Una abundancia de Katherines

“Ohiboke,* mamá,” dijo, agachándose para darle un beso en la ...... casa con esa historia psicoanalizada para contártela porque por fin tenía una historia mía.
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Una abundancia de Katherines John Green.

El principio (del fin) “¿Entonces en qué eres bueno exactamente? Ya sé que eres bueno en todo, pero ¿qué otra cosa se te dan tan bien aparte de los idiomas?” “Soy bueno con los códigos y esos temas. Y soy bueno en los juegos de palabras como los anagramas. Es una de mis cosas favoritas, en realidad. Puedo hacer un anagrama de cualquier cosa.” “¿De cualquier cosa?” “Night nay*,” respondió rápidamente, y ella se rió tras decir, “Katherine Carter.” “Um, vale. Her karate Cretin** –em, oh. Me gusta este: their arcane trek***.” Ella se rió, sacó su mano y la apoyó sobre su rodilla. Sus dedos eran suaves. Él pudo olerla claramente por encima de la humedad del sótano. Pero no se atrevió a mirarla, no todavía. Simplemente miraba la pantalla negra del televisor. Quería alargar momento tras momento – porque al igual que como el sentimiento de un beso, nada sienta mejor que los momentos anteriores. “¿Cómo haces eso?” preguntó ella. “Práctica, mayormente. Lo he estado haciendo durante mucho tiempo. Veo las letras y creo una primera palabra que sea mejor –como karate o cretin –y después intento usar las otras letras para hacer –Dios, esto es aburrido,” dijo, esperando que no lo fuera. “Vale, entonces anagramas. Ese es uno. ¿Tienes otro talento encantador?” preguntó, y ahora se sintió seguro. Finalmente, Colin se giró hacia ella, reuniendo en su garganta la medida justa de valentía de la que disponía, y dijo, “Bueno, soy un gran besador.”

*Hace un anagrama de Anything, que es Night, nay (Noche nueva) ** Hace un anagrama de Katherine Carter, que es Her Karate cretin (su karate tonto) *** Otro anagrama de Katherine Carter: their arcane trek (su excursión de arcanos)

uno A la mañana siguiente de la graduación del famoso niño prodigio Colin Singleton y tras haber sido molestado diecinueve veces por una chica llamada Katherine, se dio un baño. Colin siempre había tenido baños privilegiados. Una de sus políticas generales en la vida era no hacer nada levantado que pudiera hacerse fácilmente tumbado. Se metió en la bañera cuando el agua salió caliente, se sentó y vio con una curiosa mirada en blanco cómo el agua lo iba alcanzando. El agua cubría sus piernas, que estaban cruzadas y plegadas en la bañera. Reconoció, aunque débilmente, que era demasiado alto, y demasiado grande para esa bañera –parecía una persona demasiado mayor jugando a ser un niño. Cuando el agua empezó a salpicar contra su delgado estómago sin músculos, pensó en Arquímedes. Cuando Colin tenía unos cuatro años, leyó un libro sobre Arquímedes, el filósofo griego que descubrió que el volumen puede medirse por el desplazamiento del agua cuando él se sentó en la bañera. Al hacer este descubrimiento, Arquímedes supuestamente murmuró “¡Eureka!”* y después corrió desnudo por las calles. El libro decía que muchos descubrimientos importantes tenían el “momento Eureka.” E incluso entonces, Colin ansiaba demasiado hacer descubrimientos importantes, así que le pidió opinión a su madre cuando llegó a casa esa tarde. “Mami, ¿voy a tener alguna vez un momento Eureka?” “Oh, cariño,” dijo, cogiéndole de la mano. “¿Qué pasa?” “Quiero tener un momento Eureka,” dijo, de la manera que quizás otro niño habría expresado anhelo por una Tortuga Mutante Ninja Adolescente. Ella acarició con la parte superior de la mano su mejilla y sonrió, su rostro estaba tan cerca que podía oler el café y el maquillaje. “Claro, Colin cariño. Claro que lo tendrás.” Pero las madres mienten. Está en la descripción del trabajo. Colin respiró profundamente y se deslizó, sumergiendo su cabeza. Estoy llorando, pensó abriendo los ojos para mirar fijamente a través de la espumosa y punzante agua. Siento que lloro, así que debo estar llorando, pero es imposible averiguarlo porque estoy bajo el agua. Pero no estaba llorando. Curiosamente, se sentía demasiado deprimido como para llorar. Demasiado dolido. Parecía que ella le había quitado la parte de él que gritaba. Quitó el tapón de la bañera, se levantó, se quitó la toalla y se vistió. Cuando salió del baño, sus padres estaban sentados juntos en su cama. Nunca había sido una buena señal cuando sus dos padres estaban en su habitación al mismo tiempo. Durante los años había significado: 1. Tu abuela/abuelo/Tia-Suiza-a-la-que-nunca-has-conocido-pero-creeme-era-amable-y-esuna-pena ha muerto. 2. Estás dejando que una chica llamada Katherine te distraiga de los estudios. 3. Los bebés se hacen de una forma que ahora mismo encontrarás intrigante pero que desde ahora te horripilará, y a veces la gente hace cosas que implican tener bebés que en realidad no implica tener bebés, como besarse en sitios que no están en la cara. Nunca significó: 4. Una chica llamada Katherine ha llamado mientras estabas en el baño. Lo siente. Aún te quiere, ha cometido un terrible error y te está esperando abajo. Pero a pesar de eso, Colin no podía hacer nada más que esperar que sus padres estuvieran en su habitación para darle noticias sobre su diversidad Número 4. Era una persona muy pesimista, pero parecía estar haciendo una excepción por las Katherines: siempre sintió que volverían a él.

*En griego significa “¡Lo tengo!”

El sentimiento de quererla y que ella lo quisiera brotaba en él, y podía saborear la adrenalina en la parte posterior de la garganta, y quizás no se había acabado, y quizás podría sentir su mano en la suya otra vez y escuchar su alta y temeraria voz retorciéndose en un suspiro para decir tequiero rápida y silenciosamente como siempre lo decía. Ella decía te quiero como si fuera un secreto, y uno grande. Su padre se levantó y caminó hacia él. “Katherine ha llamado a mi teléfono,” dijo. “Está preocupada por ti.” Colin sintió la mano de su padre sobre su hombro, después los dos se acercaron, y después se estaban abrazando. “Estamos muy preocupados,” dijo su madre. Era una mujer pequeña de pelo marrón rizado con un mechón blanco que le recaía por la frente. “Y confundidos,” añadió. ¿Qué ha pasado?” “No lo sé,” dijo Colin suavemente contra el hombro de su padre. “Ella simplemente – simplemente ha tenido suficiente conmigo. Se cansó. Eso es lo que dijo.” Y después su madre se levantó y hubieron muchos abrazos, brazos por todas partes, y su madre estaba llorando. Colin se libró de los abrazos y se sentó en su cama. Sintió una necesidad tremenda de sacarlos de su habitación inmediatamente, como si no se marcharan, fuera a estallar. Literalmente. Intestinos por las paredes; su prodigioso cerebro vaciado sobre su colcha. “Bueno, en algún momento tendremos que sentarnos y evaluar las opciones,” dijo su padre. Su padre era bueno evaluando. “No buscar resquicios, pero parece que vas a tener algo de tiempo libre este verano. ¿Qué te parecen unas clases de verano en el noroeste?” “Necesito estar solo, solo un día,” respondió Colin, intentando transmitir calma para que lo dejaran y pudiera estallar. “¿Lo evaluamos mañana?” “Claro, cariño,” dijo su madre. “Estaremos aquí todo el día. Baja cuando quieras, te queremos y eres muy muy especial, Colin, no puedes dejar que esa chica te haga pensar otra cosa porque eres el chico más brillante y magnífico-“ Y justo entonces, el chico más especial, magnífico y brillante se encerró en el baño y vomitó sus entrañas. Una explosión, más o menos. “¡Oh, Colin!” gritó su madre. “Necesito estar solo,” insistió Colin desde el baño. “Por favor.” Cuando salió, se habían ido. Durante las próximas catorce horas sin parar de comer y beber y vomitar de nuevo, Colin leyó y releyó su anuario, que había recibido cuatro días antes. Aparte de la típica basura del anuario, contenía sesenta y dos firmas. Doce eran solo firmas, cincuenta y seis hacían referencia a su inteligencia, veinticinco decían que ojalá lo hubieran conocido mejor, once decían que fue divertido tenerlo en la clase de inglés, siete incluían las palabras “esfínter pupilar,” y unas maravillosas diecisiete terminaban con “¡sigue molando!” Colin Singleton podía seguir molando tanto como una ballena azul podía seguir siendo delgada o como un Bangladés podía seguir siendo rico. Probablemente, esas diecisiete personas estaban bromeando. Reflexionó sobre esto –y consideró cómo podía ser que veinticinco de sus compañeros de clase, algunos de los cuales habían ido con él a clase durante doce años, podían querer “conocerle mejor.” Como si no hubieran tenido tiempo. Pero mayormente, durante esas catorce horas, leyó y releyó la inscripción Katherine XIX: Col, Aquí están todos los sitios a los que fuimos. Y todos los sitios a los que iremos. Y aquí estoy yo, susurrándote una y otra vez y otra y otra y otra y otra: tequiero. Yrs forever*, K-a-t-h-e-r-i-n-e

*Tuya para siempre.

De pronto, encontró su cama tan cómoda para su estado de ánimo, que se tumbó de espaldas, sus piernas se estiraron por encima de la moqueta. Hizo un anagrama del “yrs forever” hasta que encontró uno que le gustaba: sorry fever*. Y después se quedó ahí tumbado en su fever of sorry, repitió la ahora memorizada nota en su cabeza, y quiso llorar, pero en lugar de eso solo sintió ese dolor tras el plexo solar. Llorar conlleva algo: llorar eres tú, y lágrimas. Pero el sentimiento que Colin tenía era horrorosamente lo opuesto a llorar. Eras tú, menos algo. Seguía pensando en una palabra –para siempre –y sintió el dolor ardiente justo debajo de la caja torácica. Dolió como la peor patada en el culo que le habían dado. Y le habían dado muchas.

*Lo siento para siempre.

dos Dolió como ese momento anterior a las 10 P.M., en el que un chico desmelenado, más bien gordo, de descendencia libanesa irrumpió en la habitación de Colin sin llamar. Colin se giró y miro hacia arriba. “¿Qué coño es esto?” preguntó Hassan, casi gritando. “Ella se deshizo de mi,” respondió Colin. “Eso he oído. Escucha, sitzpinkler*, me encantaría ayudarte, pero podría apagar el fuego de una casa con el contenido de mi vejiga ahora mismo.” Hassan pasó por al lado de la cama y abrió la puerta del baño. “Dios, Singleton, ¿qué has comido? Huele a -¡AHHH! ¡VOMITO! ¡VOMITO! ¡AHHHG!” Y mientras Hassan gritaba, Colin pensaba, Oh. Vale. El baño. Debí limpiarlo. “Perdóname si he fallado,” dijo Hassan cuando volvió. Se sentó en el borde de la cama y delicadamente apartó el cuerpo postrado de Colin. “Tenía que sujetarme la nariz con las dos jotidas manos para que Rayobastón fluyera libremente. Es un fuerte péndulo, ese jotido.” Colin no se rió. “Dios, tienes que estar en algún trance porque (a) las bromas de Rayobastón son mi mejor material, y (b) porque ¿quién se olvida de limpiar su propia mierda?” “Solo quería arrastrarme hacia un agujero y morirme.” Colin habló sobre la moqueta color crema sin ninguna emoción audible. “Oh, tío,” dijo Hassan, exhalando lentamente. “Todo lo que quería era que me quisiera y hacer algo significativo con mi vida. Y mira. O sea, mira,” dijo. “Estoy mirando. Y te garantizo, kafir** que no me gusta lo que estoy viendo. Ni lo que estoy oliendo.” Hassan se tumbó en la cama y dejó la miseria de Colin en el aire durante un rato. “Soy –soy un desastre. ¿Y si esto es todo? ¿Y si de aquí a diez años estoy sentado en una jotida cabina descomponiendo números y memorizando estadísticas de baseball para que pueda salirme en mi liga fantástica y no la tengo a ella y no hago nunca nada significante y soy simplemente un completo desperdicio?” Hassan se levantó, puso sus manos sobre sus rodillas. “Mira, por eso tienes que creer en Dios. Porque yo ni siquiera espero estar en una cabina, y soy más feliz que un cerdo en una pila de mierda.” Colin suspiró. A pesar de que Hassan no era tan religioso, solía bromear intentando convertir a Colin. “Vale. Fe en Dios. Esa es una buena idea. También me gustaría creer que puedo volar hacia el espacio exterior a las espaldas de un blandito pingüino gigante y mandar a Katherine XIX a la gravedad cero.” “Singleton, necesitas creer en Dios más que cualquiera que haya conocido.” “Bueno, tú necesitas ir a la universidad,” Colin se calló. Hassan gruñó. Un año antes de que Collin fuera a la universidad, Hassan se había tomado “un año sabático” a pesar de que había sido admitido en la Loyola University de Chicago. Como no se había inscrito para empezar las clases del próximo otoño, parecía que su año sabático se convertiría en dos. “No le des la vuelta a la tortilla,” dijo Hassan sonriendo. “No soy yo el que está tan jotido como para quitarse de encima de la moqueta o limpiar mi propia mierda, tío. ¿Y sabes por qué? Encontré un Dios.” “Para de intentar convertirme,” gimió Colin, aburrido. Hassan saltó encima de Colin en el

*Palabra alemana que se refiere a alguien endeble, literalmente significa “un hombre que se sienta para mear.” **Es una palabra mal sonante en árabe que significa “no-musulman”, usualmente traducida como “infiel.”

suelo, le sujetó los brazos y empezó a gritar, “¡No hay más Dios que Dios, y Mohamed es Su Profeta! ¡Dilo conmigo sitzpinkler! ¡La ilaha illa-llah!* Colin empezó a reír casi sin respiración bajo el peso de Hassan, y Hassan se rió también. “¡Estoy intentando salvar tu culo arrepentido del infierno!” “Quítate o iré ahí muy pronto,” murmuró Colin. Hassan se levantó y abruptamente se puso serio. “¿Entonces, cuál es el problema exactamente?” “El problema exactamente es que me ha dejado. Que estoy solo. Oh Dios mío, estoy solo otra vez. Y no solo eso, sino que soy un desastre total en el caso de que no te hayas dado cuenta. Estoy lavado, soy un ex. El ex de Katherine XIX. Ex-prodigio. Ex-lleno de potencial. Actualmente lleno de mierda.” Como Colin le había explicado a Hassan incontables veces, hay una clara diferencia entre las palabras prodigio y genio. Los prodigiosos pueden aprender rápidamente lo que otras personas han descubierto; los genios descubren lo que nadie había descubierto previamente. Los prodigiosos aprenden; los genios hacen. La gran mayoría de niños prodigio no se convierten en genios adultos. Colin estaba casi seguro de que pertenecía a esa desafortunada mayoría. Hassan se sentó en la cama y se estiró de la barba durante unos segundos. “¿El verdadero problema es el tema de los genios o el tema de Katherine?” “La quiero demasiado,” fue la respuesta de Colin. Pero la verdad era que, en la mente de Colin, los problemas estaban relacionados. El problema era que este chico especial, magnífico y brillante era –bueno, no. El problema en sí era que Él no importaba. Colin Singleton, conocido niño prodigio, conocido veterano en los Conflictos de Katherine, conocido empollón y sitzpinkler, no le importaba a Katherine XIX, y no le importaba al mundo. De repente, no era el novio de nadie ni era ningún genio. Y eso –usando el tipo de palabra compleja que esperas de un prodigio –apesta. “Porque el tema de los genios,” dijo Hassan como si Colin no hubiera profesado su amor, “no es nada. Eso simplemente es por querer ser famoso.” “No, no lo es. Quiero importar,” dijo. “Vale. Como he dicho, quieres fama. La fama es la nueva popularidad. Y tú no vas a ser El Siguiente jotido Top Model Americano, eso tenlo por seguro. Quieres ser El Siguiente Top Genio Americano y ahora te estás –y no te tomes esto personalmente –quejando de algo que no ha pasado aún.” “No me estás ayudando,” susurró Colin hacia la moqueta. Colin giró la cara para mirar a Hassan. “Levántate,” dijo Hassan, ofreciéndole una mano. Colin la cogió, se levantó, y después intento soltar la mano de Hassan. Pero Hassan se la apretaba. “Kafir, tienes un problema muy complicado con una solución muy simple.”

*La declaración de fe del islam, en árabe transliterado: no hay más Dios que Dios.

tres “Un viaje,” dijo Colin. Tenía una bolsa de tela demasiado llena a sus pies y una mochila que solo contenía libros. Él y Hassan estaban sentados en un sofá de cuero negro. Los padres de Colin se sentaron frente a ellos en un sofá idéntico. La madre de Colin meneó su cabeza rítmicamente, como un metrónomo desaprobador. “¿A dónde?” preguntó. “¿Y por qué?” “Sin ofender, Señora Singleton,” dijo Hassan, poniendo el pie en la mesita de café (algo que no está permitido hacer), “pero no está pillando el sentido. No hay dónde ni por qué.” “Piensa en todo lo que podrías hacer este verano, Colin. Podrías aprender sánscrito,” dijo su padre. “Sé que querías aprender sánscrito.* ¿Serás feliz conduciendo por ahí sin rumbo? No es propio de ti. Francamente, suena a abandono.” “¿Abandonar qué, papá? Su padre hizo una pausa. Siempre hacía una pausa tras una pregunta, y después cuando hablaba, eran frases completas sin ums o como tal o uhs –como si memorizara su respuesta. “Me duele decir esto, Colin, pero si quieres continuar creciendo intelectualmente, tienes que trabajar ahora mucho más de lo que lo has hecho nunca. Si no, te arriesgas a perder tu potencial.” “Técnicamente,” respondió Colin, “Creo que ya lo he desperdiciado.” Quizás era porque Colin nunca había decepcionado a sus padres: no bebía, ni tomaba drogas, ni fumaba cigarrillos, ni llevaba una línea negra en los ojos, ni salía hasta tarde, ni sacaba malas notas, ni se hizo un piercing en la lengua, ni tenía las palabras “KATHERINE AMOR DE POR VIDA” tatuadas en la espalda. Quizás se sentían culpables, como si de alguna manera le hubieran fallado y lo hubieran llevado a este momento o quizás solo querían pasar unas semanas a solas para reavivar el romance, pero cinco minutos después de reconocer su potencial desperdiciado, Colin Singleton estaba tras el volante de su largo Oldsmobile gris, conocido como el Coche Fúnebre de Satán. Dentro del coche, Hassan dijo, “Vale, ahora todo lo que tenemos que hacer es ir a mi casa, coger algo de ropa, y milagrosamente convencer a mis padres de que me dejen ir de viaje.” “Puedes decir que tienes un trabajo de verano. Como, por ejemplo, en un campamento o algo,” propuso Colin. “Cierto, excepto que no voy a mentir a mi madre, porque ¿qué cabrón mentiría a su propia madre? “Hmm.” “Bueno, suficiente, alguien más podría mentirle. Podría vivir con eso.” “Bien,” dijo Colin. Cinco minutos después aparcaron en doble fila en el vecindario de Chicago llamado Ravenswood, y salieron del coche juntos. Hassan irrumpió en su casa con Colin en el camino. En la bien equipada sala de estar, la madre de Hassan estaba sentada en un sillón, durmiendo. “Ey, mamá,” dijo Hassan. “Despierta.” Se sobresaltó, sonrió, y saludó a los dos chicos en árabe. Colin respondió en árabe, diciendo, “Mi novia me ha dejado y estoy muy deprimido, así que Hassan y yo vamos a ir a, a, uh, vacaciones donde conduzca. No sé cómo se dice en árabe.” La señora Harbish meneó la cabeza y frunció los labios. “¿No te había dicho,” dijo con un acento inglés, “que no te juntaras con las chicas? Hassan es un buen chico, no hace eso de “salir” con ellas. Y mira lo feliz que es. Deberías aprender de él.”

*Lo que patéticamente era verdad. Colin de verdad había estado queriendo aprender sánscrito. Es como el Everest de las lenguas muertas.

“Eso es lo que va a enseñarme en este viaje,” dijo Colin, a pesar de que nada podía estar más lejos de la verdad. Hassan volvió de la habitación llevando una mochila de tela con media cremallera rebosante de ropa. “Ohiboke,* mamá,” dijo, agachándose para darle un beso en la mejilla. De repente, en pijama, el señor Harbish entró en la sala de estar y dijo en inglés, “No vas a ir a ningún sitio.” “Oh, papá. Tenemos que hacerlo. Míralo. Está destrozado.” Colin miró al señor Harbish e intento parecer lo más destrozado que podía. “Va a ir con o sin mí, pero conmigo al menos podré vigilarlo.” “Colin es un buen chico,” le dijo la señora Harbish a su marido. “Te llamaré todos los días,” dijo Hassan. “No nos iremos mucho tiempo. Solo hasta que se ponga mejor.” Colin, ahora de forma completamente improvisada, tuvo una idea. “Voy a conseguirle a Hassan un trabajo,” le dijo al señor Harbish. “Creo que los dos necesitamos aprender la importancia de trabajar duro.” El señor Harbish gruño en aprobación, después se giró hacia Hassan. “Tienes que aprender la importancia de no ver ese horrible programa de La Juez Judy, para empezar. Si me llamas en una semana y tienes un trabajo, puedes quedarte donde quieras todo el tiempo que quieras, por lo que a mí respecta.” Hassan parecía no haberse dado cuenta de los insultos, solo murmuró dócilmente, “Gracias, papá.” Besó a su madre en las dos mejillas y se apresuró hacia la puerta. “Qué idiota,” dijo Hassan una vez estuvieron a salvo dentro del Coche Fúnebre. “Una cosa es acusarme de vago. Pero otra es maldecir el buen nombre del mejor programa de América de jueces –eso es pasarse de la raya.” Hassan se quedó dormido alrededor de la una de la mañana y Colin se medio bebió en una gasolinera un café y la estimulante soledad de un camino libre durante la noche, condujo hacia el sur por la I-65 a través de Indianápolis. Era una noche cálida para ser principios de junio, y desde que el aire acondicionado del Coche Fúnebre de Satán no funcionaba hacía milenios, las ventanas se dejaban abiertas. Y lo bueno de conducir era que se llevaba la mayoría de su atención –coche aparcado fuera, quizás un policía, reducir la velocidad, hora de pasar ese camión, poner el intermitente, comprobar la vista trasera, girar el cuello para comprobar el punto muerto y sí, vale, carril de la izquierda –para distraerse del punzante agujero de su vientre. Para mantener su mente ocupada, pensó en los agujeros de otros estómagos. Pensó en el Archiduque Franz Ferdinand, asesinado en 1914. Cuando miró hacia el sangrante agujero en medio de su estómago y el Archiduque dijo, “No es nada.” Estaba equivocado. No había duda de que el Archiduque Franz Ferdinand importaba, aunque nunca fue un prodigio ni un genio: su asesinato provocó la Primera Guerra Mundial –así que su muerte conllevó la de otras 8.528.831. Colin la echaba de menos. Echaba de menos que lo mantuviera despierto más que el café, y cuando Hassan le preguntó que si conducía una hora, Colin dijo que no, porque conducir lo ayudaba a seguir –mantenerse bajo los setenta; Dios, mi corazón se acelera; odio el sabor del café; pero te echaba un cable; vale, y aclaraba la carretera; vale, sí; todo recto; y ahora solo están mis propias luces contra la oscuridad. Hacía que la soledad del aplastamiento no fuera enteramente demoledora. Conducir era un tipo de pensar, el único tipo que entonces podía

*En árabe: te quiero.

tolerar. Pero aún así, el pensamiento lo acechaba, más allá del alcance de sus faros: se habían deshecho de él. Una chica llamada Katherine. Por decimonovena vez. Cuando se trata de chicas (y en el caso de Colin, ocurría a menudo), todo el mundo tiene un tipo. El tipo de Colin Singleton no era físico sino lingüístico: le gustaban las Katherines. No las Katies, o Kats, o Kitties, o Cathys, o Rynns, o Trinas, o Kays, o Kates o ni nombrar las Catherines. K-A-T-H-E-R-I-N-E. Había salido con diecinueve chicas. Todas ellas se llamaban Katherine. Y todas y cada una de ellas se habían deshecho de él. Colin creía que el mundo contenía exactamente dos tipos de personas: Deshechores y Deshechos. Muchas personas tienden a ser ambos, pero esas personas pierden el interés totalmente: Estás predispuesto a uno o a otro. Los Deshechores no siempre son los rompecorazones, y los Deshechos no siempre son los que tienen el corazón roto. Pero todo el mundo tiene una tendencia*. No obstante, entonces, Colin debería haber crecido acostumbrado a los ascensos y descensos de las relaciones. Salir con alguien, a fin de cuentas, solo termina de una forma: mal. Si lo piensas, Colin a menudo lo hacía, todas las relaciones románticas terminan en, o bien (1) ruptura, (2) divorcio, o (3) muerte. Pero Katherine XIX había sido diferente –o parecía haber sido diferente. Ella lo había querido, y él la había querido también, ferozmente. Y él aún lo hacía –se dio cuenta de que estas palabras le rondaban la mente mientras conducía: Te quiero, Katherine. El nombre sonaba diferente en su boca cuando se lo decía a ella; no parecía el nombre con el que había estado tanto tiempo obsesionado, sino una palabra que la describía solo a ella, una palabra que olía como los lirios, que capturaba el azul de sus ojos y la longitud de sus gafas. Mientras el viento se colaba por las ventanas abiertas, Colin pensó en los Deshechores y los Deshechos y en el Archiduque. En el asiento Hassan gimió y sollozó como si estuviera soñando que era un pastor alemán, y Colin sintió el incesante fuego en su tripa, pensando, Todo esto es tan INFANTIL. PATÉTICO. ERES VERGONZOSO. PARA YA PARA YA PARA YA PARA YA PARA YA. Pero ni se imaginaba lo que “esto” era.

*Quizás sea de ayuda pensar en esto gráficamente. Colin veía la dicotomía de los Deshechores y los Deshechos en una curva de campana. La mayoría de la gente está englobada en algún punto del medio; es decir, son pequeños Deshechores o pequeños Deshechos. Pero después tienes los Katherines y los Colins.

Katherine I: El principio (del principio) Los padres de Colin nunca lo consideraron algo más de lo normal hasta una mañana de junio. Un Colin de veinticinco meses estaba sentado en una silla gigante, desayunando una indeterminada comida de origen vegetariano mientras su padre leía el Chicago Tribune en la pequeña mesa de la cocina. Colin era delgado para su edad, pero alto, con fuertes rizos castaños que irrumpían de su cabeza con una imprevisibilidad Einsteniana. “Tres deed en el West Side,” dijo Colin tras un mordisco. “No querer más verdes,” añadió, refiriéndose a su comida. “¿Qué has dicho, colega?” “Tres deed al West Side. Quiero patatas fritas por favor gracias.”11 El padre de Colin le dio la vuelta al periódico y miró el gran titular de la portada. Ese era el primer recuerdo de Colin: su padre bajando lentamente el periódico y sonriéndole. Los ojos de su padre estaban abiertos de sorpresa y placer, y su sonrisa era incontenible. “¡CINDY! ¡EL NIÑO ESTÁ LEYENDO EL PERIÓDICO!” gritó. Sus padres eran el tipo de padres que de verdad, de verdad disfrutan leyendo. Su madre enseñaba francés en la prestigiosa y cara Kalman School del centro de la ciudad, y su padre era profesor de sociología en la Northwestern University, al norte de la ciudad. Así que tras las tres muertes en el West Side, los padres de Colin empezaron a leer con él, en cualquier sitio y a todas horas –principalmente en inglés, pero también libros con dibujos en francés. Cuatro meses después, los padres de Colin lo enviaron a un colegio de preescolar para niños prodigio. El colegio dijo que Colin era demasiado avanzado para su colegio y que de todos modos no aceptaban a niños que aún llevaban pañales. Enviaron a Colin a un psicólogo de la Universidad de Chicago. Y pronto la momentánea incontinencia de prodigio terminó en una pequeña oficina sin ventanas del sur, hablando con una mujer con gafas de pasta que le hacía encontrar a Colin patrones en cadenas de letras y números. Le dijo que tirara polígonos. Le preguntó qué pintura no cuadraba con las demás. Le hizo un sinfín de preguntas maravillosas, y Colin la quiso por ello. Hasta el momento, muchas de las preguntas que le había hecho a Colin se centraban en si se había o no se había enfadado consigo mismo, o si podía dar un bocado más a esas miserables verduras. Tras una hora de preguntas, la mujer dijo, “quiero darte las gracias por tu extraordinaria paciencia, Colin. Eres una persona muy especial.” Eres una persona muy especial. Colin escucharía esto mucho, y aún –de alguna forma –no podía escucharlo lo suficiente. La mujer de las gafas de pasta trajo a su madre a la oficina. Mientras la profesora le decía a la señora Singleton que Colin era brillante, que era un niño muy especial, Colin jugaba con un alfabeto de madera. Se dio a sí mismo un respiro reordenando p-o-t-s a s-t-o-p* –el primer anagrama que recordaba haber hecho. La profesora le dijo a la señora Singleton que el don de Colin debe ser fomentado pero no presionado, y le advirtió, “no deberían tener expectativas irrazonables. Los niños como Colin procesan la información muy rápido. Demuestran una remarcable habilidad para centrarse en los ejercicios. Pero no es más propenso a ganar un Nobel que cualquier oro niño razonablemente inteligente.”

11Como un mono inteligente, Colin poseía un extenso vocabulario, pero muy poca gramática. Además, tampoco sabía que “dead” (muerto) se pronunciaba ded. Perdónale. Tenía dos años. *pots = ollas / stop = para

Esa noche en casa su padre le compró un nuevo libro –La Pieza Perdida, de Shel Silverstein. Colin se sentó en el sofá al lado de su padre y sus pequeñas manos pasaban las grandes páginas mientras leía rápidamente, parándose solo para preguntar si “lookin” era lo mismo que “looking.”* Colin cerró enfáticamente el libro cuando terminó de leer. “¿Te ha gustado?” le preguntó su padre. “Sep,” dijo Colin. Le gustaban todos los libros, porque le gustaba el mero hecho de leer, la magia de convertir las líneas de una página en palabras dentro de su cabeza. “¿De qué va?” le preguntó su padre. Colin puso el libro encima de las piernas de su padre y dijo, “Al círculo le falta una pieza. La pieza perdida tiene forma de pizza.” “¿De pizza o de una porción de pizza?” Sonrió su padre poniendo sus grandes manos en la cabeza de Colin. “Vale, papi. Una porción. Así que el círculo va buscando su pieza. Encuentra un montón de piezas equivocadas. Después encuentra la correcta. Pero entonces la deja. Y ahí termina.” “¿A veces te sientes como un circulo que ha perdido una parte?” preguntó su padre. “Papi, no soy un circulo. Soy un chico.” Y la sonrisa de su padre se desvaneció un poco –el prodigioso podía leer, pero no podía ver. Y si Colin hubiera sabido que estaba perdiendo una parte, que su inhabilidad de verse a sí mismo en la historia como un circulo fuera un problema irremediable, quizás hubiera sabido que el resto del mundo se pondría al día con él conforme el tiempo pasaba. Tomando prestada otra historia que memorizó pero que no llegó a pillar: si hubiera sabido que la historia de la tortuga y la liebre era mucho más que una tortuga y una libre, quizás se hubiera evitado a sí mismo un problema considerable. Tres años más tarde, entró en primaria –gratis, porque su madre enseñaba ahí –en la Kalman School, apenas un año más joven que cualquiera de sus compañeros de clase. Su padre lo presionó para estudiar más y más duro, pero no era el tipo de niño prodigio que va a la universidad a los once. Los dos padres de Colin querían mantenerlo en una educación seminormal por el bien de lo que ellos llamaban su bienestar sociológico. Pero su bienestar sociológico nunca fue tan bien. Colin no sobresalía haciendo amigos. Él y sus compañeros no disfrutaban de las mismas actividades. Lo que más le gustaba hacer en el recreo, por ejemplo, era pretender ser un robot. Se acercó a Robert Caseman a pasos cortados y balanceando los brazos rígidamente y con una monótona voz Colín dijo, “SOY UN ROBOT. PUEDO RESPONDER CUALQUIER PREGUNTA. ¿QUIERES SABER CUÁL FUE EL CATORCEAVO PRESIDENTE? “Vale,” dijo Robert. “Mi pregunta es, ¿por qué eres tan retrasado, Colon Cancer?” A pesar de que el nombre de Colin se pronunciaba como call in,** el juego favorito de Robert Caseman en primaria era llamar a Colin “Colon Cancer” hasta que Colin lloraba, para lo que no hacía falta mucha cosa, porque Colin era lo que su madre llamaba “sensible.” Él solo quería jugar a ser un robot, por Dios santo. ¿Era tan malo? En segundo, Robert Caseman y su carácter maduraron un poco. Finalmente al descubrir que las palabras nunca duelen, pero que las patadas y las piedras podían romper huesos, inventaron el Muñeco de Nieve Abdominal12. Le ordenaron que se tumbara en el suelo (y por alguna razón él accedió), y después cuatro chicos estirando de él no fue tan malo, simplemente vergonzoso y

*Lookin/looking = ver/mirar **llamar 12 A lo que, para que conste, Colin le puso nombre. Los otros lo llamaban “El Estiramiento,” pero entonces un día en el que se lo iban a hacer, Colin gritó, “¡No me hagáis un muñeco de nieve abdominal!” Y el nombre fue tan bueno que se quedó.

estúpido. Le hizo sentir que no le gustaba a nadie, y de hecho, no lo hacía. Su única consolación era que un día, él importaría. Sería famoso. Y ninguno de ellos lo sería. Por ello su madre le decía que se reían de él. “Están celosos,” decía. Pero Colin lo entendía mejor. No estaban celosos. Simplemente no les gustaba. A veces es así de simple. Y por ello, Colin y sus padres se sintieron totalmente agradecidos y aliviados cuando, justo al empezar tercero, Colin Singleton probó su bienestar sociológico (brevemente) ganándose el corazón de la chica de ocho años más guapa de todo Chicago.

cuatro Colin se detuvo en una parada de descanso cerca de Paducah, Kentucky, alrededor de las tres de la mañana, echando su asiento hacia atrás hasta que dio con las piernas de Hassan en el asiento trasero, y durmió. Cuatro otras después, se despertó –Hassan estaba golpeándole el asiento. “Kafir –estoy atrapado aquí atrás. Tira esa mierda para adelante. Tengo que rezar.” Había estado soñando con sus recuerdos de Katherine. Colin se agachó y le dio a la palanca, su asiento se tiró hacia delante. “Joter,” dijo Hassan. “¿Se murió algo en mi garganta anoche?” “Um, estoy durmiendo.” “Porque mi boca sabe como una tumba abierta. ¿Cogiste algo de pasta de dientes?” “Hay un nombre para eso, en realidad. Fector hepaticus. Pasa durante la–” “No me interesa,” dijo Hassan, lo que dice siempre que Colin empieza a irse por la tangente. “¿Pasta de dientes?” “Kit de aseo en la bolsa del maletero,” respondió Colin13. Hassan dio un golpe con la puerta, después golpeó el maletero, y cuando Colin se quitó el sueño de los ojos, pensó que quizás sería mejor despertarse. Mientras Hassan se arrodillaba concretamente fuera, fac-ingMecca*, Colin fue al baño (el grafiti del retrete decía: LLAMA A DANA PARA UNA MAMADA. Colin se preguntó si Dana ofrecía felaciones o cocaína, y después, por primera desde que había estado derrumbado sobre la moqueta de su habitación, satisfizo su gran pasión. Hizo un anagrama: Call Dana for a blow; Ballad for a clown**). Salió fuera entre el calor de Kentucky y se sentó en una mesa de picnic frente a Hassan, que parecía estar atacando a la mesa con la navaja de su llavero. “¿Qué estás haciendo? –Colin se cruzó de brazos y bajó la cabeza. “Bueno, mientras tú estabas en el baño, me senté en esta mesa de picnic aquí en atomarporculo, Kentucky, y me di cuenta de que alguien había grabado DIOS ODIA A LOS MARICONES, lo que, además de ser una pesadilla gramaticalmente, es totalmente ridículo. Así que lo estoy cambiando a “Dios odia las Baguettes.” Es difícil no estar de acuerdo en eso. Todo el mundo odia las baguettes.” “J’aime les baguettes,” murmulló Colin. “Tú aime un montón de cosas estúpidas.” Mientras Hassan trabajaba en hacer el Dios odia las baguettes, la mente de Colin corrió de la siguiente forma: (1) baguettes (2) Katherine XIX (3) el collar de rubíes que le compró hace cinco meses y diecisiete días (4) muchos rubíes venían de la India, algo que (5) solía tener bajo control Reino Unido, del que (6) Winston Churchill era el primer ministro, y (7) no es interesante que muchos buenos políticos, como Churchill y también Gandhi, estaban calvos mientras (8) muchos dictadores malísimos, como Hitler, Stalin y Saddam Hussein, tenían bigote. Pero (9) Mussolini solo llevaba bigote a veces, y (10) muchos buenos científicos tenían bigote, como el italiano Ruggero Oddi, quien (11) descubrió (y llamó con su nombre) el tracto intestinal del esfínter de Oddi, que es uno de los esfínteres menos conocidos como (12) el esfínter pupilar.

13 Pero de todos modos, se llama fector hepaticus, y es un síntoma avanzado de que el hígado falla. Básicamente, lo que pasa es que tu aliento huele literalmente como un cadáver podrido. *Juego de palabras con facing Mecca (cara a la meca), que al modificarlo de esa forma (fac-ing) sonaría como “fucking”, osea, “puta Meca”. **Llama a Dana para una mamada; Balada para un payaso.

Y hablando de esto: cuando Hassan Harbish llegó a la Kalman School en décimo curso tras una década de enseñanza en casa, era listísimo, aunque no tan prodigioso. Ese otoño, estaba en primero de cálculo con Colin, que era un estudiante de noveno grado. Pero nunca hablaron, porque Colin había renunciado a perseguir amistades con personas que no se llamaban Katherine. También odiaba a todos los estudiantes del Kalman, lo que estuvo bien porque ellos le odiaban también a él. A las dos semanas de clase, Colin levantó la mano y la señorita Sorenstein dijo, “¿Sí, Colin?” Colin sostenía su mano bajo sus gafas, contra su ojo izquierdo, con una incomodidad obvia. “¿Puedo ausentarme un momento?” preguntó. “¿Es importante?” “Creo que tengo una pestaña en mi esfínter pupilar,” contestó Colin, y la clase rompió a reír. La señorita Sorenstein lo envió de camino, y después Colin fue al baño y, frente al espejo, se quitó la pestaña del ojo, dónde se encuentra el esfínter pupilar. Después de las clases, Hassan encontró a Colin comiendo manteca de cacahuete y no un sándwich de gelatina en la gran escalera de piedra de la entrada trasera del colegio. “Mira,” dijo Hassan. “Este es mi noveno día de colegio en toda mi vida, y de alguna manera ya he aprendido lo que puedes y no puedes decir. Y no puedes decir nada de tu propio esfínter.” “Es parte del ojo,” dijo Colin a la defensiva. “Estaba siendo inteligente.” “Escucha, tío. Tienes que conocer a tu audiencia. Eso casi podría encajar en una convención de oftalmólogos, pero en clase de cálculo, todo el mundo se pregunta cómo demonios tienes una pestaña ahí.” Y se hicieron amigos. “Tengo que decir, que no opino mucho acerca de Kentucky,” dijo Hassan. Colin levantó su cabeza, apoyando la barbilla sobre sus brazos. Examinó la parada de descanso durante un momento. Su pieza perdida no estaba en ningún sitio para que la encontrara. “Todo aquí me recuerda a ella también. Solíamos hablar de ir a Paris. O sea, ya no quiero ir a París, pero sigo imaginándome lo emocionante que sería estar en el Louvre. Iríamos a restaurantes fantásticos y quizás beberíamos vino rojo. Incluso miramos hoteles en internet. Podríamos haber hecho eso con dinero KranialKidz.14 “Tío, si Kentucky va a recordarte a Paris, estamos en un infierno de escabeche.” Colín se levantó y miró a través del césped mal cuidado de la parada de descanso. Y después miró hacia abajo, a la genial obra de Hassan. “Baguettes,” explicó Colin. “Oh, Dios mío. Dame las llaves.” Colin buscó en su bolsillo y lanzó las llaves perezosamente por la mesa. Hassan las cogió mientras permanecía de pie, después se fue hacia El Coche Fúnebre de Satán. Colin lo siguió, desamparado. Cuarenta millas por la carretera, aún en Kentucky, Colin se había acurrucado contra la ventanilla del copiloto y estaba empezando a quedarse dormido cuando Hassan anunció, “¡El crucifijo de madera más largo del mundo –siguiente parada!” “No vamos a pararnos a ver el crucifijo de madera más largo del mundo.” “Claro que sí, joder,” dijo Hassan. “¡Tiene que ser enorme!”

14 Más

sobre esto después, pero básicamente: hace un año más o menos, Colin había conseguido algo de dinero.

“Hass, ¿por qué íbamos a parar para ver el crucifijo de madera más largo del mundo?” “¡Es un viaje! ¡Es aventura!” Hassan golpeó el volante para enfatizar su emoción. “No es que tengamos algún sitio al que ir. ¿De verdad quieres morir sin haber visto el crucifijo de madera más largo del mundo?” Colin lo pensó. “Sí. Primero, ninguno de los dos es cristiano. Segundo, pasar el verano persiguiendo atracciones idiotas de la carretera no va a arreglar nada. Tercero, los crucifijos me recuerda a ella.” “¿A quién?” “A ella.” “¡Kafir, era atea! “No siempre,” dijo Colin suavemente. “Solía llevar uno hace tiempo. Antes de que saliéramos.” Empezó mirando por la ventana, pasando los pinos. Su inmaculada memoria lo llamaría el crucifijo de plata. “Tu ñoñería me da asco,” dijo Hassan, pero le dio al Coche Fúnebre un poco más de gas y pasó la parada.

cinco Dos horas después de haber pasado el crucifijo de madera más largo del mundo, Hassan dio marcha atrás. “¿Sabías ya que el crucifijo de madera más largo del mundo estaba en Kentucky?” gritó, su ventanilla estaba bajada y agitaba su mano izquierda a través del aire. “No hasta hoy,” respondió Colin. “Pero sabía que la iglesia de madera más larga del mundo está en Finlandia.” “No me interesa,” dijo Hassan. Los desintereses de Hassan le ayudaban a Colin a imaginarse lo que las otras personas disfrutarían y no disfrutarían oyendo. Colin nunca había tenido nada así antes de Hassan, porque todo el mundo se reía de él o lo ignoraba. O, en el caso de las Katherines, se reían y después lo ignoraban. Gracias a la lista de Colin de las cosas que no eran interesantes15, podía mantener una conversación medio normal. Tras doscientas millas más y una parada para reponer, se marcharon sin peligro de Kentucky, estaban a mitad camino entre Nashville y Memphis. El viento pasaba a través de las ventanillas abiertas secando su sudor sin enfriarlos demasiado, y Colin se estaba preguntando cómo podrían llegar a un sitio con aire acondicionado cuando vio un cartel pintado a mano que sobresalía por encima de un campo de algodón, maíz, soja o algo16. SALIDA 212 –LA TUMBA DEL ARCHIDUQUE FANZ FERDINAND –EL CADAVER QUE EMPEZÓ LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. “No parece convincente,” añadió Colin templadamente. “Solo digo que deberíamos ir a algún lado,” dijo Hassan, sin escucharlo. “A ver, me gusta este inter-estado tanto como al tipo de al lado, pero contra más al sur vamos, más calor hace, y ya estoy sudando como una puta en una iglesia.” Colin giró su dolorido cuello, pensando que nunca pasaría otra noche en el coche cuando tuviera el suficiente dinero como para pagar un hotel. “¿Has visto esa señal?” preguntó. “¿Qué señal?” “La de la tumba del Archiduque Franz Ferdinand.” Con poca consideración por la carretera, Hassan se giró hacia Colin, sonrió en general, y le golpeó suavemente en el hombro. “Excelente. Excelente. De todos modos, es la hora de comer.” Cuando Colin bajo del asiento del copiloto en el estacionamiento del Hardee’s de la Salida 212 en Carver Country, Tennessee, llamó a su madre. “Eh, estamos en Tennessee. “¿Cómo estás, cielo?” “Mejor, supongo. No lo sé. Hace calor. ¿Ha, em, ha llamado alguien?” Su madre hizo una pausa, y pudo sentir su miserable pena. “Lo siento, cariño. Le diré a, em, a cualquiera que llame a tu teléfono.” “Gracias, mamá. Voy a comer en Hardee’s.” “Suena fantástico. ¡Ponte el cinturón! ¡Te quiero!” “Yo también.” Tras una implacable y grasosa Monster Thickburger en el vacío restaurante, Colin le preguntó a una mujer dependienta, cuyo cuerpo parecía haber sufrido quizás demasiadas comidas en su lugar de trabajo, cómo llegar a la tumba de Franz Ferdinanz.

15 Aparte de otras muchas, muchas otras, las siguientes eran definitivamente no interesantes: el esfínter pupilar, mitosis, arquitectura barroca, bromas que tengan ecuaciones físicas como las líneas de fuerza, la monarquía británica, gramática rusa, y la importancia que la sal ha tenido en la historia de la humanidad. 16 La identificación del cultivo no estaba entre los talentos de Colin.

