Historias milenarias pampeanas ARQUEOLOGÍA DE LAS SIERRAS DE TANDILIA
Diana L. Mazzanti y Carlos A. Quintana editores
Historias milenarias pampeanas ArqueologíA de lAs sierrAs de TAndiliA
Diana L. Mazzanti y Carlos A. Quintana editores
Mazzanti, Diana Leonis Historias milenarias pampeanas: arqueología de las sierras de Tandilia / Diana Leonis Mazzanti [et.al.]. - 1a ed. - Mar del Plata, 2014. 100 p. : il. ; 22x14 cm. ISBN 978-987-33-4710-8 1. Historia Regional. II. Título CDD 982.13 Fecha de catalogación: 28/03/2014
IMAGEN DE LA TAPA
Pictografía del sitio arqueológico Antú. IMAGEN DE LA CONTRATAPA
Paisaje serrano. DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
M&A Diseño y Comunicación S.R.L.
Este libro se realizó en el contexto de proyectos de investigación y de comunicación pública de la ciencia aprobados y financiados por: la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación), el Programa Nacional de Voluntariado Universitario (2012) de la Dirección Nacional de Desarrollo Universitario y Voluntariado de la Secretaria de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación Argentina, y la Universidad Nacional de Mar del Plata. El contenido de este libro, texto y figuras originales es propiedad registrada de los autores. El mismo no puede ser reproducido por ningún medio sin el permiso expreso y por escrito de los editores.
índice
I.
Introduciéndonos en la arqueología de Tandilia oriental.............. 7 Verónica Puente y Gustavo F. Bonnat
II.
Un poco de historia. Las investigaciones arqueológicas en Tandilia .......................................................................................... 11 Diana L. Mazzanti
III.
Los pobladores que iniciaron la historia regional .......................... 19 Diana L. Mazzanti, Gustavo F. Bonnat y Carlos A. Quintana
IV.
Los cazadores-recolectores posteriores: una larga historia ............ 33 Diana L. Mazzanti, Carlos A. Quintana y José M. Porto López
V.
Una sociedad de hábiles creadores ................................................ 45 Diana L. Mazzanti, Carlos A. Quintana y Verónica Puente
VI.
Caciques y pastores........................................................................ 59 Diana L. Mazzanti y Carlos A. Quintana
VII. Representación del mundo indígena pampeano en ámbitos educativos ...................................................................................... 75 José A. Vera, José Luis Soria y Georgina W. Seal VIII. La preservación del patrimonio: arqueólogos y aicionados frente al pasado ........................................................................................ 87 Irene E. Brichetti IX. Para leer más ................................................................................. 95 Fuente de las ilustraciones ............................................................. 96
Los cazadores-recolectores posteriores: una larga historia
VII
represenTAción del mundo indígenA pAmpeAno en ámbiTos educATivos J. A. Vera, J. L. Soria y G. W. Seal
El pasado de la Nación Argentina en las escuelas La escuela, desde sus comienzos, tuvo la tarea de transformar a aquellos niños que transitaban por sus aulas en futuros ciudadanos identiicados con la comunidad nacional. La educación formal, debido a su obligatoriedad, constituyó una poderosa herramienta pensada para desarrollar un sentimiento de “amor a la patria” que sembraría, mediante asignaturas, las efemérides, los actos, los himnos y otras actividades que conformaron lo que se llamó pedagogía patriótica. De esta manera, la escuela sería la institución responsable de enseñar los límites espacio-temporales ijados para la nacionalidad argentina. Es decir, dónde, cuándo y cómo se hizo nuestro país y quiénes formaban parte del pueblo argentino. Sin embargo, las investigaciones sobre los discursos escolares permiten airmar que se buscó imponer una imagen homogénea de la identidad nacional. Es decir que nuestro país, a diferencia de otros como México o Bolivia, negó la presencia y la continuidad de las diversas tradiciones culturales que formaban y forman parte de su población. Justamente, los relatos sobre el pasado de los argentinos omiten a los pueblos originarios y sólo los mencionan como parte de un pasado muy antiguo, la “prehistoria”, menospreciando los lazos con el presente de la comunidad nacional. La escuela enseñó, y aún enseña, que los “antiguos habitantes” de este país están compuestos por aquellos nombres o “rótulos” que aprendimos a identiicar con pueblos indígenas distribuidos a lo largo y ancho del “territorio nacional”. Por ejemplo: “pampas” en la provincia de Buenos Aires, “tehuelches” en el sur de Buenos Aires, “diaguitas” en el norte del país, “huarpes” en la región cuyana, etcétera. No obstante, la única vinculación planteada entre “ellos” y “nosotros” estaría dada por el hecho de haber ocupado el mismo espacio 75
HISTORIAS MILENARIAS PAMPEANAS / Arqueología de las sierras de Tandilia
pero en tiempos diferentes. Los estudiantes no reciben conocimientos que les ayuden a integrar y enlazar la historia indígena con la historia de su propia comunidad. Entonces la escuela también enseñó cómo debíamos ver y entender el “mundo indígena”, paralelamente a que estableció ideas y modelos sobre quiénes somos y de dónde venimos los argentinos. De este modo logró instalar conceptos y nociones que ayudaron a conformar diversos ideales y juicios de valor sobre los pueblos originarios.
