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70 AÑOS DE PERONISMO EN LA UNIVERSIDAD
Ministerio de
Educación
tenemos patria
70 AÑOS DE PERONISMO EN LA UNIVERSIDAD
LA UNIVERSIDAD Y LAS MAYORÍAS El 70º aniversario del 17 de octubre de 1945 es una nueva oportunidad para recordar una fecha que cambió de forma definitiva la fisonomía del país. Una transformación que se dio en el plano de lo político, lo económico, lo social, lo cultural y, por supuesto porque habita en el interior de todas esas cuestiones-, lo educativo. Porque a pesar de que durante décadas cierta zona de la historiografía argentina intentó recubrir la relación entre el peronismo y la educación superior con un manto de contradicciones, conflictos o lisas y llanas omisiones, aquella jornada histórica fue también un punto de inflexión para la universidad argentina tal como la conocemos hoy en día. Aunque no lo supieran, aunque se hallara en el fondo de una muy larga serie de demandas y esperanzas urgentes, aquellas populosas columnas de trabajadores y trabajadoras que ingresaron a la Plaza de Mayo hace exactamente siete décadas también estaban dándole forma -y contenido- a la universidad argentina actual.
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Y es que apenas cuatro años después de esa jornada memorable, el ahora presidente Juan Domingo Perón rubricaría con su firma uno de los hitos más trascendentales de la historia de la universidad argentina, junto a la reforma de 1918. El 22 de noviembre de 1949, Perón sancionó el decreto 29.337 que determinó la suspensión del cobro de aranceles en las universidades nacionales. La gratuidad universitaria, que con fundamento hoy se vive como un derecho inalienable de los argentinos, tuvo su origen en esa fundamental decisión política del conductor del peronismo. El hombre encumbrado por millones de trabajadores aquel 17 de octubre, les abría ahora a esos mismos trabajadores
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las puertas de una universidad que hasta entonces permanecía reservada a una elite. “El engrandecimiento y auténtico progreso de un pueblo -aseguraba el decreto- estriba en gran parte en el grado de cultura que alcance cada uno de los miembros que lo componen”. Para luego agregar que “una forma racional de propender al alcance de los fines expresados es el establecimiento de la enseñanza universitaria gratuita para todos los jóvenes que anhelen instruirse para el bien del país”. Esto, desde ya, no se trató de una medida aislada. Durante los dos primeros gobiernos peronistas se creó también la Universidad Obrera Nacional, se expandieron como nunca antes las escuelas técnicas, se reemplazó el viejo Ministerio de Justicia e Instrucción Pública por el de Educación, otorgándole a esta cartera la debida jerarquía dentro del Estado. Además, se normalizó la carrera docente a través de la formulación de un estatuto en el año 1954. Como consecuencia de todas estas medidas se registró un fenomenal aumento de la matrícula universitaria que pasó de 40.284 alumnos en 1945 a 138.871 en 1955. Marginado de la historiografía oficial, el decreto 29.337
permaneció en el olvido durante largas décadas. Sin embargo, en 2007, esa omisión se saldó cuando el Congreso Nacional declaró al 22 de noviembre como el “Día Nacional de la Gratuidad Universitaria”. La recuperación de ese hito fundamental por parte del kirchnerismo no es casualidad. Luego de que décadas de vaivenes políticos, económicos e institucionales dejaran en grave peligro a la educación pública, el gobierno de Néstor Kirchner, primero, y el de Cristina Fernández de Kirchner, después, recuperaron esa visión popular y democrática de la educación que caracterizó al gobierno de Juan Domingo Perón. Se aumentaron, desde el primer minuto, los recursos destinados a las universidades; se elaboró un extenso sistema de becas con el objetivo de garantizar que la universidad estuviera efectivamente abierta a todos los habitantes de la República Argentina; se crearon 16 nuevas universidades que permitieron expandir y federalizar la educación superior y hoy cada provincia cuenta con al menos una casa de altos estudios; se diseñaron programas como la Asignación Universal por Hijo, el plan
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PROG.R.ES.AR y el Plan Fines que permitieron que muchos argentinos pudieran volver a la escuela y que la enseñanza media se conecte con una educación superior articulada con el empleo y las necesidades de desarrollo productivo del país. La creación en 2011 de la Subsecretaría de Gestión y Coordinación de Políticas Universitarias fue un escalón más en el intento por fortalecer y ampliar la educación superior. El objetivo fue claro desde un primer momento: la Universidad debía transformarse en un espacio “para todos”, su recuperación debía darse en el marco de un proyecto de desarrollo con inclusión social. No hay “auténtico progreso de un pueblo”, como decía el d e c re t o d e P e r ó n , s i n i n c l u s i ó n educativa. Esa certeza estaba presente en los años cuarenta y lo vuelve a estar hoy. Unos pocos números alcanzan para ver la profundidad de las políticas llevadas adelante a partir de 2003: en estos años, la población universitaria creció un 28% y la población con estudios superiores completos aumentó un 54%. Más jóvenes de nuestro país
pueden ejercer hoy el derecho a la educación universitaria. De lo que se trata, en definitiva, es de recuperar esa impronta que supo promover Juan Domingo Perón durante su presidencia: incluir a sectores antes marginados del capital cultural más elevado de nuestro país y convertir, en consonancia, a la universidad en un derecho social y no un privilegio. No es arriesgado decir que hubiese sido difícil alcanzar esos objetivos si hace setenta años el pueblo no hubiese marchado a la histórica Plaza de Mayo exigiendo sus derechos, reconociendo un liderazgo y transformando de manera absoluta el paisaje político, económico, social, cultural y, otra vez, educativo de la República Argentina. Esa universidad que hoy conocemos, democrática, libre, gratuita y de calidad, también tiene su génesis el 17 de octubre de 1945. Lic. Laura V. Alonso Subsecretaria de Gestión y Coordinación de Políticas Universitarias. Ministerio de Educación.
