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Contenido Competencia en todos los ámbitos................... 2 Definición de competencia............................. 4 Los peligros de la competencia......................... 8 El valor y los beneficios de la competencia.................13 La competencia en su apogeo................................17 Cómo competir con confianza.........................19 Principios del mejor competidor.................27 La victoria final......................30

Cómo vivir con confianza en un mundo competitivo

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ertrand Russell, filósofo británico fallecido, autor y ateo, escribió: «La vida no es otra cosa que una competencia para convertirse en el criminal y no en la víctima». El empresario David Sarnoff dijo: «La competencia saca a relucir lo mejor de los productos y lo peor de las personas». A principios del siglo xix, el estadista norteamericano Henry Clay agregó: «De todos los poderes del hombre que movilizan los negocios de la humanidad, ninguno es tan grande como la competencia». Como es evidente que esas frases tienen algo de cierto, le pedimos a Dave Branon, escritor de RBC, que brinde una mirada realista sobre si los seguidores de Cristo pueden ser competidores feroces y a la vez conservar el honor durante el proceso. Mart De Haan

Título del original: Confident Living In A Competitive World ISBN: 978-1-60485-220-2 Foto de cubierta: Getty Images Spanish Las citas de las Escrituras provienen de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © 2009 RBC Ministries, Grand Rapids, Michigan, USA Printed in USA

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Competencia en todos los ámbitos

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n la pantalla de televisión, sólo aparecen dos imágenes. Una es de un joven moderno con ropa informal, que irradia una confianza serena y natural. La otra muestra a un hombre algo conservador, un poco mayor, con traje y que parece un vendedor a domicilio fracasado. La primera representa a la computadora Mac y la segunda a todo lo que esté relacionado con las PC (cualquier computadora personal que no sea fabricada por Apple Macintosh). Generalmente, el diálogo comienza así: «Hola, soy Mac y él es PC». En estos avisos publicitarios entretenidos y populares, los dos se ven un poco confundidos a medida que sus conversaciones tocan diversos temas relacionados con la informática. La genialidad de la propaganda de la serie de Mac contra PC reside en que exhibe con 2

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humor y de manera pacífica la competencia feroz entre estos dos gigantes del mundo de la computación: Microsoft y Apple. Aunque en sus salas de juntas retumben los esfuerzos desmesurados para vencer al otro, la publicidad desarrollada por Mac sugiere una rivalidad más amigable. Los anuncios son divertidos, pero la competencia subyacente es un asunto muy serio. La lucha por los limitados recursos existentes es una realidad ineludible e importante en el siglo xxi. A nivel internacional, cada vez resulta más claro que las naciones deben competir por materias primas como aceite y alimentos. La competencia por ideas, fronteras y estilos de vida siempre ha provocado conflictos entre países y muchas veces derivó en enfrentamientos en campos de batalla. Pero, a medida que los recursos del planeta disminuyen, estas disputas cobran una nueva dimensión. A nivel nacional, la competencia política hace que los rivales se enfrenten

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durante sus candidaturas, mientras tratan de transmitir cualidades que convenzan a los votantes de que los elijan. Las elecciones son un ejemplo importante y sumamente personal de lo que significa la competencia.

Es casi imposible ignorar la competencia en la vida diaria. A nivel familiar, en situaciones cotidianas que todos enfrentamos, existe la competencia en distintos ámbitos de la vida. Competimos por un empleo. Los estudiantes compiten por una nota y un lugar en los niveles educativos superiores. Los comercios donde compramos compiten por nuestro dinero. Las personas compiten para obtener atención, afecto y amor. Competimos en las actividades recreativas. Cuando participamos en un equipo de

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sóftbol codiciamos el trofeo del primer lugar. Organizamos un grupo de cuatro para jugar golf y luchamos por el derecho a jactarnos de la victoria. Nuestros niños empiezan a jugar béisbol o fútbol y los incitamos a continuar compitiendo durante toda la vida. Hasta los simpatizantes de un equipo deportivo, cuya única relación es la ubicación geográfica, a veces convierten en atroz una competencia que podría haber sido amigable. Un buen ejemplo es el hincha de los New York Yankees que usó su automóvil para atropellar y asesinar al seguidor de los Boston Red Sox, en 2008, debido a sus diferentes aficiones. Efectivamente, es casi imposible ignorar la competencia en la vida diaria. ¿Estamos listos para enfrentarla? ¿Estamos preparados para los niveles de competencia cada vez mayores de la sociedad actual? ¿Hemos pasado tiempo analizando su valor, 3

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sus ventajas y desventajas, y sus controversias? Quizá sea el momento de pensar más detenidamente en lo que implica vivir con honor y confianza en un mundo competitivo.

Definición de competencia

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l 4 de octubre de 1957 sucedió algo que colocó a dos grandes grupos de personas en una competencia directa. Estos dos países ya estaban enfrentados por cuestiones gubernamentales y filosóficas. Pero después de que sucediera este evento, ambas naciones inmediatamente se vieron forzadas a entrar en una cruenta lucha competitiva sin precedentes. Ese día, hace más de 50 años, Rusia y Estados Unidos se transformaron en oponentes ambiciosos porque Rusia lanzó el Sputnik, primer satélite artificial, al espacio exterior. Esto 4

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sobresaltó a los funcionarios estadounidenses y los hizo entrar precipitadamente en lo que pronto se conocería como la guerra espacial. El lanzamiento de ese satélite de poco más de 83 kilogramos, cuyo zumbido misterioso podía ser captado por los norteamericanos con radios de onda corta cuando el aparato sobrevolaba su país, inició una recia competencia en esa nación. Los norteamericanos temían que Rusia contara con ventajas tecnológicas e incluso que pudieran espiarlos desde lo alto. Quizá, pensaban, podrían lanzar armas que llegaran hasta costas continentales que nunca antes habían podido alcanzar. Cuando se dio cuenta de que la tan temida Rusia le llevaba ventaja tecnológica, Estados Unidos comenzó la pugna para alcanzar y superar a ese país en la carrera espacial. La historia del Sputnik ilustra varios aspectos de la competencia. En primer lugar, revela que la competencia