“¿Quién?” preguntó. “El archiduque Franz Ferdinanz.” La mujer lo miró fijamente durante un momento, y después sus ojos se abrieron. “Oh, estáis buscando Gutshot. Chicos, ¿estás a cargo de los palos, no?” “¿Gutshot?” “Sí. Ahora lo que tienes que hacer es salir del estacionamiento y girar a la derecha –lejos de la carretera, quiero decir, y después a las dos millas más o menos, la carretera se vuelve una T. Hay una estación de petróleo cerrada. Giras a la derecha en ese camino y después pasas un montón de nada durante diez o quince millas. Subes algo como una colina y después ahí está Gutshot.” “¿Gutshot?” “Gutshot, Tennessee. Ahí es donde tienen al Archiduque.” “Así que a la izquierda y después a la izquierda.” “Sep. Os divertiréis, ¿me oyes?” “Gutshot,” repitió Colin para sí mismo. “Vale, gracias.” Desde la última carretera pavimentada, las diez o quince millas de camino en cuestión parecieron haber estado en el epicentro del terremoto. Colin condujo cautelosamente, pero aún así, el parachoques deteriorado del Coche Fúnebre crujió y gimió en los últimos baches y ondulaciones del pavimento. “Quizás no tengamos que ver al Archiduque,” dijo Hassan. “Estamos en un viaje. Es una aventura,” imitó Colin. “¿Crees que la gente de Gutshot, Tennessee, ha visto alguna vez un árabe vivo?” “Oh, no seas paranoico.” “¿O por el contrario crees que han visto alguna vez un judío-afro? Colin pensó eso durante un momento, y después dijo, “Bueno, la mujer del Hardee’s fue amable con nosotros.” “Sí, pero la mujer del Hardee’s llamó a Gutshot ‘los palos,’ dijo Hassan, imitando el acento de la mujer. “Quiero decir que si Hardee’s es urbano, no estoy seguro de querer ver lo rural.” Hassan se giró con su ataque, y Colin se rió y sonrió a todos los lugares acertados, pero siguió conduciendo, calculando las posibilidades de que el Archiduque, que murió en Sarajevo hace más de noventa años, y que surgió al azar en la cabeza de Colin la noche anterior, terminara entre Colin y dondequiera que se dirigía. Era irracional, y Colin odiaba pensar irracionalmente, pero no podía hacer nada excepto preguntarse si quizás estar en la presencia del Archiduque igual le revelaría algo a Colin sobre su pieza perdida. Pero por supuesto, el universo no conspira para ponerte en un lugar en lugar de otro, Colin lo sabía. Pensó en Demócrito: “Cada vez que el hombre culpa a la naturaleza y al destino, su destino es más aún el eco de su carácter y sus pasiones, sus errores y sus debilidades.”17 Y si no fue el destino, fue el carácter y las pasiones de Colin Singleton, sus errores y sus debilidades, finalmente los que lo llevaron a Gutshot, Tennessee –POBLACIÓN 864, como decía la señal de la carretera. Al principio, Gutshot parecía como todo lo anterior, solo que con una carretera mejor pavimentada. A ambos lados del Coche Fúnebre, campos abajo, plantas verdes iluminadísimas terminaban en un gris para siempre, rotos únicamente por el ocasional pasto de los caballos, establos o grupos de árboles. De pronto, Colin vio ante él al lado de la carretera un edificio de hormigón de dos pisos pintado de un rosa horrible. 17 La cita original en griego, para los curiosos: πυττuκατηγρετησηκαιτηµρα, όµωςηµρατυεναισυνήθωςαλλ ηηχώτυχαρακτήρακαιτωνπαθώντυ,των λαθώνκαιτωναδυναµιώντυ

“Creo que eso es Gutshot,” dijo, señalando el edificio. En el lado del edificio, una señal pintada a mano decía EL REINO DE GUTSHOT –LUGAR DE ETERNO DESCANSO PARA EL ARCHIDUQUE FRANZ FERDINAND / CERVEZA FRÍA / SODA / CARNADA. Colin se detuvo en el camino de grava de la tienda. Se quitó el cinturón y le dijo a Hassan, “me pregunto si tienen al Archiduque con la soda o con la carnada.” La gran carcajada de Hassan llenó el coche. “Joder, Colin haciendo una gracia. Este sitio es mágico para ti. Una pena que vayamos a morir aquí. Lo digo enserio. Un árabe y un medio judío entrando en una tienda en Tennessee. Es el principio de un chiste, y la palabra final es “sodomía.” Sin embargo, Colin escuchó los pies de Hassan arrastrándose por la carretera del estacionamiento tras él. Atravesaron la puerta verde de la Tienda General de Gutshot. Tras el mostrador, había una chica con una delgada y larga nariz y ojos marrones del tamaño de algunos planetas pequeños, levantó la mirada de la revista de La Vida de las Celebridades y dijo, “¿Cómo lo lleváis?” “Estamos bien. ¿Y tú?” preguntó Hassan mientras Colin intentaba pensar si algún alma que valiera la pena en toda la historia de la humanidad había leído antes una sola copia de La Vida de las Celebridades18. “Bien,” dijo la chica. Durante un rato, se pasearon por la tienda, paseándose por el polvoriento y barnizado suelo, pretendiendo estar considerando comprar varias papas, bebidas y pececillos nadando en tanques con cebo. Medio agachado detrás de un estante a la altura del pecho de patatas fritas, Colin tiró de la camiseta de Hassan, cubrió con su mano su oreja y susurró, “Habla con ella.” Excepto que, en realidad, Colin no susurró, porque nunca había controlado el arte de susurrar –solo habló con una voz más bajita directamente en el tímpano de Hassan. Hassan hizo una mueca y negó con la cabeza. “¿Cuál es el área total, en millas cuadradas, del estado de Kansas?” –susurró. “Em, sobre unas 82.000, ¿por qué?” “Es divertido que sepas eso pero no puedas imaginar una forma de hablarle a una chica sin usar tus cuerdas vocales.” Colin empezó a explicarle que incluso susurrar implica usar las cuerdas vocales, pero Hassan puso los ojos en blanco. Así que Colin se llevó la mano a la cara y se mordió la parte interior de su pulgar mientras miraba a Hassan esperanzadoramente, pero Hassan había volcado su atención en el paquete de patatas, así que finalmente le tocó a Colin. Caminó hacia el mostrador y dijo, “Hola, estábamos buscando al Archiduque.” La lectora de La Vida de las Celebridades le sonrió. Sus mejillas hinchadas y su nariz demasiado larga desaparecieron. Tenía ese tipo de sonrisa extensa y engañosa de la que no te puedes fiar pero sí esperar –solo querías hacerla feliz así que seguías mirándola. Pero pasó rapidísimamente. “Los recorridos empiezan cada hora a la hora, cuesta once dólares, y francamente, no vale la pena,” respondió con monotonía. “Pagaremos,” dijo Hassan, rápidamente por detrás. “El chico necesita ver al Archiduque.” Y después Hassan se inclinó hacia adelante y medio susurró, “Está pasando por una dolorosa

18

Poniéndolo en un Diagrama de Venn, Colin habría argumentado que el mundo era así:

ruptura.” Hassan puso veintidós dólares en el mostrador, los que la chica deslizó rápidamente hacia el bolsillo de sus pantalones, sin tener en cuenta descaradamente la caja registradora que tenía detrás. La chica se retiró de un soplido el pelo color caoba de la cara y suspiró. “Seguro que hace calor fuera,” señaló. “¿Esto es, más o menos, una guía turística?” preguntó Colin. “Sí. Y para mi siempre amoroso disgusto, yo soy vuestra guía.” Salió del mostrador. Bajita. Delgada. No era muy guapa pero si parecía interesante. “Soy Colin Singleton,” le dijo a la guía turística/empleada de la tienda de comestibles. “Lindsey Lee Wells,” respondió ella, ofreciendo una mano pequeña con las uñas desconchadas de un color rosa metálico. Él se la dio, y después Lindsey se giró hacia Hassan. “Hassan Harbish. Suní musulmán. No terrorista.” “Lindsey Lee Wells. Metódica. Yo, tampoco.” La chica sonrió de nuevo. Colin no estaba pensando nada, solo en sí mismo, la K-19 y la pieza de sus entrañas que había perdido –pero no se podía negar su sonrisa. Esa sonrisa podía terminar con guerras y curar el cáncer. Durante un buen rato, anduvieron silenciosamente por el camino de hierba tras la tienda, que irritaba la piel expuesta y sensible de Colin, pensó en mencionarlo y decir que quizás había otro tipo de camino reciente por el que podrían ir, pero sabía que Hassan pensaría que era un “sitzpinklery,” así que se mantuvo callado conforme la hierba le cosquilleaba la piel. Pensó en Chicago, donde puedes estar días sin pisar ni una sola vez un solo trozo de tierra real. Ese mundo de tierra pavimentada le atraía, y lo echó de menos conforme su pie sentía irregulares hierbajos sucios que amenazaban con torcer sus tobillos. Mientras Lindsey Lee Wells caminaba delante de ellos (típica mierda de lectora de La Vida de las Celebridades; evitando hablar con ellos), Hassan se puso al lado de Colin, y a pesar de que aún no le había llamado a Colin sitzpinkler por ser alérgico a la hierba, Colin sabía que lo habría hecho, lo que le cabreó. Así que Colin volvió a mencionar el tema favorito de Hassan. “¿Te he mencionado hoy que deberías ir a la universidad?” preguntó Colin. Hassan puso en blanco sus ojos. “Vale, lo sé. Mira la academicidad excelente que tienes.” Colin no sabía cómo devolvérsela. “Bueno, pero deberías este año. No puedes huir para siempre. No tienes que matricularte hasta el quince de julio.” (Colin miró hacia arriba.) “En realidad no puedo huir para siempre. Ya lo he dicho antes y lo volveré a decir: me gusta estar sentado sobre mi culo, viento la televisión, y poniéndome gordo. Es el trabajo de mi vida, Singleton. Por eso me encantan los viajes, tío. Es como hacer algo sin hacer nada en realidad. De todos modos, mi padre no fue a la universidad, y es rico como sus pelotas.” Colin se preguntó cómo serían unas pelotas ricas, pero solo dijo, “Vale, pero tu padre no se sienta sobre su culo. Trabaja como cien horas a la semana.” “Cierto. Cierto. Y es gracias a él que no tengo que trabajar ni ir a la universidad.” Colin no tenía respuesta para eso. Pero no entendía la apatía de Hassan. ¿Cuál es el sentido de vivir si no intentas hacer algo remarcable? Qué pena creer que Dios te dio la vida y no pensar que la vida pide más de ti que ver la televisión. Pero cuando estás de viaje para escapar de los recuerdos de tu decimonovena Katherine y estás atravesando tranquilamente el sur en Tennessee para ir a ver la tumba de un archiduque austrohúngaro muerto, quizás no tienes derecho a pensar qué pena.

Y estuvo ocupado haciendo un anagrama de anything odd -any odd night, handly dog tin, doing thy DNA** -cuando Colin hizo su prodigioso ADN: se tropezó con una madriguera y se calló. Se desorientó tanto por lo rápido que se acercaba el suelo que ni puso sus manos para frenar la caída. Simplemente se calló hacia delante como si le hubieran disparado por la espalda. Lo primero en chocar contra el suelo fueron sus gafas. Seguidas muy de cerca por su frente, que se golpeó contra una pequeña roca áspera. Colin rodó sobre su espalda. “Me he caído,” anunció muy bajito. “¡Mierda!” gritó Hassan, y cuando Colin abrió los ojos, vio borrosamente que Hassan y Lindsey Lee Wells estaban de rodillas mirándolo. Ella olía mucho a un perfume de frutas, que Colin creía que se llamaba Curve. Lo compró una vez para Katherine XVII, pero no le gustaba19. “Estoy sangrando, ¿no?” preguntó Colin. “Como un cerdo atascado,” dijo ella. “No te muevas.” Se giró hacia Hassan y dijo, “Dame tu camiseta,” y Hassan enseguida dijo que no, lo que Colin se figuró que tendría algo que ver con las tetas de hombre de Hassan. “Tenemos que presionar,” le explicó Lindsey a Hassan, y después Hassan tranquilamente dijo que no otra vez, y después Lindsey dijo, “Dios santo – vale,” y se quitó la camiseta. Colin entrecerró los ojos tras la borrosidad sin sus gafas pero no pudo ver mucho. “Deberíamos dejar esto para la segunda cita,” dijo Colin. “Cierto, pervertido,” respondió ella, pero pudo escuchar su sonrisa. Limpió su frente y presionó delicadamente con la camiseta, después presionó fuerte en el lugar sensible por encima de su ceja, siguió hablando. “Menudo amigo tienes, por cierto. Para de mover el cuello. Los dos asuntos que tenemos aquí podrían ser algún daño vertebral o un hematoma subdural. O sea, opciones leves, pero tienes que tener cuidado, porque el hospital más cercano está a una hora.” Él cerró sus ojos e intentó no quejarse del dolor cuando presionó fuerte contra el corte. Lindsey le dijo a Hassan, “presiona con la camiseta aquí. Volveré en ocho minutos.” “Deberíamos llamar a un médico o algo,” dijo Hassan. “Soy paramédico,” respondió Lindsey mientras se iba. “¿Qué edad tienes tu?” preguntó. “Diecisiete. Vale. Bien. Una paramédico en formación. Ocho minutos. Lo juro.” Se fue corriendo. No era el olor a Curve lo que le gustaba a Colin –no exactamente. Era la manera de la que olía el aire cuando Lindsey empezó a alejarse de él. El aroma que el perfume dejaba tras de sí. No hay una palabra para eso en inglés, pero Colín sabía la palabra en francés: sillage. Lo que a Colin le gustaba de Curve no era su olor sobre la piel, sino su sillage, el olor dulce de la fruta cuando se alejaba. Hassan se sentó al lado de él en la hierba, presionando fuerte la herida. “Siento no haberme quitado la camiseta.” “¿Tetas de tío?” preguntó Colin. “Sí, bueno. Creo que debería conocer a una chica un poco más antes de enseñarle mis tetas de tío. ¿Dónde están tus gafas?” “Me estaba preguntando justo eso cuando la chica se ha quitado la camiseta,” dijo Colin. “¿Así que no la has visto?” “No he podido verla. Solo que su sujetador era morado.” “Siempre lo es,” contestó Hassan. * anything odd -any odd night, handly dog tin, doing thy DNA = que pena –noche extraña, perro extraño de mano, hacer tu ADN. 19 “Olía como si te frotas un chicle Bubblicious de frambuesa masticado en el cuello,” dijo, pero no era así, exactamente. Olía como un perfume de chicle de frambuesa sazonado, olía muy bien.

Y Colin pensó en K-19 sentada sobre él en su cama llevando su sujetador morado cuando lo dejó. Y pensó en Katherine XIV, que llevaba un sujetador negro y también otra cosa más negra. Y pensó en Katherine XII, la primera que llevó sujetador, y todas las Katherines cuyos sujetadores él había visto (cuatro, a no ser que cuentes los tirantes, en ese caso siete). La gente pensó que él era un glotón como escarmiento, que le gustaba que se deshicieran de él. Pero no era así. Simplemente no veía nada venir, y cuando estaba tumbado sobre el sólido suelo con Hassan presionando demasiado fuerte su frente, la distancia entre Colin Singleton y sus gafas lo hizo darse cuenta del problema: miopía. Era miope. El futuro pasaba por delante suya, inevitable pero visible. “Las he encontrado,” dijo Hassan, y patosamente intentó ponerle las gafas. Pero es complicado ponerle las gafas a alguien, así que finalmente Colin las cogió y las empujó hacia el puente de su nariz, y ya pudo ver. “Eureka,” dijo delicadamente.

Katherine XIX: El final (del final) Lo dejó el octavo día del doceavo mes, solo a veintidós escasos días de su primer aniversario. Ambos se habían graduado esa mañana, aunque en institutos diferentes, así que los padres de Colin y Katherine, que eran viejos amigos, les organizaron una comida para celebrarlo. Pero esa tarde era solo de ellos. Colin se preocupó de afeitarse y ponerse ese desodorante Wild Rain que tanto le gustaba a ella y por el que se cobijaba en su pecho para captar la esencia. La recogió con el Coche Fúnebre de Satán y condujeron hacia el sur por Lakeshore Drive, con las ventanillas bajadas para que pudieran escuchar, por encima del ruido del motor, las olas del lago Michigan chocando contra las rocas de la costa. Ante ellos se alzaba el horizonte. A Colin siempre le había encantado el horizonte de Chicago. Aunque no era una persona religiosa, ver el horizonte le hacía sentir lo que se llamaba en latín el mysterium tremendum et fascinans – ese giro de estómago mezclado con un miedo atemorizador y una encantadora fascinación. Condujeron hacia el centro, pasando a través de los altísimos edificios del centro de Chicago, y ya llegaban tarde, porque Katherine siempre llegaba tarde a todo, y tras diez minutos buscando un sitio para aparcar, Colin pagó dieciocho dólares por el garaje, lo que cabreó a Katherine. “Solo estoy diciendo que podríamos haber encontrado un sitio en la calle,” dijo al pulsar el botón del ascensor en el garaje. “Bueno, tengo dinero. Y llegamos tarde.” “No deberías gastar dinero que no necesitas gastar.” “Estoy a punto de gastarme cincuenta dólares en sushi,” respondió. “Por ti.” Las puertas se abrieron. Exasperado, se apoyó en la barra de madera del ascensor y suspiró. Apenas hablaron hasta que estuvieron dentro del restaurante, sentados en una mesa pequeña cerca del baño. “Por la graduación, y por un magnífica cena,” dijo ella, levantando su vaso de Coca-Cola. “Por el final de una vida que hemos conocido,” replicó Colin, y brindaron. “Dios, Colin, no es el fin del mundo.” “Es el fin de un mundo,” corrigió. “¿Preocupado por no ser el chico más inteligente en el Northwestern?” sonrió y después suspiró. Él sintió una repentina punzada en el estómago –en retrospectiva, era el primer indicio de que alguna parte de él se perdería. “¿Por qué suspiras?” preguntó. El camarero vino y los interrumpió con un plato rectangular de maki californiano y salmón ahumado negiri. Katherine apartó sus palillos y Colin cogió su tenedor. Sabía mantener una pequeña conversación en japonés, pero los palillos se le resistían. “¿Por qué has suspirado?” preguntó otra vez. “Dios, por nada.” “No, dime por qué,” dijo. “Eres tan –te pasas todo el tiempo preocupándote por perder tu ventaja o que te dejen o cualquier cosa y nunca, ni por un segundo, eres agradecido. Eres el primero de la clase. Vas a ir a una clase estupenda el año que viene, gratis. Quizás no seas un niño prodigio. Está bien. Al menos ya no eres un niño. O se supone que no deberías serlo.” Colin masticó. Le gustaba el alga que envolvía el sushi: lo difícil que era de masticar, la sutileza del agua del océano. “No lo entiendes,” dijo. Katherine puso sus palillos contra el bol que contenía la salsa y se quedó mirándolo con algo más que frustración. “¿Por qué siempre tienes que decir eso? “Es verdad,” dijo simplemente, y ella no lo entendió.

Aún era preciosa, graciosa y excelente con los palillos. Pero prodigio era lo que Colin tenía, del mismo modo que el lenguaje tiene palabras. Con todo el rencor hacia delante y hacia atrás, Colin luchó contra el impulso de preguntarle a Katherine si aún lo quería, porque lo único que más odiaba de él aparte de que le dijera que no lo entendía, era que le preguntara si aún lo quería. Lucho contra el impulso y lucho, y luchó. Durante siete segundos. “¿Aún me quieres?” “Oh Dios mío, Colin. Por favor. Nos acabamos de graduar. Estamos felices. ¡Celébralo!” “¿Qué, tienes miedo de decirlo?” “Te quiero.” Nunca –nunca –le volvería a decir esas palabras otra vez. “¿Se puede hacer un anagrama del sushi?” preguntó ella. “Uh, sis,*” respondió el automáticamente. “Sis tiene tres letras; sushi tiene cinco,” dijo. “No. ‘Uh, sis.” El uh y el sis. Hay otros, pero no tienen sentido gramaticalmente. Ella sonrió. “¿Te cansas alguna vez de mis preguntas?” “No. No. Nunca me canso de nada que tú hagas,” dijo, y después le quiso decir que estaba preocupado, pero solo porque a veces se sentía incomprendido y a veces se preocupaba cuando discutían y ella estaba un rato sin decir que lo quería, pero se contuvo. “Además, me gusta como el sushi se convierte en ‘uh, sis.” Imagina una situación.” “Imagina una situación” era un juego que ella inventó cuando Colin hacía anagramas y después Katherine se imaginaba una situación de ese anagrama. “Vale,” dijo. “Vale. Un chico va a pescar al muelle, y pesca una carpa, y por supuesto está contaminadísima de pesticidas y aguas residuales y de toda la mierda del lago de Michigan, pero se la lleva a casa de todos modos porque se imagina que si pescas una carpa lo suficientemente larga, no importaría. La limpia, la hace filetes, y entonces el teléfono suena, así que la deja en la mesa de la cocina. Habla por teléfono durante un rato, y después vuelve a la cocina y ve que su hermana pequeña tiene un gran pedazo de carpa cruda del lago de Michigan en la mano, y que está masticando, ella mira a su hermano y dice, “¡Sushi!” y él dice, “Uh, sis…” Se rieron. Nunca la había querido tanto como lo hacía entonces. Después, entraron de puntillas en el apartamento y Colin subió las escaleras para decirle a su madre que estaba en casa, dejando de lado la posibilidad relevante de que estaban solos, y tras subir por las escaleras y llegar a la cama, y que ella se quitara la camiseta y la de él, y que se besaran hasta que sus labios estuvieran entumecidos a excepción del hormigueo, ella dijo, “¿De verdad te sientes triste por haberte graduado?” “No lo sé. Si lo hubiera hecho de forma distinta –si hubiera ido a la universidad a los diez o algo –no hay forma de saber si mi vida sería mejor. Probablemente no nos habríamos conocido. No habría conocido a Hassan. Y muchos niños prodigio que son presionados y presionados y presionados y presionados terminan mucho más jotidos que yo. Pero unos cuantos terminan como John Locke20 o Mozart o algo así. Y mis oportunidades de convertirme en un Mozart están acabadas.”

*Uh, sis = Uh, hermana. 20 Un filósofo británico y político científico que podía leer y escribir en latín y en griego antes que el resto pudiera atarse los zapatos.

“Col, tienes diecisiete.” Suspiró de nuevo. Suspiraba un montón, pero nada podía estar mal, porque era tan bueno tenerla acurrucada contra él, su cabeza en su hombro, su mano acariciándole el suave pelo rubio de la cara. Miró hacia abajo y pudo ver el tirante del sujetador morado. “Es la tortuga y la liebre, K19. Aprendo más rápido que otras personas, pero ellos siguen aprendiendo. Yo voy decayendo, y ahí vienen. Sé que tengo diecisiete. Pero se me está acabando la ventaja.” Ella rió. “Enserio. Hay estudios sobre esta mierda. Los niños prodigio tienden a alcanzar su cima a los doce o trece. ¿Qué he hecho yo? ¿Ganar un jotido juego hace un año? ¿Esa es mi marcha imborrable en la historia de la humanidad? Ella se levantó, mirándolo. Él pensó en sus otros suspiros, los mejores y más diferentes de su cuerpo moviéndose en su contra. Durante un buen rato ella estuvo mirándolo, y después se mordió su labio inferior y dijo, “Colin, quizás el problema somos nosotros.” “Oh. Mierda,” dijo. Y ahí empezó. El final se dio más que nada entre los susurros de ella y el silencio de él –porque él no podía susurrar y no querían despertar a los padres de Colin. Decidieron estar en silencio, en parte porque parecía que le habían sacado el aire. Paradójicamente, sintió que esa ruptura era lo único que estaba pasando en todo el oscuro y silencioso planeta, y también como si no estuviera pasando para nada. Sentía como se iba a la deriva en esa conversación unilateral entre susurros, preguntándose si quizás algo grande y descorazonador e incomprensible era una paradoja. Era un hombre moribundo tumbado ante los cirujanos que intentaban salvarlo. Con la afortunada distancia que tenía el asunto en sí mismo y como realmente era, Colin pensó en el estúpido mantra: palos y piedras quizás rompan mis huesos, pero las palabras nunca me herirán. Que puta basura. Eso, justo ahora, era el auténtico Muñeco de Nieve Abdominal: sentía que algo se estaba congelando en su estómago. “Te quiero demasiado y solo quiero que me quieras como yo te quiero,” dijo lo más calmado que pudo. “No necesitas una novia, Colin. Necesitas un robot que no diga nada más que ‘te quiero’” Y sintió como lo apaleaban y le tiraban piedras desde el interior, un aleteo y después un fuerte dolor en la caja torácica, y después sintió por primera vez que esa pieza de su estómago se había desprendido de él. Ella intentó irse lo más rápido e indoloramente posible, pero cuando dijo que se tenía que ir, él empezó a llorar. Sujetó su cabeza contra su cuello. Y aunque se sentía lamentable y ridículo, no quería que terminara, porque sabía que su ausencia dolería más que cualquier otra ruptura. Pero se fue igualmente, y él se quedó solo en su habitación, buscando anagramas para mymissingpiece* en un vano intento por quedarse dormido.

*mipiezaperdida 19Además que no te quema duda de que Colin aún no acababa de pillar lo que significaba la historia de la tortuga y la liebre, se había imaginado ahora que era algo más que una tortuga y un conejo.

seis Siempre pasaba así: buscaba y buscaba las llaves del Coche Fúnebre de Satán y finalmente se rendía y decía, “Vale. Cogeré el jotido autobús,” y de camino hacia la puerta, veía las llaves. Las llaves aparecían cuando te reconciliabas con el autobús; las Katherines aparecían cuando empezabas a aceptar que el mundo no tenía otra Katherine; y, por supuesto, el momento Eureka llegó justo cuando él empezó a aceptar que nunca llegaría. Sentía como la emoción resurgía en él, sus ojos pestañeaban rápidamente cuando luchó por recordar la idea en su totalidad. Tumbado ahí de espaldas en el pegajoso y denso aire, el momento Eureka supuso como mil orgasmos en uno, solo que no fue tan confuso. “¿Eureka?” preguntó Hassan, con un entusiasmo evidente en su voz. Él también lo había estado esperando. “Necesito escribirlo,” dijo Colin. Se incorporó. Le dolía muchísimo la cabeza, pero buscó en su bolsillo y sacó de él una pequeña libreta que siempre llevaba, y un lápiz, que se había partido por la mitad en la caída, pero que aún escribía bien. Esbozó:

Donde x = tiempo, y = felicidad, y = 0 principio de una relación y ruptura, y negativo = ruptura por un m, y positivo = ruptura por f: mi relación con K-19. Aún estaba haciendo el esquema cuando escuchó a Lindsey Lee Wells venir y abrió sus ojos para verla con una camiseta (se leía ¡GUTSHOT!) y llevando un botiquín de primeros auxilios con un fiel-a-Dios en rojo escrito en él. Se arrodilló a su lado y le quitó la camiseta delicadamente de la frente, y después dijo, “Esto va a escocerte,” y hurgó en el corte con un bastoncillo en el que parecía que había salsa de pimienta de cayena. “¡JOTER!” gritó Colin, haciendo una mueca, y miró hacia arriba y la vio a ella, de ojos marrones pestañeando continua y dulcemente mientras trabajaba. “Lo siento. Lo siento. Vale, hecho. No necesitas puntos, pero se te quedará una pequeña cicatriz, supongo. ¿Estás bien?” “¿Otra cicatriz?” dijo distraídamente mientras le ponía una gasa ancha alrededor de la frente. “Me siento como si alguien me hubiera dado un puñetazo en el cerebro.” “Posible conmoción cerebral,” señaló Lindsey. “¿Qué día es hoy? ¿Dónde estás?” “Es martes, y estoy en Tennessee.” “¿Quién fue el senador de New Hampshire en 1873?” preguntó Hassan. “Brainbridge Wadleigh,” respondió Colin. “No creo que tenga una conmoción.” “¿Es cierto?” preguntó Lindsey. “O sea, ¿de verdad puedes recordar eso?” Colin asintió lentamente. “Sí,” dijo. “Conozco a todos los senadores. Además, ese es uno fácil de recordar, porque siempre pienso en lo jotidamente poco que te tienen que querer tus padres para llamarte Brainbridge Wadleigh.” “En serio,” dijo Hassan. “Ya tienes como apellido Wadleigh*. Eso ya es una putada, ser un taco-light. Pero entonces tienes Wadleigh y lo elevan al poder de Brainbridge** -ni mencionar que el pobre nunca se convirtió en presidente.”

*Sonaría a taco-light. **Cerebro de novia.

Lindsey añadió, “Bueno, pero entonces, un tipo llamado Millard Fillmore* fue presidente. Ninguna madre que quisiera a su hijo le habría puesto Millard a un Fillmore, tampoco.” Se metió en su conversación tan rápidamente y de una forma tan natural que Colin estaba revisando su teoría de La Vida de Las Celebridades. Siempre había pensado que la gente de Ningunlado, Tennessee, sería, bueno, mucho más tonta que Lindsey Lee Wells. Hassan se sentó al lado de Colin y le quitó la libreta. La levantó para taparse el sol, que se había alzado por detrás de una nube para hornear aún más la porquería y resquebrajada tierra naranja. Hassan solo miró el papel antes de decir, “¿Me sacas de quicio y tu gran revelación es que te gusta que se deshagan de ti? Mierda, Colin, yo podría haberte dicho eso. De hecho, lo hago.” “¡El amor es graficable!” dijo Colin a la defensiva. “Espera.” Hassan miró el papel otra vez, y después miró a Colin. “¿Universalmente? ¿Estás afirmando que esto sirve para todo el mundo?” “Cierto. Porque las relaciones son predecibles, ¿no? Bueno, estoy buscando una forma de predecirlas. Coge a dos personas cualquiera, e incluso si nunca se han conocido, la formula nos enseñaría quién rompería con quién si alguna vez salieran, y aproximadamente cuánto tiempo duraría la relación.” “Imposible,” dijo Hassan. “No, no lo es, porque puedes ver el futuro si tienes una comprensión básica de cómo tiende la gente a actuar.” La exhalación larga y lenta de Hassan se rompió con un susurro. “Sí. Vale. Es interesante.” Hassan no podía hacerle un cumplido mejor a Colin. Lindsey Lee Wells se agachó y le cogió la libreta a Hassan. Leyó lentamente. Finalmente, dijo, “¿Qué demonios es K-19?” Colin puso una mano en la tierra seca y craqueada y se levantó. “El qué es un quién,” respondió. “Katherine XIX. He salido con diecinueve chicas llamadas Katherine.” Lindsey Lee Wells y Colin se miraron el uno al otro a los ojos durante un rato, hasta que finalmente su sonrisa terminó en una suave risa. “¿Qué?” preguntó Colin. Ella meneó su cabeza pero no podía dejar de reírse. “Nada,” dijo. “Vayamos a ver al Archiduque.” “No, dime,” dijo insistentemente. No le gustaba que no le contaran los secretos. Estar fuera era algo que le cabreaba –más de lo que debería, en realidad. “No es nada. Simplemente, que yo solo he salido con un chico.” “¿Por qué es tan gracioso?” preguntó Colin. “Es gracioso,” explicó, “porque se llamaba Colin.”

*Millonada Llenamás.

La mitad (del principio) En tercer curso, su deficiencia en lograr tener un “bienestar sociológico” se había vuelto tan obvia para todo el mundo que Colin asistía de forma regular al colegio Kalman solo tres horas al día. El resto del día lo pasaba con su tutor de toda la vida, Keith Carter, quien conducía un Volvo con una matrícula plateada que ponía KRAZZZY. Keith era uno de esos chicos que nunca crecen más que su coleta. También tenía (o, como era el caso, no pudo mantener) un espeso y ancho bigote que se extendía por todo su labio superior cuando su boca estaba cerrada, algo muy raro en realidad. Keith disfrutaba hablar, y su audiencia favorita era Colin Singleton. Keith era amigo del padre de Colin y profesor de psicología. Su interés en Colin no era exactamente desinteresado –con el paso de los años, Keith publicó un buen número de artículos sobre el prodigio de Colin. A Colin le gustaba ser tan especial para que los estudiantes lo observaran. También, Krazy Keith fue lo más parecido que Colin tuvo a un mejor amigo. Cada día, Keith conducía hasta la ciudad y él y Colin iban a un trastero-oficina en la tercera planta del Kalman School. Colin solía tener que leer algo que quisiera en silencio durante cuatro horas, con Keith ocasionalmente entrando a discutir algo, y después los viernes pasaban el día hablando de lo que Colin había aprendido. A Colin le gustaba mucho más que un colegio normal. Por una cosa, Keith nunca le había hecho el Muñeco de Nieve Abdominal. Krazy Keith tenía una hija, Katherine, que estaba en el mismo curso que Colin pero que era ocho meses más mayor en realidad. Iba a un colegio del norte de la ciudad, pero muy a menudo los padres de Colin invitaban a cenar a Krazy Keith, a su mujer y a su hija para discutir el “progreso” y todo eso. Y tras esas cenas, los padres se sentaban en la sala de estar y se reían muy fuerte mientras el tiempo pasaba, Keith gritó que le sería imposible conducir a casa, que necesitaría una taza de café tras todo ese vino –vuestra casa es un álamo para enófilos, lloraba. Una noche de noviembre durante su tercer curso, cuando empezó a hacer frío y su madre puso la decoración de las vacaciones, Katherine fue. Tras una cena de pollo al limón y arroz integral, Colin y Katherine fueron a la sala de estar, donde Colin se tumbó en el sofá y estudió latín. Acababa de aprender que el presidente Garfield, que no era particularmente conocido por su inteligencia, había sido capaz de escribir simultáneamente en latín y en griego –latín con su mano izquierda y griego con su mano derecha. Colin intentó igualar esta hazaña 21. Katherine, una rubia delgadita con padres con coleta y una gran fascinación por los prodigios, se sentó a mirarlo silenciosamente. Colin era consciente de que estaba ahí, pero no lo distraía, porque la gente solía mirarlo cuando estudiaba, como si hubiera algún secreto en su acceso al mundo académico. El secreto, en realidad, era que pasaba más tiempo estudiando y prestaba más atención que el resto. “¿Cómo es que ya sabes latín?” “He estudiado mucho,” respondió. “¿Por qué?” preguntó, acercándose para sentarse a los pies del sofá. “Me gusta.” “¿Por qué?” preguntó. Se quedó callado durante un momento. No estaba familiarizado con el “juego del por qué,” se tomaba las preguntas seriamente. “Me gusta porque me hace diferente y mejor. Y porque soy bastante bueno en ello.” “¿Por qué?” preguntó, su voz cantaba el monosílabo, casi sonriendo. “Tu padre dice que es porque recuerdo las cosas mejor que otras personas porque presto muchísima atención y me preocupo mucho.”

21 Pero nunca lo hizo, porque por mucho que lo intentara, no era ambidiestro.

“¿Por qué?” “Porque es importante saber cosas. Por ejemplo, acabo de aprender que el emperador romano Vitellius una vez comió miles de ostras en un día, algo que muy probablemente sea un acto de abligurition22,” dijo, usando una palabra que sabía seguro que Katherine no conocería. “Y también es importante saber cosas porque te hace especial y puedes leer libros que la gente normal no puede leer, como las Metamorfosis de Ovidio, que está en latín.” “¿Por qué?” “Porque vivía en Roma cuando se hablaba y se escribía en latín.” “¿Por qué?” Y eso lo hizo tropezarse. ¿Por qué había vivido Ovidio en la Antigua Roma en el 20 A.E.C.23 y no en Chicago en el 2006 E.C.? ¿Ovidio habría sido Ovidio si hubiera vivido en América? No, no lo habría sido, porque habría sido un nativo americano o posiblemente un indio americano o un indígena, y no tendrían el latín ni ninguna otra lengua escrita entonces. ¿Así que Ovidio importaba porque era Ovidio o porque vivió en la Antigua Roma? “Esa,” dijo Colin, “es una pregunta muy buena e intentaré encontrar la respuesta para ti,” dijo, que era lo que Krazy Keith le decía cuando Krazy Keith no sabía la respuesta. “¿Quieres ser mi novio?” le pregunto Katherine. Colin se levantó rápidamente y la miró, sus brillantes ojos azules miraban hacia abajo a su falda. Pasaría a llamarla usualmente, La Fantástica. Katherine I. Katherine la Fantástica. Incluso sentada, era notablemente más bajita que él, y parecía muy seria y nerviosa, sus labios se escondieron hacia adentro cuando miró hacia abajo. Algo se le pasó por la mente. Los nervios explotaron en calofríos bajo su piel. Su diafragma se revoloteó. Y por supuesto, no pudo haber sido lujuria ni amor, y no era como gustar, así que tenía que ser lo que los chicos en el colegio llamaban gustar. Y dijo, “Sí, sí, lo seré.” Ella se giró hacia él, giró la cara, y sus mejillas pecosas y ella se acercaron a él, sus labios se fruncieron y le besó en la mejilla. Fue su primer beso, y sintió sus labios como la llegada del invierno –fríos, secos y rugosos –y se le ocurrió a Colin que el beso no fue ni la mitad de bueno como el sonido de ella diciéndole si podía ser su novia.

22 Una actual, y muy oculta, palabra inglesa que significa “gastar demasiado dinero en comida.” 23 Ya no se dice A.C. ni D. C. No es moderno ya. Ahora se dice E.C. (Era Común) o A.E.C. (Antes de la Era Común)

siete Cerca de la nada, sobre una pequeña pendiente, el campo herboso se transformó en un cementerio. Contenía cuarenta tubas, y estaba rodeado por una pared de piedra a la altura de la rodilla cubierta por un musgo resbaladizo. “Este sería el último y final lugar de descando del Archiduque Franz Ferdinand,” dijo Lindsey Lee Wells, su voz sonaba de repente con decadencia, esa con la que los aburridos guias turísticos que hace tiempo memorizaron el discurso. Colin y Hassan la siguieron a un obelisco de seis pies de altura –un tipo de miniatura del monumento de Washintong –antes de encontrarse con una plétora de rosas de seda rosas que no eran nuevas. A pesar de que eran obviamente falsas, las flores aún así parecían marchitas. Lindsey se sentó en la pared musgosa. “Ah, que le den al discurso. Probablemente ya lo sepáis de todos modos,” dijo, volviéndose hacia Colin. “Pero os contaré la historia: el Archiduque nació en diciembre del año 1863 en Austria. Su tío era el emperador Francis Joseph, pero ser el sobrino del Austro-Húngaro emperador no tenía demasiada importancia. A menos, dijo, que el hijo único del emperador muriera, Rudolph, se disparara en la cabeza –lo que pasó, de hecho, en 1889. De pronto, Franz Ferdinand era el siguiente en la línea del trono.” “Llamaron a Franz ‘el hombre más solitario de Vienna,” le dijo Colin a Hassan. “Sí, bueno, no le gustaba a nadie porque era un empollón total,” dijo Lindsey, “además que era uno de esos empollones que no eran demasiado listos. Tu tipo de cobarde con un promedio innato de noventa y seis dólares. Su familia pensó que era un cobarde liberal, la sociedad vienesa pensaba que era un idiota –el tipo de idiota que tiene la lengua fuera de la boca. Y después empeoró la situación casándose por amor. Se casó con una chica llamada Sophie en 1900, todo el mundo creía que era una pobre. Pero, ya sabes, en defensa del chico, hay que decir que la quería de verdad. Esto es lo que nunca digo en el tour, pero de todo lo que he leído de Franzy, él y Sophie tuvieron el matrimonio más feliz en toda la historia de la realeza. Es más o menos una historia bonita, excepto por el hecho de que en el catorce aniversario de su boda –el veintiocho de julio de 1914 –les dispararon a ambos en Sarajevo. El emperador lo enterró a las afueras de Viena. Ni siquiera se preocupó por ir al funeral. Pero se preocupaba lo suficiente por su sobrino como para empezar la Primera Guerra Mundial, declarándole la guerra a Serbia un mes después.” Se levantó. “Aquí termina el tour.” Sonrió. “Se aprecian las propinas.” Colin y Hassan aplaudieron correctamente, y después Colin caminó hacia el obelisco, que solo decía: ARCHIDUQUE FRANZ FERDINAND. 1863-1914. YACE TRANQUILAMENTE SOBRE SU TIERRA / CON MUCHAS CARGAS PESADAS SOBRE ÉL. Grandes cargas, de hecho –millones. Colin se acercó y sintió el granito, sin tener en cuenta el sol abrasador. ¿Qué habría hecho el Archiduque Franz Ferdinand si hubiera terminado de forma distinta? Si no se hubiera obsesionado con el amor, si no hubiera sido tan falto de tacto, tan quejumbroso, tan empollón –si no hubiera sido, pensó Colin, tan como yo… Al final, el Archiduque tuvo dos problemas: a nadie le importaba una mierda (al menos no hasta que su cadáver comenzó la guerra), y un día le quitaron una pieza de su mitad. Pero ahora, Colin llenaría su agujero y haría que la gente se levantara y se diera cuenta de que existía. Sería especial, usaría su talento para hacer cosas más interesantes que los anagramas y traducir del latín. Y sí, de nuevo la Eureka paso delante de él, la parte positiva de ella. Usaría su pasado –y el pasado del Archiduque, y todo tipo de pasado –para informar al futuro. Impresionaría a Katherine XIX –a ella siempre le había encantado la idea de que se convirtiera en un genio –y crearía un mundo más seguro para los deshechos en todo el mundo. Sería importante. Hassan lo despertó de su ensueño preguntando, “¿Y cómo narices terminó un total Archiduque Austriaco en Shitsberg, Tennessee?

“Lo compramos,” dijo Lindsey Lee Wells. “Sobre el 1921. El propietario del castillo en el que estaba enterrado necesitaba dinero y lo puso en venta. Y nosotros lo compramos.” “¿Cuánto cuesta un Archiduque muerto en estos días?” se preguntó Hassan. “Sobre unos trescientos cincuenta dólares, dijeron.” “Eso es mucho dinero,” dijo Colin, con su mano aún sobre el ganito del obelisco. “El dólar ha subido más de diez veces entre 1920 y ahora, así que es más de que treinta y cinco mil dólares hoy en día. Un montón de tours de once dólares por cabeza.” Lindsey Lee Wells puso en blanco sus ojos. “Vale, vale –estoy lo suficientemente impresionada. Ya tengo bastante. ¿Sabes una cosa? Tenemos esas cosas aquí –no sé si vosotros las tenéis allí de donde sois, pero aquí las llamamos calculadoras, y pueden hacer todo ese trabajo por ti.” “No estaba intentando impresionar a nadie,” insistió Colin a la defensiva. Y después los ojos de Lindsey se abrieron, puso sus manos alrededor de su boca y gritó, “¡Ey!” Tres chcos y una chica estaban caminando por la ladera, solo se les veía las cabezas. “Chicos del instituto,” explicó Lindsey. “Y mi novio.” Lindsey Lee Well fue corriendo hacia ellos. Hassan y Colin se quedaron parados, y empezaron a hablar rápidamente. Hassan dijo, “Soy un estudiante de intercambio de Kuwaiti; mi padre es un magnate del petróleo.” Colin negó con la cabeza. “Demasiado obvio. Yo soy español. Un refugiado. Mis padres fueron asesinados por Vasco separatistas.” “No sé si Vascos son una cosa o una persona ni tampoco creo que ellos lo sepan, así que no. Vale, yoo acabo de llegar a America desde Honduras. Mi nombre es Miguel. Mis padres han hecho una fortuna con las bananas, y tu eres mi guardaespaldas, porque los trabajadores de las bananas se han unido y me quieren muerto.” Colin retrocedió, “Eso está bien, pero no hablas español. Vale, yo fui abducido por unos esquimales en Yukon –no, eso es una mierda. Somos primos de Francia visitando los Estados Unidos por primera vez. Es nuestro viaje de graduación.” “Eso es aburrido, pero no tenemos tiempo. ¿Yo soy el que habla inglés?” preguntó Hassan. “Vale, bien.” Ahora, Colin podía escuchar al grupo hablando, y vio los ojos brillantes de Lindsey Lee Wells mirando al chico alto y musculoso que llevaba un jersey de los Tennessee Titans. El chico era una masa andante de músculos con el pelo de punta y con una sonrisa que era toda dientes y encías. El éxito de juego dependía de si Lindsey no hablaba de Colin y Hassan, pero Colin se imaginó que era una apuesta segura, cuando la vio muy cautivada con el chico. “Vale, ahí vienen,” Dijo Hassan. “¿Cómo te llamas?” “Pierre.” “Vale. Yo Salinger, pronunciado SalinSEI.” “Vosotros dos estáis aquí por el tour, ¿no?” dijo el novio de Lindsey. “Sí. Yo soy Salinsei,” dijo Hassan, su acento era pasable aunque no magnífico. “Este es mi primo Pierre. Estamos visitando esta ciudad por primera vez, y queríamos ver al Archiduque, que empezó nuestra –como decís –Guerra Terrenal.” Colin miro a Lindsey Lee Wells, que suprimió su sonrisa mientras masticaba chicle de naranja. “Soy Colin,” dijo su novio, extendiendo la mano. Hassan se inclinó hacia Pierre/Colin y susurró, “Su nombre es “El Otro Colin.” Hassan entonces dijo, “Mi primo, habla muy poco inglés. Soy su hombre traductor.” El Otro Colin se rió, también lo hicieron los otros dos chicos, que rápidamente se presentaron como Chase y Fulton. (“Nosotros les llamaremos Chase, Vaqueros Muy Apretados, y Fulton podría ser El Corto que Mascaba Tabaco,” le susurró Hassan a Colin.)

“Je m’appelle Pierre,” espetó Colin después de que los chicos se presentaran. “Quand je vais dans le métro, je fais aussi de la musique de prouts.”24 “Tenemos un montón de turistas extranjeros aquí,” dijo la única chica aparte de Lindsey, que era alta y completamente Abercrombie en su ceñido top de camuflaje. La chica también tenía – como decir esto de forma correcta –unas carretas gigantes. Estaba tremendamente buena –en el sentido de chica-popular-con-dientes-blancos-y-anorexica, el tipo menos favorito de Colin de estar beuna. “Soy Katrina, por cierto.” Casi, pensó Colin, pero no. “¡Amour aime aimer amour!25” Anunció Colin lo suficientemente alto. “Pierre,” dijo Hassan. “ Tiene esa deficiencia al hablar. Con, eh, con malas palabras. En francia decimos El Toorette. No sé cómo lo decís en inglés.” “¿Tiene el Síndrome de Tourette?” preguntó Katrina. “¡MERDE!26”gritó Colin. “Sí,” dijo Hassan emocionadamente. “Misma palabra distinto idioma, como hemorroide. Eso lo aprendimos el otro día porque a Pierre le escocía el culo. Tiene el Síndrome de Toorette. Y la hemorroide. Pero es un buen chico. “Ne dis pas que j’ai des hémorroïdes! Je n’ai pas d’hémorroïde,27” gritó Colin, intentando seguir el juego y llevar a Hassan a un tema diferente. Hassan miró a Colin, meneando la cabeza, y después le dijo a Katrina, “Acaba de decir que tu cara es tan preciosa como la hemorroide.” Momento en el que Lindsey Lee Wells rompió a reir y dijo, “Vale. Vale. Suficiciente.” Colin se giró hacia Hassan y dijo, “¿Por qué tenían que ser hemorroides? ¿Cómo coño se te ha ocurrido esa idea?” Y entonces El Otro Colin (EOC), Vaqueros Muy Apretados (VMA), El Corto Que Mascaba Tabaco (ECQMT) y Katrina estuvieron ocupados, hablando, riéndose y haciéndole preguntas a Lindsey. “Mi tío fue a Francia el año pasado, tío,” explicó Hassan, “y nos contó la historia de que tuvo una hemorroide y tenía que señalarse el culo y decir la palabra francesa de escocer una y otra vez hasta que se acordó de que la palabra hemorroide era igual en ambos idiomas. Y no conocía otra jotida palabra francesa. Además es divertido, que tengas el Síndrome de Tourette y hemorroides.” “Lo que tu digas,” dijo Colin, su cara se ruborizó. Y después escucharon a EOC decir, “Esto es muy divertido. A Hollis le encantará, ¿eh?” y Lindsey se rió y se puso de puntillas para besarlo y después dijo, “Se lo que quieres decir, cariño,” y él dijo, “Bueno, ellos también,” y Lindsey fingió vomitar, y EOC se agachó para besarle la frente, y ella se ruborizó. La misma escena la había protagonizado Colin en su propia vida frecuentemente –aunque él solía ser el que fingía vomitar. Volvieron a través del campo en grupo, Colin tenía la camiseta pegajosa empapada de sudor y ceñida a su espalda y le palpitaba el ojo. La Teoría de la Subyacente Previsibilidad de Katherine, pensó. Incluso el nombre sonaba bien. Había esperado tanto para su progreso, y se había desesperado tantas veces, que solo quería estar solo un rato con un lápiz, algo de papel y una calculadora sin hablar. En el coche trabajaría. Colin tiró delicadamente de la camiseta de Hassan y le acechó con la mirada. “Necesito algo de bebida energética,” respondió Hassan. “Después nos iremos.”

24 “Me llamo Pierre. Cuando voy al metro, hago música con pedos.” 25 “El amor quiere querer al amor.” Una cita traducida al francés, del Ulises de James Joyce. 26 “¡Mierda!” 27 “¡No digas que tengo hemorroides! No tengo hemorroides.”

“Tendré que abrir la tienda por vosotros, entonces,” dijo Lindsey. Se giró hacia EOC. “Ven conmigo, cariño.” La dulzura pegajosa de su voz le recordó a K-19. “Lo haría,” dijo EOC, “pero Hollis está sentada en las escaleras. Se supone que yo y Chase tenemos que estar en el trabajo, pero nos hemos escapado.” EOC la levantó y se arrimó con fuerza, flexionando sus bíceps. Ella se revolvió un poco pero lo besó, con la boca abierta. Después la bajó, le giñó el ojo y se fue con su séquito en una camioneta roja. Cuando Lindsey, Hassan y Colin volvieron a la tienda Gutshot, una mujer alta vestida con un vestido rosa de flores estaba sentada en las escaleras hablando con un hombre de barba poblada y marrón. Cuando se acercaron, Colin pudo escuchar a la mujer contar una historia. “Starnes está fuera para cortar el césped,” decía. “Y apaga el cortacésped, mira alrededor, se percata de la situación durante un rato y me llama, “¡Hollis! ¿Qué narices pasa con ese perro?” y yo le digo que el perro tiene los testículos inflamados y se los acabo de vaciar, y Starnes lo asimila al rato y después finalmente dice, “Podrías dispararle al perro y conseguir otro con testículos normales, sería lo más sabio.” Y yo le digo, “Starnes, en esta ciudad no hay un peor amante, por eso quiero tanto a mi perro.” El hombre de la barba rompe a reír, y después la narradora mira a Lindsey. “¿Estabas en una guía?” preguntó Hollis. Cuando Lindsey asintió, Hollis dijo, “Bueno, seguro que Dios se ha tomado tu tiempo.” “Lo siento,” masculló Lindsey. Se giró hacia los chicos y dijo, “Hollis, estos son Hassan y Colin. Chicos, esta es Hollis.” “Más conocida como la madre de Lindsey,” explicó Hollis. “Dios, Hollis. No alardees de ello,” dijo Lindsey. Pasó por delante de su madre, abrió la tienda, y todo el mundo entró hacia el aire acondicionado. Cuando Colin pasó por delante, Hollis puso una mano en su hombro, lo giró y lo miró a la cara. “Yo te conozco,” dijo. “Yo no le conozco,” respondió Colin, y después añadió, a modo de explicación, “No olvido muchas caras.” Hollis Wells seguía mirándolo, pero él estaba seguro de que nunca se habían cruzado. “Lo dice enserio,” dijo Hassan, apareciendo tras una estantería de comics. “¿Tenéis el periódico aquí?” Tras el mostrados, Lindsey Lee Wells sacó el USA Today. Hassan miró la portada y después pasó las hojas delicadamente para enseñarles una pequeña foto en blanco y negro de un hombre de poco cabello blnco. “¿Conoces a este tipo?” preguntó Hassan. Colin se acercó al papel y pensó un momento. “No lo conozco personalmente, pero su nombre es Gil Stabel y es el Jefe Ejecutivo de una campañia llamada Fortiscom.” “Buen trabajo. Pero no es el Jefe Ejecutivo de Fortiscom.” Sí, lo es,” dijo Colin, muy confiada. “No, no lo es. No es el Jefe Ejecutivo de nada. Está muerto.” Hassan desplegó el papel, y Colin se acercó para leer el artículo: JEFE EJECUTIVO DE FORTISCOM MUERE EN UN ACCIDENTE DE TRÁFICO. “¡Kranialkidz!” gritó Hollis triunfante. Colin la miró, con los ojos abiertos. Suspiró. Nadie veía ese programa. Su audiencia era de 0.0. El programa estuvo en antena durante una temporada y ni una sola persona de los trescientos residentes de Chicago lo había reconocido nunca. Y aún así, aquí en Gutshot, Tennessee… “¡Oh, Dios mío!” Hollis gritó. “¿Qué estás haciendo aquí?” Colin se ruborizó durante un momento con un sentimiento de celebridad mientras lo pensaba. “La fastidié, después nos fuimos de viaje, vimos la señal del Archiduque, me corté la

frente, tuve un momento Eureka, conocimos a sus amigos y ahora volveremos al coche, pero no nos hemos ido aún. Hollis retrocedió y examinó su vendaje. Sonrió y con puso una mano en su pelo afro-judío y empezó a movérselo como si fuera su tía y él fuera un niño de siete años que acaba de hacer algo extremadamente mono. “No os vais a ir aún,” dijo, “porque voy a cocinaros algo de cenar.” Hassan juntó sus manos. “Estoy hambriento.” “Acércate, Linds.” Lindsey puso los ojos en blanco y salió despacio del mostrados. “Tu conduciras con Colin por si se pierde,” Hollis le dijo a Lindsey. “Yo iré con -¿cómo dices que te llamas?” “No soy un terrorista,” dijo Hassan respondiendo de alguna manera. “Bueno, es un alivio.” Sonrió Hollis. Hollis conducía una nueva e impresionante camioneta rosa, y Colin la siguió con El Coche Fúnebre de Sa´tan con Lindsey guiándole. “Bonito coche,” dijo sarcásticamente. Colin no respondió. Le gustaba Lindsey Lee Wells, pero a veces sentía que ella creía que le iba a robar la cabra28. Tenía el mismo problema con Hassan. “Gracias por no decir nada cuando yo era Pierre y Hassan era Salinger.” “Sí, bueno. Fue muy divertido. Además, Colin estaba siendo un poco imbécil y necesitaba que se le bajaran los humos.” “Ya veo,” dijo Colin, que era lo que aprendió que tenía que decir cuando no sabía qué decir. “Entonces,” dijo ella. “¿Eres un genio?” “Soy un niño-prodigio desperdiciado,” dijo Colin. “¿En qué eres bueno, aparte de en saberlo prácticamente todo?” “Em, idiomas. Juegos de palabras. Trivial. Nada útil.” Notó como lo miraba. “Los idiomas son útiles. ¿Cuáles hablas?” “Soy muy bueno en once. alemán, francés, latín, griego, holandés, árabe, español, ruso –“ “Ya veo,” dijo, cortándolo. “Creo que meine Mutter denkt, daß sie gut für mich sind29” dijo. “Por eso estamos juntos en este coche.” “Warum denkt sie das?30” “Vale, los dos sabemos que podemos hablar alemán. Ha estado detrás de mí como una loca para que fuera a la universidad y me convirtiera en, no sé, en una doctora o algo. Pero no voy a ir. Me quedaré aquí. Ya lo he pensado. Así que supongo que igual quiere que tú me inspires algo.” “Los doctores ganan más dinero que los pramédicos-en-curso,” señaló Colin. “Ya, pero no necesito dinero.” Hizo una pausa y el coche retumbó tras ellos. Finalmente, él la miró. “Necesito mi vida,” explicó ella, “que está bien y está aquí. De todos modos, seguramente vaya al instituto de la ciudad en Bradford para callarle la boca a Hollis, pero eso es todo.” La carretera seguía una curva cerrada a la derecha pasaba por un grupo de árboles, tras el que salía a la luz una vencidad. Pequeña pero con casas bien conservadas y alineadas a la carretera. Todas tenían porches, al parecer, y un montón de personas estaban sentadas en ellos, a pesar de que hacía mucha más calor que en verano. En la carretera principal, Colin se cercionó de una nueva combinación entre una gasolinera y un Taco Bell, un salón de belleza, y una tienda Gutshot y servicio postal, que desde la carretera parecía del tamaño de un espacioso armario por el que se puede pasear. Lindsey señaló por la ventanilla de Colin. “Ahí está la fabrica,” dijo, y a media distancia Colin vio un complejo de edificios bajitos. No se parecía mucho a una fábrica –no habían enormes silos de acero ni chimeneas tirando monóxido de carbono, solo unos cuantos edificios que vagamente le recordaban a unos garajes para aviones. “¿Qué se fabrica?” preguntó Colin.

