¿Quiénes somos verdaderamente los argentinos? Un país en vilo ...

9 jun. 2013 - que Roberto Lavagna apoye su can- didatura presidencial para 2015. Asegura, más bien, que esta no exis- tió nunca y que él cree en los ...
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OPINIÓN | 35

| Domingo 9 De junio De 2013

¿Quiénes somos verdaderamente los argentinos?

Mariano Grondona —LA NACION—

E

llibropóstumodelgranpoliticólogo norteamericano Samuel P. Huntington, publicado en 2004, lleva como título una pregunta: ¿Quiénes somos? (en inglés Who are we?). Es una pregunta que sería inimaginable para un inglés, un español o un francés, a menos que tuviera que ver con la nueva identidad “europea”, más amplia que las naciones individuales que lo componen, que está urdiendo el Viejo Mundo. El título del libro de Huntington se ajustaría mejor, quizás, al título de este artículo, por cuanto los americanos del Norte son, como somos los americanos del Sur, una nación “nueva”, de la cual no podría decirse, como les dijo el genial Mirabeau a los franceses en plena Revolución Francesa para calmar su ímpetu “revolucionario” que por entonces los tentaba a cambiarlo todo, hasta el calendario: “No somos una nueva nación nacida a orillas del Orinoco; somos una vieja nación, quizá demasiado vieja, con sus prejuicios y sus tradiciones”. Pero la pregunta Who are we?” no está exenta, de otro lado, de cierto dramatismo. A la inversa de la tragedia, a la que los griegos dotaron de un final inevitablemente funesto por cuanto ella consistía, en última instancia, en el castigo de los dioses a la soberbia de los hombres, el drama es más humano, ya que desemboca en un final abierto a los caprichos de un destino incierto que no nos ha sido revelado. No debería asombrarnos, por consiguiente, que la caída del imperio soviético y el derrumbe de la ilusión comunista de dominio mundial que él arrastró consigo permitieran dos consecuencias simultáneas y contrapuestas. La victoria de los Estados Unidos sobre su rival soviético generó de un lado una intensa ola de optimismo político y económico cuya expresión más acabada fue el ensayo El fin de la Historia de Francis Fukuyama, cuya tesis era decididamente triunfalista: la democracia y el capitalismo habían vencido finalmente al totalitarismo, con lo cual “la historia”, concebida como la lucha a muerte entre dos concepciones antagónicas del mundo, había llegado a su fin. Pero la tesis de Fukuyama, que encarnaba la euforia inicial a que dio lugar el súbito fin de la Guerra Fría, no llegó a tapar por completo cierto pesimismo residual que también acompañó a la visión histórica de los norteamericanos sorprendidos, quizá, por la rapidez de su exaltación a la cima del mundo. Huntington pertenece a esta otra tradición que quiere ser “realista” en lugar de triunfalista. En su interpretación, no es “necesario” que los norteamericanos vayan a ganar siempre. También pueden perder y, de hecho, ya perdieron en Vietnam. Desde los tiempos del presidente Theodore Roosevelt a comienzos del siglo XX, los norteamericanos creyeron haber sido bendecidos, empero, con un “destino manifiesto” que sus grandes éxitos políticos, económicos y militares parecieron confirmar. ¿Por qué la historia habría de desmentirlos en el futuro? Esta esperanza latente no los ha abandonado. El libro póstumo de Huntington que estamos comentando apunta a renovar la fe en “el destino manifiesto” de los norteamericanos, pero desde una visión realista, pasada la borrachera de la victoria en la Guerra Fría sobre la Unión Soviética. Lo original de este ensayo, que fue escrito “después” de aquella victoria, es que esta vez no contempla un desafío “externo” sino un “desafío” “interno” al éxito norteamericano, que pone en duda su propia consistencia como sociedad, como nación. Según Huntington, la mayor amenaza a ese “destino manifiesto” en el que solían creer los norteamericanos provendrá de la inmigración, pero no de cualquier inmigración sino de una en particular. Su tesis, aplicable hasta cierto punto a otros países de origen migratorio como el nuestro, es que la inmigración deja de ser peligrosa sólo cuando los inmigrantes están dispersos, cuando no son capaces

