ES11 DE OCTUBRE DEL 2014
Texto Gonzalo Sarasqueta
RETOS DE FUTURO PARA LOS SENTIDOS
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EN FORMA
Debido a la gran cantidad de información que reciben diariamente nuestros sentidos, los investigadores afirman que vivimos en la sociedad de la estimulación sensorial. ¿Qué quiere decir esto? “Estamos en el mundo de las sensaciones. Actualmente se calcula que se hacen 500.000 millones de fotos al año y se suben a YouTube unas 100 horas de vídeo cada minuto. Colores, sonidos, olores y sabores no existen como tales, sino que son construcciones mentales creadas en el sistema nervioso tras un procesamiento neuronal. Nuestro mundo cambia y con ello los estímulos que llegan a nuestro cerebro”, sostiene la doctora Raquel R. Gragera, profesora de la facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá. Ahora bien, este incesante bombardeo de datos que recibimos cotidianamente ¿deteriora nuestras capacidades sensoriales? ¿De qué manera influye en su trabajo de aprehender el entorno? Gragera aduce que “debemos ser conscientes que los cambios vertiginosos que se producen en nuestra sociedad no pueden ir acompañados de una adaptación tan rápida de las células sensoriales. Es decir, la sociedad cambia a mayor velocidad de la que nuestras células sensoriales son capaces de adaptarse. Es por ello que estas células pueden no estar preparadas para recibir tanta información nueva y vean alterada su función de recepción, con la consiguiente alteración en la información que recibe y procesa nuestro cerebro”. Si acercamos el microscopio y examinamos cada uno de nuestros sentidos, podremos desentrañar la complejidad de la cuestión y olfatear la respuesta.
La irrupción de las nuevas tecnologías y la lluvia constante de imágenes y sonidos ponen a prueba nuestra fisiología y el hecho de que los sentidos tienen que ponerse al día en un mundo que va más deprisa que ellos La ciencia avanza con paso decidido. Nada la detiene. Su lenguaje, la tecnología, acerca al ciudadano de a pie sus últimos hallazgos de manera continua. Casi todos los días aterrizan novedades –tabletas digitales, dispositivos musicales, carteles luminosos tridimensionales, automóviles modernos...– que nos modifican la vida. Para asimilar todas estas transformaciones, las personas contamos con cinco sentidos: olfato, gusto, tacto, visión y audición. A través de ellos recibimos la información –sonidos, luces, olores, sabores, palpaciones– del ambiente y percibimos el mundo que nos rodea. En otras palabras, son nuestros mediadores con el exterior; nuestro puente y autopista con la realidad.
Veo, ¿veo? La visión es un sentido muy importante porque nos acerca un amplio panorama de la realidad que nos envuelve. En una entrevista a la revista La Posta, la filósofa Miguelina Guirao asegura que se vincula con casi todos los otros sentidos porque las imágenes quedan archivadas en la memoria, forman parte del aprendizaje y en general de todos los procesos cognitivos. Sobre el impacto que está teniendo el ojo hoy en día, en el campo de la medicina hay opiniones diferentes. Por un lado está la corriente que considera que las nuevas tecnologías están dañando nuestra visión. Es el caso de Fernando Castanera de Molina, director médico de la Clínica Oftalmológica Tacir, que divide el daño en dos situaciones: la abundancia de carteles luminosos (contaminación lumínica) que está ocasionando en la población una disminución considerable en la neuroadaptación en la oscuridad: esto quiere decir que nos fatigamos más en visiones nocturnas; y, en simultáneo, asegura que “el exceso en el uso de dispositivos electrónicos está provocando un daño mayor sobre las estructuras del ojo. La fijación constante en estos elementos desarrolla una dominancia sobre la retina central, con desvalorización marcada del campo visual periférico. Y, además, el hecho de que la visión en estas situaciones de visión próxima no requiera del desarrollo o utilización de la visión en relieve produce una disminución de la
