Economía colaborativa: animarse a confiar

19 jul. 2014 - mana pasada un buzo con piedritas y una chaqueta en blanco y negro. “Las prendas llegan sin una arruga, con rico perfume y la modalidad te.
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SÁBADO

| Sábado 19 de julio de 2014

Creatividad

Economía colaborativa: animarse a confiar Compartir el auto con desconocidos, ofrecer ropa usada a préstamo, intercambiar departamentos o cocinar para extraños en la propia casa son manifestaciones de un fenómeno en auge, basado en un índice creciente de confianza interpersonal

Optimizar el bolsillo y también las relaciones

Viene de tapa

“Todo llegará: en su momento se decía que el comercio electrónico no iba a prosperar en esta región y hoy Latinoamérica por problemas de desconfianza y de logística de delivery, pero hoy tiene la tasa récord de crecimiento de las transacciones online”, agrega Noriega. Para el emprendedor, la Argentina es un laboratorio ideal para testear este tipo de ideas: “Tenemos una clase media amplia, mucha concentración urbana y buena penetración de Internet y telefonía celular. Hay modelos de negocios que se prueban aquí antes de lanzarse a mayor escala en México y Brasil”. ¿Sabés quién viene a cenar? El chef Tomás Bares, de 33 años, eligió con dedicación los ingredientes para preparar unos tiraditos de lenguado y una quijada de vaca braseada por seis horas: el menú que sirvió en CasaBares, un restaurante a puertas cerradas que se ofrece, junto con otros lugares, en la aplicación Cookapp. Bares, que cocina desde hace doce años, remodeló la planta baja de su vivienda en Colegiales y eligió una forma alternativa de pago: invitar al arquitecto que estuvo a cargo de la reforma y a su familia a una de estas cenas. “Yo soy el chef, sirvo los platos, hago todo. En general viene gente con perfil más aventurero, que busca una experiencia distinta”, explica. Ese mismo espíritu por probar algo nuevo fue lo que llevó a Cecilia Cordero, una psicóloga de 27 años, a suscribirse online a Depeapa.com. ar, un sitio que ofrece ropa de marca usada a préstamo. Son dos prendas que se renuevan por semana, mediante el pago de un abono mensual, en un sistema similar al que tenía Netflix en los Estados Unidos antes de la distribución digital (los usuarios poseían en su casa dos o tres DVD, que se cambiaban cuando ya se habían visto). “Nunca me había puesto ropa que usó otra persona”, cuenta Cordero, que eligió la semana pasada un buzo con piedritas y una chaqueta en blanco y negro. “Las prendas llegan sin una arruga, con rico perfume y la modalidad te permite experimentar con colores más jugados de los que una se compraría habitualmente”, destaca Gabriela Donayre, una especialista en moda de 35 años que también usa este sistema que por estos días termina su “etapa beta” (de testeo) y se lanza al mercado. En la última década, la economía del comportamiento –la rama que se nutre de enseñanzas de la psicología– demostró que los seres humanos tendemos a confiar más en el otro y a actuar en forma más colaborativa que lo que describía la teoría económica tradicional. La conducta egoísta siempre estuvo en el centro de la economía moderna: los agentes operan y deciden procurando maximizar su propio beneficio, con poco espacio para el altruismo. “La gran pregunta es cuánta confianza interpersonal se necesita para sostener estos modelos de economía por compartir”, explica ahora Ricardo Pérez Truglia, un economista argentino que investiga en la Universidad de Harvard. Meses atrás, Pérez Truglia realizó un estudio que tuvo mucha repercusión en el ambiente de la sharing economics. En los Estados Unidos, hay mucha diferencia de confianza interpersonal en los distintos estados. Lo que hizo el economista argentino fue tomar una base de datos de eBay, el gigante de las ventas online, sobre la cual analizó la reacción y la confianza de consumidores ante un mismo producto y un mismo proveedor, para ver si se comportaban de manera distinta en relación con su ubicación geográfica. La respuesta fue impactante: la tecnología y el esquema de reputación en la Web –basados en críticas y vetos de los usuarios– actuó como un “homogenizador” de la confianza: los compradores actuaron de forma similar, más allá del estado del que provinieran. “Usando las herramientas adecuadas, se puede sostener la cooperación entre individuos que no estarían dispuestos a realizar un intercambio de forma offline”, dice Pérez Truglia. ¿Qué sucede con la confianza interpersonal en la Argentina? La última oleada de Latinobarómetro muestra que ante la pregunta: “¿Se puede confiar en la mayoría de las personas?”, la Argentina muestra el mayor porcentaje de respuestas positivas de América latina: un 28,1%, contra un 19,9% del promedio general o un 8,6% de Brasil. “El entusiasmo que está generando en nuestro país la cultura colaborativa es inmenso”, dice Fernando Da-

