el apu campana el apu campana - Complejo Arqueológico El Brujo

humanos, historia, arqueología y biodiversidad. 02. nspirador y apasionante .... vinculadas con la historia de Huanchaco, el Complejo. El Brujo y los ... Coquimbo en Chile (Quiroz 2008). Las lomas en la ...... Precolombino 6: 35-70. Santiago.
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Próxima publicacion RESCATE ARQUEOLÓGICO DE LA VIRGEN

Año 18 / Edición 24 / Diciembre 2013 Revista Semestral / Trujillo - Perú

EL APU CAMPANA La montaña de las escenas de sacrificios humanos, historia arqueología y biodiversidad

REVISTA ARQUEOLÓGICA

SIAN

02. EL APU CAMPANA La montaña de las escenas de sacrificios humanos, historia, arqueología y biodiversidad

COMITÉ DE LECTURA

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN

IMPRESIÓN

Luis Valle Alvarez César Gálvez Mora Genaro Barr Argomedo Enrique Vergara Montero

Presentación Multigráfica BURGOS Jr. San Martín 576 - Trujillo

INSTITUTO SIAN Módulo 6-A Dpto. 201 Urb. Los Pinos Trujillo - Perú Telf. (51) 44-282966 [email protected] [email protected]

Hecho el depósito legal 96-1508 Distribuído en el ámbito nacional por EDITORIAL HORIZONTE Lima - Perú Tiraje 1200 ejemplares

©Derechos Reservados

Carátula: El altar escalonado de piedra con tres niveles ubicado al borde del abismo del Apu Campana (foto: Luis de la Vega)

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www.studioperu.pe

Índice

DIRECTOR

Régulo Franco Jordán Carlos Quiroz Moreno Percy Valladares Huamanchumo Carlos Quiroz Gutierrez

nspirador y apasionante es investigar el conocimiento de nuestro pasado y, en estos últimos años, la arqueología genera un debate permanente a partir de trascendentales descubrimientos que vienen posicionando al Perú ante el mundo; los mismos que han sido documentados con una sistemática y rigurosa metodología a lo largo de todo el proceso de investigación, aplicada por arqueólogos peruanos capaces de asumir grandes retos en lo que se refiere a la investigación de nuestro patrimonio arqueológico. En esta oportunidad, la Revista Arqueológica SIAN da a conocer a la comunidad en general, un reporte sucinto de los trabajos realizados en el campo por QETZAL; y, en segundo lugar, una presentación de los análisis realizados por especialistas en el material lítico, tanto desde la perspectiva del análisis microscópico orientado a la determinación de granos de almidón adheridos a los líticos, como del análisis morfológico y tecnológico de la muestra de estos materiales. Debo mencionar que QETZAL, representada por el Lic. Nover Horna Gálvez y el Lic. Jorge Lozano Chávez, mantiene su fidelidad a la preservación del patrimonio arqueológico en sus diez años de vida institucional. Por ello, busca garantizar el respecto, la investigación, divulgación y valoración del conocimiento de nuestros pueblos milenarios, a través de sus testimonios; conocimiento que genera valiosos aportes para el desarrollo social y económico. La Empresa Autopista del Norte/Grupo OHL confió en el trabajo de QETZAL, y no sólo compartió las vicisitudes y emociones relativas al trabajo de registro y rescate arqueológico en campo, sino que su equipo profesional y técnico también compartió una filosofía de trabajo interdisciplinario respetuoso de nuestro legado cultural, hecho que es de vital importancia; y, además, hacen posible que esta información sea divulgada en el presente número. La Revista Arqueológica SIÁN tiene la confianza que esta publicación será de utilidad para los investigadores de nuestro pasado

Luis Valle Álvarez QETZAL

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Régulo Franco Jordán 1 Carlos Quiroz Moreno 2 Percy Valladares Huamanchumo 3 Carlos Quiroz Gutierrez 4

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urante los casi 24 años que viajo todos los días al Complejo El Brujo, había observado siempre la imponente montaña Campana desde el lado de la ciudad de Trujillo y del lado este por donde pasa la Panamericana Norte, en busca de encontrar alguna respuesta acerca de que si esta fue la montaña sagrada que utilizaron los Moche para los ritos de sacrificio humano que se observan a menudo en las piezas de cerámica que se exhiben en los mejores museos del Perú y del mundo. En octubre del 2010, Luis de la Vega me invitó a ingresar a la montaña por el lado este, por donde pasa la Panamericana Norte; recorrimos a través de una quebrada angosta, donde tuve una experiencia inolvidable, al encontrar, por fortuna, un bloque de cuarzo cristalino enterrado, que seguramente fue una ofrenda entregada a la montaña por algún peregrino anónimo hace cientos de años. Hacia finales del 2011, recibí otra invitación de Percy Valladares, para ingresar a la montaña ahora por el lado oeste o tablazo, partiendo de Huanchaco. Este recorrido lo hicimos en compañía de Carlos Quiroz Moreno y su hijo Carlos Gene, Diego Rojas y Luis de la Vega, quienes habían entrado indistintamente a partir del año 2007 (Figura 1). Desde entonces, ingresamos a la montaña en varias oportunidades, que nos ha permitido descubrir sitios inéditos para la arqueología de este lugar, ubicados en distintos sectores: el tablazo al oeste, lomas, quebradas, encañadas y sectores en la misma montaña que están olvidados por el hombre y el tiempo. 1) Fundación Augusto N. Wiese 2) Asociación de Rescate y Defensa del Apu Campana 3) Asociación de Rescate y Defensa del Apu Campana 4) Asociación de Rescate y Defensa del Apu Campana

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Figura 1: Miembros de la asociación de rescate y defensa del Apu Campana (noviembre 2011)

Mi asistente Luis de la Vega, joven intrépido y audaz ha subido a la parte superior de la montaña en varias oportunidades a partir del año 2010, y en una de esas visitas, tomó fotografías en la cima de las formaciones rocosas de este sector difícil de encumbrar, entonces, en una de las fotografías, aparecía, a mi criterio, una estructura escalonada de piedra que tenía la mano del hombre y que consideré la posibilidad que se trataba de un posible altar de piedra. Por lo tanto, necesitábamos ir a verificar in situ la presunción. Llegó esa oportunidad en otra salida de campo, donde verificamos que efectivamente se trataba de una estructura arqueológica difícil de ser tallada en esa forma por la naturaleza. Esta montaña de nombre Campana, como veremos a través del artículo, está asociada a muchas leyendas vinculadas con la historia de Huanchaco, el Complejo El Brujo y los pueblos de Magdalena y Santiago de Cao, que todavía está vigente en la memoria de muchos pobladores de Huanchaco y del valle de Chicama. El reconocimiento arqueológico general de la montaña y sus alrededores, nos ha permitido establecer que estamos frente a uno de los Apus mayores donde se realizaban los sacrificios humanos en la época Moche comparado con las escenas de sacrificios de montaña que se encuentran en la cerámica. Los estudios biológicos de flora y fauna de la montaña, realizados por biólogos de la Universidad Nacional de Trujillo desde hace años atrás (Rodriguez 2008; Rodriguez et al. 2012), y las investigaciones últimas a cargo de los biólogos Carlos Quiroz Moreno y su hijo Carlos Gene Quiroz Gutiérrez (Quiroz 2010; Quiroz y Quiroz 2012), sirven para atestiguar la biodiversidad y la gran importancia biológica que merece ser preservada. Estos estudios están permitiendo realizar la verificación, clasificación y sistematización de especies nuevas y endémicas dentro de la montaña. Por lo tanto, considerando la gran importancia biológica y arqueológica del Apu Campana, es prioridad realizar su protección por parte de las

autoridades, con leyes, reglamentos y ordenanzas precisas, antes que sea demasiado tarde. Los biólogos arriba citados, vienen alentando la solicitud ante el Ministerio del Ambiente, SERNANP, Ministerio de Energía y Minas, y Ministerio de la Producción, para que la montaña sea declarada zona de conservación regional en perspectiva de constituirse en un área natural de conservación integral, en donde se considere la parte ambiental - ecosocial e involucre diversos niveles de decisión. Asimismo, se ha propuesto el establecimiento de infraestructura para colecciones científicas, laboratorios y banco de germoplasma, así como programas educativos o talleres liderados por el Gobierno Regional y su Gerencia Regional de Recursos Naturales y Gestión Ambiental, organizando talleres de educación ambiental. El medio natural del Campana con la presencia de restos arqueológicos, están gravemente amenazados por las actividades humanas, que cada vez están afectando considerablemente la estabilidad, el equilibrio ambiental y la conservación de los mismos, con actividades de minería informal, granjas con crianza de aves y porcinos, campos de cultivo en áreas de caminos prehispánicos, depredación de tillandsias verdes y grises, expansión urbana, excavaciones clandestinas, antenas de telefónica móvil, el paso de vehículos motorizados, pozos de oxidación y la amenaza de los futuros proyectos de CHAVIMOCHIC y SEDALIB que la afectarían considerablemente. Ante estos factores de destrucción e impacto ambiental, el congresista de la República Sr. Koki Ramón Kobashigawa, impulsó una ley, siendo presidente de la comisión de cultura, que fue promulgada el 30 de octubre del año 2013, Ley N° 30100, en el que se declara de interés nacional y necesidad pública la protección de la biodiversidad y del patrimonio cultural del Cerro Campana, en el distrito de Huanchaco, provincia de Trujillo, departamento de la Libertad. En suma, por las razones expuestas, el Apu Campana y su entorno tienen un gran valor histórico - cultural y

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biológico que se necesita proteger e investigar para minimizar los efectos dañinos en su conservación, de esta manera, fortaleceremos nuestra identidad regional y nacional. En consecuencia, el Apu Campana debe ser calificado con justicia como santuario arqueológico y ecológico de la región La Libertad.