“Trabajos. Se encarga de todos los trabajos de esta zona. Mi bisabuelo empezó la plantilla en 1917.” Colin redujo la velocidad, apretando el freno para que otro coche pudiera pasarlo mientras miraba la fábrica con Lindsey. “Vale, ¿pero qué fabrican ahí?” preguntó. “Te vas a reír.” “No me reiré.” “Jura que no te reirás,” dijo. “Lo juro.” “Es una milla textil. Estos días básicamente fabricamos, eh, cuerdas de tampones.” Colin no se rio. En lugar de ello pensó, ¿los tampones tienen cuerdas? ¿por qué?” De todos los mayores misterios de la humanidad –Dios, la naturaleza del universo, etc. –de lo que menos sabía era de los tampones. Para Colin, los tampones eran un poco como los osos pardos: sabía que existían, pero nunca había visto uno en la selva, y no le importaba mucho. En lugar de la risa de Colin, se dio un período de silencio irrompible. Seguía la camioneta rosa de Hollis por una nueva calle pavimentada que se inclinaba hacia arriba precipitadamente, provocando el desgaste de las revoluciones del motor del Coche Fúnebre. Conforme ascendían la colina, se hizo más claro que la calle era en realidad un gran camino, que terminaba en la residencia familiar más larga y singular que Colin había visto personalmente ante sus ojos. Aparcó en la carretera. Colin estaba mirándola con la boca abierta cuando Lindsey lo golpeó delicadamente en el brazo. Lindsey se encogió de hombros, como avergonzada. “No es para tanto,” dijo. “Pero es ua casa.” Una amplia escalera conducía a un porche rodeado de fuertes columnas. Hollis abrió la puerta y Colin y Hassan entraron a la cavernosa sala de estar amueblada con un sofá lo suficientemente largo para que los dos se tumbaran sin tocarse. “Estáis en vuestra casa. Lindsey y yo vamos a preparar la cena.” “Probablemente puedas ocuparte de eso tu sola,” dijo Lindsey, apoyándose contra la puerta. “Seguramente podría, pero no lo haré.” Hassan se sentó en el sofá. “Esta Hollis es un alboroto, tío. De camino aquí me estaba diciendo que tenía una fabrica que hace cuerdas de tampones.” Colin aún no encontró este hecho particularmente gracioso. “Ya sabes,” dijo Colin, “la estrella de cine Jayne Mansfield vivió en una mansión rosa.” Se paseó por la sala de estar, leyendo los lomos de los libros de Hollis y mirando las fotografías enmarcadas. Una foto sobre el mantel de la chimenea captó la atención de Colin, y se dirigió hacia ella. Una joven y estilizadamente delgada Hollis estaba frente las Catarátas del Niagara. A su lado estaba una chica que se parecía un poco a Lindsey Lee Wells, excepto que la chica llevaba un abrigo negro sobre una andrajosa camiseta vieja de Blink-182, con vaqueros negros ceñidos y rotos y sus Doc Martes bien pulidas. “¿Tiene una hermana?” preguntó Colin. “¿Qué?” “Lindsey,” dijo Colin. “Ven aquí y mira esto.” Hassan se acercó e inspeccionó breveente la foto antes de decir, “Es el intento más pate´tico que he visto de ser gótica. A los niños góticos no les va Blink-182. Dios, hasta yo ose eso.” “Em, ¿os gustan las judías verdes?” pregunto Lindsey, y Colin rápidamente se dio cuenta de que estaba tras ellos.

28 A lo que la madre de Colin siempre llamaba burlas, a pesar de que no tenía ningún sentido para Colin. 29 “Mi madre cree que eres bueno para mí.” 30 ¿Por qué iba a pensar eso?

“¿Es tu hermana?” preguntó Colin. “eh, no,” le dijo. “Soy hija única. ¿No lo has adivinado por lo adorablemente ensimismada que soy?” “Estaba demasiado ocupado siendo adorablemente ensimismado como para darme cuenta,” interfirió Hassan. “¿Entonces quién es?” le preguntó Colin a Lindsey. “Soy yo en octavo curso,” “Oh,” dijeron Colin y Hassan simultáneamente, ambos avergonzados. “Sí, me gustan las judías verdes,” dijo Hassan, intentando cambiar de tema lo más rápido posible. Lindsey cerró la puerta de la cocina tras ella, y Hassan se encogió de hombros cuando miró a Colin y sonrió, después volvió al sofá. “Necesito trabajar,” dijo Colin. Encontró su sitio bajo una entrada empapelada de rosa y entró en un habitación con un enorme escritorio de madera que parecía el tipo de lugar en el que el presidente se sentaría para firmar un proyecto de ley. Colin se sentó, sacó de su bolsillo su lápiz roto y su omnipresente libreta, y empezó a garabatear. La Teoría se basa en la validez de mi antiguo argumento de que el mundo contiene precisamente dos tipos de personas: Los Deshechores y los Deshechos. Todo el mundo está predispuesto a ser uno u otro, pero por supuesto no todo el mundo es totalmente u Deshechor o un Deshecho. He aquí la campana curva:

La mayoría de la gente está en algún lugar cerca de la línea vertical divisora con la estadística ocasional de un punto que se ha desviado mucho de la medida de valores (ej.: yo) representa un pequeño porcentaje del total de individuos. La expresión numérica del gráfico podría ser algo como 5 siendo extremadamente Deshechor, y 0 siendo yo. Ergo, si El Auténtico está en un 4 y yo en un 0, la diferencia total entre Deshechor/Deshecho = -4. (Asumiendo los números negativos si el chico es más un Deshecho; positivo si lo es la chica.) Y después buscó una ecuación gráfica que pudiera expresar su relación con La Auténtica (La más simple de todos sus romances) como en realidad fue: horrible, brutal, y corta. Por alguna razón, mientras iba despejando la ecuación a la izquierda y a la derecha, la habitación pareció calentarse. Su sudor se juntaba con el vendaje sobre sus ojos, así que se lo quitó. Se quitó la camiseta, limpiándose la sangre que aún le goteaba de la frente. Desnudo de cintura para arriba, sus vertebras se estiraron en su espalda delgada conforme se encorvaba hacia el escritorio, trabajando. Se sintió como nunca se había sentido antes –que estaba cerca de un concepto original. Junto con un montón de gente, Colin incluido, había notado la dicotomía entre los Deshechores y los Deshechos antes. Pero nadie la había usado nunca para enseñar el arco de las relaciones románticas. Dudó si alguien se había imaginado siquiera que una simple formula pudiera predecir la caída y la bajada de los romances universalmente. Sabía que no sería fácil. Por un motivo, pasar conceptos a números era un tipo de anagrama al que no estaba acostumbrado. Pero tenía confianza. Nunca había sido tan bueno en mates31, pero era un maldito y famoso experto en palabras en ser un Deshecho. 31 A pesar de que, obviamente, era mucho mejor que la mayoría de la gente.

Siguió con la fórmula, poseído por el presentimiento de que su cabeza estaba a punto de descubrir algo grande e importante. Y probaría que importaba, ella lo echaría de menos, lo sabía. Lo vería como lo hacía en el principio: como un genio. A la hora, tenía una ecuación: lo que hizo que Katherine pareciera así:

Era casi perfecta –una representación grafica no muy complicada de una relación no muy complicada. Incluso captaba la brevedad de una relación. Los gráficos no tienen que representar el tiempo de forma exacta; simplemente deben dar la idea de duración por comparación, por ejemplo, ella salió conmigo más que K-14 pero no tanto como K-1932. Pero Katherine II lo hizo muy mal –tocando solo el eje X una vez. Claramente, no estaba lo suficientemente refinado aún como para mandar la noticia a The Annals of Mathematics ni nada así, pero Colin se sintió lo suficientemente bien como para volver a ponerse la camiseta. Más feliz de lo que había estado, al menos, en los últimos dos días, Colin bajo corriendo al pasillo e irrumpió en la magnífica sala de estar, donde vio por la puerta que Lindsey, Hassan y Hollis estaban sentados en el comedor. Entró y se sentó delante de un plato de arroz, judías verdes y lo que parecían ser pequeños pollos. Hassan estaba riéndose sobre algo, y también las dos Wellses. Por el momento, parecían adorarlo. Hassan suele gustar a la gente de la misma forma que a la gente le gusta la comida rápida y los famosos. Era un regalo que Colin lo encontrara. En el momento en el que Colin se sentó, Hollis le preguntó a Hassan, “¿Podrías decir elegancia?” “Claro.” Hassan aclaró su garganta. “Bismillah.” Después cogió el tenedor. “¿Es así?” preguntó Hollis. “Así es. Somos gente breve. Breve y también ambrienta.” Lo árabe parecía hacerle sentir a la gente incómoda o algo, porque nadie hablo durante u par de minutos excepto Hassan, que seguía diciendo que la codorniz (era codorniz, no pequeños pollos) estaba excelente. Y estaba bien, supuso Colin, si sueles disfrutar buscando entre un laberinto sin fin de huesos y cartílagos para encontrarte ocasionalmente con carne. Buscó con el tenedor y el cuchillo las partes comestibles y finalmente encontraba un trozo entero de carne. Lo masticaba muy lentamente para saborearlo, masticaba y masticaba y ay. Dios. ¿Qué demonios ha sido eso? Masticar. Masticar. Masticar. Y otra vez. Joter. ¿Es un hueso? “Ahg,” dijo bajito. “Bala de pájaro,” le dijo Lindsey. “¿Bala de pájaro?” “Bala de pájaro,” asintió Hollis. “¿Han disparado al pájaro?” preguntó Colin, escupiendo una pequeña bala de metal.

32 Una completa explicación de las matemáticas envueltas aquí sería muy aburrida y también muy larga. Hay una parte en estos larguísimos y aburridos libros diseñados, y esa parte se llama “El Índice,” donde precisamente se puede encontrar una semiexhaustiva explicación de las matemáticas que están implicadas aquí. Durante el resto de la historia: no habrán más matemáticas. Ni una. Lo prometo.

“Sep.” “¿Y me estoy comiendo las balas?” Lindsey sonrió. “Nop. Las estás escupiendo.” Y por eso fue que Colin comió básicamente esa tarde arroz y judías verdes. Cuando todo el mundo terminó, Hollis preguntó, “¿Y cómo te sentiste al ganar KranialKidz? Recuerdo que en el programa no parecías muy, eh, emocionado.” “Me sentí muy mal por la otra chica que perdió. Era muy amable. La chica con la que competí –se lo tomaba muy enserio.” “Yo estaba lo suficiente feliz por los dos,” dijo Hassan. “Era la única persona en la audiencia que estaba bailando. Singleton vendió a ese jotido como si le hubiera robado algo.”33 KranialKidz le recordaba a Colin a Katherine XIX, miró al frente e intentó pensar lo menos posible. Cuando Hollis habló, parecía que había roto un largo silencio, del tipo de cuan suena una alarma. “Creo que deberíais trabajar para mí este verano en Gutshot. Estoy empezando un proyecto, y seríais perfectos para él.” Con el paso de los años, la gente le había encontrado ocasionalmente trabajo a Colin para beneficiar sus talentos. Pero (a) los veranos eran para el campamento de chicos-inteligentes para que pudiera fomentar su aprendizaje y (b) un trabajo de verdad lo distraería de su auténtico trabajo, que se había convertido en un repositorio muy largo de conocimiento, y (c) Colin no tenía en realidad ninguna habilidad comercial. Rara vez se encuentra, por ejemplo, este tipo de búsqueda: Prodigio, Gran corporación megalítica busca un prodigio talentoso y ambicioso para formar parte de nuestra emocionante y dinámica División Prodigiosa para un trabajo de verano. Los requerimientos incluyen al menos catorce años de experiencia como niño prodigio certificado, con habilidad para hacer anagramas expertamente (y usando aliteraciones ágilmente) y fluencia en once idiomas. Los deberes del trabajo son leer, recordar enciclopedias, novelas y poesía, y memorizar los primeros noventa y nueve dígitos del número pi.33 Así que cada verano Colin fue al campamento de niños-inteligentes y cada año iba viendo más claro que no estaba hecho para hacer nada, que es lo que le dijo a Hollis Wells. “Necesito que seas razonablemente listo y no para Gutshot, y ambos cumplís los requisitos. Quinientos dólares a la semana para los dos, además de habitación y casa gratis. ¡Estáis alquilados! ¡Bienvenidos a la Familia Textil Gutshot!” Colin le lanzó una mirada a su amigo, que sostenía una codorniz con delicadeza entre sus manos, sus dientes mascaban el hueso en una vana búsqueda por un medio-decente trozo de carne. Hassan puso la codorniz en el plato y miró a Colin. Hassan asintió sutilmente; Colin frunció los labios; Hassan se frotó la barba de un día; Colin se mordió el interior del pulgar; Hassan sonrió; Colin asintió. “Vale,” dijo Colin finalmente. Decidieron quedarse. Nos guste o no, pensó Colin, los viajes tienen destinos. Al menos su viaje entre comillas lo tenía. Y parecía un final justo y dulce, si

33Robado algo, quiso decir Colin. Pero la gramática no era interesante. 33 Fue lo que hizo Colin cuando tenía diez, llegando a las 99 palabras en las que la primera letra de cada palabra correspondía al número pi (a=1, b=2, etc.; j=0). La frase, si tienes interés: Los peces gato siempre beben éter alcoholico si mendigan, por cada pez gato que disfruta de una intoxicación mayor

era en un alojamiento completamente rosa; con personas razonablemente amables, una de las cuales le hizo sentirse famoso; y en la casa de su primer Eureka. Colin no necesitaba el dinero, pero sabía lo mucho que Hassan odiaba gastar el dinero de sus padres. Además, ambos tendrían trabajo. Ninguno de los dos, se le ocurrió a Colin, había, técnicamente, trabajado por dinero antes. A Colin solo le preocupaba el teorema. Hassan dijo, “La ureed an uz’ij rihlatik—wa lakin min ajl khamsu ma’at doolar amreeki fil usbu’, sawfa afa’al.”34 “La ureed an akhsar kulla wakti min ajl watheefa. Yajib an ashtaghil ala mas’alat alriyadiat.”35 “¿Podemos asegurarnos simplemente de que Singleton tiene tiempo para garabatear?” preguntó Hassan en inglés. “¿Eso es algún tipo de farfullo?” interrumpió Lindsey, incrédula. Colin la ignoró, respondiendo en inglés a Hassan. “No es garabatear, algo que sabrías si -” “Fuera a la universidad, vale. Dios, que predecible,” dijo Hassan. Después se giró hacia Lindsey y dijo, “No estamos farfulleando. Hablamos la sagrada lengua del Qur’an, la lengua del gran calipha y Saladin, la lengua más hermosa e intrigante de toda la humanidad.” “Bueno, suena como un mapache aclarándose la garganta,” anotó Lindsey. Colin hizo una pausa durante un momento para sopesar eso. “Necesito tiempo para hacer mi trabajo,” dijo Colin, y Hollis asintió. “Espléndido,” dijo Lindsey, sonriendo genuinamente. “Espléndido. Pero no puedes quedarte mi habitación.” Con la boca medio llena de arroz, Hassan dijo, “Creo que seremos capaces de encontrar un sitio en el que quedarnos en algún lugar de esta casa.” Tras un momento Hollis anunció, “Deberíamos jugar al Scrabble.” Lindsey gimió. “Yo nunca he jugado,” dijo Colin. “¿Un genio que nunca ha jugado al Scrabble?” preguntó Lindsey. “No soy un genio.” “Vale. ¿Un sabelotodo?” Colin rió. Le iba bien. No tanto como un prodigio, no tanto como un genio –pero si un sabelotodo. “No juego a juegos,” dijo Colin. “No juego mucho en realidad.” “Bueno, deberías. Jugar es divertido. Aunque el Scrabble no es la mejor forma de divertirse,” dijo Lindsey. Puntuación final: Hollis: 158 Colin: 521 Lindsey: 293 Hassan: 035 Después de llamar a sus padres y decirle que estaba en un pueblo llamado Gutshot pero evitando mencionar que estaba conviviendo con extraños, Colin se quedo despierto hasta tarde trabajando en el teorema en su nueva habitación del segundo piso, que tenía un bonito escritorio de roble con cajones vacíos. A Colin, por cualquier motivo, siempre le habían

34 “No quiero arruinar tu viaje –pero por quinientos dólares americanos a la semana, lo haré.” 35 “El viaje estaba apestando de todos modos, pero no quiero que el trabajo me quite tiempo. Necesito trabajar en el teorema. 35 “No voy a jugar al Scrabble otra vez contra Singleton. Dios, si tuviera que acordarme de lo tonto que soy, simplemente consultaría la puntuación de mis exámenes, gracias.”

encantado los escritorios con los cajones vacios. Pero el teorema no iba muy bien; estaba empezando a preocuparse de su carencia en cuanto a la experiencia con las matemáticas para el trabajo cuando levantó la mirada para ver la puerta de la habitación abrirse. Lindsey Lee Wells llevaba un pijama de cachemir. “¿Cómo va la cabeza?” preguntó, sentándose en su cama. Él cerró su ojo derecho, después lo abrió, y después presionó con un dedo el corte. “Duele,” respondió. “Gracias por el tratamiento, por cierto.” Ella se cruzó de piernas, sonrió y murmulló, “Para eso están los amigos.” Pero después se puso seria, casi tímida. “Escucha, me preguntaba si podría contarte algo.” Se mordió el interior de su pulgar. “Ey, yo hago eso,” dijo Colin, señalándola. “Oh, qué raro. Es como el pobre pulgar de chupetear, ¿no? De todos modos, solo lo hago en privado,” dijo Lindsey, y Colin pensó que estar delante de él no era realmente “privado” pero no le importó. “Bien, bueno. Puede que esto suene a tontería, pero ¿puedo hablarte sobre la foto para que no pienses que soy una completa idiota? Porque he estado tumbada en la cama pensando en lo idiota que probablemente creas que soy, y que Hassan y tú hayáis estado hablando probablemente de lo idiota que soy y todo eso.” “Em, vale,” dijo, a pesar de que, francamente, él y Hassan tenían un montón de otras cosas de las que hablar. “Era fea. Nunca he estado gorda, y nunca he llevado sombreros ni he tenido granos ni nada. Pero era fea. No sé cómo se decide quién es fea o guapa –quizás hay un rincón en un armario en el que los chicos se juntan y deciden quién es fea y quién está buena, porque por lo que puedo recordar, no hay algo como un medidor para las estudiantes de cuarto que mida si esta buena.” “Definitivamente, nunca has conocido a Katherine I,” la interrumpió Colin. “Regla 1 de la historias: no interrumpir. Pero, jaja. Pervertido. Bueno, era fea. Se metían mucho conmigo. No voy a aburrirte con historias de lo mal que estaba, pero estaba muy mal. Era miserable. Y en octavo curso me volví alternativa. Hollis y yo condujimos hasta Memphis y me compró ropa nueva, y me hizo un corte de pelo a lo Zelda, me lo tiñó de negro y dejé de ponerme al sol, era medio emo, medio gótica, medio punk y medio chica rara. Básicamente, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero no me importaba porque la mitad del colegio en Milán, Tennessee, nunca habían visto un emo o un gótico o un punk o a una chica rara. Era diferente, eso era todo. Odiaba a todo el mundo, y ellos me odiaron por completo durante un año entero. Y después empezó el instituto, y decidí gustarle a la gente. Simplemente lo decidí. Fue tan fácil, tío. Fue muy, muy fácil. Simplemente lo hice. Si andas como una chica guay, hablas como una chica guay, vistes como una chica guay y tienes la mezcla perfecta entre una chica traviesa, grosera y mona, te conviertes en una chica guay. Pero no soy una idiota para la gente. Ni siquiera hay popularidad en mi instituto.” “Eso,” dijo Colin efusivamente, “es una frase que solo podría decirla alguien popular.” “Bueno, vale. No soy simplemente una ex chica fea que vendió su alma para salir con buenorros e ir a las mejores fiestas que la zona de Gutshot puede ofrecerte.” Repitió, casi a la defensiva. “No vendí mi alma.” “Em, vale. No me importaría si lo hubieras hecho,” afirmó Colin. “Los raros siempre dicen que no se preocupan una mierda por la popularidad; pero no tener amigos apesta. Nunca me ha gustado encasillar a los chicos guays que no están encasillados, personalmente –siempre he pensado que todos son un pedazo de mierda inútil. Pero probablemente yo les guste algo. Como el otro día, en el que le dije a Hassan que quería importar –como, ser recordado. Y dijo, “la fama es la nueva popularidad.” Quizás esté en lo correcto, y solo quiera ser famoso. He estado pensando en eso esta noche, de hecho, en que quizás quiera que los extraños piensen que soy

guay porque la gente que ya me conoce no lo cree. Estaba en el zoo de excursión una vez cuando tenía diez años y necesitaba hacer pis, ¿vale? En realidad me urgía mucho ir al baño ese día, probablemente debido a la sobre hidratación. Por cierto, ¿sabías que lo de los ocho vasos al día es una tontería y que no tienen ninguna base científica? Muchas cosas son así. Todo el mundo asume directamente que son ciertas, porque la gente es básicamente perezosa e incuriosa, que por cierto es una de esas palabras que suena como si no fuera una palabra pero lo es.”36 “Es muy raro ver cómo funciona tu cerebro,” dijo Lindsey, y Colin se encogió de hombros. Sabía que no podía contar historias, que siempre incluía detalles extraños y relevantes que le interesaban solo a él. “De todos modos, el final de la historia es que estuve muy cerca de recibir el mordisco de un león en mi pene. Y lo que pretendo decir es que cosas como esas le pasan a la gente popular. Siempre.” Lindsey se rió. “Esa sería una muy buena historia si supieras cómo contarla.” Se mordió el pulgar de nuevo. Su costumbre privada. Tras su mano dijo, “Bueno, creo que eres guay, y quiero que creas que soy guay, y eso es la popularidad.”

El final (del principio) Tras su primer beso, Colin y Katherin I se sentaron en silencio durante dos minutos. Katherine miraba cuidadosamente a Colin, y él intentaba seguir traduciendo Ovidio. Pero se encontró con un problema imprevisible. Colin no se podía centrar. Siguió mirándola. Sus grandes ojos azules, demasiado grandes para su joven rostro en realidad, se quedaron mirándolo. Supuso que estaba enamorado. Finalmente, ella habló. “Colin,” dijo. “¿Sí, Katherine?” “Voy a cortar contigo.” En ese instante, por supuesto, Colin no entendió del todo lo que significaba ese momento. Se sumergió en Ovidio, llorando su pérdida en silencio, y ella continuó mirándolo durante la siguiente media hora hasta que sus padres entraron a la sala de estar para llevarla a casa. Pero solo le llevó un par de Katherines más para que mirara con nostalgia a La Única como la persona con el habla más perfecta del fenómeno Katherine. Su relación de tres minutos fue en sí misma en su más pura forma. Fue el inmutable tango entre los Deshechores y Deshechos: el ir y el venir, la conquista y la vuelta a casa.

36 Es totalmente cierto, lo de los ocho vasos al día. No hay razón alguna para beber ocho pasos de agua al día a menos que, por cualquier razón, te guste particularmente el sabor del agua. Muchos expertos están de acuerdo en que, a menos que te pase algo horrible, deberías beber agua cuando estés –atento a esto –sediento.

ocho Cuando pasas toda tu vida en una ciudad como Chicago, cuando te das cuenta, no eres capaz de aprender ciertos aspectos de la vida rural. Toma, por ejemplo, el preocupante caso del gallo. Para Colin, que el gallo cantara al amanecer no era más que una convención literaria y cinematográfica. Cuando un autor quería que un personaje se despertara de madrugada, Colin se imaginó que el autor simplemente usaba la tradición literaria del canto de un gallo para que sucediera. Era como, pensó, cuando los autores escriben cosas de una forma distinta a cómo suceden en realidad. Los autores nunca incluían la historia completa; simplemente iban al grano. Colin pensaba que la verdad importaba tanto como ir al grano, y se imaginó el por qué nunca podría contar buenas historias. Esa mañana, aprendió que los gallos en realidad no empiezan a cantar al amanecer. Empiezan mucho antes del amanecer –sobre las 5 de la mañana. Colin se dio la vuelta en la cama ajena, y durante un par de segundos, mientras se adentraba en la oscuridad, se sintió bien. Cansado, y cabreado con el galló. Pero bien. Y después se acordó de que se habían deshecho de él, y pensó en ella dormida en su grande y blanda cama, no soñando con él. Se volvió a dar la vuelta hacia su móvil. No habían llamadas perdidas. El gallo cantó otra vez. “Quiquiriquí no, hijo de puta,” murmuró Colin. Pero el gallo hizo quiquiriquí, y con el amanecer, el quiquiriquí se transformó en una sinfonía rara y disonante cuando se mezclaba con el sonido de los rezos mañaneros de un musulmán. Esas horas de sonido indormibles le dieron tiempo de replantearse todo desde la última vez que Katherine pensó en él al número de anagramas correctos de rooster (gallo).37 Alrededor de las 7 de la mañana, cuando el gallo (o quizás hubiera más de uno –quizás cantaran en turnos) entró en su tercera hora de gritos estridentes, Colin fue al baño, que también conectaba con la habitación de Hassan. Hassan ya estaba en la ducha. Por toda la lujuria, su baño no tenía bañera. “Buenos días, Hass.” “Ey.” Gritó Hassan a través del agua. “Tío, Hollis está dormida en la sala de estar viendo la tele tienda. Tiene una casa de un billón de dólares y duerme en el sofá.” “Las abejas reina son raras,” dijo Colin, sacando su cepillo de dientes a mitad de la frase. “Lo que tu digas –Hollis me quiere. Piensa que me he caído de la luna. Y que tú eres un genio. Y por quinientos dólares a la semana, no tendré que trabajar de nuevo. Quinientos dólares pueden darme para cinco meses en casa, tío. Puedo sobrevivir en este verano hasta que tenga, como treinta.” “Tu poder de ambición es realmente remarcable.” La mano de Hassan salió de la ducha y cogió una toalla en la que había un monograma con HLW. Salió momentos después, y caminó hacia la habitación de Colin, con la toalla alrededor de su considerable cintura. “Escucha, kafir. En serio. Deja eso de que vaya a la universidad. Déjame ser feliz; yo te dejaré ser feliz. Echarnos mierda está bien, pero hasta cierto punto.” “Lo siento. No sabía que el punto había llegado.” Colin se sentó en la cama, poniéndose la camiseta de KranialKidz que le habían dado. “Bueno, has sacado el tema durante 384 días consecutivos.” “Quizás deberíamos tener una palabra,” dijo Colin. “Para cuando se llega demasiado lejos. Una palabra al azar, y entonces sabríamos que debemos parar.”

37 Encontró cuarenta, de los cuales solo le gustaron dos: “rose rot” (“rosa putrefacta”) y “to err so.” (“errar así.”)

Ahí de pie con su toalla, Hassan miró al techo y finalmente dijo, “Gamborimbos.” “Gamborrimbos.” Asintió Colin, haciendo un anagrama en su cabeza. Gamborrimbos* era el premio gordo de los anagramas.38 “Estás haciendo anagramas, ¿a que sí, hijo de puta?” preguntó Hassan. “Sí,” dijo Colin. “Quizás por eso te dejó. Siempre haciendo anagramas, nunca escuchando.” “Gamborrimbos,” dijo Colin. “Solo te estaba dando la oportunidad de usarla. Vale, vayamos a comer. Estoy más hambriento que un niño en su tercer día de campamento para gordos.” Mientras bajaban al salón por una escalera en espiral que los llevaba a la sala de estar, Colin preguntó –tan bajito como podía –“¿Entonces crees que Hollis quiere darnos trabajo, en realidad? Hassan se paró en la escalera, y Colin con él. “Quiere hacerme feliz. Los gorditos tenemos una conexión, tío. Es como un Secreto Social. Tenemos un montón de cosas que tú no sabes. Saludos, bailes especiales de gente gorda –tenemos esas jotidas guaridas secretas en el centro de la tierra y bajamos ahí en mitad de la noche cuando todos los niños delgados están dormidos y comemos pasteles y patatas fritas y porquerías. ¿Por qué crees que Hollis está durmiendo aún kafir? Porque hemos estado despiertos toda la noche en ese sitio secreto inyectando azúcar glaseado en nuestras venas. Nos va a dar trabajo porque un gordito siempre apoya a otro gordito.” “Tú no estás gordo. Estás rellenito.” “Tío, ya has visto mis tetas de tío cuando he salido de la ducha.” “No son tan malas,” dijo Colin. “¡Oh, ahí va! ¡Lo estabas pidiendo!” Hassan se levantó la camiseta hasta el cuello y Colin se acercó al peludo pecho de Hass, formado por –vale, no había por qué negarlo –tetas pequeñas. Aunque de copa A. Hassan sonrió con gran satisfacción, bajándose la camiseta, y bajando las escaleras. Le llevó una hora a Hollis estar lista, mientras tanto Hassan y Lindsey hablaban y veían The Today Show y Colin, sentado en la otra esquina del sofá, leía un libro que había puesto en su mochila –una antología de Lord Byron que incluía los poemas Lara y Don Juan. Le gustaba mucho. Cuando Lindsey lo interrumpió, había llegado a una línea de Lara que le gustaba mucho: “La eternidad te invita a olvidar.” “¿Qué lees por ahí, sabelotodo?” preguntó Lindsey. Colin levantó la portada. “Don Juan,” dijo, pronunciando Juan como Wan. “¿Intentando averiguar cómo evitar que se deshagan de ti?” “Jew-un,” corrigió Colin. “Se pronuncia Don Jew-un” dijo.39 “No es interesante,” señaló Hassan. Pero Lindsey pareció encontrarlo más molesto que no interesante. Puso sus ojos en blanco y cogió los platos del desayuno de la mesa de café. Hollis Wells bajó las escaleras, envuelta en lo que parecía, para todo el mundo, una toga de flores. “Lo que vamos a hacer,” dijo rápidamente, “es reunir una historia oral de Gutshot, para generaciones futuras. He estado viendo a gente para hacer entrevistas durante un par de semanas, pero ya no lo haré ahora que estáis aquí. Bueno, la ruina de toda esta iniciativa han

*Gamborrimbos, en inglés Dingleberries 38 Como inbred girl (instinto femenino); breeds grin (productor de sonrisas); leering debris (mirar de reojo a escombros); greed be nil, sir (la avaricia no es nada, señor); be idle re. rings (se ocioso con los anillos); ringside rebel (rebelde de primera fila); residing rebel (rebelde residente); etc. 39 Es cierto. Mucha de la métrica de Don Juan solo funciona si lees Juan como dos sílabas.

sido los cotilleos –todo el mundo hablando de lo que los otros dicen o no dicen. Pero ninguno de vosotros tenéis ningún motivo en el mundo para hablar de si a Ellie Mallie le gustaba o no su marido cuando se casó con él en 1937. Así que –sois vosotros. Y Linds, a quien todo el mundo cree –” “Soy muy sincera,” explicó Lindsey, cortando a su madre. “Por desgracia, querida. Pero sí. Así que haced que esa gente hable y no se callarán, os lo aseguro. Quiero que me deis seis horas de grabación todos los días. Pero dirigirlos hacia la historia real, si podéis. Estoy haciendo esto por mis nietos, no para una fiesta de cotilleo.” Lindsey tosió y murmulló “gilipolleces,” y después tosió otra vez. Los ojos de Hollis se agrandaron. “¡Lindsey Lee Wells, pon una moneda en el cuenco de las palabrotas ahora mismo!” “Mierda,” dijo Lindsey. “Polla. Jodienda.” Se dirigió hacia la repisa de la chimenea y puso un dólar en una jarra masona de vidrio. “No tendrás otra oportunidad, Hollis,” dijo. Colin no pudo hacer otra cosa que reírse; Hollis lo miró de reojo. “Bueno,” dijo, “Todos deberíais salir. Seis horas de grabación, y estar de vuelta para la cena.” “Espera, ¿quién va a abrir la tienda?” preguntó Lindsey. “He enviado a Colin allí durante una temporada.” “Se supone que tengo que estar grabando a desconocidos,” señaló Colin. “El otro Colin,” dijo Hollis. “El…” y después suspiró, “novio de Lindsey. No lo he visto en el trabajo la mitad del tiempo de todos modos. Venga, iros.” En el Coche Fúnebre, con Hassan conduciendo el excesivamente largo camino de la Mansión Rosa, Lindsey dijo, “El, suspiro, novio de Lindsey. Siempre es El, suspiro, novio de Lindsey. Dios. Bueno, escuchad, llevadme a la tienda.” Hassan la miró y le habló a Lindsey a través del espejo retrovisor. “Ni de jotida coña. Así es como empiezan las películas de miedo. Te dejamos ir a casa de un extraño, y cinco minutos después algún psicópata me corta los huevos con un machete mientras su mujer esquizofrénica le hace hacer a Colin flexiones en una cama de carbones calientes. Tu vienes con nosotros.” “No os ofendáis, pero no he visto a Colin desde ayer.” “Que no se ofenda ese idiota,” respondió Hassan, “pero Colin está sentado en el asiento del copiloto leyendo Don JEW-UN. Tú estás saliendo con El Otro Colin, aka EOC. Colin ya no estaba leyendo; estaba escuchando cómo Hassan lo defendía. O al menos él creía que lo defendía. Nunca puedes estar seguro con Hassan. “Es decir, mi chico de ahí es claramente el primer Colin. No hay nadie como él. Colin, di “único” en todos los idiomas que puedas.” Colin lo dijo rápidamente. Esa era una palabra que sabía. “Em, unique40, único41, einzigartig42, unique43, уникáљнњiй44, µoυακός45, singularis46, farid47. Hassan era bueno en lo suyo, sin ninguna duda –Colin sintió un arrebato de afecto hacia él, y la recitación de las palabras causó algo para limpiar el omnipresente agujero de su garganta. Fue, por un momento, como medicina. Lindsey le sonrió a Colin a través del espejo retrovisor. “Señor, mi copa de Colins está rebosando.” Sonrió. “Uno me enseña francés, y al otro le hago un francés.” Se rió de su propia broma, después dijo, “Bueno, vale. Iré. No me gustaría ver cómo le cortan los huevos a Colin,

40 Inglés 41 Italiano 42 Alemán 43 Francés e inglés 44 Ruso 45 Griego 45 Latín 47 Árabe

después de todo. Tampoco Colin, supongo. Pero tenéis que llevarme a la tienda después.” Hassan asintió y Lindsey los hizo pasar por una tienda que llamó “Taco Hell*” hasta una pequeña calle lateral llena de pequeñas casas de una sola planta. Se dirigieron a la carretera. “Muchas personas están trabajando,” explicó. “Pero Starnes debería estar en casa.” Los saludó desde la puerta. La mandíbula inferior de Starnes no estaba; parecía tener una especie de pico de pato cubierto con piel en lugar de un mentón o una mandíbula o dientes. Y aún así intentó sonreírle a Lindsey. “Cielo,” dijo, “¿cómo estás?” “Siempre estoy bien cuando consigo verte, Starnes,” dijo, abrazándolo. Sus ojos se abrieron, y después Lindsey se lo presento a Colin y a Hassan. Cuando el viejo señor se dio cuenta de que Colin se le quedó mirando, Starnes explicó, “Cáncer. Ahora entrad y sentaos.” La casa olía a sofás mohosos y de madera sin terminar. Olía, pensó Colin, a telarañas o a memorias confusas. Olía como el sótano de K-19. Y el olor lo llevó de vuelta de una forma visceral a un tiempo en el que ella lo quería –o al menos él sintió que lo quería –eso hizo que el estómago le doliera de nuevo. Cerró los ojos durante un segundo y esperó a que el sentimiento pasara, pero no lo hacía. Para Colin, nada había pasado.

*Juego de palabras que hace referencia a la famosa tienda Taco Bell, cambiando la segunda palabra por Hell, que significa infierno.

El principio (del final) Katherine XIX no era aún la XIX cuando salieron juntos por tercera vez. Aunque las señales eran positivas, no se atrevía a preguntarle si quería salir con él, y no podía simplemente acercarse y besarla. Colin frecuentemente se tambaleaba cuando llegaba el momento de besarse. Tenía una teoría en cuanto a esto, de hecho, se llamaba la Teoría del Mínimo Rechazo (TMR): El hecho de acercarse a alguien para besarle, o preguntarle si puedes besarle, está condicionado por la posibilidad del rechazo, así que la persona menos propensa a ser rechazada debería acercarse o preguntar. Y esa persona, al menos en la relaciones heterosexuales del instituto, es definitivamente la chica. Piensa en ello: los chicos básicamente quieren besar a chicas. Los chicos tienen que hacerlo. Siempre. Hassan aparte, raramente hay una vez en la que el chico está pensando “Eh, creo que prefiero no besar a esa chica hoy.” Quizás si un chico estuviera, literalmente, ardiendo, podría no pensar en hacerlo. Pero es así. Mientras que las chicas son muy cambiantes en cuanto a besar. A veces quieren hacerlo; otras veces no. Son una fortaleza impenetrable de desconocimiento, de verdad. Ergo: las chicas deberían siempre dar el primer paso, porque (a) tienen, en general, menos probabilidades de ser rechazadas que los chicos, y (b) de ese modo, a las chicas no se les besaría a menos que quisieran que se les bese. Desafortunadamente para Colin, no hay ningún tipo de lógica en cuanto a besar, y por eso su teoría nunca funcionó. Pero debido a que siempre solía esperar demasiado para besar a una chica, rara vez se había enfrentado al rechazo. Llamó a la futura Katherine XIX ese viernes después del instituto y le dijo de ir a tomar u café al día siguiente, y ella dijo que sí. Fue en la misma cafetería en la que tuvieron sus primeras dos citas –acontecimiento totalmente agradable lleno con mucha tensión sexual con la que no podía hacer otra cosa que encenderse un poco cuando ella le tocaba casualmente la mano. Puso sus manos encima de la mesa, de hecho, porque quería que las tuviera a su alcance. La cafetería estaba a un par de millas de la casa de Katherine y a cuatro edificios de la de Colin. Se llamaba Café Sel Marie, se servía el mejor café de chicago, algo que no le importaba para nada a Colin, porque no le gustaba el café. Le gustaba la idea del café –una bebida caliente que te da energía que se ha asociado durante siglos a gente sofisticada e intelectual. Pero el café en sí le sabía a bilis cafeinada estomacal. Así que lidió finalmente con el desafortunado sabor poniéndole un poco de crema, que Katherine probó gentilmente esa tarde. Esto no tiene importancia si no dices que Katherine bebe café solo. Katherine lo hacía, generalmente. Le gustaba el sabor del café como le gustaban sus ex novios: amargo. Horas después, tras un par de tazas de café de por medio, ella quiso enseñarle una película. “Se llama The Royal Tenenbaums,” dijo. “Es sobre una familia de prodigios.” Colin y Katherine tomaron el sureste de Line Brown hacia Wrigleyville, y después anduvieron cinco manzanas hasta su casa, un estrecho edificio de dos pisos. Katherine lo condujo hacia el sótano. Con piso de baldosas de linóleo onduladas, la humedad, un lugar húmedo con un viejo sofá, sin ventanas, y techos muy bajos. Lo hacía una vivienda muy pobre, pero era un teatro increíble. Estaba tan oscuro que podías sentarte en el sofá y desaparecer en la película. A Colin le gustó mucho la película; se rió mucho, se sintió cómodo en un nundo en el que todos los personajes que habían sido niños inteligentes crecieron para ser adultos únicos y fascinantes (a pesar de que estaban todos jodidos). Cuando terminó, Katherine y Colin se quedaron sentados en la oscuridad juntos. El sótano era el único sitio más inocentemente oscuro que Colin había visto en Chicago. –dia y noche, una luz naranja agrisada se filtraba a través de un sitio con ventanas.

“Me encanta la banda sonora,” dijo Katherine. “Hace que te sientas bien.” “Sí,” dijo Colin. “Y me han gustado los personajes. Incluso me gustaba un poco el padre horrible.” “Sí, a mi también,” dijo Katherine. Podía ver su rubio cabello y la línea de su rostro un poco. Su mano, que había estado cogiendo la suya a treinta minutos de terminar la película, estaba compacta y sudada, pero no quería ser el que la apartara. Ella siguió, “O sea, es egoísta, pero todo el mundo es egoísta.” “Cierto,” dijo Colin. “¿Entonces es así? El ser, eh, un prodigio o lo que sea. “Em, no en realidad. Todos los prodigios en las películas son muy atractivos, para empezar,” bromeó, y ella se rió y dijo, “También los que yo conozco,” y después él exhaló bruscamente, la miró y casi –pero no. No estaba seguro y no podía afrontar el rechazo. “Bueno, además en esta película es como que todos han nacido listos. Yo no soy así. Es decir, trabajo como mínimo diez horas al día, cada día, desde que tengo tres años,” dijo, sin ninguna soberbia. Él pensaba en eso como trabajo -leer y practicar idiomas y pronunciaciones, la recitación de versos, la cautelosa exanimación de cada texto que se le ponía delante. “¿Entonces en qué eres bueno exactamente? Ya sé que eres bueno en todo, pero ¿qué otra cosa se te dan tan bien aparte de los idiomas?” “Soy bueno con los códigos y esos temas. Y soy bueno en los juegos de palabras como los anagramas. Es una de mis cosas favoritas, en realidad. Puedo hacer un anagrama de cualquier cosa.” “¿De cualquier cosa?” “Night nay*,” respondió rápidamente, y ella se rió tras decir, “Katherine Carter.” Quería con todas sus ganas poner su mano alrededor de su nuca y acercarla a él para probar el sabor de sus labios, plena y suavemente en la oscuridad. Pero no aún. No estaba seguro. Su corazón bombeaba. “Em, vale. “Her karate Cretin** –em, oh. Me gusta este: their arcane trek***.” Ella se rió, sacó su mano y la apoyó sobre su rodilla. Sus dedos eran suaves. Él pudo olerla claramente por encima de la humedad del sótano. Pero no se atrevió a mirarla, no todavía. Simplemente miraba la pantalla negra del televisor. Quería alargar momento tras momento – porque al igual que como el sentimiento de un beso, nada sienta mejor que los momentos anteriores. “¿Cómo haces eso?” preguntó ella. “Práctica, mayormente. Lo he estado haciendo durante mucho tiempo. Veo las letras y creo una primera palabra que sea mejor –como karate o cretin –y después intento usar las otras letras para hacer –Dios, esto es aburrido,” dijo, esperando que no lo fuera. “Vale, entonces anagramas. Ese es uno. ¿Tienes otro talento encantador?” preguntó, y ahora se sintió seguro. Finalmente, Colin se giró hacia ella, reuniendo en su garganta la medida justa de valentía de la que disponía, y dijo, “Bueno, soy un gran besador.”

*Hace un anagrama de Anything, que es Night, nay (Noche nueva) ** Hace un anagrama de Katherine Carter, que es Her Karate cretin (su karate tonto) *** Otro anagrama de Katherine Carter: their arcane trek (su excursión de arcanos)

nueve “Estáis en vuestra casa. Hollis dijo que quizás vendríais aquí para hacerme una entrevista y saber de mi fascinante vida,” dijo Starnes, y Colin se sentó en un sofá humedecido pero no como aquel en el que él y K-19 compartieron su primer beso. Lindsey presentó a Colin y a Hassan, y después Colin empezó a hacer preguntas. La habitación no tenía aire acondicionado, y cuando Colin presionó el botón de grabación de la mini grabadora digital y se sentó en la mesa de café de Starnes, sintió la primera gota en su cuello. Sería un largo día. “¿Cuándo viniste a Gutshot?” preguntó Lindsey. “Nací en la ciudad48 novecientos veinte. Nací aquí, crecí aquí, siempre he vivido aquí, y moriré aquí, estoy seguro,” dijo, y después le giñó un ojo a Lindsey. “Oh, Starnes, no digas eso,” dijo Lindsey. “¿Qué diablos hago aquí contigo?” “Probablemente estar aquí con ese chico de Lyford,” respondió Starnes. Starnes se giró hacia los chicos y dijo, “No pienso demasiado en el padre de ese chico.” “Me quieres toda para ti,” dijo Lindsey, riendo. “Háblanos de la fábrica, Starnes. Estos chicos nunca han estado en ella.” Delante de Starnes, por algún motivo, Lindsey hablaba con un denso acento. “La fábrica se abrió tres años antes de que yo naciera, y he trabajo ahí desde que tenía catorce años. Supongo que si no lo hubiera hecho, habría sido agricultor –eso es lo que mi padre decía hasta que entré en la fábrica. Hacíamos de todo entonces; camisetas, pañuelos, bandanas, era un trabajo duro. Pero tu familia siempre ha sido justa –primero el Dr. Dinzanfar y después su hijastro Corville Wells. Después estuvo ese hijoputa Alex, que se que es tu padre, Lindsey, así que tienes que perdonarme. Y después Hollis, que se preocupó de cada uno de nosotros. Lo llamaron la sala de descanso por mí, porque ahí es donde yo pasaba la mayor parte del tiempo.” Su labio superior parecía sonreír, pero sin barbilla en la mandíbula no podía conseguirlo. Ya la casa parecía un tubo ardiente sin agua ni tuberías. Esta es una forma difícil de conseguir cien dólares, pensó Colin. “¿Queréis té?” preguntó Starnes. Sin esperar respuesta, se levantó y se dirigió a la cocina. A la vez dulce y amargo, sabía un poco a limonada, aunque más cultivado. A Colin le encantó –era todo lo que esperaba que el café fuera –y un par de vasos lo ayudaron mientras Starnes hablaba, parando solo para tomarse la medicación (una vez) e ir al baño (cuatro veces; la gente mayor hace eso –parece que les encantan los baños). “Bueno, lo primero que tenéis que entender es que en el pueblo no éramos pobres. Ni en la depresión, no estaba hambriento porque cuando el Dr. Dinzanfar tenía que tirar a personas, nunca despedía a más de una persona de la familia.” Algo sobre el Dr. Dinzanfar llevó a Starnes a otro lugar. “Sabéis que han estado nombrando al pueblo Gutshot durante mucho tiempo, y Lindsey, más te vale que no sepas por qué.” Lindsey negó con la cabeza cortésmente, y Starnes se acercó a su Chico-La-Z y dijo, “Ah, ya veo. ¡Entonces no habéis escuchado ni una sola cosa del lugar entonces! Antiguamente, tan antiguamente que este viejo hombre no había nacido aún, el boxeo profesional era ilegal. Y si querías romper la ley, Gutshot era un buen lugar para hacerlo. “Siempre lo ha sido, en realidad. Vi el interior de la prisión del barrio Carver un par de veces, ya sabéis. Estaba borracho en público en 1948; era una molestia pública en 1956; y

48 Enseguida le quedó claro a Colin que Starnet no quería decir “Los Estados Unidos de América” sino “esa área general del central sur de Tennessee.”

después estuve en prisión durante dos años por disparara ilegalmente un arma cuando maté a la serpiente de Caroline Clayton en 1974. Mary no pagó la fianza cuando maté a esa serpiente hija de Dios, ¿pero quién diría que era una mascota? Entré en la casa de Caroline Clayton buscando el martillo que me robó seis meses antes, y había una serpiente arrastrándose por la cocina. ¿Qué habrías hecho tú, hijo?” le preguntó a Colin. Colin meditó sobre la situación. “¿Entraste en la casa de alguien sin llamar?” preguntó. “No, llamé, pero no había nadie en casa.” “Eso también es ilegal,” señaló Colin. “Allanamiento de morada.” “Bueno, gracias a Dios que tú no me arrestaste, chico,” dijo Starnes. “De todos modos, ves a una serpiente, y la matas. Así es justo como yo actué. Así que le disparé. Partiéndola justo en dos. Y esa tarde, Caroline Clayton vino a mi casa –ha fallecido ya, Dios la bendiga –y estaba gritando y llorando diciendo que había matado a Jake, y yo le dije que alguien más tenía que haber matado a Jake, quien quisiera que fuera, porque yo solo había disparado a una puta serpiente. Pero luego resultó que Jake era la serpiente, y ella la quería como al hijo que nunca había tenido. Nunca se casó, claro. Era más fea que un pecado, Dios la bendiga.” “A la serpiente probablemente no le importaba que fuera fea,” dijo Colin. “Tienen una visión muy pobre.” Starnes se quedó mirando a Lindsey Lee Wells. “Tu amigo es una fuente regular de conocimiento.” “Seguro que sí,” dijo cansada. “¿De qué estaba hablando?” preguntó Starnes. “Gutshot. Boxeo. Antiguamente,” respondió Colin rápidamente. “Eso, sí, bueno. Era un pueblo para los problemas entonces antes de que la fábrica trajera a familias. Tan solo un pueblo tosco y alejado. Mi madre me dijo que el pueblo no tenía nombre. Pero entonces empezaron a traer a boxeadores. Chicos de todas las partes de la ciudad venían aquí y luchaban por cinco o diez dólares, el ganador se lo llevaba todo, y ganaba dinero extra apostando por ellos mismos. Pero empezaron a estudiar las reglas del boxeo, tenían esta norma: no puedes golpear por debajo del cinturón ni por encima de los hombros. Boxeo de Gutshot. El pueblo se hizo famoso por eso, y por eso nos llamamos así.” Colin se frotó con su palma sudada, su frente sudorosa, difundiendo la humedad en lugar de terminar con ella, y le dio varios tragos al té. “Mary yo nos casamos en 1944,” empezó Starnes, “cuando se suponía que tenía que irme a la guerra.” Y Colin pensó que Starnes quizás se hubiera beneficiado de una lección de su profesor de inglés en undécimo grado, el Sr. Holtsclaw, que le habló de las transiciones. Colin no podía contar una historia que salvara su vida, cierto, pero al menos había oído lo de las transiciones. Aún así, fue divertido escuchar a Starnes. “Bueno, no fui a la guerra porque me disparé en dos dedos de los pies porque soy un cobarde. Soy un hombre viejo así que puedo seros sincero. No tenía miedo de la guerra, ¿sabéis? La guerra nunca me había asustado. Simplemente no quería ir al infierno para luchar con uno. Obtuve una reputación tras eso –fingí que me disparé por accidente, pero todo el mundo lo sabía. Nunca perdí esa reputación, pero ahora casi todo el mundo está muerto, y ninguno de vosotros tenéis sus historias, así que tenéis que creer la mía por defecto: Ellos también eran cobardes. Todo el mundo lo es. “Pero nos casamos y, oh Dios mío, nos queríamos. Siempre lo hicimos hasta el final. Nunca le había gustado mucho, pero seguro que me quería, no sé si me entendéis.” Colin miró a Hassan, que lo miró a él, con los ojos llenos de terror. Ambos temían que sabían exactamente lo que Starnes estaba diciendo. “Murió en 1997. De un ataque al corazón. Ella era toda bondad, y yo todo maldad, pero ella murió, y yo no.”

