uz problemática urbana hoy - Universidad Nacional de Colombia

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PRESENTACIÓN INAUGURAL

\uz problemática urbana hoy VÍCTOR MANUEL MONCAYO CRUZ* Rector gmeral, Universidad Nacional de Colombia

j y i u Y BUENOS DÍAS. Un saludo a todos ustedes y a los organizadores y coordinadores de esta versión de la Cátedra Manuel Ancízar; quiero expresarles a los asistentes nuestro agradecimiento por la confianza que una vez más depositan en la Universidad Nacional de Colombia, alrededor de este escenario de comunicación académica que ha buscado trascender los límites ordinarios de las organizaciones curriculares de los distintos programas internos de la Universidad y enlazarse, de alguna manera, con la ciudad que, entre otras cosas, es el objeto central de esta versión de la cátedra. Como todos ustedes saben, se trata de una de las formas que la Universidad ha concebido para ampliar su radio de acción al mundo académico de la ciudad y, más que al mundo académico, al conjunto de la ciudadanía de la capital de la República, en este esfuerzo por comunicar y poner en debate temas que la Universidad considera centrales, sobre los cuales ha avanzado con una experiencia de investigación y de creación significativas". "Creo que ya llevamos unos tres años largos en este ejercicio de la cátedra Manuel Ancízar, nucleada por temas que generalmente convocan a múltiples disciplinas y profesiones con la audiencia que, repito, desde sus inicios ha tenido y se mantiene y se acrecienta. Debemos entender, por consiguiente, que esta es una manifestación del propósito de la Universidad, de abrir su campus a la sociedad, representada en este caso por la ciudadanía de la capital que puede concurrir a estos actos, que representan un valor académico para las Profesor asociado, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales.

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personas que desde otras universidades o desde otros centros vienen aquí a compartir con los docentes e investigadores de la Universidad y con los estudiantes de ella, alrededor de estos temas que periódicamente vamos eligiendo, bajo la responsabilidad de unidades internas de la Universidad, facultades, centros o institutos que coordinan y adelantan el trabajo de la cátedra. Por eso queremos, en este día inicial de la cátedra, recordarles y reiterarles la importancia que la Universidad le ha dado a ella y la consagración que los docentes de la Universidad le otorgan dentro de sus actividades, para que ella mantenga ese nivel de calidad, de excelencia, que ha tenido a lo largo de estos años". "Esta cátedra alrededor de la temática urbana muestra la riqueza de los objetos de análisis que van a ser aquí considerados, al igual que la calificación y la experiencia acumulada de quienes van a contribuir con sus exposiciones al desarrollo de ella. En el día de hoy, abandonando los formalismos y ritualidades de las inauguraciones, yo quería referirme de alguna manera, —que de antemano confieso va a ser desordenada y seguramente poco actualizada, desde el punto de vista de las preocupaciones inmediatas de las reflexiones sobre problemas urbanos, por razones obvias de la necesaria desvinculación orgánica con el análisis de estos temas— al objeto que nos congrega, haciendo el esfuerzo de hilvanar unas reflexiones o apreciaciones sobre la significación que tiene hablar de la ciudad hoy. Los objetos de conocimiento cobran interés, se vuelven centros de atracción, para quienes se mueven en el mundo de la practica teórica, en razón de que, por las circunstancias mismas del desarrollo de las relaciones sociales, se vuelven centrales desde muchos puntos de vista". "Recordaba el profesor Viviescas cómo en la Universidad hay unos antecedentes, hay una tradición de pensamiento sobre los problemas urbanos, los problemas de la ciudad, pero uno diría que los momentos principales de esa reflexión han estado asociados a mutaciones, a cambios, a transformaciones, a situaciones especiales de la sociedad colombiana, que han hecho llamar la atención acerca de que es crucial o definitivo ocuparse con particular énfasis en la problemática urbana. Eso se hizo entre nosotros, luego de esas vicisi-

