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7. VIDEO Y TELEVISION: DOS INSTRUMENTOS DIFERENTES Desde su aparición hace algo más de un decenio, el video ha experimentado un crecimiento constantemente acelerado, y en algunas oportunidades, verdaderos desarrollos. De sus capacidades potenciales (Manipulación, Recreación, Información, Educación, Capacitación, y Comunicación) no todas, como era de esperar, han evolucionado paralelamente. De los extremos del uso instrumental, la Reproducción de mensajes -generalmente recreativos- producidos por otros ha primado sobre la Producción de los mismos. Pero, aún así, el uso informativo y pedagógico tiene un incremento incesante y un futuro pleno de posibilidades. Dentro del campo del tratamiento audiovisual de mensajes mediante instrumentos tecnológicos modernos, el cine, la televisión y el video, son hasta hoy los mas significativos y conocidos. Analizar sus correspondientes evoluciones y usos y comparar sus características y potenciales, son aspectos que requieren una observación y reflexión permanentes. Este artículo busca iniciar una reflexión conjunta a través de una provocación para aquellos que tratan de hacer de los instrumentos una herramienta de democratización y participación popular. El video, como tecnología, instrumento de producción, conservación y reproducción de mensajes audiovisuales, tiene un origen bastante reciente. Definimos operativamente el video como el sistema de bajo costo de producción de mensajes audiovisuales, su conservación en soportes o emulsiones electromagnéticas empaquetadas en cartuchos (videocassettes) y su reproducción a nivel familiar o grupal mediante el uso de magnetoscopios (videocaseteras) y monitores o receptores de televisión. El video, como proceso interactivo de construcción conjunta de mensajes audiovisuales con y para la población de base, es igualmente nuevo. La aparición, creación y/o refuerzo de un mercado doméstico, consumidor de equipos de relativo bajo costo y la existencia de un mercado potencial en aquellos que utilizaban el cine llamado "aficionado", de 8 mm., S8, 9 mm., y de 16 mm., más las investigaciones de los laboratorios de las grandes empresas productoras, provocan el nacimiento del video y su aparición en el mercado entre 1975 y 1977. Algunas experiencias previas habían abierto el camino a la tecnología, pero no al mercado masivo que ésta requería para su implantación comercial. En principio el video es ignorado por los profesionales de la producción audiovisual; es menospreciado por los técnicos electrónicos, y es recibido como un nuevo y maravilloso juguete por los consumidores de sociedades opulentas, y de otras que no lo son. Pocos o muy pocos grupos que actuaban en el campo de la educación a nivel de base y en capacitación para el desarrollo rural, utilizando lo que ya en aquel entonces se denominaba "televisión industrial" o "sub-profesional", encontraron en el video el instrumento idóneo para la implementación de sus propuestas pedagógicas. Algunos de estos grupos renunciaron, desde su inicio, a la denominación entonces boga, de "televisión educativa" (tv sustantivo y educación adjetivo) y definieron actividad como "pedagogía audiovisual", para el uso del video como instrumento procesos de enseñanza/aprendizaje, integrado a la relación interpersonal y el uso materiales tratados en forma gráfica y escrita.