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implica la existencia de dos rivales. Antes del Sputnik, los funcionarios que trabajaban en el programa espacial norteamericano (previo a la NASA [Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio]) no estaban convencidos de que fuera necesario tomar en serio la capacidad de los soviéticos para construir satélites. En enfrentamientos orales, subestimaban a Rusia. Por eso, los esfuerzos norteamericanos estaban un poco aletargados. Pero, apenas los rusos anunciaron el éxito de su misión y los norteamericanos sintieron la amenaza de esta actividad de una nación comunista, estos últimos comenzaron a movilizarse. El lanzamiento del Sputnik generó una situación competitiva que no se había percibido antes. En la mayoría de las diferentes formas de competencia, las dos partes se enfrentan con el objetivo de obtener algo al final, ya sea un trofeo deportivo, clientes

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y dinero en un negocio, un puesto político o, como en la carrera espacial, una ventaja estratégica internacional. La competencia no siempre tiene que involucrar dos bandos opuestos o antagónicos. A veces la disputa es más distante, sin rivalidades directas. Supongamos que eres un vendedor y deseas aumentar tus ventas. En realidad, podrías competir contigo mismo para poder lograr ese objetivo. O quizá, cada vez que juegas al golf, intentas mejorar tu puntuación. O corres sólo para divertirte y compites contra el reloj, en un intento de mejorar tu tiempo. Compites sin enfrentarte a un oponente. Eso era lo que aparentemente hacían los soviéticos antes de que los norteamericanos entraran en combate. Otra característica de las situaciones competitivas es que brindan un centro de atención, un objetivo. Pueden producir una concentración de esfuerzos que quizá no sea necesaria en una situación no competitiva. Antes del 5

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Sputnik, Estados Unidos tenía algunas personas dedicadas a trabajar en los cohetes espaciales, pero había muchos desacuerdos entre las ramas militares en cuanto a cuáles serían las aplicaciones más efectivas de la carrera espacial. Pero, después de que los rusos movilizaron a Estados Unidos, el país necesitó una organización que centrara sus esfuerzos en lo que se había convertido en el objetivo: superar a Rusia en la tecnología espacial. Entonces, la NASA centralizó los esfuerzos de Norteamérica. Y posteriormente, el presidente John F. Kennedy sintetizó todos los otros objetivos menores en uno gigantesco. El 25 de mayo de 1961 se atrevió a declarar: «Creo que esta nación debe abocarse a lograr el objetivo, antes de que termine la década, de enviar el hombre a la luna y traerlo de vuelta a salvo a la tierra». Un tercer componente de la competencia es que brinda un incentivo para mejorar. Estados Unidos ya no podía sentirse satisfecho con la situación 6

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existente, no solo en relación con la formación de la NASA, sino también en cuanto a toda la ciudadanía. En todo el país, se pidió a las escuelas que mejoraran el nivel de enseñanza de matemáticas y ciencias, ya que se temía que el lanzamiento del Sputnik hubiera demostrado que el país se había quedado rezagado con respecto a los soviéticos también en cuanto a educación. Nadie podría haber anticipado el resultado de esta competencia ni podría haber soñado jamás con lo que traería aparejado que dos países se enfrentaran de esta manera. Aunque a menudo se piensa que la llegada de una nave espacial tripulada por norteamericanos a la superficie lunar fue el símbolo del éxito en esta rivalidad, la carrera espacial produjo más que eso. Por ejemplo, al final la competencia generó un resultado final irónico: en 1975, un norteamericano y un ruso estrecharon sus manos en el espacio exterior mientras

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la competencia acababa en cooperación. A través de los años, la lucha espacial también originó una larga lista de desarrollos y descubrimientos que afectaron a la humanidad de maneras que superan el valor de simplemente pisar el suelo lunar.

La competencia casi siempre trae aparejadas consecuencias inesperadas. Casi imperceptiblemente, la gran competencia llevó a cosas como estas: una urgencia por reemplazar tubos de vacío por circuitos integrados (que ayudó a iniciar el auge de la informática), un sistema de conexiones de computadoras denominado ARPANET (Red de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada, hoy conocido como Internet), la comunicación satelital, la tecnología de

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ultrasonido, los sistemas GPS, el café liofilizado y, obviamente, el Tang. La competencia casi siempre trae aparejadas consecuencias inesperadas. Entonces, la competencia puede considerarse una batalla por recursos limitados o por un objetivo, y exige esfuerzo y superación. En sí misma, la competencia no es buena ni mala, pero puede dar como resultado grandes ventajas o perjuicios, según las motivaciones y los métodos que se usen para tratar de alcanzar el objetivo deseado. Como esa competencia tiene consecuencias, tanto previstas como imprevistas, debemos analizar con cuidado si participamos en ella.

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Los peligros de la competencia

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os deseos competitivos, si no se analizan, pueden acarrear serios problemas. Esto no debe impedir que participemos en competencias, pero puede señalarnos la importancia de sopesar a conciencia nuestras motivaciones para tratar de ganar a expensas de otros o a costa de grandes pérdidas personales. Examinar un ejemplo de estos peligros puede ayudarnos a evitar los aspectos negativos de la competencia.

El factor codicia

Todos disfrutan al recibir su sueldo: la retribución monetaria por el tiempo, el esfuerzo, la habilidad y la dedicación invertidos en un empleo. Es fácil imaginar que ciertas personas deben disfrutar de su sueldo más que otros, ya que en nuestro mundo competitivo algunos 8

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se están enriqueciendo de manera increíble. Por ejemplo, el gerente general de una empresa textil importante obtuvo 26 millones de dólares en 2007, lo que significa que su salario mensual era aproximadamente de dos millones de dólares. Podríamos decir que esta persona recibe un pago exagerado porque su empresa está dándole una paliza a sus rivales. Mencionar que una persona pueda hacer tanto dinero nos recuerda uno de los peligros de la competencia en una sociedad capitalista: la codicia. Evidentemente, desconocemos qué hay en el corazón de una fiera corporativa que en un año gana el dinero que un empleado con un salario mínimo ganaría después de trabajar 4.000 años, pero sí sabemos que la codicia está en la retaguardia del mundo competitivo. Cuando observamos el mundo del deporte, podemos ver cómo se entremezclan la codicia y la competencia. Un lanzador de las ligas mayores de béisbol dejó