capacidad de percepción espacial. Un problema aún más extendido –agrega– es el estímulo permanente en visión próxima sobre la visión lejana, lo que lleva a la población infantil a espasmos acomodativos y la consecuente miopización de la población”. Jorge Alió, catedrático de Oftamología de la Universidad Miguel Hernández de Elx, observa con otras lentes el fenómeno: “Podemos decir que las nuevas tecnologías han ayudado a mejorar la visión: mejores técnicas diagnósticas, mejores conocimientos médicos, mejor tecnología para operarse. Actualmente las personas llegan a una edad relativamente avanzada con una situación visual correcta. El problema está en que la edad favorece la expresión de genes patológicos que manifiestan enfermedades como la degeneración macular”. Entre tanto ruido… Mantener el equilibrio y escuchar son las dos funciones que posee el oído. He aquí lo significativo que es para nuestra salud la tarea de este sentido. Y en tiempos donde la utilización de cascos es regla musical y los ruidos –el transporte público, las bocinas de los carros personales, las construcciones, las alarmas disparadas, el griterío ciudadano...– de la ciudad se multiplican, el cuidado de los oídos pasó a formar parte de la agenda política. Hace tiempo que ciudades como por ejemplo Buenos Aires (2007) y Barcelona (2001), han sancionado leyes para reducir la contaminación acústica. En los casos citados, se busca que en zonas comerciales no se superen los 70 decibelios (la Organización Mundial de la Salud establece que, por encima de este límite, las emisiones son molestas, y por encima de los 90, dañinas). A pesar del esfuerzo de las autoridades, es ostensible que el problema no cesa. Tanto en la esfera privada como en la pública, se sigue socavando –probablemente, sin intención– la capacidad auditiva. Jaime Marco Algarra, catedrático de Otorrinolaringología de la Universitat de València, lo explica: “En cuanto a la audición es evidente que existe una sobredosificación de este sentido; el uso de auriculares y la música a gran intensidad así como los ruidos en la población laboral nos han llevado a que por vez primera las generaciones más jóvenes (entre 15 y 30 años) tengan peor audición a igualdad de edad que sus padres o abuelos. Y conforme envejezcan, la situación empeorará”. Sin embargo, sobre si las generaciones venideras pueden llegar a tener este sentido menos desarrollado, el experto desgrana: “Para que haya una alteración genética, se precisarían millones de años y una acción continuada bien positiva o negativa sobre este sentido. Y no parece que eso vaya a ocurrir, sobre todo cuando los remedios técnicos y las terapias farmacológicas son cada vez mejores y más efectivas”. Pero no todas son malas noticias. La medicina ha trabajado mucho para solventar las carencias de nues-
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De la medicina al espacio Varios son los avances que ha realizado la medicina para extender la longevidad de los sentidos. A los progresos más conocidos –lentes, audífonos, cirugías, remedios, cremas, hay que añadir las narices digitales o artificiales, que pueden diferenciar los componentes que tiene una sustancia química; los implantes de cloqueas; y los exoesqueletos, que tanto ayudan a las personas con capacidades motrices. Pero
hay que resaltar que, además, otras ciencias también colaboraron en el cuidado y desarrollo de nuestros sentidos. Por ejemplo, la tecnología espacial, que aportó muchos conocimientos en el rendimiento de nuestro órgano del equilibrio, e inventó las lentes de contacto con película antirrayado -que nos protegen de los rayos ultravioleta-, y el termómetro digital sin mercurio que percibe la energía infrarroja que produce el oído.