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en su de de
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Gradualmente un número creciente de grupos que trabajaban, y trabajan a nivel de la información, educación, capacitación y comunicación popular, eliminada la satanización inicial del video -en parte debido a la moda, en parte por la constante reducción de sus costos- avanzan en el empleo de este instrumento para fines y objetivos para los cuales no había sido diseñado pero resultaba funcional. Gradualmente también, aunque en menor medida, y por razones de economía y urgencia, este instrumento se abre un pequeño espacio en el campo de la televisión. Lo cierto es que, actualmente, la calidad del video es superior a la que tenían los equipos llamados "profesionales" hace cinco lustros, y sus costos son inferiores a una décima parte de los de aquéllos. Pero, inevitablemente, al iniciarse el trabajo con el video, muchas de las pautas productivas, modelos y formatos de programas y criterios de uso, son transferidos sin traducción del campo previo conocido y explorado de la televisión. El video no es una televisión "chiquitita" o "subdesarrollada": es un instrumento diferente, aunque sus principios científicos y aún técnicos son los mismos, sus funciones sociales son nuevas y, en varios aspectos, radicalmente opuestas a las que hoy cumple la televisión en América Latina. No resulta fácil reconocer que el nuevo instrumento permite, y hasta casi exige, un nuevo lenguaje. Y así como el cine en sus etapas iniciales copió al teatro y la televisión copió al cine, el video copia a la televisión. Y no se trata de crear un nuevo lenguaje por y para sí mismo. Sino que un instrumento diferente, con usos y potencialidades diferentes, manejado por personal diferente y con diferentes objetivos, desemboca necesariamente en un lenguaje diferente. Pero no se llega a un nuevo lenguaje de la imagen como propuesta apriorística, sino como resultado de una aproximación heurística, pragmática, productiva, a partir de la cual es posible una reflexión que formalice los avances y proponga nuevos caminos. El análisis sintético que sigue, pretende ser un aporte de reflexión para la construcción de un instrumento alternativo de comunicación para una comunicación alternativa. Veamos ahora los catorce elementos de comparación que hemos considerado, aún sabiendo que no son los únicos, pero si significativos. Objetivos En general, la televisión en América Latina al igual que el modelo del cual fue copiada, tiene un objetivo: la ganancia, el lucro. Las escasas excepciones, representadas por las emisoras propiedad del Estado, si bien se declaran "educativas" o "culturales", no cuentan con los presupuestos mínimos que les garanticen una operación normal. Por ello han incorporado gradualmente la publicidad como fuente de ingresos y, al incluirla, se han visto obligados a competir. Esta competencia se ha dado, en general, dentro de las pautas, normas, "reglas de juego" dictadas por las emisoras comerciales. Por ello, salvo una mayor sumisión al grupo político de turno en el Gobierno, y algún otro programa cultural destinado a "blanquear fachadas" y tranquilizar conciencias o acallar críticas, la programación de las emisoras gubernamentales apenas se diferencia de las comerciales. A veces, muy escasas, encontramos en Latinoamérica programas como "Surcos", en el Perú, "Al Sur del Mundo", en Chile y algunos otros que, mediante el tratamiento adecuado, cumplen sus funciones (informativa para campesinos el primero, y educativo
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para todo receptor el segundo) con elevados niveles de calidad. Pero son excepciones infrecuentes que sirven sobre todo para exponer un potencial no utilizado. Sucede a veces que la baja productividad, la densa burocracia y la falta de recursos se aúnan para emitir una programación cultural conformada por viejas películas y programas prestados o donados por organismos de difusión cultural o agregados a embajadas. Sin negar el valor de esta cultura, no se puede ignorar que es ajena, y si bien imprescindible en dosis adecuadas, en dosis excesivas se suma a la programación habitual para impulsar una especie de "genocidio cultural", que menosprecia los valores propios de cada cultura para mitificar los valores ajenos, y a veces por ajenos, disfuncionales. Un objetivo subyacente, casi nunca explícito, es la legitimación del "statu quo", tal como estudió y denunció Luis Ramiro Beltrán. La televisión, nacida en el período de post-guerra, en sociedades desarrolladas y con elevados niveles de consenso social, es imitada en sociedades en crisis, plenas de antagonismos y contradicciones. Su función potencial, de dinamizadora de cambios sociales hacia una mayor democratización, es abandonada y la televisión se instala como elemento supraestructural de legitimación de los grupos de poder y de sus organismos de control de las contradicciones sociales. Los que manejan la televisión la definen como sistema de información, educación y entretenimiento. Las investigaciones realizadas muestran claramente que la información es incompleta, sesgada y parcial; que la educación es en general alienante y que el entretenimiento suele menospreciar la capacidad del espectador. Pero la reiterada insistencia de veinticinco a cincuenta años de bombardeo al receptor con un estilo definido de programas, ha logrado crear un nivel de "teleadicción" que no permite una reflexión crítica que obligue a cambios. Los objetivos del video, entendido como proceso completo de producción, conservación y reproducción de mensajes audiovisuales para el trabajo con población de base, son otros. El abanico va desde una información alternativa a la de la televisión, hasta procesos sistemáticos de enseñanza-aprendizaje, pasando por la recuperación de la cultura popular, la transferencia de la capacidad de emisión a los, hasta ahora, desposeídos de ella, los procesos de revalorización de la propia cultura y, sobre todo, el incremento de la capacidad de reflexión crítica sobre la propia realidad. Es decir, el video se postula como elemento e instrumento de democratización de nuestras sociedades. En ciertos casos, y aún bajo la cobertura de los postulados citados, el video es utilizado como instrumento de autoexpresión por aquellos que lo manejan. Propiedad En el caso de la televisión, salvo la excepción de los canales del estado, la propiedad es privada, como una tendencia general al monopolio o el oligopolio. A partir de su origen histórico, gran parte de las emisoras están, o estuvieron, ligadas a emisoras radiales o editores de periódicos. Televisa, en México; O Globo, Manchete y Bandeirantes, en Brasil; NBC, CBS y ABC, en los Estados Unidos de Norteamérica, y varios casos en diferentes países son ejemplo de la tendencia oligopólica mencionada. El video, por su parte, pertenece a pequeños grupos y organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro, aunque en general preocupadas por la subsistencia.