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to de la Reforma Agraria, del impulso a procesos de reforma agraria, que tenían muchos sentidos, uno de los cuales era regular y controlar los procesos migratorios, detener o de alguna manera aminorar la fuerza creciente del proceso de expulsión campesina". "Un poco más adelante —recordarán ustedes—, a las tendencias de política reformista agraria se unieron las políticas de apoyo a la economía campesina; un programa conocido, más adelante, cuando hizo crisis el esquema reformista agrario iniciado en los años 6o, que se llamo la política de Desarrollo Rural Integrado, estaba dirigida a otro sector de la economía agraria, y era necesaria para el conjunto de la organización económica, en la medida que se estudiaba cómo era definitiva para la provisión de determinados bienes de carácter alimentario producidos por la economía campesina, que jugaba, también, un papel retenedor de la fuerza de trabajo en el campo. Podemos recordar ahora, cómo los trabajos que se hacían entre nosotros giraban alrededor de estas temáticas: detención del proceso reformista, y su transformación mediante un proceso dirigido hacia la producción campesina —el programa DRI—; simultáneamente aparecían, del lado urbano, otras orientaciones que buscaban, remediar o atender los efectos que estaba causando ese proceso; cómo asumían las ciudades esos procesos desordenados y caóticos de migración que, además, generaban y alimentaban luchas sociales nuevas en las ciudades, alrededor de la tierra, del problema de la vivienda, de los servicios públicos, y también del problema del empleo; cómo generar condiciones para que hubiera organización de la producción industrial que asumiera esa población que venía del campo y se aglutinaba en las ciudades, unido a otro problema consustancial al desarrollo urbano de las sociedades capitalistas, que en su época llamábamos, el desarrollo desigual; la heterogeneidad del desarrollo, se traduce en fenómenos de concentración urbana, macrocefalias urbanas, en oposición a zonas deprimidas o subdesarrolladas, repitiendo —según el esquema de algunos— en el orden de la formación nuestra lo que podía considerarse como problemas de centro-periferia, que también se veían en esos términos a nivel global, a nivel de las relaciones internacionales".

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tudes de la transformación agraria, de la resolución del problema agrario. Por allá en los años 20 o 30, inclusive prolongados en la época de la primera violencia, la violencia partidista, que no es otra cosa que una forma de expresión de los cambios que estaban ocurriendo en el campo colombiano y que estaban asociados —como en otras sociedades contemporáneas signadas por el mismo sistema de organización de la producción— al proceso de urbanización. Por eso en los años 60, cuando la inflexión hacia el proceso de urbanización se hace clara, evidente, tangible, y el viraje de un país agrario a un país urbano se hizo irreversible, en esas épocas, empiezan a florecer entre nosotros los trabajos, las investigaciones, las preocupaciones teóricas o analíticas sobre el problema urbano en Colombia, al mismo tiempo que, alrededor de las necesarias consideraciones colaterales sobre la cuestión agraria". Jt "Recordemos que en la época de los 60 se dio un debate central en el país alrededor de cómo había sido nuestro proceso de transformación en el campo, si ese proceso había seguido una u otra ruta y si, de alguna manera, los estudios que se hicieron enfrentaron corrientes no solamente teóricas sino ideológicas y políticas alrededor de cómo había sido ese proceso de transformación agraria hacia una inserción en el orden capitalista; cómo había sido la destrucción de la hacienda tradicional; cómo había sido el proceso de las zonas de economía campesina; cuáles habían sido los momentos y los factores centrales de expulsión de la fuerza de trabajo del campo a la ciudad, y cómo estaban respondiendo nuestros centros urbanos a esos procesos; centros urbanos que —como seguramente acá se va a apreciar cuando se analicen los problemas históricos— inicialmente eran muy débiles, desde el punto de vista de centros de desarrollo productivo, de la organización productiva; eran más bien lugares de residencia ligados a una actividad distinta, la agraria, que era la predominante. Por esa época se vivía un momento particularmente agudo, por los procesos migratorios internos, por las políticas de estado que se movían en aquel escenario. La preocupación por controlar o regular el proceso migratorio campo-ciudad; las políticas agrarias; el retorno de políticas reformistas que habían aflorado en los años 20 se reeditan en la década del 60; es la época del Instituai