La construcción de estereotipos sobre Los puebLos originarios Analizando el caso de una revista dirigida a un público infantil que comúnmente es utilizada por los docentes en las aulas, observamos que se presentaban dibujos y ejercicios lúdicos que proponen, por ejemplo, un juego de búsqueda en una escena “campestre” repleta de representaciones de “indiecitos”. Allí, la consigna era que el lector hallara tres “tipos de indios” que estaban disimulados dentro de la multitud. Al pie de la imagen, podía leerse: “busquen un indio con una raqueta de tenis, el que tiene un caballo de madera y otro con un helado”. Al mirar de modo relexivo y crítico dicho gráico, es factible formularnos múltiples inquietudes y cuestionamientos. Por ejemplo, podemos mencionar los siguientes: Podría llamarnos la atención la insistencia de seguir vinculando a los “indios” con el campo. Justamente, habría que considerar que en la actualidad viven en las ciudades de la provincia de Buenos Aires muchas personas que se reconocen como indígenas o descendientes de pueblos originarios. Como una muestra del estatismo referido en el supuesto 1 (véase pág. 78), podemos mencionar la insistencia en seguir describiendo a los nativos con atributos ijos. De este modo, y a pesar de incluir tres objetos contemporáneos, la imagen “dice” que estamos frente a “indios” porque la mayoría de las personas están representadas mediante una forma “típica” de vestimenta y uso de objetos: hachitas enmangadas, vinchas emplumadas, pantalones y torsos desnudos. Lo que esta imagen nos muestra, entonces, es de qué forma se instala un modelo acerca de cómo se espera que sea un “indio”, o bien que ellos no han cambiado a través del tiempo. Justamente, que esta imagen nos parezca “natural” debería ser un tema a problematizar y discutir con nuestros alumnos.
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Representación del mundo indígena pampeano en ámbitos educativos
Las poblaciones indígenas en las imágenes escolares Para fomentar ese amor a la patria en el ámbito escolar fue muy importante transmitir conocimientos que permitieran que los alumnos se reconozcan como miembros de una comunidad mayor. En otras palabras, que accedieran a informaciones y elementos que ayudasen a que se vieran a sí mismos como parte del pueblo argentino. Para ello se implementaron asignaturas como Historia y Geografía. La primera se encargaría de enseñar sobre los eventos y personalidades que habrían favorecido la formación del país (batallas, conquistas, próceres, etcétera) estableciendo el origen y la antigüedad de la Nación Argentina. En tanto que la segunda sería responsable de trasmitir los conocimientos que ayudaran a los niños a imaginar cómo eran los paisajes y los límites del espacio que aprenderían a identiicar como el territorio nacional. Debido a que estas asignaturas eran aprendidas desde una edad temprana, para su enseñanza fue necesario el uso de imágenes que se volverían un recurso didáctico ideal para simpliicar y transmitir información al público escolar. La imagen tiene un poder cautivante inmediato pero, además, ofrece una manera fácil de comprender algo resultando un medio práctico para memorizar y trasmitir valores e ideas. En la actualidad las imágenes se encuentran presentes de manera constante en nuestras vidas. Nuestro sistema conceptual de cómo entender el mundo está atravesado por representaciones que nos fueron trasmitidas, por ejemplo, mediante los diarios, las revistas, las publicidades, el cine, entre muchos otros. Es decir, nos resultan naturales. Esto mismo sucede en las aulas donde es muy común el uso de soportes gráicos como mapas con que se enseñaban los límites y las divisiones políticas del país, fotografías sobre poblaciones y paisajes diversos, dibujos sobre monumentos o lugares históricos, pinturas y retratos de los próceres de la nación, láminas sobre el cuerpo humano, entre muchos otros. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a analizar, pensar o poner en duda las ideas y los signiicados implícitos en ellas o en su utilización. En el caso concreto de los textos y manuales de Historia y Geografía se promovió mediante los dibujos y las fotografías una visión deshumanizada respecto de los indígenas. Se eligió mostrar a las poblaciones pampeanas como si sólo practicasen actividades consideradas violentas para nuestra sociedad y, de este modo, fomentar su menosprecio y desvalorización. Por ejemplo, cuando se abordan “los antiguos pobladores bonaerenses”, en la mayoría de los libros abundan escenas de cacerías de animales, personas guerreando, ofreciendo sacriicios y hasta alcoholizados, pero pocas veces son presentados en actos cotidianos y pacíicos como el comer, charlar con otros miembros de la comunidad, jugar con los niños o limpiar sus casas. 77