UBICACIÓN La montaña Campana pertenece políticamente al distrito de Huanchaco, provincia de Trujillo, región La Libertad. Se ubica a 16.7 Km al norte de la ciudad de Trujillo; geográficamente se encuentra entre los 8° 00' 18.16” LS - 79° 06´18.34” LW y los 7° 58' 36.98” LS - 79° 06´16.18” LW (Figura 2 y 3). Tiene una elevación de aproximadamente 1002 m.s.n.m. y marca el inicio del Sistema de Lomas Costeras que se extiende hasta Coquimbo en Chile (Quiroz 2008). Las lomas en la montaña Campana en comparación con otras en el valle de Chicama, por ejemplo, tiene un mayor desarrollo, y esto se puede ver en las estaciones de invierno en la costa (Carranza 1996).

GEOMORFOLOGÍA Y BIODIVERSIDAD El macizo rocoso data “de la era Mesozoica, periodo Cretáceo Superior-Terciario inferior (periodo de formación de grandes montañas, hacia aproximadamente 100 millones de años, es una de las tres elevaciones existentes de una formación rocosa de casi 9.0 kilómetros de longitud y 4.9 kilómetros de ancho en su parte más amplia”(Quiroz 2009), abarcando 36 km2 que sumados al sistema de lomas totaliza un aproximado de 108 km2, siendo mucho más rico en biodiversidad que las demás lomas costeras peruanas y chilenas. Geológicamente el Campana es de naturaleza ígnea intrusiva, considerada una formación del Batolito Andino (KT-i). Según el Mapa Geológico y Minero (ONERN 1973), la zona del flanco occidental de la m o n t a ñ a e s d e r o c a i n t r u s i va p l u t ó n i c a , principalmente granodiorita y granito (Mapa Geológico de los Cuadrángulos de Púemape y Chocope departamentos La Libertad y Cajamarca – versión digital 1996 (Quiroz 2009). La montaña Campana morfológicamente presenta dos vertientes según su eje longitudinal que recorre en dirección NNW a SSE; estas vertientes son notablemente diferentes dada su posición respecto al mar distante de 7.3 kilómetros. El flanco sur y suroccidental de la montaña, al recibir los vientos procedentes del sur y suroeste, ha acumulado grandes depósitos eólicos constituidos de arena de grano fino, habiéndose formado una cubierta de espesor variable que alcanza aproximadamente hasta los 340 metros de altura sobre el nivel del mar, proporcionándole al

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paisaje la apariencia de médanos. Estos suelos arenosos permeables y ligeramente básicos cubren parcialmente las formaciones rocosas más antiguas (ONERN 1973). A lo largo del litoral peruano en dirección de sur a norte, la faja o planicie costera ubicada entre el mar y las estribaciones de los andes es angosta en promedio, modificada hacia el norte. Los plegamientos andinos al sur de la ubicación del Campana recorren la dirección sudsudeste – nornoroeste (SSE-NNW), a partir del cual la trayectoria de la cordillera de los andes varia su curso recorriendo la dirección de sur a norte (S-N); que permite que la faja costera vaya haciéndose más amplia en esta misma dirección. Es importante destacar que son los valles abiertos, llanos, anchos y arenosos de esta parte de la costa los que a causa del calor recibido y reflejado hacia arriba, originan disminución de la presión atmosférica al crear el ascenso del aire calentado en su superficie generando con ello la disolución del estrato de nubes desde abajo. Estas condiciones geográficas marcan una diferencia en el clima al sur y al norte de la montaña, permitiéndonos entender porqué las garúas costeras propias del invierno y generadora de las Lomas no son tan notorias al norte de su latitud (Quiroz 2010). La ladera occidental de la montaña, durante los meses de julio a septiembre, no solo brinda un impresionante verdor producto de la variada vegetación en su superficie, sino también exhibe accidentada topografía que denota un pasado geológico y aluvial muy intenso evidenciado por la existencia de tres cunetas lacustres en la base de la montaña. Estas depresiones tienen aproximadamente 500 metros de largo por 80 metros de ancho y 20 metros de profundidad e interconectadas por angostos pasajes; presuntamente son lagunas temporales que se activarían con las lluvias ocasionadas en los ciclos extraordinarios de “El Niño”, alteración océano atmosférico que evidencia haber erosionado sus empinadas cuestas. Asimismo, a 1 Km al norte de estas cunetas, se observa un primitivo y amplio cauce fluvio - aluvial que con otros cauces provenientes de las vertientes occidentales de los cerros La Cumbre y Portachuelo, se abren en el arenal adyacente formando un arcaico valle de aproximadamente 12,5 Km de longitud que desemboca en el mar a 13,6 Km al norte del balneario de Huanchaco. La vertiente occidental de la montaña aun sin alterar, registra los graduales cambios climáticos que impactaron la actual provincia de Trujillo durante los últimos 5000 años, cuando su topografía exhibía un paisaje muy diferente al actual. En las épocas de lomas, durante los meses de julio, agosto y septiembre, los vientos procedentes del océano transportan corrientes aéreas las que

Figura 2: Mapa del Perú con la ubicación del Apu Campana Revista Arqueológica SIAN

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reteniendo el vapor de agua que acarrea; el aire se va calentando gradualmente a razón constante de 3° C por cada 300 metros de descenso. Considerando, entonces, que la montaña se eleva 800 metros sobre la base de su flanco oriental, el cual registra en promedio 196 m.s.n.m., el calentamiento total será de 8 grados mayor que en su cúspide; es por ello, que esta ladera del cerro exhibe condiciones edáficas diferentes a las existentes en su ladera occidental. Durante la estación de invierno y con el germinar de las herbáceas estacionales, las laderas del Campana ubicadas a barlovento presentan un paisaje de impresionante verdor similar al de las vertientes andinas; las rocas en la ladera occidental, evidencian acción meteórica en su larga exposición a los elementos, muchas de las cuales, exhiben variadas formas en su superficie (lisas, fragmentadas y con cavidades), donde la humedad ambiental se condensa generando agua que se almacena en ellas por prolongados periodos de tiempo. Igualmente, la ladera occidental norte, adyacente al Campana, presenta grietas, oquedades y cavernas de diversas dimensiones ubicadas sobre un amplio valle aluvial que brinda un paisaje muy peculiar.

Figura 3: Ubicación del Apu Campana entre los valles de Moche y Chicama (tomado de google 2010) contienen una gran cantidad de humedad, estas al ascender la ladera occidental del Campana ( b a rl ove n to ) , d i s m i n uye n g ra d u a l m e n te l a temperatura del aire circundante. A medida que el aire asciende desde la base de la montaña hacia su cúspide, la temperatura se reduce hasta llegar al “punto de rocío” denominada de esta manera por ser la temperatura donde el aire se condensa, convirtiéndose en una nube, la que puede persistir durante días coronando su cumbre, e incluso en cielo despejado. Esta nube se observa frecuentemente ubicada en la cúspide sur de la montaña y se le denominaba antiguamente por los marinos “la gorra del Monte Campana” (Schwegger 1964). Los factores abióticos en el Campana, permitieron convertirlo en un oasis de vida silvestre; entre otros, la temperatura, la expansión y compresión de los gases: El aire que asciende la ladera sur y ladera suroccidental expuesta al viento, va disminuyendo gradualmente su temperatura a razón de 3° C por cada 300 metros de altura, hasta que, al alcanzar el valor cercano a los de 14° C (punto de rocío), gran parte del aire ascendente empieza a condensarse formando nubosidad sobre este nivel; la cantidad de calor que libera el vapor de agua no es tan grande como el enfriamiento del aire al expandirse, por lo que, alcanzado el nivel de

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condensación, el aire se enfría a razón de 1,8° C por cada 300 metros hasta la cúspide (adaptado por Quiroz de Brandwein et al., 1970). Esta acción física genera humedad en las terrazas de su ladera expuestas a las corrientes aéreas en ascenso y con ello condiciones ambientales diferentes al flanco oriental. Al tener el Campana una cota máxima de 945 m.s.n.m., la temperatura en su cima es de aproximadamente 8° menor que en la registrada en la línea de playa, generándose las condiciones ambientales adecuadas para la condensación del aire circundante y reteniendo la nubosidad en su cúspide durante las primeras y últimas horas del día, en gran parte del año. Igualmente la disminución de la temperatura en las proximidades a la cima de la montaña produce que en la vertiente occidental del macizo durante los meses de julio a septiembre (periodo de las lomas) la formación de esporádicos cauces de agua que descienden por sus escarpadas y erosionadas cuestas, perdiéndose en sus laderas. A medida que el aire empujado por el viento sobrepasa la cumbre de la montaña y desciende por su ladera norte y oriental (sotavento), el fluido gaseoso se comprime debido a la mayor presión atmosférica sobre él, elevando su temperatura en el descenso y

A lo largo de todos estos años, en la montaña se han venido registrando especies endémicas, muchas de las cuales todavía son desconocidas. Se han identificado 230 especies de plantas (alimenticias, curativas, forrajeras, filogenéticas y ornamentales), muchas de ellas endémicas, entre las que tenemos: 37 líquenes, 5 hepáticas, 13 musgos, 13 pteridofitas y 150 fanerógamas; incluidas cuatro especies nuevas para la ciencia (ver Rodríguez 2008; Sánchez 2005). Hay 260 especies de vertebrados (mamíferos, aves, reptiles) y 200 especies de invertebrados, además de polinizadores como avispas, abejas y mariposas. Según estas consideraciones, estamos hablando de un relicto biológico importante con más especies que las lomas de Lachay y Atiquipa. La montaña Campana es un laboratorio natural que alberga una inmensa cantidad de flora y fauna silvestre que la convierte en un verdadero jardín botánico digno de preservar. Su flora efímera y periódica ha desarrollado una asombrosa capacidad de supervivencia. Sus semillas soportan las adversas y severas condiciones del verano sin perder su poder germinativo. Otras plantas toleran la sequía y renacen apenas rozadas por las primeras humedades. Estas formaciones permiten la supervivencia de variadas especies de fauna, ciclo natural que por ningún motivo deber ser alterado, bajo el riesgo de perderse la cadena alimenticia y verse alterada la zona natural y adyacente al mismo.