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Existen algunos casos de equipos y grupos de video, en general en el área de la educación o capacitación, pertenecientes al Estado. Financiación La televisión del Estado tiene dos fuentes de financiamiento: el presupuesto público y la publicidad, no siempre provenientes de otras instituciones oficiales, sino del sector comercial privado. La televisión comercial tiene como fuente de financiamiento la publicidad. En el caso de algunas de las grandes empresas, inicialmente en Estados Unidos y ahora en algunos países latinoamericanos, la venta de programas, generalmente telenovelas, es la segunda fuente de financiamiento. Pero, en última instancia, la televisión la pagamos todos nosotros. A primera vista la recepción y observación de los programas de televisión no tiene costo. Un somero análisis indica que no es así. No sólo debemos pagar el costo del aparato receptor que en muchos de nuestros países varía entre la cuarta parte y el doble del PBI per cápita anual, sino que estamos pagando permanentemente los programas que vemos y los que no vemos al adquirir los productos que son publicitados a través de la televisión. Paradójicamente también pagan la televisión los que no la ven. Y ello porque los costos de la publicidad a través de la televisión son siempre cargados al producto. El video (y no nos referimos al circuito del video comercial) es financiado, en general, mediante aportes de organismos de cooperación para el desarrollo y organismos no gubernamentales. Entre ellos, las iglesias desempeñan un papel significativo, junto a ONG's de países desarrollados. En algunos casos existe financiación por parte del Estado y la Cooperación Técnica Internacional que lo apoya. Aunque incipientes, existen ya ejemplos significativos de co-financiación por parte del o los usuarios de los productos. A veces para la producción de programas, y otras para la reproducción de los mismos. La tendencia a la autofinanciación está presente y el incremento de la masividad de los usuarios, basada en la utilidad que le presten los programas, así como en la reducción de los costos de producción, permiten una predicción relativamente optimista para un futuro próximo.
Modelo de Gestión El modelo de gestión de la televisión está de acuerdo con la propiedad y los objetivos: vertical y autoritario. Es, en última instancia, el propietario quien toma todas las decisiones, hágase o no asesorar por algún comité ad-hoc. Los departamentos, gerencias o divisiones con mayor capacidad de decisión son las de comercialización y técnica, en ese orden. Las de menor capacidad son las de producción y programación que, también en última instancia, se limitan a cumplir con las directivas de las antes citadas. El caso de prensa o información ocupa un lugar particular debido a diversos factores. De ellos son importantes la postura política que muestra la emisora y las innovaciones tecnológicas que pueden modificar, como veremos, los modelos productivos. En el campo del video el caso más frecuente es encontrarlo como instrumento auxiliar en organismos cuya vocación es otra, como actividad prioritaria. En este caso el grupo, a veces de no más de dos o tres personas, tiene un elevado nivel de independencia dentro
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de las líneas generales trazadas por el organismo en que operan. Cuando el uso del video (para información, educación o comunicación) es la actividad del organismo, encontramos cierto nivel de informalidad, derivado de que en muchos casos el grupo está integrado por personas cooptadas y que adhieren a planteos similares. En todo caso, los niveles de análisis y aportes internos, hacen que los organismos dedicados al video, ofrecen niveles de autoritarismo y verticalismo sensiblemente menores que en el caso de la televisión. Aquellos dedicados a la comunicación popular son, por definición, más democráticos. Tecnologías La televisión utiliza un conjunto de instrumentos para las siguientes funciones: •
Producción de imágenes audiovisuales (Cámara, micrófono, magnetoscopio, estudio, etc).