de agruparse en torno de un eje demográfico y territorial que les garantice la identidad. En los Estados Unidos hay un solo “eje” capaz de concretar este peligro: la inmigración mexicana. Es la única en condiciones de resistir la presión norteamericana de asimilación para preservar su propia continuidad. Miremos más de cerca la tesis de Huntington, con la idea de explorarla en busca de un paralelismo con la Argentina. Según su estudio sobre la inmigración mexicana en Estados Unidos, ésta ha llegado a ser peligrosa para la consistencia nacional del país del Norte porque los “chicanos” se agrupan en su territorio “defensivamente”, en forma compacta, alineados por un mismo idioma y una misma cultura. Cuando están solos y en familia, los “chicanos” se comunican entre ellos en castellano. Tienden en consecuencia a formar algo así como una subnación con fuertes lazos internos, más que los que los ligan al resto de los grupos migratorios. Si se tiene en cuenta que la sociedad migratoria mexicana ocupaba antaño un millón de kilómetros cuadrados que le pertenecían a su país hasta que su ejército fue derrotado por el ejército norteamericano a mediados del siglo XIX, esta idea de una “subnación” mexicana subsistente dentro y por debajo de los Estados Unidos cobra la inquietante fuerza de una latente reivindicación histórica. ¿Estallará algún día? Lo que debe admitir el observador, empero, es que esta relativa “debilidad” de la consistencia norteamericana frente a la “invasión” mexicana que viene del otro lado de la frontera está compensada, al menos en parte, por el poderoso influjo del American Way of Life en América latina, al que no son inmunes, por cierto, ni los mexicanos ni los argentinos. La presencia norteamericana en nuestra región es fuerte, tanto o más fuerte que en el sentido inverso, aunque de otra naturaleza. La presencia latinoamericana en la sociedad norteamericana es sobre todo demográfica y social. La presencia norteamericana en América latina es económica, cultural y, además, dominante. La presencia latinoamericana es masiva, pero sometida. Para resumir lo dicho a los efectos de comparar las inmigraciones en las dos puntas del continente

Estamos lejos. Como dijo el papa Francisco durante el cónclave de cardenales que lo consagró como tal: “Se vinieron a elegir un papa del fin del mundo” americano, podríamos decir que, mientras que la presencia mexicana en los Estados Unidos ha sido compacta, masiva y subordinda, la influencia norteamericana en México ha sido tenue aunque decisiva. Tendríamos que reconocer, asimismo, que los contactos de la Argentina con México fueron débiles y remotos, mucho más remotos que los contactos norteamericanos con la propia Argentina, y que esta histórica lejanía dio lugar a la siguiente anécdota. No bien estalló entre nosotros la Revolución de Mayo, alguien propuso un tiempo de espera hasta que se reuniera una asamblea interamericana capaz de ratificar todo a lo largo del continente americano lo que había decidido en mayo de 1810 el Cabildo Abierto de Buenos Aires, a lo que Mariano Moreno, con su encendida verba, replicó: “¡Pero si México nos queda más lejos que Tartaria!” Quizás éste sea el rasgo que nos define a los argentinos: estamos lejos. Como dijo el papa Francisco cuando el cónclave de cardenales lo consagró: “¡Se vinieron a elegir un papa del fin del mundo!” México, sin embargo, nos queda a los argentinos más cerca que antes. Se podría decir lo mismo de Estados Unidos. Merced a la revolución de las comunicaciones, el mundo se ha achicado. Pero se ha achicado para todos; para los yanquis, los mexicanos y los argentinos. Esto no quiere decir que nos “amemos” más que antes; según una reciente encuesta, el país que menos quieren los argentinos es, precisamente, Estados Unidos. Es que la cercanía genera tanto el amor como el resentimiento. Así avanzamos todos, apretados unos contra otros, en el nuevo mundo.ß

pregunta por Nik

Un país en vilo: ¿habrá primarias?

Joaquín Morales Solá —LA NACION—

Viene de tapa

las palabras

Oda al capital Graciela Guadalupe “Quiero pedirles que, cuando aprueben la ley, no canten la marcha peronista, porque hace rato que no combaten al capital.” (De la diputada radical Patricia De Ferrari Rueda.)

L

os tiempos cambiaron. El “combate al capital” de “Los muchachos peronistas” está en estado crítico. Y, tal vez, ya nunca salga de terapia. El himno nacional se banca ser cantado al tiempo de rock, pop o carnavalito. La “marcha peronista”, no. Básicamente, porque es machaza. Su letra define a Perón como “el varón argentino”, “el gran argentino que supó –pues así suena cuando se la canta, con acento en la “o”– conquistar / a la gran masa del pueblo/ combatiendo al capital”. Si viviera, hasta Hugo del Carril depondría las armas. Hoy, el capital es la meca y no basta con el propio: hay que convocar al ajeno y, si está lejos, mejor. De ahí la pena, la nostalgia por el vaciamiento de sentido del gorjeo patriota de los muchachos de Perón. Precisamente, en esa línea deberían ser apreciados los dichos de la diputada radical por Córdoba, Patricia De Ferrari Rueda, cuando pidió a los kirchneristas en plena sesión del Congreso que se abstuvieran de cantar la marcha peronis-