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en claro que la búsqueda incesante de un sueldo superior puede cambiar las perspectivas de una persona en cuanto a las negociaciones contractuales, diciendo: «Soy el jugador más fiel que el dinero pueda comprar». Una revista dirigida a deportistas profesionales utilizaba la codicia de atletas adinerados como foco de atención. En uno de los números, esta revista editó un artículo sobre los relojes que los atletas podrían comprar. Dos de ellos costaban un millón de dólares cada uno; y uno de los relojes tenía 435 diamantes incrustados. La revista también mostraba centros turísticos que dichos atletas querían visitar. El precio promedio para quedarse en algunos de los ostentosos y exóticos lugares superaba los 25.000 dólares por noche. Muchos atletas ricos dirían que no los motiva la codicia; y hasta podrían tener razón. Pero no es necesario que examinemos algunas disputas contractuales entre equipos y representantes para darnos

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cuenta de que el «afán excesivo de riquezas», como muchos diccionarios definen la codicia, realmente es parte de la competencia deportiva profesional. Usar la competencia para obtener más y más cuando ya tenemos suficiente no se relaciona únicamente con el dinero. También tiene que ver con obtener ventajas sobre otros en el mundo corporativo (oficinas más grandes, vacaciones más prolongadas o beneficios adicionales). Incluso en el mundo del deporte podríamos codiciar más tiempo de juego, más atención de los entrenadores y más adulación de los espectadores.

La tentación de romper las reglas

No es ningún secreto que el ámbito de la competencia últimamente se ha visto muy manchado por la participación de competidores cuyas reputaciones se vieron perjudicadas por una tendencia a descartar las reglas.

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En el mundo de los negocios, por ejemplo, hemos visto que importantes y adinerados industriales fueron sacados de sus reuniones de directorio y llevados a la cárcel debido a sus actividades delictivas. En un intento de permanecer a la vanguardia de la competencia, cruzaron la línea de la legalidad (quizá por la codicia que mencionábamos antes) y terminaron estafando para obtener beneficios. En el mundo de los deportes, hemos visto una y otra vez noticias sobre atletas que utilizaron sustancias que proporcionaban a sus cuerpos un empuje que no tenían aquellos que no las utilizaban. Hacían trampas para obtener ventajas deportivas sobre los oponentes que competían honestamente. Además, se supo que un famoso entrenador de la NFL (Liga Nacional de Fútbol Americano) pagó una pequeña fortuna en multas por espiar a otros equipos, probablemente para obtener una ventaja desleal sobre otros entrenadores. 10

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Siempre que los competidores cruzaron la línea, terminaron violando alguna regla deportiva bien conocida o alguna ley debidamente documentada. Estas personas participaban en una competencia, pero no fue eso lo que las llevó a comportarse indebidamente o a que se levantaran cargos en su contra. En lugar de competir de manera legítima, prefirieron tratar de evadir los estándares aceptados de conducta. Fue un error de juicio, y no las circunstancias que atravesaban, lo que los metió en dificultades. Hacer trampas es tan común en ciertas áreas competitivas que existe este dicho entre los jugadores de un determinado deporte: «Si no haces trampas es porque no lo intentas». Esto sobrecarga aún más a aquellos que desean cumplir las reglas. Las recompensas de la competencia son tan atractivas que a veces las personas están tentadas a transgredir esas reglas para obtener ventajas desleales.

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Un potencial para confundir prioridades

Udo Middelmann, de Francis A. Schaeffer Foundation (Fundación Francis A. Schaeffer), dice: «Para muchos, los deportes se han convertido en la obsesión principal de sus vidas». Los esfuerzos competitivos tienden a provocar esto en las personas. El impulso interior para competir (directa o indirectamente) fomenta en muchos hombres y mujeres una necesidad imperiosa de sobresalir, aun a costa de sacrificar tiempo pasado con personas importantes o la dignidad al interactuar con otros, en un deseo de involucrarse en otras actividades más importantes. El empresario Greg Bourgond explica que, en una competencia, una persona puede sacrificar lo vital y lo significativo en aras de lo conveniente. «Cuando mi hija estaba en el último año de la escuela secundaria —escribió—, siempre me pedía que asistiera a uno de los

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juegos de baloncesto escolar. Era porrista del equipo. En esa época, yo era gerente general de una empresa. Recuerdo que le daba razones perfectamente legítimas y racionales que me impedían asistir. En la actualidad, no puedo acordarme de ninguna de esas razones. Lo que sí recuerdo es que no estuve ahí con ella. Mi centro de atención principal era el área de influencia de mi empresa». La competencia también puede convertirnos en tontos cuando damos demasiado crédito a nuestra propia opinión. Todos hemos visto consternados a hombres con trajes pulcros que se comportaban como niños furiosos cuando un árbitro señalaba algo con lo que ellos no estaban de acuerdo. En YouTube hemos visto videos de atletas, entrenadores y gerentes que gritan, vociferan y sacan a luz su enojo interior porque algo no salió como deseaban en un evento deportivo. Hemos escuchado historias de personas que, en alguna reunión, profesional o 11

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eclesiástica, se salieron de sus casillas cuando no debían y que incluso lo hicieron con un rencor bochornoso porque no estaban de acuerdo con alguna idea opuesta presentada en dicha reunión. Por otro lado, involucrarse en una competencia a veces también puede impedir que participemos en una actividad mejor. Aunque no haya nada malo en practicar un determinado deporte, un hombre que dedica a ello muchas horas diarias en lugar de cuidar a su familia, pagar las cuentas u ocuparse de actividades más valiosas, carece de prioridades. El placer indirecto que sienten los fanáticos de cualquier competición les roba muchas horas de precioso tiempo a innumerables familias. Si lo permitimos, la competencia puede dominar nuestras mentes como una droga maligna, reordenar nuestro mundo que, de lo contrario, estaría bien ordenado, y hacer que nuestras prioridades se salgan desmedidamente de control. 12

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El impulso interior para competir (directa o indirectamente) fomenta en muchos hombres y mujeres una necesidad imperiosa de sobresalir, aun a costa de sacrificar tiempo pasado con personas importantes o la dignidad al interactuar con otros, en un deseo de involucrarse en otras actividades más importantes.