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EDUCACIÓN Y PERONISMO: POLÍTICA DE ESTADO
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Somos protagonistas de un cambio de época. De aquella Argentina sumida en el infierno de la desesperanza, del caos social, de la ruina económica, de la impunidad, de la bancarrota cultural, de las identidades destruidas, queda la memoria insobornable, el testimonio histórico, y las postales dramáticas de un momento al mismo tiempo próximo y lejano. Lo que inauguró aquel mayo de 2003 fue leído, no pocas veces, con la m a rc a d e l o exc e p c i o n a l , d e l o imprevisible. En algunos, esa lectura permitía el ejercicio de la indagación, un modo de acercarse a esa “anomalía” sin el riesgo de las adscripciones tempranas. En otros, era un modo sutil de desconocer las fuerzas de la historia profunda (a veces ocultas o subterráneas), las herencias y los legados nacional-populares que nunca dejaron de estar abrigados en el corazón del pueblo y que venían a (re)encontrarse en una Patria común. En todo caso, estábamos frente a un momento de ruptura, un punto de inflexión que desplazaría las fuerzas inerciales para hacer surgir un país desde las entrañas de un dolor que parecía que iba a eternizarse en lo más recóndito de una sociedad abatida que, sin embargo, no estaba vencida. El peronismo volvía a producir —con un espesor histórico semejante al de aquellas jornadas de octubre de 1945— un quiebre en la vida política, social, cultural y económica del país. Al centro de la escena retornaban las voces y los cuerpos de los olvidados de la historia: l o s t ra b a j a d o re s y l a s m ayo r í a s populares. Es desde esta perspectiva que, a setenta años de aquella bisagra en la historia argentina, nos atrevemos aquí con una reflexión que pretende retomar la relación, fecunda y siempre
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duplicó y la universitaria se triplicó en aquellos años. Por otro lado, y como nunca antes, se promovió una clara orientación hacia la enseñanza técnica: con la creación de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional (CNAOP), dependiente del Ministerio de Trabajo, destinada a sectores hasta entonces excluidos; y de la Universidad Obrera Nacional (UON), dedicada a la formación de obreros calificados; se dio un fuerte impulso a las escuelas técnicas. Un nuevo paradigma orientado a la producción estaba en marcha. La perspectiva histórica hace evidente que hubo, desde entonces, un proyecto nacional, popular y democrático que venía a cuestionar no formalmente a los grupos de poder económico tradicionales ligados al sector agroexportador o al capital extranjero.
desafiante, entre educación y peronismo. Las transformaciones que motorizó esta fuerza política alcanzaron todos los aspectos de la vida institucional, y cristalizó en la Constitución de 1949, un documento fundamental al que será interesante volver en otros textos y otras re fl ex i o n e s . N o s i m p o r t a , a h o ra , detenernos en las que atañen a la educación. Estrategias de transformación Las estrategias de cambio implicaron modificaciones en aspectos clave del sistema. La expansión de la matrícula no fue uno menor, y se reflejó de inmediato en altísimas tasas de crecimiento de la población estudiantil. Los más importantes se aprecian en la educación media y superior, puesto que para 1945 las tres cuartas partes de la población en edad escolar asistían a la escuela primaria. Tal como se ha encargado de marcar con precisión Tedesco (La educación en Argentina (1930-1955); 1980), la matrícula secundaria se
La proyección posible de una fuerza política y social que se arraigaba en las grandes mayorías populares, fue la que alertó a los “dueños” de la Argentina y produjo, claro, un fuerte rechazo en las instituciones políticas y culturales que se beneficiaban del país liberal que había surgido abrigado por las figuras presidenciales de Rivadavia, Mitre, Roca o Justo. La universidad argentina, tal como lo ha señalado con prosa precisa Recalde (Universidad y Peronismo, hacia una superación histórica de la Reforma; 2007) actuaba como una auténtica palanca de ingreso de las ideas y teorías liberales favorables al c a p i t a l ex t ra n j e ro y, d e m a n e ra inseparable, como una eficaz productora de funcionarios para hacer girar el engranaje de producción y reproducción del esquema neocolonial dependiente y pastoril argentino. Los ecos difusos del reformismo (1918) apenas si se hacían lugar en las seis universidades argentinas existentes en 1946, un sistema pequeño y disperso que no podía sino estar desconectado del país “real y profundo”. ¿Cómo hubiera podido, entonces, ser sensible al latido del pueblo? ¿Cómo podía sentir
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como propios sus intereses, sus búsquedas, sus sueños, sus anhelos? El peronismo se propuso, por ello, estrechar su vínculo, salvar la brecha, sin claudicar en su empeño por expandir los horizontes de la universidad argentina, hacia adentro y hacia afuera. Solo así se entiende la potencia de un legado que llega hasta nuestros días. Por una parte, de la mano de las tres leyes universitarias que hacen del peronismo el gobierno democrático que mayor cantidad de leyes de educación superior sancionó en la historia del país: 13031/47, 14297/54 y 20654/74. A propósito de ello, resulta por lo menos llamativo que, justamente al movimiento políticosocial de nuestra historia que más aportó a las transformaciones institucionales, se le acuse más o menos sistemáticamente de anti republicanismo. Cosas vederes, Sancho. El legado de una época a otra Ve a m o s , e s q u e m á t i c a m e n t e , l a s cuestiones principales que se abordaron en aquella primera década: la gratuidad; los primeros pasos en la articulación obrero-estudiantil; carreras prioritarias para la industrialización; un enorme incremento presupuestario; la creación del Ministerio de Educación; el fomento del latinoamericanismo y el antiimperialismo de la juventud; y varios proyectos de universidades y carreras. Si quisiéramos decirlo en una sola oración, podríamos escoger la siguiente: con el peronismo aparece la noción de “derecho social a la educación superior” y de “cultura de la industrialización y el pleno empleo” como fines culturales y políticos estratégicos nacionales. Cualquier semejanza con la situación actual, no es mera coincidencia. La articulación universidad y sociedad fue una preocupación que está en el ADN de este proyecto político. ¿La formulación de autonomía responsable, por caso, no tiene que ver, acaso, con este desafío? En aquel entonces con la promoción de los Centros Piloto de Investigación Aplicada (CEPIA), el Centro de Estudio