•
Recepción de imágenes producidas por otros (parábolas de satélite).
•
Procesamiento de imágenes (Generador de Efectos Especiales, Editora, CBT, etc.).
•
Conservación de imágenes (Magnetoscopios, etc.).
•
Transmisión de señales (Microondas, Satélites, etc.).
•
Emisión de imágenes (Planta transmisora, Repetidora, etc.).
El video, en general, abarca las siguientes funciones: •
Registro de imágenes audiovisuales (Cám., MGP, Camescopio, Mic., accesorios).
•
Procesamiento de imágenes (Gen. Efec. Esp., Editora, etc.).
•
Conservación de imágenes (Magnetoscopios).
•
Reproducción de imágenes (Magnetoscopio, Monitor, etc.).
Es decir, la diferencia fundamental se encuentra en dos aspectos: a)
En la producción: el video difícilmente utiliza estudio; opera con mas frecuencia con imágenes de una realidad "re-producida" en tanto que la televisión usa mucho las imágenes de una realidad "producida".
b)
En la reproducción: el video reproduce sus programas ante grupos, mediante acuerdos previos para dicho proceso. La televisión emite sus programas, que son recibidos por espectadores o receptores ajenos al proceso de emisión.
Además, desde el punto de vista de los costos, la diferencia más significativa es que el equipamiento destinado a la televisión es mucho más costoso que el dedicado al video. El factor de multiplicación varía entre veinte y diez mil. Desde el punto de vista de la calidad de la señal, y en función del costo de los equipos, la definición y la estabilidad y reproducción del color son mucho mayores en la televisión, hasta el momento de la emisión. Después no. El video, que tiene una menor calidad en las etapas de registro y procesamiento, tiene sin embargo mejor calidad que la televisión en el momento más significativo: cuando la imagen es observada por el usuario. La televisión pierde el control de calidad después de la emisión. El video puede mantener dicho control hasta la observación del programa.
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Modelos Productivos La televisión optimiza el uso del estudio y la emisión de programas conocidos como "enlatados", producidos en otros países. El escaso uso de los registros en exteriores corresponden a los deportes o los programas informativos. En su mayor parte los modelos productivos de la televisión han sido tomados del cine y continúan sin modificarse sustantivamente. De ahí el alto nivel de especialización y la fuerte división técnica del trabajo. Por ello, el equipo convocado para producir un programa de televisión, oscila entre 10 y 120 personas, situación que incluso se ha consolidado a nivel de la negociación de los sindicatos con las empresas. Se encuentra una excepción en algunos equipos de información noticiosa, conformados solamente por tres o cuatro integrantes, gracias a la aparición de los sistemas de acopio electrónico de información (ENG), portátiles y de relativo fácil manejo. El video optimiza el uso del Módulo de Registro (Cámara, Magnetoscopio o Camescopio), reduciendo al mínimo el uso de estudios. Aún muchos de aquellos programas de realidad "producida" son registrados en exteriores y con actores naturales. Las restricciones presupuestarias, el tipo de equipamiento, las características de los programas y, en algunos casos, una decisión basada en consideraciones filosóficoproductivas, han llevado a la mayor parte de los grupos de video a un modelo de producción artesanal, sin especialización avanzada ni división técnica del trabajo. Los equipos de realización de video están conformados, en general, por dos o cuatro integrantes que se ocupan de todas las funciones, desde libreto y guión hasta postproducción, con la consiguiente economía y racionalidad productiva.
