Espectáculos
Sábado 13 de enero de 2007
LA NACION/Sección 4/Página 5
Cecilia Milone
Un show hecho a su medida Con libro y dirección de Sofovich, estrenará Morocha y pasional, en el Metropolitan
Chávez, en una doble personificación muy riesgosa
Un espíritu que rompió barreras Bueno
✩✩✩ Yo soy mi propia mujer, de Doug Wright, con traducción y adaptación de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Intérprete: Julio Chávez. Iluminación: Félix Monti. Escenografía: Gabriel Carrascal. Música: Diego Vainer. Vestuario: Cristina Villamor. Dirección: Agustín Alezzo. En Multiteatro. Duración: 85 minutos.
Un fino y profundo trabajo de investigación realizó Doug Wright sobre la vida del marqués de Sade, que se vio reflejado en Quills, obra llevada al cine por Philip Kaufman, en 2000, conocida en nuestro país como Letras prohibidas. Algo similar quiso hacer el autor con la historia de Charlotte von Mahlsdorf, un alemán de Berlín del Este que tras asumir su condición de homosexual tuvo la valentía de aparecer ante la sociedad de su época travestido con la última moda. Este personaje, Lothar Berfelde, tal su nombre real, que nació en 1928 y murió en 2002, vivió diferentes, siniestras y peligrosas instancias políticas durante la dominación nazi y comunista, no sólo por su condición de homosexual en una sociedad homofóbica, que asumió desafiante, sino también por haber asesinado a su padre, un hombre golpeador que amenazaba constantemente la vida de su madre y la suya propia. Si bien su condición de coleccionista de fonógrafos, gramófonos y muebles antiguos le valió el reconocimiento del gobierno alemán después de la caída del Muro de Berlín en 1989, durante los años del comunismo esta actividad lo colocó bajo la sospechosa mirada de la policía política alemana, que lo utilizó como informante y colaborador, realidad que quedó en evidencia cuando se abrieron los archivos oficiales en 1992.
La versión teatral Wright, que había comenzado las entrevistas en 1990, al enfrentarse a este descubrimiento tuvo una crisis de escritura que logró superar no sin algunas reticencias. Con un estilo narrativo y descriptivo, el autor se coloca como un segundo personaje que cuenta esta historia basándose en las entrevis-
tas reales que le realizó a Charlotte. Este recurso hace que durante toda la propuesta se mantenga un tono discursivo en detrimento de la acción dramática y se dilate la extensión de la pieza. Por otro lado, la mirada que vuelca el autor sobre la situación sociopolítica de esa época tiene una impronta superficial al acentuar más el peso anecdótico que el dramático. Ser un parricida es, en la mayoría de los casos, una carga moral de gran envergadura en cualquier momento y lugar; ser homosexual, y demostrarlo, en la Alemania nazi llevaba un riesgo punitivo que se podía pagar con la vida; ser un transgresor de las prohibiciones cívicas que imponían los comunistas sobre las libertades individuales no era un tema menor. Estas son actitudes de apabullante contundencia que no pueden menos que conmover. Sin embargo, desde el texto es una sensación que no se percibe. Sólo la actuación de Julio Chávez consigue volcar sobre este patético personaje, en el sentido más literal, una dosis de emoción. Desdoblado en los dos personajes, el autor y el protagonista, Chávez, guiado por la certera y hábil mano de Agustín Alezzo, logra la difícil y riesgosa transformación, al elaborar al primero con cierto distanciamiento, y a Charlotte, con una mesurada composición exterior que en algunos momentos no se ve respaldada por un compromiso interno, pero que de cualquier forma resulta convincente. En la puesta, el director también aporta una precisa dinámica para agilizar los tiempos de la narración; aunque recurre en algunos casos a objetos imaginarios, y en otros, a miniaturas, eso no altera el contenido dramático. Quizás una mayor variedad de contrastes lumínicos hubiera favorecido la hechura visual. Por otro lado, el vestuario se suma desde su austeridad para complementar el tono de la puesta. La gran tarea queda reservada en este caso para Julio Chávez, que sostiene con un arduo y solitario trabajo el peso de interpretar a los dos personajes en forma sucesiva, que se distinguen corporalmente y vocalmente (uno de ellos con acento alemán), y con poco paréntesis de tiempo para recomponerse.