del Trabajo o los programas de los consultorios barriales, la fabricación de medicamentos, de alfabetización o de vivienda social. Hoy, con un acuerdo histórico como el que contiene el documento del Consejo Interuniversitario Nacional publicado en el 2015, “Las universidades públicas propiciamos una política de Estado en Educación Superior”. Y una política e d u c a t i va q u e , d e c o n j u n t o, h a producido una verdadera revolución cultural. Entonces y ahora, el propósito es fortalecer el camino hacia la emancipación política, económica, social y cultural. La nueva universidad argentina se proyecta hacia el futuro con ese objetivo recogiendo aquel legado. Ing. Jorge Calzoni Rector de la Universidad Nacional de Avellaneda y presidente del CIN
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EDUCACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA PARA EL DESARROLLO NACIONAL CON JUSTICIA SOCIAL Al cumplirse los 70 años del 17 de octubre de 1945, los universitarios sabemos que ese día el pueblo salió a la calle en defensa de un proyecto del cual ya tenía conciencia. Porque ya sabía que tenía derechos y que no estaba dispuesto a que se los conculcaran. Era el subsuelo de la patria sublevado como nos enseñó Scalabrini Ortiz. E n e s e m o m e n t o , e r a n f u n d a m e n t a l m e n te l o s d e re c h o s laborales los que debían defender, derechos de justicia como son los derechos sociales y que constituyen la esencia del justicialismo. En defensa de quien interpretó lo que ahora se denomina “la edad de los derechos”, al decir del filósofo Norberto Bobbio, el pueblo salió a rescatar a su líder, el Gral. Juan Domingo Perón. En su primera presidencia, Perón ya se ocupó de equiparar los derechos de acceso a la educación y al desarrollo científico para que todo el pueblo pudiera colaborar con las tres banderas del justicialismo: la independencia económica, la soberanía política y la justicia social.
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Marechal nos decía: “Muchachos, el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragios. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo
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que parece muerto en el olvido, bueno sería entonces buscar esas botellas y refrescar esas memorias”. En este aniversario queremos recoger esas botellas que tiraron al mar a través del golpe de estado de 1955 así como en 1976 pretendiendo erradicar para siempre al peronismo. “Los muchachos y muchachas universitarias” como parte del pueblo, deben traer a la memoria los planteos y las decisiones políticas del proyecto nacional que se puso en marcha un 17 de octubre, y que se volvió a retomar en el 2003 y continúa hasta hoy. Es significativo, por ejemplo, que se haya ocultado durante muchos años, que fue el 22 de noviembre de 1949 cuando el pueblo conquistó la posibilidad de realizar los estudios superiores en forma gratuita a través del Decreto 29.337 cuando Perón suprime por primera vez todos los aranceles universitarios. También se ocultó que fue Perón el que fundó el actual CONICET el 17 de mayo de 1951 por el Decreto 9695 que denominó Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas
(CONITYC) y que sería presidido por el m i s m o P re s i d e n t e d e l a N a c i ó n convocando a los mejores científicos y colaborando con la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas ya creado en 1950. También Perón creó la Comisión Nacional de Energía Atómica que se encargaría del Plan Huemul y el Instituto de Rayos Cósmicos. La dictadura de Aramburu se encargó de desmantelarlo y derogar la Constitución de 1949 donde se garantizaban los derechos sociales y volver casi un siglo atrás a la Constitución de 1853. Cuando crea la Universidad Obrera, Perón explica que “Ni la inteligencia ni el saber pueden estar reservados a una sola clase social: el saber, la inteligencia y el cultivo de la cultura del hombre deben estar al alcance de todos. Dios ha puesto en cada uno de nosotros un grado natural de inteligencia y en nuestras manos debe poner el estado la posibilidad de cultivarla, para que esté al alcance de los más modestos como de los más poderosos”. La política universitaria durante el gobierno de Perón también se tergiversó. Para él, la universidad del
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porvenir “no será ya una fábrica al por mayor de títulos facultativos, sino un verdadero centro de investigación científica y de altos estudios”. Quienes denostaron la política universitaria del gobierno peronista sostienen que eran censurados. Por el contrario, Perón sostenía: “No queremos una cultura oficial ni dirigida, no queremos moldes uniformes a los que deben sujetarse nuestros intelectuales, artistas y científicos; no queremos hombres adocenados y obsecuentes a una voz de mando. Queremos una universidad señera y señora, una U n i ve r s i d a d l i b re d e t u te l a j e s e interferencias”. Para el gobierno peronista las funciones de las universidades quedan definidas a través del artículo 2º de la Ley 13.031 de 1947 donde se establece sus responsabilidades y sus libertades. Ellas deben y pueden: 1ª. Afirmar y desarrollar una conciencia nacional histórica, orientando hacia esa finalidad la tarea de profesores y alumnos; 2ª. Organizar la investigación científica y preparar para la ulterior dedicación a ella, a los que tengan vocación de i n ve s t i g a d o r e s , c a p a c e s p o r s u aplicación, inventiva, sagacidad y penetración, de hacer progresar las ciencias, las letras y las artes;
