cortó del otro lado el medio perfil del periodista argentino Jorge Masetti (que tras fundar la agencia Prensa Latina encabezaría, en 1964, una primera y frustrada incursión guerrillera en el norte argentino). Sin referencias externas, la mirada de Guevara, entonces de 31 años, parece avizorar la eterna promesa del futuro y resulta tan inescrutable, señala Casey, como la sonrisa de la Mona Lisa. “El Che de carne y hueso se fue transformando en una idea –agrega, en diálogo con adnCULTURA–. Y el primero en usar la foto de esta forma fue el propio Castro.” El líder cubano apeló a la imagen del Che en 1967, al advertir que las críticas
Michael Casey
de Guevara al régimen soviético y a Estados Unidos lo habían hecho popular entre los intelectuales, los artistas y los estudiantes de izquierda del viejo continente. Mientras que en términos económicos Cuba se volvía cada vez más dependiente de la Unión Soviética, la imagen, que empezó a multiplicarse en lugares públicos de La Habana, le permitía al régimen –señala Casey– exhibir una ilusoria independencia política. De la isla a Europa
La muerte del Che, ocurrida en octubre de ese año, suma otra foto a la historia: aquella en la que Guevara, sin vida pero con los ojos abiertos, yace acostado en un lavatorio del hospital de Vallegrande, Bolivia, bajo la mirada de los oficiales y soldados que lo habían capturado en La Higuera. El crítico y novelista británico John Berger señaló entonces que esa imagen del fotógrafo boliviano Freddy Alborta remite a dos famosas pinturas: La lección de anatomía, de Rembrandt, y Cristo muerto, del pintor del Quattrocento italiano Andrea Mantegna. Guevara había actuado su destino y adquiría estatus de mártir. “La foto de Alborta, que muestra una muerte joven y trágica, casi romántica, la de un hombre que ofrenda la vida por sus convicciones, reforzó el mito. Sin embargo, prevalecerá la imagen de Korda, la de un Che vivo que desafía a la muerte”, apunta Casey. “Guerrillero heroico” ganó Europa de la mano de Giangiacomo Feltrinelli. Editor de familia aristocrática reconvertido en militante, Feltrinelli, que moriría en 1972 por la prematura explosión de la bomba que estaba colocando en una torre eléctrica en Milán, había visitado el estudio de Korda en Cuba y se había llevado consigo una copia de la foto. Con ella habría impreso un millón de