El 10% de las familias vive con la suegra sociedad

29 oct. 2012 - comienzo de la seguidilla de desven- turas de la familia Musicardi. La historia costumbrista que pin- ta la película retrata la realidad de más de ...
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SOCIEDAD | 13

| Lunes 29 de octubre de 2012

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El 10% de las familias vive con la suegra El reestreno de Esperando la carroza volvió a poner el foco en el más conflictivo de los vínculos; según el último censo nacional son más los hijos que se mudan a la casa de la madre que a la inversa; cómo conviven distintas generaciones

Ana y la elección del yerno del año

Evangelina Himitian LA NACiON

“–¿En qué me molesta? La tengo en la sala, en el dormitorio, en el pasillo y aquí. Aquí, la tengo… “–Pero ¿cómo podés hablar así de una pobre anciana que tal vez no tenga ni tres años de vida…? “–Eso me dijeron hace cuatro, cuando se vino a vivir con nosotros…” Los fanáticos de Esperando la carroza recordarán este diálogo del film de Alejandro Doria que el jueves último volvió a los cines, a 27 años de su estreno. Susana, la nuera de mamá Cora, le reclama a su hijo que no quiere vivir más con su suegra. Es el comienzo de la seguidilla de desventuras de la familia Musicardi. La historia costumbrista que pinta la película retrata la realidad de más de un hogar: hoy, el 10% de las familias convive con la suegra. Son unos 993.000 hogares, según el último censo. Las casas con suegra son muchas más que las que tienen suegro. En el 80% de los hogares extendidos, el perfil del miembro que se suma a la familia tradicional es una mujer, de más de 65 años. Pero algo hay que decir en favor de estas mujeres que el viernes pasado celebraron su día en silencio: en más de la mitad de los casos fueron el hijo y su pareja los que se mudaron a la casa de ella. Dicho de otra manera, son minoría las suegras que se instalaron en la casa de sus hijos. Por muchos años, la figura de la suegra ha sido un cliché, un tema obligado para comediantes y reuniones femeninas. Sin embargo, la negatividad social con la que se la solía cargar también ha sufrido cambios en la última década. Los especialistas hablan de que esta relación ha evolucionado: la nueva dinámica familiar implica, por un lado, que las “abuelas” estén más presentes en la vida cotidiana y en el cuidado de los nietos, pero que a la vez las suegras sean mujeres más jóvenes. No en edad, sino en la etapa vital. Muchas trabajan, estudian, hacen cursos, viajan y tienen poco tiempo (o ganas) de complicarle la vida a nadie. “Nosotros estamos felices viviendo juntos. La clave es hablar todo y saber poner límites”, dice Ronald Mackenzie, un cirujano de 39 años que vive en Villa Devoto con Ana, la madre de su

Cuando se enfermó, su hijo político la invitó a vivir con ellos

La familia Mackenzie comparte la vida cotidiana en Villa Devoto mujer, y está encantado (ver aparte). “Los conflictos con la suegra pueden tener una magnitud de 1 a 7 en la escala Richter. Pero no son un problema familiar sino de pareja: la clave y la solución no está en la suegra sino en ellos. Dependerá de que el hijo sepa establecer límites a su madre y evidenciar el aprecio que tiene por su pareja. Ésa es la única receta para ser feliz con una suegra cerca”, asegura la psicóloga Beatriz Goldberg, autora del libro Suegras: técnicas y estrategias para la supervivencia, de Editorial Lumen. El año pasado, la Cámara Civil y Comercial de Mendoza estableció en un fallo que “convivir con los suegros genera daños al espíritu” y ordenó la indemnización por daño moral a una mujer que se vio obligada a vivir durante ocho años en la casa de los padres de su marido. Conflictos como éste son los que

retrata la serie Monsters In Law, o Viviendo con el enemigo, que se emite desde agosto en A&E, con casos reales de matrimonios que pasan profundas crisis a causa de la familia política. Según una investigación que realizó la psicóloga de la Universidad de Cambridge Terri Apter, el problema con la suegra es principalmente femenino. De acuerdo con un relevamiento que hizo la investigadora, el 64% de las mujeres declararon tener una relación hostil con la suegra, contra el 15% de los hombres. ¿Qué hacen los maridos para resolver esta guerra fría entre mujeres? “Habitualmente, poco. Los hombres tienden a ignorar, o ni siquiera perciben, los sutiles dardos que vuelan entre su esposa y su madre; prefieren mantenerse al margen”, dice Apter. Un estudio italiano, hecho sobre la base de datos del