los títulos habilitantes con carácter exclusivo; 6ª. Crear un cuerpo docente dedicado exclusivamente a la vida científica y a la enseñanza universitaria, de suerte que cada escuela y cada facultad tengan la obligación de formar sus propios profesores e investigadores especializados; 7ª. Ofrecer una educación informativa y formativa, disciplinando el esfuerzo autodidáctico, el espíritu indagativo y las cualidades que habilitan para actuar con idoneidad, patriotismo y dignidad moral, en la profesión y en la vida pública y privada; 8ª. Correlacionar las formas del saber propendiendo a la cultura general de la juventud como base o complemento de la especial o técnica; 9ª. Propiciar y establecer la enseñanza práctica y la docencia libre, paralela a los cursos regulares, la que podrá extenderse a disciplinas no previstas en los planes de estudio. Estos cursos comprenderán además de las asignaturas obligatorias otras optativas o libres; 1 0 ª . E st a b l e ce r u n a p e r m a n e n te vinculación entre ellas y con otras instituciones culturales argentinas y extranjeras;
4ª. Estimar el estudio y desarrollo de la ciencia aplicada y las creaciones técnicas, adaptándolas a las necesidades regionales;
11ª. Elaborar, conforme a las exigencias científicas y sociales, los planes de estudio de las respectivas facultades, escuelas y cursos especiales, en lo universitario y en los de especialización, procurando que exista la mayor unidad y coordinación entre los planes de estudio similares, sin perjuicio de la d i ve r s i fi c a c i ó n i m p u e st a p o r l a s características regionales;
5ª. Preparar para el ejercicio de las profesiones liberales, de acuerdo con las necesidades de la Nación, los adelantos técnicos mundiales y las transformaciones sociales, otorgando
12ª. Crear y sostener institutos de investigación, cursos de perfeccionamiento o de especialización, para profundizar el estudio o aprovechamiento de las
3ª. Acumular, elaborar y difundir el saber y toda forma de cultura, en especial la de carácter autóctono para la conformación espiritual del pueblo;
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riquezas de la zona del país donde tuviera su centro de acción cada universidad; 13ª. Reunir antecedentes y proponer soluciones para los diversos problemas económico sociales de la Nación; 14ª. Divulgar las investigaciones científicas, fueren o no sus autores profesores universitarios y aunque no hubieran sido realizadas en instituciones oficiales; 15ª. Fomentar el desarrollo de publicaciones y actividades dedicadas al examen de cuestiones científicas, sociales, jurídicas, económicas y artísticas en general. La política universitaria definida en esta Ley de 1947 tiene aún vigencia para quienes creemos que la autonomía se refiere al gobierno de la universidad, a la libertad de cátedra y a la autarquía financiera. Pero a su vez implica mayor responsabilidad pública de las universidades para con el pueblo que la financia, así como para responder a las necesidades y problemas nacionales que deben orientar sus funciones a c a d é m i c a s , d e i n ve s t i g a c i ó n y cooperación.
Lejos de ser autónomas de la sociedad a la que pertenecemos, las universidades públicas deben abocarse a contribuir al desarrollo nacional, regional y social, cultural, educativo, científicotecnológico, económico y político formando profesionales y ciudadanos con conciencia nacional. Por eso, conscientes que nada de lo hecho durante los tres gobiernos peronistas debe caer en el olvido, ni fue fruto de la casualidad sino de decisiones políticas históricas, seguimos defendiendo la continuación de ese Proyecto Nacional, que como sostiene la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, tampoco fue magia sino fruto de otras decisiones políticas, creando nuevas universidades, multiplicando los presupuestos de educación y del desarrollo científico tecnológico para seguir ampliando los derechos de justicia. Como lo hizo el pueblo el 17 de octubre de 1945, estamos seguros que la conciencia jurídica popular seguirá defendiendo los derechos sociales, económicos y culturales para que no vuelvan a conculcarlos retornando al pasado. Dra. Ana Jaramillo Rectora de la Universidad Nacional de Lanús
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LA EDUCACIÓN SUPERIOR Y EL LEGADO DEL PERONISMO La República Argentina es hoy uno de los pocos países en el mundo en donde la matrícula de las universidades públicas supera ampliamente a la matrícula de las universidades privadas. En la actualidad, más del 80% de los estudiantes universitarios cursan sus carreras en instituciones públicas. Al calor de la decisión política de generar nuevas Universidades, cada una de nuestras provincias tiene al menos una Universidad Pública en su territorio. Y en las nuevas Universidades, la población estudiantil está conformada mayoritariamente por estudiantes que son primera generación de universitarios en sus familias. Claramente, estas características tienen que ver con nuestra historia, y con la historia del sistema universitario público. Nuestra Universidad fue parida por la Reforma universitaria argentina de 1918 que, durante el gobierno del Presidente Hipólito Yrigoyen, permitió un proceso de democratización de las Universidades a través del establecimiento de la autonomía, el cogobierno, la extensión, la periodicidad de las cátedras y el acceso a los cargos docentes por concursos públicos; un proceso posteriormente imitado en el continente y en el mundo. Y no se puede soslayar, que esta Universidad fue parida también en 1949, mediante el decreto del Presidente Juan Domingo Perón que estableció la gratuidad de la enseñanza universitaria y que colocó a la Argentina en la vanguardia educativa.