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ban orientarse en esa dirección. Las ideas de la inmediación, de estar cerca del consumidor, de que la provisión de los servicios públicos no estuviera atada a estructuras centrales, llevó al desmonte de todos los aparatos que tenían que ver con el saneamiento básico, con acueductos, con alcantarillados y con los otros servicios públicos, y poco a poco al encadenamiento con otras iniciativas, que ahora son el pan de cada día; son las orientaciones de privatización, para hacer lo que antes asumía el Estado en el terreno de los servicios públicos y aún en el de la seguridad ciudadana, para entrar en la órbita de la prestación privada. Al llegar al estadio donde ahora estamos, el recorrido sirve para mostrar, una vez más, algo que a veces se olvida cuando se está frente a los objetos de estudio: la circunstancia de que en este caso la ciudad o el problema urbano, no es algo natural ni es algo obvio, ni es algo simplemente necesario por el orden de las cosas; hunde sus raíces en las necesidades históricas de la organización social. La historia de la forma urbana, de la urbanización, está íntimamente ligada a la organización social de la producción capitalista; es indisociable del orden capitalista, pero, obviamente, esas ciudades y esas formas urbanas, necesarias de manera esencial al orden capitalista, conllevan fenómenos que los economistas llaman deseconomías y plantean problemas críticos negativos a la propia sociedad a la cual sirven desde el punto de vista de su organización; en razón a que a veces estos problemas no pueden ser atendidos o remediados, las formas, las modalidades que asume la ciudad tienen que transformarse, tienen que asumir nuevas modalidades; entre otras cosas porque las ciudades, las formas urbanas, son el escenario donde se condensan no solamente las políticas del Estado, sino que son el tejido propio donde florecen todo tipo de manifestaciones de las relaciones sociales vigentes". "El reto de hoy es justamente apreciar cómo ha cambiado la ciudad de hoy, a partir del reconocimiento —quizá— de que se vive un período distinto del desarrollo capitalista, esto que hoy llamamos la globalización, la mundialización de la economía; del reconocimiento de que la forma de organización de los procesos de trabajo, de los procesos productivos, tiene consecuencias claras sobre la organización de la ciudad y sobre la función que ésta cumple hoy. 24

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"Las políticas de la época conducen, por ejemplo, a algo que hoy estamos viviendo en crisis: toda la política que sustentó aquel plan de las llamadas Cuatro Estrategias, alrededor del programa de la construcción y la inauguración del instrumento de la Unidad de Poder Adquisitivo Constante —UPAC—; o cómo se empezaron a dar orientaciones de regulación y reordenamiento territorial urbano, o cómo empezaron a darse ensayos de lo que —recuerdo ahora— se llamó, ciudades dentro de la ciudad; mecanismos para lograr organizar internamente, en los núcleos urbanos, esos procesos nuevos. Surgieron las empresas de desarrollo urbano y se empezó a avanzar en algunos esquemas de provisión de servicios; se empezó a agudizar el problema de transporte y el problema de tránsito de bienes, de personas y de vehículos en las ciudades; empezaron a aparecer los problemas de contaminación, los problemas de seguridad, elementos unidos a la problemática urbana. También, los intentos de ir en contra vía del proceso de heterogeneidad del proceso de desarrollo, los llamados polos intermedios, los sitios que se consideraban que debían ser escalones entre el campo y las grandes urbes, con el propósito de crear sitios de desarrollo intermedio". "Se estudiaban políticas distintas para interferir, detener o aminorar lo que conllevaba el proceso de concentración urbana: la inversión extranjera, la política crediticia, el sistema de obras públicas, el gasto del Estado, los parques industriales; todas, políticas que finalmente condujeron a reconocer que detener ese proceso era imposible, porque era sustancial al sistema de organización; como se hizo en los años 8o, en los preliminares de lo que se constituyó luego en las conclusiones de la misión Bird-Wiesner". "Había cierto consenso, en que el proceso estaba tan adelantado y era tan irreversible que había que cambiar de orientación, de política; eran los gérmenes de las políticas que ahora han cobrado fuerza, pensando en el problema de satisfacción de necesidades básicas, de condiciones mínimas, de posibilidades de apertura a la implantación del capital en cualquier lugar a partir de unas condiciones elementales mínimas, y no pensando en que se podía torcer el pescuezo a la desigualdad regional o entre centros urbanos; entroncado todo eso con las políticas de descentralización que buscaa*