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El valor y los beneficios de la competencia

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a competencia, al igual que la vida, está llena de paradojas. Aunque haya peligros que podrían hacernos pensar que deberíamos arrojar las planillas y los marcadores, y dejar de competir por miedo a corrompernos, también podemos observar que es posible obtener consecuencias positivas si nos lanzamos a participar. A continuación, mostraremos algunos resultados buenos de ciertos enfrentamientos directos en la vida.

La competencia inspira

Algunas de las historias que más despiertan el interés humano provienen directamente de situaciones competitivas. ¡Cuántas veces nos hemos sentado asombrados a escuchar historias de competidores que

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superaron situaciones muy adversas y lograron triunfar saliendo de las profundidades de sus fracasos anteriores! Josh Hamilton, jugador de béisbol profesional, podría ser un ejemplo excelente. Hamilton fue el primer jugador amateur reclutado en 1999, elegido por los Tampa Bay Rays como el más prometedor del país. Hamilton hizo constantemente todo lo posible para echar a perder su vida. Bebió en exceso. Se drogó. Desarrolló una adicción a ambos vicios y al estilo de vida que lo estaba matando. El béisbol era lo último en su mente mientras comenzaba otra jornada sin salida alternando entre una dosis de drogas y una borrachera. Pero algunos seguían creyendo en él: su esposa, su abuela, un entrenador… Gracias a las plegarias y a la influencia de ellos, Hamilton le entregó su vida a Dios. Al final, todo cambió para él. En 2007, tuvo otra oportunidad en ese mismo deporte profesional. Desintoxicado, sobrio y 13

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espiritualmente fuerte, anotó 19 jonrones para los Cincinnati Reds esa temporada. La inspiración que provoca este tipo de historias de competencias puede reconfortar nuestros corazones y traer esperanza a un mundo atribulado. Dave Thomas surge de la nada y crea una cadena alimenticia internacional llamada Wendy’s. El joven beisbolista Jim Abbott supera el inconveniente de tener una sola mano y lanza en las ligas mayores de ese deporte. Un jugador de baloncesto llamado Muggsy Bogues hace carrera en la NBA aunque sólo mide 1,60 m. Un estudiante universitario llamado Mark Zuckerberg comienza un sitio web denominado Facebook y en pocos años se convierte en multimillonario. El valor del éxito logrado por competidores va más allá de sus triunfos personales. Los mejores competidores siempre deben buscar alternativas para evitar los obstáculos, ya sean internos o externos, lo cual alienta e inspira al resto de nosotros a descubrir formas 14

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de encontrar ese mismo tipo de soluciones.

La competencia enseña a trabajar en equipo

¿Por qué una compañía pagaría una buena suma para sacar de la oficina a sus empleados más valiosos y darles un receso sólo para que puedan hornear una torta juntos, ir a buscar un tesoro o enfrentarse en una competición física? ¿Por qué las empresas fomentan estas actividades en equipo? Lo hacen porque en el mundo competitivo los individuos (aunque sean importantes y talentosos) logran mejores resultados cuando trabajan en equipo. En la mayoría de los ámbitos, la competencia obliga a las personas a combinar sus talentos y habilidades con los de otros para cumplir una tarea. Para sobresalir, los competidores no pueden enfrentar los desafíos como si fuesen el Llanero Solitario.

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Deben formar equipos que combinen los talentos individuales para alcanzar el éxito. Una de las franquicias alimenticias más exitosas de todas las épocas, que cuenta con más de 30.000 restaurantes en todo el mundo, comprende lo que es la competencia. Esta empresa, que está en actividad desde hace más de 50 años, ha visto ir y venir a cientos de competidores. Pero ninguno pudo imitar su éxito. Si analizamos su método de trabajo, notaremos que, encabezando la lista de cualidades de los empleados, ya sea que cocinen hamburguesas o que trabajen en las oficinas de la empresa, se encuentra la siguiente frase: «Trabajo en equipo». El director general de este gigante de la comida rápida dice: «Cada persona que desea comenzar a trabajar con nosotros recibe una enseñanza que le será útil para toda la vida, como es el trabajo en equipo». El trabajo en equipo es una valiosa y admirable

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consecuencia de la sana competencia. Lo conduce el liderazgo sabio; aquellos que saben que se consigue más si las personas funcionan como una unidad y no como una cantidad de gente que trabaja en forma individual. El trabajo en equipo suele ser una consecuencia de la competencia.

La competencia desarrolla el potencial individual

¿Por qué los padres permiten que sus hijos se enfrenten a los desafíos que representan las actividades deportivas de la escuela secundaria? Después de todo, practicar un deporte no es tarea fácil. Implica un entrenamiento físico que a menudo agota a los jóvenes. Luego comienza la temporada de competencias y se pone más difícil. Además, cansa mentalmente, ya que los atletas-estudiantes deben aprender jugadas y ejercicios complicados, acostumbrarse a pensar y reaccionar rápido ante situaciones cambiantes 15

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y comenzar a concentrar su mente en el éxito. Y por último, estos jóvenes siempre deben enfrentar desafíos psicológicos a medida que aprenden a comprender cómo piensa el entrenador, a tratar de llevarse bien con los compañeros de equipo, y a trabajar para sobrellevar las vicisitudes del éxito y el fracaso. Los padres permiten que sus hijos lo hagan porque, con un entrenamiento adecuado y cuidadoso, el mundo de la competición brinda una oportunidad altamente desarrollada para agudizar las habilidades mentales, físicas y psicológicas. La competencia deportiva a nivel universitario fue un importante factor complementario de mi propio éxito posterior en la vida. Ser parte de un equipo de baloncesto a ese nivel durante cuatro años me ayudó a superar diversas deficiencias, me estimuló, y me dio confianza para una carrera posterior como docente y entrenador. La 16

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solidez mental que exigía mi entrenador me obligó a abandonar mi tendencia natural a evitar situaciones difíciles. El estado físico que tenía en la universidad me alentó a intentar seguir así desde entonces. Y tener la oportunidad de lograr el éxito en la cancha frente a mis rivales me ayudó a salir de mi timidez y reticencia naturales. Después de muchos años, tengo la certeza de que la intensa competencia en el baloncesto universitario me impulsó y me convirtió en una persona que Dios podía usar.