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Ese segundo gran hito de la historia de
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n u e s t ra e d u c a c i ó n s u p e r i o r f u e soslayado sistemáticamente de la historia de nuestras universidades durante muchísimo tiempo y recién ahora lo estamos retomando con fuerza para mostrárselo al resto de la sociedad. No es un hito cualquiera. Porque la universidad argentina posterior a 1918, con su mejora en la democracia interna no generó espacios para eliminar el elitismo hasta que no apareció la gratuidad de la enseñanza. En la década del primer gobierno peronista se comenzaron a romper centurias de paradigmas culturales en educación superior, en particular los que pensaban a las Universidades como formadoras de elites intelectuales y patrimonio de las clases dominantes. Con una mirada plebeya, el gobierno de P e r ó n , a d e m á s d e e st a b l e ce r l a gratuidad de la enseñanza universitaria, creó la Universidad Obrera y aprobó un generoso sistema de becas para estudiantes de las clases más empobrecidas. Este sistema permitió que, por primera vez en el mundo, los hijos de los trabajadores llegaran a la universidad en forma relativamente masiva. Entre 1945 y 1955 la matrícula u n i v e r s i t a r i a a u m e n t ó
aproximadamente un 260 %, pasando de cuarenta mil a ciento cuarenta y tres mil estudiantes haciendo ostensible el beneficio de los sectores populares. A partir de entonces, la educación superior en nuestro país comenzó a co n s i d e ra r s e u n i n st r u m e n to d e inclusión y desarrollo social. Ni las más sangrientas dictaduras ni los gobiernos más antipopulares pudieron derrocar el sistema de educación pública y gratuita, porque fue pensado por todo el pueblo argentino como un derecho adquirido. En estos últimos diez años, el tercer hito del desarrollo de la educación superior argentina se está dando con el proceso de democratización del acceso, la permanencia y el egreso. La creación de universidades a lo largo y ancho del país, muchas de ellas en el conurbano bonaerense, y el otorgamiento de becas y programas destinados a estudiantes, está permitiendo a las clases populares volver a acceder a estudios universitarios. Eso se refleja en el hecho de que en todas las universidades de reciente creación, como mínimo el 75% de sus alumnos son primera generación d e u n i ve r s i t a r i o s e n s u f a m i l i a . Obviamente no es algo menor para nuestras universidades, pero tampoco
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es algo menor en términos estadísticos para todo el país. Sólo en la región del área metropolitana de Buenos Aires, algo más de 2 millones de personas fueron involucradas en este proceso en la última década. Es un hecho que seguramente cambiará la matriz social de este país en muy poco tiempo. Entonces, es necesario trabajar para que nuestros alumnos, sean o no primera generación de universitarios, entiendan cuál es el proyecto político que se comprometió con el acceso igualitario a los estudios superiores, y permitirnos seguir un paso más en la inclusión social que este sistema debe garantizar. Este tercer hito que estamos desarrollando ahora es el que tenemos que sostener y profundizar.
e impulsando a nuestras instituciones como espacios educativos inclusivos y de calidad, con un claro perfil de desarrollo científico y tecnológico innovador y pertinente, comprometidas y transformadoras de sus realidades locales, regionales y con una proyección nacional y latinoamericana. Dr. Mario E. Lozano Rector de la Universidad Nacional de Quilmes
M i e n t ra s l o s p a í s e s c e n t ra l e s y poderosos consideran a la educación co m o u n s e r v i c i o q u e d e b e s e r sustentado y pagado por los habitantes generando así elites de conocimiento, A rg e n t i n a d e s d e m u y te m p ra n o imaginó a la educación como un derecho garantizado por el Estado. Y esto es, quizá, el legado más importante del peronismo en educación superior. Casi 60 años después del establecimiento de la gratuidad de la enseñanza en Argentina, la Conferencia Regional de Educación Superior, organizada por la UNESCO en Cartagena de Indias en 2008, consideró la educación superior como un derecho humano universal e inalienable y una obligación de los Estados por pedido y voto expreso de los países latinoamericanos. Además, en esa declaración se indica que para garantizar ese derecho de los pueblos, la educación superior debe ser inclusiva, de calidad y pertinente. No es otro el proceso socioeducativo en el que estamos involucrados desde nuestro nacimiento. Durante los últimos años, hemos logrado que nuestras universidades sean parte constitutiva de nuestra propia comunidad. Desde allí, entonces, nos proponemos continuar modelando
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EL CONVENIO COLECTIVO DE TRABAJO DE LOS DOCENTES UNIVERSITARIOS A LA LUZ DEL LEGADO PERONISTA: UNA CONQUISTA HISTÓRICA “Hoy, por primera vez en la historia, los docentes universitarios públicos de nuestro país, la República Argentina, tienen Convención Colectiva de Trabajo” CFK - 1/07/2015 El peronismo, ese gran movimiento transformador de nuestra patria que hoy cumple sus primeros 70 años de existencia, produjo las transformaciones sociales, políticas y económicas que cambiaron la historia de un país para pocos en un país para todos y todas, sustentado en los pilares básicos de justicia social, independencia económica y soberanía política. Las políticas del peronismo hacia la universidad, contrariamente a una visión liberal ampliamente extendida, produjeron una revolución silenciosa -o silenciada- que vinieron a concretar y en muchos casos superar los planteos de la Re fo r m a u n i ve r s i t a r i a d e l ’ 1 8 : l a democratización, la autonomía, el cogobierno.
