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Domingo 23 de agosto de 2009
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Sociedad | La revalorización de la libertad individual
El 50% de los porteños no tiene pareja Continuación de la Pág. 1, Col. 2 vida y de relación. Lejos de los rótulos de “solterones”, los singles vernáculos han logrado reubicarse en el imaginario social, empujados por el número de su manada. Según el Departamento de Análisis Demográfico de la ciudad, ese conjunto representaba el 26,5% de la población capitalina en 1980. Creció al 46,3% en 1991 y, como se dijo, hoy son el 49,9% de los porteños. Claro que la medición no indaga en su estatus afectivo, sólo los ubica entre quienes no poseen una pareja conviviente. Un estudio de la consultora Advise arroja que hoy cuatro de cada diez porteños, de entre 25 y 65 años, dice estar “desemparejado”, aunque reconocen que podrían cambiar de categoría si encontraran complicidad. Lo engorroso, confiesa el 76% de los 1426 encuestados, es que no la encuentran y reafirman no haber abdicado en la búsqueda. El avance de los singles corre a la par de la fragilidad de las uniones, con 56,2 divorcios cada 100 matrimonios porteños, según la Encuesta Anual de Hogares (EAH). En las clases sociales mejor posicionadas, los singles son escudriñados por los analistas de mercado que les adjudican, en promedio, un 30% más de gasto que a los unidos. Consumen más tecnología, viajes, ocio, gastronomía, elementos de cuidado personal, moda y vida sana. Son más “salidores”, hedonistas y obsesivos ante los signos de envejecimiento, señalan estudios de Ipsos y Trendsity. Al margen de su peso en la economía real, su revalorización la confirman quienes ven en su estatus una reivindicación de los espacios de intimidad y libertad individual. “Las carencias afectivas del single se compensan con los logros profesionales, los hijos, amigos y su intensa vida social”, explica la psicóloga y analista de tendencias Mariela Mociulsky. “Los más jóvenes priorizan su desarrollo laboral y relegan el proyecto de familia. En los de mediana edad, la característica común es que son muy exigentes e inconformistas. Prefieren andar solos si no tienen a su lado al compañero ideal”, describe Mociulsky.
Europa, al tope de la lista En el escenario global, la Unión Europea lleva la delantera en cantidad de gente que vive sola, un modo indirecto de vislumbrar a los singles. Y hasta el Foro Económico de Davos los estudió en 2007, bajo el tema The Single Economy. Aunque ahora en tiempos de crisis y desempleo, el Viejo Continente les arrebató gran parte de su encanto. En Europa, superan los 170 millones de personas, según Eurostat. Irlanda se ubica en la pole position, con un 55% de hogares unipersonales. En Nueva York, el 50% de su población vive sola. Y en París suman más los hogares de un adulto, con o sin hijos, que los conformados por parejas. Según la última medición de la EAH, en la ciudad de Buenos Aires el 29,6% de los porteños vive solo. El sociólogo francés Jean-Claude Kauffman, ubicó el origen del fenómeno a partir de lo que llamó las “trayectorias de autonomía” de las mujeres. Vistos como individualistas y hasta egocéntricos, lo que instala el fenó-
meno single en la escena mundial, según Kauffman, “son aspiraciones bastante altas de lo que ellos consideran felicidad y plenitud, y le exigen mucho al amor y a la pareja. Si no hallan lo que buscan, optan por la soledad”. Georgina Binstock y Rosa Geldstein, demógrafas del Centro de Estudios en Población (Cenep) analizan el fenómeno desde otra perspectiva. Afirman que la inestabilidad de las uniones, junto con la postergación en la edad para el primer enlace entre los jóvenes y el incremento en la expectativa de vida, entre otros puntos, empujan los episodios de soltería. Rehúsan analizar una categoría fluctuante como la de los singles, ya que, dicen, desconocen cuántas personas hacen de ese estadío una opción vital de soledad y cuántos se enrolan en relaciones efímeras o cama afuera. Las conclusiones poblacionales a nivel nacional que le brindaron al Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), sin embargo, se resumen en estos puntos: ·Los últimos tres censos (1980, 1991 y 2001) muestran que la suma de los no unidos (solteros, separados, divor-
Menos matrimonios ➔ Victoria Mazzeo, jefa del
departamento de Análisis Demográfico de la Dirección General de Estadísticas y Censos del gobierno porteño, analizó para LA NACION algunos de los principales cambios de lo que los especialistas definen como “mercado matrimonial en la ciudad”. Entre ellos:
➔ En Buenos Aires, la tasa bruta de nupcialidad descendió el 40 por ciento en los últimos 18 años. En 1990, la tasa de matrimonios era de 7,4 casamientos por cada 1000 habitantes. En la última medición de 2007 se redujo a 4,4.