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La competencia en su apogeo

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na reconocida organización basada en la competencia usa las siguientes frases como principios guía. El grupo «ayuda a desarrollar las cualidades de la ciudadanía, la disciplina, el trabajo en equipo y el bienestar físico». Su compromiso además declara: «Confío en Dios, amo a mi país y respetaré sus leyes. Jugaré con honestidad y me esforzaré para ganar; pero, gane o pierda, lo haré lo mejor que pueda». Sería difícil encontrar alguien que no se adhiriera a un conjunto de objetivos tan valiosos como los expresados por esta respetable institución: ciudadanía, trabajo en equipo, confianza en Dios, amor por el país, juego justo y hacerlo lo mejor que se pueda. Es la declaración de los propósitos de la Little League Baseball (Liga de Béisbol Infantil). Esa expresión

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de la importancia de tales cualidades admirables resalta que, a menudo en las competiciones, la elevada exigencia de excelencia por parte de una institución secular no difiere tanto de lo que podríamos considerar una noble demanda de competencia de alta calidad desde una perspectiva cristiana. Esta observación puede resultar importante para quienes nunca pensaron que el asunto de la competencia pudiera estar conectado con aspectos considerados religiosos. Muchos piensan que cuestiones como el juego justo y la bondad solo se respetan cuando se compite de acuerdo con estándares y reglas aceptadas, aunque quizá no se hayan dado cuenta de cuál es la razón subyacente a este comportamiento, que se relaciona con un conjunto de valores y principios de vida más elevados. Si ese es el caso, hay razones para considerar la posibilidad de que la bondad y la justicia que más a menudo 17

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prevalecen en la competencia provienen de un conocimiento innato transmitido a todas las personas, y que, cuando los competidores caen en la trampa o en la crueldad, es porque están rechazando lo que Dios les infundió. Por ejemplo, consideremos una cita de la Biblia que habla de la habilidad que todos tenemos para percibir la diferencia entre el bien y el mal. En Romanos 2:15 el apóstol Pablo escribió: «Éstos muestran que llevan escrito en el corazón lo que la ley exige…» (NVI). El comentarista bíblico William Hendricksen lo explica de la siguiente manera: «[Dios] los equipó con un sentido del bien y del mal». Hendricksen, además, explica que una persona «espontáneamente hace ciertas cosas que la ley de Dios exige. Por ejemplo, es bueno con su esposa e hijos, tiene compasión por los desamparados y fomenta la honestidad». Y nosotros podríamos agregar que tiene un sentido de justicia e integridad en la competencia. 18

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Por eso, no hay tanta distancia entre ver la competencia como algo moral y razonable (como sugiere la declaración de los propósitos de la Little League Baseball) y considerarla como algo sólidamente fundamentado en principios que se honran e ilustran en la Biblia. Si rastreamos sin límite temporal los principios hasta sus orígenes, cualquier competidor, sea religioso o no, puede descubrir una guía práctica y útil en la sabiduría bíblica. Sus páginas, además de apreciaciones inspiradoras que fomentan un juego justo, ofrecen razones para confiar en una fuente de ayuda ilimitada para vivir con honor en un mundo caracterizado por la competencia.

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Cómo competir con confianza

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na vez que comprendemos que los estándares de la competencia justa no sólo representan un conjunto de reglas inventadas, sino que manifiestan directrices arraigadas en la sabiduría y en el carácter de nuestro Creador, los competidores pueden comenzar a comprender qué significa competir con confianza. Juntos podemos descubrir que es posible vivir en un mundo competitivo sin creer que nuestro bienestar depende de si ganamos o perdemos un determinado contrato, una cierta pelea o un juego en particular. Cuando nuestra atención no solo se centra en la lucha por recursos limitados, sino en confiar en la capacidad ilimitada de Dios para cuidarnos, entonces podemos competir para obtener beneficios personales y también para el bien de otros.

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Un hombre que sabe lo que significa vivir con honor en medio de una competencia cruenta es el entrenador de fútbol americano Tony Dungy, que llevó a los Indianapolis Colts a la victoria en la Super Bowl de 2007. Durante toda su carrera como entrenador en la National Football League (Liga Nacional de Fútbol Americano), Dungy reconoció su función como creyente en el mundo de la intensa presión del fútbol profesional. Entonces, mediante su conducta como entrenador con dominio propio y sus palabras serenas de confianza, le ha demostrado a un escéptico mundo que no solo está bien, sino que, por muchos motivos, es preferible ser una persona de fe en medio de una atmósfera altamente competitiva. Dungy, al hablar de su libro más vendido, Fuerza silenciosa, dijo esto: «No importa dónde te ponga el Señor, puedes impactar a esa comunidad». Esta influencia se ejerce cuando una persona compite de tal manera que demuestra 19

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que es posible hacer el mejor esfuerzo para ganar sin convertir el juego o la competencia en un dios.

Es posible vivir en un mundo competitivo sin creer que nuestro bienestar depende de si ganamos o perdemos un determinado contrato, una cierta pelea o un juego en particular. Aunque Dungy es tan imperfecto como cualquiera de nosotros, es uno de tantos que ha decidido no sacrificar su carácter en el altar del éxito temporal. Al mostrar una fe que trasciende el campo de juego, Dungy ha podido inspirarse en una fortaleza que honra el juego y a la vez apunta mucho más arriba. 20

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Compite con honor

A menudo se cita la siguiente frase del reconocido entrenador de la NFL Vince Lombardi: «Ganar no es todo, es lo único». A veces se debate si eso es lo que realmente quiso decir, pero la frase frecuentemente se usa como contrapunto de la idea de que lo que cuenta no es si ganamos o perdemos, sino cómo jugamos. El concepto de que «ganar es todo» incluso se opone al moderno credo olímpico de que «lo más importante no es ganar, sino competir [en los juegos]». Es en este momento cuando debemos examinar cuidadosamente la importancia que tiene para nosotros y para los otros hacer todo lo posible por ganar sin perder nuestro buen humor, el honor y la confianza, y sin importar el resultado. Las personas de fe no se honran a sí mismas, a sus competidores ni a su Dios si no hacen lo posible para ganar en las competiciones y en los negocios de la vida. Aunque ganar no es