Costos de Producción Debido en parte a las fuentes de financiación, en parte a las tecnologías utilizadas, y en gran medida a los modelos productivos, los costos de producción en televisión resultan elevados. No se disponen de datos promediados para América Latina, pero en Europa los costos por minuto oscilan entre 100 y 500,000 dólares, según se trate de una entrevista en estudio, o un "video-clip". Estos costos contribuyen a explicar la abundancia de películas y "enlatados" en las programaciones de los canales latinoamericanos, ya que, una vez producido un programa, su multicopiado y distribución al exterior significan una financiación suplementaria. Por las razones antes citadas y por las inevitables restricciones presupuestaria en toda propuesta de comunicación o educación popular, los costos de producción de video son relativamente bajos. Un cálculo estimado nos dice de sumas del orden de los 15 a 90 dólares por minuto, con variaciones significativas de un país a otro. Pero, así como en la televisión los costos no son significativos si la audiencia lograda permite altos niveles de publicidad, en el caso del video lo importante es la relación entre los costos de producción de un programa y la cantidad de usuarios del mismo. Cuando los grupos que operan con video piensan exclusivamente en la producción, sin considerar el proceso de reproducción, y el número de usuarios es
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bajo, la relación inversión/resultados se torna muy desfavorable.
Personal Salvo las correspondientes excepciones, los así llamados "profesionales" de la televisión son un conjunto de bajo nivel de formación académica, empiristas con elevado nivel de destrezas adquiridas a través de una práctica reiterada. En grupo, el técnico escapa a esta regla. Está conformado por ingenieros electrónicos en general de buen nivel de formación, si bien especializado por línea de instrumentos. En los últimos años las Escuelas de Comunicación han colocado en el mercado de trabajo cantidades crecientes de graduados. Muy pocos de ellos han logrado acceso a los medios masivos audiovisuales. La razón esgrimida, o implícita, es su bajo nivel de formación práctica, que posiblemente sea cierta. Pero la razón fundamental es que el crecimiento de los sistemas de televisión ha llegado cerca de su tope y que los empiristas que los manejan evitan una confrontación con personal de mayor formación académica. Los que A. Moles llamó "cancerberos" (gate Keepers) cumplen una función adecuada a los objetivos y modelos productivos de la televisión: impedir que sea utilizada como medio de reflexión crítica sobre la realidad. En el campo del video, en general, el personal proviene de dos vertientes básicas: o bien son los que quisieron hacer cine o televisión y no pudieron, o bien son aquellos que empeñados en una tarea de educación, información o comunicación popular de alternativas han encontrado en el video un instrumento idóneo para sus objetivos. Hay, por lo tanto, videistas, videastas y, desgraciadamente, abundantes "vidiotas" con perdón por el neologismo. En gran medida son también empíricos, en cuanto al video se refiere, pero de buen nivel académico en algún campo de las ciencias sociales. Algunos han recibido formación intensiva específica, sobre todo a partir de la experiencia del CESPAC en el Perú. El relativo desconocimiento de los equipos, su diseño y manejo correcto y racional para un uso eficiente, es la mayor limitación de este grupo. Programación En general, en televisión la programación puede ser definida como: el llenado de la mayor cantidad de horas diarias, con los programas de menor costo y mayor atractivo que permitan insertar el mayor número de programas publicitarios. A la evasión de la realidad se suma la incitación al consumo para alcanzar una imagen alienante. Y ello de 10 a 20 horas diarias por canal, en una capital promedio de América Latina, nos da más de dos mil horas mensuales destinadas a crear una imagen falsa del mundo, su dinámica y sus problemas. En la televisión la educación es "necesariamente" aburrida; y la recreación necesariamente alienante o chabacana. No hay término medio si hablamos en términos estadísticos. Las excepciones apenas alcanzan a confirmar la regla. Salvo cuando la emisora es utilizada como "conducto" para masificar en forma simultánea la difusión de un evento deportivo, o la elección de una "miss", en cuyo caso la duración de la emisión está
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solamente condicionada a la duración misma del evento o a la cantidad de publicidad a incluir durante la transmisión, los programas tienen una duración definida arbitraria. Media hora de televisión, significa no más de 22 minutos de programa: una hora de televisión no son más de 52 a 54 minutos de programa. Las películas, de una duración promedio de 90 minutos son fraccionadas para incluir la publicidad, y proyectadas en no menos de dos horas. Con frecuencia la destrucción de una obra diseñada para ser observada con continuidad, va aún más lejos: se divide la película en dos partes que son emitidas con diferencia de días. Se ha establecido un conjunto de taxonomías arbitrarias, que no vamos a analizar aquí: a) b) c)
Por carácter: informativo, cultural, entretenimiento, etc.; Por segmentos de receptores: infantiles, juveniles, femeninos, etc.; Por manejo técnico: en vivo, grabados, etc.