Susana Freire
Iñaki, en una gira por la orilla del mar Bailará en varias zonas de veraneo Con un programa que sintetiza aquel memorable que llevara a Iñaki Urlezaga y el Ballet Concierto a cerrar la temporada 2006 del Teatro Colón, el bailarín platense y su compañía se presentarán pasado mañana, a las 21, en el Teatro Auditorium de Mar del Plata, Boulevard Marítimo 2280. Así, en dos polos estilísticos, esta única función en la Sala Astor Piazzolla pondrá en escena el clásico Paquita, de Minkus-Petipa, y Borodin, creación de Oscar Araiz sobre las “Danzas Polovtsianas”, de la ópera El príncipe Igor, obra de Alexander Borodin. Pero, además, la velada sumará de yapa otra perla que el coreógrafo concibió especialmente para Urlezaga: Apolo y sus tías, de Jacques Offenbach. El precio de las entradas oscila entre $ 30 y $ 60. Al día siguiente, martes, a las 17.30, el bailarín participará de una experiencia fusión entre danza y música electrónica, inspirada en el compás del 2x4, en un contexto menos formal y mucho más fresco: la playa. A orillas del mar, mientras suenen las máquinas de la agrupación Ultratango y algunas grabaciones de espíritu igualmente piazzolliano, Urlezaga y su cuerpo de
Urlezaga, en Tango baile mostrarán los pasos de Tango. En dos niveles, el escenario estará montado en el balneario La Morocha del Paraje Alfar, situado al sur del faro de Punta Mogotes, con una platea de arena que se espera familiar. La gira de verano continuará en la costa bonaerense el miércoles, en Necochea, con una función de gala a tiempo de la reinauguración oficial del auditorio del casino local (localidades desde $ 25). Luego, los bailarines cruzarán el Río de la Plata para cerrar su tour de mar en la ciudad de Punta del Este, con igual programa que en el teatro marplatense. Entonces, el 20 del actual, la cita será en el Hotel Conrad, a las 22, con entradas desde 20 dólares.
Durante toda la entrevista, Cecilia Milone casi no saca los ojos de la imagen que le devuelve el espejo. Elige contestar las preguntas mientras pasa con esmero el delineador negro sobre los párpados, al que le sigue el rímel para las pestañas. Cada movimiento es lento y preciso, y se toma el tiempo necesario como para que la planchita del pelo llegue a la temperatura adecuada. Milone parece seguir una coreografía fija, que conoce de memoria, y que no abandona ante ningún imprevisto. Casi lo mismo que pareciera estar haciendo con su carrera, que, con el estreno esta noche del show de tango Morocha y pasional, alcanza lo que podría ser el punto más alto. “Es la primera vez que un productor confía en mí como artista integral y diseña un espectáculo pensado especialmente para mí –dice Milone con referencia a Gerardo Sofovich–. Es una satisfacción muy entrañable porque Gerardo tiene mucho que ver con la música que a mí me gusta; es conmovedor poder ir de su mano en un proyecto como éste.” –¿No te da un poco de temor tanta responsabilidad? –No sé si es temor la palabra. Yo amo el teatro sobre cualquier otra expresión y me siento más feliz sobre un escenario que en ningún otro lugar donde pueda ejercer mi vocación. Lo cierto es que al que le gusta jugar y suele ir al casino sabe que el placer es ver si gana, aunque probablemente pierda; a quienes nos gusta el teatro tenemos un poco esa mentalidad. Adoro esta cosa de salir a ganar sin saber cómo me va a ir. Milone se siente segura del paso que está por dar, no sólo porque para ella es garantía de confianza que Sofovich le proteja la espalda, sino porque abordará un género que viene encarando desde hace un tiempo cada vez con más convencimiento. Alejada temporalmente de la televisión, de los musicales y hasta de la revista, Cecilia Milone se mete de lleno en el tango, esta vez con un espectáculo a lo grande, al menos eso se desprende de los calificativos que elige para hablar de él: “Vamos a contar con cinco parejas de baile estupendas, con un vestuario lujosísimo y con una escenografía muy suntuosa”.