Les enseñó fotos de ella entonces; se pusieron en círculo alrededor de Su Chico La-Z con sus manos arrugadas pasando lentamente el álbum de fotos lleno de recuerdos. La foto más vieja estaba borrosa y amarillenta, y Colin pensó que incluso en las fotos de su juventud, la gente vieja parece vieja. Vio como las fotos pasaban de un rugoso blanco y negro a los colores templados de la Polaroid, vio como nacieron sus hijos y como crecieron, como el pelo se le caía y era reemplazado por arrugas. Y en todo momento, Starnes y Mary estuvieron en las fotos juntos, desde la boda hasta su quincuagésimo aniversario. Yo tendré eso, pensó Colin. Lo tendré. Sí. Con Katherine. Pero no será sólo eso, resolvió. Dejaré tras de mí algo más que un álbum de fotos en el que siempre parezca viejo. Después, Colin supo que se habían terminado las seis horas cuando Lindsey Lee Wells se levantó y dijo, “Tenemos que irnos, Starnes.” “Muy bien,” dijo. “Encantado de que hayáis venido. Y Lindsey, estás perfecta.” “¿Necesitas aire acondicionado, colega? Hace un calor horrendo aquí, y Hollis puede conseguirte uno sin problemas,” dijo Lindsey. “Me las apaño bien. Ha hecho suficiente por mí.” Starnes se levantó y caminó hacia la puerta. Colin apretó la temblorosa mano del viejo hombre. En el Coche fúnebre, Colin condujo tan rápido como la carretera se lo permitía, con las ventanillas bajadas intentando refrescarse. Hassan dijo, “Creo que he perdido seis gramos en sudor.” “Entonces debería estar más tiempo en el calor,” dijo Lindsey. “Han sido los cien dólares más fáciles que se han conseguido en Gutshot. Ey, no, no gires. Necesito que me llevéis a la tienda.” “¿Para que todos podamos ir con El Otro Colin y un agradable aire acondicionado? Lindsey meneó la cabeza. “No, no. Me dejáis y después perdéis el tiempo hasta que me recojáis en dos horas y después le contamos a Hollis que nos hemos pasado toda la tarde recorriéndonos el pueblo.” “Bueno,” dijo Hassan, sonando un poco molesto, “echamos de menos tu abundante personalidad encantadora y burbujeante.” “Oh, lo siento,” dijo. “Estaba bromeando. Bueno, me gustas, Hassan; es el sabelotodo al que encuentro inaguantable.” Colin miró por el retrovisor hacia el asiento trasero. Estaba sonriéndole con sus labios cerrados. Sabía que estaba bromeando, o pensó que lo estaba haciendo, pero aún así sintió la angustia clavándosele en la garganta, y supo que el dolor se le reflejaba en los ojos. “Dios, Singleton, estoy bromeando.” “Tienes que recordar que cada vez que escucha a una chica llamarlo inaguantable, son las últimas palabras de Katherine,” le explicó Hassan, hablando como si Colin no estuviera al volante. “Es muy sensible con todo el tema de ser inaguantable.” “Gamborrimbos,” dijo Colin. “Cazado.”

Tras dejar a Lindsey, terminaron yendo al Hardee’s, hicieron una comida-merienda de papas con dobles cheeseburgers y patatas fritas con el peso de su propia grasa. Colin leyó a Byron durante los primeros treinta minutos mientras Hassan suspiraba repetidamente y decía, “Dios, eres aburrido,” hasta que Colin dejó el libro.

Aún les quedaba una hora cuando habían terminado de comer. Sentados en el aparcamiento con las hondas del calor hondeando en el pavimento, Hassan se frotó la frente y dijo, “creo que deberíamos ir a la Tienda de Comestibles de Gutshot.” Se dirigieron al sucio aparcamiento de la tienda cincuenta minutos antes, subieron las escaleras e irrumpieron en el aire acondicionado. Tras el mostrador, Lindsey Lee Wells estaba sentada en lo que parecía ser un chico, que la envolvía con su brazo. “Hola,” dijo Colin. EOC se asomó tras Lindsey. Le asintió a Colin sin sonreír ni pestañear ni cualquier otro movimiento de los músculos de su fuerte y rudo rostro. “¿Qué pasa?” dijo EOC. “No mucho,” dijo Colin. “Sois unos chicos muy afortunados, por vivir con Lindsey.” Lindsey dejó ir una sonrisa picarona y se giró para besar a su novio dulcemente en el cuello. “Oh, viviremos juntos algún día,” dijo. “Si la tocáis,” dijo EOC inesperadamente, “os mato.” “Eso ha sido un poco cliché,” dijo Hassan desde el pasillo de los caramelos. “¿Y qué se la tocamos? O sea, ¿y si me tropiezo con ella mientras vamos por el pasillo?” EOC se quedó fulminado. “Bueno,” dijo, “ha sido divertido. Pero Lindsey y yo estamos en medio de una charla muy importante, así que si no os importa…” Para acabar con la tensión, Colin dijo, “Oh, lo siento. Sí, nosotros solo, eh, dábamos un paseo o algo así.” “Tomad,” dijo Lindsey, y les lanzó unas llaves. “La camioneta de Colin tiene aire acondicionado.” “No saquéis la camioneta del aparcamiento,” dijo ásperamente EOC. Cuando salieron por la puerta, Colin escuchó a EOC preguntarle a Lindsey, “¿Quién es el genio –el gordo o el delgado?” pero no puedo escuchar la respuesta de Lindsey. Cuando caminaban por el sucio aparcamiento hacia la camioneta de EOC, Hassan dijo, “Dios, la ha construido como una puta casa de ladrillos, ¿no? Escucha, El Gordo va a mear en el campo.” “El Delgado esperará al Gordo en la camioneta,” dijo Colin. Colin subió, puso las llaves y encendió el aire acondicionado al máximo, aun así al principio solo salió aire caliente. Hassan abrió la puerta del copiloto e inmediatamente empezó a hablar. “Es tan melosa delante de él, pero cuando está con nosotros es simplemente uno de los chicos, soltando mierdas, y después con Starnes hablaba como si fuera del Sureste.” “¿Te has colado por ella o algo?” preguntó Colin de repente. “No. Simplemente estaba pensando en voz alta. Por última vez, no estoy interesado en salir con una chica con la que no me voy a casar. Salir con Lindsey seria haram49. Además, tiene una nariz muy grande. No me van las narices.” “Bueno, no pretendo empezar una discusión, pero haces muchas peores cosas que son haram.” Hassan asintió. “Sí, pero las cosas haram que hago son cosas como tener un perro. No cosas como fumar crack, o hablar a las espaldas de la gente, o robar, o mentir a mi madre, o joterme a chicas.” “Relativismo moral,” dijo Colin. “No, no lo es. No creo que a Dios le importe una mierda si tenemos un perro o si una mujer lleva pantalones cortos. Creo que le importa si eres buena persona.” Las palabras “buena persona” le hicieron acordarse a Colin de Katherine XIX. Iba a irse de Chicago pronto para ir a un campamento en Wisconsin, donde trabajaba cada verano como 49 Haram es una palabra árabe que significa “olvidado por el Islam.”

asesora. El campamento era para niños con discapacidades físicas. Les enseñaban a montar caballos. Era muy buena persona, y él echaba de menos todo su cuerpo. Echaba de menos sus pastelitos locos50. Pero sintió, en su palpitante pieza perdida dentro de él, que ella no lo sintió así durante mucho tiempo. Estaría probablemente aliviada. Si estuviera pensando en él, llamaría. A menos que… “Creo que voy a llamarla.” “Esa es la peor idea que has tenido,” contestó Hassan inmediatamente. “La. Peor. Idea.” “No, no lo es, porque ¿y si está esperando que la llame como yo estoy esperando que ella me llame a mi?” “Vale, pero tú eres el Deshecho. Los Deshechos no llaman. Ya lo sabes, kafir. Los Deshechos nunca, nunca deben llamar. No hay excepción a esa regla. Nunca llaman. Nunca. No puedes llamar.” Colin buscó en su bolsillo. “No lo hagas, tío. Están quitándole el seguro a una granada. Estás cubierto de gasolina y el teléfono es un mechero.” Colin abrió el teléfono. “Gamborrimbos,” dijo. Hassan levantó sus manos, “¡No puedes decir Gamborrimbos aquí! ¡Es un uso flagrante del Gamborrimbo! ¡Yo te Gamborrimbos que la llames!” Colin cerró el teléfono y reflexionó. Pensativo, se mordió el interior del pulgar. “Vale,” dijo, volviendo a meter el teléfono en su bolsillo. “No lo haré.” Hassan suspiró profundamente. “Has estado cerca. Gracias a Dios por el Doble Reverso de los Gamborrimbos.” Después estuvieron sentados en silencio durante un momento y después Colin dijo, “Quiero volver a casa.” “¿A Chicago?” “No, a la de Lindsey. Pero aún tenemos que matar cuarenta minutos.” Hassan miro fuera a través del parabrisas y asintió con la cabeza lentamente. Tras un momento de silencio dijo, “Vale. Vale. Ataque de asma de chico gordo. Es un clásico, pero funciona.” “¿Qué?” Hassan puso los ojos en blanco. “¿Qué, eres sordo? Ataque de asma de chico gordo. Es el truco más viejo de todos los libros de niños gordos. Tú solo sígueme el rollo.” Salieron del coche y Hassan empezó a respirar muy alto. Cada inhalación suya parecía un pato muriendo. HEEEEEEENH; exhalación; HEEEEEENH; exhalación. Puso su mano contra su pecho, y corrió hacia la Tienda de Comestibles de Gutshot. “¿Qué le pasa?” le preguntó Lindsey a Colin. Antes de que pudiera responder, Hassan empezó a hablar entre jadeos. “HEEEEEENH. Asma. HEEEENH. Ataque. HEEENH. Uno fuerte. HEEEEENH.” “Oh, mierda,” dijo Lindsey. Se levantó de las rodillas de EOC, se giró, cogió su kit de primeros auxilios, y empezó a buscar en vano medicinas para el asma. EOC estaba sentado silenciosamente en el taburete, cabreado, sin ninguna duda, por la interrupción. “Se pondrá bien,” dijo Colin. “Le suele pasar. Solo tenemos que ir a casa a por su inhalador.” “A Hollis no le gusta que la gente aparezca cuando está trabajando,” dijo Lindsey. “Bueno, hará una excepción,” dijo Colin. Hassan mantuvo sus jadeos de camino a casa, y mientras subía las escaleras de la Mansión Rosa hacia su habitación. Colin se sentó con Lindsey en la sala de estar. Ambos podían

50 Es empalagoso, pero es lo que siempre se decían el uno al otro. “Te quiero como a un pastelito loco; te extraño como a un pastelito loco;” etc.

escuchar a Hollis en la cocina diciendo, “Este es un producto americano. Está hecho con manos americanas. Ese es el punto de venta. Esa es la faceta mercantil y promocional de nuestro producto. La gente compra cosas americanas. Tengo un estudio aquí…” Colin se había preguntado si Hollis simplemente veía la tele tienda todo el día mientras otra gente se ocupaba de sus negocios, pero obviamente ella hacía el trabajo. Hollis salió y lo primero que dijo fue, “Por favor, no me interrumpáis durante las horas de trabajo,” y después Lindsey le dijo que Hassan tenía un ataque de asma y que se olvidó el inhalador, y después Hollis subió corriendo las escaleras. Colin la siguió rápidamente, gritando, “¡Espero que estés bien, Hassan!” para que Hassan supiera que estaba subiendo, y cuando llegaron a su habitación, estaba tumbado tranquilamente en la cama. “Lo siento, me había olvidado el inhalador,” dijo. “No volverá a pasar.” Comieron una cena de hamburguesas y espárragos al vapor en el patio trasero de la familia Wells. El patio trasero de Colin en Chicago medía tres metros cuadrados, este porche medía lo que un campo de fútbol. A su izquierda, una colina que alcanzaba su punto más alto y el bosque roto únicamente por unos pocos afloramientos rocosos. A su derecha, un bonito y cuidado césped que se extendía por la colina hacia un campo de soja (supo por Starnes que era soja). Cuando el sol se puso, una vela de citronela se encendió en un candelabro en el medio de la mesa para alejar a los mosquitos. A Colin le gustó lo abierto e interminable que era Gutshot. Cuando terminó de comer, la mente de Colin volvió a Katherine XIX. Miró su teléfono para ver si ella había llamado y se dio cuenta de que era hora de llamar a sus padres. Por alguna razón, Colin nunca podía tener cobertura en su casa en la tercera ciudad más grande de América, pero tenía las cinco rallas en Gutshot, Tennessee. Su padre descolgó. “Aún sigo en el mismo pueblo que ayer. Gutshot, Tennessee,” comenzó Colin. “Estoy con una mujer que se llama Hollis Wells.” “Gracias por llamar a tiempo. ¿Debería serme familiar ese nombre?” preguntó su padre. “No, pero está en el listín telefónico. Lo comprobé. Es dueña de una fábrica aquí. Creo que vamos a quedarnos un par de días,” dijo Colin, diciendo una mentirijilla. “Inexplicablemente, a Hassan le encanta estar aquí, y parece que hemos conseguido trabajo.” “No puedes quedarte con extraños, Colin.” Colin sopesó el mentir. Estar en un hotel. Trabajar en un restaurante. Intentando orientarme. Pero le contó la verdad. “Es agradable. Confío en ella.” “Tú confías en todo el mundo.” “Papá, he sobrevivido diecisiete años en Chicago sin que nunca me atracaran, apuñalaran, raptaran, me callera por el tercer rail o -” “Habla con tu madre,” dijo, que era lo que su padre decía siempre. Tras un rato (Colin podía verlos hablar mientras su padre le pasaba el teléfono), su madre se puso al teléfono. “Bueno, ¿estás feliz?” “Yo no iría tan lejos.” “¿Más feliz?” intentó su madre. “Marginado,” asintió. “No estoy tendido boca abajo sobre la moqueta.” “Déjame hablar con esa mujer,” dijo su madre. Así que Colin fue dentro y buscó a Hollis en el sofá, y le dio el teléfono a ella. Y tras una charla con Hollis, estaba decidido: se quedarían. Sabía que su madre quería que tuviera una aventura. Siempre había deseado que fuera un niño normal. Colin sospechaba que estaría secretamente complacida si volviera un día a casa a las tres de la mañana apestando a alcohol, porque eso sería normal. Los chicos normales vuelven a casa tarde; los chicos normales beben alcohol de cuarenta grados de malta en callejones con sus amigos (los chicos normales

tienen más de un amigo). Su padre quería que Colin pasara de todo eso, pero quizás ni había empezado a ver la improbabilidad de que nunca se convirtiera en alguien extraordinario. Colin fue hacía la habitación de Hassan para decirle que sus padres estaban de acuerdo con que se quedara, pero Hassan no estaba en casa. Lo buscó por toda la cavernosa casa, bajando de vez en cuando las escaleras, donde vio una puerta cerrada y la voz de Lindsey saliendo de ella. Se quedó de pie delante de la fina puerta y escuchó. “Vale, ¿pero cómo lo hace? ¿Simplemente lo memoriza todo?” Dijo Lindsey. “No, no es así. Es como si tu y yo nos sentamos y leemos un libro, dice, sobre los presidentes, y leemos que William Howard Taft fue el presidente más gordo y que una vez se quedó atascado en la bañera51, eso quizás nos parezca interesante, y lo recordaríamos, ¿no?” Rió Lindsey. “Tú y yo leeríamos un libro y encontraríamos tres cosas interesantes que recordaríamos. Pero Colin encuentra todo intrigante. Lee un libro sobre los presidentes y recuerda más cosas porque todo lo que lee le parece jotidamente interesante. Sinceramente, lo he visto hacerlo con el listín telefónico. Estaba en plan, “Oh, hay veinticuatro anuncios por cada Tischler. Qué curioso.” Colin sintió una mezcla de viejos sentimientos, como si su talento estuviera siendo agrandado y ridiculizado. Era verdad, supuso. Pero no era solo que encontrara las cosas fascinantes y que por eso pudiera memorizar toda la guía telefónica porque lo hiciera con excelente literatura. Encontraba las cosas fascinantes por un motivo. Como, por ejemplo el tema de los Tischler, que resultó ser cierto (y Hassan lo recordaba correctamente). “Tischler” era la palabra alemana para carpintero, y cuando estaba buscando en la lista telefónica ese día con Hassan, Colin pensó, Qué extraño que hubieran exactamente veinticuatro carpinteros alemanes en Chicago, cuando todos los sitios de manicura nocturnos en la esquina de Oakley con Lawrence se llamaban “24/7 Clavos. Y entonces empezó a preguntarse si habían exactamente siete carpinteros de algún otro idioma en la lista telefónica de Chicago, y resultó que habían exactamente siete Carpinteros*. O sea que no era que las cosas le interesaran porque no las considerara aburridas –era la conexión que su cerebro hacía, conexiones que no podía evitar pero si buscar. “Pero eso no explica por qué es bueno en el Scrabble, por ejemplo,” dijo Lindsey. “Ya, bueno, es bueno porque es ridículamente bueno haciendo anagramas. Pero todo lo que hace, se lo toma tremendamente enserio. Como la mecanografía. No aprendió mecanografía hasta noveno grado, cuando éramos amigos. Nuestro profesor de inglés nos exigía papel especializado, así que en dos semanas, Singleton aprendió solo a escribir a máquina. Y no lo hizo con el papel del profesor de inglés, porque entonces no era lo suficientemente bueno escribiendo. Lo que hacía era sentarse en su ordenador cada día después del colegio y reescribía las obras de Shakespeare. Todas. Literalmente. Y después re-escribió El Guardián Entre El Centeno. Y siguió re-escribiendo y re-escribiendo hasta que podía escribir a máquina jotidamente como un genio.” Colin se alejó de la puerta. Nunca había hecho nada más en toda su vida. Había hecho anagramas, dicho cosas que había aprendido en los libros, memorizar noventa y nueve dígitos de un número ya conocido, enamorarse de las mismas nueve letras una y otra vez: re-escribir, re-escribir y re-escribir y re-escribir. Su única esperanza en cuanto a la originalidad era el Teorema. Colin abrió la puerta y encontró a Hassan y a Lindsey sentados en los extremos de un sofá de cuero verde en una habitación amueblada con una mesa de billar con fieltro rosa. Estaban 51 Es cierto. *En español.

viendo póker en una gran televisión de plasma puesta en el suelo. Hassan se giró hacia Colin. “Tío,” dijo, “puedes ver todos los píxeles.” Colin se sentó entre los dos. Lindsey y Hassan hablaron de póker y píxeles y HD y DVR mientras Colin visualizaba su pasado. Al final de la noche, una formula ligeramente modificada había funcionado para dos Ks más: IX y XIV. Apenas notó el cambio cuando apagaron la televisión y empezaron a jugar al billar. Él siguió garabateando. Le encantaba cómo el papel rascaba el papel cuando estaba tan concentrado: significaba que algo estaba pasando. Cuando el reloj dio la media noche, Colin dejó su lápiz. Miró a Lindsey, que se mantenía sobre un pie, inclinada sobre la mesa de billar en un absurdo y raro ángulo. Hassan parecía que se había ido de la habitación. “Ey,” dijo Colin. “Oh, estás fuera de la Zona del Crepúsculo,” dijo. “¿Cómo va el Teorema?” “Bien. No sé si funcionará aún. ¿Dónde está Hassan?” “Se ha ido a la cama. Te pregunté si querías jugar, pero creo que no me oíste, así que me imaginé que jugaría contra mi misma un rato. Me estoy machacando muy agudamente.” Colin se levantó e inhaló. “Creo que soy alérgico a esta casa.” “Podría ser Princesa,” dijo Lindsey. “Esta es precisamente la habitación de la Princesa. Shh. Está durmiendo.” Colin siguió a Lindsey a la mesa de billar y se arrodilló a su lado. Bajo la tabla, una larga esfera que al principio parecía ser una alfombra peluda con forma de bola creció y después se encogió rítmicamente, respirando. “Siempre está durmiendo.” “Soy alérgico a la caspa de las mascotas,” anunció Colin. Ella sonrió. “Sí, bueno, la Princesa vive aquí antes.” Se sentó junto a él doblando las rodillas, de forma que parecía más alta que Colin. “Hassan me ha dicho que eres bueno haciendo anagramas,” dijo. “Sí,” respondió Colin. “Good at anagramming –dragon maggot mania.*” La mano de Lindsey (se había pintado las uñas de un azul eléctrico el otro día) se puso de inmediato en su frente, y Colin se puso tenso de la sorpresa. Cuando volvió su cabeza para mirarla, había vuelto a poner la mano sobre su rodilla. “Así que,” empezó, “eres un genio transformando las palabras en otras palabras, pero no puedes crear nuevas palabras de la nada.” Y de nuevo, sí, era eso exactamente. Un re-escritor y no un escritor. Un prodigio y no un genio. Había tanto silencio que podía oír a la Princesa respirar, y sintió la pieza perdida dentro de él. “Solo quiero hacer algo importante. O ser alguien importante. Solo quiero importar.” Lindsey no respondió enseguida, sino que se recolzó al lado de Colin y él pudo oler su perfume afrutado, después se tumbó a su lado de espaldas, con la coronilla de su cabeza rozando sus pantalones. “Creo que somos opuestos, tú y yo,” dijo finalmente. “Porque personalmente creo que ser importante es una idea muy pobre e inútil. Yo solo quiero volar bajo el radar, porque cuando te metes en cosas grandes, ahí es cuando caes en picado. Porque cuando empiezas a convertirte en un gran partido, ahí es cuando caes en picado. Mira por ejemplo las miserables vidas de los famosos.” “¿Por eso lees La Vida de las Celebridades?” Lindsey asintió. “Sí. Claro –hay una palabra en alemán para eso. Dios, la tengo en la punta de la –” “Schadenfreude,” dijo Colin. Encontrar placer en el sufrimiento de los otros. “¡Sí! Así que bueno,” continuó Lindsey, “como permanecer aquí. Hollis siempre me dice que nada bueno me va a pasar si me quedo en Gutshot; y quizás sea cierto. Pero tampoco me ocurrirá nada malo, y heredaré ese negocio algún día.”

*Bueno haciendo anagramas –dragón gusano manía.

Colin no respondió, pero pensó que Lindsey Lee Wells, a pesar de toda su indiferencia, era un poco endeble. Pero antes de que encontrara una forma de decirlo, Lindsey se levantó, animada con un nuevo tema. “Vale,” dijo. “Aquí va un consejo sobre contar historias: necesitas un principio, un nudo, y un desenlace. Tus historias no tienen trama. Son como, aquí va algo que estaba pensando y después algo que estaba pensando y después etcétera. No puedes seguir a delante con tanto embrollo. Eres Colin Singleton, el que empieza a contar una historia, así que tienes que seguir una trama lineal. “Y necesitas una moraleja fuerte. O un tema o algo. Y lo demás es romance y aventura. Tienes que poner uno de los dos. Si es una historia sobre mear en la jaula de un león, ponte una novia que se dé cuenta de lo gigante que es tu pene y que te salve del león en el último segundo antes de que te coma, porque estaba desesperada por salvar un pene tan bonito y enorme.” Colin se ruborizó, pero Lindsey siguió. “Al principio, necesitas mear; en el nudo, lo haces, y al final, mediante el romance y la aventura, tu pene se salva de las garras de un león hambriento gracias a la agallas de una chica joven producidas por su permanente amor hacia los penes gigantes, y la moraleja de la historia es que la heroica novia, combinado con un pene gigante, te salva de las situaciones más desesperadas.” Cuando Colin terminó de reírse, puso su mano sobre la de Lindsey. Se quedó ahí durante un momento, y pudo sentir el deteriorado pulgar que ella se mordía. Quitó su mano después de un rato y dijo, “Mi Teorema contará la historia. Cada gráfico con un principio, un nudo y un desenlace.” “No hay romanticismo en geometría,” respondió Lindsey. “Tú espera.”

El principio (del nudo) Nunca pensó mucho en Katherine I. Solo se cabreaba cuando pensaba en la ruptura porque así es como se supone que te tienes que sentir. Los niños pequeños juegan a las casitas; juegan a la guerra; juegan a tener relaciones. Quiero salir contigo, me has engañado, estoy triste. Pero nada de eso era real. Dado que el padre de Katherine era el tutor de Colin, continuó viendo a Katherine asiduamente durante los siguientes años. Se llevaban muy bien –pero no es que él enloqueciera anhelándola. No la echaba de menos lo suficiente como para obsesionarse con su nombre, como para salir con los mismos nombres una y otra y otra y otra52 vez. Y aún así, eso es lo que pasó. No parecía deliberado al principio –fueron simplemente una serie de extrañas coincidencias. Simplemente seguía pasando: conoció a Katherine, y le gustó. A ella también le gustó él. Y después terminaría. Y después, cuando dejó de ser mera coincidencia, habían dos caminos –uno (saliendo con Katherines) que deseaba preservar, y otro (que se deshicieran de él) que deseaba romper. Pero probó que era imposible separar un ciclo del otro. Simplemente seguía pasándole, y tras una temporada lo sintió como si fuera rutina. Cada vez pasaba por el ciclo de emociones como el enfado, recriminación, nostalgia, esperanza, desesperación, nostalgia, enfado, recriminación. Lo curioso de que se deshagan de ti generalmente, y que se deshicieran de él las Katherines en particular, era lo tremendamente monótono que era. Por eso la gente crece cansada de escuchar a los Deshechos obsesionados con sus problemas: que se deshagan de ti es predecible, repetitivo y aburrido. Quieren seguir siendo amigos; se sienten agobiados; siempre son ellos y nunca tú; ha terminado para ellos y solo acaba de empezar para ti. Y en la mente de Colin, al menos, había una profunda repetición: cada vez, las Katherines se deshacían de él porque no les gustaba. Cada una sacaba exactamente la misma conclusión de él. No era lo suficientemente guay o atractivo o inteligente como esperaban –en definitiva, que no era lo suficientemente importante. Y eso le pasaba una vez y otra y otra, hasta que se aburrió. Pero la monotonía no promueve la ausencia de dolor. En el primer siglo E.C. las autoridades romanas castigaron a St. Apollonia por quitarse los dientes uno a uno con unos alicates. Colin a menudo pensaba en esto llevado a una relación y la monotonía de la ruptura: tenemos treinta y dos dientes. Tras un tiempo, tener cada diente individualmente destruido probablemente se vuelva repetitivo, incluso aburrido. Pero nunca deja de doler.

52 y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra.

diez A la mañana siguiente, Colin estaba lo suficientemente cansado como para dormir con el canto del gallo hasta las ocho. Cuando bajó las escaleras, encontró a Hollis con un vestido mumu hawaiano rosa veraniego, tirada en el sofá con papeles esparcidos por su pecho y el suelo. Colin pasó por delante lentamente, y pensó en añadir “mumu” a su lista mental de palabras imposibles con las que hacer un anagrama. Hassan estaba sentado en la cocina, comiendo copos de avena y huevos revueltos. Sin hablar, le pasó una nota a Colin escrita en papel de relieve con las palabras HOLLIS P. WELLS / CEO Y PRESIDENTA, TEXTIL DE GUTSHOT: Chicos, Probablemente esté durmiendo, pero espero que vosotros os hayáis despertado a tiempo. Tenéis que estar en la fábrica a las 9. Preguntad por Zeke. He escuchado vuestra entrevista con Starnes –es un buen trabajo, pero he cambiado de opinión sobre algunas cosas. Con seis horas por persona nunca conseguiremos hacerlo con todo el pueblo entero. Quiero que le hagáis solo las siguientes cuatro preguntas: ¿Dónde vivirías si pudieras vivir en otro lugar? ¿Qué harías si no trabajaras en la fábrica? ¿Cuándo viniste al pueblo? ¿Y qué crees que hace que Gutshot sea especial? Creo que eso moverá las cosas bien. Os estarán esperando en la fábrica. Lindsey os acompañará. Os veo esta noche. Hollis. P.D. Estoy escribiendo esta nota a las 5:30 A.M., o sea que no me despertéis. “Bonito pelo, por cierto kafir. Parece que hayas metido un tenedor en un enchufe.” “¿Sabías que en 1887, el pelo de Nikola Tesla se mantuvo erizado durante una semana entera después de que pasaran cincuenta mil voltios por su cuerpo para probar que la elec –” “Kafir,” dijo Hassan, poniendo su tenedor boca abajo en el plato. “Total y absolutamente sin interés. Ahora, si Nikola Tesla, quien quiera que sea, hubiera tenido una aventura con un pollo lisiado, y su fetiche con el pollo la hubiera hecho que tuviera el pelo erizado –entonces sí, por lo que quieras, comparte conmigo esa grata y graciosa historia. Pero no por la electricidad, kafir. Tú lo sabes mejor.53” Colin buscó un plato en un laberinto de armarios, una taza, y algunos cubiertos. Cogió con la cuchara un poco de huevos de la sartén, los puso en un plato y se sirvió agua de ese increíble botón-que-pulsas-y-el-agua-sale de la nevera. “¿Cómo están los huevos?” preguntó Hassan. “Buenos, tío. Buenos. Eres buen cocinero.” “No joder. Así es como Papito llegó tan lejos. Por cierto, he decidido llamarme a mí mismo exclusivamente ‘Papito.’ Cada vez que Papito diría ‘Yo’ o ‘a mí,’ Papito dirá ahora ‘Papito.’ ¿Te gusta?” “Oh, sí. Me encanta.” “¿Te encanta el qué?” preguntó Lindsey Lee Wells al entrar a la sala de estar, llevaba su pijama de cachemir y el pelo castaño recogido en una coleta. Colin se dio cuenta de que estaba diferente, pero no estaba seguro en qué, y después lo vio. No iba maquillada. Parecía más guapa que nunca –Colin siempre había preferido a las chicas sin maquillaje. Colin estornudó y después se dio cuenta de que Princesa estaba siguiendo a Lindsey. XIX tenía un perro también –un pequeño perro salchicha llamado Fireball Roberts. Nadie parecía más hermosa sin maquillar que Katherine. Nunca llevó, y nunca lo necesitó. Dios, el pelo rubio por su rostro cuando el viento soplaba mientras paseaban por el lago tras las

clases; las esquinas de sus ojos que se humedecieron la primera vez que él le dijo “Te quiero”; la rapidez y suave seguridad con la que ella le respondió, “Y yo te quiero.” Todos los caminos lo llevaban a ella. Era el nexo de todas las conexiones que su cerebro hacía –el eje de la rueda. Cuando Colin levantó la mirada, Lindsey estaba leyendo la nota de Hollis. “Dios, creo que será mejor que me ponga algunos pantalones entonces,” dijo. Subieron al Coche Fúnebre después de que Lindsey llamara a shotgun. En la puerta principal de Textiles Gutshot, conocieron a un hombre con una barba como la de Papá Noel pero marrón. Abrazó a Lindsey con un brazo, diciendo, “¿Cómo está mi chica?” y ella dijo, “Mu bien. ¿Cómo está mi Zeke?” él rió. Le dio la mano a Hassan y después a Colin. Zeke pasó por una habitación en la que las máquinas parecían darse las unas con las otras y por otra habitación con un cartel de plástico marrón que decía, LA SALA DE DESCANSO DE STARNES. Colin puso a grabar la cinta en una mesa de café. La habitación parecía haber sido amueblada con cosas que los empleados ya no podían tener en sus casas: un sofá de cuero del color amarillo de la billis, un par de sillas de cuero negras con espuma asomando por varios rotos, y una mesa de comedor de Formica con seis sillas. Encima de dos máquinas expendedoras, un retrato de Elvis Presley que habían pintado sobre terciopelo. Colin, Lindsey y Hassan se sentaron en el sofá y Zeke se sentó en una de las sillas de cuero. Antes incluso de que pudieran empezar las preguntas de Hollis, Zeke empezó a hablar. “Hezekiah Wilson Jones, cuarenta y dos años, divorciado, dos hijos de once y nueve años, Cody y Cobi, ambos en el cuadro de honor. Crecí en Bradford y me mudé aquí cuando tenía trece años a razón de que mi padre perdiera su gasolinera en una partida de póker –el tipo de mierdas que le suelen pasar a mi viejo de vez en cuando. Consiguió un trabajo en la fábrica. Empecé a trabajar aquí en verano durante el instituto y a jornada completa cuando me gradué. He trabajado aquí desde entonces. He trabajado la línea; he trabajado en el control de calidad; y ahora soy el gerente de la planta en el turno de día. Lo que hacemos aquí, chicos, es coger el algodón –normalmente de Alabama o Tennessee.” Paró y buscó en los bolsillos de sus vaqueros y sacó un cuadrado plateado. Lo desenvolvió, llevándose una pieza de chicle a la boca y empezó a hablar de nuevo. “Dejé de fumar hace once años y aún mastico esta nicotina, que sabe a mierda y no es barata. No fuméis. Ahora, la planta.” Durante los siguientes veinte minutos, Zeke les explicó el proceso de cómo el algodón se convierte en cuerda, y como esa cuerda se corta con una máquina a la distancia exacta de dos pulgadas de una octava, y después cómo esas cuerdas se transportan. Un cuarto de ellas, decía, se mandan directamente a su mayor cliente, STASURE Tampons, y el resto a un almacén en Memphis y de ahí se distribuyen en el mundo del tampón. “Ahora tengo que volver al trabajo, pero lo que voy a hacer es mandar a algunas personas durante veinte minutos, en su descanso, y podréis hacerles preguntas. ¿Tenéis más preguntas que hacerme?” “En realidad, sí,” dijo Hassan. “¿Dónde viviría si pudiera vivir en otro sitio; qué haría para ganarse la vida si no trabajara en la fábrica; cuándo vino al pueblo –espere, ya ha respondido a esa pregunta; y qué cree que hace que Gutshot sea especial?” Zeke apretó los labios, absorbiendo la nicotina. “Viviría aquí,” dijo. “Si no trabajara en la fábrica, trabajaría en otra, probablemente. Pero quizás hubiera empezado un negocio de poda de árboles. Mi ex hermanastro tiene uno, y le va muy bien. ¿Y qué lo hace especial? Bueno, 53 Lo curioso es que a Nikola Tesla en realidad le encantaban los pájaros, pero no los pollos lisiados. Tesla, que hico por lo menos, tanto por la electricidad como Thomas Edison, tenía una casi romántica fascinación por las palomas. Se enamoró particularmente de una paloma blanca. Para sí misma, escribió, “Amo a esa paloma. La amo tanto como un hombre ama a una mujer.”

mierda. Para empezar, nuestra maquina de Coca-colas es gratis. Simplemente le das al botón y la Coca-Cola sale. No tiene eso en muchos trabajos. Además tenemos a la adorable Miss Lindsey Lee, que muchos pueblos no tienen. Bueno chicos, me tengo que ir a trabajar.” Cuando Zeke se fue, Lindsey se levantó. “Esto ha sido una explosión, chicos, pero me voy a la tienda y me quedaré mirando los ojos de mi novio. Recogedme a las cinco y media, ¿vale?” y después se fue. Para una chica que podría vérselas muy mal si Colin o Hassan se chivaran a Hollis, Lindsey parecía muy confiada. Y eso, descubrió Colin, debía significar que eran amigos. Casi por accidente, y en solo dos días, Colin había hecho su segundo amigo. Durante las siguiente siete horas, Colin y Hassan entrevistaron a veintiséis personas, haciéndoles a todas las mismas cuatro preguntas. Colin escuchó a gente que quería vivir haciendo esculturas con sierras mecánicas o enseñando en colegios. Lo encontró más interesante que las demás entrevistas en las que decían que de todos los lugares del mundo, ellos, como Lindsey Lee Wells –querían quedarse en Gutshot. Como Hassan hizo casi todas las preguntas, Colin fue libre para centrarse en su Teorema. Seguía convencido de que el comportamiento romántico era básicamente monótono y predecible, y que por lo tanto uno podía escribir una fórmula heterosexual justa que predeciría el transcurso conjunto de cualquier pareja. Pero estaba preocupado de que quizás no fuera lo suficientemente ingenioso como para hacer conexiones. No podía imaginarse una forma correcta de predecir a las otras Katherines sin jorobar la conclusión a la que había llegado. Y por alguna razón, su temida falta de ingenio lo hizo echar de menos a K-19 más de lo que lo había hecho desde que su cara estuvo contra la moqueta de su habitación. La pieza perdida de su estómago le dolía mucho –y por un momento paró de pensar en el Teorema y tan solo se preguntó cómo algo que no está ahí podía doler tanto. A las cuatro y media, una mujer entró y les dijo que era la última empleada a la que iban a entrevistar en Textiles Gutshot durante el trabajo. Se quitó los guantes gruesos, se tiró el flequillo hacia arriba de un soplido y dijo, “Dicen que uno de vosotros es un genio.” “No soy un genio,” dijo Colin, desapasionadamente. “Bueno, eres lo más parecido que conozco y tengo una pregunta. ¿Cómo que las cortinas de la ducha siempre se mueven cuando el agua sale?” “Eso,” dijo Hassan,” es uno de los grandes misterios de la condición humana sin resolver.” “En realidad,” dijo Colin, “lo sé.” Colin sonrió. Le gustó sentirse útil de nuevo. “¡No!” dijo Hassan. “¿Enserio?” “Sí. Lo que pasa es que el agua pulverizada crea un vórtice, como una especie de huracán. Y el centro de ese vórtice –el ojo del huracán –es una zona de baja presión, lo que hace que la cortina de la ducha se mueva. Este tipo hizo un estudio sobre eso. De verdad.” “Ahora, eso,” dijo Hassan, “es muy interesante. ¿Es como si hubiera un pequeño huracán en cada ducha?” “Exacto.” “Wow,” dijo la mujer. “He estado preguntándome eso toda mi vida. Bueno, vale. Mi nombre es Katherine Layne. Tengo veintidós años, estoy trabajando aquí desde hace diez meses.” “¿Cómo se deletrea?” preguntó Hassan. “K-a-t-h-e-r-i-n-e L-a-y-n-e.” “Uh-oh,” susurró Hassan. Era muy atractiva ahora que Colin le echaba un vistazo. Pero no. A Colin no le gustaba Katherine Layne. Y no era por la diferencia de edad. Era por K-19. Colin supo que la situación era terrible cuando tenía delante a una perfectamente agradable y atractiva (¡y sexy madurita!) Katherine sin sentir la más mínima pizca de encantamiento.

Se fueron después de entrevistar a Katherine Layne. Condujeron por ahí en el Coche Fúnebre de Satán durante un rato, sintiéndose bien y perdidos con las ventanillas bajadas, conduciendo hacia la absoluta nada. Escucharon una emisora de radio country tan alta que el sonido de los punteos de la guitarra se distorsionaban en los viejos altavoces de el Coche Fúnebre. Cuando llegó el estribillo, lo cantaron alto y desafinando sin importarles una mierda. Y se sintieron tan bien al cantar con esos acentos inventados. Colin estaba triste, pero era una tristeza estimulante e infinita, como si lo conectara a Hassan, a las ridículas canciones, y sobre todo a ella. Colin estaba gritando “Like Strawwwwwwberry Wine,” cuando de repente se giró hacia Hassan y dijo, “Espera, para aquí.” Hassan frenó en el arcén de grava de la carretera y Colin salió y sacó el teléfono. “¿Qué estás haciendo?” preguntó Hassan desde el asiento del conductor. “Voy a adentrarme en ese campo hasta que tenga cobertura y la voy a llamar.” Hassan empezó a golpearse la cabeza rítmicamente contra el volante. Colin se giró. Cuando se iba adentrando en el campo, escuchó a Hassan gritar, “¡Gamborrimbos!” Pero Colin siguió andando. “¡Papito va a dejarte aquí si das un paso más!” Colin dio un paso más, y tras él, escuchó el coche ponerse en marcha. No se giró. Escuchó los neumáticos girando en el arcén, y después saliendo por el asfalto, y Colin escuchó el eterno estruendo del motor alejándose. Tras cinco minutos andando, encontró un sitito en el que tenía buena cobertura. Estaba totalmente en silencio. Chicago solamente está así de silencioso cuando nieva, pensó. Y después abrió el teléfono, presionó el botón de voz, y dijo “Katherine.” Lo dijo en voz baja, con reverencia. Cinco tonos y su buzón de voz. Ey, soy Katherine, escuchó, y de fondo un coche se alejaba. Estaban volviendo a casa juntos del RadioShack54 cuando grabó el mensaje. No estoy, eh. Y ella hizo “eh”, recordó, porque él la cogió del trasero mientras ella intentaba hablar. Eh, en mi teléfono, supongo. Deja un mensaje y te llamaré luego. Y entonces se acordó de todo, y también de todo sobre todo lo demás, y por qué no podía olvidarlo y beep. “Ey, soy Col. Estoy en un campo de soja a las afueras de Gutshot, Tennessee, es una larga historia, y hace calor, K. Estoy aquí sudando como si tuviera sobre hidratación, esa enfermedad en la que sudas un montón. Mierda. Eso no es importante. Bueno, hace calor, así que estoy pensando en frío para mantenerme fresco. Y me estaba acordando del paseo de vuelta por la nieve que dimos al ver una película. ¿Te acuerdas de eso, K? Estábamos en Gidding, y la nieve lo hizo todo tan silencioso que no podía escuchar otra cosa en el mundo excepto a ti. Y hacía mucho frío entonces, y tanto silencio, y te quería tanto. Ahora hace calor, y mucho silencio también, y aún te quiero.” Cinco minutos más tarde, estaba volviendo cuando su teléfono empezó a vibrar. Volvió corriendo al sitio en el que tenía buena cobertura y, tras suspirar, respondió. “¿Has oído el mensaje?” preguntó inmediatamente. “No creo que sea necesario,” respondió ella. “Lo siento, Col. Pero creo que tomamos una buena decisión.” Y a él ni siquiera le importó el hecho de que ellos no tomaron una decisión, porque el sonido de su voz lo hizo sentirse bien –bueno, no bien exactamente. Le hizo acordarse del mysterium tremendum et fascinans, el miedo y la fascinación. El fantástico y terrible temor. “¿Se lo has contado a tu madre?” preguntó, porque su madre lo quería. Todas las madres lo querían. “Sí. Se puso triste. Pero dijo que tu siempre querías estar atado a mí, algo que tampoco es sano.” “Un destino mejor,” dijo para sí mismo más que nada. 54 Disco de cucaracha

Él pudo escuchar como ponía los ojos en blanco y dijo, “Probablemente seas la única persona que he conocido que quiera ser un gemelo Siamés.” “Gemelos unidos,” corrigió Colin. “¿Sabes que hay una palabra para una persona que no es un gemelo unido?” le preguntó. “No. ¿Cuál es? ¿Persona normal?” “Singleton*,”dijo. “La palabra es Singleton.” Y ella dijo “Eso es gracioso, Col. Escucha, tengo que irme. Tengo que hacer las maletas para el campamento. Quizás no podamos hablar hasta que vuelva. Tomarte algún tiempo te vendrá bien, creo.” Y aunque él quiso decir, Se supone que somos AMIGOS, ¿recuerdas? Y ¿Qué pasa? ¿Tienes nuevo novio? Y Te quiero con toda mi alma, simplemente masculló, “Escucha el mensaje, por favor,” y después ella dijo, “Vale. Adiós.” y él no dijo nada porque no iba a ser la persona que terminara la conversación o colgara, después escuchó la falta de vida en su oreja, y se había terminado. Colin se tumbó en la seca y sucia hierba naranja dejando que lo cubriera, haciéndolo invisible. El líquido que le caía por la frente eran indiscutiblemente sus lágrimas. Estaba al final –al final –llorando. Recordó sus brazos enredados, sus estúpidas bromas internas, cómo se sentía cuando iba a su casa después del instituto y la veía leyendo por la ventana. Echaba de menos todo. Pensó en estar con ella en la universidad, teniendo la libertad de dormir donde quisieran, los dos juntos en el Northwestern. Echaba de menos eso también, y ni siquiera había pasado. Echaba de menos su futuro imaginario. Puedes querer a alguien mucho, pensó. Pero nunca podrás querer a alguien tanto como echarlo de menos. Esperó en un lado de la carretera durante veinte minutos hasta que Hassan vino, con Lindsey llevando una escopeta. “Tenías razón,” dijo Colin. “No era una buena idea.” “Papito lo siente,” dijo Hassan. “Es una situación de mierda. Quizás tenías que llamarla.” Lindsey se giró. “¿Quieres mucho a esa chica, eh?” Y entonces Colin empezó a llorar de nuevo, y Lindsey se pasó al sitio trasero y puso un brazo alrededor de él, y la cabeza de Colin se apoyó sobre la suya. Intentó no moquear mucho, porque el entero hecho de un chico sollozando es extremadamente poco atractivo. Lindsey dijo, “Déjalo salir, déjalo salir,” y Colin dijo, “Pero no puedo, porque si lo dejo salir parecería la llamada de apareamiento de un sapo,” y todo el mundo, incluido Colin, rió. Trabajó en el Teorema desde que llegaron a casa hasta las 11 P.M. Lindsey le llevó algo de ensalada de pollo del Taco Hell, pero Colin solo le dio un par de mordiscos. Generalmente, no pensaba mucho en eso de comer saludablemente, particularmente cuando estaba trabajando. Pero su trabajo esa noche no sirvió para nada. No podía hacer que el Teorema funcionara, y se dio cuenta de que su momento Eureka había sido una falsa alarma. Imaginar el Teorema era solo cosa de un prodigio, pero completarlo era cosa de un genio. Probar el Teorema, de hecho, requería más materia de la que Colin tenía en la tabla. “Voy a quemarte,” le dijo en voz alto a la libreta. “Voy a lanzarte al fuego.” Lo que era una buena idea –solo que no había fuego. No solían haber muchas chimeneas encendidas durante el verano en Tennessee, y Colin no fumaba, así que no tenía muchas posibilidades. Buscó entre los cajones vacíos de su escritorio provisional algunas cerillas o un mechero, pero no encontró nada. Estaba empeñado en quemar ese maldito cuaderno con todas sus ganas, pensó. Así que fue hacia el baño y abrió la puerta de la oscura habitación de Hassan. *Semifallo en castellano.