En cualquiera de estas clasificaciones, que a veces se cruzan, faltan temáticas vitales para cada país. La televisión refleja un "meta-mundo" que poco tiene que ver con la realidad, so pretexto de recreación y de la dosis, quizá necesaria, de evasión cotidianas. En resumen, la programación de televisión, pretendiendo satisfacer ciertas necesidades arbitrariamente definidas, impone sus propias pautas en función de sus propias necesidades mientras siguen afirmando que están a las órdenes y servicio del público. Hay dos rasgos en esta programación que merecen ser mencionados. En primer lugar la elevada competitividad entre canales, que lleva a emitir el mismo tipo de programas en los mismos horarios; en segundo lugar que el "protagonista" genérico (como abstracción) es un estereotipo, o conjunto de estereotipos, que poco o nada tienen que ver con el hombre común. Tampoco sus actividades tienen nada que ver con lo cotidiano. El video presenta dos vertientes amparadas por rasgos comunes. Los programas, de una duración definida tan sólo por la capacidad realizativa y los contenidos temáticos, tienen dimensiones muy diversas. Los programas de video en general, o bien responden a las necesidades de autoexpresión de los realizadores, que usan el instrumento para dar su mensaje al mundo, o bien -lo que es más frecuente- responden a necesidades de información, educación, capacitación y comunicación de los grupos de usuarios, en este caso interlocutores, de los programas y sus contenidos. Las taxonomías aplicadas a los programas de televisión pueden, a veces, incluir algunos de los programas de video, pero son muchos los que requieren de otra clasificación, ya que la primera no los representa. Programas de dinamización social; de reflexión crítica; de enseñanza-aprendizaje "sensu-stricto"; de intercambio de experiencias; de manifestaciones de solidaridad; de relectura ordenada de la propia realidad, etc. Los programas de video no son cortados por insertos publicitarios; lo pueden ser, en cambio, por los necesarios momentos de análisis y discusión con y entre el grupo de usuarios. Los programas de video no se repiten por razones comerciales o de carencias de nuevos programas, sino por decisión de los usuarios y del interés que el programa tiene para
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ellos, así como para alcanzar la masividad por reiteración de convocatorias grupales. Los programas de video, en general reflejan más y mejor la realidad cotidiana, o informan sobre partes del acontecer cotidiano que están excluídas de la televisión. En los programas de video no existe competitividad, al menos en el momento de la reproducción. Tampoco existe en ellos el "protagonista" estereotipado de la televisión. El que para la televisión es receptor pasivo, puede ser protagonista activo del video. Pero el protagonismo en el video suele ser anónimo: grupo popular, dirigente de luchas reivindicativas, mujer de pueblo, campesino ignorado. Calidad Dejando de lado la calidad técnica, que ya hemos mencionado antes, de acuerdo a las pautas formales y expresivas de la televisión, el video es de menor calidad. De acuerdo a las pautas del video, aún con el escaso nivel de formalización de las mismas, la televisión es de menor calidad. Si definimos la calidad técnica de la señal desde el punto de vista del programa y no desde el del emisor, ya hemos visto que el video permite un control mucho más ajustado que la televisión. Si definimos la calidad mediante el criterio de la utilidad que para el observador tiene el programa, también es mayor la calidad del video. Si en cambio, definimos la calidad según las pautas establecidas a lo largo de muchos años y en forma implícita por la televisión, el video es de menor calidad. ¿Qué es y quién define la calidad?. ¿Existen parámetros objetivos de definición de la calidad?. Y si existen, ¿quién los maneja?. En la llamada calidad de los programas audiovisuales, y aún de los equipos usados para producirlos y reproducirlos, existen multitud de factores variables. El concepto de calidad cambia con el tiempo. Apenas un ínfimo porcentaje de los programas audiovisuales producidos, incluyendo el cine, tienen con la mirada actual, la calidad que se les atribuyó en la época en que se produjeron. Y, con frecuencia la calidad que aún se les atribuye, tiene más valor histórico que actual. Desde luego, la calidad promedio de los programas de video actuales es superior a la de los programas de televisión que se producían en sus inicios, si medimos la calidad del video de hoy con los mismos criterios con que se midió la calidad de la televisión en su época. Pero, claro está, cuando el realizador de video intenta producir utilizando, o imbuido de, las pautas de calidad de la televisión, lo que obtiene es un pobre remedo lleno de deficiencias de lo que se dice son programas de calidad. Si aceptamos que el video es, además de instrumento, un proceso de comunicación social, los criterios de calidad para juzgarlo deben ser específicos y no trasplantados de otro campo de acción diferente, tal como postulamos la necesidad de crear un nuevo lenguaje funcional para los nuevos objetivos. Destinatarios La televisión se dirige a todos y habla consigo misma. La pretensión de cada emisora es tener como receptor permanente al mayor porcentaje posible de la población con poder adquisitivo suficiente como para comprar los productos que se publicitan.