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Ya no es tan fácil decir que la ciudad cumple un papel de división social y de división técnica del espacio, como nos lo enseñaron algunos teóricos, en los cuales abrevábamos en otras épocas. Eso quizá correspondió a una fase determinada, a la fase ascendente de la organización capitalista determinada por la intervención del Estado, a la fase del capitalismo monopólico; etc, hoy no entraré en estos detalles; son tinta derramada y no debemos volver a ellos, sino como antecedentes de análisis conceptual; hoy las cosas se sitúan en otro orden. Debemos decir, simplemente: la ciudad es el escenario donde se vive esa separación entre la vida privada, la vida individual, la vida del consumo individual y familiar, y la vida del consumo productivo de la fuerza de trabajo enlazada por las relaciones entre centros industriales, comerciales y centros de vivienda o de servicios, lo que los técnicos acostumbran llamar la zona urbana, las transformaciones de los procesos productivos, de los procesos de trabajo, de la participación del Estado; la transformación de nosotros como sujetos en la sociedad ha hecho que, en cuanto subsistan las ciudades, las formas urbanas, seguramente la funcionalidad, el papel, la misión que ellas cumplen se esté transformando, que hoy sea otra; que ya no hay aislamiento entre ciudades, entre las formas urbanas de antes o al menos no debe haberlo; hay un afán por el enlace". "Nosotros mismos, aquí en la Universidad somos un conjunto de ciudades pequeñas dentro de las ciudades, y nos preocupa estar enlazados; lo que hagamos aquí, o lo que hagamos en Manizales, o en Medellín, o en Palmira, o en San Andrés, o en Arauca, o en Leticia nos interesa permanentemente y pensamos que no hay obstáculos para vivir al tiempo en todos estos lugares, porque hoy los procesos sociales y productivos niegan la existencia de las distancias; la economía llega hasta allá para borrar las deseconomías que plantea el corte comunicacional entre las regiones, las ciudades, los centros; la organización productiva contemporánea exige que eso se borre totalmente; por eso muchas de las formas de organización de los procesos productivos hoy se pueden atomizar, no requieren estar concentradas; hay formas tecnológicas que permiten enlazarlas, que permiten que los procesos productivos y las fases y las etapas de estos procesos productivos se cumplan en lugares distintos, inclu25

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sive se habla de la producción in itinere, es decir que transcurriendo el transporte de un lugar a otro, la producción no termina, no cesa, no descansa; es la imagen de la producción en barcos mientras se va de un sitio a otro; no se puede perder tiempo, y son los barcos fábrica, los barcos-factoría; nosotros mismos también nos convertimos a veces, como agentes de la producción, en personas que en cualquier lugar donde estemos, no solamente vivimos sino que tenemos que producir al mismo tiempo; la separación entre el existir reproductivo y el existir para la producción parece terminar en el vehículo que nos transporta, en el avión que tomamos, o en el aeropuerto, o en el hotel, o en el sitio de recreo, que ya no es tan de recreo, tenemos que estar abocados a la producción; es el frenesí de la vida para el trabajo productivo en cualquier lugar, a cualquier hora; ya no importa donde estemos; así nos inventemos sitios de descanso, no son sitios de descanso, no pueden ser sitios de descanso; tenemos la comunicación permanente, nos asalta por todos lados, y así digamos que nos desligamos de ella, suena el beeper, suena el celular, estamos conectados satelitalmente, tenemos necesidad de estar abiertos a internet, entonces, ya casi, no necesitamos estar en la ciudad para ser agentes productivos; lo somos cuando estamos en el aire y en todos los espacios sociales; los espacios sociales, aun los más lejanos, los que eran puramente reclusión —las fábricas, o los hospitales, o los ancianatos, o los sitios para recluir a los niños, se vuelven sitios productivos—; inclusive bajo nombres extraños se vuelven hogares comunitarios, pero son sitios simultáneamente de la organización productiva; esas son las cosas que hoy nos obligan a reflexionar desde una perspectiva distinta, con una mirada diferente, para ver qué ha pasado con el orden urbano, en qué consiste el orden urbano de hoy". "Subsisten problemáticas que no han desaparecido, que permanecen, porque en países como el nuestro los procesos de urbanización se reeditan en otros lugares de la geografía; hay desarrollos nuevos producidos bien sea por el narcotráfico o por otras actividades productivas, que conllevan nuevos procesos de urbanización que seguramente tienen que recorrer la cadena o saltarse etapas, pero ahí aparece la problemática del suelo, esa anomalía para el sistema ca-