Entre la gran variedad de flora y fauna silvestres presentes en las lomas de la montaña, existen especies únicas como por ejemplo: Pitcairnia lopezii (bromeliaceae), Apodanthera ferreyrana (solanaceae), Solanum mochiquense (solanaceae), Senecio truxillensis (asteraceae), Borzi cactus de cumbens “rabo de zorro”, Capparis angulata “sapote”, Norraimondi arequipensis “gigantón”, Esposto amelanostele (vaupe) “lana vegetal”, entre otras (ver también Rodriguez et al. 2012). Entre la fauna de mamíferos destacan: Lagidium peruanum “vizcacha”, Phyllotisamicus “ratón silvestre”, Pseudalopex sechurae “zorro costeño”. Asimismo, se evidencia en el suelo arenoso y arcilloso pisadas de un felino de mediano y gran tamaño. La avifauna está compuesta por no menos de 23 especies de aves: Buteo polyosoma “aguilucho común”, Thinocorus rumicivorus “agachona chica”, Burhinus superciliaris “huerequeque”, Muscigralla brevicauda “engaña muchacho”, Amazilia amazilia “picaflor del pacae”, Rhodo pisvesper “picaflor cola ahorquillada” (Quiroz 2010). Entre los reptiles más notorios pueden observarse: Mastigo dryasheathii “culebra corredora”, Microlophus thoracicus “lagartija de las rocas”, Bothropspictus “sancarranca”. Los insectos son numerosos destacándose el Schistocerca sp. “langosta del arenal”, Calosoma sp. “Escarabajo de las lomas”. Entre los gasterópodos, la presencia de caracoles de tierra del genero Scutalus es la más representativa (Quiroz 2010) (Figura 4). Se puede indicar que las aves son las especies más notorias de esta comunidad de lomas, debido a que denotan su presencia durante gran parte del día, como el “águila de pecho negro” Geranoaetus melanoleucus australis, que en su etapa adulta y juvenil sobrevuelan la cumbre y proximidades, siendo los especímenes juveniles quienes realizan raudos y acrobáticos vuelos e inmovilizándose en el aire prolongados periodos de tiempo. Esta ave en su etapa adulta alcanza una envergadura próxima a los 1.8 m, siendo la especie de mayor tamaño en toda la avifauna del Campana; su presencia y condición de especie residente de esta comunidad lomal lo hace un indicador biológico en un ecosistema todavía equilibrado (ver Quiroz 2010; Quiroz y Quiroz 2012). Muchas especies del Campana fueron identificadas en la iconografía Moche (Figura 5).

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Figura 4: Población de caracoles (Scutalus sp.) adheridos a una roca

RESEÑA HISTÓRICA Hay varias versiones acerca del nombre y el valor de la montaña. El Padre De La Calancha (1638) en una de sus crónicas indica que los yungas le llamaban a las piedras con el nombre de “Alec Pong”, que podría tener el significado de“deidad en piedra”, por lo tanto, se puede inferir que se alude a una piedra muy especial con poderes mágicos y que tentativamente tendría relación con el nombre de la montaña (Figura 6). De otro lado, el Apu Campana es mencionado cuando el cronista Calancha indica que el general Chimo llamado Querrotumi, ante el avance de los Incas en pos de la conquista del reino Chimor, decidió ejecutarse, vertiendo su sangre al pie de la montaña (ver Rowe 1948). En una cita de Santa Cruz Pachacútec se menciona sobre la heroicidad de Querrotumi y su relación con la montaña denominada “Cerro Mayor” y considerada como uno de los “dos grandes Apus”(ver Armas 2011). Aurelio García (1863) manifiesta que la montaña“debe su nombre a la figura que presenta, que es igual a la de una antigua campana colocada en el suelo: termina en unas crestas que imitan las partes de las asas en que se cuelga la campana”, es decir que durante la época colonial, a raíz que los navegantes se guiaban por la forma de Campana de la montaña, empiezan a

denominarle “El Cerro de la Campana”. Posteriormente surgiría la leyenda de la Campana de oro, alimentada por los religiosos franciscanos, variando un tanto el nombre hasta el que se conoce en la actualidad como Cerro Campana. Walter Díaz Sánchez (1982) le denomina a la montaña como “Cerro Azul”. Don Manuel Huamanchumo Cumpa, natural de Huanchaco, en 1975 informó que los antiguos le llamaban “Ci-Pong” a la montaña. Finalmente, podemos indicar que el nombre de la montaña todavía es indefinido, se espera encontrar manuscritos más antiguos para revelar el nombre original que tuvo a la llegada de los europeos. La montaña ha sido utilizada como refugio de esclavos e indígenas que huían del yugo español a mediados de la República, la aristocracia de Huanchaco solía ingresar a la montaña para dedicarse a la caza de venados y vizcachas (comunicación personal de los señores Walter Díaz Sánchez en el 2011 y Manuel Huamanchumo Cumpa en 1975). Incluso, se sabe que hasta el siglo pasado, la montaña servía de refugio a malhechores y delincuentes que asaltaban a los pobladores que transitaban por el tablazo con dirección norte o sur o viceversa. Hasta casi mediados del siglo pasado, los pobladores de Huanchaco visitaban continuamente este sitio para proveerse de leña (sapote, achupalla, shillco, pájaro bobo, algarrobo, huarango, molle, achupalla para Figura 5: Fauna del Apu Campana comparadas con la iconografía Moche (ilustración preparada por Luis de la Vega)

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hay todavía mayores evidencias arqueológicas que faltan reconocer en el interior de la montaña y en las lomas aledañas (Figura 8 y 9).

El Tablazo, sector oeste del Apu Campana La primera salida con destino a la montaña fue por el tablazo del lado sur oeste, partiendo de Huanchaco, y al paso que íbamos, en medio del desierto, Carlos Quiroz y Percy Valladares, especialmente el primero que los había registrado antes, me explicaba sobre la presencia

de grandes, medianos y pequeños recintos que se configuran con achupallas (plantas de desierto) y la presencia de caminos longitudinales de piedra que unen los valles de Chicama y Moche que datan de la época Chimú (Quiroz 2010). Llegó el momento de mi sorpresa, cuando me mostraron misteriosas figuras delimitadas por achupallas sobre las lomas bajas de la pampa El Alto, de hombres de frente con las piernas abiertas y cogidos de la mano que aparecen solos, en pareja, o a veces formando cadenas de hombrecitos al

Figura 6: Panorámica del balneario de Huanchaco y al fondo el Apu Campana (foto: Luis de la Vega)

adornos navideños, raíces para teñir las redes de algodón (manglío y otros); productos medicinales como la sábila (desinflamante), flor de overo para el susto, hoja del shillco para la sarna o rasca-rasca y otras yerbas para ritos chamanicos (comunicación oral del Sr. Manuel Huamanchumo Cumpa en 1975). Los habitantes del valle de Chicama y del pueblo de Magdalena de Cao, narran todavía una leyenda sobre la relación del Complejo Arqueológico El Brujo con la montaña Campana. Dicen que del corte de la huaca el Brujo, denominada por algunos como Partida, salió antiguamente una campana de oro de dimensiones apreciables, que despertó la codicia de la gente de los pueblos cercanos, entre ellos Magdalena de Cao y Santiago de Cao; ambos quisieron apropiarse de la campana, y eso culminó en un gran conflicto entre ambos pueblos. Ante estos hechos, la campana alzó vuelo hacia Huaca Prieta; allí nuevamente la encontraron y empezaron los conflictos; por tal motivo, la campana otra vez tomó vuelo hacia Huanchaco, convirtiéndose la montaña como destino final de la campana (Herrera 1988). Una leyenda similar dice que en las playas de Huanchaco apareció una campana de oro con una inscripción que rezaba “Para la Iglesia de Huanchaco”. Los naturales la colocaron sobre la torre de la Iglesia, desde donde los Trujillanos la hurtaron en tres oportunidades para exhibirla vanidosamente en la Catedral Trujillana. La primera vez, cuando se llevaron la campana, a mitad de camino a Trujillo, dicen que se cayó en la carreta y regresó rodando hacia la Iglesia de Huanchaco, haciendo sonar su tañido alegre. La segunda vez, fue llevada atada con sogas hacia Trujillo, en el transcurso se rompieron las sogas y nuevamente volvió a Huanchaco. La tercera vez, la gente de Trujillo, ató la campana con cadenas y la llevaron a la torre de la Catedral de Trujillo, sin embargo, para sorpresa de todos los asistentes, la campana rompió las cadenas y en un vuelo fugaz se dirigió hacia la cima de la montaña, y dicen que, desde entonces, la campana hace escuchar su tañido para semana santa o para la fiesta de la Virgen

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del Socorro, Patrona de Huanchaco, adquiriendo definitivamente el nombre de Cerro de la Campana (ver Valladares 2008). Según las referencias, la montaña siempre estuvo ligada a la vida de Huanchaco, Santiago de Cao, Magdalena de Cao y del Complejo El Brujo y su historia se ha perennizado en la memoria de los pobladores del valle de Chicama.