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Detrás de cada fotografía o dibujo utilizado en los manuales existe una forma de concebir y pensar al indígena. Por eso su representación no es casual ni mucho menos ingenua. Por ejemplo, cuando se muestran de forma recurrente las ilustraciones de prácticas consideradas negativas por nuestra sociedad se sugiere que el “estado natural” de los cazadores-recolectores está determinado por las carencias afectivas, la violencia y la precariedad. Entonces, dado que en asignaturas como Historia y Geografía se aprende a mirar esas ilustraciones como si fueran un relejo objetivo de la realidad, se incorporan valoraciones y prejuicios que promueven una visión distorsionada de los pueblos originarios. En los últimos años se han realizado numerosas investigaciones que analizaron los manuales y el uso de imágenes detectando aquellos supuestos que ayudaron a formar esa visión negativa del “mundo indígena” en el ámbito escolar. A continuación, a través del análisis de algunas ilustraciones presentes en manuales, veremos tres ejemplos de estos supuestos. Supuesto 1. Homogeneidad y estatismo: “los indígenas son todos iguales” Homogeneizar es pensar que todas las sociedades indígenas fueron y son iguales, es tratar a todos los pueblos originarios del pasado y del presente como si hubieran sido lo mismo o hubiesen vivido en una misma época. Esta noción aparece, por ejemplo, cuando utilizamos la expresión “indio”. Se trata de una palabra que no describe a ningún pueblo especíico pero que, a su vez, habla de todos ya que uniica muchas poblaciones diferentes entre sí, y cuyo único denominador común fue no ser europeos. Este término encubre y oculta diferentes sociedades y, paralelamente, uniica. En otras palabras, según esta forma de pensar, “indio” es lo mismo desde Tierra del Fuego hasta Bering, desde el Pacíico al Atlántico sin distinguir sus particularidades históricas y culturales. Muy vinculado con lo anterior, se encuentra la noción de estatismo: creer que las sociedades indígenas tuvieron siempre las mismas características, sin haber cambiado a través del tiempo. Esto puede verse cuando se usa información correspondiente a las crónicas de los primeros europeos para describir y caracterizar a los pueblos nativos que vivieron tiempo antes o bien mucho después. Es decir, se “congela” una caracterización del mundo indígena elaborada por los españoles y se la perpetúa mediante su repetición. Así, por ejemplo, cuando se alude a cierto grupo de “indios” se los describe detallando características y atributos supuestamente ijos que permitirían deinir e identiicar a dicho grupo. Este accionar provoca una esencialización basada en la idea de que, por poner un caso, “los tehuelches” eran de tal isonomía, hacían sus casas de tal forma, se vestían de tal otra, comían tal animal y tuvieron 78
Representación del mundo indígena pampeano en ámbitos educativos
muchas otras características que llevan a pensar que para ser un “verdadero tehuelche” se debe hacer o poner en práctica esos atributos y no otros. Supuesto 2: “los indígenas son unos salvajes” La palabra salvaje reiere a toda especie vegetal o animal que no ha sido domesticada. También es aplicada a aquellos espacios geográicos que no fueron intervenidos por la mano del hombre. Esta expresión, incluso, fue aplicada de manera ofensiva a las poblaciones indígenas para decir que se trata de sociedades “incivilizadas”. Esta idea se encuentra muy arraigada en el imaginario popular, al punto de que cuando decimos “son unos salvajes” es muy probable que la evocación mental en forma de imagen nos remita a una “horda de indígenas harapientos y de