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pitalista de la propiedad del suelo urbano, permanentemente atacada de distintas maneras con la expropiación, con la extinción, con la valorización, con la captación de plusvalía urbana; está el problema de la actividad de la construcción, unida a todos los problemas culturales asociados a los procesos constructivos, a los valores culturales y tradicionales que buscamos conservar, que son el trasunto muchas veces de nuestra identidad, no solamente como sujetos sino como ciudadanos, o como pertenecientes a una región, a una ciudad, o a una nacionalidad". "No queremos que nos rompan la identidad. Circunstancias como el terremoto reciente muestran seria problemática de cómo desaparecen unos referentes urbanos, que formaban parte de la vida cotidiana de la ciudad, de personas que vivían en esos sitios que quedaron desolados por el fenómeno natural; ya no voy a encontrar el mismo café, ni el mismo sitio donde pagar los servicios, ni la misma plaza pública; seguramente serán en un tiempo, más bellos, serán posmodernos, pero romperán nuestra subjetividad, la obligaran a ser distinta, subsistirán los problemas de la tributación, de la fiscalidad ligada a los problemas urbanos y, obviamente, el problema de la prestación de los servicios, el de garantizar condiciones de existencia y condiciones de reproducción humana familiar y social en las ciudades. La ausencia del Estado en las condiciones de reproducción unidas a los servicios públicos, genera otras formas de garantizar las condiciones básicas de reproducción que están ahí presentes; es la controversia permanente sobre el acueducto, sobre el alcantarillado, o sobre las vías, o sobre los bolardos, sobre la rentabilidad del parqueo; maneras diferentes de plantearse las formas de reproducción que no son las de antes; puede que subsistan algunas, pero hay un proceso renovado de las condiciones de reproducción". "Las condiciones de seguridad, como las que vivimos en los campos universitarios, no se solucionan por las vías represivas; tienen su sustrato y su raíz, en unas condiciones sociales, que si las reprimimos aquí, aparecen en otro lado; son consustanciales a un orden distinto; muchos aplauden la erradicación, en aras del espacio público, de los vendedores de San Victorino, pensando que va ser un reino de paz y que se podrá circular nuevamente sobre lo que no

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conocemos como plaza, sino en fotos, pero esa situación social seguramente aparecerá o reaparecerá en otro lugar; esa también se desplaza, tiene la misma movilidad de toda la organización social y productiva; por eso no es extraño.ni es anómalo, ni es perverso, que cuando ocurre un desastre lleguen allí todas las formas delincuenciales directamente asociadas a una situación social explosiva. Esa es la reflexión —desde muchas perspectivas como ustedes lo ven en el programa—; desde la perspectiva económica y sociológica de las políticas del Estado, de la defensa del patrimonio, de la existencia ciudadana, de la reflexión filosófica, de la reflexión teórico-política sobre la transformación del orden en curso, de las nuevas luchas sociales y de las nuevas organizaciones que están ligadas a las luchas sociales". "No por que estemos en vísperas de un nuevo siglo, que es una condición puramente circunstancial —pues la historia nada tiene que ver con fechas, sino con épocas, con períodos distintos, en los cuales estamos viviendo y en los cuales no alcanzamos a descifrar lo que sucede— trabajos como los que se van a presentar aquí, tienen que servirnos para conocer esa realidad transformada de la ciudad en el mundo de hoy. Muchas gracias". > . >-..,

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Pensar la ciudad GUSTAVO MONTAÑEZ GÓMEZ* Profesor Departamento de Geografía, Facultad de Ciencias Humanas Universidad Nacional de Colombia

EL RETORNO DEL TERRITORIO

Los colombianos cuarentones, como yo, nacimos en un país rural y vamos a morir en un país urbano. En el tiempo de nuestra vida hemos visto transformaciones importantes asociadas con esa urbanización, algunas de ellas consideradas como positivas para el progreso del conjunto social, mientras que otras son menos afortunadas en la perspectiva de construir una nación moderna con justicia social. Nos corresponde al finalizar el siglo xx, y después de casi doscientos años de nuestra independencia, encontrar senderos que permitan una reconstrucción de nuestra sociedad, en el marco de las nuevas dinámicas e ideas del contexto actual. En este sentido, las últimas décadas han visto el redescubrimiento del territorio en la literatura social, destacándolo como elemento sustancial de cohesión de la nación, referente indispensable para individuos y colectividades sociales, generador de significados e imaginarios colectivos y propulsor de la construcción de tejido social y de la socialización primaria. En la medida en que se incrementa la movilidad de la población en el país y se intensifican los procesos de descentralización o se extienden los infortunados sucesos de la guerra, los colombianos vamos identificando una serie de lugares que no hacían parte de nuestra memoria territorial, ni figuraban antes en la geografía nacional de la enseñanza primaria o secundaria. Estas sorpresas terriProfesor asociado, ingeniero geógrafo.

