EL CAMINO DIVINO HACIA LA PAZ

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Macedonia

30 de noviembre

El camino divino hacia la paz Para la fecha en que cumplí veinte años ya era un músico profesional, uno de los mejores de Macedonia. Tocaba para algunos de los más destacados cantantes y bandas del país. Mi familia era acaudalada, y la vida me resultaba fácil. Fue entonces que perdimos nuestra fortuna y también nuestra casa. Me sobrevinieron problemas de salud y dejé de tener paz. Ilija Ampevski Por los motivos anteriores, dejé Macedonia y me fui a vivir a Canadá en busca de una mejoría. Allí contraje matrimonio con una joven serbia. Encontré trabajo tocando en bodas y con el tiempo gané el suficiente dinero como para comprarme una casa y un restaurante. Pero, mi esposa me dejó y quedé totalmente desconsolado. Comencé a apostar y terminé perdiendo todo lo que tenía. Decidí regresar a Macedonia en busca de paz; sin embargo, no podía hallarla. Como creía que mis problemas eran el resultado de alguna brujería, comencé a asistir a sesiones espiritistas y a visitar adivinos. No obstante, las cosas iban de mal en peor.

Nuevo amigo, nueva esperanza Un día me invitaron a viajar a Australia para tocar en algunos conciertos. Allí conocí a Petko, un músico que también era de Macedonia. Pronto nos hicimos amigos. Petko era diferente, ya que me hablaba de Jesús y de Dios. Yo sabía muy poco de Dios, de manera que comencé a escucharlo. Petko me preguntó si podía leerme los Diez Mandamientos, y yo acepté. Cuando llegó al cuarto mandamiento lo detuve y le pregunté qué quería decir la palabra “sábado”. Petko me explicó que el sábado era ni más ni menos el séptimo día de la semana. Eso me pareció muy extraño, pero Petko no sabía mucho sobre el tema, por lo que se ofreció a presentarme a Trifun, uno de sus amigos. –Él sabe mucho más sobre la Biblia que yo –me explicó Petko. Cuando conocí a Trifun, le dije que se me hacía difícil creer que Dios existía, o que se preocupaba por mí. –Jesús se interesa tanto en ti que él dio su vida para salvarte, y para salvar a todos los seres humanos de este mundo –dijo Trifun. –Pero, yo no soy una buena persona –le respondí–. He hecho muchas cosas malas; cosas que creo que Dios no puede perdonar. –No hay pecado que sea demasiado grande como para que Dios no pueda perdonarlo. Lo único que tienes que hacer es creer en Cristo y arrepentirte –aseguró Trifun. Trifun me dio un libro que hablaba de la vida de Cristo, para que lo leyera. –Si no entiendes algo, pídele a Dios que te lo explique. Al leerlo, aquel libro transformó mi vida.

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Cápsula informativa • Macedonia es un pequeño país de unos 2 millones de habitantes y cuenta tan solo con cerca de 500 adventistas. Esto representa una proporción de un adventista por cada 3.700 personas. • Muchos jóvenes, incluidos los adventistas, están dejando el país para buscar mejores oportunidades de trabajo en otros lugares de la Unión Europea. Los adventistas que aún viven allí están decididos a compartir su fe y a trabajar para que la iglesia crezca, por medio de la distribución de impresos y de la obra comunitaria y misionera.

Una travesía difícil Comencé a reunirme periódicamente con Trifun, y con Petko y su esposa para aprender más de Dios y de la Biblia. Con ellos, empecé a asistir a una iglesia maravillosa en Sidney y a estudiar la Biblia con el pastor. Mi travesía hacia la verdad no careció de obstáculos. El diablo hizo todo lo posible para distraerme, para impedir que siguiera orando y estudiando la Biblia. Cada noche, cuando me ponía a leer la Biblia, los demonios me torturaban. No lograba conciliar el sueño. Una noche, Dios me habló y me dijo que dejara todas las cosas del mundo y lo siguiera. Comencé a ayunar y a orar, así como lo dice la Biblia. El pastor y otros miembros de la iglesia oraron por mí hasta que los demonios huyeron y, finalmente, me dejaron solo después de años de tormento. Continué con mis estudios con el pastor, y dos meses después fui bautizado en la Iglesia Adventista. Para la ceremonia, toqué el clarinete como testimonio de lo mucho que me había cambiado el Señor.

Una nueva vida Dios me llamó para que regresara a Macedonia. Al principio se me hizo difícil encontrar mi lugar, pero comencé a compartir lo que Dios estaba haciendo en mi vida con todo aquel que quisiera escucharme. Mi madre y mi hermana, al ver la diferencia que Cristo estaba haciendo en mi vida, atendieron a lo que decía y ambas aceptaron a Cristo como su Salvador. Mis antiguos amigos ya no tenían nada en común conmigo. Traté de compartir lo que Dios estaba haciendo en mi vida, y algunos de ellos prestaron atención. Otros me dieron la espalda. Dios me guió hacia una maravillosa mujer que ahora es mi esposa. Estoy estudiando para ser un instructor bíblico. Estoy al frente de una iglesia filial en una ciudad turística aquí en Macedonia. Distribuimos impresos y ofrecemos a la gente estudios bíblicos. No siempre es fácil, pero Dios nos envía a personas que están hambrientas por el evangelio. Miles de personas vienen cada año a esta ciudad para descansar. Deseamos presentarles a Dios y enviarlos de regreso a sus hogares, totalmente transformados. Parte de la ofrenda del decimotercer sábado de este trimestre será usada para construir un centro de evangelización en esta ciudad, intentando que sea una luz en una colina. Un lugar donde la gente pueda venir a aprender más de Dios. Será un verdadero centro misionero donde podremos capacitar a los adventistas de toda Macedonia, de manera que aprendan a compartir el amor de Dios y ser luces para él en este mundo oscuro. Desde ese lugar compartiremos con los demás las buenas nuevas de que Jesús puede transformar sus vidas, así como transformó la mía.

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