Foto: RICARDo PRIStUPLUK

instituto Nacional de Estadísticas, descubrió que las posibilidades de que un matrimonio dure aumentan cada 100 metros que la pareja pone entre su casa y la de sus suegros. “Cuando la suegra convive con la pareja, se trata de un tercero que por más buena voluntad que tenga es testigo, es una presencia, que puede interferir en la intimidad de la pareja, intimidad que es de a dos, no de a tres. De acuerdo con cómo la suegra participe en la dinámica de la pareja, puede ser un bálsamo o motivo de graves conflictos que pueden llevar a la ruptura”, explica Mónica Cruppi, miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y especialista en vínculos. Es una relación ambivalente. “Está compuesta a la vez por elementos afectuosos y hostiles: celos, rivalidad, envidia, rabia, todos derivados edípicos. Por eso, depende funda-

mentalmente de la madurez emocional de la familia. Cuando una suegra plantea problemas en una pareja, en la mayoría de los casos se debe a que los cónyuges no han llegado a un acuerdo sobre los límites en que deben desarrollarse las relaciones con sus familiares”, agrega. Crear acuerdos prenupciales que incluyan a la suegra: ésa es una de las estrategias que mencionaron los especialistas para llevarse bien con ella. No se refieren a lo económico, por supuesto, sino a qué tipo de relación e injerencia le darán a la mujer, sobre todo cuando se convierta en abuela, explica Goldberg. ¿Es posible la paz familiar conviviendo con la suegra? ¿O lo recomendable es evitar esta convivencia? La pregunta es obligada. “Es posible la armonía familiar, pero lo más adecuado es evitar la convivencia”, sentencia Cruppi.ß

Indagaciones sobre una figura que hasta hace reír OPINIÓN Roberto Moldavsky PARA LA NACiON

S

i hay un personaje que ha despertado polémicas en el mundo familiar, ése es la suegra: Mito o leyenda, ángel o demonio, liberación o dependencia, con gas o sin gas… Desde Juan Verdaguer, aquel cómico, precursor del stand up, que abría sus monólogos con un: “jeje… mi suegra”, hasta el odontólogo Ricardo Barreda, han existido distintas maneras de abordar el mismo problema, algunos con humor otros de malhumor, pero nadie ha resultado indiferente. La suegra ha sido objeto de estudio de grandes sociólogos, como el francés Lecrep, que en su libro El fu-

turo está ahí, plantea la tesis de que quien quiere saber cómo va a ser su mujer en unos años debe mirar a su suegra (y viajar al futuro en el tren fantasma). Otros estudiosos, algo más pragmáticos, han enunciado la siguiente máxima: “En mi suegra, encontré a una segunda madre… y, la verdad, me quedo con la primera”. En todo este tiempo, he tratado de indagar qué lleva a la gente a dedicar tanto tiempo a hablar de su suegra. He descubierto que, en realidad, es la suegra la que se dedica a hablar a la gente tanto tiempo, pero como se suele decir, el orden de los factores… De todas maneras, creo que todos deberíamos hacer el esfuerzo de ponernos en el lugar de una madre que entrega a su hijo/a a un desconocido/a, que viene a llevarse lo mejor de la familia/o (me cuido

mucho con la cuestión de género, un tema muy sensible) y quién sabe con qué propósitos. Y como si eso fuera poco, luego procrea. Entonces, esta suegra se licencia de abuela: ahora, encima, debe encargarse del asunto y supervisar la crianza, porque está en claro que su experiencia es indispensable para que este matrimonio no malogre su cometido. Obviamente el yerno/nuera no saben apreciar el “trabajo comunitario” que desinteresadamente brinda la mujer y suelen critican esa tarea, porque la mujer los llama 27 veces al día y que presta un servicio diario de ocho horas de presencia ininterrumpida. Pero ojo, a pesar de que cada uno cree que le ha tocado la peor, no todas las suegras son iguales. Me gustaría enunciar brevemente

