Espectáculos
Página 2/Sección 4/LA NACION
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Martes 7 de agosto de 2007
Amigorena y el sueño del pibe: canta, actúa y lo llama un tal Coppola
Las mil caras de un actor Continuación de la Pág. 1, Col. 2
Flash, un superhéroe. Paradojas de la vida: el mismo fulano que tantas veces sintió que estaba perdiendo el tiempo ahora está en pleno. “Por vagancia o por falta de laburo, gran parte de mi vida la dediqué a no hacer nada. Pero a mi manera, iba sembrando. Ahora empezó a salir la cosa de puro consecuente que soy, ¿entendés?” Mike es mendocino. Dice que desde pibe siempre quiso ser actor. “Soy el más chico entre una serie de hermanas –apunta–. En ese contexto, no me quedaba otra cosa que jugar solo. De ahí me viene todo: mi gusto por la imitación, el camuflaje, la composición.” Y así fue como el actor que todos quisiéramos tener de invitado en una fiesta de cumpleaños terminó en El niño argentino, elogiadísimo y multipremiado trabajo de Mauricio Kartun que va por su cuarta sala, que en 143 funciones convocó a la friolera de 24.300 personas, que se acaba de mudar al Teatro del Pueblo y sigue en ruta. –¿Cómo puede ser que una obra escrita en verso, que es un tanto larga y que no tiene actores famosos sea un éxito? –Porque cautiva. Eso. Es una pieza de una riqueza comparable a obras grandes de la literatura. Debe de ser el texto cumbre (¿se dirá así?) de Kartun. El tipo “vomita” todo ahí. Después, esa obra se empezó a fusionar con las texturas de Osqui Guzmán, María Inés Sancerni y la mía. Te diría que fue una gran
comunión, cosa que no pasa siempre. Por eso es imposible que la gente no salga fascinada. –¿Vos también sentís esa fascinación al hacerla? –Mirá: yo la hago porque es una cuestión de amor, porque no podría dejar de hacerla. En general, hacer teatro me cansa. A los cuatro meses, ya quiero hacer otra cosa, pero esta obra se apoderó de nosotros. Me angustio si pienso que no voy a hacerla; a ese nivel. Eso se transmite; no hay con qué darle. Además, me llegó en el momento justo y hago de todo: toco la guitarra, bailo, hago sonidos. Tiene momentos dramáticos; muestro el culo... ¡Qué sé yo! A partir de ese espectáculo, sumó algunos premios para la repisa de su casa y, dentro del panorama teatral, se ubicó en un lugar de mayor consideración. “Además, vino lo de Coppola. ¿Querés algo más surrealista que eso?”, apunta, en medio de un palacio del chaw fan convertido en un set televisivo.
Capítulo 1: El padrino Con el señor de Apocalypse now, la cosa fue así. Una noche, minutos antes de la función de El niño argentino, alguien dijo, al borde de un ataque de nervios: “¡Está Coppola en la platea!”. ¡Chan! El pánico se extendió. Después de la función, Francis Ford saludó a cada uno de los actores y a los cinco días llamó a Mike para decirle que quería hacer un casting. “Una locura, ¿no? ¡Reloco! Con Paola Krum hicimos una improvisación en un medio de un ambiente más bulli-
cioso que éste. Nos llevó a una cantina frente a la Bombonera, con siete mesas por metro cuadrado. Imaginate: improvisamos, cantamos, jugamos, tomamos y después nos dimos un abrazo. El resto se verá. Igualmente, yo ya estoy hecho. –¿Tenés resuelto el ego de acá a varios años? –¡Claro! Pero ojo: este tipo de acontecimiento me llegó gracias a El niño argentino, ¿entendés? Sin querer jactarme de nada, es como que me instalé en el medio teatral. Se me valora mucho más, aunque eso, como te decía, tiene que ver con haber sido consecuente. Nada más que eso. El sabía que “eso” iba a llegar. Y aunque sepa que su carta de presentación está ligada a la comedia, su instrumento actoral es amplio. Por eso, durante la nota está vestido de esta especie de Chapulín Colorado; por eso en las fotos de la nota pela facha; por eso hace El niño argentino; por eso está por filmar una película; por eso acaba de hacer El capo en la televisión, y por eso canta en Ambulancia junto a un grupo de amigotes (ver recuadro).