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En la visión de Perón, la universidad
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de la Universidad Obrera. Ya en los ’70, la articulación obrero-estudiantil y la sanción de la Ley Taiana representan los intentos concretos de consolidar y profundizar el perfil de la universidad impulsada por el peronismo, con fuerte rol social, democrático y popular, como consecuencia también de la politización de la juventud en general, comprometida con una transformación de fondo de la sociedad. Como todos sabemos, la dictadura cívico-militar instaurada a partir del 24 de marzo de 1976 vino a truncar éste y tantos otros proyectos, junto con la vida de 30 mil compañeros detenidosdesaparecidos. Ya en democracia a partir del año 1983, fueron más los desencuentros que los encuentros entre la universidad y el campo popular, principalmente durante la década del ’90, que bajo la lógica de la mercantilización, pretendió borrar esta larga tradición de universidad pública. debía constituirse en una herramienta fundamental para la construcción del país justo e igualitario con el que soñaban los trabajadores. Concretamente, debemos al peronismo la gratuidad de los estudios superiores, bandera hoy irrenunciable no sólo para los universitarios, sino para el pueblo en su conjunto, y que hace de nuestra universidad pública y gratuita, un ejemplo excepcional para el resto de los países de América Latina y del mundo. L e d e b e m o s , t a m b i é n , e l ra n g o constitucional de la autonomía u n i ve r s i t a r i a , c o n s a g r a d o e n l a Constitución del ’49, cuyo sentido algunos sectores tergiversan, entendiéndola como una autonomía carente de conexión con las necesidades del pueblo, más atenta a las demandas del mercado. El peronismo es también, el artífice de la idea de pensar a la universidad vinculada a las necesidades que impone el proceso de transformación social, a través del establecimiento de carreras prioritarias para el desarrollo nacional y la creación
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Los ’90 fueron también los años del declive del movimiento sindical, que acompasado por los rápidos y profundos cambios en la estructura productiva, con su consecuente reflejo en la fisonomía y dinámica del mercado de trabajo, vio erosionarse los pilares sobre los que se había asentado su poderío a partir de mediados de siglo. Tras el pico de la crisis orgánica que atravesó el país en los años 2001/2002, la recomposición social, política y económica que significó la llegada al poder de Néstor Kirchner, continuada y profundizada en los gobiernos de C r i st i n a Fe r n á n d ez , p o s i b i l i t ó l a reinstalación del conflicto sindical como expresión clave de los trabajadores, desplazando así a la protesta social que había tomado su lugar durante los años ’90 y permitiendo la revitalización de los indicadores clásicos de poder sindical: el nivel de afiliación, la negociación colectiva y la conflictividad. El espacio universitario, aún con sus lógicas y tiempos de funcionamiento propios, no fue ajeno a estas tendencias. Numerosas transformaciones se han producido en el sistema universitario
nacional en los últimos años, como consecuencia no sólo de un proceso generalizado de recuperación económica, sino particularmente, por una activa política estatal de inversión e n e l s e c t o r. L a s a l i d a d e l a convertibilidad y la emergencia de un nuevo ciclo político a partir de la llegada al poder de Néstor Kirchner en 2003 implicaron la consolidación de nuevas orientaciones en políticas de educación superior, las cuales, aún con matices y grandes dificultades, ampliaron y fortalecieron el sistema, bajo el principio rector del derecho a la universidad, que recoge entre sus antecedentes la ya mencionada gratuidad de los estudios superiores efectuada por el peronismo y la idea de inclusión, que en su momento el propio Perón expresaba en estos términos: “la universidad se llenó de hijos de obreros, donde antes estaba admitido solamente el oligarca”. La creación de nuevas universidades, la ampliación del presupuesto, las obras de infraestructura, la recomposición salarial, las políticas de becas, la ampliación de programas de extensión y vinculación, son algunas de las políticas que contribuyeron a recuperar
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el sistema universitario. Sin embargo, los trabajadores docentes teníamos aún una deuda pendiente: el Convenio Colectivo de Trabajo. Ni más, ni menos. Un Convenio Colectivo de Trabajo es un contrato entre los sindicatos de un determinado sector de actividad y el empleador, que regula las condiciones de trabajo y establece reglas sobre la relación entre los sindicatos y la parte empleadora. Las regulaciones contenidas en el CCT son de aplicación obligatoria para todos los trabajadores del sector, estén o no afiliados a los gremios respectivos, y tienen un impacto significativo en la organización del trabajo y en la calidad del empleo. Hoy, el proyecto de CCT elaborado por CONADU -Federación Nacional de Docentes Universitarios - y discutido y mejorado en el marco de las negociaciones paritarias, es una realidad. El CCT se consiguió con mucho trabajo, con la lucha, organización y capacidad de propuesta de la CONADU durante más de 20 años. Pero no hubiera sido posible sin un proceso político de avance popular y ampliación de los derechos de los trabajadores como el que vivimos hoy en Argentina de la mano de Néstor y Cristina, tras la larga noche neoliberal. Pero quienes militamos en el campo gremial sabemos desde siempre que el debate sobre las condiciones de trabajo es un tema eminentemente político. Más a ú n e n e l c a s o d e l o s d o ce n te s universitarios, en tanto las condiciones de enseñanza se vinculan directamente con el modelo de universidad y, en muchos casos, son una llave para la participación política en el cogobierno. De allí la trascendencia de haber logrado por primera vez un Convenio Colectivo para uno de los pocos sectores del trabajo en la Argentina que -tras 30 años de recuperada la democracia y 10 años de paritarias- aún no contaba con un piso mínimo de derechos exigibles. El peronismo inauguró una nueva