RESEÑA ARQUEOLÓGICA Y RECONOCIMIENTOS DE SUPERFICIE El sistema de lomas ha sido un gran recurso de subsistencia desde épocas tempranas; se registra la presencia de cazadores trashumantes (estacionales) que aprovechaban el invierno para la caza de venados, guanacos, roedores, felinos que bajarían en el verano por las quebradas humedecidas por las aguas de las lluvias de la sierra (noviembre a marzo) en busca de obtener los recursos marinos, sin olvidar que en esta época, los valles y sus deltas humosas eran unos verdaderos y ricos oasis, en donde completarían una dieta más rica y variada en alimentos proteínicos según varios autores (Campana 2004: 153).

Figura 7: Punta de proyectil de obsidiana encontrado en el Cerro Portachuelo (Colección: Carlos Quiroz Moreno)

Las ocupaciones más tempranas, asignadas al Precerámico, tienen evidencias líticas en las lomas y alrededores de la montaña. Se registraron sitios de cazadores recolectores adaptados a la costa que vivían en intercuencas y se movilizaban hacia la parte baja de la sierra; también se documentaron sitios Paijanenses (Gálvez 2004; Briceño et al. 1994; Briceño 1997) (Figura 7). Kayoko Toshihara (2004) deduce que el Campana habría sido adorado desde la época prehispánica. Reporta evidencias Cupisnique y Salinar, que se distribuyen en una área aproximada de una hectárea, caracterizada por la presencia de cerámica con formas de botellas, jarras y ollas sin cuello, decoradas por incisión y aplicación de bivalvos marinos (Proto thacathaca, Donaxsp., Brachidontes sp.), caparazones de gasterópodos (Scutalus sp.). Es necesario indicar que a pesar que existen contribuciones importantes sobre las ocupaciones tempranas, consideramos que

Figura 8: Foto aérea del Apu Campana con la ubicación de los sitios arqueológicos reconocidos (ilustración preparada por Luis de la Vega) Revista Arqueológica SIAN

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interior de figuras rectangulares u ovaladas (Figura 10). Sobre este tema, existe una publicación con reportes preliminares acerca de su autenticidad, conviniendo que estas fueron hechas con tierra acumulada y conservadas por achupallas (Tumi y Corcuera 2011). Desde luego, para mí es todavía un misterio este tipo de figuras sin asociación cultural disponible, que asegure su cronología, que conduce a muchas dudas sobre su autenticidad o veracidad, sin embargo, al respecto, hay una referencia oral de Daniel Castillo Benítes (comunicación personal, julio 2012), que estas figuras fueron hechas por los militares de la zona en circunstancias de sus prácticas de tiro. Los estudios futuros deben confirmar o desechar con mayor precisión las hipótesis vertidas al respecto. La época Chimú está marcada por otras evidencias que faltan definir hacia el oeste de la montaña, en lo que corresponde al tablazo, con dunas bajas que colindan con el litoral. Sobre las dunas de arena se reconocen recintos rectangulares de hasta 22.32 m por 9.00 m, recintos ovales, meandros, líneas paralelas, figuras geométricas, caminos longitudinales norte-sur, paravientos, conchales con evidencias de conchas marinas y caracoles de tierra, fragmentos de cerámica tardíos, etc., que fueron registradas inicialmente por Carlos Quiroz y Percy Valladares. Se observa que las piedras están cubiertas con líquenes del género Acaros poro que tendrían no menos de 200 años. Carlos Quiroz

Figura 9: Fragmentos de cerámica de superficie encontrados en los alrededores de la montaña (foto: Luis de la Vega)

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realizó un reconocimiento más minucioso de los caminos, estructuras o canchas con vanos de acceso y orientaciones quizás ligadas a observaciones astronómicas (ver Quiroz 2010; Quiroz junio 2013, informe al Ministerio de Cultura) (Figura 11 y 12). Al lado sur oeste de la montaña, existían canales de la época Chimú (Percy Valladares, comunicación personal), que irrigaban las tierras de el tablazo y el cerrito de la Virgen, donde posiblemente hubo un centro administrativo rural. Estas y otras evidencias arqueológicas de gran valor fueron lamentablemente destruidas por la construcción de granjas avícolas y empresas extractoras de material de construcción y por la empresa de administración de agua SEDALIB. Para épocas tardías, se registran caminos longitudinales norte-sur delimitados con muros de piedra y pisos empedrados, que posiblemente funcionaron desde la época Chimú hasta la época Inca, y que fueron inicialmente registradas por Paul Kosok (1978: 619) y reconocidas y estudiadas hace algunos años (Valle et al. 1998). Estos caminos (quizás algunos caminos reales), y caminos de tránsito común, unían el valle de Moche con el valle de Chicama, en este último, el camino real unía el valle de Moche con el centro de Chiquitoy Viejo, donde existe también una construcción denominada Huaca Colorada en forma de pirámide trunca parecida a los edificios de barro del valle de Lambayeque.

Figura 10: Cadena de personajes tomados de la mano en el desierto del lado oeste del Apu Campana

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En suma, hay muchos restos arqueológicos todavía sin identificar a lo largo y ancho del tablazo, muchas de las cuales se encuentran actualmente enterradas por la arena de formación eólica y cubiertas por plantas naturales de achupallas. Es la ocasión de indicar sobre la existencia de grandes campos de cultivo asignada quizás a la época Chimú, que están ubicadas muy cerca de los campos de ocupación del ejército peruano (Luis de la Vega, comunicación personal) (Figura 13).

Sector El Candelabro Carlos Quiroz (2009) identifico sobre una colina de 360 m.s.n.m. al norte de la montaña Campana la figura parecida a un “candelabro” en bajo relieve, de grandes dimensiones: 210 m de largo (orientado en dirección norte-sur) por 123 m de amplitud, adecuado a lo accidentado de su superficie. Esta enorme figura tiene una similitud al candelabro de la reserva de Paracas. Cuando me enseñaron esta figura natural, mi primera impresión y observación aguda me indicaba que la figura bautizada como “Candelabro” no estaba labrada por el hombre, era una formación natural en la roca, que tiene más bien un parecido a un cactus, por cuyas ranuras, posiblemente en época de invierno, el agua condensada en la parte superior provoca, tal vez,

pequeños riachuelos que caen a la parte baja, cerca de un complejo de recintos o asentamiento Moche de jerarquía (Figura 14). Pero, entre todas las evidencias de arquitectura distribuidas en el lugar, hay un recinto grande unido al pie de la montaña, construido con piedras canteadas y con argamasa de barro, con una probable entrada central ubicado en el muro sur (Figura 15). El recinto se une a una enorme roca natural ubicada en la esquina noroeste. Al interior de este recinto ceremonial, hacia el lado noreste y central, los huaqueros dejaron huellas evidentes de su destrucción; observamos en la estratigrafía de una excavación clandestina, una capa gruesa con huesos humanos de coloración blanquecina y huesos humanos con la misma coloración que aparecieron distribuidos sobre los montículos de tierra extraídos de los pozos excavados (Figura 16). Por los indicadores antes expuestos, se tratarían de restos humanos que forman parte de una capa extendida en el lugar que falta excavar sistemáticamente al interior del recinto. El color de los huesos humanos confirmaría, sin dudas, que estos restos estuvieron expuestos al sol durante algún tiempo no determinado, lo que daría pie a pensar que, podrían tratarse de restos de individuos sacrificados expuestos a la intemperie en épocas

Figura 11: Estructuras enterradas junto al camino prehispánico (foto: Carlos Quiroz Moreno, tomado de google earth)

Figura12: Muro lateral de piedra del camino prehispánico (foto: Luis de la Vega)

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Figura13: Campos de cultivo Chimú ubicados en un sector próximo al Ejército Peruano de Huanchaco (tomado de google earth)

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prehispánicas. Los fragmentos de cerámica asociada a esta capa y los que se encontraron en superficie al interior y en otros recintos aledaños enterrados, son de factura Moche Tardío, que de alguna u otra forma, estarían definiendo a priori la cronología del recinto y el sitio en general. Sin embargo, no se descarta dentro de la cronología del recinto y la piedra sagrada ubicada en su esquina interior noroeste, una ocupación más temprana Moche; sólo las excavaciones sistemáticas deberán revelar en el futuro estas interrogantes. Entonces nos preguntamos: ¿Porqué la ubicación de restos humanos sobre una capa? Con la reserva todavía del caso, se podría indicar hipotéticamente que dentro del recinto yacen los restos de muchos individuos que fueron cruelmente sacrificados y dejados a la intemperie, evidencia aparentemente similar a lo que se encontró hace muchos años en las excavaciones en la Huaca de la Luna, dentro de recintos, como en el recinto cuadrangular de adobe que contiene una roca sagrada en su interior, ubicada al pie del Cerro Blanco (Figura 17), y otro en un recinto pequeño delante del anterior, encontrándose en ambos espacios (Plazas 3a y 3c) más de cuarenta restos humanos que revelan ritos

sacrificiales cruentos de muerte por golpes, desmembrados, descarnados y decapitados, expuestos a la intemperie después de lluvias intensas ocasionadas por el fenómeno El Niño(Bourget 2001; Verano 2001). Sin dudas, fue un rito relacionado con el culto a la montaña o templo de la deidad felina Moche, como aparece representada en la cerámica, sobre el cual hablaremos en el capítulo respectivo. Entonces, bajo esta perspectiva, consideramos que en este sector de la montaña Campana, por el elemento roca sagrada, y los restos humanos encontrados por efecto del huaqueo clandestino, se infiere que hay elementos comparativos importantes para definir que su función fue posiblemente parecido a una de las plazas al pie de la montaña en la Huaca de La Luna. El recinto ceremonial forma parte de un complejo de recintos que se distribuyen en un espacio de mayor magnitud en su entorno, que sufrieron los embates de los aluviones y la destrucción medio ambiental dentro de un proceso de cientos de años. La regular cantidad de fragmentos de cerámica decoradas y sin decorar, validan la presencia de una fuerte ocupación Moche y quizás post Moche en el lugar.