algunas de las tipologías de suegra halladas por los investigadores en tantos años de estudio: La suegra Bush: invade y después se fija. Es un tipo de suegra que se mete, tiene llave, dobla tus calzoncillos, opina, sanciona, participa y generalmente viene acompañada de un marido que no habla, pero que, a través del lenguaje de señas, trata de decirte: “Salvate nene, yo ya estoy jugado”. Tiene un modelo desarrollado, que es el que tenemos los que somos judíos, la mezcla de la suegra con la idishe mame, un combo mortal. Al nivel del vino con sandía, esta mujer se mete en todo y si llegás a contradecirla o no llamarla, le provocas una enfermedad incurable, “que no importa, dejá dejá”. Ella sufre sola. “Está bien, no me llames.” La suegra Tramontina: filosa.

Aparece poco, pero cuando te roza, lastima. Pocos comentarios, pero efectivos: “Con los novios que tuviste nena…”; “Y bueh, si ella no te cocina, llamá al delivery. Será que está ocupada en otras cosas”; “Ricardo, tu ex, se va a Europa con la mujer y sus suegros… es muy generoso”. La suegra indiferente: testimonios de tribus aborígenes del sudeste africano certifican la existencia de esta tipología de suegra y se cree que en Júpiter habría existido un estilo similar. Quizá las cosas hubieran sido distintas si el genial Pappo nos hubiera dejado como legado un tema que dijera: “Nadie se atreva a tocar a mi suegra”, pero eso no ocurrió. El tema, lejos de cerrarse, cada vez se parece más a mi suegra: es inagotable.ß El autor es comediante de stand up

“Ana, van a venir del diario a hacernos una nota”, prenuncia Ronald Mackenzie a su suegra. “¿Por qué? ¡Dicen que me eligieron el yerno del año!”, bromea. “Ah, en eso estoy de acuerdo”, remata Ana Gerde, que tiene 68 años y desde hace un año y medio vive en la casa de su hija, con el beneplácito de su hijo político. Es más, cada vez que ella desliza la posibilidad de volver a su casa, es Ronald el que lo somete al veredicto familiar: “Vamos a hacer una votación”. Participan todos: él, Mariela –hija de Ana–, Josefina y Matías, los nietos de seis y siete años. La decisión es unánime. La abuela-madre-suegra se queda. ¿Cómo hallaron la fórmula de la felicidad? “A veces no es fácil entender al otro y tolerar que piense diferente. Nosotros no tenemos problema con eso”, apunta Ronald, que tiene 39 años y es cirujano. “El secreto es no invadir al otro. Respetarlo. Si no, la convivencia sería difícil”, resume Ana. Hace un año y medio, a Ana le detectaron cáncer. Como Ronald y su mujer son médicos, no lo dudaron. Si se la llevaban a vivir con ellos, iba a estar más acompañada. Ana tiene su casa y a su marido a sólo 15 cuadras. Pero como el esposo trabaja, la familia prefirió que se instalara en una casa donde siempre hubiera alguien. No es la primera vez que conviven. Cuando los Mackenzie estaban haciendo su propia casa, se instalaron en lo de Ana. Y probada la supervivencia, Ronald no dudó. “Todo el amor y el cuidado que recibí fueron claves para que me curara”, describe la mujer, emocionada y agradecida. De hecho, ya terminó su terapia y está completamente recuperada. Por eso, cada dos por tres, desliza la idea de volver a su casa, pero los nietos no quieren saber nada. Y Ronald, tampoco. “Creo que voy a esperar a las vacaciones, que los chicos están más despegados de mí”, resume. Ana no llegó sola. El combo se completó con sus tres yorkshire, que se suman a otros dos perros de la familia. Algunas mañanas, cuando ve salir a su yerno algo desabrigado, la mujer lo despide con un “Pero, Ronald, ¿vas a salir así? Mirá que hace frío…”. “Ana, por favor. Yo tengo sangre caliente”, se despacha el cirujano, de pocas pulgas. No es más que una broma entre ellos, un código que desarrollaron y disfrutan. “Creo que la clave de nuestra buena relación es que charlamos. Supimos poner límites. Yo no tengo problemas en decirle: «Ana, en esto no tenés que opinar, nosotros somos los padres y decidimos», y ella lo toma bien. Y jamás se mete si nosotros discutimos”, remata Ronald.ß