➔ La edad para la primera unión se elevó a los 32 años, en los hombres, y a los 30,6, en la mujer.
➔ La tasa de uniones en hom-
Luciano Bugallo no piensa en formalizar una relación hasta que cumpla 40 años
bres es superior a la de las mujeres. Esto se explica por la mayor presencia femenina en la ciudad y por la mayor reincidencia matrimonial del varón (15,8% contra el 10,6% de la mujer).
FOTOS DE ALFREDO SANCHEZ, FERNANDO MASSOBRIO, MARCELO GOMEZ Y MARIANA ARAUJO
➔ Las porteñas solteras, no
unidas y viudas, representan el 54,2% del total de la población femenina de la ciudad de Buenos Aires. En la misma categoría, los hombres representan el 44,9 por ciento de la población.
➔ Entre los 35 y los 54 años, las Romina Villola da pelea ciados y viudos ) se incrementaron del 40%, en 1980, al 45% en 2001. * Los casados disminuyeron del 60 al 55% en el mismo período. * Los solteros crecieron del 31 al 34 %, y los separados y divorciados, del 2 al 5%. Aunque este porcentaje que parece exiguo se realiza sobre el total de la población de 14 años y más. * Los analistas tocan otro punto medular. Mónica López Andrade, especialista en terapia de parejas, explica que una porción creciente de los singles responde a la adolescencia tardía, la comodidad, la incapacidad para relacionarse, la autopreservación y un valor secundario dado a la pareja. “El miedo a reeditar fracasos, la liberación que sienten al dejar atrás una convivencia infeliz, las ansias de no rendir cuentas y la inversión del tiempo en ellos mismos son también cuestiones de peso para no emprender nuevos vínculos”, señala. Y enfatiza una observación de consultorio: “Hay serias dificultades en las relaciones interpersonales y la cultura digital propicia simulacros de relación. No hay tiempo para el otro, pero sí para hacer más cosas: chequear mails, estar en la Web, ir al gimnasio y cumplir más de lo que se les exige con lo laboral. Quizá sea en el trabajo donde hoy se descarga gran parte de la libido”.
El ideal de Karen Obyrne es encontrar un compañero
mujeres separadas (el 43,8% en esa franja) duplican a los varones separados en ese mismo rango de edad.
Pando, en busca del amor
“Me gusta la adrenalina”
“La plenitud es de a dos”
“No le huyo al “La pareja compromiso” me asfixia”
A Luciano Bugallo, un empresario de 29 años, su última novia le saqueó definitivamente las ganas de estar en pareja. “Celosa, posesiva e insegura”, según la define Luciano, ella solía inspeccionarle el celular mientras él dormía en su amplio y cómodo departamento del barrio de Belgrano. Y Luciano no lo toleró más. Ahora, dice muy convencido, no piensa en formalizar nada hasta que cumpla 40 años. “Siempre logré más cosas en mi vida estando solo que acompañado”, asegura. E insinúa que el compromiso sentimental le resta ímpetu para alcanzar metas económicas, que hoy son su máxima prioridad. Además, Luciano confiesa aburrirse rápido de sus relaciones de pareja, y admite que le cuesta mantener los noviazgos en el tiempo. “Me gusta la emoción, la adrenalina y la conquista permanente. Cuando todo eso no está, enseguida me escapo”, relata a LA NACION.
Karen Obyrne imaginó siempre su vida como las de las aves avutardas: esos pájaros sureños que permanecen acompañados durante toda su existencia por una única pareja. Y cuando ésta muere, ellas también se dejan morir. “Pero me doy cuenta de que he vivido al revés de ese ideal”, dice esta platense de 53 años, primero viuda y luego divorciada, con cinco hijos de sendas uniones. Desde hace diez años, está sola. “Conocí a un montón de talibanes, hombres que sólo buscan un touch and go y le huyen al compromiso”, cuenta con honestidad brutal. Hace tiempo, abrió cuentas en Facebook, en Match.com y en otro montón de sitios para singles. Pero la Web es una trampa para la idealización. “Venden una imagen que no son. Y la decepción es inevitable cuando los conocés”, revela con causa. “La vida es plena de a dos, pero para la mayoría de los hombres de mi edad la prioridad es hacer dinero para mantener un estatus alto de vida”, cuenta.