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todo, tampoco es honorable perder deliberadamente una competencia o una venta. Correr para ganar. En 1 Corintios 9:24, Pablo usó una imagen que probablemente haya resultado familiar para sus lectores y que extrajo de un evento deportivo similar a los Juegos Olímpicos actuales conocido como los Juegos Ístmicos. Con esa perspectiva en mente, el apóstol escribió sobre lo que implica que «corran, pues, de tal modo que lo obtengan» (v. 24 NVI). Cuando los atletas de los Juegos Ístmicos se entrenaban con diligencia para ganar las carreras, sabían dos cosas: primero, que sólo una persona podía obtener el primer premio; segundo, que el premio que obtenía el atleta terminaría estropeándose y perdiendo su valor. En este contexto, Pablo habló sobre la importancia de correr la carrera de la vida con el tipo de fe que al final gana un premio que es eterno. Sobre los competidores de los Juegos Ístmicos escribió:

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«ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros una incorruptible [un premio eterno]» (v. 25). La ilustración del apóstol y la aplicación espiritual se refieren al mismo esfuerzo para ganar. Él estimulaba a sus lectores a competir con diligencia, esforzándose en contra de todos sus rivales y de cualquier cosa que se interpusiera para lograr el objetivo de tener la aprobación de Dios. Se entiende que, en una carrera justa, nadie puede garantizar la victoria, pero no la alcanzará un haragán que la dé por sentada o que ponga excusas en lugar de dedicar todo su esfuerzo a ganar. Esto se aplica tanto a correr la gran carrera de la fe como a hacerlo por una medalla olímpica, un empleo o un diploma educativo. Competir con fuerza. Generalmente, se critica a los seguidores de Cristo, en especial a los competidores creyentes, diciendo que son demasiado débiles, demasiado buenos para ser 21

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ganadores. Para responder a esa acusación se podría nombrar a muchos cristianos que triunfaron en situaciones competitivas sin perder el buen nombre ni la reputación en el proceso. Truett Cathy en la industria de comida rápida (Chick-fil-A); Mary Lou Retton en las Olimpíadas; Steve Largent en política; Ken Wales en la producción cinematográfica y televisiva; Johnny Hart en la creación de dibujos animados. La lista continúa indefinidamente con hombres y mujeres de fe que se mantuvieron firmes en el campo competitivo y no se vieron limitados por una supuesta debilidad que algunos atribuyen a los cristianos. El apóstol Pablo le escribió a un joven llamado Timoteo: «Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Timoteo 1:7). Al parecer, Timoteo esporádicamente sufría ataques de ansiedad. En 1 Corintios, Pablo les hizo una insinuación similar 22

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a los miembros de la iglesia de Corinto, cuando dijo: «Y si llega Timoteo, mirad que esté con vosotros con tranquilidad…» (16:10). Dios le encomendó una tarea a este joven y, en 2 Timoteo, Pablo le estaba recordando que, al hacerla, debía, como el comentarista Hendricksen parafrasea, «vencer esa tendencia a sentir miedo». Y podía lograrlo porque el Espíritu de Dios, que mora dentro de cada creyente, es una fuente de poder, amor y autodisciplina. Las palabras de aliento de Pablo no sólo tienen vigencia para Timoteo. Lo que escribió nos recuerda que Dios está listo para darle un espíritu de coraje a todo aquel que crea en Él. En su carta a los Filipenses, Pablo escribió: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (4:13). Pablo no está diciendo que Dios ayudará a Sus hijos a hacer lo que quieran; lo que quiere indicar es que, tanto en épocas de prosperidad como en tiempos de pobreza, había aprendido a estar satisfecho

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con lo que Dios estaba haciendo en él y a través de él. Una de las implicaciones que esto tiene para nosotros es que, ganemos o perdamos, podemos depositar nuestra vida y fuerza en Dios, y no en la columna de ganadores y perdedores. Desde el principio de los tiempos hasta ahora, quienes viven para confiar en Dios y honrarlo en medio de un mundo competitivo pueden encontrar gracia y esperanza aun en circunstancias cambiantes.

Quienes viven para confiar en Dios y honrarlo en medio de un mundo competitivo pueden encontrar gracia y esperanza aun en circunstancias cambiantes.

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Sé un buen ganador

A veces, en el mundo de la competencia, encontramos personas que piensan que su vida, su felicidad y su importancia dependen de ganar. Como han hecho del éxito un dios, les resulta difícil aceptar la derrota con honor. Si pierden, ponen excusas; acusan a otras personas, lloriquean por la pérdida y se quejan de que no fue justo. Esos competidores a menudo desilusionan a sus seguidores y desmerecen la competencia. Sin embargo, podemos comprenderlos y reconocer su dolor. Después de todo, a nosotros también nos ha tocado perder. El mayor problema reside en quienes no han aprendido a ganar con honor. Si ese es nuestro problema, es muy posible que no hayamos considerado que la oportunidad de competir es un regalo de Dios y no una medida de nuestro propio talento y esfuerzo. El resultado es que también desilusionamos a otros y desmerecemos 23

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la competencia porque aceptamos la victoria con arrogancia. Es mucho mejor poder decir con Pablo: «… he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias…» (Filipenses 4:11-12 NVI). Esa satisfacción puede honrar nuestra alegría en la victoria y suavizar nuestra decepción en la derrota. Se arraiga en confiar en que lo que realmente cuenta es reconocer que todo lo bueno que tenemos y experimentamos nos es dado como un regalo de Dios. Competir con humildad. En 2003, cuando la escuela secundaria de mi hija quiso colocar una placa cerca del campo de sóftbol Melissa Branon, para honrar su memoria, sugerimos que tuviera este versículo: «Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos 24

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con otros en amor» (Efesios 4:2 NVI). Cuando era atleta del equipo universitario, ella competía así, lo que contrasta mucho con el orgullo y la hostilidad que a menudo caracterizan la competencia. De acuerdo con Rudyard Kipling, en su famoso poema «Si», un ganador humilde y gentil puede enfrentar «… el triunfo o el desastre […] y los trata[s] lo mismo, como a dos impostores». Además, un ganador con la actitud correcta encuentra estas palabras más adelante en el poema de Kipling: «Si entre la turba das a la virtud abrigo; si marchando con reyes del orgullo has triunfado». Gane o pierda, el buen ganador permanece igual, vive con la humildad, la paciencia y el amor de Cristo. Competir con integridad. Quienes saben que la vida no se gana cuando vencemos ni se pierde cuando somos derrotados están en condiciones de vivir con el tipo de integridad que refleja la confianza en Dios.