ta para festejar la ley de blanqueo de capitales, porque –les dijo– “lo adoran de tal forma que lo aceptan de cualquier manera”. Bienvenidos entonces los proveedores de dinerillos. La alfombra volverá a desplegarse bajo los pies de todos los Antonini que quieran hacer base en nuestro terruño. Habrá más plata para otros “sueños compartidos” y la obra pública multiplicará hasta el infinito el número de nuevos ricos. Esperaremos pacientemente a que nos la entreguen y, si no, la confiscamos, pero nadie deberá sentirse presionado, menos aún, compelido a esconder los billetes en el baño de un ministerio. Las bolsas de plástico son malas. Necesitamos bolsos biodegradables. Queremos comprar vinos, no nos gustan los lockers. Las coimas serán consideradas inversiones y las máquinas tragamonedas, cajeros automáticos al paso. Ya nada obligará a fugar lingotes en aviones fantasma. Y volverá la música. Entonaremos nuevas marchas. En cada argentino florecerá un cantautor. Hoy son pocos, pero están haciendo escuela. Péguenle un vistazo a la página web de La Cámpora. Hay varias. Por ejemplo, la que dice: “¡Ay, che gorila/ qué diferencia que hay / yo lucho por esta Patria / y vos por tu capital!”. O la que remata: “No importa lo que digan los gorilas / con Néstor y Cristina / todo el año es Carnaval”.ß

Esa elección está frenada en los hechos. También declararon la inconstitucionalidad de la reforma que eliminó las cautelares. Ambas cosas son el corazón de la reforma cristinista. Sin embargo, el Gobierno es el único actor político pasivo y sereno en el teatro electoral. Ni siquiera se ocupó de publicitar sus apelaciones ni de defender sus reformas en público. Nada. Se ocupa de pelearse con Daniel Scioli, que es un político que no será candidato este año. Scioli ha ordenado contestar frontalmente a los cristinistas (lo han hecho los sciolistas Alberto Pérez y José Pampuro), tal vez porque intuye que se verá obligado a participar de algún modo en las próximas elecciones. ¿Participará? Sólo si Sergio Massa fuera candidato a diputado nacional. Massa les ha dicho a algunos poderosos empresarios que está casi convencido de que debe ser candidato. Casi. Siempre deja la puerta levemente entornada para poder retirarse. Este fin de semana hará una reunión de consulta con los intendentes bonaerenses que lo secundan. Podría haber algún anuncio partidario. Su partido, el Frente Renovador, ya está en condiciones legales de participar de la vida electoral. El próximo fin de semana podría anunciar, por fin, si él será –o no– candidato. Si es que hay primarias…, desliza un enigma antes de entrar en su propio enigma. Scioli está pendiente de Massa. Su candidatura es la única alternativa que no podría dejar indiferente al gobernador. El aliado confeso de Scioli, Francisco de Narváez, baila también al ritmo de Massa. El gobierno nacional tiene derecho a cierta indiferencia. Está perdiendo frente a todos ellos. La derrota más digna sería, según las últimas mediciones, la del ministro del Interior, Florencio Randazzo, si fuera candidato. Randazzo se resiste. Quiere quedarse donde está. Cuenta con el apoyo de un viejo rival, el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. Éste lo quiere a Randazzo en el Ministerio del Interior porque teme que él podría reemplazarlo. El Gobierno vive ese instante cruel en el que nadie quiere ascender. O lo que es peor: todos preferirían volver a casa antes de soportar un ascenso. Sólo Massa podría correr en apoyo del cristinismo si lanzara una “lista muleto”, con el nombre de su esposa. Esos votos drenarían del caudal de De Narváez. El voto opositor se dividiría. El problema sería de Massa: ¿cómo explicaría luego que él es una alternativa distinta del cristinismo? Al final parece tener razón Mauricio Macri, cuando dice que todo el peronismo termina jugando, de una manera u otra, en la interna del kirchnerismo. Su reconciliación con De Narváez duró lo que duró el susto de éste por una eventual candidatura de Massa. El desplante de De Narváez, cuando hizo fracasar la primera reunión con el macrismo asegurando que sólo él tiene apoderados en la provincia de Buenos Aires, sabe a pretexto. Una alianza que ya sufrió antes traiciones y abandonos no podría quedar nunca en manos de apoderados de un solo socio. Pero, ¿qué argumento es ése? ¿El número burocrático de apoderados de una coalición podría ser más importante que la vocación política para un acuerdo? De Narváez recibió información nueva: Massa no se presentaría y, además, no habría internas abiertas y obligatorias en agosto. De paso, tanto él como Scioli intentaría cerrarle las puertas de Buenos Aires a Macri. A Macri lo espolearon a la negociación los movimientos en el mosaico capitalino no peronista. Siempre se dijo que Elisa Carrió era un elemento disolvente de la unidad opositora. La acusación resultó injusta. Su espacio, que comparte con Pino Solanas, fue el primero en firmar un acuerdo para disputar las internas de agosto con otras fuerzas políticas. Un papel preponderante jugó también la figura consensual del radical Ricardo Gil Lavedra. Tienen una ventaja: no son peronistas y ninguno está pendiente de los misterios y secretos del cristinismo. Macri ha retirado la condición de