identidad política de la clase trabajadora, que hoy como en un círculo virtuoso, el Convenio Colectivo de Trabajo homologado mediante el decreto 1246 firmado por nuestra Presidenta Cristina Fernandez de Kirchner con fecha 1 de julio de 2015 –como en un guiño de la historia, el día del pase a la inmortalidad del General Perón- viene a cristalizar para los docentes universitarios: somos trabajadores y trabajadoras docentes de las universidades nacionales y el Convenio es nuestro instrumento principal no sólo para exigir condiciones de trabajo mínimas, sino fundamentalmente para garantizar condiciones de enseñanza dignas para todos y todas los que quieran acceder, permanecer y egresar de la universidad, y para construir entre todos, más y mejor universidad pública para el pueblo. En estos términos, la comprensión de la magnitud de las transformaciones pendientes, -siempre se puede ir un poco más allá de todo lo que ya se hizo-, impone la tarea de concebir y apostar a un nuevo modelo de universidad, que actualizando el desafío de los reformistas del ’18 y el legado de los gobiernos de Perón, de Néstor y Cristina, se asuma democrático y popular, y que, batallando a contramano de las tendencias globales, no puede ser sino Latinoamericano, y no puede menos que convocar a todos los actores comprometidos con la idea de que la universidad debe contribuir a la d e m o c rat i z a c i ó n e d u c at i va , a l a construcción de los saberes necesarios para desarrollar las capacidades colectivas que permitan mejorar la vida de nuestro pueblo, y a acompañar un proceso de emancipación que nos haga, dentro y fuera de la universidad, más libres y más iguales. Lic. Federico Montero Mesa Ejecutiva CONADU
Lic. Belén Sotelo Coordinadora IEC CONADU
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EL PERONISMO Y LAS DEFINICIONES ¿Por qué razón, a más de 40 años de su muerte, Juan Domingo Perón sigue tan presente en la memoria de los argentinos, en los debates políticos, en el imaginario popular? ¿Cuáles son los factores que permiten que el fantasma de un hombre nacido en el siglo XIX y muerto en el tercer cuarto del siglo XX todavía recorra nuestro país? ¿Estamos anclados en un nudo histórico o la figura de Perón extiende su sombra por sus propias virtudes? ¿Qué fenómenos políticos, ideológicos, aspiracionales, qué Argentina, qué relaciones sociales, qué correlación de fuerzas interpretó ese general de sonrisa gardeliana que por más de treinta años influyó como nadie en los aconteceres del poder en este surísimo lugar del planeta?
1945-2015
El gran error que cometemos muchos a la hora de analizar el suceder histórico que significa el peronismo en nuestra h i sto r i a e s e l p ro ce s o d o b l e d e categorización y totalización al que lo sometemos para que no nos genere angustia política. Y si hay algo que mantiene vivo al peronismo es esa posibilidad de angustia que genera, de contradicción, de inasibilidad. El peronismo, aun en sus presencias de menor densidad, está en diálogo temporal permanente con la sociedad. De su elaboración estratégica constante extrae su fuerza transformadora. Creemos que el peronismo es algo inamovible, dogmático, y no un suceder; y que no tiene hendijas, contradicciones, grietas, espacios negros, zonas oscuras. Mientras para sus detractores el peronismo, al ser Todo –múltiples opciones– resulta siendo Nada, sus partidarios intentan encorsetarlo en una definición ideológica exageradamente limitada que no explica el proceso general de sus setenta años. La máxima prescriptiva de
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“el peronismo será revolucionario o no será nada” es una construcción volitiva –política– pero no una categoría analítica. Lo mismo ocurre con la reducción al corpus doctrinario y las tres banderas.
peronismo no hubiera tenido la potencia transformadora y subversiva que finalmente resultó para los sectores dominantes de la Argentina.
El peronismo “supone”, entonces, diálogo, pensamiento estratégico, apertura, escucha y actualización permanente o, para aquellos que no les tienen miedo a las ideas y a las palabras, pequeñas traiciones permanentes.
Como respuesta “nacionalista”, es decir, como una apelación a una instancia comunitaria por encima del individuo y de sectores sociales cerrados, el peronismo “supone” la constitución de un “pacto social” permanente y que atraviese las diferentes instancias históricas.
A mediados del siglo XX, el peronismo, nacido del seno de la disputada revolución del 4 de junio de 1943, surgió
Siempre resultan interesantes los análisis políticos sobre la cantidad de peronismos que incuba el peronismo.
como respuesta no liberal a la crisis y decadencia de las democracias liberales europeas que hacían agua en el Viejo Continente. Recuperando elementos de las experiencias nacionalistas de las primeras décadas y munido del cuerpo de la Doctrina Social de la Iglesia, resultó preñado y transformado –plebeyizado– por el encuentro entre Perón, el Movimiento Obrero Organizado, pero también en el abandono que hicieron del convite los sectores dirigentes de la industria. Sin esa combustión, el
D o s , t re s , c u a t ro , c i n c o , t a n t a s p o s i b i l i d a d e s co m o d e fi n i c i o n e s ideológicas puedan encontrarse. Y la clave está en comprenderlo como un suceder, pero en el que el pactismo reconoce diferentes correlaciones de fuerza. No es lo mismo la situación en 1946 con la economía de posguerra, que a principios del ’50, ni en 1973, 1989, 2003 o en la actualidad. ¿Cómo se mide la correlación de fuerzas? Difícil saberlo sin medirlo en la realidad empírica, pero puede servir como categoría analítica
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p o s t e r i o r. ¿ C o n q u i é n p a c t a e l peronismo? Sencillo: como fuerza política independiente de los sectores dominantes de la economía, utiliza como palanca de negociación la l e g i t i m i d a d e l e c to ra l p ro p i a , l a s herramientas del movimiento obrero, el aparato bonaerense, para forzar un compromiso redistributivo de los distintos sectores económicos. Esta estrategia es clarísima en los discursos de Perón en los años cuarenta y en la forma en que operó en los años sesenta y setenta para forzar la posibilidad de retorno.
representado por los 18 años de prescripción más los siete años de dictadura militar, no constituye un movimiento revolucionario o contracultural en términos de pragmática. Se trata fundamentalmente de un movimiento político de orden, de un orden alternativo al impuesto por los sectores hegemónicos del modelo agroexportador, pero que no renuncia a sus orígenes en cierto tradicionalismo estatista criollo. En última instancia, hay una ligazón entre algunos aspectos del roquismo del ochenta y el peronismo de los años cuarenta.
