POR EL MUNDO
GRITOS Y SUSURROS De qué habla la gente de la cultura cuando casi nadie la escucha
El capitalismo que no ilusiona POR LEONARDO TARIFEÑO De la Redacción de La Nacion
A
Darín y Francella, en El secreto de sus ojos
IMÁGENES DE PELÍCULA. Ricardo Darín y Guillermo Francella en la cancha de Huracán, en una escena clave de la exitosa película El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, ilustran la portada del calendario 2010 del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, que lleva como título “Aquello que amamos” y reúne imágenes de películas que reflejan pasiones argentinas como el fútbol, el mate, el truco, el “chamuyo” y el tango, entre otras. Algunos de los actores que aparecen en los sucesivos meses son Isabel Sarli, Luis Sandrini, Olga Zubarry, Alfredo Alcón, Soledad Villamil, Julio Chávez, Rodolfo Bebán, Juan Manuel Tenuta, China Zorrilla y Luis Brandoni. En la presentación, realizada en el estudio Cinecolor, además de Darín y Francella estuvo Mónica Villa, actriz de Esperando la carroza , film de Alejandro Doria estrenado hace veinticinco años, al que el calendario le dedica la contratapa. También participaron la directora general de Museos de la Ciudad, Florencia Braga Menéndez; la directora del Museo del Cine, Paula Félix-Didier; y los realizadores Bebe Kamín, Juan Bautista Stagnaro, Edgardo Cozarinsky, Paula Hernández, David Blaustein y Gastón Solnicki, entre otros. Gonzalo Castro, escritor y editor de Entropía, contó que está filmando una película en México, protagonizada por Mario Bellatin. *** PLANES PARA 2010. Georgina Ginastera viaja por estos días a Miami para seleccionar las películas con música incidental compuesta por su padre, Alberto Ginastera, con las que planea realizar un ciclo de proyecciones en el Teatro San Martín durante la temporada 2010. Para más adelante, Georgina se propone crear una suite para
Arriba: Grüneisen, Timmermann y Ginastera. Abajo: Taquini de Blaquier, Scalisi, Kodama y Tortorella
orquesta con una selección de los mejores momentos de todas esas composiciones, según contó en el desayuno que organizó Cecilia Scalisi para celebrar el Día de la Música en el suntuoso palacio Aberg Cobo, en Recoleta. El tradicional desayuno de damas, que se realiza todos los años, contó esta vez con la presencia de algunos caballeros, como Adalberto Tortorella. María Kodama comentó el éxito del Museo Borges y Gisela Timmermann y Teresa Grüneisen, del Mozarteum, celebraron el regreso de la institución al Teatro Colón con Daniel Barenboim. También participaron María Taquini de Blaquier y las pianistas Graciela Beretervide y Pía Sebastiani, entre otras. Días después, co-
Qué están leyendo
Teresa Duggan Lo bello y lo triste, de Yasunari Kawabata “La novela, de gran consistencia narrativa, relaciona el arte con la vida y sumerge al lector en un exquisito mundo oriental, poblado de sutilezas y erotismo. Las imágenes resuenan como ecos y una exquisita crudeza se saborea en cada palabra.”
DESPEDIDA DEL AÑO. El último martes de 2009, Elena Roger presentó por primera vez en Buenos Aires su disco, Vientos del sur, con versiones de tangos, milongas y canciones de la ópera Evita, de Andrew Lloyd Weber, y temas de Sting, los Rolling Stones y John Lennon. En un teatro Maipo repleto, con la dirección musical de Juan Esteban Cuacci, también responsable de los arreglos del álbum, Roger no disimuló los nervios que le causaba presentarse en vivo sin interpretar personaje alguno. Se rió cuando le tembló la mano al servirse agua mineral y también cuando tuvo que sacarse los zapatos altísimos para bajar de una de las rampas que decoraban el escenario. Y se mostró emocionada cuando compartió un tema junto con su hermano Sergio, que la acompañó con la guitarra. La actriz y cantante recurrió al humor cuando le dedicó una canción a su novio “número ocho”. “Si quieren saber el nombre, hablen con mi mamá que lleva la lista”, dijo y recibió un aplauso de la platea. Entre el público se vio a Enrique Pinti, Víctor Hugo Morales, Horacio Ferrer, Pablo Ziegler, Eladia Blázquez y Adriana Aizemberg. Estaban también sus padres y su hermana Amalia. Sobre el final recibió varios ramos de flores.
poco más de veinte años de la caída del Muro de Berlín, los europeos del Este entran al 2010 con una desconfianza hacia el capitalismo sólo comparable a la que no hace mucho sintieron por el comunismo. Entre 1996 y 1997 viví en Budapest, la hermosa capital húngara, y puedo decir que el descontento con la vida capitalista ya era muy notable. La crítica recurrente que escuché por entonces decía que nada había cambiado: antes, durante los años de la Cortina de Hierro, no había variedad de artículos para comprar; años después, tras la adopción del nuevo sistema, había más artículos en los mercados, pero a precios imposibles. Bajo el comunismo se conseguía poco y nada; una vez dentro de la galaxia capitalista había más para elegir, pero sólo se podía pagar por poco y nada. En algún lugar entre ambas miserias se suponía que habitaba la libertad. Según una encuesta reciente de Gallup, los húngaros están entre los cinco pueblos más pesimistas del mundo. Pero, en la Europa del Este, los recelos con el capitalismo no son propiedad exclusiva de los magiares, conocidos por la resignada elegancia con la que afrontan el desastre. Semanas atrás, el instituto de opinión Pew reveló que sólo el 30% de los ucranianos se pronuncia a favor del sistema multipartidista, frente al 71% que lo hacía en 1991; la posibilidad de elecciones libres no entusiasma a más del 39% de los lituanos, y el 72% de los húngaros y el 62% de los ucranianos y de los búlgaros creen que son más pobres desde que la economía de mercado se instaló en sus respectivos países. Como miembros del selecto club que vivió y vive la experiencia de los dos modelos políticos que marcaron el siglo XX, estos pueblos tienen mucho que enseñar. En el caso húngaro, su vasta literatura alberga no pocas metáforas sobre el lado oscuro de los sueños ideológicos. En 1992, Imre Kertész obtuvo el Premio Nobel de Literatura por una obra que apunta en esa dirección; más recientemente, y en una línea casi opuesta, Sándor Márai se convirtió en la contraseña de la narrativa magiar. Pero todavía falta descubrir a Gyorgy Faludy y su escalofriante My happy days in Hell, donde el autor cuenta sus años en los campos de concentración nazi y comunista. Allí, el relato de la doble cárcel ilumina la sospecha de que la política tiene más de pesadilla que de sueño. Un sueño del que, como bien atestiguan los húngaros, nunca se sabe si conviene despertar.
© LA NACION
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Elena Roger
mo cierre de un intenso 2009, Scalisi presentó el documental Nelly Arrieta de Blaquier. Retrato de una mecenas, filmado por Marco Scalisi, cuya producción periodística tuvo a cargo. El cortometraje, encargado por el Ministro de Cultura de Buenos Aires, Hernán Lombardi, fue proyectado en el homenaje a Arrieta de Blaquier con la finalidad de ilustrar, mediante testimonios directos, su valiosa labor de mecenazgo. ***
Sábado 9 de enero de 2010 | adn | 3