opinión Miguel Espeche PARA LA NACION

A

En su propia casa, el chef Tomás Bares ofrece una cena para el arquitecto Martín Möller y su familia

ignacio coló

lguna vez, Jaime Barylko, profundo ensayista y pedagogo argentino, pronunció la siguiente frase: “El individuo es un error antropológico”, dando por tierra con ese mito falaz del individuo visto como célula autónoma y autosuficiente, prescindente de su entorno. En la crisis de 2001, el trueque fue uno de los símbolos de esa red humana esencial que nos constituye, y lo notable del caso es que esa posibilidad de ayudarse mutuamente en un escenario de merma económica, simultáneamente tonificó la salud anímica de miles que, de haberse quedado encerrados en su quintita, hubieran sucumbido en la pobreza y en la depresión más profunda. Economía y salud anímica y social van de la mano desde siempre. Históricamente, cazar, sembrar y cosechar, transformar las materias primas, fueron ejemplo de grupalidad y colaboración recíproca, algo esencial en términos de eficacia práctica, pero también de forja cultural y potenciación de la vida anímicocomunitaria. No es de extrañar que con esos antecedentes dentro de la historia humana, las ideas de una vida compartida emerjan, incluso, en

El valor más herido en estos tiempos es, quizás, el de la confianza Retorna el concepto de colaboración, que permitió que la humanidad evolucionara por milenios

Cecilia Cordero (izq.) recibe las prendas usadas que obtiene a préstamo a través de la plataforma Depeapa guanno, director de Neti, un espacio grupal de trabajo para diseñadores e ingenieros con herramientas para prototipado rápido y miembro de Minka, una red de “economía por compartir” que conecta puntas de oferentes y demandantes de recursos en América latina, principalmente del área cultural. En las oficinas de Moovit, la aplicación para transporte público más usada del mundo, en Tel Aviv, se habla de la “reacción Buenos Aires”: 130.000 usuarios en dos meses que se quejan mucho menos que otras grandes capitales de la región, como Santiago de Chile o Bogotá, y que cuando detectan errores en los datos sobre rutas y tránsito se ofrecen para colaborar y solucionarlos. A pesar de que la información oficial sobre transporte público es muy mala, “Buenos Aires se convirtió en nuestra plaza de mayor crecimiento”, dice a la nacion el israelí Nir Erez, cofundador y CEO del start up. Mala prensa Claro que no todas son rosas, y como toda tendencia de moda, las modalidades colaborativas tienen sus críticos, detractores y casos de fracaso. Meses atrás, Airbnb tuvo que soportar una crisis de imagen cuando un comediante conocido alquiló su casa a un grupo de jóvenes que terminaron haciendo una fiesta sexual. La compañía se vio obligada a reforzar sus mecanismos de control, pero no puede evitar que cada tanto aparezcan casos de robos o violencia. “En América latina, lamentablemente, hay gente que se dedica full time a ver cómo hacer fraude, y eso hace que el crecimiento sea más lento”, admite Noriega, de SegundoHogar.