que Roberto Lavagna apoye su candidatura presidencial para 2015. Asegura, más bien, que esta no existió nunca y que él cree en los beneficios de dos presidenciables peleando juntos las próximas elecciones. La diferencia se achica: ahora sólo queda saber en nombre de qué cosa sería Lavagna un aliado de Macri. ¿Un extrapartidario dentro de una alianza con Pro o con otro nombre? Eso es lo que pide Macri. ¿Un frente electoral que incluya alguna sigla del peronismo? Es lo que reclama Lavagna. La discordia parece menor, pero podría ser determinante. La solución está en manos de Roberto, oyeron decir a Macri. Macri no quiere volver a meterse en la lógica de Scioli, Massa y De Narváez. Es una lógica que está pendiente del kirchnerismo, nuevo o viejo, explicó. Si hay primarias… Esa frase intrigante de Massa, que pone en duda las elecciones de agosto y los próximos plazos electorales, no es sólo de él. Recorre otros espacios peronistas y los despachos de algunos jueces. Sólo el arcoiris no peronista avanza como si ese riesgo no existiera. ¿Existe? Es demasiado raro que el Gobierno no haya elegido ni siquiera su candidato a senador por la Capital. El cristinismo no necesita negociar con nadie en la Capital y tampoco le sobran candidatos. Tiene uno solo: Daniel Filmus, actual senador. Es el único candidato que podría abroquelar los votos kirchnerista o filokirchnerista. No son muchos, pero es lo que hay. El Gobierno está en mora política, electoral y judicial. Los tiempos electorales enferman de ansiedad a jueces y políticos opositores, menos al Gobierno. Una versión insistente de las últimas horas indicaba que un sector del oficialismo trabajaba en la cancelación de las primarias abiertas y obligatorias de agosto. La Presidenta elogió ese sistema electoral dos veces en los últimos meses, el 1º de marzo, ante la Asamblea Legislativa, y el 25 de mayo, cuando celebró la década crispada, y lo inscribió entre sus grandes hazañas políticas. Tendría un argumento ahora: podría atribuir su decisión a la conspiración supuesta de un Poder Judicial que no le permitirá hacer lo que ella quiere. Un culpable para cubrir una necesidad. Las primarias de agosto podrían descubrir las debilidades del cristinismo. El porcentaje nacional de votos, por ejemplo. Po-

La confianza y la previsibilidad del sistema electoral son, quizá, las únicas conquistas perdurables en 30 años de democracia en el país drían señalar también, claramente, a los candidatos opositores más populares. La sociedad antikirchnerista iría detrás de ellos. O podrían mostrar una leve ventaja del oficialismo sobre algunos de ellos. Suficiente para que el electorado opositor acuda en octubre en ayuda de esos candidatos. El conflicto existía desde mucho antes, pero ahora el Gobierno tiene la posibilidad de culpar a la Justicia. Es cierto que en las próximas horas habrá una sentencia sobre el fondo de la cuestión de la elección popular de consejeros de la Magistratura. Hasta ahora hay sólo cautelares que suspendieron esa elección, pero la jueza electoral María Servini de Cubría prepara un fallo sobre el fondo del problema. ¿Dictaminará la constitucionalidad o la inconstitucionalidad de esa reforma? La jueza volverá hoy de un breve viaje. Su sentencia se conocería entre el lunes y el martes. La confianza y la previsibilidad del sistema electoral son, quizá, las únicas conquistas perdurables en 30 años de democracia. Pero los argentinos no saben ahora qué votarán dentro de dos meses, si hay elecciones dentro de dos meses. Por eso, el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, aseguró que la cuestión será tratada “inmediatamente” por el tribunal. Cuando le llegue. El Gobierno no quiere que la elección de consejeros caiga en manos de la Corte. ¿Qué quiere entonces? ¿Desconocer la decisión de los jueces que ya resolvieron? ¿Suspender las elecciones primarias? Tener al país en vilo. Es la única certeza de un gobierno que depende del humor con el que amanece una sola persona. ß