“Tío, ¿tienes un mechero?” preguntó Colin, en un intento fallido de susurrar. “Tu papito está durmiendo.” “Lo sé, ¿pero tienes un mechero o cerillas o algo?” “Papito está intentando pensar en una jotida razón por la que despertarías a Papito en mitad de la noche para hacerle una jotida pregunta. Pero no. Papito no tiene cerillas ni un mechero. Y, vale, ya ha habido suficiente con la mierda de Papito. Bueno, espérate a mañana por la mañana para zambullirte en una gasolinera y animilarte.” “Aniquilarte,” corrigió Colin, y después cerró la puerta. Bajó las escaleras y pasó por delante de Hollis Wells, que estaba demasiado distraída con todos los papeles a su alrededor y la Tele tienda a todo volumen como para tomar conciencia de él. Bajo el comedor, llegó a lo que él creyó que sería la habitación de Lindsey. Técnicamente nunca la había visto, pero la había visto entrar a la sala de estar desde esta parte de la casa aproximadamente. Además, la luz estaba encendida. Golpeó la puerta suavemente. “Sí,” dijo. Lindsey estaba sentada en un sillón de felpa tras un tablero gigante, en el que había colgado pinturas de ella y Katrina, de ella y EOC, de ella misma camuflada. Era como cada foto de Lindsey Lee Wells –a excepción de que Colin se dio cuenta inmediatamente de que eran todas de hace un par de años. No fotos de bebé, ni de niña, ni de emo-alternativa-góticascreamo-punk. Cuatro posters grandes colgados encima del cabezal de la cama en la pared opuesta del tablero. A esta habitación en particular le faltaba rosa. “No hay tanto rosa aquí,” comentó Colin. “Es el único refugio de toda la casa,” dijo. “¿Tienes un mechero?” “Claro, tengo miles,” respondió Lindsey sin mirarlo. “¿Por?” “Quiero quemar esto,” dijo, levantándolo. “No puedo terminar mi Teorema, y por eso quiero quemarlo.” Lindsey se quedó mirándolo, se abalanzó sobre Colin y le quitó la libreta de la mano. La miró durante un rato. “¿No puedes tirarla simplemente?” Colin pudo los ojos en blando, ella no lo entendía. “Bueno, sí, podría. Pero mira, si no puedo ser un genio –y claramente o puedo serlo –quiero al menos quemar mi trabajo como uno. Mira todos esos genios o bien con éxito o sin él intentaron quemar sus hojas.” “Sí,” dijo Lindsey distraídamente, aún leyendo la libreta. “Míralos.” “Carlyle, Kafka, Virgil. Es difícil imaginar una compañía mejor, en realidad.” “Sí. Ey, explícame esto,” dijo ella, sentándose en la cama e incentivándolo a que se sentara a su lado. Estaba leyendo una página de una versión muy reciente de la fórmula y de unos gráficos muy inexactos. “La idea es que coges a dos personas y averiguas si son Deshechores o Deshechos. Usas una escala que va del -5 para un gran Deshecho a un +5 para un gran Deshechor. La diferencia entre esos números te da la variable, D, y después poniendo D en la fórmula, consigues un gráfico que predecirá la relación. Sí -” hizo una pausa intentando pensar de una forma de la que decir su fallo poéticamente. “Uh, bueno no funciona en realidad.” Ella no lo miró; simplemente cerró la libreta. “Puedes quemarla,” dijo, “pero no esta noche. La quiero durante un par de días.” “Uh, vale,” dijo Colin, y después esperó a que Lindsey dijera algo más. Finalmente añadió, “Es una buena forma de contar historias. O sea, odio las matemáticas. Pero esto mola.” “Vale. ¡Pero pronto la quemaremos!” dijo Colin, con el dedo índice hacia arriba, fingiendo ser tanjante. “Claro, tío. Ahora vete a la cama antes de que el día empeore.”

once En su quinta noche en Gutshot, Hassan y Colin se separaron. Hassan salió con Lindsey “por ahí”, una actividad que aparentemente consistía en conducir la camioneta rosa de Hollis desde la Tienda de Comestibles Gutshot a la gasolinera/Taco Hell y después volver a la Tienda de Comestibles, y después volver a la gasolinera/Taco Hell, ad infinitum. “Deberías venir,” le dijo Hassan. Estaba al lado de Lindsey en la sala de estar. Ella llevaba unos pendientes azules que le colgaban y un poco de colorete, que la hacía parecer acalorada. “Estoy atrasado en mis lecturas,” dijo Colin. “¿Atrasado en tus lecturas? Todo lo que haces es leer,” dijo Lindsey. “Voy tan atrasado porque he estado trabajando en el Teorema y por la historiografía oral. Intento leer cuatrocientas paginas al día, desde que tenía siete años.” “¿Hasta los fines de semana?” “Particularmente los fines de semana, porque puedo centrarme realmente en el placer de la lectura.” Hassan movió la cabeza. “Tío, eres tan friki. Y eso viene de un súper fan de Star Trek que obtuvo un 5 en el selectivo de cálculo. Así que sabes que tu situación es grave.” Alborotó el pelo afro de Colin como dándole suerte, y después se giró. “Deberías ir; mantenlos fuera de los problemas,” dijo Hollis desde el sofá. Sin decir una palabra, Colin cogió su libro (una biografía de Thomas Edison)55 y subió las escaleras hacia su habitación, donde se tumbó en la cama y leyó en paz. Durante las siguientes cinco horas, terminó ese libro y empezó uno que encontró en la estantería de la habitación llamado Foxfire. Foxfire narraba cómo las personas hacían las cosas antiguamente en Appalachia. Leer acallaba un poco su cerebro. Sin Katherine y sin el Teorema y sin sus esperanzas de importar, tenía muy poco. Pero siempre había tenido libros. Los libros son los Deshechos definitivos: guárdalos y te esperarán siempre; préstales atención y siempre te serán correspondidos. Foxfire le había enseñado a Colin cómo pelar a un mapache y transformarlo en cuero cuando Hassan irrumpió en su habitación, riendo a carcajadas, con la peluca gris moviéndose lentamente, más conocida como la princesa que saltaba tras él. “No voy a mentirte, kafir. Me he bebido media cerveza.” Colin arrugó su nariz y respiró. “Ves, beber es haram. Te lo dije, haces mierdas haram todo el rato.” “Sí, bueno, cuando estás en Gutshot, haz lo que los Gutshotanos hagan.” “Tu compromiso religioso es una inspiración para todos,” dijo Colin inexpresivamente. “Vamos. No me hagas sentirme culpable. He compartido una cerveza con Lindsey. No siento nada. Es emborracharte lo que en realidad es haram, no beberte media cerveza. Da igual, ir por ahí es divertido. Es divertidísimo. He estado en una camioneta sentado con EOC, VMA, ECQMT durante una hora y media, y no son tan malos. Creo que he hecho que les gustara. Además, Katrina resulta que es muy agradable. Y cuando digo agradable quiero decir maravillosa. Pero es ridículo que todo el mundo que sale con EOC piense que es un regalo de Dios de Gutshot. Creo que es el quarterback o el conerback o algo del equipo de fútbol, solo que 55 Que no era un niño prodigio pero terminó siendo un genio. Aunque muchos de los descubrimientos de Edison no fueron hechos por él en realidad. Como la bombilla, por cierto, que la inventó en realidad Sir Humphrey Davy en 1811, pero su bombilla más o menos apestaba y se quemaba todo el rato. Edison mejoró la idea. Edison también robó ideas de Nikola Tesla, el amante de palomas.

ya se ha graduado, así que no creo que sea nada ya, pero aparentemente ser el quarterback o el cornerback es como ser un Marine: es algo de una vez y siempre. Además, cuando Lindsey no está alrededor, EOC habla de su culo todo el rato. No tiene otro tema de conversación. Aparentemente pasa mucho de su tiempo libre cogiéndola del culo, una bonita imagen. Nunca me había dado cuenta de su culo.” “Yo tampoco,” dijo Colin. Nunca pensaba en el punto de mira, a no ser que fuera inusualmente masivo. “Bueno,” continuó Hassan,” hay un campamento de caza en el bosque y vamos a cazar con ellos , Lindsey y otro tipo de la fábrica. Cazar. ¡Con armas! ¡A cerdos!” Colin no tenía ningún interés en disparar a cerdos –ni a nada, de paso. “Em,” dijo Colin. “Ni siquiera sé cómo disparar un arma.” “Ya, yo tampoco, ¿pero cómo de difícil puede ser? Completos jotidos idiotas disparan armas todo el tiempo. Por eso muere tanta gente.” “Quizás, en lugar de eso, tú y yo podríamos, por ejemplo, ir al bosque ese fin de semana y salir por ahí. Hacer fuego o algo así y acampar.” “¿Me estás tomando el pelo?” “No, podría ser divertido. Leer a la luz del fuego y cocinar nuestra propia comida al fuego y eso. Sé cómo hacer un fuego hasta sin mechero. Lo he leído en este libro,” dijo Colin, señalando Fixfire. “¿Tengo pinta de un Boy Scout de octavo curso, sitzpinkler? Saldremos. Nos divertiremos. Nos despertaremos pronto y beberemos café y dispararemos a cerdos y todo el mundo estará borracho y todos serán graciosos excepto nosotros.” “No puedes hacer que vaya contigo,” se la devolvió Colin. Hassan dio un paso hacia la puerta. “Eso es verdad, sitzpinkler. No tienes que venir. No voy a envidiarte demasiado estando sentado sobre tu culo. Dios sabe que siempre me ha encantado. Simplemente me siento un poco aventurero últimamente.” Colin se sintió un poco como si se hubiera deshecho de él. Intento salir con un compromiso. Quería salir con Hassan, pero no con esos chicos tan oh-que-guays. “No lo pillo.” Dijo Colin. “¿Quieres salir con Lindsey o algo?” Hassan se quedó mirándolo, miró a la bola de pelusa y liberó la caspa de la mascota en el aire para que Colin la respirara. “¿Otra vez con eso? No. Dios. No quiero salir con nadie. Ya veo lo que te ha hecho. Como bien sabrás, creo en salvar de la tormenta a una chica muy especial.” “También creías en no beber.” “Touché, mona mi. He dicho demasiado, joter.”

El medio (del medio) El mayor estudio sobre niños superdotados jamás realizado fue el del niño prodigio (por decirlo así) de un tal Lewis Terman, un psicólogo de California. Con la ayuda de profesores de todo el estado, Terman escogió a siete mil niños superdotados, que habían estado siguiendo durante sesenta años. No todos los niños fueron prodigios, claro –sus coeficientes intelectuales iban del 145 al 190, y Colin, en comparación, tenía un coeficiente intelectual que a veces le había llegado a 200 –pero representaron a muchos de los niños más brillantes de esa generación de americanos. Los resultados fueron de alguna forma alarmantes: los niños más superdotados en el estudio no eran mucho más propensos a convertirse en intelectuales más prominentes que los niños normales. Muchos de los niños del estudio tuvieron éxito suficiente –banqueros, doctores, abogados y profesores de colegio –pero ninguno resultó ser un genio real, y ahí estaba la pequeña correlación entre un coeficiente intelectual real y hacer una contribución significante al mundo. Los niños superdotados de Terman, a fin de cuentas, raramente terminaron siendo tan especiales como inicialmente prometían ser. Toma, por ejemplo, el curioso caso de George Hodel. Con uno de los coeficientes intelectuales más altos del estudio, uno quizás podría haber esperado que Hodel descubriría la estructura del ADN o algo. En lugar de eso, fue un gran médico en California que más tarde se mudó a Asia. Nunca se convirtió en un genio, pero Hodel se las arregló para ser abominable: fue probablemente un asesino en serie56. Uno de los tantos beneficios de convertirse en un prodigio. Como sociólogo, el padre de Colin estudiaba a las personas, y tenía una teoría sobre cómo transformar un prodigio en un genio maduro. Creía que el desarrollo de Colin debería implicar una delicada interacción entre lo que él llamaba “resultados activos orientados por los padres” y la predisposición natural de Colin a estudiar. Eso básicamente significaba dejar a Colin estudiar y ponerle “marcas,” que eran exactamente como goles, excepto que se llamaban marcas. El padre de Colin creyó que este tipo de prodigio –nacido y después hecho más inteligente con un comportamiento y una educación correcta –podría convertirse en un genio considerable, recordado por siempre. Le decía esto a Colin a veces, cuando Colin venía del colegio triste, cansado del Muñeco de Nieve Abdominal, cansado de pretender que su miserable falta de amigos no le molestaba. “Pero ganarás,” le decía su padre. “Tienes que imaginar, Colin, que un día mirarán atrás en sus vidas y desearán haber sido tú. Tendrás lo que todo el mundo quiere al final.” Pero no pasó mucho hasta el final. Hubo que esperar hasta el KranialKidz. A finales de las vacaciones de navidad de su tercer año, Colin recibió una llamada de una estación de cable de la que nunca había oído llamada CreaTVity. No veía mucho la televisión, pero no importaba, porque nadie había oído hablar de CreaTVity. Consiguieron su número mediante los artículos escolares sobre prodigios. Querían a Colin en su programa. Sus padres no lo aprobaron, pero sus “resultados activos orientados” por los padres requerían que le dieran a Colin un poco de libertad para tomar sus propias decisiones. Y él quería ir al programa, porque (a) el primer premio de diez mil dólares era mucho dinero, (b) porque saldría en televisión, y (c) porque diez mil dólares es mucho dinero.

56 Hodel fue el culpable de asesinato de la “Black Dahlia” en 1947, uno de los casos más famosos y largos sin resolver en la historia de California. (Aparentemente era muy bueno como asesino en serie, como uno podría esperar de un prodigio, puesto que nunca lo habían cogido, y de hecho, probablemente nadie hubiera sabido lo de Hodel si no hubiera sido porque su hijo –en serio –se convirtió en un detective de homicidios de California, y pasó por una serie de increíbles coincidencias y un trabajo policial muy bueno, que lo llevaron a la convicción de que su padre era un asesino.)

Le hicieron a Colin un cambio de imagen cuando llegó a la primera grabación, convirtiéndolo en el alborotado prodigio bueno y sarcástico. Le compraron unas gafas con una montura rectangular y le apelmazaron el pelo con una gran cantidad de un producto, por lo que lo tenía un poco ondulado, como lo tenían muchos de los imbéciles de los chicos más populares en el colegio. Le dieron cinco conjuntos –incluyendo un par de vaqueros de diseño, que le apretaban el culo como si fueran un novio necesitado, y una camiseta en la que se leía, con una letra hecha a mano: VAGO. Y después grabaron las seis rondas preliminares del programa en un día, haciendo parones para que los prodigios cambiaran de vestuario. Colin ganó las seis rondas, dejándolo listo para la final. Su oponente entonces era Karen Aronson, una chica de doce años de pelo muy claro que estudiaba para su doctorado en matemáticas. Karen había sido escogida como la adorable. En la semana que había entre las primeras grabaciones y la final, Colin llevaba una camisa abotonada y unos vaqueros de diseño en el instituto, y la gente le preguntaba, ¿En serio vas a salir en televisión? Y entonces un chico popular llamado Herbie57 le dijo a Hassan que a esa chica llamada Marie Caravolli le gustaba Colin. Y desde que Colin había, no hace mucho, sido desechado por Katherine XVIII, Colin le invitó a salir a Marie, porque Marie, una belleza morena italiana que habría sido la reina del Baile de Bienvenida si la Kalman School hiciera esas cosas, era la chica más sexy que él se había, o se habría, echado a la cara. Y mucho menos hablar. Y mucho menos salir. Quería mantener su costumbre de Katherine viva, por supuesto. Pero Marie Caravolli era el tipo de chica por la que rompes costumbres. Y ahí es cuando ocurrió una cosa graciosa. Se bajó del tren después del instituto el día de su cita; todo estaba perfectamente planeado. Tenía tiempo suficiente para ir caminando a casa, limpiar todos los envoltorios y las latas del Coche Fúnebre, darse una ducha, comprar algunas flores en el White Hen, y recoger a Marie. Pero cuando giró la calle, vio a Katherine I sentada en los escalones del porche de su casa. Cuando la miró, juntando sus rodillas con su barbilla, se dio cuenta de que nunca había visto a Katherine sin Krazy Keith. “¿Va todo bien?” le preguntó Colin mientras se acercaba. “Oh, sí,” dijo. “Siento presentarme aquí sin avisar. ¿Es que tengo un examen de francés?” dijo como si fuera una pregunta. “¿Mañana? Y no quiero que mi padre sepa lo idiota que soy en francés y había pensado que quizás –intenté llamarte, pero no tenía tu número. Así que de todos modos, pensé que como conozco a la estrella de un programa de televisión, podía recibir clases de él.” Sonrió. “Em,” dijo Colin. Y durante los siguientes segundos intentó imaginarse cómo sería de verdad salir con Marie. Colin siempre había tenido celos de las personas como Hassan, que simplemente sabían hacer amigos. Pero el riesgo de ser capaz de ganarse a cualquiera, pensó, es que quizás escojas a la gente equivocada. Se imaginó el mejor escenario posible: que él le terminara gustando, improbablemente, a Marie, después de lo cual Colin y Hassan saltarían la ladera social y conseguirían sentarse a almorzar en una mesa distinta, y los invitarían a algunas fiestas. Ahora, Colin había visto suficientes películas como para saber lo que pasa cuando los marginados van a las fiestas populares: generalmente, a los marginados los tiran a una piscina58 o se emborrachan, en un intento por ser chicos populares. Ninguna resulta una buena opción. Además estaba el hecho de que a Colin, técnicamente, no le gustaba Marie. Ni siquiera la conocía.

57¿Cómo puede alguien llamarse Herbie ser popular? Ese es uno de los misterios más duraderos de la vida, cómo los chicos que se llaman Herbie o Dilworth o Vagina o algo así superan tan fácilmente el peso de sus nombres para lograr una especie de estatus de leyenda, pero Colin estaría siempre ligado a Colon. 58 A pesar de que no habían muchas piscinas en Chicago.

“Espera,” le dijo a Katherine I. Y después llamo a Marie. Le había dado el número pronto ese mismo día, durante su segunda conversación59, un hecho remarcable considerando que habían estado yendo al mismo colegio juntos durante más o menos una década. “Lo siento mucho,” dijo. “Tengo una urgencia familiar… Sí, no, mi tío está en el hospital, y tenemos que ir a verlo… Bueno, sí, seguro que estará bien… Vale. Bien. Lo siento de nuevo.” Y esa fue la única vez que Colin estuvo lo más cerca de Deshacerse de alguien, y fue de Marie Caravolli, sobre la que todo el mundo estaba de acuerdo en que era la chica más atractiva de la historia de América. En lugar de eso, le dio clases a Katherine I. Y una clase se convirtió en una semana, y después en dos semanas, y al mes siguiente, fue a su casa con Krazy Keith para ver, con los padres de Colin y Hassan, cómo Colin aniquilaba a un pobre tonto llamado Sanjiv Reddy en el primer programa de KranialKidz. Más tarde esa noche, cuando Hassan se fue a casa, mientras Krazy Keith y los padres de Colin estaban bebiendo vino, Colin y Katherie Carter se escabulleron fuera de casa para tomar una taza de Café en Café Sel Marie. 59 La primera fue cuando se pidieron salir.

doce El jueves siguiente, Colin se despertó junto al cacareo del gallo y los rezos de Hassan. Colin se levantó de la cama, se puso una camiseta, meó, y después entró a la habitación de Hassan a través del baño. Hassan estaba de nuevo en la cama, con los ojos cerrados. “¿Hay alguna forma de que puedas rezar más bajito? ¿Qué pasa, Dios no es capaz de escucharte si le susurras?” preguntó. “Me estoy haciendo el enfermo,” dijo Hassan sin abrir los ojos. “Creo que tengo una infección en el pecho, y que necesito el día libre. Dios. Este trabajo está bien, pero necesito sentar el culo y ver La Juez Judy. ¿Te has dado cuenta de que no he visto La Juez Judy en, más o menos, doce días? Imagínate si te separaran de el amor de tu vida durante doce días.” Con los labios fruncidos, Colin miró a Hassan en silencio. Hassan pestañeó abriendo los ojos. “Oh. Vale. Lo siento.” “No puedes hacerte el enfermo. Tu jefa trabaja aquí. En la casa. Sabrá que no estás enfermo.” “Se pasa todo el jueves en la fábrica, idiota. Tienes que prestar más atención. Es el día perfecto para hacerte el enfermo. Solo necesito cargar las baterías emocionales.” “¡Has estado cargando las baterías todo el año! ¡No has hecho nada en doce meses!” Hassan sonrió. “¿No tenías que ir a trabajar o algo?” “Al menos llama a tu madre y dile que envíe un poco de Loyola. Se terminará en cuatro semanas. Lo he buscado en internet por ti.” Hassan no abrió los ojos. “Estoy intentando pensar en una palabra. Dios, la tengo justo en la punta de la lengua. Gom… di… gam. Oh. Sí. Gamborrimbos, hijo de puta. Gambo. Rimbos. Cuando Colin bajó las escaleras, vio que Hollis ya estaba despierta –o quizás había estado despierta toda la noche –e iba vestida con un traje de chaqueta rosa. “Precioso día en la ciudad,” dijo. “El máximo es solo de 28 grados hoy. Pero dios, agradezco que solo haya un jueves a la semana.” Cuando Colin se sentó al lado de ella en la mesa, le preguntó, ¿Qué haces los jueves?” “Oh, me gusta ir a la fábrica y comprobar las cosas por la mañana. Y después al medio día conduzco hasta Memphis y visito nuestro almacén.” “¿Por qué está el almacén en Memphis en lugar de en Gutshot?” preguntó Colin. “Dios, haces muchas preguntas,” respondió Hollis. “Escucha. Ya habéis entrevistado a todo el mundo que trabaja en la fábrica. Así que voy a empezar a mandaros a otras personas de Gutshot, jubilados de la fábrica, o ese tipo de cosas. Aun necesito que hagáis las cuatro preguntas, pero quizás deberíais estar un poco más, por ser amables y todo eso. Colin asintió. Tras un silencio, dijo, “Hassan está enfermo. Tiene una infección en el pecho.” “Pobre chico. Vale, tú irás con Lindsey. Hay que conducir un poco hoy. Vas a ver a los viejísimos.” “¿Los viejísimos?” “Así es como Lindsey los llama. A la gente de la residencia de Bradford –muchos de ellos viven de pensiones de la fábrica de Téxtiles Gutshot. Lindsey solía visitar a esas personas antes de que empezara,” Hollis suspiró, “a salir con ese,” Hollis suspiró de nuevo, “chico.” Hollis movió el cuello y gritó al final del pasillo, “¡LINDSSSSEEEEY! ¡SACA TU PEREZOSO CULO DE LA CAMA!” Y aunque el sonido de la fuerte voz de Hollis tenía que pasar a través del pasillo y atravesar dos puertas cerradas para llegar a Lindsey, Lindsey le contestó momentos después, “PON UN CUARTO DE DÓLAR EN LA MALDITA JARRA DE LAS PALABROTAS, HOLLIS. IBA A DARME UNA DUCHA.”

Hollis se levantó y puso un cuarto de dólar en la jarra de las palabrotas que había encima del mantel, volvió hacia Colin, le tocó el pelo afro-judío y dijo, “Escucha, llegaré tarde. La vuelta es muy larga desde Memphis. Tendré el teléfono encima. Cuidaos.” Cuando Lindsey bajó las escaleras, llevando unos pantalones cortos color kaki y una camiseta ceñida negra de ¡GUTSHOT!, Hassan estaba en el sofá, viendo repeticiones del Saturday Night Live. “¿Quiénes son nuestras víctimas hoy?” preguntó Lindsey. “Los viejísimos.” “Está bien en realidad. Soy una veterana en ese grupo. Vale, fuera del sofá, Hass.” “Lo siento, Linds. Me estoy haciendo el enfermo,” dijo. Yo nunca le he llamado “Linds,” pensó Colin. Hassan se rió de una broma de la televisión. Lindsey se sopló el pelo de la cara y después cogió a Colin del brazo y lo llevó al Coche Fúnebre. “No me puedo creer que se esté haciendo el enfermo,” dijo Colin, pero puso en marcha el coche. “Estoy jotidamente cansado de estar despierto mitad noche leyendo ese jotido libro sobre la invención de la televisión60, ¿y él se hace el puto enfermo? “Ey, ¿por qué tú y Hassan decís jotido todo el tiempo?” Colín exhaló lentamente, con sus mofletes resoplando. “¿Has leído alguna vez El Desnudo y El Muerto de Norman Mailer? “Ni siquiera sé quién es ese.” “Novelista americano. Nacido en 1923. Estaba leyéndolo cuando conocí a Hassan. Y después Hassan terminó leyéndolo porque va solo de la guerra, y a Hassan le encantan los libros de acción. De todos modos, son 872 páginas, y se usa la palabra joter o jotido o lo que sea unas treinta y siete millones de veces. Cualquier otra palabra es una mierda, seguramente. Así que, después de leerme una novela me gusta leer alguna crítica literaria de ella.” “Sorpréndeme,” dijo. “Bueno. Vale, cuando Mailer escribió el libro, no utilizaba, ‘joter.’ Pero se la envió al publicista y estaban en plan, ‘Es un libro excelente, Sr. Mailer. Pero nadie de aquí en 1948 lo compraría, porque contiene casi más J-bombas que una bomba normal.’ Así que Normal Mailer, para joter al publicista, revisó el libro de 872 páginas y cambió cada palabra que empieza por J por ‘joter’. Así que le conté a Hassan la historia mientras leía el libro y después decidió empezar a decir joter como un homenaje a Mailer –y porque puedes decirlo en clase sin meterte en problemas.” “Esa es una buena historia, ¿ves? Puedes contar una historia,” dijo, su sonrisa blanca fue como unos fuegos artificiales en un cielo sin estrellas. “No tiene una moral, y no contiene nada de romance ni aventura, pero es una historia al menos, y no has hecho ninguna reflexión sobre la hidratación.” En su visión periférica, Colin pudo verla sonreír. “Gira a la izquierda. Tiraremos por esta jotida carretera y después, oh, espera, espera, aminora, ese es el coche de Chase.” Un Chevy Bronco se acercó por la otra dirección. De mala gana, Colin frenó el Coche Fúnebre hasta detenerse. EOC estaba tras el volante. Colin bajó la ventanilla y EOC bajó la suya. Lindsey se inclinó hacia Colin para mirar a su novio. “Ey, Lass,” dijo EOC.

50 La televisión fue inventada por un chico. En 1920, el memorable Philo T. Farnsworth concibió el tubo vacío de rayos catódicos usado en muchos de los televisores de siglo veinte. Tenía catorce años. Fransworth construyó la primera cuando tenía solo veintiún años. (Y rápidamente fue a parar en una larga y angustiosa carrera de alcoholismo crónico.)

“No es gracioso,” dijo Lindsey enfáticamente, mientras Chase, que conducía hacia Shotgun, se partía de la risa. “Escucha, Chase y yo vamos a ir a Fulton esta noche en el campamento. ¿Te veremos allí?” “Creo que me voy a quedar en casa esta noche,” dijo, y después miró a Colin y dijo, “vamos.” “Ohh, Linds. Solo estaba bromeando.” “Vamos,” dijo otra vez, y Colin presionó el acelerador y se fueron. Colin estaba por preguntarle por la situación cuando Lindsey se giró hacia él y dijo muy calmada, “No pasa nada, solo es una broma interna. Bueno, leí tu libreta. No lo entiendo todo, pero al final me fijé en algo.” Colin rápidamente se olvidó de lo que había pasado con EOC y le preguntó, “¿Qué opinas?” “Bueno, primero, me ha hecho pensar sobre lo que hablamos cuando vinisteis aquí. Cuando te dije que creía que era una mala idea lo de importar. Creo que tengo que retractarme, porque mirando tus notas, sigo esperando encontrar una forma de mejorar tu Teorema. Tengo una fijación con arreglarlo y probarte que las relaciones pueden verse con un patrón. Quiero decir, debería funcionar. La gente es muy predecible. Y entonces el Teorema no sería tuyo, sería nuestro, y yo podría, bueno, estoy suena a retrasada. Pero de todos modos, creo que quiero importar un poco, ser conocida fuera de Gutshot, o sino no habría pensado tanto en ello. Quizás solo quiera ser alguien sin irme de aquí.” Colin fue frenando cuando se acercó a una señal de stop y después la miró. “Lo siento,” dijo. “¿Por qué lo sientes?” “Porque no puedes arreglarlo.” “Oh, pero lo hice,” dijo. Colin detuvo el coche a veinte pies de una señal de stop y dijo, “¿Estás segura?” Y ella simplemente continuó sonriendo. “Bueno, cuéntame,” imploró. “Vale, bueno no lo he ARREGLADO, pero tengo una idea. Soy lo peor en matemáticas, muy muy mala, así que dime si lo he entendido mal, pero parece ser que el único factor que está en la fórmula es donde cada persona encaja en la escala de los Deshechores y Deshechos, ¿no?” “Sí. De eso va la fórmula. Sobre que se deshagan de ti.” “Sí, pero ese no es el único factor en una relación. Está, por ejemplo, la edad. Cuando tienes nueve, tus relaciones tienden a ser más cortas y menos serias y menos azarosas que cuando tienes cuarenta y uno y estás desesperado por casarte antes de que tus genitales se sequen, ¿no?” Colin se giró hacia Lindsey y miró hacia las intersecciones que habían ante él, ambas abandonadas. Lo pensó durante un rato. Le parecía tan obvio ahora, demasiados hallazgos. “Más variables,” dijo entusiasmado. “Vale. Como he dicho, la edad, para empezar. Pero un montón de cosas influyen. Lo siento, pero el atractivo importa. Está este chico que se unió a la Marina, pero que el año pasado era un estudiante de último curso. Tenía 210 libras de falso músculo, y yo quería a Colin y todo eso, pero ese chico era sexy hasta morirse y también muy dulce y agradable, y conducía un Montero personalizado.” “Odio a ese tío,” dijo Colin. Lindsey se rió. “Vale, seguro que lo harías. Pero de todos modos, era un total Deshechor. Un autodeclarado defensor de la cuarta base: encuéntralo, siéntelo, tíratelo y olvídalo. Solo él cometió el error de salir con la única persona más sexy que él en el medio Tennessee, Katrina. Y se convirtió en el perrito faldero más pegajoso y necesitado, y finalmente Katrina tuvo que cortar con él.” “Pero no es simplemente atracción física,” dijo Colin, buscando en su bolsillo su lápiz y su libreta. “Es lo atractiva que encuentres a la persona y lo atractiva que ella te encuentre. Como

por ejemplo, una chica que es muy guapa, pero da la casualidad de que tengo un raro fetiche y que solo me gustan las chicas con trece dedos en los pies. Bueno, quizás sea el Deshechor si resulta que tiene diez dedos en los pies y solo le ponen los chicos delgados con gafas y pelo afro.” “Y ojos muy verdes,” añadió Lindsey con indiferencia. “¿Qué?” “Era un cumplido,” dijo. “Oh. Mis. Verdes. Vale.” Cálmate, Singleton. Cálmate. “De todos modos, creo que tiene que ser más complicado. Tiene que ser tan complicado que un matemático como yo no lo entienda hasta el final.” Un coche se paró tras ellos y tocó el pito, así que Colin volvió a conducir, y cuando llegaron al parking cavernoso de la residencia, habían reunido cinco variables: Edad (A)61 Diferencia Popular (C)62 Diferencia atractiva (H)64 Diferencia Deshechor/Deshecho (D)63 Diferencia introvertido/extrovertido (P)64 Se sentaron juntos en el coche con las ventanillas bajadas, el aire era caliente y pegajoso pero no sofocante. Colin realizó posibles nuevos esquemas y le explicó las matemáticas a Lindsey, que hacía sugerencias y miraba sus esquemas. Durante treinta minutos estuvo sacando el gráfico de ella-rompió-con-él ceño fruncido para muchas Katherines. Pero no podía ajustar la línea del tiempo. Katherine XVIII, que le costó meses de vida, no parecía que durara tanto, o importara más que los tres días y medio que pasó en los brazos de Katherine V. Estaba simplificando mucho la fórmula. E hizo esto

aún intentando hacerlo totalmente al azar. ¿Y si ajusto la variable del atractivo? ¿Y si pongo una onda sinusoidal aquí o una fracción allí? Necesitaba ver la fórmula no como puras matemáticas, algo que odiaba, sino como lenguaje, algo que le encantaba.

61 Para conseguir la variable, Colin cogió la media de la edad de dos personas y le restó cinco. De paso, todos los pies de página de esta página tienen matemáticas, y son, por lo tanto, estrictamente opcionales. 62 A la que Colin llegó calculando la diferencia popular entre la Persona A y la Persona B en una escala de 1 a 1.000 (puedes aproximarte) y después dividiendo por 75, números positivos si la chica es más popular, negativo si lo es el chico. 64Calculado como un número entre el 0 y el 5 basándose en la diferencia de la atracción entre ambos. Números positivos si el chico es más atractivo que la chica; negativo si viceversa. 63 Entre 0 y 1, la distancia relativa entre las dos personas del rango de los Deshechores y Deshechos. Número negativo si el chico es más Deshechor, positivo si lo es la chica. 64 En el Teorema, esta es la diferencia salida entre las dos personas calculándolo en una escala que va del 0 al 5. Números positivos si la chica sale más, negativos si lo hace el chico.

Así que empezó a pensar en la fórmula como un intento de comunicar algo. Empezó a crear fracciones junto con las variables para que fueran más fáciles de trabajar en un gráfico. Empezó a ver incluso antes de introducir las variables, cómo las diferentes fórmulas representarían a las Katherines, y conforme lo hacía la fórmula se volvía totalmente complicada, hasta que empezó a parecer –cómo decir esto sin sonar estúpido –bueno, preciosa. Tras una hora aparcados en el coche, la fórmula era así:

“Creo que está cerca,” dijo finalmente. “Y seguro que no lo entiendo para nada, ¡y lo has hecho delante de mí!” Rió. “Vale, vayamos a ver a los viejísimos.” Colin solo había estado en una residencia una vez. Él y su padre fueron a Peoria, Illinois, una semana cuando Colin tenía once años para visitar a su tía bis abuela Esther, que estaba en coma y por lo tanto no en muy buena compañía. Así que se sorprendió mucho con Sunset Acres. En una mesa de picnic en el césped de fuera, cuatro mujeres mayores, todas llevaban grandes sombreros de paja, estaban jugando a las cartas. “¿Es esa Lindsey Lee Wells?” preguntó una de las mujeres, y entonces Lindsey se alegró y se apresuró hacia la mesa. La mujer puso boca abajo sus cartas para abrazar a Lindsey y acarició sus mejillas. Lindsey conocía todos sus nombres –Jolene, Gladys, Karen y Mona –y les presento a Colin, tras lo que Jolene se quitó el sombrero, se abanicó la cara y dijo, “Mi Lindsey, ¿tienes un novio muy guapo, no? No me pregunto por qué no vienes a visitarnos ya.” “Aw, Jolene, no es mi novio. Siento no haber venido mucho. He estado ocupada con el instituto, y Hollis me hace trabajar como un perro en la tienda.” Y después empezaron a discutir sobre Hollis. Pasaron quince minutos hasta que Colin pudo sacar la grabadora y empezar a hacerle a las cuatro las preguntas que había ido a hacer, pero no le importó, primero porque Jolene pensó que era “muy guapo”, y segundo porque eran un grupo de gente mayor super relajada. Por ejemplo, Mona, una mujer con manchas por la edad y un parche en el ojo izquierdo, respondió a la pregunta: “¿Qué tiene Gutshot de especial?” diciendo, “Bueno, para empezar que tiene un buen plan de pensiones. Llevo retirada veinte años y Hollis Wells aún compra mis pañales. Eso está bien. ¡Los uso! Me hago pis encima cuando me río,” dijo alegremente, y después se rió inquietamente fuerte. Y Lindsey, le pareció a Colin, era un tipo de estrella del rock para los viejísimos. Como una palabra filtrada a través de los edificios cuando llegó, más y más de ellos fueron yendo a la mesa de picnic de fuera y se pusieron alrededor de Lindsey. Colin fue de persona en persona, grabando las respuestas a sus preguntas. Durante un momento, se sentó y dejó a Lindsey con la gente a sus anchas. Su entrevista favorita fue la de un hombre llamado Roy Walker. “Bueno no puedo imaginarme,” dijo Roy, “por qué alguien en la tierra querría escucharme. Pero estoy feliz por esta charla.” Roy empezó a contarle a Colin sobre su trabajo en la fábrica en el turno de noche como jefe de planta en Textiles Gutshot, pero entonces paró de repente y dijo, “Mira cómo quieren a la pequeña Lindsey. Todos hemos visto a esa niña crecer. Yo solía verla una vez a la semana o más –la conocimos cuando era un bebe y la conocíamos cuando no podíamos hablarle

68 Eso no cuenta como matemáticas, porque uno no tiene que entender cómo funciona o lo que significa para pensar que es preciosa.

de los chicos y la conocíamos cuando tenía el pelo azul. Solía robarme una cerveza Budweiser cada sábado, bendito corazón. Hijo, si hay una cosa que sé,” y Colin pensó que a las personas mayores siempre les gusta decirte esa cosa que saben, “es que hay gente en este mundo a la que puedes querer, querer y querer sin importar nada.” Colin siguió a Roy hasta Lindsey entonces. Lindsey estaba retorciendo un mechón de su pelo, pero mirando fijamente a Jolene. “Jolene, ¿qué acabas de decir?” “Le estaban diciendo a Helen que tu madre le ha vendido doscientas hectáreas de tierra de Bishops Hill a mi chico Marcus.” “¿Hollis ha vendido terreno de Bishops Hill?” “Así es. A Marcus. Creo que Marcus quiere construir algunas casas, construir una pequeña – no recuerdo como lo llama él.” Lindsey medio cerró los ojos y suspiró. “¿Una subdivisión?” preguntó. “Eso es. Subdivisión. Ahí arriba en la colina, supongo. Bonitas vistas.” Lindsey se quedó callada tras eso, sus grandes ojos se perdieron en la distancia de los campos tras la residencia. Colin se sentó y escuchó a los ancianos hablar, y después finalmente Lindsey lo cogió del brazo por encima del codo y dijo, “Hay que ponerse en marcha.” Tan pronto como las puertas del Coche Fúnere se cerraron, Lindsey murmuró para sí misma, “Mamá nunca vendería eso. Nunca. ¿Por qué iba a hacer eso?” Colin pensó que nunca había escuchado a Lindsey referirse a Hollis como su madre. “¿Por qué le vendería eso a ese chico?” “Quizás necesite dinero,” dijo Colin. “Necesita el dinero tanto como yo necesito un puñetero agujero en mi cabeza. Mi bis abuelo construyó la fábrica. Dr. Fred N. Dinzanfar. No necesitamos dinero, te lo aseguro.” “¿Era árabe?” “¿Qué?” “Dinzafar.” “No, no era árabe. Era de Alemania o algo. Bueno, hablaba alemán, también Hollis, por eso yo sé. ¿Por qué siempre haces preguntas tan ridículas?” “Dios. Lo siento.” “Oh, en fin. Simplemente estoy confundida. Qué más da. Cambiando de tema. Es divertido pasar tiempo con los viejísimos, ¿no? No lo creías, pero es divertidísimo. Solía visitarlos en sus casas -muchos de ellos no estaban en la residencia entonces –casi cada día. Simplemente iba de casa en casa, me daban de comer y me abrazaban. Esos eran los días pre-amigos.” “Parece que te adoran,” dijo Colin. “¿A mí? Las mujeres no podían hablar de otra cosa aparte de lo sexy que eras. Te estás perdiendo todo un demográfico de Katherines por no probar en el mercado de los ochenta.” “Era gracioso que se creyeran que estábamos saliendo,” dijo Colin mirándola. “¿Qué es tan gracioso?” preguntó, sosteniéndole la mirada. “Um,” dijo. Distraído de la carretera, Colin vio como ella le daba la versión más brillante de su inimitable sonrisa.

trece Ese sábado, Hassan “fue por ahí” con Lindsey, Katrina, EOC, VMA y ECQMT. La noche siguiente, se fue por ahí otra vez, y vino a casa después de la media noche y se encontró a Colin trabajando en su Teorema, que ahora funcionaba diecisiete o diecinueve veces. Aún no podía hacer que funcionara para Katherine III o, más importante, para Katherine XIX. “¿Sup?” preguntó Hassan. “Sup no es una palabra,” respondió Colin sin mirarlo. “Eres como el sol en un día nublado, Singleton. Cuando hace frío fuera, eres el mes de mayo.” “Estoy trabajando,” dijo Colin. No podía determinar con precisión cuándo Hassan se empezó a hacer como todo el mundo en el planeta, pero estaba pasando claramente, y era claramente molesto. “He besado a Katrina,” dijo Hassan. Y después Colin dejó el lápiz, se giró en la silla y dijo, “¿Tu quéado a quién?” “Quéado no es una palabra,” imitó Hassan. “¿En los labios?” “No, idiota, en su esfínter pupilar. Sí, en los labios.” “¿Por qué?” “Estábamos sentados en el asiento trasero de la camioneta de Colin y estábamos girando la botella de cerveza, pero habían muchos baches porque íbamos hacía ese sitio en el bosque. Y si alguien giraba la botella de cerveza, volaría por los aires y aterrizaría en la otra punta de la camioneta, nadie besaría a nadie. Así que pensé que sería seguro jugar, ¿no? Pero después giré la botella y juro por Dios que giró en el círculo más pequeño a pesar de que estábamos pasando esos baches –o sea, solo Dios podía haber evitado que esa botella saltara por los aires –y entonces se paró justo enfrente de Katrina, y ella dijo, ‘Qué suerte,’ ¡y no estaba siendo sarcástica, kafir! Estaba seria. Se inclinó en la camioneta, pasamos un bache y terminó en mis brazos, y después trazó una línea recta hasta mi boca y, te juro por Dios, que su lengua era como si le diera una paliza a mis dientes.” Colin abrió los ojos, incrédulo. Se preguntaba si Hassan se lo estaba inventando todo. “Fue, ah, raro, húmero y confuso –pero divertido, supongo. La mejor parte fue cuando puse mi mano sobre su cara, y miré hacia abajo y vi sus ojos cerrados. Creo que le van los rellenitos o algo. De todos modos, la voy a llevar a Taco Hell mañana por la noche. Me recogerá. Así es como la lío, nena.” Sonrió Hassan. “Las señoritas vienen a por el Gran Papito, porque el Gran Papito no tiene coche.” “Vas enserio,” dijo Colin. “Voy enserio.” “Espera, ¿crees que el hecho de que la botella se quedara en la camioneta ha sido un milagro?” Hassan asintió. Colin tiró el lápiz contra el escritorio y después se levantó. “Y Dios no te habría dejado besar a la chica a menos que fueras a casarte con ella, ¿así que Dios quiere que te cases con la chica que creyó que yo era un francés que padece de Tourette y hemorroides? “No seas un capullo,” dijo Hassan, casi amenazadoramente. “Simplemente me sorprende que el Sr. Superior y Todo Poderoso esté jotiendo por ahí con chicas en la parte trasera de una camioneta, eso es todo. Probablemente estabas bebiendo cerveza de mierda y llevando una camiseta de fútbol.” “¿Qué coño, tío? He besado a una chica. Al fin. A una chica muy sexy y muy dulce. Gamborrimbos. Deja de presionarme.”

Colin no sabía por qué, pero se sentía obligado a seguir presionándolo. “En fin. Simplemente no puedo creer que lo hayas hecho con Katrina. ¿Ya no es tan tonta y estúpida como parecía ese día?” Y entonces Hassan extendió la mano y cogió un mechón del pelo afro-judío de Colin. Arrastro a Colin por la habitación del pelo y lo estampó contra la pared. La mandíbula de Hassan estaba tensa cuando estampó a Colin contra el flexo en el sitio justo en el que Colin tenía la herida. “He dicho gamborrimbos, kafir. Tienes que respetar los malditos gamborrimbos. Ahora me voy a la cama antes de que nos peleemos. ¿Y sabes por qué no me quiero pelear contigo? Porque perdería.” Aún bromea, pensó Colin. Siempre bromea, incluso cuando está cabreado. Y mientras Hassan se iba por el baño hacia su habitación, Colin se sentó para seguir trabajando con el Teorema, la cara de Colin estaba brillante y mojada, las lágrimas le salieron por la frustración. Colin odiaba no ser capaz de cumplir sus “objetivos.” Lo odiaba desde que tenía cuatro años y su padre le enseñaba las conjugaciones del latín de veinticinco verbos irregulares como un “objetivo diario,” pero al final del día, Colin solo se sabía veinte tres. Su padre no le decía nada, pero Colin sabía que fallaba. Y ahora los objetivos eran más complicados, quizás, pero aún eran muy simples: quería un mejor amigo, una Katherine, y un Teorema. Y tras casi tres semanas en Gutshot, parecía que estaba volviéndose peor que cuando empezaron. Hassan y Colin no hablaron a la mañana siguiente –ni una vez, y Colin tenía claro que Hassan aún estaba tan cabreado como Colin. Colin vio en un completo silencio cómo Hasan apuñalaba furiosamente su desayuno y más tarde, cómo Hassan golpeó la mini grabadora contra le mesa de café de un jubilado de la fábrica que era viejo-pero-no-lo-suficientemente-viejocomo-para-ir-a-la-residencia. Colin podía escuchar el cabreo en la voz de Hassan cuando preguntó, en la monotonía de la aburrida agresividad, qué vida le habría gustado tener en Gutshot cuando el viejísimo era un niño. Por ahora, parecía que se habían saltado a los mejores narradores de historias y que se habían quedado con la gente que se pasaba cinco minutos decidiendo si visitaron Asheville, Carolina del Norte, en junio o julio de 1964. Colin aún prestaba atención –era, al fin y al cabo, lo que él hacía –pero parte de su cerebro estaba en otra parte. En general, catalogó todas las veces que Hassan había sido un grano en el culo para él, todas las veces que había sido el punto de mira de las bromas de Hassan, todos los pequeños comentarios sarcásticos que Hassan había hecho sobre su Katherinezación. Y ahora Hassan estaba Katherinezándolo, se convirtió en el chico que se iba por ahí, dejando de lado a Colin. Lindsey utilizó ese día para salir con EOC a la tienda. Así que solo estaban Colin, Hassan y un viejísimo que monopolizó su día entero. A pesar de que el hombre habló durante siete horas seguidas sin parar, el mundo de Colin parecía inquietamente silencioso hasta que finalmente se rindió cuando salieron de la casa del anciano para ir a buscar a Lindsey. “Esto suena a tópico, pero creo que has cambiado,” dijo Colin mientras bajaban por la carretera del viejísimo. “Y estoy cansado de que salgas conmigo solo para que puedas reírte de mí.” Hassan no dijo nada, simplemente subió al asiento del copiloto y cerro de un portazo la puerta. Colin entró y encendió el motor, y entonces a Hassan se le fue la cabeza. “¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza, idiota desagradecido, que cuando me mofaba de ti después de todas tus rupturas, cuando levantaba tu culo lamentado del suelo de tu habitación, cuando escucha tus interminables delirios y desvaríos sobre cada jotida chica que siempre te daba el día, que quizás en realidad estaba haciéndolo por ti y no porque estoy tan desesperado por enterarme de los nuevos deshechores de tu vida? ¿Qué problemas has escuchado de los míos, agujero para dildos? ¿Te has sentado alguna vez conmigo durante horas y me has escuchado gimotear que soy un jotido gordo cuyo mejor amigo lo abandona cada vez que una

Katherine se cruza por el camino? ¿Alguna vez se te ha ocurrido por un brevísimo puto momento que mi vida quizás sea peor que la tuya? Imagina que no eres un jotido genio y que estas solo y que nadie te escucha nunca. Así que sí. Mátame. He besado a una chica. Y fui a casa con esa historia psicoanalizada para contártela porque por fin tenía una historia mía después de cuatro años de estar escuchando las tuyas. Y eres un capullo tan ensimismado que no puedes ni por un jotido segundo darte cuenta de que mi vida no gira alrededor de la estrella de Colin Singleton.” Hassan paró para respirar, y Colin mencionó lo que se le había estado pasando por la cabeza todo el día. “Lo llamaste Colin,” dijo Colin. “¿Sabes cuál es tu problema?” Continuó Hassan, sin escucharlo. “No puedes vivir con la idea de que alguien pueda irse. Así que en lugar de estar feliz por mí, como cualquier persona normal, estás cabreado porque, oh, oh no, ya no le gusto a Hassan. Eres un sitzpingler. Estás tan jotidamente asustado por la idea de que alguien quizás se deshaga de ti que tu vida entera está construida alrededor de la idea de que no te dejen de lado. Bueno, no funciona, kafir. No es –no es solo estúpida, es inefectiva. Porque no estás siendo un buen amigo o una buena persona o un buen novio o lo que sea, porque solo estás pensando en que quizás-no-le-guste-quizás-no-leguste, ¿y sabes qué? Cuando actúas así, no le gustas a nadie. Ahí está tu maldito Teorema.” “Lo llamaste Colin,” repitió Colin, su voz se oía ahora. “¿He llamado Colin a quién?” “EOC.” “No.” Colin asintió. “¿Si?” Colin asintió. “¿Estás seguro? Vale, claro que estás seguro. Huh. Bueno, lo siento. Ese fue un detalle idiota por mi parte.” Colin giró en el estacionamiento de la tienda y paró el coche, pero no hizo ningún movimiento para salir. “Sé que tienes razón. Es decir, sobre lo de ser un ensimismado capullo.” “Bueno, solo es a veces. Pero aún así, para.” “No sé cómo en realidad,” dijo. “¿Cómo dejas de estar asustado de que la gente te deje de lado y termines solo sin significar nada para el mundo?” “Eres jotidamente inteligente,” respondió Hassan. “Seguro que puedes hacer algo.” “Es genial,” dijo Colin después de un rato. “Lo de Katrina, digo. Has besado a una chica, joter. A una chica. O sea, siempre se me ha pasado por la cabeza que eras gay,” dijo Colin. “Quizás fuera gay si tuviera un físico mejor, amigo,” dijo Hassan. “Y quizás fueras gay si pudiera localizar tu pene bajo las lorzas.” “Zorra, podría pesar 200 kilos y aún podrías ver a Rayobastón llegarme por los tobillos.” Colin sonrió. “Es una chica con suerte.” “Una pena que nunca vaya a adivinar la suerte que tiene a menos que nos casemos.” Y después Colin volvió al tema. “Eres un capullo conmigo a veces. Sería más fácil si no actuaras como si en realidad me odiaras.” “Tío. ¿Quieres que me siente ahí y diga que eres mi mejor amigo y que te quiero y que eres tan listo que solo quiero acostarme contigo por la noche? Porque no voy a hacerlo. Eso es sitzpinglery. Pero creo que eres un genio. Sin mierdas. Lo pienso de verdad. Pienso que puedes hacer lo que quieras hacer en tu vida, y eso es todo un logo.” “Gracias,” dijo Colin, y después salieron del coche, se reunieron frente al porche; Colin se encogió de brazos un poco, Hassan lo toqueteó jugueteando y después entraron en la tienda.