pelos largos danzando alrededor de un fuego”. En este sentido, los manuales escolares repiten esa idea errónea que asocia a las poblaciones indígenas con el salvajismo. En efecto, en ellos se elige mostrar a los indígenas de un modo deshumanizado, posicionándolos cercanos a la irracionalidad y opuestos a la “civilización”. Este tratamiento es visible, por ejemplo, cuando la mayoría de las imágenes presentan a las sociedades indígenas en un escenario natural e indómito, reforzando la visión de que se trata de una forma de vida exótica. Lo anterior se contradice con los datos que aportan los últimos censos y que indican que, en la actualidad, buena parte de los descendientes de pueblos originarios habita en el conurbano bonaerense. También puede verse cómo los textos insisten en reforzar dicha asociación mediante la reiteración de imágenes que muestran a los grupos cazadoresrecolectores que habitaron en la provincia de Buenos Aires en actitudes violentas, belicosas y sanguinarias, intentando resaltar su supuesta brutalidad. En efecto, cuando los manuales abordan las sociedades pampeanas abundan escenas de cazas, cuerpos desnudos, útiles y herramientas “rudimentarios”, entre otras cosas. Supuesto 3. Etnocentrismo: “lo nuestro es mejor” El etnocentrismo nos lleva a suponer que las prácticas, creencias y valores de nuestra cultura o comunidad son las adecuadas y que las demás están erradas o son inapropiadas. Por lo tanto, aquello que es “diferente” se asume como exótico, incomprensible e insensato. Esto puede ser observado cuando se intenta imponer modelos y esquemas de funcionamiento propios de la cultura occidental a las representaciones del mundo indígena. En los textos escolares se acostumbra presentar a las familias indígenas siguiendo el modelo occidental típico integrado por padre, madre e hijo. Sin embargo, la antropología ha mostrado que dicha conformación no 79
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puede ser aplicada a toda la diversidad de sociedades existentes en el mundo. En el caso de los pueblos indígenas existían familias denominadas “extensas” en donde junto con padres e hijos vivían abuelos y otros “agregados” en una misma vivienda. También se pudo conocer que un hombre podía tener varias esposas y que debía hacerse responsable de las mujeres de sus hermanos si estos fallecían. Otro ejemplo de una mirada etnocéntrica emerge cuando los pueblos agricultores son presentados como “más civilizados y complejos” que las sociedades cazadoras-recolectoras, caracterizadas como “salvajes y sin complejidad social”. Esto debido a que los primeros tendrían características más similares a las del mundo occidental porque producen sus alimentos. Esta clasiicación se apoya sobre la idea de una secuencia evolutiva que pretendió ordenar la multiplicidad de sociedades que habitan en el mundo estableciendo parámetros de comparación entre lo “más simple y salvaje” y lo “más complejo y civilizado”. Bajo esta idea las estrategias de supervivencia basadas en la caza de animales y la recolección de frutos fueron vistas como un primer paso o estadio hacia una vida basada en la producción de los alimentos mediante la agricultura o la ganadería. Por esta razón las sociedades que aún siguen practicando la caza y la recolección son consideradas como “atrasadas”. Ahora bien, desde hace mucho tiempo los estudios antropológicos han señalado que las sociedades cazadoras son “tan complejas” como cualquier otra sociedad y que desde ningún punto de vista pueden ser consideradas ni mejores ni peores o más o menos desarrolladas, sino que son entendidas como poblaciones con pautas de comportamiento propias. De hecho, en realidad, la forma en que obtenían y siguen obteniendo sus alimentos responde a una estrategia que demuestra un acabado conocimiento de los recursos y una compleja articulación con su paisaje. Los museos y su rol en la perduración del discurso escolar sobre los indígenas Diversas instituciones tienen entre sus objetivos enseñar a recordar el pasado nacional. Entre ellas se encuentran los museos, donde se refuerza lo trasmitido en las escuelas y se reproducen descripciones de sociedades y de hechos históricos como una forma más de contar el pasado de la nación, la región o la localidad. Existe, entonces, una relación cercana entre lo que se enseña en las escuelas y lo que se transmite en los museos. En consecuencia, parte de aquel imaginario que se promueve en la educación formal mediante las imágenes presentes en los manuales y textos escolares también puede ser detectada en el modo en que los museos presentan la información y los objetos materiales 80