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toriales de ahora no indican que la educación geográfica fuese en el pasado peor que la actual, o que la tradición de la geografía memorística, de listados de lugares desconocidos, sea la pedagogía adecuada. La cuestión es más de fondo; la ciudad, por ejemplo, no hizo parte de los contenidos de la geografía básica de nuestra generación. A la ciudad siempre se la trató como un punto en el mapa, sin ninguna significación particular, distante de una relación cotidiana y ausente de problematización. Pero lo lamentable no es que nuestra educación tuviese esa grave falencia en el pasado, sino que hoy, probablemente esté haciendo lo mismo en las escuelas y colegios de Colombia. No es de extrañar, entonces, que la inmensa mayoría de nuestros compatriotas que viven en la ciudad y escasamente terminan el bachillerato, no ejerzan sus derechos y deberes de ciudadanos desde la dimensión territorial. La construcción de nuestro sentimiento nacional ha estado centrada principalmente en torno a los muy respetados símbolos de la bandera y el escudo nacionales, y más recientemente alrededor de la selección nacional de fútbol, sin que se reconozca el papel que puede tener el territorio como ente de promoción de significación y apropiación de lo nacional. Por fortuna, la Nueva Constitución de Colombia de 1991, nos invita a procurar una mirada atenta al territorio del país, al reconocimiento de la riqueza derivada de su diversidad física y cultural, a su valoración como el abrigo colectivo de los colombianos y a su reconocimiento como un factor importante en la explicación de nuestras peculiaridades. Ese territorio nacional puede ser concebido como un conjunto articulado o desarticulado de campos y ciudades, donde viven los colombianos, y el cual necesita ser pensado y proyectado como parte integral del país que soñamos y queremos construir. P O R Q U É P E N S A R LA C I U D A D

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Puesto que el tema de la Cátedra Manuel Ancízar, en la presente ocasión, es "pensar la ciudad", lo primero que podríamos preguntarnos es ¿por qué pensar la ciudad? El punto de vista existencial o pragmático proclama que debemos pensar la ciudad porque muchos vivimos en ella. Nuestra co32

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tidianidad ocurre en la ciudad; esta determina o condiciona a aquella aunque pocas veces seamos conscientes de ello. La calidad de vida del individuo y del grupo social, así como sus factores objetivos, y aún los subjetivos e intersubjetivos, dependen del carácter y dinámica del fenómeno urbano y de la especificidad de la ciudad que habitamos. No es necesario observar la enorme dislocación social y el desconcierto colectivo producido por una catástrofe en la ciudad para poder entender el carácter profundamente humano de la urbe. El efecto, por ejemplo, de un terremoto no se manifiesta solo en la destrucción de las viviendas y la consecuente calamidad de las familias, sino también, en la ocurrencia de otras secuelas, incluyendo la pérdida súbita de referencias territoriales, de señales y significaciones espaciales. Es evidente y paradójico entonces que las catástrofes naturales se encarguen de recordarnos lo importante y determinante que puede ser el territorio en general, y en particular el territorio de la ciudad. Pero en tiempo normal, cuando no ocurren los desastres catastróficos, la cotidianidad raras veces promueve una reflexión espontánea sobre el espacio urbano, ni siquiera una consideración atenta sobre el territorio comprendido en la ruta diaria que nos lleva de la residencia a la casa, o viceversa. Menos frecuente aparece la idea de examinar la ciudad como totalidad. La urbe presenta una gran complejidad y una tal banalidad que preferimos vivirla sin pensarla y la dejamos a menudo como asunto de expertos o propio de los candidatos a la alcaldía. Una perspectiva romántica y psicologista respondería que debemos pensar la ciudad porque necesitamos leer y analizar los imaginarios y las percepciones que en nosotros despierta su existencia y movimiento. Este espacio físico y social suscita en individuos y comunidades, percepciones e imaginarios diversos que deben ser objeto de indagación, como una vía para comprender el comportamiento social y cultural de los grupos sociales que hacen la ciudad. Es esa ciudad percibida, tan intangible como real, la que explica, al menos parcialmente, muchos de los rasgos de la vida cotidiana de los moradores de la urbe y de sus relaciones con su entorno. "* Podría haber, también, otra razón pragmática para atrevernos a pensar la ciudad, basada en la constatación de una de las princi33