Figura 14: Figura natural del “Candelabro” en la parte superior de la montaña y la ubicación del recinto ceremonial en la parte baja (foto: Luis de la Vega)

Figura 15: Recinto ceremonial de la época Moche (inferior), asociado a un asentamiento de mayor magnitud (foto: Luis de la Vega)

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Figura 16:Restos humanos extraídos de un pozo de huaquero al interior del recinto ceremonial (foto: Carlos Quiroz Moreno) Revista Arqueológica SIAN

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Figura 19: Vista panorámica del “Templo de las Aguilas” (izquierda) y la cueva con pintura rupestre (derecha) (foto: Luis de la Vega) Figura 17: Huaca de la Luna al pie del Cerro Blanco (foto: Luis de la Vega)

Sector el Templo de las Águilas Este sector se encuentra ubicado en las coordenadas geográficas: 7º59'42.36” LS y 79º06'33.76” LW. Ha sido bautizado como el “Templo de las Águilas” por ser un sitio donde las águilas se asientan ocasionalmente sobre las rocas enormes. Se trata de un conjunto de rocas, algunas de regular tamaño y otras muy grandes que aparecen sobrepuestas, y que al parecer, cubren una especie de laberinto en su interior, formando quizás un circuito ceremonial en ascensión con escalinatas, que fueron destruidas por el tiempo y los movimientos telúricos, que conduce en la parte

superior hacia unas rocas horadadas en forma natural y de formas casi mágicas o enigmáticas (Figura 18 y 19). En la parte baja de las rocas sobrepuestas ya referidas, o al pie de estas, hay una pequeña loma artificial poco pronunciada, que tiene estructuras arquitectónicas enterradas, asociadas con fragmentos de cerámica Moche, pequeñas placas de cobre y fragmentos de spondylus, que a juzgar por la importancia de estas últimas evidencias de origen marino, estarían revelando la jerarquía del sitio y la presencia posiblemente de enterramientos prehispánicos; es posible que se trate de un lugar particular de culto.

Figura 18: El “Templo de las Aguilas”. Al fondo el Apu Campana (foto: Luis de la Vega)

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Sector la Cueva con pintura rupestre En una visita a fines del 2011, realizada por Percy Valladares, Diego Rojas y el arqueólogo Ronald Tafur, se ubicó en las coordenadas geográficas 7º59'44.01” LS y 79º06'32.48” LW, una cueva pequeña que tiene el perfil de una especie de rostro humano. En el interior de la cueva, Ronald Tafur observó por primera vez, restos de pintura rupestre en el techo y parte lateral de la cueva; se trataba de la representación de perfil, delineada en color ocre rojo, quizás óxido de hierro, de la cabeza y patas delanteras de un felino de cuerpo incompleto (Figura20). La cabeza tiene un ojo circular con pupila

central y lagrimones, con caninos sobresalientes y pelos erizados detrás de la cabeza y el lomo. Por su estilo podría compararse con figuras presentes en sitios formativos, como las que aparecen en la parte lateral del ingreso principal del templo de barro de Sechín Bajo en Casma (ver Franco 2010b). Aún cuando hay elementos comparativos por el estilo, creemos que todavía falta definir la cronología de esta pintura, y una de las formas de averiguar es precisamente realizando excavaciones sistemáticas al interior de la cueva; sin embargo, esta evidencia ya constituye un buen elemento para juzgar que este sitio tuvo una función sacra desde épocas más antiguas que los Moche.

Figura 20: Cueva donde se ubica los restos de pintura rupestre (foto: Luis de la Vega)

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Sector de la Encañada Principal y sus alrededores Hicimos el reconocimiento de la encañada principal ubicada en la parte baja del lado oeste, donde hay una vista impresionante de la montaña, que nos cautivó y seguramente habría cautivado también a los peregrinos Moche que llegaron a adorarla por su majestuosidad y sacralidad, razón por la cual, fue representada con tres picos en la cerámica, donde se observa las escenas de sacrificio (Figura 21). Al oeste de la encañada principal, sobre una loma alta, se ha reconocido montículos funerarios en un área aproximada de 100m2 . Las pocas evidencias superficiales, entre estos un cráneo humano infantil, fueron removidos de los montículos, al parecer, por animales salvajes y no por huaqueros, que podría indicar hipotéticamente la ubicación de un área de entierros humanos que falta verificar con excavaciones arqueológicas (Figura 22 y 23). La presencia de grandes recintos, planicies, espacios al parecer de actividades ceremoniales, existen en la parte baja de la encañada, identificándose en primer lugar una especie de altar labrado en una roca natural,

ubicado en las coordenadas geográficas: 7º59'37.69” LS y 79º06'42.20” LW, que al parecer, forma parte de un contexto más grande, asociado a un entorno de roquedales y recintos poco visibles que denotan que el área estuvo siendo utilizado posiblemente para las ceremonias vinculadas con el culto a la montaña (Figura24). Subiendo por la encañada, se identificó una gran roca de gran volumen, revestida con abundantes caracoles de tierra (Scutalus sp.) que ha sido bautizada como “roca sagrada”, porque tiene como atributo principal una oquedad muy pronunciada orientada hacia el suroeste (Figura 25) y que por su ubicación y características particulares, al parecer, está asociada a una representación que aparece en la cerámica Moche, donde la deidad principal con cinturón de serpientes o dios de la montaña se encuentra en el interior de una especie de oquedad o estructura cóncava (véase Golte 2008: 196, fig. 8.38). En otro ejemplar se observa la escena de la montaña presidida y magnificada de la figura de la divinidad principal a un lado, con el personaje postrado sobre el pico central, y al pie, aparece una estructura cóncava donde en el interior aparece un dignatario (ver Larco 2001: 299, fig. 317) (Figura 26). Es realmente sorprendente la

Figura 22: Sector de montículos funerarios (foto: Luis de la Vega)

Figura 23: Restos de un cráneo humano en el sector de montículos funerarios (foto: Luis de la Vega)

Figura 21: Frente principal del Apu Campana con la ubicación de los sitios de orden ceremonial (foto: Luis de la Vega)

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Figura 24: Altar natural ubicado en la parte baja de la quebrada principal (oeste) del Apu Campana (foto: Luis de la Vega)

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Figura 25: Roca Horadada de gran magnitud, ubicado en la parte baja de la quebrada principal, al pie del Apu Campana (foto: Luis de la Vega)

comparación del ejemplar de cerámica descrito con el escenario natural de la quebrada principal del Apu Campana, donde también se observa la roca horadada al pie o abajo del pico central de la montaña. Carlos Quiroz Moreno se había percatado que en algún periodo geológico, por las quebradas o encañadas del lado oeste de la montaña(coordenadas geográficas: 7º59'36.26” LS y 79º06'42.18” LW)habían descendido aludes o huaycos producto de un deshielo del macizo Campana, los mismos que depositaron numerosas rocas a manera de morrenas como consecuencia de algún cambio climático severo, cuya cronología todavía no se identifica todavía. Según las hipótesis de este investigador, en algún momento, como consecuencia de este comportamiento de la naturaleza, los Cupisnique, Moche o Chimú, se ingeniaron en construir en una de las torrenteras de la parte baja, una gran represa para acumular agua en tiempos de desabastecimiento del líquido elemental para la subsistencia de las poblaciones. En la historia prehispánica de la costa norte, se registran muchos fenómenos de El Niño que causaron estragos muy serios en la evolución de las sociedades complejas durante los últimos 5000 años, cuando la topografía exhibida registra un paisaje muy diferente al actual (Quiroz 2010). Hay una crisis climática hacia los años 600 d.C. (Shimada et al. 1991), con intensas lluvias y sequias prolongadas de mucho tiempo, quizás se trata de este fenómeno; por ahora no lo sabemos.

La prospección hacia el flanco norte de la encañada (coordenadas geográficas: 7º58'54.0” LS y 79º06'23.2” LW) sobre la parte superior de una loma muy pronunciada, la más elevada de este sector, se encuentran unas quebradas, donde se registraron áreas de actividades de consumo de alimentos, donde es frecuente encontrar restos de mariscos asociados con caracoles de tierra, chancadores, restos de conchas marinas, lajas, batanes, manos de moler y fragmentos de cerámica de manufactura Moche y Chimú principalmente (Figura 27). En otros casos, es frecuente encontrar muchos artefactos de piedra y paravientos o estructuras de piedra no muy bien conservadas, que aparecen a manera de hileras de piedras (Figura28). Desde este lugar se puede divisar el pico izquierdo de la montaña visto desde el noroeste, que es un pico rocoso, enigmático, más grueso que los dos restantes, que seguramente indica, por las evidencias dejadas por los que reverenciaron a la montaña, que este pico ha tenido una gran prestancia mágico - ceremonial; su naturaleza geológica es totalmente diferente al pico central y lateral derecho visto desde el oeste. En las inmediaciones de las coordenadas antes mencionadas, siempre dirigido al pico grueso de la montaña anteriormente aludida, se registró una gran roca natural de forma tabular con escalones orientados hacia el noroeste; por sus características da la

Figura 26: Representación de escena de montaña con la divinidad principal, el personaje postrado en el pico y una estructura cóncava en la parte inferior (tomado de Larco 2001)

Figura 27: Conchales y restos de actividades humanas en la llanura al sur de la montaña (foto: Luis de la Vega)

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Figura 28:Estructura ovalada de piedra en el lado noroeste de la montaña (foto: Luis de la Vega) Revista Arqueológica SIAN

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impresión que la parte superior ha sido esculpida a manera de escalones que se le puede considerar como una especie de altar natural de gran valor mágico religioso (Figura 29 y 30). Además, esta estructura tiene en las caras llanas de los escalones huellas de chorreras de agua que caen hacia unos 5 pocitos labrados en la plataforma inferior que recogen las aguas acumuladas en época de lluvias o de lomas, entre julio y septiembre. Lo interesante de este tipo de rocas sagradas o altares naturales, es que todavía se mantienen incólumes, siempre revestidas con grandes cantidades de caracoles de lomas (Scutalus sp.), tan cierto o parecido a los caracoles asociados a las

montañas con escenas de sacrificio en montaña (véase Golte 2008: 192, fig. 8.34) y que jugaron un rol importante en el universo mágico religioso de los mochica, así como su probable uso como sustancia psicoactiva asociado a los tallos del cactus de San Pedro (Bourget 1990: 47-50). Finalmente, en otros casos, se advierte en el paisaje natural formaciones rocosas de extrañas formas, en las laderas o en las cabeceras de la montaña, que seguramente representaron imágenes propias del paisaje mágico y que tuvieron gran valoren el pensamiento prehispánico.