“La piel y el corazón tienen mucha memoria”, afirma Mariano Pando. Según él, tanto recuerdan, que hace años anhela poder reeditar aquello que sintió sólo una vez en medio siglo de vida: sentirse enamorado y amar profundamente a una persona con la que la sintonía y el entendimiento eran totales. Eso espera, sin suerte, desde entonces. Mariano es broker de seguros, está divorciado y es padre de tres hijos. “He salido con muchas mujeres, y no soy de esos tipos que le huyen al compromiso. Por suerte, me llevo bien con mi soledad, aunque a veces la padezco. Encontrar una pareja ideal no es una tarea fácil, pero no me conformo con menos”, sentencia. Con un sesgo de escepticismo, reconoce no estar del todo seguro de poder hallar alguna vez un amor con la intensidad de aquel que aún recuerda tan vivamente. “Pero debe ser otro, sí o sí –se sincera–, porque ese mismo ya murió hace años.”
Una mujer sin vueltas ni ataduras. Ella dice que, estar en pareja, literalmente la asfixia. Se reconoce rebelde, indómita. Y la vida para ella fue siempre mucho más fácil sola que de a dos. Confiesa, además, que siempre se equivoca en sus elecciones sentimentales. Nunca encontró al hombre ideal y, por eso, explica que ya hace 15 años que da pelea sola, pero con la fuerza del afecto de los tres soles de su vida: sus hijas de 15, 13 y 10 años. Romina Villola es arrendataria de campos, tiene 33 años y dos matrimonios fallidos en el camino. La soledad para ella fue una apuesta consciente. Sin embargo, Romina sospecha hasta de sus propias contradicciones y no tiene ningún recelo en confesarlo: “A veces, miro a ciertas parejas, y me digo: ¡Pobres... Qué infelices que deben ser esos dos! Pero después miro mi propia vida, y me pregunto: ¿Por qué estoy sola si, en realidad, no quiero estarlo?”.
UNA MIRADA A LA MODA QUE VIENE
Claves para armar el guardarropa estival BAFWeek mostró miles de variantes para hacer frente al calor; los estampados vuelven a lucirse ¿Qué se va a usar este verano? En los tres días de BAFWeek, que cerró anteayer, no quedó claro. Y se anunció a dos voces. Por un lado, lo que dicen las marcas con mucha tendencia internacional, con propuestas bien variadas. Y, por otro, el diseño de autor más exclusivo y personal. Según lo visto en la semana de la moda, uno podrá salir con los 30 grados del verano de mil maneras. El que quiera flores tendrá flores. Y el que quiera cuadros, cuadros. Pero los estampados dan para más: hay animal print, rayas, búlgaros y algún toque vichy. En colores, más contrastes: del blanco y negro multiplicador al coral, agua marina, limón, suela, celeste, azul, verde, gris, crudo y los tierra. Las camisas son mega, la pollera se acorta, el blazer se alarga, trepa la cintura del pantalón, los jeans son celestes y el minishort gana estatus como básico. Como dicen las españolas, es el año del mono (entero), que también
tiene guiños: puede ser liso o estampado, babucha, de pata ancha o pierna legging, bien femenino. Y en vestidos, cada mona tendrá su seda: largos o cortos, lisos o estampados, siempre cómodo. Según el taco que se elija, se será gladiadora (chatas y sandalias con mil tiras que envuelven el pie) o luchadora (plataformas de 15 cm, cerradas con cordones o abiertas con tiras, rematadas con flecos). Aptas para caminar cerca de las estrellas o, en el mal paso, terminar estrellada. En tren de guardar todo o nada, carteras, carteritas, carterotas: bolsos en cueros exóticos con cadena y cerradura a prueba de sustos; sobres discretos terminados en madera y bolsos estampados con manijas de cuero. Y quien se juegue por un nombre y apellido tendrá derecho a más: telas intervenidas, estampas exclusivas, texturas soñadas, paletas originales, un corte intrincado y esa moda que, en definitiva, no sigue ninguna moda. O sí.
Tramando: una permanente invitación a innovar FOTOS DE JULIAN BONGIOVANNI Y SOLEDAD AZNAREZ
Onda rocker y plataformas, la propuesta de Paula Cahen d’Anvers
La vuelta del mono, por María Cher Cook, con estampas
Prüne y el asombro
Sofía Gadea