Representación del mundo indígena pampeano en ámbitos educativos
pertenecientes a las poblaciones indígenas en sus exposiciones museológicas. En los últimos años algunas instituciones de la región bonaerense iniciaron una renovación de sus propuestas museográicas a partir de la interacción e intercambio con diferentes centros académicos. Esto hizo posible la incorporación de discursos generados sobre la base de los resultados de investigaciones cientíicas desarrolladas en la región Pampeana y en Tandilia en particular, mediante el trabajo sistemático de equipos de arqueólogos y antropólogos. Así, por ejemplo, el museo de Ciencias Naturales G. P. Noseda de la ciudad de Lobería inauguró durante 2013 una nueva sala de exposiciones diseñada por investigadores y museólogos de la Universidad Nacional de La Plata. En el Museo Histórico de la ciudad de Balcarce recientemente también se renovó y actualizó la sala y se incluyeron vitrinas con información actualizada sobre las sociedades indígenas de la zona. En cuanto a la ciudad de Mar del Plata, el Museo Municipal José Hernández ha innovado en el tratamiento de la temática al abrir varias salas con temas sobre la arqueología regional. Los casos mencionados muestran el resultado de una interesante articulación entre el ámbito de la investigación cientíica y la gestión patrimonial. Estas situaciones vislumbran una modalidad de trabajo a imitar. Sin embargo, a pesar de que en la región existen ejemplos positivos de cambios y renovaciones, es factible observar que aún persiste una tendencia que ordena, clasiica y describe los restos materiales almacenados en los museos sobre la base de dos nociones muy ligadas entre sí. Una de ellas se vincula con el planteo de un quiebre temporal entre el “nosotros” nacional y las sociedades indígenas que impide la integración de los últimos en el devenir de la identidad nacional. La otra, se relaciona con la idea de que existen pueblos “más y menos desarrollados”, una teoría muy cuestionada que ha caído en el descrédito de la comunidad cientíica y que lleva a menospreciar aquellas culturas diferentes a la sociedad occidental. Seguidamente, veámoslas con mayor detalle. La primera noción está relacionada con el planteo de un quiebre entre el “tiempo de los indios” y el “tiempo de nosotros, los argentinos”, ayudando a reforzar la idea de que las sociedades indígenas pertenecen al pasado más pretérito del país. En efecto, los museos representan a “los argentinos” como una masa homogénea, excluyendo, entre otros, al componente indígena. Este se suele mostrar como ejemplo de un ser que habitó nuestro territorio, pero solamente mucho tiempo atrás. De hecho, algunas personas que visitan un museo salen creyendo que los “indios” ya no existen, que son parte del pasado, que habitaron estas tierras hasta la llegada de los españoles y que de ahí en más empieza otra historia, una etapa colonial y luego republicana en donde los “indios” no habrían tenido lugar y, mucho menos, protagonismo. En otras palabras: que ya habrían desaparecido. 81
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Esta idea equivocada se percibe claramente cuando los museos ordenan sus muestras según un criterio temporal arbitrario que provoca que las salas o exposiciones de colecciones de objetos pertenecientes a las sociedades indígenas estén separadas de aquellos que representan una “época histórica” y, más aún, de los que corresponden a tiempos recientes. En este ordenamiento, los objetos indígenas sólo son ubicados en las salas o vitrinas pertenecientes a la mal llamada “prehistoria” de la región, la provincia o el país. Ni siquiera son incorporados junto con restos materiales europeos, negros o criollos propios de la etapa colonial. En los pocos casos en que se muestran indígenas del presente, son presentados como si provinieran de un pasado