Figura 29: Altar natural sobre una loma alta con pocitos horadados, ubicado en la parte baja de uno de los picos del Apu Campana (frente oeste) (foto: Carlos Quiroz)

Figura 30: Pocitos labrados en la roca en forma natural en el altar (frente oeste) (foto: Carlos Quiroz)

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Sector sur este de la Montaña Se reconocieron evidencias de terrazas asociadas a la montaña, ubicadas en el lado sur oeste, hacia un lado de una colina no muy al taque da cara al suroeste (coordenadas geográficas: 7º59'35.25” LS y 79º06'11.87” LW) evidencias que fueron reportadas por Carlos Quiroz Moreno (Quiroz 2009) (Figura 31). Las terrazas que no son muy pronunciadas no fueron hechas por elevación con la utilización de recursos materiales para su funcionamiento, sino más bien, el suelo natural ha sido rebajado casi superficialmente para formar terrazas acondicionadas en el mismo terreno, que se encuentran separadas unas con otras a distancias casi uniformes dentro de la topografía en declive de la colina. De lejos es mucho más evidente la presencia de estas terrazas, y en una de ellas, Luis de la Vega logró registrar hace años una planta tierna de maíz. Por la naturaleza del sitio y su apariencia no muy antigua, podemos sospechar que corresponden a la época Chimú. Faltan estudios específicos sobre su cronología, naturaleza y cultivo, quizás representa una eficaz tecnología agrícola de orden ceremonial asociada al culto a la montaña, que habrían tenido un gran valor agrícola durante la temporada de lomas (julio setiembre). Podríamos atrevernos a indicar que estas fueron las terrazas ceremoniales donde se cultivaron plantas sagradas vinculadas con el culto a la montaña; y la presencia de una planta de maíz en el sitio, sugiere

quizás, que uno de los cultivos haya sido esta planta tan bien representado en la cerámica Moche, post Moche y Chimú. De otro lado, se necesita de mayores prospecciones de este lado de la montaña para ubicar posiblemente la presencia de altares o plataformas de barro asociados al culto de la montaña, como los que existen en el Cerro Purgatorio de las pirámides de Túcume o en el Cerro Oreja del valle de Moche. A raíz del comentario anterior, se tiene que tomar en cuenta las diferentes representaciones de seres sobrenaturales o el Dios de la fertilidad asociadas a las montañas o Pacarinas en la cerámica Moche, transicional y post Moche, que normalmente se trata de representaciones de divinidades sembradores, dispensadores de semillas, auspiciadores de plantas y es frecuente, inclusive, observar la representación de la divinidad principal portando en las manos plantas alimenticias como la yuca y el maíz (Carrión Cachot 1959: 56-62; Hocquenghem 1977: 190). En nuestro recorrido, por el lado sureste, en la base de la montaña, con vista hacia la Panamericana Norte, hay también una vista espectacular, donde se observa la montaña con los tres picos elevados, aun cuando de lejos, desde el sector el Milagro se define con cinco picos. La importancia de este sector es que se ha ubicado una especie de plataforma ceremonial de barro con fragmentos de cerámica y posiblemente con la presencia de entierros simples que fueron removidos por los huaqueros (Figura 32).

Figura 31: Terrazas prehispánicas poco pronunciadas ubicadas en la ladera sureste del Apu Campana (foto: Luis de la Vega) Revista Arqueológica SIAN

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Figura 34: Detalle de la muralla de piedra Chimú (foto: Luis de la Vega)

Figura 32: Plataforma ceremonial ubicado en el frente sureste del Apu Campana, con evidencias de excavaciones clandestinas recientes (foto: Régulo Franco)

Por el frente sureste de la montaña, se observa también, la presencia de una muralla de piedra (hoy cortada por la carretera Panamericana Norte) que empieza desde la falda de la montaña, recorre el desierto y llega finalmente hasta la parte posterior del cerro Cabras, alcanzando una longitud casi de 10 Km (Figura 33 y 34). Se ha determinado que esta muralla de piedra canteada, con enlucido en ambas caras (en algunos sectores), de 2.50 m de altura, es de afiliación Chimú y su construcción estaría asociado con una función de fortificación y contención de las avenidas de agua durante la ocurrencia del fenómeno de El Niño (Piminchumo y Gálvez 2003), sin embargo, por el ancho de la muralla que supera los dos metros y la altura evidente sobre la capa de arena del desierto, consideramos que su función habría sido la de un camino epimural utilizado en la época Chimú por los peregrinos del valle de Moche que llegaban al Apu Campana para rendirle culto.

Sector Cerro Portachuelo ORTE NA N RICA E M PANA

Figura 33: Muralla de piedra que atraviesa el desierto, frente este de la montaña (foto: Luis de la Vega)

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Se ubica en las coordenadas geográficas: 7º56'25.93” LS y 79º07'58.76” LW, en el sector denominado Cerro Portachuelo, que corresponde a una de las estribaciones del lado norte del Apu Campana. Aquí se

identificó una quebrada angosta que tiene en la parte baja la evidencia de una mina prehispánica, caracterizada por una excavación a tajo abierto y un socavón profundo difícil de observar por su profunda penetración en la roca madre (Figura35 y 36). En sus paredes geológicas se observa sulfuro de mercurio conocido comúnmente como cinabrio, que está expuesto en forma de derrames gruesos o concentraciones irregulares asociado a la presencia de cristales de rocas de diferentes tonalidades. Por lo poco que hemos podido ver, se identifican: cobre, sodalita, cuarzo en sus diferentes tonalidades, pirita, muestras ferruminosa, etc. En las inmediaciones se observaron fragmentos aislados de cerámica Moche y Colonial. No se ha determinado todavía la cronología de este yacimiento, sin embargo, por la presencia de cinabrio, cristales de roca y fragmentos de cerámica Moche en los alrededores, podemos sostener como hipótesis, que esta podría ser una de las fuentes que fue explotada para conseguir materia prima para la preparación de joyas y ornamentos de la señora de Cao y también para la satisfacción de la elite mochica de los valles de Chicama y Moche (Franco 2010a). Se sabe quela presencia de cinabrio se obtenía solo de la zona de Huancavelica (Petersen 1970), entonces, si este

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Figura 35: Cerro Portachuelo al norte del Apu Campana (foto: Luis de la Vega)

Figura 36: Mina prehispánica ubicada al oeste del cerro Portachuelo y al norte del Apu Campana (foto: Luis de la Vega)

yacimiento reúne las condiciones científicas sería un descubrimiento de gran trascendencia para la arqueología norteña. Para efectos de comparación, podemos señalar una mina prehispánica denominada Primavera en el valle de ingenio, Nazca, con un filón natural de óxido de hierro de color bermellón oscuro, hematita (Fe 2 O3),que fue explotada intensivamente durante 1400 años por los Nazca, los Wari y posteriores civilizaciones, inclusive hasta épocas recientes (ver Vaughn et al. 2007).

Sector Piedra Parada Se ubica hacia el sector noroeste de la Montaña Campana. Se trata de una montaña de considerable

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magnitud que llega en extensión hasta los bordes de tierra llana del sitio conocido como Chiquitoy Viejo, donde se ubican sectores arqueológicos denominados Chiquitoy Viejo y Paredones, además de una pirámide de barro denominado Huaca Colorada. Sobre esta montaña, aparece un hito rocoso de gran magnitud, de ahí el nombre de Cerro Piedra Parada. En las inmediaciones, hay muchas evidencias de estructuras de barro con pasajes y espacios abiertos a modo de patios o plazas, muros de piedra, paravientos en la falda del cerro y una posible mina de tajo abierto de casi 3 m de profundidad (Luis de la Vega, comunicación personal) (Figura 37 y 38).