Capítulo 2: de dónde vengo El dice que en Mendoza no hizo nada. “Mucho huevo”, apunta, sin muchas vueltas. “Un chico con problemas de conducta”, agrega el ex inadaptadito social. Se vino a Buenos Aire a los 19 años; tiene 35 y, con la idea de ser otra persona, se puso a estudiar actuación. –¿Te refundaste? –No. Eso de la refundación vino des-
Osqui Guzmán y Amigorena, en El niño argentino, la obra de Kartun que se presenta en el Teatro del Pueblo pués. Hace poco, te diría: en 1998. Ahí comienza mi carrera con Despertar de primavera, en el IFT, y después vinieron trabajos con Cristina Moreira y Lía Jelín. En el medio laburé en Los Benvenuto, en Casi toda, casi nada; pero pésimo. Igualmente, lo primero que hice en tele fue Cara bonita, con la Fulop. Era una escena y fue terrible. “Debía entrar y decir: «La esperan a la señora en Obstetricia». Todo mi ser estaba ocupándose de decir «obs-te-tricia». ¡Desastre! Pero me siento orgulloso de mi osadía”, dice, sin muchos rodeos, de la misma forma que un día plantó todo en Mendoza. Cuando vuelve a sus pagos, se siente una especie de Clark
Gable. “Saben que estaba para atrás y que pude”, dice con cierto orgullo que va más allá de lo artístico.
Capítulo 3: Bowie & Batato En este recorrido, dice del grupo Ambulancia: “Comenzó a convertirse en algo superpoderoso. Empezamos hace dos años, y ahora nos estamos adueñando de un mundo que va cobrando vida, fluidez, horas de vuelo”. En Clásica y Moderna empezaron en marzo para ver qué onda había y la onda se expandió. “Cantar me rompe la cabeza. Lo que hacemos es una mezcla de David Bowie con Batato Barea, ¿entendés? Es que si bien soy actor, toda la vida can-
té, imité. Lo que mejor tengo es la oreja –dice quien tiene cubierta la cabeza con una especie de máscara de la que le asoman dos orejas de plástico de un amarillo furioso–. En Ambulancia saco una especie de tipo andrógino que seguramente viene de mi parte femenina. Cuando lo vio mi hermana –que es mendocina, médica y cero en arte– me dijo: «Es un compendio de tu vida». Me partió.” Lo llaman a grabar. Y ahí va el niño en cuestión, en medio del tipo del yoyó, los cuentos con el tío Francis Ford, el superhéroe bizarro, el ex vago recuperado, el chico de una publicidad de Sprayette, el Rolando de Sos mi vida y la bestia pop de Ambulancia, ¿entendés?
Los actores-músicos crean distintos climas con cada tema SOLEDAD AZNARES
Ambulancia: humor, teatro y música pop Originales versiones de conocidos hits En general, el valor de una banda de covers se mide según qué tan parecidos a los originales suenan los temas que tocan. Con Ambulancia pasa lo contrario. Uno de sus puntos más fuertes es su capacidad de transformar una canción muy conocida en algo nuevo y original. Así “Vení Raquel”, de los Auténticos Decadentes, se convierte en un tema que podría ser de Spinetta; una canción de Julio Iglesias se transforma en un extraño rap y “God Save the Queen”, de los Sex Pistols, muta en una elegante melodía swing. El problema está en intentar calificar a Ambulancia como una banda de covers, cuando en realidad es una performance que combina música, teatro y humor, de una forma indescriptible. Todo lo que se refiere a esta banda es, en algún punto, indescriptible. Resulta difícil definir al espectáculo en una disciplina (música o teatro), o encasillar a cada integrante del grupo en un rol, ya que hay un constante intercambio de instrumentos y de ubicaciones en el escenario. Sí se puede afirmar con seguridad que el rol central lo ocupa Mike Amigorena, quien hace la voz principal en la mayoría de las canciones. Vestido con un tailleur oscuro y una camisa con jabot, Amigorena imita sonidos de animales, toca las maracas y la armónica y hace gala de un gran talento para el humor absurdo, en pequeños monólogos entre tema y tema. Los otros integrantes del grupo
también son actores con cierta trayectoria en teatro, cine y televisión. Muriel Santa Ana hace los coros y la voz principal en un par de canciones, además de tocar las castañuelas; Mariano Torre toca la batería, rapea y hasta ensaya unos pasos de axé; Luciano Bonanno toca la guitarra; Julián Vilar toca el bajo, y Víctor Malagrino, el único de la banda que tiene formación musical, toca la batería, la guitarra y el teclado. A lo largo del espectáculo, los integrantes de la banda van cambiando de instrumentos y de lugares en el escenario, sin dejar de actuar ni por un minuto. Cada canción tiene un clima especial y los músicos se transforman en personajes distintos en cada interpretación. Hay llantos, bailes cumbieros y hasta problemas con un sintetizador que se estanca en un ritmo frenético. Más allá de la sorpresa que produce el cambio de géneros de temas muy conocidos, la banda logra que a mitad de una canción el espectador se olvide de las comparaciones con el original y se pierda en el clima y la situación que ellos proponen. El espectáculo se puede ver en Clásica y Moderna, los sábados a la 0.30. Además, la banda también estará encargada de amenizar la noche de fiesta, que se realizará el domingo 9 de septiembre, a las 23.30, en el Punto de Encuentro del VI Festival Internacional de Buenos Aires.
María Fernanda Mugica