extraño y ajeno que nada tiene que ver con los “avances” técnicos y cientíicos de los argentinos. Esto a pesar de que el último censo realizado en Argentina demostró que en el país habitan cientos de miles personas que se reconocen como miembros y descendientes de pueblos originarios. La segunda noción, muy presente en las exhibiciones de objetos indígenas, está relacionada con los criterios evolucionistas que propusieron que la humanidad habría transitado un mismo proceso evolutivo que iría desde lo más simple a lo más complejo. Esta visión etnocéntrica todavía persiste en el modo en que los museos deciden exponer los objetos. Así, sobre la base del “nivel de desarrollo tecnológico” alcanzado, en comparación con la sociedad actual, se establece un ordenamiento temporal que ubica primero a los pueblos cazadores-recolectores quienes vendrían a representar los “exponentes del nivel más bajo y simple”. En segundo orden se ubican los pueblos que producían sus propios alimentos mediante la agricultura o la ganadería. Finalmente, se plantea un último orden que se asocia con la sociedad moderna. Dicho esquema de supuesto progreso es erróneo y debe ser reemplazado por un relato que permita entender la existencia de diversas culturas en el mundo, las que no pueden ser descriptas como “menos” o “más” desarrolladas que otras. Desde hace mucho tiempo la antropología nos ha mostrado que cada sociedad posee su propia forma de organizarse y de articular con su entorno y con otros grupos sociales. Pero, además, ha mostrado cómo, ideológicamente, la sociedad europea se postuló a sí misma como último escalón del desarrollo cultural y estableció que las restantes culturas del mundo pertenecían a estadios anteriores e inferiores y que, por ello, se trataba de pueblos “menos civilizados”, “más simples y bárbaros” o “menos complejos” que la cultura occidental. Estos planteos evolucionistas también son evidentes cuando los museos comparan el mundo indígena con la actual sociedad y dan a entender que, supuestamente, las sociedades “más avanzadas” son las que se asemejan al modelo 82
Representación del mundo indígena pampeano en ámbitos educativos
occidental. Trasmiten la errónea idea de que los pueblos cazadores-recolectores eran “rudimentarios” en comparación con los agricultores. Por ejemplo, establecer que una vivienda “es precaria” porque fue elaborada con palos y cueros es una valoración que tenemos nosotros en la actualidad. Es resultado de comparar las casas del pasado con las de nuestros propios modelos, bajo la suposición de que ellos son mejores y sin atender a que cada una es resultado de la elección y de la adecuación a las necesidades de cada cultura y de su historia. Como se pudo observar, los museos mediante la forma en que organizan y presentan la cultura material justiican la desvalorización del mundo indígena cuando lo presentan como ejemplo de una forma de vida pasada o “atrasada”. Por ello, perpetúan con o sin intención la idea de que los indígenas no existen en la actualidad. Esto hace que pocos conozcan que en nuestro presente los pueblos originarios todavía reclaman sus derechos a un tratamiento igualitario de parte del Estado argentino.
La intención de fijar una idea sobre Los puebLos cazadores Los textos escolares, cuando deciden mostrar las sociedades cazadoras recolectoras, por lo general sólo utilizan imágenes que las exhiben en situaciones consideradas por la sociedad actual como “agresivas o violentas”. Así, es muy común encontrar escenas de matanzas, cacerías y conlictos bélicos (imagen A). La otra igura que aquí reproducimos (imagen B), si bien corresponde a un manual de 1910, nos permite ejempliicar una antigua tendencia que aún se expone en los textos más recientes. Esa forma de representación nos lleva a plantear que los manuales, a pesar de los años transcurridos, siguen insistiendo en asociar a los pueblos cazadores recolectores con la idea de salvajismo. Debemos prestar mayor atención al uso de las imágenes en los manuales porque ellas son un gran recurso didáctico (por eso de que “una imagen vale más que mil palabras”), para difundir de forma más efectiva y rápida una idea. El problema aparece cuando esas ideas trasmitidas resultan malintencionadas.