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En forma inteligente han investigado las audiencias y las han segmentado, con el fin de orientar la publicidad y los programas a los grupos que, con mayor probabilidad se encuentran frente al televisor en determinados horarios. Pero en general el receptor es indiferenciado, ya que la emisora no puede decir quién sí y quién no verá el programa. Esta indiferenciación, y no democratización como algunos pretenden, obliga o conduce a la mediocridad, a la búsqueda de un mínimo común denominador que guste a todos, no satisfaga a nadie y homogenice a los receptores. El destinatario, sobre todo en los primeros años de la televisión, fue dócil y fácilmente manejable por la primera o primeras emisoras. Gradualmente la competencia entre diversos canales torna al receptor mas significativo para las emisoras. Se analiza la audiencia, se estudian sus hábitos de consumo y observación y comienza a establecerse un sistema diferido de realimentación con el fin de competir mejor y alcanzar o aproximarse al objetivo citado. Con el tiempo se incrementan ciertos niveles de capacidad crítica del espectador, salvo el caso de los "teleadictos" sin cura. La aparición del control remoto conduce a una especie de carrera de obstáculos en la que el receptor salta de un canal a otro buscando evitar la publicidad y seguir más de un programa al mismo tiempo. La llegada de los magnetoscopios (videocaseteras) programables para la grabación de programas emitidos, otorga un mayor grado de selectividad, en contenidos y tiempo, al receptor. En algunos países, el desarrollo tecnológico y la fatiga con las programaciones habituales, conduce a grupos crecientes de receptores a la televisión por cable. Se paga por la observación, pero se adquiere una limitada capacidad de selección y se evita la publicidad. El receptor, en general pasivo, comienza a activarse. El video pretende dialogar con grupos específicos; se propone tener interlocutores o usuarios de sus mensajes. Los interlocutores de los programas de video son heterogéneos, dato tomado en cuenta desde la concepción del programa, unificados tan sólo por su interés común en las temáticas propuestas. El programa es realizado para un grupo, pensado para ese grupo y reproducido para dicho grupo; es especifico y debe interesar al grupo. El usuario del video opta por la observación de sus programas en la medida que son una alternativa a los de la televisión y, en parte, porque dichos programas reflejan realidades mas circunscritas en las cuales se encuentra inmerso. El usuario de los programas de video es, en general, de un nivel crítico avanzado y dispone de mayor capacidad de interacción con los realizadores. Observación La observación de los programas de televisión se produce en momentos y por lapsos determinados exclusivamente por el emisor. Sólo a partir de ciertos análisis de audiencia, o por estrictas razones de costo, es posible que se reitere un programa y, cuando obedece a razones económicas, la reiteración suele ser excesiva y molesta. El programa de televisión es observado, en general, en forma individual o en grupos
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familiares. En forma excepcional ciertas informaciones políticas o deportivas pueden convocar grupos de observación. La observación de los programas de video se realiza mediante acuerdos entre los realizadores y los usuarios. El tiempo dedicado a la observación es definido volitivamente por el usuario, que incluso puede establecer una reiteración inmediata si lo juzga necesario. El programa de video es observado, en general, en grupos convocados a dicho efecto y en condiciones establecidas específicamente para ello. Como norma, la observación está precedida y/o seguida de un debate, análisis o discusión abiertos a la participación de todos los interlocutores. La observación de los programas de video puede o no tener un costo para el usuario, pero cuando lo tiene suele ser simbólico. Códigos La televisión ha heredado y sigue utilizando el lenguaje audiovisual elaborado por el cine. Gradualmente la mayor versatilidad y potencial expresivo de los instrumentos electrónicos, han permitido innovaciones, pero