Fanática de Mores Con ese marco Milone transitará por un repertorio con mucho tango romántico –Gardel, Discépolo, Cadícamo–, no dejará de lado ni a Piazzolla,
La actriz y cantante se muestra entusiasmada con demostrar que es una artista integral SOLEDAD AZNAREZ
PARA AGENDAR
■ Morocha y pasional, de Gerardo Sofovich. Metropolitan 2, Corrientes 1343 (43710816), miércoles a viernes, y domingos, a las 21.15; sábados, a las 21.15 y a las 23.15. Entradas desde $ 35.
ni a Villoldo, y además se sumergirá en los primeros tangos y en el mundo de Mariano Mores. “Soy fanática de Mores, es casi mi inspiración, creo que canto tangos por él. De chica vi, en este mismo teatro, la orquesta de veintipico de músicos que mezclaba el musical y el tango. Este espectáculo hace un poco eso, acá va a haber un clima a lo Mores.” –¿Dejaste todo en manos de Sofovich? –La selección de los temas es de los dos. Yo lo que hice fue proponer ideas sobre la base de lo que había hecho en mis shows anteriores. Son temas con los que me siento cómoda porque los tenía trabajados. A partir de ahí, pensamos cómo destacar cada parte para ver qué le podía ofrecer yo como cantante y qué le podía ofrecer él como productor y director. Estoy tranquila, él sabe cómo darle al
tango el lugar que debe ocupar en la avenida Corrientes. Este de verdad va a ser el gran show del tango, un espectáculo especial pensado para que el público pueda disfrutarlo en silencio, en una platea, muy distinto del que se puede ver mientras comés en un restaurante. –Después de esto, ¿cómo pensás que va a seguir tu carrera? –No planeo demasiado para adelante. Te confieso que recién a medida que fui creciendo en popularidad fui definiendo el lugar donde quería estar, y ahora sé que ese lugar es el vivo. Puede ser en un teatro, en un pub, en un estadio, da igual, pero tiene que ser el vivo. Desde chica soy una adicta espectadora de vivo, aunque eso no quita que pueda hacer televisión, o cine, pero éste es el lugar donde yo hago la apuesta fuerte, todo lo demás me puede interesar profesionalmente, si la propuesta económica es atractiva, si me interesa trabajar con tal actor o tal actriz, pero ya pude definir cuál era mi sueño a cumplir y, de hecho, ya lo cumplí. –¿Todo lo otro que hiciste no formaba parte del sueño? –El lugar buscado era éste, después fue importante ir adaptándose a las
circunstancias, sacarle ventaja a todo, aprender de todo. Uno va jugando a ver qué descubre en cada territorio y lo cierto es que si bien yo no soy nada prejuiciosa, tenía dudas, por ejemplo, sobre qué me iba a pasar cuando hiciera revista, y la verdad es que con Corrientes esquina Glamour [que hizo la temporada pasada] me encontré muy a gusto, para mí es un lugar mucho más conocido que el cine. No creo que esto sea correrme de género, sino nutrirme; yo aprendí mucho de la experiencia televisiva junto a Guillermo Francella [participó de Poné a Francella], él es un surtidor de enseñanza del humor y es muy bueno estar rodeada de gente que tiene en claro un género. Como es el caso de Gerardo, él tiene mucha idea de armar un gran espectáculo, tiene el olfato necesario para combinar música, texto y humor. Cecilia sigue alistándose para la sesión de fotos, está casi igual a la enorme imagen que desde la marquesina del teatro se puede ver a varias cuadras de distancia; sólo cuando termina, mira de frente a esta cronista, sonríe y se va.
Verónica Pagés