EOC estaba reponiendo algo de filetes de carne secos mientras Lindsey estaba sentada en el taburete detrás del mostrador leyendo una revista de famosos, con los pies descalzos junto a la caja registradora. “Ey,” dijo EOC. “He oído que tienes una cita esta noche, grande tío” “Sí, y todo gracias a tu excelente conducción. Si hubieras evitado ese bache, nunca habría terminado en mis brazos.” “Bueno, de nada. Esta buena, ¿a que sí?” “¡Eh!” dijo Lindsey sin levantar la mirada de la revista. “¡Yo soy la que está buena!” “Oh, nena, calla,” dijo EOC. “Entonces, Colin,” dijo EOC. “Hass dijo que no te hacía mucho salir por ahí, pero tienes que venir de caza con nosotros la semana que viene.” “Muy agradable por decírmelo,” dijo Colin. Y estaría bien. Ningún quarterback o cornerback ni nadie relacionado con el fútbol lo había invitado a nada. Pero Colin pensó inmediatamente en la razón por la que escogió a Katherine XIX antes que a Marie Caravoli. En este mundo, Colin pensó, es mejor que estés con los de tu tipo. “No sé como disparar, en realidad.” “Oh, seguro que disparas a un cerdaco,” dijo EOC. Colin se giró hacia Hassan, que abrió los ojos y asintió súbitamente. Durante una milésima de segundo, Colin pensó en pasar de la caza del cerdo, pero pensó que se lo debía a Hassan. Parte de no ser un ensimismado capullo, razonó Colin, era hacer cosas con tus amigos incluso cuando no quieres hacerlas. Incluso si eso da como resultado la muerte de un cerdo salvaje. “Vale,” dijo Colin, sin mirar a EOC pero sí a Hassan. Y EOC dijo, “Suena bien. Escucha, ya que estáis aquí para haceros cargo de la tienda hasta que cierra, voy a tomarme un descanso. Tengo que ver a los chicos de la fábrica. Vamos a jugar a los bolos.” Ahora Lindsey apartó la revista. “Me gustan los bolos,” dijo. “Salida de chicos, nena.” Lindsey fingió que devolvía, después sonrió, y se levantó para darle un beso de despedida a EOC. Él se inclinó sobre el mostrador, le dio un pico en los labios y salió. Cerraron la tienda pronto y volvieron a casa, a pesar de que a Hollis no le gustaba que la interrumpieran antes de las cinco y media. Estaba tumbada en el sofá del comedor diciendo, “Necesitamos tu ayuda. Si miras el precio de partida-” y después los vio entrando y dijo, “Te llamo luego.” Colgó el teléfono. “Ya os he dicho que trabajo hasta las cinco y media y que no me podéis interrumpir.” “Hollis, ¿Por qué le vas a vender terreno a ese Marcus?” “Eso no es asunto tuyo y te agradecería que no cambiaras de tema. Salid todos de la casa hasta las cinco y media. Os pago para trabajar, recordad. Y Lindsey Lee Wells, se que no has estado en la casa del Sr. Jaffrey hoy. No creas que no me dio cuenta de las cosas.” “Tengo una cita esta noche, así que me saltaré la cena,” intervino Hassan. “Y yo me llevo a Colin a cenar por ahí,” dijo Lindsey. “A este Colin,” aclaró, su dedo extendido señalando a su bíceps. Hollis sonrió; Colin miró a Lindsey con sorpresa y confusión. “Bueno, supongo que entonces puedo trabajar esta noche con todos fuera,” dijo Hollis. Colin pasó sus restantes horas “precita” trabajando en el Teorema. En treinta minutos, clavó a K-19. El problema, resultó ser que no era tan malo en matemáticas como en tener esperanza: Colin había estado intentando ajustar el Teorema para hacer que el gráfico de K-19 pareciera algo así:

En resumen, había estado contando entorno a una reunión. Había estado asumiendo que el Teorema podría visualizar el futuro, cuando K-19 volviera con él. Pero el Teorema, decidió, no podía tener en cuenta su propia influencia. Así que entonces, con la misma fórmula con la que había estado trabajando antes, en el coche con Lindsey65, Colin decidió conseguir que reflejara su relación con Katherine XIX hasta ahora:

A las cinco en punto, estaba peligrosamente cerca. Había detenido la montaña rusa de Katherine dieciocho veces. Pero lo que no había hecho era muy importante –no había metido a Katherine III en el papel, y uno no puede llevar una ecuación que prediga dieciocho sobre diecinueve Katherines al Comité del Premio Nobel66. Durante las siguientes dos horas, pensó en cada faceta de Katherine III (apodo: Katherine Mutsensberger) con la precisión y claridez que hace de su cerebro algo tan inusual. Y aun así no pudo arreglar lo que llegó a nombrar como la III Anomalía. La ecuación que correctamente predecía las otras dieciocho vino a parecer algo así:

El gráfico sonriente le indicó a Colin que no había sido Deshechado por III sino que se había Deshecho de ella, lo que era ridículo. Podía recordar cada cosa sobre Katherine III, y de las demás, claro; recordaba todo sobre todo –y aún así algo sobre Katherine III se le escapaba claramente. Mientras trabajaba en el Teorema, a Colin le confundía mucho que el mundo de fuera de su libreta pareciera no existir, así que se levantó de una sacudida de la sorpresa cuando escuchó, detrás de él, a Lindsey decir, “La hora de la cena, tío.” Se giró para ver su cabeza mirando a través de la puerta. Llevaba un top azul con pantalones vaqueros ceñidos, Converse All Star y – como si supiera que a él le gustaba –sin maquillar. Parecía, bueno, guapa –incluso sin sonreir. Colin se miró sus pantalones y su camiseta amarilla de KranialKidz. “No te vistas dependiendo de mi,” dijo Lindsey, sonriendo. “Vamos a ir de todos modos.” Bajaron las escaleras justo a tiempo para ver a través de la pantalla del telefonillo a Hassan subirse en la camioneta de Katrina. Hassan le dio una rosa flácida que había cogido del jardín de

la mansión. Ella sonrió y después se besaron. D i o s. Colin lo había visto con sus propios ojos: Hassan besando a una chica que habría sido la Reina del Baile. “¿Katrina fue la Reina del Baile=” “No, lo fui yo,” respondió Lindsey inmediatamente. “¿En serio?” Lindsey se mordió los labios. “Bueno, no, ¡pero no tienes por qué sorprenderte tanto! Katrina estuvo en la Corte, eso sí.” Ella se paró y gritó hacia la cocina, “¡Ey, Hollis! Nos vemos. Seguramente volvamos tarde. ¡Sexo caliente y todo eso!” “¡Divertíos!” respondió Hollis. “¡Llamad si volvéis más tarde de las doce!” Condujeron hacia el centro de la ciudad, a la gasolinera/Taco Hell, donde pidieron en la autocaja. Ambos miraron hacia la ventana con forma de acordeón, Lindsey se inclinó sobre Colin para espiar a Hassan y a Katrina comiendo. “Parece que a ella le gusta de verdad,” dijo Lindsey. “O sea, a mi me gusta él, también. No quiero ser ruin. Simplemente estoy sorprendida. A ella normalmente le suelen ir, em, los tios buenos y tontos.” “O sea que es como tú.” “Cuidado. Te estoy pagando la cine, a fin de cuentas.” Cogieron sus tacos de pollo y se fueron, finalmente Colin decidió preguntarle qué pasaba. “Em, ¿por qué hemos salido a cenar juntos?” “Bueno, por tres motivos. Primro, porque he estado pensando en el Teorema y tengo una pregunta. ¿Cómo funciona si eres gay?” “¿Eh?” “Bueno, es que todos los gráficos que ascienden significan que un chico deja a una chica, y si desciende significa que una chica deja a un chico, ¿no? ¿Pero y si los dos son chicos?” “No importa. Simplemente le asignas una posición a cada uno. En lugar de ser ‘b’ y ‘g’, podrían ser fácilmente ‘b1’ y ‘b2’. Así es como funciona el álgebra.” “Lo que explicaría mi insuficiente. Vale. Gracias a Dios. Estaba muy preocupada porque solo pudiera ayudar a los heteros, y eso no es un buen Teorema. El segundo motivo es que estoy intentando gustarle a Hollis, y a ella le gustas, así que si me gustas a mí, le gustaré.” Colin la estaba mirando, confundida. “Insuficiente en algebra; Sobresaliente en popularidad. Mira, la popularidad es complicada, tío. Tienes que pasar un montón de tiempo pensando en gustar; te tiene que gustar de verdad gustarle a la gente, y también no gustarles.” Colin escuchó con atención, mordiéndose el interior del dedo pulgar. Escuchar a Lindsey hablar de popularidad lo hice sentirse un poco en el mysterium tremendum. “De todos modos,” continuó, “necesito saber qué está pasando para que venda terreno. Ese tipo Marcus construyó esa división de casa de galletas al sur de Bradford. Es vomitivo. Hollis nunca accedería a esa mierda.” “Oh, vale,” dijo Colin, sintiéndose como un peón. “Y el tercer motivo,” dijo Lindsey, “es que tengo que enseñarte cómo disparar para que no te avergüences de ti mismo.” “¿Disparar un arma?” “Una escopeta. Puse una en tu camioneta esta tarde.” Colin se giró nerviosamente hacia la parte trasera. “No muerde,” dijo Lindsey. ¿Cómo consigues un arma?”

65 La preciosa, con todas las letras. 66 A demás, no hay uno Premio Nobel en las matemáticas, quizás tuviera una oportunidad en el Premio de la Paz.

“¿De dónde la consigo? Sabelotodo, conseguir un arma en Gutshot, Tennessee, es más fácil que una prostituta te pegue la clamidia.” Veinte minutos después, estaban sentados en un campo de hierba en la cima de un área de descanso que, Lindsey dijo, pertenecía a Hollis pero que pronto pertenecería a Marcus. El campo estaba cubierto de flores silvestres y por el ocasional retoño, sin embargo estaba cercado por una serie de troncos cortados. “¿Por qué hay una valla?” “Solía haber un caballo que se llamaba Hobbit que pastaba aquí, pero murió.” “¿Era tu caballo?” “Sep. Bueno, de Hollis también. Hollis lo recibió de mi padre como un regalo de boda, y después cuando nací (seis meses después ) Hollis me lo dio a mí. Era un caballo muy gentil, Hobbit. Pude montarlo cuando tenía tres años.” “¿Entonces tus padres están divorciados?” “No, no oficialmente. Pero ya sabes lo que dicen de Gutshot: la población nunca sube ni nunca baja, porque cada vez que una mujer se queda embarazada, un hombre deja la ciudad.” Colin rió. “Se fue cuando tenía un año. Llama un par de veces al año, pero Hollis nunca me deja hablar con él. No conozco al tipo, y no me importa. ¿Qué hay de ti?” “Mis padres aún están casados. Tengo que llamarlos a la misma hora cada noche, en treinta minutos, de hecho. Son sobreprotectores, supongo, pero es normal. Somos muy aburridos.” “No eres aburrido. Tienes que parar de decir eso, o la gente empezará a creerte. Ahora, sobre la pistola.” Lindsey se bajó de un saltó, corrió campo atrás y saltó por encima de la valla. Colin la siguió a un lugar más sostenible. Él no solía, como una regla, creer en correr. “Abre el maletero,” gritó Lindsey. Colin abrió el maletero y encontró una larga escopeta de dos cañones con mango de madera. Lindsey cogió la escopeta, se la dio a Colin y dijo, “Apunta al cielo.” Cogió una caja cuadrada de cartón y volvieron hacia atrás, por la valla y a través del campo. Pareciendo una experta, Lindsey abrió la escopeta, cogió dos balas de la caja de cartón y las introdujo. “Cuando esta mierda esté cargada, no me apuntes a mí, ¿me oyes?” Cerró la escopeta, la apoyó sobre su hombro y después, cuidadosamente, se la dio a Colin. Ella se puso tras él y lo ayudo a sujetar el arma contra su hombro. Él podía sentir su pecho contra sus omóplatos, su pie al lado de su pie, su estómago contra su espalda. “Sujétala fuerte contra tu hombro,” dijo, y lo hizo. “El seguro está aquí,” dijo, cogiendo su mano y guiándola hacia un interruptor de acero en un lado de la pistola. Nunca había cogido una pistola antes. Estaba al mismo tiempo emocionado y profundamente confundido. “Ahora cuando dispares,” dijo, su aliento contra su nuca, “no ahogues el gatillo. Simplemente tócalo y apriétalo. Apriétalo delicadamente. Voy a dar un paso hacia atrás y después simplemente apriétalo, ¿vale?” “¿Qué debería hacer?” “No puedes darle a un granero, así que simplemente apunta hacia el frente.” Colin sintió la ausencia de Lindsey en su espalda, y después, muy delicadamente, apretó el gatillo. La explosión golpeó sus oídos en el mismo momento en el que golpeó su hombro derecho, y la fuerza de la pistola hizo que su brazo se levantara y sus piernas se desprendieran de él y se encontró a sí mismo sentado sobre su trasero en un campo de flores salvajes con la escopeta apuntando hacia el cielo. “Bueno,” dijo. “Ha sido divertido.” Lindsey estaba riéndose. “Mira, por eso estamos aquí, para que no te caigas de culo en frente de Colin, Chase y todo el mundo. Tienes que prepararte para este tiro.”

Y con el curso de la siguiente hora, Colin disparó contra los árboles de roble que tenía delante, parando solo para recargar el arma y llamar a sus padres. Disparó cuarenta y cuatro balas hacia el bosque, y después, cuando su brazo derecho estaba cargado y parecía que le había pegado repetidas veces en él un campeón de boxeo, dijo, “¿por qué no lo intentas?” Lindsey negó con la cabeza y se sentó en la hierba. Colin la siguió. “Oh, yo no disparo armas. Me dan mucho miedo,” dijo. “¿Te estás quedando conmigo?” “No. Además, esa es de un calibre diez. No dispararía una de un calibre diez ni por un millón de dólares. Te golpean como una maldita mula.” “¿Entonces por qué…?” “Como he dicho, no quiero que parezcas un idiota.” Colin quiso continuar la conversación pero no sabía muy bien cómo, así que se tumbó y se masajeó el hombro dolorido. En conjunto, Gutshot había sido físicamente atípica para él: una cicatriz hinchada encima del ojo, cuarenta y cuatro moratones distintos en su hombro, y por supuesto, un aún doloroso agujero en su estómago. Y aún así, de algún modo, le gustaba ese lugar. Se dio cuenta de que ella estaba tumbada a su lado, con sus brazos cruzados tras su cabeza. Ella le dio una patada en la espinilla para obtener su atención. “¿Qué?” preguntó él. “Estaba pensando en esa chica a la que quieres tanto,” dijo. “Y en este sitio que yo quiero tanto. Y cómo eso pasa. Cómo simplemente te enamoras. Esta parcela que Hollis está vendiendo, lo que pasa es que, bueno, estoy en parte cabreada porque no quiero que sea una división MacMansion de mierda, pero también en parte porque mi secreto oculto está aquí.” “¿Tu qué?” “Mi secreto oculto. Mi super e increíble localización secreta de la que nadie en la tierra tiene ni idea.” Lindsey hizo una pausa y retiró la mirada del cielo para mirar a Colin. “¿Quieres verla?”

El final (del medio) “No quiero halagarme a mí misma,” dijo Katherine I entre sorbos de café en el Café Sel Marie, “pero es un poco especial que todo empezara conmigo.” “Bueno,” dijo Colin, que estaba bebiendo leche con una gota de café, “hay tres formas de mirarlo. O bien (1) es una masiva coincidencia que todas las chicas que me han gustado parazcan compartir las mismas nueve letras, o (2) yo suelo pensar que es un nombre particularmente bonito, o (3) nunca superé nuestra relación de dos minutos y medio.” “Eras muy mono entonces, ya sabes,” dijo. Sopló el café con los labios fruncidos. “Recuerdo pensar eso. Eras un pelele antes de que ser un pelele fuera atractivo.” “Me estoy decantando por la explicación 3 de momento.” Sonrió él. Los platos sonaban alrededor. El sitio estaba abarrotado. Podía mirar por la cocina, donde el camarero estaba fumando un gran y fino cigarrillo. “Creo que quizás intentas ser rarito adrede. Creo que te gusta. Te hace ser tú y no nadie más.” “Hablas como tu padre,” dijo, refiriéndose a Krazy Keith. “Te he encontrado insanamente atractivo desde que te vi cuando yo estaba flipando por mi examen de francés,” respondió ella. No pestañeó, no dejó de mirarlo. Esos ojos azules como el cielo tenían que existir. Y entonces sonrió. “¿Hablo como mi padre ahora?” “Sí, suficientemente raro. Él también era malo en francés.” Ella rió. Colin vio al camarero apagar su cigarrillo, y después se acercó a su mesa y les preguntó si querían algo más. Katherine dijo que no, y después se dirigió a Colin y dijo, “¿sabes algo acerca de Pitágoras?” Y Colin dijo, “Conozco su teorema.” Y ella dijo, “No, me refiero al tipo. Era raro. Creía que todo podía expresarse numéricamente, como si las matemáticas pudieran desbloquear el mundo. Es decir, todo.” “¿Cómo, incluso, el amor?” preguntó Colin, vagamente cabreado porque ella supiera algo que él no. “Particularmente el amor,” dijo Katherine. “Y tú me enseñaste suficiente francés como para decir: 10-5 espacio 16-5-14-19-5 espacio 17-21-5 espacio 10-5 espacio 20-1-9-13-5.” Durante un largo momento Colin se quedó mirándola sin palabras. Averiguó el patrón muy rápido, pero se quedó callado, intentando imaginar cuándo ella pensó en eso, cuando lo memorizó. Ni el podría haber traducido letras francesas a números árabes tan rápido. Je pensé que je t’aime, había dicho numéricamente. “Creo que me gustas.” O “Creo que te quiero.” El verbo aimer en francés tenía dos significados. Y por eso a él le gustaba, y la quería. Ella le habló en un lenguaje que, no importa lo duro que lo estudies, no podía ser completamente entendido. Estuvo callado hasta que tuvo una respuesta totalmente formulada, una que pudiera mantener su interés vivo sin cansarla. Colin Singleton, dicho sea, no podría jugar el noveno episodio de una relación para salvar su vida, pero pudo obtener una buena puntuación en la primera. “Solo dices eso porque he salido en un programa de televisión que nadie ve,” dijo. “Quizás.” “O Quizás,” dijo, “lo estás diciendo porque te sientes halagada de que haya pasado ocho años de mi vida tras las nueve letras de tu nombre.” “Quizás,” dijo. Y entonces el teléfono de Colin sonó. Su madre. Su escapada había terminado. Pero para entonces ya era muy tarde. En su cabeza, Katherine I se estaba convirtiendo en Katherine XIX. Retomaría el trono pronto, desde el principio, había sido legítimamente suyo.

catorce “La cosa sobre tus historias,” decía Lindsey en la oscuridad mientras se adentraban en el bosque que había delante de ellos, “es que aún no tienen ninguna moral, no puedes imitar bien la voz de chica y aún no hablas lo suficiente de los demás; la historia es aún sobre ti. Pero de todos modos, ahora puedo imaginarme a esa Katherine, un poco. Es lista. Y solo es un poco mezquina contigo. Creo que te estás liberando de eso. Muchos chicos lo hacen. Así es cómo conseguí a Colin, de hecho. Katrina estaba más buena y lo quería peor. Estuvieron saliendo durante un tiempo cuando él se enamoró de mí. Pero ella es muy fácil. Sé que es mi amiga y posiblemente se la novia de Hassan y todo eso, pero Katrina es más fácil que un puzle de cuatro piezas.” Colin rió, y Lindsey siguió hablando. “Hacer que les gustes a la gente es fácil, en realidad. Es una incógnita que mucha gente no lo consiga.” “No es tan fácil para mí.” “Bueno, a mi me gustas, y a mí nunca me gusta nadie. A Hassan le gustas, y puedo asegurarte que a él tampoco le gusta casi nadie. Simplemente necesitas a más personas a las que no les gusten las personas.” “¿En serio no te suele gustar casi nadie?” Atravesaron el bosque, siguiendo un estrecho rastro periódicamente invisible. Lindsey señaló hacia los árboles y dijo, “seguro que has disparado más lejos que este bosque, sabelotodo. A ver si has matado a un cerdo.” “No quiero matar a un cerdo, en realidad.” Anotó Colin. Había leído la Web de Charlotte. Entonces repitió de nuevo. “¿En serio no te suele gustar nadie?” “Bueno, eso es exagerar, supongo,” respondió. “Simplemente aprendí hace un tiempo que la mejor forma de hacer que le gustes a la gente es que ellos no te gusten demasiado.” “Bueno, pero tú te preocupas por un montón de gente. ¿Los viejísimos?” sugirió Colin. “Bueno, los viejísimos son diferentes,” dijo, y entonces paró de andar y se giró hacia Colin, que estaba sin aliento mientras luchaba por subir la colina. “Lo que pasa con los viejísimos, creo, es que ellos nunca me fastidiarían, así que no me preocupo por ellos. Así que sí, los vijeísimos y los bebes son las excepciones.” Caminaron en silencio durante un buen rato a través del bosque denso con delgados árboles elevándose derechos y altos alrededor suyo. El camino se volvió cada vez más empinado, zigzageando la colina, hasta que finalmente llegaron a un afloramiento rocoso de unos quince metros de altura, y Lindsey Lee Wells dijo, “ahora viene la escalada.” Colin miró hacia arriba a la cara escarpada de la piedra. Seguramente hay gente que ha negociado favorablemente la subida a esa roca, pensó, pero yo no soy uno de ellos. “Ni hablar,” dijo. Ella se giró hacia él, con las mejillas encendidas y brillantes por el sudor. “Estoy de broma.” Correteó hasta una roca cubierta de musgo húmedo y Colin la siguió. Inmediatamente, vio una estrecha grieta a la altura del pecho cubierta por una telaraña. “Verás, te traigo a aquí porque eres el único chico que conozco que es lo suficientemente delgado,” dijo. Colin apartó la telaraña (lo siento, Charlotte). Se hizo a un lado, se puso en cuclillas y se alejó de la luz de afuera. Pronto estaba totalmente ciego, sus rodillas, espalda y cabeza contra la roca, y por un momento le entró el pánico, pensando que Lindsey lo había engañado, y que lo dejaría tirado ahí. Pero siguió arrastrando sus pies. Algo se deslizó por su espalda. Gritó. “Relájate. Soy yo,” dijo ella. Sus manos encontraron sus hombros, y dijo, “da un paso más,” y después ya no sintió la presión de la roca. Se giró para que él fuera por delante. “Sigue andando,” dijo. “No puedes levantarte justo ahora.” Y entonces sus manos desaparecieron, y él

la escuchó barriendo el suelo, y le dijo, “traje una linterna eléctrica, pero no puedo encenderla jlo tengo.” Presionó el botón con sus manos, forcejeó con ella y entonces el mundo se iluminó. “Wow,” dijo Colin. Aproximadamente cuadrada, la única habitación de la cueva era lo suficientemente grande como para tumbarse confortablemente en cualquier dirección, a pesar de que el techo gris amarronado se inclinaba hacia abajo, haciéndolo difícil en muchos sitios. Había una manta, un saco de dormir, unas cuantas almohadas viejas, y un embase de conserva con un líquido. Él la empujó con el pie. “Alcohol,” explicó Lindsey. “¿De dónde lo has sacado?” “Hay un tipo en Danville que hace whiskey de maíz moonshine. Sin mierdas. Y te lo vende si tienes diez dólares y eres lo suficientemente viejo como para andar. Colin me lo dio. Le dije que me lo bebí, pero en realidad lo traje aquí, porque le da ambiente.” Colin movió la linterna lentamente hacia las pareced de la cueva. “Siéntate,” dijo Lindsey. “Y apaga la luz.” Y después hubo el tipo de oscuridad a la que tus ojos nunca se adaptan. “¿Cómo encontraste este sitio?” “Estaba explorando por aquí. Me solía encantar andar por la tierra con Mamá con los viejísimos cuando era pequeña. Empecé a venir yo sola durante el instituto, y me encontré con esto un día en noveno grado. Debí haber pasado esta roca cientos de veces sin darme cuenta de nada. Es raro hablar contigo; no puedo verte para nada.” “Yo tampoco puedo verte.” “Somos invisibles. Nunca había estado aquí con nadie. Es diferente ser invisible con alguien.” “¿Y qué haces aquí?” “¿Qué quieres decir?” “Bueno, está demasiado oscuro como para leer. Supongo que podrías conseguir una lamparita o algo, pero aparte de eso…” “No, simplemente me siento aquí. Cuando era una marginada, venía aquí para estar en un sitito en el que nadie pudiera encontrarme. Y ahora, no sé, supongo que por la misma razón.” “…” “…” “¿Quieres bebértelo? ¿El moonshine?” “Nunca he bebido antes en realidad.” “Me sorprendes.” “Además, el moonshine puede dejarte ciego, y lo que he visto de la cegedad no me ha impresionado.” “Sí, eso sería demasiado para ti, no podrías leer ya. ¿Pero cuándo vas a volver a estar en una cueva con moonshine? Prueba un poco.” “Dice la chica que nunca quiso dejar su pueblo.” “Oh, préndete. Vale yo cojo la botella. Háblame y volveré siguiendo tu voz.” “Em, hola me llamo Colin Singleton y está muy oscuro así que deberías venir aquí a mi voz a excepción de que los acústicos en este sitio sean muy, oh ese soy yo. Es mi rodilla.” “Hola.” “Hola.” “Las damas primero.” “Muy bien… Por la Virgen Santa, sabe como si estuvieras lavando un poco de maíz con una pizca de mechero líquido.” “¿Te ha vuelto ciega?” “No tengo ni idea. Vale. Tu turno.”

“…AkhhhhEchhhAhhhh. Kahhh. Ehhhhhh. Wow. Wow. Tío. Es como hacerle un francés a un dragón.” “Eso es lo más gracioso que has dicho, Colin Singleton.” “Solía ser gracioso. He perdido más o menos toda mi confianza.” “…” “…” “Déjame contarte una historia.” “Ooh, La historia de de Lindsey Lee Wells. ¿Empieza con un archiduque?” “No, empieza con Lindsey, pero contiene todos los elementos de una historia de primera categoría. ¿Dónde estás? Oh, aquí. Hola. Hola, rodilla. Hola, becerro. Vale. Pues todos fuimos a una escuela primera de Danville y muchos de los chicos de Gutshot crecieron juntos porque todos creían que éramos guarros, pobres y que teníamos piojos. Pero después en tercer grado, como ya he dicho, era fea, y Colin y todos sus amigos empezaron a decir que yo era un perro.” “Odio eso. Odio a los niños así un montón.” “Regla número uno. No interrumpir. Pero bueno, empezaron a llamarme Lass, una abreviación de Lassie.” “¡Eh, te llamó eso el otro día de camino a ver a los viejísimos!” “Sí, me lo volvió a llamar. También me vuelvo a repetir: Regla. Número. Uno. Bueno pues estábamos en cuarto, ¿vale? Y era el día de San Valentín. Ansiaba tener algún Valentín. Así que le pregunté a Hollis qué debería hacer, y ella me dijo que debería hacer una tarjeta para alguien de la clase y entonces la gente me respondería. Así que Hollis compró unas cuantas tarjetitas de esas de Charlie Borwn, y escribí una para cada niño de la clase a pesar de que mi letra no era muy buena y de que me llevo un montón de tiempo. Y aún así, predeciblemente, no obtuve ninguna tarjeta. “Así que cuando fui a casa estaba muy cabreada pero no quería contarle nada a Hollis así que simplemente me senté en la silla de al lado de la ventana en mi habitación y me sentí muy, simplemente horrible, ni siquiera quiero pensar en ello. Y entonces vi a Colin corriendo hacia mi casa con una pequeña caja de cartón. Y era el único chico guapo del instituto y el único de Gutshot que era popular. Puso la caja en el porche, tocó el timbre, echó a correr y yo bajé corriendo con el corazón bombeando como loco y estaba muy emocionada por que hubiera tenido un flechazo conmigo y bajé y estaba esa caja tan elaborada y decorada con corazones rojos pegados por toda ella… Dios, no había pensado en esto hace tanto tiempo, hasta que me llamó Lass.” “Espera, ¿qué había en la caja?” “Comida de perros. Una lata de comida de perros. Pero lo conseguí al final, porque ahora está saliendo con ese perro.” “Wow. Dios Santo.” “¿Qué?” “Nada. Simplemente, ya sabes, creía que mis relaciones románticas eran una mierda.” “Bueno, se convirtió en la meta de mi vida conseguirlo. Besarlo. Casarme con él. No puedo explicarlo, pero así era.” “Y lo hiciste.” “Lo hice. Y él es diferente ahora. O sea, teníamos ocho años. Éramos niños pequeños. Es dulce ahora. Muy protector y todo eso.” “…” “…” “¿Alguna vez te has preguntado si a la gente le gustarías más o menos si pudieran ver tu interior? Es decir, yo siempre me he sentido como el deshecho de las Katherines cuando

empezaban a ver cómo era interiormente, bueno, excepto K-19. Pero siempre me he preguntado eso. Si la gente me vería de una forma distinta a como yo me veo, si pudieran vivir mis recuerdos, ¿alguien, alguien me querría?” “Bueno, el no me quiere ahora. Hemos estado saliendo durante dos años y nunca lo ha dicho. Pero definitivamente no me querría si pudiera ver mi interior. Porque es tan real a cerca de todo. Quiero decir, puedes decir mucha mierda sobre Colin, pero él es totalmente él mismo. Va a trabajar en la fábrica toda su vida, y va a tener los mismos amigos, y es muy feliz con eso, y cree que importa. Pero si él supiera…” “¿Qué?” Termina la frase.” “Que estoy llena de mierda. Nunca soy yo misma. Tengo un acento sureño con los viejísimos; soy una empollona de gráficos y pensativa contigo; soy la señora princesita burbujeante y preciosa con Colin. No soy nada. El tema de ser camaleónica en tu vida es que te lleva a que nada es real. Tu problema es, ¿cómo lo diría? ¿que no eres relevante?” “No importa. Yo no importo.” “Exacto, importar. Bueno, pero al menos puedes llegar a la parte en la que no importas. Cosas sobre ti, y cosas sobre Colin, y cosas sobre Hassan y Katrina, o bien son ciertas o no son ciertas. Katrina es burbujeante. Hassan es gracioso. Pero yo no soy así. Yo soy lo que necesito ser en cualquier momento para mantenerme encima del suelo pero por debajo del radar. La única frase que empieza con “yo” y es cierta es que yo estoy llena de mierda.” “…” “…” “…” “…” “Bueno, a mi me gustas. Y no eres camaleónica delante mía. Ya me he dado cuenta de eso. Por ejemplo, te muerdes el pulgar delante mía, que es un hábito privado, pero lo haces delante mia porque yo no cuento como público. Estoy en tu escondite secreto. Te parece bien que vea tu interior un poco.” “Un poco, quizás.” “Porque yo no represento una amenaza. Soy un pelele.” “No, no lo eres. Eso es-” “No, lo soy. Y es por eso.” “Quizás. Nunca he pensado en ello.” “No pretendo sonar crítico con respecto a eso, solo es interesante. Yo tampoco me siento amenazado por ti, porque nunca me había gustado nadie popular. Pero tú no eres exactamente como ellos. Es más como que has encontrado una forma de secuestrar su frescura. Eso es increí” “Hola.” “Hola.” “No deberíamos.” “Bueno, has empezado tú.” “Cierto, pero lo he empezado solo para poder decir que ‘no podemos’ de una forma muy dramática.” “Ja.” “Deberíamos dejar que nuestras frentes se toquen, nuestras narices, tu mano en mi pierna y no deberíamos, ya sabes.” “Tu aliento huele a alcohol.” “Tu aliento huele como si lo acabaras de hacer con un dragón.” “Eh, esa es mi broma.”

“Lo siento. Tenía que quitar tensión.” “…” “…” “¿Qué estás haciendo?” “Mordiéndome el maldito pulgar. Mi hábito privado.” Finalmente dejaron la cueva oscura tras ellos, pero la luna estaba tan radiante que Colin tuvo que pestañear. Fue un raro y, en gran parte, callado trayecto bajando la colina hacia el coche. Desde ahí, condujeron hacia la Mansión Rosa. “Por supuesto que me gustas y eres genial, pero simplemente no tiene que pasar,” y él asintió, porque no podía tener una novia hasta finalizar el Teorema. Y de todos modos, ella era una Lindsey. Abrieron la puerta cautelosamente, esperando no distraer el trabajo/la tele tienda de Hollis. En el momento en que Colin cerró la puerta, el teléfono sonó. “Hola,” escuchó a Hollis decir desde dentro de la cocina. Lindsey cogió a Colin y después lo empotró contra la pared, donde pudieran escuchar sin ser vistos. “Bueno, déjalo fuera para la basura entonces,” dijo Hollis. “Que puñado de mierda… no pueden encargarte recoger desechos; para eso pagamos los impuestos… Bueno, lo siento, Roy, pero es una mierda… No, no podemos permitírnoslo, créeme… No. Absolutamente no… Bueno, no lo sé, Roy… No, entiendo el problema… Espera, estoy pensando. Dios, mi hija va a volver a casa en cualquier momento… ¿Qué hay de ese campo de allí? Somos dueños de ese campo, ¿no?... Sí, exacto… Todo lo que necesitas es una maldita excavadora y un elevador… Bueno, a mi tampoco me gusta, pero a menos que tengas una mejor idea… Bien. Te veré el jueves.” Colgó el teléfono contra el receptor. “Hollis,” susurró Lindsey, “le debes un montón de dinero a la jarra de las injurias.” Entonces dejó que Colin pasara por el pasillo hacia la sala de juegos. “Por la ventana,” susurró. Colin levantó la pequeña ventana que daba al jardín lo más silenciosamente que pudo, y después le hizo un gesto sobre el seguro. Habría dicho algo, pero sabía que no podía susurrar. “Dios, es como si nunca te hubieras escapado de casa antes,” susurró Lindsey. Presionó en las esquinas de la ventana y se levantó. Ella salió primero, con sus delgadas piernas pataleando un poco hasta que dio un salto mortal hacia el jardín delantero. Colin l siguió, paso a paso, intentando una especie de estrategia del limbo que no pareciera ridícula. Habiendo salido triunfantemente de la casa, Lindsey y Colin se espolsaron, fuero hacia la puerta principal y la abrieron. “Hollis,” dijo Lindsey, “¡estamos en casa!” Hollis estaba sentada en el sofá, con un montón de papeles en sus piernas. Se giró hacia ellos y sonrió. “Eh,” dijo Hollis, todo atisbo de cabreo se había ido de su voz. “¿Os habéis divertido?” Lindsey miró a Colin, y no a Hollis. “Rara vez me he divertido tanto en mi vida,” dijo. “Seguro” dijo Hollis, que no parecía estar escuchando. “Era un almacén.” Dijo Colin con voz baja, conspirando, mientras subían las escaleras. “Ella va al almacén los jueves.” Lindsey sonrió. “Sí, lo sé. Llevas viviendo aquí tres semanas; yo diecisiete años. No sé qué está pasado, pero entre eso y lo de vender la tierra y que siempre está manteniendo conversaciones cabreada por teléfono cuandosea que entramos a casa, estoy empezando a pensar que un viajecito estaría bien,” dijo Lindsey. “Pueden resolver un sorprendente número de problemas, los viajes,” aportó Colin. “¿Un viaje? ¿Alguien ha dicho viaje?” Hassan estaba arriba de la escalera. “Porque me apunto. También Katrina. Es una estudiante, ya sabéis. Estoy saliendo con una universitaria.”

“Está estudiando para obtener la licencia de enfermera en el Danville Community,” dijo Lindsey despectivamente. “Eso es la universidad; ¡es lo que estoy diciendo! Y para que conste, Singleton, tu siempre has pensado que nunca conseguiría salir con una chica universitaria a menos que fuera a la universidad.” “¿Cómo fue la cita?” preguntó Colin. “Lo siento, tío. No puedo hablar de eso. Mis labios adormecidos por todos los besos. Esa chica te besa como si quisiera chuparte el alma.” Colin se metió en la habitación de Hassan justo después de que Lindsey bajara las escaleras para irse a la cama, y discutieron la situación de Hassan (segunda base por encima del sueter), y después Colin le contó lo de Lindsey, excepto lo del secreto oculto, porque era privado. “O sea,” dijo Colin, “estaba oscuro y nuestras caras se tocaban, pero no los labios. Simplemente puso su cara contra la mía de repente.” “Bueno, ¿te gusta?” “Em, no lo sé. En ese momento creo que sí.” “Tío, piénsalo. Si puedes hacer que tu Teorema funcione podrías predecir a dónde iría.” Colin sonrió ante eso. “Ahora más que nunca, tienes que terminarlo.”

quince Los siguientes días fueron ligeramente raros con Lindsey. Ella y Colin se mantuvieron amigables, pero todo era muy superficial, y Colin sintió que deberían hablar de temas importantes, amor, la capital V de Verdad y de comida para perros, pero solo hablaban de temas mundanos contando historias. Las bromas graciosas se habían ido; Hassan se quejó repetidamente de que “de repente, yo tengo que hacerme cargo de todo lo gracioso en esta familia.” Pero lentamente, las cosas volvieron a su status quo: Lindsey tenía un novio, y Colin tenía el corazón roto y un Teorema que terminar. También Hassan tenía una novia y todos se estaban preparando para la caza del cerdo, así que de nuevo, las cosas no eran completamente normales. El día anterior de la inauguración de La Caza de Cerdos Salvajes, Colin Singleton se preparó de la única forma que Colin Singleton se prepara: leyendo. Pasó por diez volúmenes de libros de Fixfire para obtener información sobre los hábitos y el hábitat de un cerdo salvaje. Después buscó en google “cerdo salvaje,” donde aprendió que los cerdos salvajes son tan ampliamente odiados que el estado de Tennessee suele permitirte disparar a uno, siempre y cuando te lo cruces. El cerdo salvaje está considerado como una plaga, y como tal, no está bajo la misma protección que, por ejemplo, un ciervo, o una persona. Pero fue en un libro de Hollis llamado Nuestra Tierra Sur donde Colin encontró el pasaje más descriptivo con respecto a los cerdos salvajes: “Todo el mundo puede ver que este, cuando no está arraigándose o durmiendo, está estudiando al demonio. Muestra una compresión remarcable del lenguaje humano, especialmente el lenguaje profano, e incluso posee un don misterioso leyendo los pensamientos del hombre, siempre y cuando esos pensamientos van en contra de la paz y la dignidad de los cerdos.” Este, claramente, no era un enemigo al que tomarse a la ligera. No es que Colin tuviera intención de ir contra la paz y la dignidad de los cerdos. En el caso muy poco probable de que se cruzara a un cerdo, pensó, se permitiría estudiar su diablura en paz. Que fue lo que justificó no mencionarles la caza de cerdos a sus padres durante su llamada telefónica. Él no iba a cazar de todos modos. Iba a ir a dar un paseo por el bosque. Con una escopeta. Se levantó con la alarma a las cuatro y media la mañana de la caza. Era la primera vez desde que llegó a Gutshot que se adelantaba al despertar del gallo. Inmediatamente, abrió la ventana de su habitación, acercó la cara a la reja y gritó, “¡QUIQUIRIQUÍ! ¿TE GUSTA DESDE EL OTRO LADO, PEQUEÑO JOTEDOR?” Se cepilló los dientes y después se dio una ducha. Mantuvo el agua fría para despejarse. Hassan entró para lavarse los dientes y gritó por encima del agua, “Kafir, puedo decírtelo con confianza: hoy es el día en el que no morirá ningún cerdo. Ni siquiera tengo permitido comerme a esos cabrones;68 me aseguraré de que no maten a ninguno.” “Amen,” respondió Colin. Estaban en el Coche Fúnebre, con Lindsey y Princesa en el asiento de atrás, a las cinco. “¿Por qué el perro?” preguntó Hassan. “A Chase y Fulton les gusta usarlos cuando están cazando. No lo hace bien para nada, pobre Princesa, se preocupa más por sus uñas que por perseguir cerdos, pero se lo pasan bien.”

67 Este es el cerdo.

Condujeron un par de millas pasando la tienda y después giraron por un camino de grava que terminaba en una pequeña colina tras pasar un espeso follaje. “Hollis no ha vendido esta zona,” se quejó, “porque a todo el mundo le gusta.” La carretera terminaba en una larga y estrecha casa de madera. Dos camionetas y la Blazer de VMA estaban ya aparcados en el alberge. EOC y VMA, cuyos vaqueros eran otra vez muy ajustados, estaban sentados en el maletero de una camioneta, con las piernas colgando. Detrás de ellos había un hombre de mediana edad sentado en lo que parecía ser una silla de plástico robada de una clase de tercero, examinando el bozal de su escopeta. Todos llevaban pantalones de camuflaje, camisetas de camuflaje y chalecos reflectantes naranjas. Cuando el hombre se giró para hablar con ellos, Colin lo reconoció como el vendedor Lyford, una de las personas a las que había entrevistado en la fábrica. “¿Cómo estáis?” preguntó cuando todos salieron. Les chocó la mano a Colin y a Hassan, después abrazó a Lindsey. “Bonito día para cazar cerdos,” dijo el Sr. Lyford. “Es un poco pronto,” dijo Colin, pero para entonces la luz ya asomaba por la ladera. El cielo estaba claro, y prometía ser bonito, y caluroso. Katrina sacó la cabeza por la puerta y dijo, “¡El desayuno está listo! Oh, eh guapo.” Hassan le giñó un ojo. “Eres un gatito suave.” Sonrió Colin. Una vez Colin y Hasan estuvieron dentro de la cabaña, ECQMT les dio un equipo de camuflaje completo con ridículos chalecos reflectantes naranjas. “Cambiaros todos en el baño,” dijo. Y con “baño”, ECQMT se refería a “anexo”. Arriba, el hedor de fuera enmascaraba el olor de la ropa de camuflaje, lo que le recordó a Colin a la peor de las partes del gimnasio del Kalman School. Aún así, se quitó sus pantalones y se puso los otros, la camiseta, y el chaleco naranja de guarda. Antes de salir del anexo, Colin se vació los bolsillos. Afortunadamente, los pantalones de camuflaje tenían unos bolsillos enormes, con un montón de espacio para su cartera, sus llaves del coche y la minigrabadora, que se la llevaba a cualquier sitio. Cuando Hassan se cambió también, todo el mundo se sentó en uno de los bancos y el Sr. Lyford se puso de pie. Habló con un gran acento, y con autoridad. El Sr. Lyford parecía estar disfrutando poniéndole énfasis a sus palabras. “El cerdo salvaje es una criatura extremadamente peligrosa. Se le llama el oso pardo del pobre hombre, y no es por nada. Ahora voy de caza sin perros, prefiero seguir los pasos de mi presa como hacían los Indios. Pero Chase y Fulton, cazan con perros, y eso está bien también. En cualquier caso, debemos recordar que es un deporte peligroso.” Bien, pensó Colin. Tenemos escopetas y los cerdos tienen hocicos. Peligroso, sin duda. “Estos cerdos son parásitos, hasta el gobierno lo dice, y tienen que ser exterminados. Ahora normalmente diría que tendréis problemas para acabar con un cerdo salvaje durante el día, pero ya hace bastante que nos reunimos aquí, así que supongo tenemos una oportunidad excelente. Ahora voy a salir con Colin y Hassan,” que pronunció como HASS-in, “bajaremos a la explanada y seguiremos un rastro. Los demás podéis dividiros como queráis. Pero tened cuidado ahí afuera, y no os toméis los peligros del cerdo salvaje a la ligera.” “¿Podemos dispararles en los huevos?” preguntó VMA. “No, no podéis. Se convertirá en un jabalí salvaje si le disparas en los testículos,” respondió el Sr. Lyford. “Dios, papá, está bromeando. Sabemos cómo cazar,” dijo EOC. Antes de eso, Colin no se había dado cuenta de que EOC y el Sr. Lyford estaban emparentados.

“Bueno, chico, reconozco que estoy nervioso por dejarte por ahí solo con un montón de ignorantes.” Después dijo un par de cosas aburridas sobre las armas, como qué escopeta usar en tu expedición y que deberías mantener siempre las dos cargadas. Pareció ser que Lindsey y EOC estaban yendo juntos a un mirador que había en lo alto de un árbol, fuera lo que fuera lo que eso significara, y VMA y ECQMT estaban yendo en otra dirección con el adorable e intratable labradoodle*. Katrina se quedó en el campo, se negó a cazar por razones morales. Ella era, según le dijo a Colin cuando se sentaron en la cafetería, vegetariana. “Que que es de criminales,” dijo Katrina sobre la caza del cerdo. “No obstante, esos cerdos son horribles. Pero no habría ningún cerdo a salvaje si no matáramos a tantos para comer. “ “He estado pensando en volverme vegetariano,” le dijo Hassan, con sus brazos alrededor de su cintura. “Bueno, pero no adelgaces,” respondió Katrina, y después se besaron delante de Colin, quien aún no podía soportar eso. “Muy bien, chicos,” dijo el Sr. Lyford, golpeándole en la espalda a Colin no demasiado fuerte. “¿Preparados para vuestra primera caza?” Colin asintió con desgana, despidiéndose de Lindsey y de los demás, y dirigiéndose hacia Hassan, cuya chaleco naranja no era lo suficientemente grande como para que le cubriera bien el pecho. Exploraron la colina, sin seguir el rastro, simplemente merodeando. “Empezaremos buscando huellas,” explicó el Sr. Lyford. “Sitios en los que el cerdo haya removido el suelo con su gran hocico”. Les hablaba como si tuvieran nueve años, y Colin estaba preguntándose si el Sr. Lyford creía que eran más pequeños de lo que en realidad eran cuando el Sr. Lyford se giró con una lata de tabaco para mascar y les ofreció un poco. Colin y Hassan dijeron que no educadamente. Durante la siguiente hora, apenas hablaron, porque “el cerdo salvaje podría alejarse de la voz humana,” dijo el Sr. Lyford, como si el cerdo salvaje no se alejara de otras voces, como las de los marcianos. En lugar de eso, caminaron lentamente por el bosque, escaneando con los ojos el suelo en busca de huellas, con las armas apuntando hacia abajo, con una mano en el mango y otra sudando contra el depósito. Y entonces, finalmente, vieron algo. “Oh, Sr. Lyford,” susurró Hassan. Señaló una parte de barro hundida despreocupadamente. El Sr. Lyford se arrodilló y la inspeccionó de cerca. Inspiró el aire. Llevó sus dedos al barro. “Esto,” susurró el Sr. Lyford, “es una pista. Y tú, HASS-in, has encontrado una muy fresca. Sí, un cerdo ha estado aquí recientemente. Ahora, rastreémoslas.” El Sr. Lyford aceleró el paso entonces, y Hassan se esforzó para seguirlo. El Sr. Lyford encontró otra pista, y después otra, y estaba seguro de que tenía el rastro, así que inició como una especie de carrera a pie, moviendo los brazos para que al arma se moviera en el aire como si fuera un guardia de honor. Tras cinco minutos así, Hassan paró a Colin y dijo, “Por favor, Dios, no más carreras,” y Colin dijo, “En serio,” y después los dos dijeron, “¿Sr. Lyford?” Se giró y dio varios pasos hacia atrás. “¿Qué pasa, chicos? Tenemos el rastro aquí. Tenemos al cerdo aquí al lado, puedo sentirlo.” “¿Podemos bajar el ritmo?” preguntó Hassan. “¿O tomarnos un descanso? ¿O tomarnos un descanso y luego bajar el ritmo?” El Sr. Lyford suspiró. “Chicos, si no os tomáis enserio el cazar al cerdo salvaje, os dejo aquí. Estamos siguiendo las pistas de un cerdo,” susurró con urgencia. “No hay tiempo para niñerías ni tonterías.” *Labradoodle: mezcla entre dos razas de perros, el Labrador Retriever y el Poodle.