Figura 37: Cerro Piedra Parada al noroeste del Apu Campana (foto: Luis de la Vega)

Figura 38: Vista de una Huaca en el extremo norte del Cerro Piedra Parada (foto: Luis de la Vega)

LA MONTAÑA Y SU VALOR SIMBÓLICO Las montañas jugaron un papel importante en la cosmovisión de las culturas prehispánicas de los andes centrales, siempre estuvieron relacionados con los orígenes, con deidades y con el papel de propiciadores del mundo doméstico y dadores de vida para las comunidades. Las montañas fueron objeto de adoración para explicar el valor sagrado de los centros ceremoniales, sobre todo aquellos que están ubicados en las nacientes de los ríos, porque ahí están los Apus o deidades que controlan los fenómenos naturales, regulan el agua y benefician la fertilidad de las plantas, los animales y los hombres (véase Reinhard 1983, 1987; Astuhuamán 2008). En el caso de las montañas de la costa, también éstas fueron veneradas desde

épocas tempranas como sus similares del ande, asociadas con energías telúricas, con la morada de sus dioses, entre otros aspectos relacionados con la cosmogonía y cosmología del mundo costeño. Así también, en las actualidad, las peregrinaciones y procesiones rituales en el ande todavía están vigentes bajo el concepto del sincretismo (véase Rostworoswski 2008). Actualmente muchas montañas son todavía visitadas y veneradas como: El Apu Qoyllorrity en Cusco, el Apu Pariacaca en la sierra de Lima, Cerro Baúl en Moquegua, Cruz de Motupe en Lambayeque, por citar algunos de los más importantes centros de peregrinación. Entonces, en épocas prehispánicas, las montañas jugaron un papel importante para la fundación de un Revista Arqueológica SIAN

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asentamiento o centro ceremonial. Tenemos varios ejemplos que citar Machupicchu ubicado al pie del Wayna Picchu, imponente montaña rodeada del río Urubamba que toma la forma de una serpiente, la Huaca de la Luna al pie del Cerro Blanco en Moche donde se encontraron sacrificios humanos en su honor, cerros Purgatorio y Apurlec en el valle de Lambayeque, entre otras montañas más al norte del Perú.

Efectivamente, el puño representado por los Moche tiene relación con la silueta superior de la montaña (Figura 39).

Por muchos años, reconocidos arqueólogos, entre ellos Benson (1972), Kutcher (1983), Donnan (1978), Hocquenghem (1987) y Zighelboing (1995), identificaron en las representaciones escultóricas de la cerámica Moche un antiguo rito de sacrificio que se realizaba sobre la montaña, sin que ninguno de los investigadores señalados indique la identificación física de la montaña donde se producían los ritos de sacrificio. Antes se presumía que uno de los escenarios de los actos sacrificiales podría haber sido el cerro Ochiputur o cerro Blanco en el valle de Moche donde se yerguen las Huacas del Sol y la Luna, donde además se habían encontrado sacrificios humanos (véase Bourget 2001; Verano 2001).

El Apu Campana fue visto por cientos de años desde varios puntos de vista de los valles de Chicama y Moche, en especial desde los dos grandes centros de poder religioso: Huacas del Sol y la Luna, y el Complejo El Brujo, de ahí la conexión de estos centros con la montaña mayor. Observada desde el valle de Chicama (especialmente pasando la ubicación del actual peaje), aparece con un pico central alto y dos picos más bajos a cada lado. Vista desde el lado suroeste (lado del mar) aparece con tres picos y vista desde el Cerro Cabras aparece con cinco picos (Figura40) es decir un pico central y dos picos laterales. A nuestro juicio, y por las evidencias ya señaladas, y porque la orientación del frente principal de la montaña es hacia el lado oeste o hacia el mar por donde se encuentra la quebrada principal, considero que este es el frente más importante donde se dramatizaron los ritos de sacrificio humano que permitieron usar este medio natural como modelo para elaborar en cerámica las escenas de sacrificio de montaña. Daremos algunos detalles más adelante que reforzarán este planteamiento.

Donnan (1976: 108), basándose en analogías etnográficas, sugiere que la silueta superior del Apu Campana se parece a un puño cerrado, que se compara con la representación de puños en el arte Moche, vinculado con la cosmovisión ancestral y que éste se habría constituido como un centro de poder.

Se conoce que en la cerámica Moche hay representaciones de montaña con mas picos de las ya señaladas, que puede indicar, al parecer, que no hubo una sola montaña en la cosmovisión Moche, sino hay también otras montañas que faltan ser reconocidas en distintos sitios del norte del Perú, como los que

EL APU CAMPANA, ESCENARIO DE LOS SACRIFICIOS HUMANOS

Figura 39: Representación de un puño en cerámica Moche (colección: Museo Larco) y su comparación con la silueta superior del Apu Campana (foto: Luis de la Vega)

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Figura 40: Vista del Apu Campana desde el cerro Cabras (foto: Luis de la Vega)

Figura 41: Escena de sacrificio de montaña en la cerámica Moche (tomado de Larco 2001)

Figura 42: Escena de sacrificio de montaña en la cerámica Moche, donde se observan los tres picos similares al Apu Campana en su frente oeste (tomado de Donnan 1978)

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podrían ser por ejemplo: El cerro Mocollope en el valle de Chicama, el cerro Galindo en el valle de Moche o el cerro ubicado a espaldas de la monumental pirámide de Pampa grande observada con más picos ubicada en el valle de Lambayeque, cerca de Huaca Rajada o Sipán.

dedicados a la divinidad del mundo húmedo, nocturno y subterráneo. Pero también es cierto que hay una representación fálica en la montaña (véase Bock 2012: 140, fig.57) que determina su contenido asociado a la fertilidad o fecundidad.

Muchos investigadores han atribuido características especiales a las representaciones con escenas de sacrificio en montaña. Todos están de acuerdo y así se observa que la víctima sacrificial se encuentra en el pico central denominado personaje postrado (Zighelboing 1995), dispuesto en un acto de despeñamiento o decapitación, cuyo correlato muestra algunas veces la cabeza humana depositada en la parte inferior despeñada a través del precipicio de la montaña (Figuras 41 y 42). Sin embargo, no necesariamente la cabeza del decapitado se encuentra abajo, sino aparece también la figura de un hombre echado (véase Hocquenghem 1987, fig. 183).

En esta dramatización ritual en la montaña, la deidad principal o de la montaña con atributos de colmillos y cinturón de serpientes - como habíamos indicado antes - aparece magnificado a un lado de la montaña, a veces ubicado a la derecha y otras veces a la izquierda, como si fuera una criatura telúrica sobrenatural de gran tamaño que sale de la montaña para presenciar el acto de sacrificio humano en su honor (véase Bock 2012:80, fig. 23b) (Figura 45). También, este ser sobrenatural con colmillos aparece montado en una águila (véase Bock 2012: 80, fig. 23a) y quiero manifestar que la apariencia de la montaña vista desde la quebrada principal (oeste) es la de un águila con las alas abiertas. En otros ejemplares de la cerámica Moche, esta deidad aparece incorporada en la misma montaña mostrando su fuerza telúrica, rodeada de serpientes y criaturas subterráneas y llevando en sus manos una porra y un escudo como símbolos de poder (Figura 46). Frente a estas representaciones, no tengo dudas que el Apu Campana ha sido uno de los hogares de esta divinidad según las creencias en el mundo Moche.

Ciertamente el hombre postrado en el pico central aparece echado, con un largo chorro de sangre de la víctima, que para muchos entendidos, simboliza la corriente de un río que emana y fertiliza las tierras bajas para beneficiar la agricultura y permite la abundancia de los alimentos (véase Zighelboing 1995; Bock 2004, 2012). Para Jurgen Golte (2009: 273), contrariamente, el chorro de sangre simboliza el cabello suelto de la víctima sacrificada. Entonces, frente a estos argumentos más importantes acerca del personaje postrado, hay al parecer, una conexión entre el cabello, el chorro de sangre y el agua, que tendría, más bien, una connotación femenina relativa a la menstruación (Zighelboing 1995: 61). En este escenario del sacrificio de montaña, la deidad principal con rasgos felinos y con cinturón de serpientes, reconocido también como la “divinidad de la plataforma” o el “dios de los colmillos” aparece en la escena, casi siempre de mayor tamaño a un lado del pico de la montaña (Benson 1972: 34; véase también Larco 2001:315, fig. 334) (Figura 43). De otro lado, en estos mismos ejemplares de cerámica con escenas de sacrificio, aparecen también sacerdotes, sacerdotisas o doncellas y algunos animales vinculados con el inframundo y la cosmovisión Moche asociado a las ofrendas, a los alimentos, a los ancestros y a los sacrificios, por ejemplo: venados, iguanas o lagartijas, zorros, perros que también aparecen en la ceremonia del sacrificio en la iconografía, y los preciados caracoles de lomas, resaltando el ecosistema vigente. Sin embargo, en otras representaciones de escenas de sacrificio de montaña, es frecuente hallar seres cadavéricos con clara exposición de sus genitales, denotando la estrecha relación del rito o ceremonia con el mundo de los ancestros y la fertilidad (Figura 44). Según Golte (2009:73), estos sacrificios estarían

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Por las razones que se ha expuesto, pienso que el Apu Campana siempre fue considerado por los antiguos como el protector y benefactor de los alimentos y los recursos de la vida. Era vista de manera sobresaliente desde cualquier punto de los valles de Moche y Chicama. El ecosistema de la montaña muy rica desde épocas tempranas fue un escenario sagrado para los peregrinos que asistían temporalmente por todos los frentes a rendirle culto y la prueba arqueológica de esta posición es precisamente la presencia de campamentos humanos reconocidos en nuestra visita, con restos alimenticios producto del consumo humano, artefactos, cortavientos, y fragmentos de cerámica al interior y en el entorno de la montaña. También es frecuente observar en las escenas de montaña en cerámica a personajes muy bien ataviados que se dedican a la recolección de caracoles quizás dentro de un ritual que se acostumbraba realizar en las épocas de lomas o invierno. En suma, el Apu Campana sería uno de los escenarios donde se realizaban las ceremonias de sacrificio, considerada como una de las ceremonias más trascendentales del sistema sacrificial Moche y que tiene, al parecer, una secuencia narrativa parecida a la ceremonia de sacrificio que ocurría en los santuarios más importantes de la sociedad Moche. Estas ceremonias estaban relacionadas con el mundo silvestre, con la agricultura, con la fertilidad, la

Figura 43: Escena de sacrificio de montaña en la cerámica Moche, donde se observa a la Divinidad principal sobre una plataforma encabezando la escena de sacrificio (tomado de Donnan 1978)

Figura 45: Escena de sacrificio en la cerámica Moche, donde se observa a la divinidad principal a un costado de la montaña y en el pico aparece un individuo decapitado con la cabeza en la parte inferior (colección del Museo Cao)

Figura 44: Representación de una escena de sacrificio de montaña (tomado de Golte 2008:192, fig.8.34)

Figura 46: Cántaro Moche tardío con la divinidad principal figurado en la montaña (colección del Museo Cao)

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provisión y administración de los recursos hídricos (Zighelboing 1995: 36).