no siempre éstas han sido exploradas en profundidad. En el caso particular de la información, lo que observamos es un programa informativo radial, o bien con imágenes de fondo, o bien duplicando la información que proporcionan las imágenes. Los redactores de la información no son audiovisuales, sino de prensa escrita o radial, y por ello no aprovechan el potencial informativo de la imagen sino que la utilizan como elemento accesorio. Durante muchos años hemos podido observar telenovelas que también no eran mas que radionovelas con imágenes de fondo. Bastaba escuchar para entender. En este campo, la incursión de realizadores cinematográficos en la televisión permite observar en la actualidad un número creciente de telenovelas en las cuales la integración de las pistas de audio y video es un proceso logrado. Por otra parte los diversos formatos se han ido estereotipando y las entrevistas, paneles, concursos, programas infantiles, etc., son de gran semejanza, sino copiados. La mayor parte de los códigos, verbales e icónicos, son urbanos, aún en países de elevada proporción de población rural, y salvo en algunos programas cómicos o infantiles, el lenguaje popular común está ausente. En su necesidad de alcanzar un receptor indiferenciado y multifacético, la televisión opta por un paquete de códigos y los impone a todos. En países como Italia y Brasil, algunos investigadores han encontrado en el lenguaje de la televisión la "lengua franca" que permite superar las barreras dialectales. El video de aparición más reciente, se encuentra en una disyuntiva: o bien se limita a copiar con limitaciones el lenguaje audiovisual de la televisión, con dificultades para alcanzar el nivel de perfección que éste ha logrado; o bien, busca encontrar, definir y formalizar su propio lenguaje. Podemos preguntarnos si es necesario, y no es fácil la respuesta. Pero el hecho de que el video tiende a producir programas diferentes, para usuarios diferentes, que son
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observados en condiciones diferentes y producidos y reproducidos con equipos diferentes, va a conducir inevitablemente a otro lenguaje. Que suceda sin la necesaria reflexión y análisis retrasará su definición; que surja espontáneamente lo hará menos idóneo. El parámetro básico para esta búsqueda y definición, la primera permanente y segunda transitoria, debe ser el usuario. Si queremos que sea interlocutor de un proceso real de comunicación, sólo podremos crear un lenguaje en diálogo permanente con él. Masividad La televisión alcanza la masividad en forma simultánea debido a la multiplicidad de unidades receptoras de nivel familiar. Ello se logra tanto a partir de la emisora central, como mediante los enlaces de microondas, satélites y retransmisoras. El video logra la masividad por reiteración del proceso de observación ante grupos de dimensiones moderadas. Esto implica, aun con múltiples copias, que los momentos se difieren gradualmente, y un efecto consecuente sobre los programas, sobre todo con carácter informativo. La información en video es probable que nunca llegue a ser de actualidad, sino mas bien contextual y analítica, dada su falta de inmediatez. Lo espectacular, por ello, tiende a desaparecer de la información en video, ya que lo espectacular debe ser novedoso, al menos según los códigos ya establecidos por la televisión. La disponibilidad creciente de receptores de televisión y de magnetoscopios, puede llegar a modificar esta situación en el futuro no muy lejano; sin iniciar siquiera la consideración de los cambios que pueden introducir innovaciones como la fibra óptica, las parábolas receptoras de satélite domésticas, o la transmisión directa de satélite y sus posibles adecuaciones a las propuestas del video como instrumento alternativo de comunicación de alternativa popular. Proseguir y profundizar este análisis es, a nuestro entender, una necesidad y obligación para todos aquellos que quieren actuar en el campo de la comunicación popular, utilizando el video como instrumento de producción, procesamiento, conservación y reproducción o difusión de mensajes intercambiados entre interlocutores.
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