“Bueno,” sugirió Colin, “quizás debas dejarnos atrás entonces. Podemos protegerte más o menos las espaldas, en caso de que el cerdo salvaje vuelva por aquí.” El Sr. Lyford parecía extremadamente decepcionado. Frunció los labios y negó con la cabeza tristemente, como si se compadeciera de las pobre almas que no estaban dispuestas a empujar a sus cuerpos al límite de la búsqueda del cerdo salvaje. “Muy bien, chicos. Volveré y os cogeré. Y cuando lo haga me tendréis que ayudar a llevar un fantástico cerdo.” Empezó a andar y después se paró para sacar su lata de tabaco para mascar. “Toma,” susurró, dándosela a Colin. “´Me temo que el cerdo olería la gaulteria.” “Oh, gracias,” dijo Colin, y el Sr. Lyford corrió a través del bosque en busca de más huellas frescas. “Bueno,” dijo Hassan, agachándose para sentarse en el costado de un árbol caído. “Ha sido divertido. Dios, no sabía que cazar suponía tanta caminata. Teníamos que habernos marcado la de Lindsey, sentarnos en un árbol y esperar a que un cerdo apareciera.” “Sí,” dijo Colin, distraídamente. “Eh, ¿has traído la minigrabadora?” preguntó Hassan. “Sí, ¿por?” “Dámela,” dijo. Colin la sacó de su bolsillo y se la dio. Hassan le dio a grabar y después empezó con su mejor voz de Star Trek. “Bitácora del Capitán. Stardate 9326.5. Cazar cerdos es tremendamente aburrido. Creo que me voy a tomar una siesta y confiar en que mi brillante compañero Vulcan me avise si algún extremandamente peligroso cerdo salvaje se acerca.” Hassan le devolvió la grabadora y se tumbó al lado del árbol. Colin vio a Hassan cerrar los ojos. “Esto,” dijo Hassan, “sí que es cazar.” Colin se sentó ahí durante un rato escuchando el viento molestaba a los árboles mientras las nubes se movían por encima de ellos, y dejó que su mente divagara. Fue a un lugar predecible, y la echó de menos. Estaba en el campamento aún, y a ella no le dejaban usar el teléfono, al menos no el último año, pero simplemente para asegurarse, sacó su teléfono del bolsillo de sus pantalones de camuflaje. Tenía cobertura, sorprendentemente, pero ninguna llamada perdida. Pensó en llamar pero decidió no hacerlo. Podría llamarla cuando completara el Teorema, lo que le hizo volver a él y a la aparentemente intratable III Anomalía. Dieciocho de las diecinueve Katherines funcionaban, pero ese detalle insignificante en el Katherinadar parecía que se le presentaba con una sonrisa picarona todo el rato. La recordó de nuevo, volviendo al sitio en el que había fallado para caer en alguna parte de su personalidad que había olvidado en sus cálculos. Ciertamente, solo la conocía de doce días, pero todo el Teorema iba de que no tenías que conocer a alguien íntimamente para que funcionara. Katherine III. Katherine III. ¿Quién habría pensado que ella, la menos importante para él, supondría la caída del Teorema? Colin pasó los siguientes noventa minutos pensando, sin parar, en la chica que había conocido hace menos de dos semanas. Pero, al final, hasta se cansó. Con el tiempo había hecho anagramas con su soso nombre: Katherine Mutsensberger. Nunca había hecho un anagrama con su nombre antes, y le fascinó encontrar la palabra “eighteen*” en él. “Me returns eighteen barks; eighteen errs makes burnt.**” Su favorito: “Remark eighteen, snub rest.” Pero eso no tenía sentido en realidad, porque Colin indudablemente se quedaba con los diecinueve. Hassan suspiró y sus ojos se abrieron y miró alrededor. “Joter, ¿aún estamos de caza? Papito necesita comida.” Hassan se levantó, buscó en los bolsillos de sus pantalones y sacó dos *Dieciocho **Me recuerda a dieciocho ladridos ***Recuerda los dieciocho, desestima el resto

sándwiches espachurrados en bolsas de plástico. “Lo siento, tío. Me he dormido sobre la comida.” Colin abrió la cantimplora atascada con la hebilla de su cinturón, y se sentaron con los sándwiches turcos y el agua. “¿Cuánto he dormido?” “Casi dos horas,” dijo Colin entre mordisco y mordisco. ¿Qué coño has hecho?” “Debería haberme traído un libro. Intenté terminar el Teorema. El único problema es Katherine III.” “¿Oomo?” preguntó Hassan, con la boca llena de la mayonesa del sándwich. “Verano tras cuarto curso. De Chicago, pero daba clases en casa. Katherine Mutsesberger. Un hermano. Vivía en Lincoln Square en Leavitt, al sur de Lawrence, pero nunca la he visitado porque me dejó tres días antes de que empezara el campamento para niños listos en Michigan. Tenía un pelo rubio sucio que era un poco rizado, se mordía las uñas, su canción favorita cuando tenía diez años era “Stuck with You” de Huey Lewis and the News, y su madre era una restauradora del Museo Contemporaneo de Arte y cuando fuera mayor quería ser veterinaria.” “¿Cuánto la conocías?” preguntó Hassan. Se había terminado el sándwich, y cogía los restos de sus pantalones. “Doce días.” “Ahm. ¿Sabes lo más gracioso? Conozco a esa chica.” “¿Qué?” “Sí. Mitsensberger. Ibamos a esos eventos de niños que estudiaban en casa juntos. Como llevar a tus hijos que estudian en casa a parques para que aprendan cómo ser menos raros. O llevar a tus hijos que estudian en casa a un picnic para que al chico musulman puedan patearle el culo todos los cristianos evangelicos.” “Espera, ¿la conoces?” “Bueno, quiero decir, no seguimos en contacto ni nada. Pero sí. Puedo seleccionarla de una lista.” “Bueno, ¿era un poco introvertida, un poco sucia y tenía un novio cuando tenía siete que la dejó?” “Sip,” dijo Hassan. “Bueno, no sé lo del novio. Tenía un hermano. Era un chiflado, de hecho. Estaba en concursos de deletrear. Fue a los Nacionales, creo.” “Raro. Bueno, la fórmula no funciona por ella.” “Quizás te estás olvidando de algo. No pueden haber ese tipo de malditos Mutsesbergers en Chicago. ¿Por qué no la llamas y le preguntas?” Y la respuesta a esa pregunta “porque nunca se me había ocurrido” fue tan inmensamente tonta que Colin simplemente cogió el teléfono sin decir nada más y marcó 733.555.1212. “¿Qué ciudad?” “Chicago,” dijo. “¿Qué lista?” “Mutsesberger. MUTSENSBERGER.” “Espera.” La voz del ordenador recitó el número, y Colin presionó 1 para que no le cobraran, y al tercer tono, una chica descolgó. “Hola,” dijo. “Hola. Soy Colin Singleton. ¿Está… está Katherine por ahí?” “Al habla. ¿Cómo has dicho que era tu nombre?” “Colin Singleton.” “Me suena mucho,” dijo. “¿Te conozco?”

“Cuando estabas en cuarto curso, fui más o menos tu novio durante dos semanas en un programa de verano para niños dotados.” “¡Colin Singleton! ¡Oh, sí! Wow. De todas las personas....” “Em, esto va a sonarte raro, pero en una escala del uno al cinco, ¿cómo de popular eras en cuarto curso? “Em, ¿qué?” preguntó. “¿Y tenías un hermano que estaba en concursos de deletreo?” “Em, sí, lo tengo. ¿Quién eres?” preguntó, empezando a sonar molesta. “Soy Colin Singleton, lo juro. Se que suena raro.” “Lo fui, no lo sé. Quiero decir, tenía unos cuantos amigos. Eramos un poco raritos, supongo.” “Vale. Gracias, Katherine.” “¿Estás escribiendo un libro?” “No, estoy haciendo una fórmula matemática que prediga si dos personas van a tener una relación y cuando,” dijo. “Ahm,” respondió. “Bueno, ¿dónde estás?” ¿Qué ha sido de ti?” “Lo que ha sido, de hecho,” respondió, y colgó. “Bueno,” dijo Hassan. “Chico. ¡Tiene que pensar que eres un ESTRELLADO Y CHIFLADO LOCO!” Pero Colin estaba perdido en sus pensamientos. Si Katherine III era quien decía ser, y como él la recordaba ser, entonces y si… ¿y si la fórmula era correcta? La llamó de nuevo. “Katherine Mutsesberger,” dijo él. “¿Sí?” “Soy Colin Singleton otra vez.” “Oh. Ah, hola.” “Esta es la última pregunta que te haré que suene totalmente a locura, pero… ¿rompí yo contigo?” “Em, uh-huh.” “¿Lo hize?” “Sí. Estábamos alrededor de una hoguera cantando y te acercas a mi delante de todos mis amigos y dijiste que nunca habías hecho eso antes, pero que tenías que romper conmigo porque no creías que fuera a funcionar a largo término. Eso es lo que dijiste. Largo término. Dios, estuve destrozada, también. Creía que habías tocado la luna.” “Lo siento mucho. Siento haber roto contigo,” dijo Colin. Ella rió. “Bueno, teníamos diez años. Lo superé.” “Sí, pero aún así. Lo siento si herí tus sentimientos.” “Bueno, gracias, Colin Singleton.” “No hay problema.” “¿Algo más?” preguntó ella. “Creo que eso es todo.” “Vale, bueno, cuídate,” dijo, del modo en el que se lo dices a un mendigo esquizofrénico al que le acabas de dar un dólar. “Tu también, Katherine Mutsensberger.” Hassan miró a Colin sin pestañear. “Bueno, vísteme con un tutu, ponme en un uniciclo y llámame Caroline, el oso danzante. Eres un puto deshechor.”

Colin se apoyó en el árbol caído, con la espalda arqueada hasta que mirara hacia el cielo nublado. ¡Traicionado por su impecable memoria! Se había, de hecho, centrado en los dieciocho, y desestimado el resto. ¿Cómo podía recordar todo sobre ella y no recordar que él fue el que la dejó? Y además, ¿qué clase de idiota tuvo que ser para dejar a una chica tan agradable como Katherine Mitsesberger? “Siento como si solo hubiera sido dos cosas,” dijo lentamente. “Un niño prodigio, y alguien a quien dejan las Katherines. Pero ahora soy…” “Nada,” dijo Hassan. “Y sé agradecido. Eres un deshechor y yo estoy saliendo con una chica ridículamente buena. El mundo entero se está dando la vuelta. Me encanta. Es como si estuviéramos en una bola de nieve y Dios hubiera decidido que quería ver una ventisca, así que nos ha sacudido toda la mierda.” Como cualquier mentira que empezara con Yo dicha por Lindsey, Colin estaba visualizando todas las cosas que él creía que eran ciertas sobre sí mismo, todas sus frases que empezaran con Yo, se desmoronaban. De repente, no había simplemente una pieza perdida, sino miles de ellas. Colin tuvo que adivinar qué había ido mal dentro de su cerebro, y arreglarlo. Se centró en la principal pregunta: ¿cómo podía ser que hubiera olvidado por completo que la dejó? O, casi por completo, porque Colin había experimentado un tenue destello cuando Katherine le contó la historia de cuando la dejó delante de sus amigos, un sentimiento vago como cuando tienes una palabra en la punta de la lengua y entonces alguien la dice. Por encima de él, las pululantes ramas parecían dividir el cielo en pequeñas piezas. Sintió que tenía vértigo. La única cualidad en la que siempre había creído, su memoria, era un fraude. Y habría estado pensándolo durante horas, o al menos hasta que el Sr. Lyord volviera, si no fuera porque cada vez que escuchaba un sonido raro, sentía inmediatamente la mano de Hassan en su rodilla. “Tío,” dijo Hassan lentamente. “Khanzeer.”69 Colin se levantó. Apenas a unas millas delante de ellos, una criatura gris amarronada estaba poniendo su hocico contra el suelo y bufando como si tuviera una infección nasal. Parecía una mezcla entre un cerdo vampiro y un oso negro, y un animal absolutamente enorme, de pelaje espeso y enmarañado y con unos dientes que se extendían bajo la boca. “Matha, al-khanazeer la yatakalamoon araby?”70 Preguntó Colin. “Eso no es un cerdo,” respondió Hassan en inglés. “Es un maldito monstruo.” El cerdo dejó de olfatear y los miró. “Quiero decir, Wilbur es un jotido cerdo. Babe es un jotido cerdo. Esta cosa viene del lomo del Iblis.”71 Estaba claro que el cerdo podría verlos. Colin pudo ver sus ojos negros. “Deja de maldecir. El cerdo salvaje muestra un remarcable entendimiento de la lengua humana, especialmente del lenguaje profano,” susurró, citando al libro. “Eso es un puñado de mierda,” dijo Hassan, y entonces el cerdo dio dos pasos hacia ellos, y Hasan dijo, “Vale. O no. Vale. No maldigo. Escucha, Cerdo de Satán. Somos amables. No queremos dispararte. Las armas son para enseñarlas, tío.” “Levántate para que vea que somos más grandes que él,” dijo Colin. “¿Leíste eso en el libro?” Preguntó Hassan mientras se levantaba. “No, lo leí en un libro sobre osos pardos.” “¿Vamos a cornear a la muerte por un jotido cerdo salvaje y tu mejor estrategia es pretender que es un oso pardo?

69 En árabe: “cerdo” 70 En árabe: “¿Qué pasa, que los cerdos no hablan árabe? 71 En árabe: “Satan.”

Juntos, retrocedieron lentamente, elevando las piernas para saltar el árbol caído, que ahora era su mejor protección contra el cerdo. Pero el Cerdo de Satán no pareció pensar mucho en su estrategia, porque justo entonces empezó a correr hacia ellos. Para ser una bestia de piernas cortas que no podría pesar menos de 2 kilos, podía correr. “Dispárale,” dijo Colin, con calma. “No sé cómo,” señaló Hassan. “Joter,” dijo Colin. Elevó el arma, se la puso con fuerza contra su hombro de forma violenta, quitó el seguro, y apuntó al cerdo que corría hacia ellos. Estaba a unos quince metros de distancia. Inhaló profundamente y después exhaló despacio. Y después posicionó el arma hacia el frente y a la derecha, porque no se atrevía a disparar al cerdo. Con calma, apretó el gatillo, justo como Lindsey le había enseñado. El retroceso del arma contra su demolido hombro dolió tanto que se le saltaron las lágrimas, y con el shock del dolor no pudo averiguar lo que había pasado al principio. Pero, sorprendentemente, el cerdo se paró muerto ante su rastro, se dieron la vuelta, y corrieron. “Seguro que has disparado a un huevo de cosas antes que a esa cosa gris,” dijo Hassan. “¿Qué cosa gris?” preguntó Colin. Hassan lo señaló, y Colin siguió la trayectoria de su dedo hacia un árbol de roble a unos 15 metros. Doblado entre la camioneta y una rama, un papel gris ciclón tenía un agujero redondo de una pulgada de diámetro. “¿Qué es esto?” preguntó Hassan. “Algo está saliendo de ahí,” dijo Colin. No hay mucha distancia entre un pensamiento que llega a tu cerebro, luego a tus cuerdas vocales y luego sale por la boca, pero les llevó un momento. Y en ese momento, desde que Colin pensó ¡avispas! hasta que dijo “avispas,” sintió un guijón punzante en un lado del cuello. “¡OH, JOTER!” gritó Colin, y entonces Hassan dijo, “¡AIEE! ¡AH! ‘JO-PIE-MIERDAMANO!” Empezaron a correr como una pareja de corredores de maratón. Colin daba patadas hacia los lados con cada paso, como saltitos de duende, intentando disuadir a las avispas sedientas de sangre que intentaban atacar sus piernas. Simultáneamente, se golpeaba la cara, que, como pasó, únicamente les indicaban a las avispas que aparte de picarle en la cabeza y el cuello, también podían picarle en las manos. Moviendo las manos alrededor de su cabeza compulsivamente, Hassan corría considerablemente más rápido y con más agilidad de lo que Colin creía posible, esquivando los árboles y los obstáculos en un vano intento de disipar a las avispas. Corrían colina abajo, porque era más fácil, pero las avispas seguían con la suya, y Colin podía escuchar su zumbido. Durante minutos, mientras corrían en direcciones aleatorias, el zumbido continuaba, Colin siempre seguía a Hassan, porque lo único peor que estar siendo atacado hasta la muerte por avispas en el central sur de Tennessee cuando tus padres ni siquiera saben que estás cazando a un cerdo, es morir solo. “KAFIR (suspiro) ME (suspiro) AGOTO.” “AÚN SIGUEN ENCIMA MÍA. SIGUE SIGUE SIGUE SIGUE SIGUE SIGUE,” respondió Colin. Pero después de eso, el zumbido paró. Habiéndolos perseguido durante más o menos diez minutos, las avispas se dieron la vuelta dirigiéndose a su nido diezmado. Hassan se calló de cara contra el zarzoso árbol y luego rodó lentamente por el suelo del bosque. Colin se inclinó sobre él, con las manos en las rodillas, recogiendo aire. Hassan estaba hiperventilando. “Ataque (respiro) real (respiro) de (respiro) niño (respiro) gordo (respiro),”dijo finalmente. Colin dejó de lado su fatiga y corrió hacia su mejor amigo. “No. No. Dime que no eres alérgico a las avispas. Oh, mierda.” Colin sacó su teléfono. Tenía cobertura, ¿pero qué podía decirle al operador del 911? “Estoy en algún lugar del bosque. La tráquea de mi amigo se está cerrando. Ni siquiera tengo un cuchillo para realizar una traqueotomía de emergencia porque el estúpido Sr. Lyford corrió bosque adentro para perseguir al mismo puto cerdo que empezó todo

este desastre.” Desesperadamente deseó que Lindsey estuviera ahí; ella podría manejar la situación. Tendría su botequín de primeros auxilios. Pero incluso antes de que él pudiera sopesar las consecuencias de esos pensamientos, Hassan dijo, “No soy alérgico a (respiro) las avispas, sitzpinkler. Simplemente (respiro) no puedo (respiro) respirar.” “Ohhhhh. Gracias señor.” “Tú no crees en Dios.” “Gracias a la suerte y al DNA,” se autocorrigió Colin rápidamente, y solo entonces, con Hassan sin morirse, Colin empezó a sentir las picaduras. Tenía ocho en total, cada una era como una pequeña bambolla dentro de la piel. Cuatro en el cuello, tres en las manos, y una en el lóbulo de la oreja. “¿Cuántas tienes tú?” preguntó Hassan. Hassan se sentó y lo miró. Tenía las manos con cortes por el aterrizaje contra las zarpas del árbol. Se tocó las picadoras, cada una. “Tres,” dijo Hassan. “¿¡Tres!? Me comí una por el equipo quedándome detrás de ti,” dijo. “No me sueltes esa mierda de mártir,” dijo Hassan “Tú eres el que disparaste contra el nido de abejas.” “Nido de avispas,” corrigió Colin. “Eran avispas, no abejas. Ese es el tipo de cosas que aprendes en el colegio y eso.” “Gamborrimbos. Tampoco es interesante.”72 Hassan se paró durante un segundo, después empezó a hablar. “Dios, estas cosas DUELEN. ¿Sabes qué odio? El aire libre. Normalmente no me gustan los exteriores. Soy una persona de interiores. Estoy a favor del aire acondicionado, del agua corriente y de La Juez Judy.” Colin se rió cuando se metió la mano en el bolsillo izquierdo. Sacó la lata de tabaco de mascar del Sr. Lyford. Cogió un pellizco de tabaco, y lo presionó contra el lóbulo de su oreja. Se sintió instantánea y marginalmente mejor. “Funciona,” dijo Colin sorprendido. “Recuerda, Mae Goodey nos lo contó cuando lo entrevistamos.” Hasan dijo, “¿en serio?” y Colin asintió, y después Hassan cogió el bote. Pronto sus picaduras estaban cubiertas con pegotes de tabaco húmedo que chorreaba como el jugo de galteria sazonado. “Esto sí lo veo interesante,” dijo Hassan. “Deberías centrarte menos en quién fue el primer ministro de Canadá en 193673 y centrarte más en mierdas que hacen la vida mejor.” Su idea fue la de andar colina abajo. Sabían que el campamento estaba arriba, pero Colin no se había dado cuenta hacía que lado estaban corriendo, y mientras el cielo nublado hiciera soportable el caminar en manga larga y con un chaleco naranja, no podría navegar por el sol. Así que caminaron colina abajo, porque (a) era más fácil y (b) sabían que el camino de graba estaba por ahí bajo en algún lugar, y como era más largo que el campamento, supusieron que tendrían más oportunidades de encontrarlo. Y quizás tuvieran más posibilidades de encontrar la carretera que la cabaña, pero nunca la encontraron, tampoco. En lugar de eso, caminaron a través del bosque que parecía interminable, y su progreso era más lento al tener que atravesar kudzu y saltar por los árboles y esquivar el ocasional goteo del arroyo. “Si seguimos andando en una dirección,” dijo Colin, “encontraremos la civilización.” Mientras tanto, Hassan cantaba una canción que decía: “Estamos en un tren / un tren de lágrimas / hay profundidad en mi barbilla / y vamos a morir aquí.” 72 Pero hay una diferencia importante, y esa diferencia importante se manifestó en el dolor punzante de Colin. Las abejas pican a las personas solo una vez, y después mueren. Las avispas, por otro lado, pueden picar repetidamente. Además, las avispas, al menos como se lo figuraba Colin, son más malas. Las abejas solo quieren hacer miel. Las avispas quieren matarte. 73 El rey William Lyon Mackenzie, que tenía suficientes nombres como para dos personas (o cuatro Madonnas) pero era solo un hombre.

Justo después de las 6 P.M., cansados, picados por las avispas, sudados y generalmente en un estado pobre, Colin visualizó una casa a corta distancia a su izquierda. “Conozco esa casa,” dijo Colin. “¿Qué? ¿Entrevistamos a alguien ahí?” “No, es una de las casas que puedes ver cuando vas por el camino del Archiduque,” dijo Colin con gran seguridad. Colin reunió su última parte de energía y trotó hasta la casa. El lugar en sí estaba sin ventanas, deteriorado por la intemperie y abandonado. Pero por la parte delantera de la casa, Colin podía, sí, ver la carretera a lo lejos. Y de hecho parecía que había un poco de ajetreo allí abajo. Hassan fue detrás y susurró. “Wallahi,74 kafir, tienes suerte de que no estemos perdidos, porque estaba a diez minutos de matarte y comerte.” Bajaron a trompicones una pendiente fácil y después anduvieron rápidamente hacia la tienda, preparados para atravesar el cementerio. Pero entonces Colin divisó movimiento en el cementerio de nuevo, giró su cabeza y se paralizó. Hassan pareció darse cuenta precisamente en ese momento. “Colin,” dijo Hassan. “Sí,” respondió Colin con calma. “Dime si estoy equivocado, pero ¿esa no es mi novia en el cementerio?” “No estás equivocado.” “Y está tirándose a un tío.” “Así es,” dijo Colin. Hassan frunció los labios y asintió. “Y, solo quería asegurarme de que tenemos las cosas claras, está desnuda.” “Lo está.”

74 En árabe: “Te juro por Dios.”

dieciséis Ella estaba de espaldas a ellos, con la espalda curvada, su trasero moviéndose dentro y fuera de la visibilidad. Colin nunca había visto a gente de verdad tener sexo de verdad antes. Desde su ángulo, parecía un poco ridículo, pero sospechó que quizás pareciera diferente si estuviera en la posición del chico. Hassan rió en silencio, y pareció tan avergonzado de la situación que Colin sintió que estaría bien reírse también. “Creo que esto es la jotida gota que colma el vaso,” dijo Hassan. Y después corrió hacia adelante diez pasos, ahuecó sus manos alrededor de su boca y gritó, “¡ESTOY ROMPIENDO CONTIGO!” Aún, a pesar de todo, tenía una sonrisa tonta. Hassan se toma tan pocas cosas enserio, pensó Colin. Cuando Katrina se giró hacia ellos, su cara se quedó paralizada y se asustó, se cubrió el pecho con los brazos, Hassan se giró. Hassan miró a Colin, que finalmente separó la vista de la indiscutiblemente atractiva chica desnuda que había delante suya. “Dales un poco de privacidad,” dijo Hassan. Y después se rió de nuevo. Esta vez, Colin no se le unió. “Tienes que verle el sentido del humor, cariño. Soy un pequeño fastidio, diana de avispas, estoy cortado por zarzas, cubierto de tabaco y vestido de camuflaje. Un cerdo salvaje, algunas avispas, y un prodigio me han traído al bosque para que me tropiece con la primera chica a la que he besado montando a EOC como si fuera un pura sangre al lado de la carretera de un archiduque astro-húngaro. Eso,” le dijo Hassan a Colin enfáticamente, “es gracioso.” “Espera, ¿EOC?” La cabeza de Colin se giró hacía el obelisco del archiduque, donde vio, ostia puta, a EOC, él en sí, poniéndose unos pantalones de camuflaje. “El. Hijo. De. Perra.” Por razones que no entendía, sintió su pulsación de la rabia, y atravesó el cementerio. No dejó de correr hasta que llegó al muro de piedra, y se quedó mirando a EOC a los ojos. Y entonces aún no sabía qué hacer. “¿Está mi padre contigo?” EOC le preguntó fríamente. Colin meneó la cabeza, y EOC suspiró. “Gracias a Dios,” dijo. “Habría puesto mi culo en una escopeta. Sentaos.” Colin pasó por encima del muro y se sentó. Katrina estaba tumbada contra el obelisco, vestida ahora, sacudiendo ligeramente las manos mientras se fumaba un cigarrillo. EOC empezó a hablar. “No vas a decir ni una palabra. Porque no es asunto tuyo. Ahora tu pequeño amigo árabe puede tener unas palabras con Kat, y con eso basta, y lo mantendrán entre ellos. Pero yo no creo que quieras que Lindsey sepa nada.” Colin se quedó mirando el obelisco del archiduque. Estaba cansado y sediento y necesitaba hacer pis. “Creo que tengo que contárselo,” le dijo, con un rastro filosófico en su tono. “Es mi amiga. Y si yo estuviera en su situación, esperaría que me lo contara. Es básicamente una regla de oro.” EOC se levantó y se acercó a Colin. Tenía una presencia importante. “Déjame que os diga a los dos,” y solo entonces se dio cuenta de que Hassan estaba detrás de él, “el por qué no vais a decir una palabra. Si lo hacéis, os pegaré tal paliza que seréis los únicos tipos en el infierno que cojeen.” Hassan murmuró, “Sajill.”75 Colin sigilosamente buscó en su bolsillo y trasteó con el aparato un momento, después dejó la mano en el bolsillo para que no pareciera sospechoso. “Solo quiero saber,” le dijo Hassan a Katrina, “durante cuánto tiempo ha sido.” Katrina apagó el cigarrillo contra el obelisco del archiduque, se levantó y se puso al lado de

75En árabe: “grábalo.”

EOC. “Mucho tiempo,” dijo ella. “Salíamos cuando íbamos a segundo y nos hemos estado viendo ocasionalmente desde entonces. Pero vinimos aquí e iba a terminar con esto. De verdad. Y lo siento porque de verdad me gustas y no me había gustado nadie desde que estuve con él,” dijo, mirando a EOC, “y no lo habría hecho esta vez a no ser porque, no sé. Fue como un adiós o algo. Pero lo siento mucho.” Hassan asintió. “Aún podemos ser amigos,” dijo él, y fue la primera vez que Colin escuchó esas palabras de forma sincera. “No pasa nada, de verdad.” Hassan miró a EOC entonces. “Quiero decir,” dijo Hassan, “no es como que no se nos permitiera estar con otras personas.” EOC lo miró, “Mirad, simplemente demos esto por zanjado, ¿vale? Eso es todo. Ha terminado. No la estoy engañando.” “Bueno,” señaló Colin, “la estabas engañando hace cinco minutos. Es una buena definición de engañar.” “Cállate antes de que te de un puñetazo en los dientes,” EOC dijo cabreado. Colin bajó la mirada hacia sus zapatos fangosos. “Ahora escucha,” continuó EOC, “todos van a volver de Bradford dentro de un rato. Así que simplemente vamos a sentarnos aquí como una gran familia feliz, y después cuando nos vean vas a hacer tus bromas de retrasado y te encorvarás y serás el maricas que eres. Y lo mismo para ti, Hass.” Esto es lo que Colin pensó durante el largo silencio que le siguió: ¿Él querría saberlo? Si estuviera saliendo con Katherine XIX, y si ella estuviera engañándolo y Lindsey lo supiera y pudiera resultar físicamente herida como resultado de compartir la información. Entonces no, no querría saberlo. Así que tal vez la regla de oro indicaba que debería permanecer en silencio, y la regla de oro era la única regla de Colin. Fue por la regla de oro, de hecho, por lo que se odió así mismo por Katherine III: había creído que las Katherines le habían hecho a él lo que él nunca le habría hecho a ellas. Pero había algo más que considerar que la regla de oro: estaba el pequeño asunto de que le gustaba Lindsey. No debería ser un factor en una decisión ética, por supuesto. Pero le gustaba. Su mente aún no se había recompuesto cuando Lindsey, seguida por ECQMT y VMA volvían corriendo con un pack de cerveza Natural Light en cada mando. “¿Cuándo habéis llegado? le preguntó a EOC. “Oh, hace solo un minuto. Kat me cogió cuando estaba andando, y después corrimos hacia ellos,” dijo EOC, señalando con la cabeza a Colin y a Hassan, que estaban sentados juntos en el muro de piedra. “Estábamos preocupados por si estabais muertos,” le dijo Lindsey a Hassan con total naturalidad. “Créeme,” respondió Hassan, “no eras la única preocupada.” Lindsey se giró hacia Colin entonces, y él pensó durante un segundo que ella quizás lo besaría en la mejilla, y después dijo, “¿Eso es tabaco?” Él se tocó la oreja. “Lo es,” le hizo saber. Lindsey se echó a reír. “No se supone que tiene que ir en la oreja, Colin.” “Picadura de avispa,” dijo Colin morosamente. Se sintió tan mal por ella, tan alegre, sonriente y sujetando la cerveza que había comprado para ella y para su novio. Solo quería llevársela a la cueva y contárselo, para que no tuviera que pasar por eso a plena luz. “Eh, por cierto, ¿alguien ha matado a un cerdo salvaje?” preguntó Hassan. “Nop. Bueno, no a menos que tú lo hayas hecho,” ECQMT dijo. Y entonces se rieron. “Yo y Chase disparamos a una ardilla. Voló en pedazos. Princesa la cogió por nosotros.” “Nosotros no le disparamos,” VMA corrigió. “Yo le disparé.” “Bueno, lo que sea. Yo la vi primero.”

“Son como una pareja de casados,” explicó Lindsey. “Excepto que en lugar de estar enamorados el uno del otro, los dos están enamorados de Colin.” EOC rió a carcajadas, mientras los otros dos chicos repetidamente afirmaban su heterosexualidad. Durante un rato, bebieron. Incluso Colin se tragó la mayor parte de una cerveza. Solo Hassan se abstuvo. “Me vuelvo a la camioneta,” dijo. Para entonces el sol se escondía rápido en el horizonte y los mosquitos empezaban a salir. Colin, ya sudoroso y sangriento, parecía ser su objetivo favorito. Lindsey estaba ligando con EOC, su cabeza estaba entre su pecho y su hombro, su brazo alrededor de su cintura. Hassan sentado al lado de Katrina, hablando con ella en susurros, pero no se tocaban. Colin aún estaba pensando. “No estás muy hablador hoy,” le dijo Lindsey a Colin. “¿Las picaduras te duelen?” “Arden como el fuego de diez mil soles,” dijo Colin, sin expresión. “Marica,” EOC dijo, mostrando la gracia y la elocuencia por la que era extensamente famoso. Y quizás fue por las razones correctas o quizás no. Pero justo entonces, Colin sacó la grabadora del bolsillo y la rebobinó. A Lindsey le dijo, “Lo siento muchísimo.” Y entonces le dio al play. “…salimos cuando íbamos a segundo y nos hemos estado viendo ocasionalmente desde entonces. Pero vinimos aquí e iba a terminar con esto.” Lindsey se giró y miró a Katrina con malicia. EOC, extrañamente, estaba congelado. Nunca esperó que Colin Singleton, apodado sitzpinkler, dijera una palabra. Colin la rebobinó rápidamente y después le dio al play de nuevo. “…simplemente demos esto por zanjado, ¿vale? Eso es todo. Ha terminado. No la estoy engañando.” Lindsey cogió una cerveza, se la bebió, después la arrugó y la lanzó. Se levantó y se dirigió hacia EOC, que seguía apoyándose, en un estado de aparente calma, contra el obelisco. “Cariño,” dijo, “no lo entiendes. Dije que no te estaba engañado y no lo estoy haciendo.” “Que te jodan,” dijo ella, y después se dio la vuelta y se fue. EOC la cogió de los brazos y ella luchó para deshacerse de él. “Apártate de mí ahora mismo,” gritó, pero él la sujetaba, y entonces ella entró en pánico, gritando, “¡APARTATE! ¡APARTÁDLO DE MI!” “Déjala,” dijo Colin con calma. Y entonces detrás de él escuchó a VMA. “Sí, Colin, déjala.” Colin se giró, y vio a VMA dirigiéndose a EOC y cogiéndolo del cuello. “Cálmate,” dijo VMA, y entonces EOC lanzó a Lindsey al suelo. EOC golpeó a VMA en la cara con un derechazo, y VMA se calló allí, sin moverse, Colin se preguntó por qué VMA había ido detrás de EOC; Colin lo había infravalorado. EOC rápidamente se giró y cogió a Lindsey por el tobillo. “Déjala,” dijo Colin, levantándose. “Paardenlul.”76 Ella estaba dándole patadas, pero él era persistente y la sujetaba más fuerte, diciendo, “Nena, para. No lo entiendes.” Hassan miró a Colin. Juntos, corrieron hacia EOC, Hassan le dio un golpe en la sección media del cuerpo y Colin fue a golpearle en la cabeza. En el último momento, EOC extendió una mano y golpeó a Colin en la mandíbula tan fuerte que las picaduras de avispas ya no picaban. Y entonces con su pierna, EOC cogió el pie de Hassan. No eran muy buenos salvando a una damisela en apuros, Colin y Hassan.

76 Holandés. Literalmente significa “pene de caballo.”

Pero de nuevo, Lindsey no era tan damisela en apuros. Después de que Colin se diera de bruces contra el suelo, abrió los ojos y vio a Lindsey levantarse, coger los testículos de EOC, apretarlos y girarlos. EOC se calló de rodillas, se encorvó y dejó a Lindsey. Con la cabeza dándole vueltas, Colin se arrastró hasta el obelisco del archiduque, el único sitio geográfico en el mundo que no estaba dando vueltas. Se agarró al obelisco con las dos manos y se aferró a él. Abrió sus ojos y vio a VMA aún en el suelo. Lindsey y Katrina estaban arrodilladas sobre él. Y entonces Colin sintió a unos ángeles levantándolo por las axilas, poniéndolo de vuelta a su casa en el cielo, y se sintió ligero y libre. Se giró hacia la izquierda, y vio a Hassan. Se giró hacia su derecha y vio a EOC. “Eh,” dijo ECQMT, “¿estáis bien?” “Sí,” dijo Colin. “Bonito detalle de parte de tu amigo, eh, ser golpeado así.” “Es un buen tipo. Esto está jodido, tío. Hemos estado soportando la mierda de Colin y Kat durante dos años. Quiero a Colin, pero esto es ridículo. Lindsey es buena gente.” EOC interrumpió. Parecía haberse repuesto. “Deja de hablarle a esa puta.” “Oh, venga, Col. La has jodido esta vez, tío, no él.” “¡Sois todos unos putos maricas!” gritó EOC, y entonces Hassan dijo, “Tres contra uno,” y acusó a EOC. Y seguro, que eran tres contra uno. Pero menudo uno. El atrevimiento de Hassan fue recibido con un golpe de cuerpo que se dibujo en su garganta. Hassan empezó a caerse pero no podía porque EOC le agarró del cuello con la mano. Colin se apresuró hacia ellos con un derechazo. El puñetazo funcionó, pero (1) Colin olvidó cerrar el puño, así que lo abofeteó no lo golpeó, y (2) en lugar de abofetear a EOC, terminó abofeteando a Hassan en la mejilla, tras lo cual Hassan terminó de caerse. ECQMT saltó a la espalda de EOC, y durante un breve momento, preció que la pelea había quedado en tablas. Después EOC cogió a ECQMT de un brazo y lo lanzó por el cementerio, dejando a Colin y a EOC más o menos cara a cara. Colin empezó a usar una estrategia que se acababa de inventar llamada “molino de viento,” que requería mover los brazos como un molino de viento para protegerse del atacante que lo acorralaba. La estrategia funcionó brillantemente, durante ocho segundos, hasta que EOC le cogió de los brazos. Y entonces el encuadre de EOC, con la cara enrojecida, estaba a centímetros de la de Colin. “No quería hacerlo, tío,” le explicó EOC con una calma remarcable. “Pero, ya sabes, me hiciste hacerlo.” “Técnicamente,” murmuró Colin. “Yo mantuve mi promesa. No le dije na-” pero su precavida explicación fue interrumpida por un golpe rapidísimo. Justo antes del golpe, Colin ya lo sintió en el lomo, un dolor fantasmal, y entonces EOC clavó su rodilla en las ingles de Colin tan fuerte que Colin rápidamente se cayó el suelo. Volando, pensó. En las alas de una rodilla. Y entonces, antes incluso de que se desmallara, Colin vomitó. Lo que resultó ser una buena idea, pues EOC cejó de apretarle. Colin se cayó al suelo, gimiendo, olas de dolor le llegaban desde su parte central. Era como si el agujero Franz Fernandiano de su garganta hubiera vuelto y el dolor hubiera crecido y crecido, desde un agujero de bala a un cañón hasta que Colin finalmente fuera el agujero. Se había convertido en un vacío total de dolor. “Oh, Dios,” dijo Colin finalmente. “Oh Dios, mis huevos.” Se equivocó Colin. En un estado mejor, habría reconocido que no eran sus huevos lo que le dolían, sino su cerebro. Los impulsos de los nervios fueron desde sus testículos a su cerebro, donde los receptores de dolor cerebral se habían activado, y el cerebro le dijo a Colin que

sintiera dolor en sus huevos, como fue, porque el cuerpo siempre escucha al cerebro. Huevos, brazos, estómago… nunca dolían. Todo dolor es un dolor cerebral. El dolor lo hizo marearse y desmayarse, se tumbó sobre su costado, doblado en posición fetal, con los ojos cerrados. Su cabeza nadaba con el dolor nauseabundo, y por un momento sintió que se dormía. Pero tuvo que levantarse, porque pudo escuchar los gruñidos de Hassan mientras recibía golpe tras golpe, así que Colin se agarró al obelisco, y lentamente se levantó, sus manos se deslizaban sobre la tumba del archiduque. “Aún estoy aquí,” dijo Colin débilmente, sus ojos se cerraron mientras se aferraba al obelisco para equilibrarse. “Ven y cógeme.” Pero cuando abrió sus ojos, EOC se había ido. Colin podía escuchar a los grillos en vigor, silbando al ritmo que marcaban sus aún dolorosas pelotas. A través del gris crepúsculo, Colin vio a Lindsey Lee Wells y a su kit de primeros auxilios atendiendo a un Hassan sentado, cuya camiseta de camuflaje y chaleco naranja estaban cubiertos de sangre. ECQMT y VMA estaban sentados juntos compartiendo un cigarrillo, había un bulto encima del ojo de VMA y parecía literalmente que su frente iba a dar a luz a un pollo. Colin se mareó, y después volvió, agarrándose al obelisco. Cuando abrió sus ojos de nuevo, se dio cuenta de que no tenía las gafas, y entre el mareo y su astigmatismo, las letras que tenía delante le bailaban. El archiduque Franz Ferdinand. Hizo un anagrama para aliviar el dolor. “Huh,” murmuró tras un momento. “Esta es una coincidencia muy grande.” “El kafir se ha levantado,” dijo Hassan. Lindsey corrió hacia Colin, le limpió el último resto de tabaco de la oreja, y le susurró al oído, “Mein held,77 gracias por defender mi honor. ¿Dónde te ha dado?” “En el cerebro,” dijo Colin, siendo correcto esta vez.

77 En alemán: mi héroe.

diecisiete A la mañana siguiente, un lunes, era su mañana número treinta y dos en Gutshot, y era indudablemente la peor. A parte del dolor residual en sus testículos y alrededores, el cuerpo entero de Colin estaba dolorido tras un día de caminatas, corridas y sacudidas. Le dolía la cabeza, cada vez que abría los ojos, destellos de fiebre y un dolor demoniaco le atravesaba el cerebro. La noche anterior, la paramédica (en aprendizaje) Lindsey Lee Wells le había diagnosticado unas contusiones moderadas y un “esguince en los testículos” tras una exhaustiva busqueda en páginas web de médicos. Le diagnosticó a EOC un padecimiento de “Soy-ungilipollas-y-Lindsey-nunca-va-a-hablarme-de-nuevo-itis.” Manteniendo los ojos cerrados tanto como podía, Colin se tambaleó hasta el baño esa mañana, donde encontró a Hassan mirándose en el espejo. El pómulo de Hassan estaba tremendamente hinchado (parecía que estuviera mascando un gran trozo de tabaco) y su ojo derecho estaba cerrado e hinchado. “¿Cómo lo llevas?” preguntó Colin. Hassan se giro y le dio a Colin una vista completa de su cara bien abofeteada, para responderle. “Sí, claro,” le dijo Colin, acercándose para encender la ducha. “Pero deberías ver al otro chico.” “Hass esbozó una pálida sonrisa. “Si pudiera hacerlo otra vez,” dijo, con la voz baja y sin mover apenas el labio superior, “Dejaría que me hubiera atrapado y matado el cerdo de Satán.” Cuando Colin bajó las escaleras para desayunar, vio a Lindsey sentada en la mesa de roble bebiendo un vaso de zumo de naranja. “No quiero hablar de ello, enserio,” dijo Lindsey, prevenidamente. “Pero espero que tus bolas estén bien.” “Yo también,” dijo Colin. Las había mirado mientras se duchaba. Estaban iguales, solo más sensibles. Su tarea ese día (dejada por una nota de Hollis) era entrevistar a una mujer llamada Mabel Bartrand. “Oh, tío,” dijo Lindsey cuando Colin leyó el nombre. “Está en otra casa, en esa que estás cuando eres muy viejo. No puedo soportar esto ahora. No puedo… Dios. Saltémonoslo. Volvamos a dormir.” “Apoyo la idea,” susurró Hassan con sus carnosos labios. “Ella sí que podría hacerse cargo de la empresa,” dijo Colin, intentando hacer uso de su familiaridad con la soledad de los poderes del bien. “Dios, sabes cómo hacerle sentir culpable a la gente,” dijo Lindsey. “Vamos.” Mabel Bartrand vivía en una residencia a unas quince millas fuera de Gutshot, en una salida al sur de Hardee’s. Lindsey sabía el camino, así que condujo el Coche Fúnebre. De camino, nadie habló. Había demasiado que discutir. Y de todos modos, todo el cuerpo de Colin se sentía como una pura mierda sin diluir. Pero finalmente su vida se había calmado como para volver al problema de Katherine III y al fallo en su memoria. De todos modos, su cabeza le dolía demasiado como para que tuviera algo de sentido. Una enfermera fémina los recibió en la recepción y los guió a la habitación de Mabel. Este lugar era significativamente más deprimente que el Sunset Acres. El único sonido era el zumbido de las maquinas, y las salas estaban casi vacías de personas. Nadie veía el canal del tiempo que había a todo volumen en la sala común, las puertas estaban casi todas cerradas, un par de personas sentadas en una sala común parecían confundidas, o en blanco o, peor aún, asustadas.

“Sra. Mabel,” dijo la enfermera condescendientemente. “Tiene visita.” Colin encendió la mini grabadora. Estaba usando la misma cinta del día anterior, grabando encima de la confesión de EOC. “Hola,” dijo Mabel. Estaba sentada en un sillón reclinable de cuero en lo que parecía un dormitorio, con una cama doble, una silla, un escritorio de madera sin usar, y una mini nevera. Su fino y rizado cabello blanco tenía un estilo afro de mujer mayor. Se inclinó hacia adelante y olía a vejez, como a formaldehido. Lindsey se inclinó, abrazó a la Sra. Mabel y le dio un beso en la mejilla. Colin y Hassan se presentaron y la Sra. Mabel les sonrió pero no habló. Tardíamente, Mabel preguntó, “¿Eres Lindsey Wells?” “Sí, lo soy,” dijo Lindsey, sentándose a su lado. “Oh, Lindsey, querida. Hace mucho que no te veo. Hace años, ¿no? Oh, pero Dios, que bien verte.” “También a usted, Mabel.” “He pensado mucho en ti y he deseado que me visitaras, pero nunca lo hacías. Estás tan bien y pareces tan mayor… Nada del pelo azul ya, no, no. ¿Cómo has estado, cielo?” “He estado bien, Mabel. ¿Qué hay de usted?” “¡Tengo noventa y cuatro años! ¿Cómo crees que estoy?” rió Mabel, y también Colin. “¿Cómo te llamas?” le preguntó a Colin, y él le respondió. “Hollis,” le dijo ella a Lindsey. “¿Ese es el yerno del Dr. Dinzanfar?” La Sra. Mabel se inclinó y señaló con un dedo que no se estiraba en dirección a Hassan. “No, Sra. Mabel. Yo soy la hija de Hollis, Lindsey. La hija del Dr. Dinzafar, Grace es mi tía, y Corville Wells era mi abuelo. Este es Hassan, un amigo mío que quiere hablar con usted de los tiempos viejos en Gutshot.” “Oh, bueno eso está bien,” dijo la Sra. Mabel. “Me confundo a veces,” explicó. “Está bien,” dijo Lindsey. “Es increíble verla.” “Y a ti, Lindsey. No puedo asimilar lo guapa que estas. Creciste bien, ¿eh?” Lindsey sonrió y Colin se dio cuenta de que Lindsey tenía lágrimas en los ojos. “Cuéntenos una historia sobre los viejos días en Gutshot,” dijo Lindsey, y Colin tuvo claro que esa no era la ocasión de hacer las cuatro preguntas de Hollis. “He estado pensando en el Dr. Dinzanfar. Antes de que empezara todo esto, tenía la Tienda. Yo era una pequeña cosita que le llegaba a la altura de la rodilla de un perro de caza. Y él solo tenía un ojo, como sabes. Luchó en la Primera Guerra. Bueno un día, estábamos en la tienda y mi padre me dio un centavo rojo y corrí al mostrador y le dije ‘Doctor Dinzanfar, ¿tiene algún caramelo que cueste un centavo?’ Y él me miró y dijo, ‘Lo siento, Mabel. No tenemos caramelos en Gutshot que valgan un centavo. Solo teneos caramelos gratis.’” Mabel cerró los ojos mientras todos dejaban que la historia se terminara. Parecía casi dormida, su respiración era lenta y rítmica, pero entonces sus ojos se abrieron y dijo, “Lindsey, te aseguro que te he echado de menos. He echado de menos cogerte de las manos.” Y entonces Lindsey empezó a llorar de verdad. “Sra. Mabel, tenemos que irnos, pero volveré más tarde esta semana y la veré de nuevo, se lo prometo. Lo sie… Siento no haberla visitado durante tanto tiempo.” “Bueno, está bien cielo. No tienes que enfadarte por eso. La próxima vez que vengas, ven entre las doce y media o una y te daré mi caramelo Jell-O de azúcar gratis, no son tan malos.” Mabel finalmente dejó las manos de Lindsey, y Lindsey le dio un beso y se fue. Colin y Hassan se quedaron detrás para decir adiós y cuando entraron en la sala común, se encontraron a Lindsey sollozando como el sollozo de una hiena que se está muriendo. Desapareció en el baño y Colin siguió a Hassan fuera. Hassan se sentó en el bordillo. “No puedo soportar este sitio,” dijo. “No vamos a volver aquí.”

“¿Qué le pasa?” “Es triste, y no en plan gracioso,” dijo Hassan. “No es ni un poquito gracioso. Y me está afectando de verdad.” “¿Por qué tiene que ser todo gracioso para ti?” le preguntó Colin. “¿Para que no tengas que preocuparte de verdad por nada?” “Gamborrimbos, Dr. Freud. Solo voy a decir gamborrimbos cuando intentes psicoanalizarme.” “Vale, vale, Capitán Pantalones Divertidos.” Lindsey salió fuera, parecía muy recompuesta.”Estoy bien y no necesito hablarlo,” dijo, espontáneamente. Esa noche terminó el Teorema. Resultó relativamente fácil, de hecho, porque por primera vez en varios días, no tuvo distracciones. Lindsey estaba encerrada en su habitación. Hollis estaba abajo, tan metida en su trabajo y en la televisión que apenas dijo nada del moratón del ojo de Hassan ni del hematoma con forma de puño en la mandíbula de Colin. Hassan estaba en algún lado, también. Muchas personas podrían perderse en la Mansión Rosa, y esa noche, mucha gente lo hizo. Resultó ser casi injustamente fácil de terminarlo, ahora que sabía de su faceta como Deshechor, la formula que tenía estaba muy cerca de ser cierta. Solo necesitaba ajustar una raíz para finalizar la fórmula.

Todo parecía estar correcto, lo que venía a ser que Katherine Mutsenberger se parecería a esto:

Un gráfico perfecto para una historia de amor de cuarto curso. Tras dejar el lápiz, levantó las manos, con los puños apretados. Como el ganador de un maratón. Como la libre yendo detrás y jorobando la historia derrotando a la tortuga. Fue a buscar a Lindsey y a Hassan, y los encontró en la sala de juegos. “He terminado nuestro Teorema,” le dijo a Lindsey, que estaba sentada sobre el fieltro rosa de la mesa de billar, con sus ojos marrones aún hinchados. Hassan estaba aposentado en el sofá verde de cuero. “¿Enserio?” preguntó Lindsey. “Sí. Me llevó unos ocho segundos. Casi lo había terminado hace dos semanas; simplemente no me di cuenta de que funcionaba.” “Kafir,” dijo Hassan. “es una noticia tan buena que casi quiero levantarme del sofá y sacudirte la mano. Pero Dios, es tan cómodo. ¿Entonces ahora puedes usarlo para cualquier cosa? ¿Para cualquier pareja?”

