Un original que rompió el molde POR ALICIA DE ARTEAGA
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SÍMBOLOS. La firma y la fecha son también escusas para explorar un mundo de signos sobre un fondo pictórico
pía y en otro singular –rara avis– Fermín Eguía. El lenguaje y recurso donde relumbra Xul demanda concentraciones máximas en dimensiones muy relativas (sólo excedidas por el gran Roux). Pero más allá de las dimensiones –en todo inferiores al óleo–, el obstinado rigor exige cumplir las exigencias análogas a la métrica del soneto o de la forma sonata. Normas del arte que no limitan pues empinan el vuelo de aquellos que están a la altura de la hazaña. Otro exquisito, Emilio Pettoruti, reconoció temprano esa idiosincrasia etérea y segura de la afinación cromática en las acuarelas de Xul, diestro también en otros lenguajes, técnicas y recursos. Pero sus óleos sobre tela no ostentan igual envergadura.
arde llegó el reconocimiento para la obra de Xul Solar, uno de los artistas más originales que ha dado la Argentina. Quizá porque fue excluido del canon de José León Pagano, o por la naturaleza extraña de su personalidad, esa mente de matemático esotérico que fascinaba a Borges, se alejó de los circuitos y las camarillas. Alto y delgado, se asomaba al universo del misterio con una sonrisa enigmática. Casi arquitecto, compartió ilusiones “martinfierristas” con Presbich, el creador del Obelisco, y se entregó a construcciones pictóricas en acuarela, una técnica sin red. El diagrama mental de sus cuadros resueltos con levedad y fondos apastelados, tiene reminiscencias de Paul Klee, cuya obra conoció en el periplo europeo. Sin embargo, el mundo de Xul –que descubrí por primera vez en la formidable colección que supo ser de Ernesto Lowenstein– es personalísimo, como el de Pettoruti, Borges o Macedonio. Jorge López Anaya es el autor del libro reeditado por la Fundación Pan Klub y por Galería Rubbers, con el apoyo del coleccionista Eduardo Grüneisen,a propósito de la muestra del Palacio Duhau, impulsada por Marta y Juan Scalesciani. La obra de Xul Solar inició el camino del reconocimiento con la muestra del MNBA en 1998; seguirían después las exposiciones en la Fundación Paul Klee, de Berna, y en el Museo Reina Sofía de Madrid, en 2002. El espaldarazo definitivo llegó con la nota en la portada del New York Times tras la retrospectiva organizada por iniciativa de Natalio Povarché y Maricarmen Ramírez, curadora del Museo de Houston, Texas. La puertorriqueña, elegida por la revista Time como una de las 25 mujeres más influyentes de la comunidad latina en Nueva York, lo puso en “otro mapa”. Llegaba el reconocimiento para quien se movió en los márgenes de los movimientos imperantes decidido a escuchar su propia voz. Sus papeles, seleccionados por Teresa Tedín Uriburu, esperan en el Museo Xul Solar de la calle Laprida, un proyecto premiado de Pablo Beitía, seleccionado para el premio Mies van der Rohe de arquitectura latinoamericana.
TINTAS. Menos conocidas que sus acuarelas. irradian la misma levedad
Sábado 25 de septiembre de 2010 | adn | 21