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Palabras finales Este capítulo relexiona sobre el tratamiento de la información transmitida en el ámbito de las escuelas y los museos sobre las sociedades indígenas. Presentamos de qué manera se expresa quiénes son los argentinos, de dónde vienen y hacia dónde van, pero también con esa información se difunden modos de concebir, clasiicar y valorar a las sociedades indígenas y a su relación con el “nosotros nacional”, ya sea en el pasado o en el presente. Para ello se abordaron críticamente los argumentos que están presentes en las imágenes y en la forma en que los museos deciden organizar y mostrar los objetos relacionados con las sociedades indígenas. Nuestro argumento principal fue que los manuales y textos escolares y las muestras de algunos museos continúan reproduciendo ideas equivocadas e injustas respecto de las sociedades indígenas, a pesar de los cambios y transformaciones en los ámbitos educativos, cientíicos y de gestión patrimonial. Sostenemos que el ejercicio de mirar relexivamente estos recursos didácticos ayuda a cuestionar sus usos y permite considerarlos como herramientas o instrumentos para inculcar ciertas formas de clasiicación y de descripción sobre “cómo debemos ser” y sobre “cómo deben ser los indígenas”. Justamente, en esa mirada crítica se podrían encontrar herramientas útiles para que los docentes den otro sentido a materiales como los textos o las visitas a los museos. Por ello, es importante tener en cuenta que las imágenes escolares sobre los indígenas tienen múltiples signiicados y que, por lo general, tienden a producir sistemas de representaciones coherentes, pensamientos simpliicados que hacen ver como “naturales” acontecimientos complejos o dolorosos de la vida social, justiicando acciones, diferencias entre los grupos sociales, y asignando o reforzando roles en la sociedad. En consecuencia, el rol del docente es crucial porque colabora en el andamiaje y la preparación para que sus alumnos adquieran las destrezas para “ver y leer” imágenes. En otras palabras, deberá guiar un proceso que transforme a los alumnos desde espectadores pasivos hacia observadores diligentes y relexivos respecto de esas imágenes. Además, será quien los incite a dar muestras de su sentido crítico al analizarlas. Así, la tarea docente en este proceso de alfabetización resulta trascendental para formar en la adquisición de destrezas y habilidades, es decir aprender a aprender. El problema principal es que las representaciones sobre los pueblos indígenas aquí analizadas serán difíciles de cambiar mientras los libros de texto perduren dentro de una lógica capitalista que los considera una mercancía más. Como docentes proponemos que nos apropiemos de los elementos vi84
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suales para, luego, utilizarlos en el proceso de enseñanza y aprendizaje desentrañando su metodología, sus objetivos y funciones en la construcción de ideas simpliicadas sobre los indígenas. Esto último nos llevará a alcanzar su lectura crítica y podremos reconstruir la imagen del mundo que se nos quiere presentar. Quedarnos atrapados en nuestras propias representaciones suele ser un obstáculo que nos impide acceder a lo que está sucediendo. De este modo, ingresar en el sistema de representaciones es una invitación a repensar la propia experiencia, porque ellas organizan en buena parte nuestra manera de ver el mundo. A modo de ejemplo, quisiéramos plantear una sencilla ejercitación para trabajarla con los alumnos. Se trata de analizar comparativamente imágenes sobre los indígenas presentes en manuales y textos para estudiantes. Para ello será necesario tener en cuenta el contexto de producción de las imágenes (editorial, año de publicación y otros). En el caso especíico de las pinturas, hay que tener en cuenta los años de realización. Se propone que los docentes y estudiantes, al observar, asuman una actitud de cuestionamiento hacia lo que se intenta representar con esas imágenes. Este procedimiento posibilita examinar qué diferencias, cambios o continuidades pueden establecerse en la representación de formas de vida, subsistencia y relaciones sociales en y entre las sociedades indígenas. Incluso se pueden comparar imágenes entre textos de distintos años de publicación o de manuales correspondientes a diferentas editoriales. Este análisis comparativo permite discutir y poner en duda aquellas visiones que buscan posicionar a las sociedades indígenas como “pueblos sin historia”, “atrasados”, detenidos en el tiempo pasado, o “pueblos sin cambios aparentes”. Para inalizar, insistimos en que la superación de los supuestos que llevan a tener una imagen injusta de las sociedades indígenas demanda la constante actualización del docente, sumada a la búsqueda de información diversiicada sobre la problemática, de modo que sea factible generar una postura crítica al respecto. Esperamos que este escrito sea una pequeña colaboración para empezar a desentrañar las estructuras subyacentes en las imágenes y los estereotipos que crean determinado imaginario sobre las sociedades indígenas.
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La cuLtura occidentaL como una referencia para vaLorar a Las sociedades indígenas El pensamiento etnocéntrico está presente en el modo de que se representa a las sociedades indígenas en los textos escolares. En la siguiente imagen se observa cómo se manipula una fotografía que muestra a tres personas, las cuales son presentadas como una “familia” Selknam. Esta especie de “retrato familiar” reproduce el modelo occidental de familia, que se conforma por un padre, una madre y uno o dos hijos. Sin embargo, la antropología y la historia han demostrado que las familias indígenas generalmente eran más extensas y en ellas, incluso, un varón podía tener varias esposas. En este sentido, quisiéramos insistir en que la enseñanza de las ciencias sociales de un modo no etnocéntrico necesita una rotación de perspectiva, cuestionar nuestros propios parámetros de manera que lleguemos a comprender los sentidos comunes de los otros: sus lenguajes, historias, formas de sentir y clasiicar el mundo. Una mirada crítica y relexiva de esta imagen nos llevaría a preguntarnos de dónde salió esa fotografía, si está recortada o no, nos preguntaríamos quién tomó esa foto, por qué fueron fotograiados, en qué circunstancia dichas personas son retratadas, si posaron voluntariamente o fueron obligadas, entre otras múltiples cuestiones. El hecho de que los manuales no consignen fechas ni datos de las imágenes está reforzado por ese supuesto de que “todos son iguales”. Y, además, que la imagen simplemente ilustra un atributo o característica que se está abordando en el texto escrito, que en este caso corresponde a la forma de vestir.