“Sí, eso creo.” “¿Vas a usarlo para predecir el futuro?” “Claro,” dijo Colin. “¿Con quién quieres salir?” “No, no, tío. Intenté hacerlo a tu manera, lo de salir y las chicas, besarse y todo el drama, y tío, no me gustó. Además, mi mejor amigo es como un paseo por un cuento con moraleja de lo que te pasa cuando las relaciones románticas no terminan en matrimonio. Como tú siempre dices, Kafir, todo termina en ruptura, divorcio o muerte. Quiero estrechar mis míseras opciones de divorcio o muerte, eso es todo. Dicho esto, podrías hacerlo conmigo y con Lindsay Lohan. No me importaría convertirla al Islam, no sé si entiendes lo que quiero decirte.” Colin se rió pero por otro lado ignoró el ataque. “Hazlo conmigo y con Colin,” dijo Lindsey tranquilamente, sus ojos estaban mirando a sus rodillas desnudas y bronceadas. “El otro Colin, me refiero,” añadió. Y Colin lo hizo. Se sentó y equilibró un libro en sus rodillas, después sacó su libreta y el lápiz. Mientras completaba las variables, dijo, “Solo para que lo sepas, que te engañen cuenta como que te dejen. No quiero que te cabrees por esto; simplemente es como funciona el Teorema.” “Razonable,” dijo Lindsey cortante. Colin había estado practicando con el Teorema tanto que sabía por los números cómo sería, pero aún así siguió los movimientos y trazó cada punto.

Cuando se lo enseñó, ella dijo, “Espera, ¿qué es eso?” “Eso es EOC engañándote,” respondió Colin. “Así que funciona,” dijo, con la voz vacía de emoción. “Es raro, estoy triste, pero no por él. Todo lo que siento porque se haya roto esto es… me siento aliviada.” “El alivio es una sensación de un Deshecho,” anotó Colin con cierta preocupación. Lindsey saltó de la mesa de billar y se puso en el sofá al lado de Colin. “Creo que me acabo de dar cuenta de que no quiero salir con un idiota por el que ni siquiera me siento atraída. Son dos revelaciones separadas: No quiero salir con idiotas, y no voy a trabajar mis grandes músculos. Aunque he llorado como una niña de dos años en la residencia, así que puede que el alivio sea posiblemente temporal.” Hassan cogió la libreta de Colin. “Parece funcionar de verdad, joter.” “Sí, lo sé.” “Bueno, no obstante, no es por arruinarte la fiesta, pero has probado algo que ya se sabía, que esos tipos que juegan al fútbol saben cómo jugar en el puto campo, y que las Katherines se deshacen de los Colins como los Hassans comen Monster Thickburgers: con voracidad, pasión y frecuencia.” “Bueno, la pregunta de verdad es si pueden predecir el arco de una relación,” aportó Colin. “Oh, eh,” dijo Lindsey, pareciendo acordarse de algo. “Pregúntale a Hassan qué estaba haciendo en la habitación veinte minutos antes de que aparecieras.” “¿Qué estabas haciendo en la habitación veinte min-” “Dios, no te la tomes literalmente,” dijo Hassan. “Estaba en internet.” “¿Por qué estabas en internet?”

Hassan se levantó, sonriendo con el labio hinchado. Se revolvió el pelo judío-africano mientras andaba, y entonces se paró en la puerta y dijo, “Yo y Rayobastón hemos decidido llevar nuestro show a la universidad,” dijo Hassan, y Colin abrió la boca para hablar, pero Hassan dijo, “Solo me he apuntado a dos clases en otoño, así que no empieces a emocionarte. Tengo que aligerar mi camino. No me digas lo jotidamente feliz que estás. Lo sé.”78

78 Y efectivamente, ese nueve de septiembre, Hassan se sentaría en una clase llamada Composición Inglesa a las diez de la mañana, a pesar de que entraba en conflicto directo con su amada, amiga y posible amor platónico, Judge Judy.

dieciocho Colin no durmió ese jueves por la mañana, pero no por el gallo, sino porque Lindsey estaba saltando encima de su cama mientras decía, “Levántate. Nos vamos a Memphis.” Con gracia pegó un salto en la cama, aterrizando con su trasero y cantando, “Memphis. Memphis. Vamos a saltarnos el trabajo y nos vamos a Memphis. Para espiar a Hollis y averiguar por qué ha estado llenando la jarra de las palabrotas.” “Mm-hmm,” masculló Colin como si estuviera dormido, pero no lo estaba. Su presencia lo hizo despertarse inmediatamente. Cuando Colin bajó las escaleras, Hassan estaba levantado, vestido y desayunado. Tras un par de días de cura, su cara había vuelto casi a la normalidad. Estaba buscando entre un montón de papeles. “Kafir,” dijo en voz alta, “ayúdame a encontrar la dirección del almacén. Estoy perdido en un océano de hojas de cálculo.” Le llevó a Colin unos treinta segundos encontrar la dirección del almacén en Memphis. Lo encontró al principio de una carta de negocios dirigida a Textiles Gutshot, Inc. Hassan gritó, “MapQuest 2246 Trial Bulevar, Memphis, Tennessee 37501,” y Lindsey Lee Wells gritó también, “¡Increíble! ¡Buen trabajo, Hassan!” “Bueno, técnicamente el trabajo lo he hecho yo,” anotó Colin. “Deja que me lleve el mérito. He tenido una semana dura.” Dijo Hassan mientras se tiraba dramáticamente en el sofá. “Ey, ¿qué te parece esto? Ya no eres el único no reciente deshecho en esta casa.” Eso era cierto. Pero Hassan parecía haber terminado con Katrina inmediatamente, y Lindsey acababa de irrumpir en la habitación de Colin con una canción, así que aún sentía que podía proclamarse el deshecho más devastador de la casa, incluso si tenía que admitir que ya no quería volver con K-19 nunca más. Quería llamarla; quería decirle que la echaba de menos; pero conforme habían resultado las cosas, estaban bien. Nunca había encontrado ser soltero más interesante que ahora. Hassan decidió conducir y Lindsey ir a Shotgun, y a pesar de ser su coche, Colin fue delegado al asiento de atrás, donde bajó la ventanilla y leyó Seymour: An Introduction de J.D. Salinger. Lo terminó justo cuando el cielo de Memphis comenzó a verse. No era Chicago, pero Colin había echado de menos los rascacielos. Condujeron por el centro de la ciudad y después cogieron la salida a la autopista en un lugar de la ciudad que parecía estar comprendida enteramente por bajos edificios con pocas ventanas y aun con menos señalizaciones que informaban a sus visitantes de sus funciones. A un par de bloques de la salida, Lindsey señaló uno y Hassan entró en un parking de cuatro coches que estaba vacío. “¿Estás seguro de que es aquí?” “Es la dirección que encontraste,” respondió Lindsey. Caminaron hacia una pequeña oficina con un mostrador, que no tenía recepcionista, así que se fueron e hicieron su propio camino por el almacén. Era un día caluroso pero con el suficiente viento como para estar templado. Colin escuchó un ruido, miró hacia arriba, y vio a un buldócer saliendo de un campo sucio detrás del almacén. Los únicos dos tipos a la vista eran un chico que llevaba al buldócer y el compañero que iba detrás, que llevaba una carretilla. En la carretilla llevaba tres cajas de cartón grandes. Colin frunció el ceño. “¿Veis a Hollis en algún lado?” susurró Lindsey.

“No.” “Ve a preguntarle a esos dos chicos si han escuchado hablar de Textiles Gutshot,” dijo Lindsey. Colin no disfrutaba particularmente hablando con extraños que llevaban carretillas, pero en silencio empezó a andar hacia el campo. El buldócer los arrastró hacia un montón de mierda y holgazaneó para hacerle sitio a la carretilla. Y conforme se acercaban al agujero, Colin también lo hacía. Estaba a un tiro de piedra de distancia79 del agujero cuando la carretilla se paró y el tipo se giró, extendió la mano, y lanzó la primera caja al suelo. Aterrizó con un ruido sordo. Colin siguió andando. “¿Qué tal?” pregunto el hombre, un chico negro y bajito con pelo blanco en las sienes. “Bien,” dijo Colin. “¿Trabajan para Textiles Gutshot?” “Sep.” “¿Qué están tirando al agujero?” “No sé si eso es asunto tuyo, ya que no eres el propietario del agujero.” Colin no tenía respuesta, no era su agujero. El viento los asaltó, y la seca suciedad se revolvió del suelo y los atravesó en una nube. Colin se giró 180 grados para darle la espalda al polvo, y entonces vio a Hassan y a Lindsey caminando rápidamente hacia él. Colin escuchó el sonido de otra caja, pero no quería girarse. No quería que el polvo le entrara en los ojos. Pero después se giró, porque ya no solo había polvo flotando. La segunda caja se había roto y se había abierto, y miles de finas cuerdas de tampones estaban vapuleándose delante de él, y delante de Hassan y Lindsey, volando alrededor de ellos. Miró hacia arriba y vio las cuerdas precipitándose hasta verse inmerso en una nube de ellas. Parecían agujas o luces blancas brillando. Colin pensó en Einstein. Un genio certificado (que nunca había sido un prodigio), Einstein se había dado cuenta de que la luz puede actuar, en una aparente paradoja, como una partícula discreta y como una ola. Colin nunca había entendido esto, pero ahora miles de cuerdas estaban flotando por aquí y por allá encima de él, y eran pequeños destellos de luz sin fin y también olas ondeantes. Saltó para coger uno y bajó con varios, y seguían flotando encima de él, flotando a su alrededor. Nunca una cuerda de un tampón le había parecido tan bonita como cuando subían y bajaban con el viento, aterrizando en el suelo y después girando y flotando de nuevo, cayendo y levantándose, cayendo y levantándose. “Mierda,” dijo el hombre. “Es bonito al menos, ¿no?” “Ya lo creo,” dijo Lindsey, que de pronto estaba al lado de Colin, con la palma de su mano tocando la palma de la suya. Un par de cuerdas dispersas seguían aún saliendo de la caja, pero la gran parte de las cuerdas de tampón se perdían en la distancia. “Te pareces a tu madre,” le dijo el hombre. “Ojalá no hubieras dicho eso,” dijo Lindsey. “¿Quién eres, por cierto?” “Soy Roy,” dijo. “Soy el director de operaciones de Textiles Gutshot. Tu madre estará aquí dentro de nada. Ella hablará con vosotros mejor. Veniros y tomaros algo.” Querían espiar a Hollis, no estar con ella en el almacén, pero Colin pensó que el secreto ya se había perdido totalmente. Roy lanzó la última caja en el agujero, y esta última se mantuvo de una pieza. Después se metió el pulgar de la mano en la boca, emitiendo un penetrante silbido, y dirigido al buldócer, que volvió a la vida.

79 El record mundial de escupir semillas de sandía lo tiene Jim Dietz, quien en 1978 escupió una semilla de sandría a 68 pies, 11 pulgadas. Colin estaba más cerca del agujero que eso, por supuesto.

Volvieron al almacén sin aire acondicionado. Roy les dijo que estuvieran tranquilos, y después volvió al campo. “Se ha vuelto loca,” dijo Lindsey. “Su ‘Director de Operaciones es un tipo que nunca he visto y le está diciendo que entierre nuestro maldito producto detrás del almacén. Está loca. ¿Qué pretende? ¿Manejar al pueblo desde el suelo?” “No lo creo,” dijo Colin. “O sea, también creo que está loca. Pero no creo que quiera manejar-” “Cariño,” escuchó Colin detrás suya, y él se giró y vio a Hollis Wells con su traje rosa de los jueves. “¿Qué estás haciendo aquí?” preguntó Hollis, sin sonar muy cabreada. “¿Qué demonios pasa contigo, Hollis? ¿Te has vuelto loca? ¿Quién narices es Roy? ¿Y por qué estás enterrando todo? “Lindsey, cariño, la compañía no va muy bien.” “Dios, Hollis, ¿te quedas despierta todas las noches imaginándote cómo arruinarme la vida? ¿Vendes el terreno, paras la producción, y después el pueblo se morirá y me tendré que ir?” Hollis frunció el ceño. “¿Qué? Lindsey Lee Wells, no. ¡No! Nadie lo va a comprar, Lindsey. Tenemos un cliente de StaSure y han comprado un cuarto de lo que podemos producir. Hemos perdido todo lo demás con las otras compañías. Todo. “Espera, ¿qué?” preguntó Lindsey, a pesar de que se imaginó que la había oído. “Están apiladas en el almacén. Una encima de otra, encima de otra encima de otra. Y ha estado empeorando hasta que he llegado a esto.” Y entonces Lindsey lo entendió. “No quieres despedir a nadie.” “Así es, cariño. Si acortamos la producción de lo que estamos vendiendo, perderíamos a muchos. Mataría a Gutshot.” “Espera, ¿entonces por qué los has contratado para hacer un pequeño trabajo?” preguntó Lindsey, señalando a Colin y a Hassan. “Si estamos tan mal, quiero decir.” “No es un pequeño trabajo. Dentro de una generación quizás no haya una fábrica y quiero que nuestros hijos y sus hijos sepan lo que fue, cómo fuimos. Y gustarles. Pensé que sería bueno para ti. El mundo no se va a mantener tal como lo imaginas, cielo.” Lindsey se acercó a su madre. “Ahora ya sé por qué trabajas en casa,” dijo. “Para que nadie sepa lo que está pasando. ¿Nadie lo sabe?” “Solo Roy,” dijo Hollis. “Y no se lo puedes decir a nadie. Seguiremos así al menos cinco años más, así que eso es lo que vamos a hacer,” dijo Hollis. “Y mientras tanto voy a trabajar durísimamente para encontrar una nueva forma de ganar dinero.” Lindsey puso sus brazos alrededor de la cintura de su madre y presionó su cara contra su pecho. “Cinco años es mucho tiempo, mamá,” dijo. “Lo es y no lo es,” respondió Hollis, acariciando el pelo de Lindsey. “Lo es y no lo es. Pero no es tu problema, es el mío. Lo siento, cariño. Sé que he estado más ocupada de lo que debería estar una madre.” Y eso, a diferencia del engaño de EOC, era un secreto bien guardado, pensó Colin. A la gente no le gusta saber que tres cuartos de sus cuerdas para tampones están siendo enterrados, o que sus cheques de pago tienen más que ver con la compasión del propietario que con la rentabilidad de la empresa. Hollis y Lindsey terminaron conduciendo a casa juntas, dejando a Colin y a Hassan solos en el Coche Fúnebre. No estaban aún a cinco millas de Memphis cuando Hassan dijo, “He tenido un, em, despertar espiritual y con una luz cegadora.” “Colin lo miró. “¿Eh?”

“Mira la carretera, kafir. De hecho empezó hace un par de noches, así que supongo que no es tan dramático, en la residencia, cuando dijiste que era el Sr. Pantalones Divertidos porque quería evitar que me hicieran daño.” “Sin ninguna duda,” dijo Colin. “Sí, bueno, eso es una mierda, sabía que era una mierda, pero entonces empecé a preguntarme exactamente por qué soy el Sr. Pantalones Divertidos, y no tengo una respuesta muy buena. Pero pienso en lo que Hollis está haciendo. Quiero decir, está gastando todo su tiempo y su dinero para que la gente pueda mantener sus trabajos. Está haciendo algo.” “Vale . . .” dijo Colin, sin entenderlo. “Soy un no-hacedor. Soy perezoso, pero también soy bueno en no hacer las cosas que se supone que tengo que hacer. Nunca bebo, ni tomo drogas, ni tengo sexo con chicas, ni me peleo con la gente, ni robo, ni nada. Siempre he sido bueno en eso, excepto este particular verano. Y hacer todas estas cosas aquí ha sido raro y ha estado mal, así que voy a volver felizmente a no hacer nada. Nunca he sido un hacedor. Nunca he hecho nada que ayudara a nadie. Incluso las cosas religiosas que suponen hacerlo, no las hago. No hago el zakat80. No hago el ramadán. Soy un total no-hacedor. Simplemente absorbo comida, agua y dinero del mundo, y todo lo que doy a cambio es, ‘Eh, soy un perfecto no-hacedor. ¡Mira todas las cosas malas que no hago! ¡Ahora voy a soltar algunas bromas!’” Colin miró a Hassan y lo vio bebiendo un Mountain Dew. Sentía que debía decir algo, Colin dijo, “Es una buena revelación espiritual.” “No he terminado aún, jotido. Solo estaba bebiendo. Bueno, ser gracioso es una forma de no hacer nada. Estoy sentado por ahí haciendo bromas, soy el Sr. Pantalones Divertido e intento burlarme de cualquiera que intente hacer algo. Burlarme de ti cuando te levantas e intentas querer para ti mismo otra Katherine. O burlarme de Hollis por quedarse dormida cubierta por su trabajo de toda la noche. O hacerlo en tu caso por disparar a un nido de avispas cuando yo no disparé para nada. Así que eso es. Voy a empezar a hacer cosas.” Hassan se terminó su Mountain Dew, lo dobló y lo lanzó contra su pie. “Ves, acabo de hacer algo. En general,” dijo, “habría lanzado esa basura contra el asiento de atrás, donde no habría tenido que verlo y tu lo habrías tenido que limpiar la próxima vez que tuvieras una cita con una Katherine. Pero voy a dejarlo aquí, para acordarme de que tengo que cogerla cuando entremos a la Mansión Rosa. Dios, alguien debería darme una Medalla de Honor de Hacer del Congreso.” Colin rió. “Sigues siendo gracioso,” dijo Colin. “Y has estado haciendo cosas. Te has apuntado a la universidad.” “Sí, voy a entrar. No obstante, si voy a ser un completo hacedor,” anotó Hassan, faux morose, “debería apuntarme probablemente a tres clases. Es una vida dura, kafir.”

80 Darle al pobre, es uno de los pilares de la creencia islámica.

diecinueve Lindsey y Hollis llegaran antes a casa porque Colin y Hassan tuvieron que parar en el Hardee’s a por una Monster Thickburger. Cuando llegaron al comedor de la Mansión Rosa, Hollis dijo, “Lindsey ha ido a pasar la noche a casa de su amiga Janet. Estaba destrozada en el camino de vuelta. Es por el chico, supongo.” Hassan asintió y se sentó en sofá con ella. El cerebro de Colin empezó a funcionar. Tenía que encontrar una forma insospechada de salir de la Mansión Rosa lo antes posible. “¿Puedo hacer algo para ayudarte?” preguntó Hassan, y a Hollis se le iluminó la cara y dijo, “Claro. Claro. Puedes sentarte aquí conmigo y tener un ataque de locura, toda la noche, si tienes tiempo.” Y Hassan dijo, “bien.” Colin medio tosió, y empezó a hablar rápidamente. “Quizás salga un rato. Creo que voy a acampar. Probablemente sitzpinkler fuera y termine durmiendo en el coche, pero aún así, voy a intentarlo.” “¿Qué?” preguntó Hassan, incrédulo. “Acampar,” dijo Colin. “¿Con los cerdos y las avispas y EOC y a saber qué más? “Sí, acampar,” dijo Colin, y después intentó lanzar a Hassan una mirada extremadamente significativa. Tras mirarse interrogativamente durante un momento, los ojos de Hassan se abrieron y dijo, “Bueno, yo no voy contigo. Como hemos aprendido, soy un gato de interior.” “Ten el teléfono encendido,” dijo Hollis. “¿Tienes una tienda?” “No, pero se está bien fuera y solo me llevaré un saco de dormir si está bien.” Y entonces antes de que Hollis pudiera objetarle, subió las escaleras de dos en dos, cogió los suministros, y salió. Era tarde, los campos se convertían en una invisibilidad rosa conforme se fundían en el horizonte. Colin sintió su corazón golpeándole el pecho. Se preguntó si ella querría verlo. Él se había tomado el “dormir en casa de Janet” como una indirecta, pero quizás no lo era. Quizás realmente estaba durmiendo en casa de Janet, quienquiera que fuera, lo que supondría un senderismo en vano. Tras cinco minutos conduciendo, llegó a la valla del campo que una vez había sido la casa de Hobbit el caballo. Saltó la valla y atravesó el campo. Colin, por supuesto, no creía en correr cuando caminar era suficiente, pero aquí y ahora, caminar no era suficiente. Fue bajando la velocidad mientras iba subiendo la colina, el haz de luz amarillo fino y tambaleante de la linterna contra el oscuro campo. Lo sostenía justo delante de él al llegar a los arbustos, enredaderas y árboles, el suelo mohoso del bosque crujía a su paso, le recordaba a dónde íbamos a parar todos. Con las semillas, al suelo. No podía hacer otra cosa que hacer un anagrama. To ground; Run, Godot; Donor Gut.* Y la magia mediante la que “to ground” se convirtió en “donor gut”, combinado con la sensación recién descubierta de que tendría recientemente que recibir un trasplante de intestino, mantuvo su ritmo cardíaco elevado. A pesar de estar tan oscuro que los árboles y las rocas no eran ni objetos sino sombras, escaló, hasta que finalmente llegó al afloramiento de piedras. Caminó a lo largo de la roca, con su linterna escaneandolo todo, hasta que la luz traspasó la grieta. Agachó la cabeza y dijo, “¿Lindsey?” “Dios, creía que eras un oso.”

*Al suelo; Corre, Godot; Donante de intestino.

“Justo lo contrario. Estaba por el vecindario y pensé voy a pasarme,” dijo. Escuchó el eco de su risa a través de la cueva. “Pero no quiero pasarme.” “Vamos, entra,” dijo, y se escurrió entre la grieta irregular y fue arrastrándose hasta que llegó a la habitación. Ella encendió su linterna; se estaban cegando el uno al otro. “Pensé que quizás vendrías,” dijo ella. “Bueno, le dijiste a tu madre que dormirías en casa de Janet.” “Sí,” dijo. “Era una especie de código.” Lindsey señalo la luz que había a su lado, y después le dibujó una línea a Colin, como si estuviera conduciendo un avión hacia la puerta. Él se acercó, y ella apiló un par de almohadas en una silla para que se sentara a su lado. “Oh, maldita luz,” dijo ella, y estuvieron a oscuras de nuevo. “Lo más molesto es que ni siquiera estoy enfadada. Por lo de Colin, quiero decir. Porque al final ni me importaba. Él, que me gustara, que se tirara a Katrina. Simplemente, no me importa. Eh, ¿estás ahí?” “Sí.” “¿Dónde?” “Aquí. Hola.” “Oh, hola.” “Sigue.” “Vale. Bueno, no sé. Fue tan fácil de ignorar. Seguía pensando que me iba a cabrear, pero ya han pasado tres días, y ya ni siquiera pienso en él. ¿Recuerdas cuando te dije que, a diferencia de mi, él era real? No creo que lo sea ya. Creo que es aburrido. Estoy tan cabreada por eso porque, o sea, he gastado demasiada parte de mi vida con él y después me engaña y yo ni siquiera estoy deprimida por ello.” “Me encantaría ser así.” “Sí, solo que no lo eres, no lo creo. Se supone que a la gente le tiene que importar. Está bien que la gente signifique algo para ti, que extrañes a las personas que se han ido. Yo no echo de menos a Colin para nada. Literalmente. Solo me gustaba la idea de ser su novia ¡y eso es una puta pérdida de tiempo! De eso me he dado cuenta, por eso lloré durante todo el camino de vuelta a casa. Aquí está Hollis, haciendo cosas de verdad por la gente. Trabaja todo el maldito tiempo y ahora sé que no es por ella misma; es por toda esa jotida gente del Sunset Acres que tiene una pensión con la que se pagan los pañales. Y es por todo el mundo de la fábrica.” “. . .” “Yo solía ser una persona normal. Pero ahora. Nunca. Hago. Nada. Por nadie. Excepto por retrasados que no me importan una mierda.” “Pero a la gente le gustas. A todos los ancianos, a todo el mundo de la fábrica. . .” “Cierto. Sí. Pero les gusto como me recuerdan, no por como soy ahora. De verdad, Colin. Soy la persona más egocéntrica del mundo.” “. . .” “¿Estás ahí?” “Acabo de pensar en que eso que acabas de decir no puede ser verdad porque yo soy la persona más egocéntrica del mundo.” “¿Eh?” “Quizás estemos vinculados. Porque yo soy igual, ¿no? ¿Qué he hecho por alguien?” “No fuiste detrás de Hassan y dejaste que miles de avispas te picaran?” “Oh. Sí. Estaba eso. Vale, eres la persona más egocéntrica del mundo. ¡Pero yo estoy cerca! “Ven aquí.”

“Estoy aquí.” “Más aquí.” “Vale. ¿Aquí?” “Sí. Mejor.” “¿Y qué vas a hacer? ¿Cómo lo vas a arreglar?” “En eso estaba pensando antes de que llegaras. He estado pensando en las cosas que te importan. Me sentí como, como que lo que importas está definido por las cosas que te importan. Tú importas tanto como las cosas que son importantes para ti. Y estaba tan lejos, intentando importarle a él… Todo este tiempo, ha habido cosas reales por las que preocuparme: buenas y personas de verdad que se preocupan por mí, y este lugar. Es tan fácil atascarse. Te atrapas en ser algo, ser especial o guay o lo que sea, hasta el punto de no saber por qué lo necesitas; solo piensas que lo necesitas.” “Ni siquiera sabes por qué necesitas ser mundialmente famoso; simplemente crees que lo necesitas.” “Sí. Exacto. Estamos en el mismo barco, Colin Singleton. Pero yo no he arreglado el problema volviéndome popular.” “No creo que puedas llenar el espacio vacío de algo que perdiste. Salir con el EOC no solucionó el suceso de la comida para perros. No creo que tus piezas perdidas vuelvan a recomponerse dentro una vez se han perdido. Como Katherine. Por eso me di cuenta: si la hago volver de alguna forma, no repararía el agujero que creó el perderla.” “Quizás ninguna chica pueda arreglarlo.” “Cierto. Ser un creador de Teoremas mundialmente famoso no lo haría tampoco. En eso he estado pensando, que quizás la vida no se trate de cumplir algunas marcas inútiles. Espera, ¿qué es tan gracioso” “Nada, simplemente estaba pensando que tu revelación es como si un adicto a la heroína dijera, “en lugar de meternos siempre heroína, deberíamos, por ejemplo, no meternos heroína.” “. . .” “. . .” “. . .” “. . .” “Creo que sé quién está enterrado en la tumba del Archiduque Franz Ferdinand, y no creo que sea el Archiduque.” “¡Sabía que lo averiguarías! Sí, ya lo sé. Mi abuelo.” “¿¡Lo sabías!? Fred N. Dinzanfar, ese bastardo creador de anagramas.”* “Todos los veteranos de aquí lo sabemos. Hizo hincapié en eso en su testamento. Pero hace un par de años, Hollis nos hizo poner el cartel y empezar a dar paseos turísticos, ahora me doy cuenta de que fue probablemente por el dinero.” “Es gracioso, lo que la gente hace por ser recordada.” “Bueno, o por ser olvidada, porque algún día nadie sabrá quién está enterrado allí de verdad. De hecho muchos niños creen que el Archiduque está de verdad enterrado aquí, y eso me gusta. Me gusta saber una historia y que todo el mundo crea otra cosa. Por eso las cintas que estamos grabado serán geniales algún día, porque contarán historias que el tiempo ha engullido o distorsionado o lo que sea.” “¿Dónde está tu mano?” “Está sudada.”

*Abuelo = Granfather, anagrama de Fred N. Dinzanfar.

“No me impor… oh, hola.” “Hola.” “. . .” “. . .” “¿Te dije que dejé a una de las Katherines?” “¿Que tú qué? No.” “Lo hice, aparentemente. La tercera Katherine. Lo olvidé totalmente. Siempre he asumido que todas las cosas que recordaba eran ciertas.” “Huh.” “¿Qué?” “Bueno, pero no es una historia tan buena si tú la dejaste. Así es como recuerdo yo las cosas, al menos. Recuerdo historias. Uno los puntos y después de eso sale la historia. Y los puntos que no encajan en la historia los dejo de lado. Como cuando encuentras una constelación. Miras hacia arriba y no ves todas las estrellas. Todas las estrellas tienen la pinta de ese gran lío de mierda al azar que son. Pero quieres ver formas; quieres ver historias, así que las seleccionas del cielo. Hassan me dijo una vez que tú piensas así también, que ves conexiones en todos los lados, así que resulta que eres un contador de historias desde que naciste. “Nunca había pensado así. Yo, eh… Tiene sentido.” “Pues cuéntame la historia.” “¿Qué? ¿Toda?” “Sí. Romance, aventura, moral, todo.”

El principio, el nudo y el desenlace. “Katherine I era la hija de mi tutor Krazy Keith, y me pidió salir una noche en mi casa, y yo le dije que sí, y después unos dos minutos y treinta segundos después me dejó, algo que pareció divertido en aquel momento, pero ahora, en retrospectiva, es posible que esos dos minutos y treinta segundos fueran el periodo de tiempo más significativo de toda mi vida. “K-2 era una chica gordita de ocho años del colegio, y se presentó en mi casa un día y me dijo que había una rata muerta en el callejón y, teniendo ocho años, corrí fuera para ver a la rata, pero en lugar de eso encontré a mi mejor amiga Amy, y Amy me dijo “A Katherine le gustas, ¿quieres ser su novio?” y yo dije que sí, y después ocho días después Amy vino a mi casa otra vez para decirme que ya no le gustaba a Katherine y que no saldría conmigo de ahora en adelante. “Katherine III era una pequeña chica morena encantadora y perfecta que conocí el primer verano en el campamento para niños superdotados, que con el tiempo se convertiría en el lugar del que se escogen a niños prodigio como poyos, y ahora la historia mejora, escogí recordar que me dejó una mañana en la clase de arco después de que ese prodigioso matemático llamado Jerome corriera delante de su arco y se callera al suelo, diciendo que había sido disparado por la flecha de Cupido. “Katherine IV, aka Katherine la Roja, era una pelirroja tímida con gafas rojas de plástico que conocí en unas clases de violín en Suzuki, tocaba de una forma preciosa y yo muy bruscamente porque no me importaba practicar y después de cuatro días me dejó por un prodigio del piano llamado Robert Vaughan que terminó dando un concierto en solitario en el Carnegie Hall cuando tenía once, así que supongo que hizo la elección correcta por aquel entonces. “En quinto curso, salí con K-5, con una gran fama de ser la niña más repudiante del colegio porque siempre parecía que era la que empezaba con los piojos, y me besó en los labios así porque sí en el recreo un día mientras yo intentaba leer Huck Finn en el arenero, y ese fue mi primer beso, y después de ese día me dejó porque los chicos eran muy brutos. “Después, tras seis meses de sequía, conocí a Katherine VI durante mi tercer año en el campamento de niños superdotados, salimos juntos durante un record de diecisiete días y se le daba genial la cerámica y el ejercicio, dos campos de esfuerzo en los que nunca he destacado, y a pesar de que entre los dos podríamos haber sido una fuerza imparable de inteligencia, fuerza corporal y una taza de café de decisiones, me dejó de todos modos. “Y entonces vino el instituto y la severa impopularidad comenzó enserio, pero lo agradable de estar cerda del final de la curva de la popularidad es que periódicamente la gente tiene compasión por ti, gente como la Katherine de sexto curso, una dulzura que llevaba frecuentemente sujetador y a la que todo el mundo le llamaba cara de pizza debido a un problema de acné que no eran para tanto, y que al tiempo rompió conmigo no porque se diera cuenta de que yo estaba perjudicando el minúsculo standing social que tenía, sino porque sintió que nuestra relación perjudicaría mis actividades escolares, que ella consideraba muy importantes. “La Octava no eran tan dulce, y quizás debería haberlo sabido, ya que con su nombre, Katherine Barker, se puede hacer en el anagrama de Heart Breaker, Ink, pues es una autentica directora ejecutiva en romper con los demás, pero de todos modos me pidió una cita y yo dije que sí y ella me llamó friki y yo dije que no tenía pelo púbico y que nunca querría salir de verdad conmigo, que pare ser justos, era todo cierto. “K-9 estaba en sexto cuando yo estaba en séptimo, y ella era de lejos la Katherine más guapa

*Rompe corazones.

con la que salí, con esa mandíbula tan preciosa, esos hoyitos en las mejillas, esa piel levemente bronceada, no como tú, y pensó que salir con un chico más mayor quizás estaría bien para su estatus social, pero estaba equivocada. “Katherine X (y sí, para aquel entonces me había ya dado cuenta de que era una horrible anomalía estadística, pero yo no perseguía a las Katherines tanto como perseguía a las novias) fue una conquista superdotada del campamento de verano, y me gané su corazón, como habrás supuesto, corriendo enfrente de su curso de arco y gritando que había sido disparado por la flecha de Cupido, y fue la primera chica con la que me di un beso francés, y no sabía qué hacer así que simplemente seguí moviendo la lengua para no seguir con los labios cerrados como si yo fuera la serpiente, y no pasó mucho hasta que ella quiso que fuéramos solo amigos. “K-11 no fue tanto como una cita, fue más en plan salir a ver una película, cogernos de las manos, llamarla y que su madre me dijera que no estaba en casa, y después ya no me volvió a llamar, pero yo diría que cuenta, por lo de cogerse de las manos y también porque me llamó genio. “Al inicio del segundo semestre de noveno curso, una nueva chica se mudó de Nueva York y era tan rica como parecía, pero odiaba ser rica y le encantaba El Guardián Entre El Centeno, y me dijo que le recordaba a Holden Cauldfield, presuntamente porque los dos éramos unos perdedores ensimismados, y yo le gustaba porque sabía un montón de idiomas y había leído un montón de libros, y después rompió conmigo tras veinticinco días porque quería un novio que no pasara mucho tiempo leyendo y aprendiendo idiomas. “Por aquel entonces conocí a Hassan, y desde hacía diez años, tuve un flechazo obsesivo por una morena de ojos azules del instituto a la que siempre había llamado La Mejor Katherine y Hassan hizo como Cyrano y me contó exactamente cómo cortejarla porque por lo que sabemos de Katrina, Hassan de hecho es bastante bueno en esas cosas, y funcionó y la quise y ella me quiso y duró unos tres meses, hasta noviembre de décimo curso, cuando al final rompió conmigo porque dijo, y voy a citarla directamente, que yo era ‘demasiado listo y demasiado tonto’ para ella, lo que marcó el inicio de las razones ridículas, idiotas y frecuentemente oximorónicas de las Katherines para romper conmigo. “Un modelo que continuó con la siempre vestida de negro Katherine XIV, que conocí la primavera que se me acercó en la cafetería y me preguntó si estaba leyendo Camus, lo que sí estaba haciendo, y yo dije que sí lo estaba haciendo, después me preguntó si había leído alguna vez Kierkegaard, y yo le dije que lo había hecho porque lo había hecho, entonces nos fuimos de la cafetería cogidos de las manos y su número de teléfono estaba en mi nuevo teléfono móvil, a ella le gustaba llevarme a pasear a la orilla del lago, donde veíamos las olas chocando contra las rocas en la orilla, y dijo que solo había una metáfora, y que la metáfora era el agua rompiendo contra las rocas, porque, dijo, ambas, el agua y las rocas terminaron mal en el acuerdo, y entonces me dejó en la misma cafetería en la que nos conocimos tres meses antes, dijo que ella era el agua y yo era las rocas y que habríamos estado saliendo el uno con el otro hasta que no quedara nada de nosotros, y cuando supe lo que significaba, de verdad, que el agua no sufría ningún efecto negativo, todo lo que hacía era chocar lentamente contra las rocas en la orilla, admitió que era cierto pero terminó rompiendo conmigo de todos modos. “Y entonces ese verano en el campamento conocí a K-15, que tenía un poco la cara de cachorrito con unos grandes ojos marrones y los parpados caídos que de alguna forma te hacían querer cuidarla, simplemente que ella no quiso que yo la cuidara, porque era una potente feminista a la que le gusté porque pensó yo era la gran mente de mi generación, pero después decidió que no sería nunca (y de nuevo cito) ‘un artista,’ que al parecer fue el motivo de que cortara conmigo, a pesar de que nunca había pretendido ser un artista, y de hecho, si has escuchado atentamente ya me habrás escuchado admitir con libertad que apesto en cerámica.

“Y después, tras una horrenda sequía, conocí a Katherine XVI en el mostrador de un hotel en Newark, Nueva Jersey, durante un torneo académico en octubre de mi tercer año en secundaria, y tuvimos el altercado más salvaje y tórrido que puedes tener durante un curso de catorce horas en un tornado académico, que equivale a decir que en un momento dado tuvimos que tirar a tres de sus compañeros de cuarto de la habitación del hotel para que pudiéramos hacerlo correctamente, pero después a pesar de que salí del tornado con nueve medallas de oro (hice un discurso pésimo) me dejó debido a que tenía un novio en Kansas y no quería dejarlo, así que yo fui la persona a la que dejó. “A Katherine XVII la conocí (no voy a mentirte) en internet el siguiente enero, y tenía un pirsin en la nariz y poseía un inmenso e impresionante vocabulario que le permitía hablar del indie rock, una de las palabras que solía usar y de la cual al principio yo no sabía la definición, y fue divertido escucharla hablar de música y una vez la ayudé a teñirse el pelo, pero después rompió conmigo tras tres semanas porque yo era un tipo de ‘emo raro’ y ella estaba buscando más a un ‘emo core’. “Normalmente no me gusta usar la palabra ‘corazón’ a menos que me esté refiriendo al órgano que bombea, pero no hay ninguna duda de que Katherine XVIII me rompió el corazón, porque la quería inmensamente desde el primer momento en que la vi en un concierto al que Hassan me hizo acudir durante las vacaciones de primavera, y era ese tipo de mujer ardiente que odiaba ser llamada chica, y a ella le gusté y al principio pareció que compartía mi inmenso sentido de la inseguridad, así que construí mis esperanzas ridículamente y me encontré escribiéndole esos emails extravagantemente largos y penosamente filosóficos, y después me dejó por e-mail después de solo dos citas y cuatro besos, tras lo que me encontré escribiéndole esos e-mails extravagantemente largos y dolorosamente patéticos. “Y solo dos semanas después, Katherine I apareció en mi puerta y pronto se convirtió en K19, y era una chica agradable con un buen corazón a la que le gustaba ayudar a la gente, y ninguna había encendido mi corazón (Dios no puedo dejar de usar esa palabra ahora) como ella lo hizo, pero la necesitaba muchísmo y nunca parecía suficiente, y ella no era consistente y su inconsistencia y mi inseguridad fueron una mezcla horrible el uno para el otro, pero aún la quería, porque estaba totalmente envuelto en ella, porque había puesto todos mis huevos en la cesta de otra persona, y al final, tras 343 días, había terminado con una cesta vacía y este agujero sin fin carcomiéndome las tripas, pero ahora estoy decidiendo si la recuerdo como una buena persona con la que pasé buenos momentos hasta que, los dos, nos metimos en una indeleblemente mala situación. “Y la moral de la historia es que no recuerdas lo que pasó. Lo que recuerdas se convierte en lo que pasó. Y la segunda moral de la historia, si una historia puede tener varias morales, es que los Desechores no están inherentemente peor que los Deshechados, romper no es algo que te hacen; es algo que pasa contigo.” “Y la otra moral de la historia es que tú, sabelotodo, has contado una historia increíble, probando que tomándote el tiempo suficiente, y el entrenamiento suficiente, y escuchado suficientes historias de los anteriores y actuales asociados de Textiles Gutshot, cualquiera, cualquiera, puede aprender a contar una maldita buena historia.” “Algo al contar esa historia ha hecho que se me revuelta el estómago.” “¿Qué?” “Oh, nada. Pensaba en voz alta.” “Esos son los que te gustan de verdad. La gente delante de la que puedes pensar en voz alta.” “La gente delante de la que te muerdes el pulgar.” “Hola.”

“Hola.” “. . .” “. . .” “Wow. Mi primera Lindsey.” “Mi segundo Colin.” “Es gracioso. Vamos a hacerlo otra vez.” “Adjudicado.” “. . .” “. . .” “. . .” “. . .” “. . .” “. . .” “. . .” “. . .” Dejaron la cueva juntos muy tarde esa noche, y condujeron hacia casa separados, Colin en el Coche Fúnebre y Lindsey en la camioneta rosa. Se besaron una vez más en el aparcadero, un beso tan bueno como la sonrisa que dejó, y después entraron en casa para dormir un par de horas.

Epílogo, o el capítulo de Lindsey Lee Wells Colin se despertó, exhausto, con el gayo, y se hizo una bola en la cama durante una hora antes de bajar las escaleras. Hassan ya estaba sentado en la mesa de roble con una colección de papeles delante suyo. Colin se dio cuenta de que Hollis no estaba dormida en el sillón, igual si tenía una habitación en algún sitio. “Beneficio: Márgenes de pérdida,” dijo Hassan. “En realidad es interesante. Hollis me lo explicó anoche. Bueno, ¿has follado con ella o qué?” Colin sonrió. Hassan se levantó, sonrió adorablemente y le golpeó en la espalda con alegría. “Eres un buitre, Singleton. La has rodeado, cielo. La has rodeado y volabas lentamente cada vez más bajo y más bajo, siempre rodeándola, esperando el momento en el que podrías aterrizar en el cadáver de la relación y poder celebrarlo. Es algo precioso de ver, particularmente esta vez, porque me gusta la chica.” “Vamos a desayunar,” dijo Colin. “¿Hardee’s?” “Hardee’s,” asintió Hassan emocionado. “¡Linds, levántate vamos a Hardee’s!” “Voy a visitar a Mabel esta mañana,” dijo Lindsey. “Comeros siete Monster Thickburgers por mí.” “¡Lo haremos!” prometió Hassan. “Bueno, escucha. Cuando llegué a casa anoche, nos puse a Lindsey y a mí en la fórmula,” dijo Colin. “Me deja. La curva era más larga que K-1 pero más corta que K-4. Eso quiere decir que va a dejarme en los próximos cuatro días.” “Podría ser. El mundo es un puto globo de nieve.” Tres días después, el día en el que el Teorema indicaba que Lindsey y Colin no sobrevivirían juntos, Colin se despertó con el gallo y se dio la vuelta adormilado y se encontró con una notita de papel pegada en la mejilla. Estaba plegada como un sobre. Y, por un momento, Colin se lo vio venir. Mientras habría cuidadosamente el papel, sabía que la profecía del Teorema se había cumplido. Y aún así, sabiendo que iba a pasar no lo hacía menos horrible. ¿Por qué? Ha sido increíble. Los mejores cuatro días de mi vida. ¿Estoy loco? Debo estar loco. Mientras abría el sobre pensaba si dejar Gutshot inmediatamente. Colin, Siento cumplir con el Teorema, pero no creo que debamos meternos en una relación sentimental. El problema es que estoy enamorada de Hassan. No puedo evitarlo. He tocado tus omóplatos huesudos y pienso en su espalda carnosa. Beso tu estómago y pienso en su tripa imponente. Me gustas, Colin. De verdad que sí. Pero, lo siento. No va a funcionar. Espero que podamos ser amigos. Sinceramente, Lindsey Lee Wells. P.D. Es broma. Colin quería estar feliz todo el camino, de verdad quería, porque desde que vio la inclinación de la curva con Lindsey, había estado esperando que estuviera mal. Pero sentado en la cama, con la nota aún en su manos temblorosas, no podía dejar de pensar que nunca sería un genio. Por mucho que creyera a Lindsey cuando dijo que lo que te importe define lo que importas, aún quería que funcionara el Teorema, aún quería ser especial como todo el mundo le había dicho que era.

Al día siguiente, Colin estaba febrilmente intentando arreglar el Teorema mientras Hassan y Lindsey jugaban al póker con unos peniques en el porche de la Mansión Rosa. El ventilador del techo movía el aire caliente sin enfriarlo. Colin estaba prestando mitad atención al juego mientras garabateaba gráficos, intentando hacer que el Teorema funcionara con el hecho de que Lindsey Lee Wells aún era, claramente, su novia. Y por último el póker finalmente aclaró que el Teorema era un caso irreparable. Hassan gritó, “¡Lo da todo por trece céntimos, SINGLETON! Es una gran apuesta. ¿Debería verlo?” “Hace eso para marcarse un farol,” respondió Colin sin mirar. “Espero que estés en lo cierto, Singleton. Lo veo. ¡Vale, enseñémoslas, niña! ¡La muñeca de Gutshot tiene trío de reinas! Es una pasada de mano, pero lo superará… ¿¡UN FULL!?” Lindsey gritó decepcionada cuando Hassan enseñó sus cartas. Colin no sabía nada de póker, solo que era un juego sobre el comportamiento humano y la probabilidad, y por lo tanto el tipo de sistema cuasicerrado en el que un Teorema similar al Teorema de la subyacente previsibilidad de las Katherines se debe trabajar. Y cuando Hassan enseñó su full, Colin se dio cuenta de repente: puedes hacer un Teorema que explique por qué ganas o pierdes las partidas de póker, pero nunca podrás predecir el futuro de las partidas. El pasado, como Lindsey le había dicho, es una historia lógica. Es el sentido de lo que ha pasado. Pero si no se recuerda, el futuro no necesita tener ningún puto sentido. En ese momento, el futuro, incontable por cualquier teorema matemático, se le presentó a Colin: infinito, desconocido y precioso. “Eureka,” dijo Colin, y solo al decirlo hizo que se diera cuenta de que se había inspirado. “Me acabo de dar cuenta de algo,” dijo en voz alta. “El futuro es impredecible.” Hassan dijo, “A veces al kafir le gusta decir cosas obvias con una voz muy profunda.” Colin rió cuando Hassan se dio la vuelta para contar los peniques de la victoria, pero el cerebro de Colin estaba trabajando con las implicaciones: si el futuro es para siempre, pensó, entonces siempre nos vencerá. Incluso Colin solo podía nombrar con una mano a las personas que vivieron, dice, hace 2.400 años. En otros 2.400 años, incluso Sócrates, el genio más conocido del siglo, quizás sea olvidado. El futuro lo borrará todo, no hay nivel de fama o genialidad que te permita transcender el olvido. El futuro infinito hace imposible que esos actos importen. Pero hay otra forma. Hay historias. Colin estaba mirando a Lindsey, cuyos ojos se arrugaban al sonreír mientras Hassan le prestaba nueve céntimos para que pudieran seguir jugando. Colin pensó en las clases de contar historias de Lindsey. Las historias que se contaron el uno al otro iban mucho más allá del cómo y el por qué se gustaban. Vale. Amor. Cuatro días, y aún así, indiscutiblemente: amor. Y se quedó pensando que quizás las historias no nos hagan mejor los unos a los otros, quizás sean la única manera de que importemos en ese infinito que había perseguido durante tanto tiempo. Y Colin pensó: Le contaré a alguien lo de la caza del cerdo salvaje. Porque aunque sea una historia tonta, contarla cambia a la gente lo que me cambia a mí contarla. Un cambio infinitisimo. Y ese infinitisimo cambio ondea hacia el exterior (cada vez de una forma más pequeña pero duradera. Me olvidarán, pero las historias durarán. Y, entonces, todos tendremos una importancia,) quizás menos que más, pero siempre más que ninguna. Y no son solo las historias recordadas las que importarán. Ese era el significado real de la anomalía de K-3: realizar el gráfico correcto desde el principio no prueba que el Teorema sea exacto, sino que hay un lugar en el cerebro para recordar lo que no puede ser recordado. Casi sin saberlo, empezó a escribirlo. Los gráficos en su libreta habían sido reemplazados por palabras. Colin miró hacia arriba y se limpió una gota de sudor de la frente bronceada y

cicatrizada. Hassan se giró hacia Colin y le dijo, “Me he dado cuenta de que el futuro es impredecible, pero me pregunto si el futuro podría estar formado por una Monster Thickburger.” “Predigo que sí,” dijo Lindsey. Se dieron prisa al salir por la puerta, y Lindsey gritó, “Shotgun,” y Colin dijo, “conductor,” y Hassan dijo, “mierda,” y entonces Linds pasó corriendo a Colin, golpeándolo contra la puerta. La mantuvo abierta para él, inclinándose para besarle los labios. Ese paseo breve, desde el porche hasta el Coche Fúnebre, fue uno de los momentos que sabía que recordaría y en el que pensaría, uno de esos momentos que intentaría capturar en las historias que contara. En realidad no había pasado nada, pero el momento estaba repleto de significado. Lindsey le cogió de la mano a Colin, y Hassan cantó una canción llamada, “Me encanta / la hamburguesa del Monster Thickburger del Ha-ar-dee’s / Para mi estómago / Es una fiesta fanta-as-tica,” y se apilaron en el Coche Fúnebre. Pasaban por la Tienda cuando Hassan dijo, “No tenemos que ir al Hardee’s. Podemos ir a dónde queramos.” “Oh, bien, porque en realidad no quiero ir al Hardee’s,” dijo Lindsey. “Es un poco horrible. Hay un Wendy’s en la segunda salida de la autopista, en Milán. Wendy’s es un poco mejor. Tienen cosas como ensaladas.” Así que Colin pasó el Hardee’s y tiró hacia la autopista dirección norte. Mientras las líneas lo pasaban pensó en el espacio que había entre lo que recordamos y lo que pasó, el espacio entre lo que predecimos y lo que pasará. Y en ese espacio, Colin pensó, había espacio suficiente para reinventarse a uno mismo, espacio suficiente para convertirse en algo que no sea un prodigio, para rehacer su historia mejor y diferente, espacio suficiente para renacer una y otra vez. En una serpiente asesina, en un Archiduque, en un asesino de EOCs, en un genio incluso. Había espacio suficiente para ser cualquiera, cualquiera excepto quien ya has sido, porque si Colin había aprendido algo de Gutshot, es que no puedes evitar que el futuro llegue. Y por primera vez en su vida, sonrió pensando en los infinitos futuros que siempre llegarán extendiéndose delante suyo. Y condujeron. Lindsey se giró hacia Colin y dijo, “podríamos seguir sin más. No tenemos que parar.” Hassan se inclinó hacia los asientos delanteros y dijo, “Sí. Sí. Conduzcamos durante un rato.” Colin presionó fuerte contra el acelerador, y pensó en todos los sitios a los que podrían ir, y todos los días que les quedaban de verano. A su lado, los dedos de Lindsey Lee Wells estaban en su antebrazo, y decía, “Sí. Dios. Podríamos, ¿no? Sigamos.” La piel de Colin estaba viva con un sentimiento de conexión con todo el mundo de ese coche y todo el mundo que no estaba en él. Y se sintió común, en el mejor sentido de la palabra.

FIN Traducción realizada por @kikapops.