EL ALTAR ESCALONADO DE PIEDRA EN LA CIMA DE LA MONTAÑA La primera observación de este importante hallazgo fue a través de una fotografía que había tomado mi asistente Luis de la Vega, en las oportunidades que había subido hacia la cima de la montaña. Mi primera impresión fue que tenía suficientes rasgos para convertirse en una obra humana. Llegó el desafío de subir hasta el punto más alto de la montaña para verificar mis presunciones, entonces acabé por convencerme que estaba frente a un altar escalonado trabajado por el hombre, muy parecido sorprendentemente al altar o estructura escalonada representada por los Moches (Figura47). En las coordenadas 07° 58'54.0” LS y 79°06,23.2” LW y a una altura próxima a los 1002 m.s.n.m., localizado en el pico central, se descubrió un altar o estructura escalonada tallada en la roca natural de la montaña, cuya naturaleza es de origen ígneo. (Figura 48). Es una estructura tabular exactamente con eje este oeste, que presenta tres escalones dirigidos hacia el oeste pero con trayectoria ascendente hacia el este, con pasos que se elevan en 80 cm., 60 cm y 30 cm, con descansos regulares de 50 cm en cada paso, considerando la plataforma más alta en 60 cm de ancho. Sobre la plataforma, hacia un costado, se ubica una pequeña prominencia tabular de 25 cm por 25cm. En realidad, la estructura del altar tallado en la parte

superior forma parte de un macizo rocoso también tallado en partes que tiene una altura total de aproximadamente 4.05 m de altura (Figura 49). La dirección del altar con los escalones que van en ascenso se orienta exactamente hacia el este, por donde nace el sol (Figura 50 y 51). El altar se encuentra asociado en la parte baja a un conjunto de elementos arquitectónicos labrados en piedra por el hombre que se encuentra hacia los lados norte y este, con un muro lateral delgado (cara norte) labrado en la roca, que al parecer estuvo originalmente escalonado y sirvió de peldaños para llegar al primer escalón del altar. En efecto, en la parte baja del lado este, se registra una especie de recinto destruido por el tiempo con muros labrados de piedra (Figura 52 y 53) y una especie de columnas labradas de 2.90 m de altura, separadas entre sí, que formaron quizás una especie de portada para ingresar a un recinto al parecer con una ventana orientada hacia el lado del mar o al precipicio. Por la presencia de vegetación que cubre este lugar, no es posible por ahora dar mayores detalles, pero si se destaca la presencia de una rampa natural que empieza en el recinto y culmina en el precipicio.

Figura 48: El altar principal escalonado con una prominencia en el nivel superior. En su entorno aparecen estructuras de piedra (foto: Luis de la Vega)

Es necesario destacar la presencia de la prominencia tabular sobre la plataforma superior del altar del Campana. Es muy parecido a la prominencia existente en el Intihuatana en Machu Picchu, que según algunos estudiosos, habría tenido una función astronómica relacionada con el amarre del sol durante el solsticio de invierno. Además, la estructura general podría parecerse a la estructura escalonada que aparece

Figura 47: El altar escalonado de piedra ubicado en el pico central del Apu Campana (tomado de google earth) Figura 49: Corte y elevaciones del altar escalonado de piedra (levantamiento: Luis de la Vega)

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altares escalonados asociado al rito de la montaña, indicando la importancia de la llegada del agua de la sierra a la costa y su orientación sudoeste tendría relación con el rito de sacrificio durante el solisticio de verano. En varias publicaciones se ha discutido sobre la importancia de la escalera con ola en la iconografía y en las representaciones escultóricas de la cerámica Moche. Benson (1976: 34, 86) considera que la estructura escalonada es la derivación de la estilización de la montaña en donde aparece el Dios de los Colmillos y su asistente lagartija, y que la ola-escalera no es sacrificial, sino se refiere simbólicamente a la muerte accidental en la montaña.

Figura 50: El altar escalonado de piedra con tres niveles ubicado al borde del abismo (Foto: Luis de la Vega)

Figura 53: En la parte superior aparece el altar escalonado de piedra y en la parte inferior su base geológica (Foto: Luis de la Vega)

Figura 51: Isométrica del altar escalonado de piedra (levantamiento: Luis de la Vega)

debajo del Templo del Sol de Machu Picchu, antes comparada por De Bock (2003: 322), que según sus apreciaciones, es un concepto que no se limita a la costa norte sino que forma parte de la tradición cultural andina que se remonta a más de cinco mil años desde la tradición de Caral o Ventarrón. Muchas características generales del altar y su entorno están todavía por resolver con limpiezas y excavaciones precisas de investigación. El estado de conservación del altar y las estructuras de su entorno no es muy bueno, debido a que por su ubicación, por lo menos en estos últimos 15 siglos, ha sido duramente afectado por factores naturales (lluvia, viento, radiación solar, movimientos telúricos, crecimiento de plantas, exfoliación, intemperización, etc.).

Figura 52: Recinto colapsado por el tiempo, ubicado en la parte baja del lado este del altar (foto: Luis de la Vega)

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La ubicación del altar escalonado de piedra es hacia el filo del precipicio, con cara lateral hacia la dirección del mar, que podría tener alguna relación con el sacrificio humano de decapitación con la cabeza rodando a través del precipicio, como aparece en las escenas de sacrificio en montaña. Faltan quizás más pruebas arqueológicas para comprobar este hecho. De Bock (2004, 2012), se refiere a modelos de cerámica de

De Bock (2003: 312-316), hace un análisis de la trascendencia del motivo escalera y ola representada desde Vicús, definida mucho en los Moche y su pervivencia hasta épocas tardías Inca - Chimú. Su tesis central radica en que el motivo escalera - ola es un símbolo abstracto que representa la montaña (triángulo escalonado) y un río corriendo por su ladera (ola); y que se identifica con la trayectoria del agua de las montañas hacia el mar, convirtiéndose en un ciclo hidráulico, donde se forman las nubes que devuelven la humedad hacia las montañas al este, razón por la cual, el templo de la escalera está orientado hacia el oeste en imitación a las montañas; señala dicho autor que la trayectoria del sol del este hacia el oeste tendría connotaciones astronómicas vinculadas con el sacrificio humano, básicamente durante el solsticio de verano en la costa cuando los ríos procedentes de las montañas aseguran la fertilización de los valles costeños. Las apreciaciones de De Bock permite compararlas con el altar escalonado sobre la montaña del Apu Campana, que según nuestras observaciones, el altar no solamente es cubierto por una nube curvilínea natural visto durante el otoño (observación realizada por Luis de la Vega y Carlos Quiroz Moreno), sino que la trayectoria que sigue la nube es exactamente de este a oeste. Asimismo, los arribas citados, realizaron en los dos últimos años observaciones de la trayectoria del sol durante el solsticio del 21 de diciembre, habiendo observado que hay un alineamiento de la trayectoria del sol (ocaso) entre el pico del altar escalonado de piedra con un marcador de roca de mayor magnitud ubicado en la parte delantera (norte), sin embargo se necesita de mayores mediciones especializadas (Figura 54). Entonces, bajo estos argumentos señalados, podemos indicar a priori que esta estructura escalonada de piedra ha servido también de modelo para su representación en la cerámica Moche y su corpus iconográfico. Hay que señalar que los Moche realizaron los sacrificios humanos destacando al

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detalle puede dar razón de la comparación entre la estructura escalonada con la misma montaña, como ya se había indicado antes. A pesar que faltan todavía algunas pruebas físicas sobre la función del altar escalonado de piedra, consideramos que en esta estructura se realizaban los sacrificios humanos que culminaban en la decapitación de la cabeza del individuo sacrificado, que habría caído rodando hacia el lado este o sur con dirección al precipicio. Aquí se ejecutaba el melodrama del sacrificio humano relacionado con el orden cósmico observado en las escenas de sacrificio de montaña en la cerámica Moche. Las investigaciones cuidadosas deben definir estas hipótesis vertidas en el futuro. Somos conscientes que faltan muchos estudios por hacer dentro del orden de observaciones astronómicas, levantamiento arquitectónico general del sitio, obtención de muestras, entre otros análisis para un mejor entendimiento de toda la cumbre con relación al altar. Figura 55: Altar escalonado representado en la cerámica Moche (Colección Museo de Berlín) individuo postrado sobre el pico central de la montaña, no pudiendo representar el altar por la magnitud de la escena. En uno de los modelos de cerámica (Figura55), se advierte a un hombre con brote de un chorro de sangre rodando sobre la ola curvilínea, estando en el peldaño inferior un individuo echado, y a un costado de la pared un personaje, con una posición similar del ser sobrenatural de los colmillos presenciando por un costado de la montaña la escena de sacrificio. Este

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AGRADECIMIENTOS Nuestro profundo agradecimiento a Luis de la Vega Pando, que con su juventud y entrega incondicional, ha permitido cumplir con muchos de nuestros objetivos de prospección para este reporte preliminar. Asimismo, nuestro agradecimiento a todos los miembros de la Asociación de Rescate y Defensa del Apu Campana que hacen posible y suman esfuerzos para preservar nuestro patrimonio arqueológico y natural.

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