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pales tendencias del mundo actual: la ampliación y profundización de la urbanización. Hace años, los estudiosos del fenómeno observaron que las grandes ciudades, centros del comercio mundial, habían comenzado su ciclo histórico en oriente, se habían trasladado con el correr del tiempo a occidente, pasando de Babilonia a Atenas, de Atenas a Alejandría, de Alejandría a Bizancio, de Bizancio a Venecia, de Venecia a Lisboa, de Lisboa a Londres, y de Londres a New York. Esta última se convirtió durante el siglo xx en el principal símbolo de la vida urbana que incluye hoy a casi la mitad de la población mundial y al 75% de Occidente. En este proceso, América Latina emerge como el área del planeta con mayor intensificación del proceso de urbanización. Sobre esta tendencia muchos investigadores señalan que las ciudades hoy llamadas intermedias van a crecer a un ritmo muy significativo durante las próximas décadas. La dinámica del cambio y sus consecuencias en las estructuras conceptuales que utilizamos para describirlo y comprenderlo, es otro motivo para pensar la ciudad. Se constata que ciertos conceptos, aprendidos en nuestra infancia y juventud, no son quizá pertinentes hoy, debido a los profundos cambios ocurridos en el espacio geográfico durante las décadas recientes. Es el caso, por ejemplo, de los conceptos urbano y rural, cuya interpretación y diferenciación actual se tornan difíciles precisamente por los efectos de la revolución técnico-científico- informacional, que a través de la multiplicación de redes de servicios, otrora concentrados en la ciudad, extienden su alcance a amplios espacios territoriales, desdibujando los que fueron por mucho tiempo los contrastes más notables entre el mundo urbano y el rural. Una última razón para pensar la ciudad colombiana la encontramos en lo que ella representa como expresión de pensamiento autóctono y de capacidad de construcción de un proyecto nacional con manifestaciones locales muy concretas. Es esta una manera de cavilar acerca de las relaciones del todo nacional con sus partes: las regiones y las ciudades. Es una forma de hilvanar lo concreto inmediato con lo trascendente por venir, de recorrer el tiempo de ahora con el deseo de avizorar un destino nacional; y de buscar caminos más claros de inserción de Colombia en el mundo. Esta visión optimista nos 34

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invita a no olvidar que ñie en la ciudad donde asomamos a la llamada modernidad y es, también allí, donde experimentamos más claramente la modernización sin modernidad. ¿CÓMO PENSAR LA CIUDAD?

Dada la complejidad y multidimensionalidad del fenómeno urbano, y en particular de la ciudad, aparece de inmediato el problema de cómo estudiarla, de cómo pensarla. ¿Con cuál discurso teórico conceptual debemos aproximarnos a ella? La primera forma de acercarnos al conocimiento de la ciudad ha sido la que podríamos denominar la tradición disciplinar; es el examen desde cada disciplina o, por extensión, desde cada profesión, sea esta la arquitectura, la sociología, la literatura, la antropología o la geografía, entre otros campos del conocimiento. No se pueden negar los avances que por esta vía se han alcanzado tanto en la investigación empírica como en la formulación teórica de la ciudad. Sin embargo, el resultado más visible de estos importantes esfuerzos es la parcelación de la ciudad en una multitud de campos y enfoques, que si bien enriquecen y amplían la perspectiva, también dificultan la comprensión holística de la ciudad. -1 En el otro extremo, numerosos investigadores han hecho importantes esfuerzos por producir un discurso abarcador y totalizante de lo urbano. Pero entre más ímpetu por desarrollar esa formulación coherente y formal, más se corre con el riesgo de caer en el cerco reduccionista y simplificador. Desde un ángulo diferente, la mayoría de los intentos multidisciplinarios e interdisciplinarios no parecen haber superado el resultado convencional de allegar una suma de enfoques diversos sobre múltiples temas y problemas de la ciudad. Los obstáculos de entrelazamiento conceptual y metodológico, así como los problemas comunicativos entre disciplinas, persisten y dificultan expectativas más prometedoras. Otras propuestas metodológicas innovadoras y potencialmente apropiadas para el estudio de la ciudad, como es el caso del naciente paradigma del "pensamiento complejo", no han sido exploradas de manera suficiente y comprensiva. Habría que trabajar de 35