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En contraste, algunos de los grandes perdedores de las últimas dos décadas fueron personas que trataron de colocar el éxito por encima del honor y el juego justo. Hay ejemplos en el mundo de los deportes (atletas olímpicos que tuvieron que devolver sus medallas cuando se descubrió que consumían esteroides para ganar el metal dorado), de los negocios (hombres y mujeres que se volvieron inmensamente ricos mediante prácticas comerciales ilegales, solo para ver cómo su fortuna desaparecía al ser condenados por sus delitos) y, tristemente, de la iglesia (líderes que ascendieron hasta ser inmensamente respetados entre la comunidad religiosa solo para caer debido al mismo tipo de tentaciones que descalifican a los competidores en los deportes, los negocios y el gobierno). Ejemplos tomados de todas las clases sociales ilustran la sabiduría del apóstol Pablo cuando escribió: «Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no

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lucha legítimamente» (2 Timoteo 2:5). En una competencia sana es fundamental honrar las reglas de un juego justo. Es por eso que en los deportes es tan grave usar esteroides. Es por eso que se exponen y sancionan las violaciones detectadas. Es por eso que en Wall Street las ventajas deshonestas por usar información privilegiada pueden llevar a una persona a prisión. Es por eso que tantos desaprueban con vehemencia el fraude electoral en la política. Hay que pagar un precio si no se confía en que la vida se basa en algo más que en los campeonatos o en los trofeos de nuestras vidas. Hay muchas recompensas aguardando a aquellos que saben que lo que realmente cuenta es vivir de una manera que refleje la confianza profunda y personal en el Proveedor real de nuestras vidas. La golfista Wendy Ward nos brinda un ejemplo de esa confianza en Dios. Pasó varios años compitiendo en la Ladies 25

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Professional Golf Association (Asociación Femenina de Golf Profesional), ganó cuatro torneos durante su carrera y terminó en el puesto número 12 del circuito de la LPGA durante una temporada. En el año 2000, mientras participaba en el torneo McDonald de la LPGA, tuvo que enfrentar un dilema moral. Cuando estaba llegando a los últimos hoyos del torneo, sucedió algo extraño. En un hoyo, cuando iba a golpear la bola mientras esta se encontraba en el green, Ward vio que se movía. No la había tocado con el palo, pero se movió. Nadie más lo vio, pero Ward sabía que cualquier movimiento de la bola mientras ella estaba parada, aun si no la tocaba, haría que le contaran el golpe. Ward, que tenía reputación de ser una mujer de fe en Cristo, sabía lo que tenía que hacer. Llamó a un encargado y le explicó la situación. Siguiendo estrictamente las reglas, el encargado añadió un golpe al total de Ward. 26

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Ella terminó el torneo con 282 golpes. Ese simple golpe fue importante, ya que Juli Inkster y Stefania Croce terminaron con 281 y se enfrentaron en un partido decisivo que ganó Inkster, quien recibió un cheque de 210.000 dólares. ¿Las ganancias de Ward? Recibió 76.319 dólares. El golpe adicional de Ward le costó la oportunidad de ganar otros 133.000 dólares. Después, Ward dijo: «Estaba desilusionada por haber perdido un campeonato muy importante,pero sentí que había hecho lo correcto ante los ojos de Dios, y eso es más importante para mí». Ella es un ejemplo de una persona que, en el fragor de la competencia, se da cuenta de que su seguridad y honor verdaderos están fundados en su dependencia de un Dios de recursos ilimitados. Mientras más se esforzaba para ganar ese torneo, Ward sabía que lo que en realidad contaba era si, de corazón, honraba a la verdadera Fuente de su vida.

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Principios del mejor competidor

¿A

qué se deben asemejar los seguidores de Jesús? En gran medida, a Cristo mismo. Pero a Jesús suelen representarlo creyentes con Su imagen santificada o incrédulos que lo ven como un hombre de gestos suaves, con túnica blanca y un aire de indiferencia y distanciamiento. Sin embargo, estas imágenes no coinciden con las historias del Evangelio. Jesús se mostró severo cuando fue al templo a desalojar a quienes habían convertido la casa de oración en una cueva de ladrones. También fue severo cuando, después de permanecer 40 días sin comida en un desierto árido de Judea, estuvo frente a frente con Su enemigo. Una cosa que debemos tener en cuenta sobre esta clásica batalla entre el bien y el mal es que Jesús no se enfrentó solo o sin estímulo. Justo antes del duelo en el

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desierto entre el Señor y Su oponente, Jesús había recibido la rotunda aprobación por Su obra al escuchar la voz del Padre desde los cielos que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3:17). Cuando llegaron las tentaciones, Jesús demostró Su capacidad para resistir al enemigo, pero también nos dio un ejemplo de lo que implica vivir con honor en un mundo competitivo. Observemos cómo describe Mateo los intentos de Satanás de vencerlo: Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y 27

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le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían (Mateo 4:1-11). El tentador trató de hacer caer a Jesús tres veces. Y tres veces Jesús le respondió con un versículo bien elegido de Deuteronomio, libro del Antiguo Testamento. En el proceso, además de resistir la tentación, Jesús nos brindó los principios fundamentales para 28

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vivir con honor en un mundo competitivo.