santiago filipuzzi

Las zonas grises legales, impositivas y de regulación son otro obstáculo importante. El norteamericano Michael Koh se instaló en 2005 con un emprendimiento, ApartmentsBA, de departamentos para turistas. Le fue muy bien por un tiempo, pero tuvo juicios de consorcios, la Justicia le falló en contra y decidió volverse a su país. Airbnb, Uber, Lyft (otro sistema muy exitoso de transporte en vehículos particulares) enfrentan una catarata de litigios de las cadenas de hoteles, inmobiliarias y flotas de taxis que alegan competencia desleal, así como de los municipios que reclaman deudas impositivas. “Primero vienen las trabas culturales y luego las regulatorias –plantea Martín Rubio, director de Sincropool, un start up tecnológico que optimiza el transporte de personas dentro de empresas–. Una vez que la gente los empieza a usar, tiemblan las empresas tradicionales.” Para Rubio, “se trata de una evolución natural: estamos aprendiendo a usar mejor lo que tenemos. Si se lo considera bien, es curioso que, por falta de una cultura por compartir, uno se termine comprando un auto que deja estacionado el 95% del tiempo”. Cabrero, el ingeniero de 26 años que usa carpooleAR, puede dar fe de este mantra. Mañana, intentará que este extraño que lo trae de vuelta a Buenos Aires sea, al final del viaje, una persona en la cual poder volver a confiar para otro trayecto. “Por las dudas, voy a aplicar la regla de oro de las comidas familiares de los domingos –avisa–, «no hablar ni de religión, ni de política, ni de Rosario Central, ni de Newell’s».”ß

¿Se puede confiar en la mayoría de las personas?

Producción de Lila Bendersky

Fuente: Latinobarometro.org / LA NACION

Último informe relevado 2011. En porcentajes

PAÍSES DE ESTUDIO

Brasil Chile

Argentina

Preguntas

Argentina

Chile

28,1

16,5

8,6

69,2

82,1

87,5

2,6

1,4

4

Se puede confiar en la mayoría de las personas

Uno nunca es lo suficientemente cuidadoso en el trato con lo desconocido

No sabe o no responde

Brasil

medio de una cultura que se propuso a sí misma como promotora de la individuocracia a ultranza. No todas las experiencias compartidas implican una invasión de territorios e identidades, sobre todo cuando existen reglas claras de orden a ser respetadas. Por eso mismo, las experiencias compartidas solamente prosperan cuando su puesta en práctica se ordena en sintonía con los valores solidarios a partir de los cuales se forjaron. De no ser así, de no existir un orden confiable que actúe a modo de tejido conectivo, las experiencias compartidas tienden a disgregarse, transformándose en una lucha de egoísmos. El valor más herido en estos tiempos es, quizás, el de la confianza. Los riesgos de la confianza se los ha querido soslayar a través del culto a la desconfianza, que blinda totalmente a las personas. ¿Por qué no pensar entonces que, mejor que desconfiar, es optimizar los mecanismos y los valores que mejoran la capacidad de confiar? Cuando la confianza es herida hay que mejorarla ofreciéndole mejores recursos y mayor inteligencia, no pasarse al bando de los desconfiados y escépticos. Las experiencias compartidas como compartir autos, intercambiar casas, invitar extraños a comer, cohabitar en espacios de trabajo, etcétera, que se están expandiendo son cada vez más inteligentes y sencillas, lo que las hace confiables. No sólo permiten un mejor rendimiento económico, sino que, además, permiten una mejora de la vida de relación. Y eso es una buena noticia. ¿Las razones? El retorno del concepto de colaboración. El mismo que permitió que la humanidad prosperara por milenios, rompiendo la cárcel individualista, para mostrarse como una opción saludable a la hora de optimizar recursos, tanto los del bolsillo como los del alma.ß El autor es psicólogo y psicoterapeuta