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pArA leer más
- Endere, M. L. y J. L. Prado 2009. Patrimonio, ciencia y comunidad. Su abordaje en los partidos de Azul, Olavarría y Tandil. Olavarría. Incuapa.
- Quintana, C. 2006. “Un viaje al pasado remoto”. En: Historia de Balcarce. 1 Los Orígenes. P. Zubiaurre Coord. Z. Lahitte Ed. Pp: 58-71.
- Flegenheimer, N., C. Bayón y A. Pupio 2006. Llegar a un nuevo mundo. Editorial Antropofagia.
- Quintana, C. 2008. Los fósiles de Mar del Plata. Un viaje al pasado de nuestra región. Ed. Del Espinillo.
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Fuente de las ilustraciones Las imágenes que ilustran esta obra fueron generadas por los autores de cada capítulo. Excepto las siguientes que fueron cedidas gentilmente o tienen licencias de uso libre: - Capítulo 6. Corral sierra Alta de Vela: cedida por la doctora Victoria Pedrotta.
- Capítulo 2. Plano: tomado de Tapia A. 1937. Las Cavernas de Ojo de Agua y Las Hachas. Historia geológica de la región de La Brava en relación con la existencia del hombre prehistórico. Boletín de la Dirección de Minas y Geología 43. Buenos Aires. Foto excavación Menghin: tomado de Revista Runa 1950, volumen 3 (partes 1-2). Foto excavación Madrazo: cedida por el Museo de Ciencias Naturales de Lobería Gesué Pedro Noseda. Foto excavación La Moderna: cedida por el doctor Gustavo Politis.
- Capítulo 7. Imagen A: Macías, J. 1930. Arco iris. Ed. Estrada. Imagen B: Imhoff C. y Levene R. 1917. La historia argentina en cuadros para los niños. Segunda edición. Lajouane y Cia. Editores. Buenos Aires. Grupo Yamana: Gusinde, M. 19191924. Los Indios de Tierra del Fuego. Tomo 5 volumen 2. - Capítulo 8. Gabinete de historia natural: licencia CC de J. GonzálezNandín y Paúl, Archivo de la Fototeca de la Universidad de Sevilla. Foto colección: cedida por Oscar Martín. Gesué Noseda: cedida por el Museo de Ciencias Naturales de Lobería Gesué Pedro Noseda.
- Capítulo 3. Lechuza: cedida por Iván Corbacho. Fitolitos y polen: cedida por la doctora Milagros Colobig. Diatomeas: cedida por la doctora Gabriela Hassan - Capítulo 4. Sitio arqueológico: cedida por el doctor Pablo Messineo. Venado: licencia CC de Halley Pacheco de Oliveira. Guanaco: licencia CC de Mary Frances Howard.
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Historias milenarias pampeanas
E
ste libro trata sobre la historia milenaria de las sociedades que habitaron las sierras de Tandilia adyacentes al océano
Atlántico. Las personas que vivieron en esta región antes que nosotros desarrollaron diversos estilos de vida durante 12.000 años. La variedad de recursos del ambiente serrano fue aprovechada para su subsistencia, para el desarrollo de la tecnología y de su vida social y simbólica. Se trata de una larga historia de personas que ya no están y cuyos recuerdos sólo pueden ser rescatados por la labor de la arqueología, la ciencia de la memoria. Los integrantes del Laboratorio de Arqueología Regional Bonaerense de la Universidad Nacional de Mar del Plata relatan en este libro el resultado de sus investigaciones realizadas durante los últimos 30 años.
http://arqueolab.wordpress.com
Diana L. Mazzanti y Carlos A. Quintana / HISTORIAS MILENARIAS PAMPEANAS
ARQUEOLOGÍA DE LAS SIERRAS DE TANDILIA