CONSEJOS PARA MANTENER EN FORMA LOS SENTIDOS VISIÓN
Usar las gafas correspondientes frente al ordenador, la tableta o el e-book, y, cada cuatro horas –como máximo–, hacer una pausa de diez minutos para relajar la vista
OLFATO Y GUSTO
Incorporar minerales y vitaminas en la dieta y tratar de no consumir fármacos
tros oídos y ha logrado muy buenos resultados. “En el caso de la hipoacusia –disminución sensible de la capacidad auditiva–, disponemos de prótesis (audífonos) e implantes cocleares que pueden mitigar la pérdida en determinados casos, aunque no influir en el envejecimiento fisiológico de estos sentidos”, cuenta Miguel Armengot Carceller, profesor y otorrinolaringólogo del hospital General Universitari de València. Otras alternativas son las terapias auditivosverbales y el entrenamiento auditivo. Hermanos gemelos Los sentidos del olfato y el gusto trabajan juntos. Una gran parte de los sabores procede de los olores. El olfato inicia su trabajo en los receptores nerviosos que están en la parte superior de la nariz. Como subraya el profesor Algarra: “El olfato supone entre el 60% y el 70% del sentido del gusto. Cuando creemos estar degustando un alimento o bebida realmente en un porcentaje muy elevado es el olfato el que está actuando”. Por eso, es preciso examinarlos de manera conjunta: cualquier alteración en uno de los dos, repercutirá inmediatamente en el otro. Algarra manifiesta que “el olfato y el gusto no son fáciles de lesionar con estímulos gustativos y olorosos. En nuestra forma de vida no existen situaciones que por un uso continuado de estímulos se pueda lleguen a lastimar el órgano sensorial”. Aun así, aclara que el uso intensivo de
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drogas, gases muy calientes y vapores ácidos, sí puede dañarlos. Otra postura distinta es la de Armengot Carceller. “El sentido del olfato ha perdido algunas funciones en el hombre y ello se refleja en que su volumen anatómico es menor que en otros mamíferos. Fundamentalmente, ello se refiere a la función reproductora del órgano Jacobson para la detección de feromonas, que está atrofiado en el hombre. Sin embargo sigue teniendo su importancia: pensemos en toda la publicidad de perfumes y desodorantes que se nos presentan con explícitas insinuaciones sexuales”, argumenta. Una investigación reciente que llama la atención es la relación existente entre el olfato y numerosas enfermedades neurológicas, como el Alzheimer. “La localización de los centros olfatorios en las partes más primitivas del cerebro explica que una de las primeras manifestaciones de la enfermedad puede ser las alteraciones del olfato”, indica Armengot Carceller. Respecto al gusto, precisa “que se ve alterado por la toma de gran variedad de fármacos. El gusto, y sobre todo el olfato, se ven afectados por la exposición a numerosas sustancias químicas, incluidas las presentes en la contaminación ambiental. Asimismo por déficits de vitaminas y minerales en la dieta”.
AUDICIÓN
No abusar de los auriculares y sortear aquellos lugares –discotecas, clubes, bares...– donde la música esté alta
El otorrinolaringólogo y profesor colaborador de la Universidad de San Pablo, Alejandro Antolí-Candela, amplía: “El uso de conservantes y aditivos, no sólo para la alimentación sino también para las aguas de piscinas, productos higiénicos o de limpieza y materiales de utensilios también están deteriorando estos dos sentidos”. Tocándonos menos En un mundo donde proliferan las redes sociales y el contacto cibernético está reemplazando el cuerpo a cuerpo, el tacto se encuentra en una encrucijada. “En el mundo actual, los sentidos no se utilizan, creo, en su totalidad. Las relaciones “virtuales” están alcanzando niveles muy elevados sobre las “personales”. Quizás el tacto sería un sentido que se utiliza menos porque “nos tocamos poco”, advierte la dermatólogoa Serra Baldrich, responsable de la unidad de alergia cutánea del Hospital Sant Pau. En la misma dirección, Miguel Angel Muñoz Pérez, profesor titular de Dermatología de la facultad de Medicina de Sevilla, señala también que el principal “enemigo” del tacto es la distancia física entre las personas. “Hay cada vez menos tiempo para dedicarse al placer de estar en pareja. Menos contactos físicos en las relaciones interpersonales de todo tipo. La gente se toca cada vez menos”, señala. Si bien descarta que haya nuevas enfermedades referidas a la piel, Muñoz Pérez dice que hay una que se vincula con este proceso de aislamiento de las personas y lo retroalimenta: la dermatitis atópica. “Conlleva una sequedad extrema de la piel, lo que limita la calidad de vida de los pacientes y sus relaciones sociales y sexuales”, finaliza. s
TACTO
Evitar el contacto con agentes irritantes y dedicarle tiempo a todas las relaciones personales –sexual, familiar y de amistad– que fomentan el contacto