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forma más decidida en esta línea para encontrar los elementos de juicio que puedan ponderar de manera realista las posibilidades de este método. ' , En medio de todos los enfoques teóricos propuestos hay uno que continua ofreciendo una veta fértil, inagotable todavía, de provocación de reflexión e investigación. Se trata de la perspectiva de interpretación que concibe a la ciudad como una construcción social e histórica, como un palimpsesto en el cual las sociedades han escrito y reescrito su propia historia; en donde se propone una compresión del espacio tiempo como categoría histórica. Esa concepción reconoce la mediación de las relaciones sociales pero al mismo tiempo incorpora una mediación tecnológica y técnica, así como una organización y dinámica social interna, en completa interacción con el entorno territorial regional, nacional y mundial. Al respecto, en la construcción del territorio de la ciudad merecen atención especial las técnicas individuales y los sistemas técnicos. Ambos, al incorporarse al territorio se convierten en territorio, es decir, en parte esencial del mismo. De otro lado, muchos objetos y formas del territorio son al mismo tiempo técnicas y hacen parte de sistemas técnicos. Esto es palpable hoy más que nunca con la ampliación de la plataforma tecnológica a través de intrincadas redes en toda la superficie del planeta, pero muy especialmente en los crecientes espacios urbanos que contienen las ciudades. Una carretera o una calle, que se manifiestan como simples formas, son también técnicas; lo mismo ocurre con los centros comerciales que ahora abundan en las ciudades; ellos pueden ser, también, pensados como técnicas de distribución, de mercadotecnia y formas de consumo. La ciudad puede, entonces, interpretarse en sí misma como una técnica de producción económica y de reproducción social. Al respecto, convendría dedicar mayor atención al análisis de las técnicas en la ciudad y a su vinculación con la dinámica económica, cultural, política y social. Esta reflexión debe contemplar la racionalidad e intencionalidad de los sistemas técnicos y los efectos en todas las dimensiones de la vida urbana. El cambio y la superposición de estas distintas racionalidades técnicas, junto con la variada 36

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gama de expresiones de diversidad cultural, hacen parte esencial de la complejidad de la ciudad. Ante las dificultades y retos de carácter metodológico mencionados, la realización de la Cátedra Manuel Ancízar, con la agenda orientada a "pensar la ciudad", despierta una expectativa grande y un desafío en cuanto a la posibilidad de encontrar nuevos caminos de reflexión sobre la ciudad. Es esta una oportunidad inmejorable para construir provocadoras interpretaciones para la investigación y la transformación de la ciudad. ¿PARA QUÉ PENSAR LA CIUDAD?

Las circunstancias de inseguridad y violencia que vive hoy Colombia hacen que las ciudades se conviertan en una especie de refugio, un poco menos inseguro que inmensas zonas del país donde campea la desprotección de las personas y de las comunidades. Es obvio que debemos pensar la ciudad para aprender a convivir en ella. Necesitamos convivir en la ciudad, en medio de la cercanía de la diferencia y de la diversidad cultural que nos divierten o incomodan. Convivir entre la velocidad que nos acelera cada día, la congestión que nos torna irascibles, la contaminación que nos abruma y enferma, y la escasez que nos agobia. Convivir en la ciudad, que es ante todo la gente que vive en ella, sus vicisitudes, sus preocupaciones, sus necesidades y sus reglas de coexistencia. Pero pensar la ciudad tiene también el propósito de soñarla y proponerla, de convertirla en objeto de construcción de utopía individual y colectiva. Se trata de desplegar el pensamiento y el talento de nosotros mismos para concebir y hacer la ciudad habitable que soñamos en sus dimensiones materiales, sociales, éticas y estéticas. Y es en esta perspectiva que quiero llamar la atención para que la Universidad ejerza su papel transformador fundamental de la sociedad, no sólo como formulación sino como realidad viviente. La llamada Ciudad Blanca, nuestro campus, no puede ser simplemente una isla dentro de la capital del país; esto no es coherente con la visión de construcción de ciudad para todos, con criterios de equidad y calidad. Como universitarios no podemos seguir enarbolando discursos hermosos sobre el medio ambiente sin que en la 37

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realidad seamos plenamente demostrativos de nuestra capacidad conceptual y técnica, y de nuestra disposición ética para mejorar el medio ambiente, comenzando por el de nuestro propio campus. Tenemos que hacer todo lo posible por derrumbar la percepción que algunos sectores sociales tienen de nuestro campus como espacio de miedo. Por el contrario, debemos propugnar por hacer que el campus sea el más hermoso y accesible escenario citadino para el conjunto de la ciudad, por colocar su riqueza cultural y académica al alcance de los habitantes de la ciudad y del país; debemos comprometernos en hacer del campus el espacio público por excelencia. En fin, debemos profundizar las interrelaciones y la comunicación de la Ciudad Universitaria con el conjunto de la ciudad ya que somos parte integral del mismo tejido urbano. Esta obsesión por el mejoramiento del campus y su inserción plena en la cotidianidad de la ciudad expresa una aspiración: pensar la ciudad debe significar también hacer y construir la ciudad que anhelamos para el presente y para las generaciones futuras.

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