No solo de pan vive el hombre

Primero, el diablo desafió a Jesús para que demostrara que era el Hijo de Dios usando Su poder para transformar las rocas en pan. Al responder, el Señor nos dio la suprema confianza que puede honrar la vida de cualquier competidor. Él dijo: «Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3). Era una alusión directa a la forma en que Dios había sustentado a Su pueblo cuando vagaron por un árido desierto durante 40 años. El principio está tan vigente hoy como entonces. No vivimos por nuestra propia fuerza. Tampoco sobrevivimos solamente con alimentos o dinero. Vivimos por las misericordias y las provisiones de nuestro Dios en este mundo de recursos limitados y cada vez más escasos. Esta es

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nuestra confianza, sea que ganemos o perdamos.

No presumir sobre la provisión de Dios

La segunda tentación de Satanás tuvo lugar en un ángulo elevado del muro del templo. Allí desafió a Jesús para que saltara y probara Su relación con Dios. Básicamente, estaba diciendo: «Si eres el Mesías tan esperado, pruébalo saltando. Si eres el Hijo de Dios, tu Padre enviará ángeles para que te protejan». Jesús respondió diciendo: «No tentarás al Señor tu Dios» (Mateo 4:7; Deuteronomio 6:16). Este versículo proviene de una parte de la ley donde Moisés advierte al pueblo de Israel que no piense que puede escuchar a otros dioses y seguir disfrutando del cuidado y las provisiones de Dios. El principio se aplica a nosotros en nuestro mundo competitivo. En el fragor de la lucha, podríamos tender a prestar atención a las voces que dicen: «Tienes que

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cuidarte solo. Si no te cuidas a ti mismo, nadie más lo hará. No tengas miedo de tomar algunos atajos ni de quebrantar las reglas. Todos los demás también lo hacen. Además, Dios comprende. Si es un Dios de amor, te perdonará». Pero, como Jesús nos demostró, no es la forma de ser fieles a nuestro Dios. Ni tampoco es la manera de vivir con confianza y honor en un mundo competitivo.

Confiar en Dios y adorarlo a Él,y a Él solo

La tercera tentación de Satanás fue la peor. Ofreció darle a Jesús el mundo sin lucha alguna si simplemente se inclinaba ante él. Pero, una vez más, Jesús confió en el conocimiento y en las palabras de Dios. Dijo: «Al señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás» (Mateo 4:10; Deuteronomio 6:13). Durante las épocas competitivas de nuestras vidas, a menudo sentimos la tentación de adorar a los 29

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dioses de la victoria, el dinero y la aprobación. Sabemos que nuestro mundo no hace mucho por los perdedores. Por eso, nosotros también podemos sentirnos inducidos a doblar nuestras rodillas ante los dioses de esta era. Sin embargo, nuestro Padre celestial, con amor, nos insta a no sacrificar nuestra confianza en Él en el altar de la conveniencia.

Nuestro Padre celestial, con amor, nos insta a no sacrificar nuestra confianza en Él en el altar de la conveniencia. Jesús nos enseña que no existe mayor confianza que adorar, valorar y honrar a Dios, y a Dios solo.

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La victoria final

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as tentaciones de Satanás en el desierto continuaron tres años después con otra serie de desafíos. En la oscuridad de la noche que precedió a la tentación final, Jesús fue arrestado en el jardín de Getsemaní. Estando solo porque «… todos los discípulos, dejándole, huyeron» (Mateo 26:56), fue llevado a comparecer ante el sumo sacerdote Caifás mientras los líderes religiosos judíos observaban. Era el Sanedrín contra Jesús, y Él no tenía defensor. Entonces, Caifás procedió a levantar cargos falsos. Ante la farsa, la primera respuesta de Jesús fue el silencio. Aún al enfrentar información falsa, mantuvo Su compostura. Cuando el sumo sacerdote finalmente exigió que Jesús respondiera, lo hizo con la verdad y sin devolver mal por mal. Cuando Él reconoció Su verdadera relación con

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el Señor, Sus oponentes reaccionaron consternados ante lo que suponían un atroz insulto a Dios. Pidieron Su muerte. Ese día parecía que la tentación y los cargos falsos contra Jesús lo estaban llevando a una trágica derrota. Pero Jesús sabía que Su verdad y Su entereza eran necesarias para cumplir la Escritura y completar el plan de Dios. Jesús respondió con confianza, aun cuando sus acusadores se burlaron, lo maltrataron y lo sentenciaron a muerte. En retrospectiva, es evidente que Él sabía que, aunque colgara en agonía y humillación en una tosca cruz de tortura, terminaría en victoria. En realidad, era una competencia en cierto sentido injusta para la otra parte. Los legisladores que condenaron a Jesús y los hombres que ejecutaron la pena de muerte nunca tuvieron oportunidad de ganar, ya que la muerte del Señor en el calvario iría seguida de la

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mayor «remontada» de todos los tiempos.

El ejemplo de Jesús, Sus palabras y Su sacrificio pueden ayudarnos a comprender las situaciones competitivas de nuestra vida. Después de enterrar a Jesús en la tumba que pertenecía a José de Arimatea, los que lo asesinaron se deleitaban en el resplandor de lo que consideraban una victoria. Pero los festejos duraron poco. Tres días después, Jesús traspasó las murallas de la muerte y de la derrota para emerger como el mayor vencedor de todos los tiempos. Cuando se levantó de la tumba, ganó el trofeo de la vida y la reconciliación con Dios para otorgárselos sin costo alguno a todos los que confían en Él. 31

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Cuando contemplamos el triunfo de Jesús frente al maltrato, el rechazo y el dolor incesante, es evidente que Su ejemplo, Sus palabras y Su sacrificio pueden ayudarnos a comprender las situaciones competitivas de nuestra vida.

que, aunque vivimos en un mundo que lucha por recursos limitados y cada vez más escasos, nuestra esperanza y nuestra confianza está depositada en Aquel que diariamente nos provee lo que necesitamos y que también nos promete, en el futuro, la victoria final.

Nuestra confianza está depositada en Aquel que diariamente nos provee lo que necesitamos y que también nos promete, en el futuro, la victoria final. Roguemos a Dios que, al enfrentar los desafíos diarios de vivir en un mundo competitivo, reaccionemos de manera que honre a Aquel que nos garantizó una relación personal con Su propio Padre. No desperdiciemos ninguna oportunidad para demostrar 32

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