¿Debería haber vuelto Perón en los setenta o debería haber muerto en el exilio como anhelan todavía hoy los sectores progresistas y de izquierda cercanos al propio peronismo? Es imposible responder una pregunta contrafáctica, pero es posible que sin e s e re g re s o, l a h i s t o r i a h u b i e ra terminado de borrar por completo el recuerdo de ese viejo líder fallecido en el exilio. Su regreso en 1972 y 1973 dio una nueva existencia –incluso en su sentido trágico y brutal– al peronismo como movimiento histórico.
¿Pero qué ocurre en los setenta con el regreso de Perón? ¿Es el viejo líder un conservador de derecha, como sugieren los sectores progresistas y de izquierda del peronismo? Definitivamente, no. Los meses fervorosos que van de noviembre de 1972 a julio de 1974 deben ser analizados desde la hipótesis del peronismo como movimiento de orden y al propio Perón como garantía –fallida, claro– de normalización del sistema político. La institucionalización que propone Perón no es una unidad nacional boba.
A esta altura es necesario aclarar que el p e ro n i s m o, l e j o s d e l i m a g i n a r i o
Perón fue mucho más coherente que lo que sus detractores –de afuera y de
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desvirtuando esas banderas, ha sufrido 25 años de persecuciones políticas que intentaron hacerlo desaparecer, y ha e st a d o a p e n a s o c h o a ñ o s co m o oposición institucionalizada. Como movimiento político de ¿Liberación? ¿Autoafirmación? nacional ha atravesado distintas etapas históricas, económicas, internacionales y ante cada uno de los desafíos les ha dado respuestas, en algunos casos acertadas, en otros no tanto, como es esperable en cualquier orden de la vida y la política. adentro– aseguran. Y fue mucho más sencillo, también. Si hay algo que podría definirlo es su concepción de nacionalismo popular pactista –no entendido en sentido peyorativo–, con una fuerte impronta reformista y el componente reivindicativo y simbólico aportado por Evita. La construcción del Perón contradictorio, casualmente, está cimentada en los años noventa con los re l a t o s d e l o s i n t e l e c t u a l e s d e l neoliberalismo que necesitaban hacer maleable al General para justificar cualquier tipo de oportunismo estratégico y por los sectores de la izquierda peronista setentista que necesitaban justificar su propio fracaso político, generacional e histórico. El kirchnerismo –basta comparar el proyecto nacional del 1 de mayo de 1974 y el pacto social con algunos puntos del actual modelo económico–, contradictoriamente con lo que dicen muchos de sus militantes, sus cuadros y algunos de sus dirigentes es mucho más coherente con el peronismo clásico y con el Perón de los años setenta que con los deseos imaginarios que la propia tendencia revolucionaria de la juventud peronista proclamaba en los setenta y q u e , o bv i a m e n te , l a s p e r i p e c i a s interpretativas que realizó tanto el menemismo como la izquierda y el progresismo en los años noventa.
Lejos de ser miope –parafraseando a John William Cooke-, el Peronismo como gigante invertebrado ha dialogado siempre con la sociedad y con la etapa histórica que lo atravesaba. Fundamentalmente, porque se trata, el Pensamiento Nacional, de una racionalidad estratégica y no de un ejercicio dogmático. Es necesario comprender al pensamiento nacional como un ideario más que un dogma y, sobre todo, como el despliegue de una pragmática con un alto nivel de táctica y estrategia. No se pagó a los fondos buitre no por una cuestión ideológica sino simplemente por una cuestión pragmática. Y es como corresponde: la conveniencia en política siempre debe estar a la par de las convicciones. Un líder puramente dogmático puede llevar a su pueblo al suicidio colectivo o a la pobreza más absoluta. Un líder absolutamente pragmático se convierte en un oportunista y corre el riesgo de e n c e r ra r s e e n l a j a u l a d e l p u ro
Este 17 de octubre, el Peronismo cumplirá 70 años de vida. Ha gobernado este país atendiendo a sus principios históricos durante 22 años, 12 años
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tacticismo en su propio beneficio y sumir a las mayorías en una febril contradanza acompasada por las contradicciones ideológicas. Convicción y pragmatismo son las dos columnas donde descansa el pensamiento estratégico. La cuestión está en descubrir quién es el sujeto de esa pragmática: ¿La dirigencia de un partido? ¿El Estado? ¿Las mayorías? En gran parte el sujeto lo define la conducción de ese movimiento, en gran parte, un pueblo organizado. A esta altura, me parece necesario evitar las construcciones literarias como "pueblo", que mantienen un fuerte contenido romántico, y tratar de desentrañar de qué maneras se manifiestan las mayorías. No hay una sola forma: la movilización espontánea, la organización política con militantes y cuadros, las encuestas, los votos, la intuición, la escucha en los barrios, la atención al sentido común, los medios de comunicación, entre tantas otras. Quién se arrogue para sí la representación de la "voz del pueblo" está practicando la magia, porque el término "pueblo" incluye la concientización y voluntad política de las mayorías. Hoy no hay "un pueblo", hay diversidad de manifestaciones de las mayorías. No pensar al pueblo como
una unidad también es modernizar el pensamiento nacional y popular. El gran sujeto, entonces, son las mayorías, en términos así de difusos, pero que incluyen a los sectores del trabajo, a los excluidos, a las clases medias con vo c a c i ó n c o l e c t i va ( ¿ n a c i o n a l ? ) (variación libre sobre el complejo Frente-Ser Nacional de CookeHernández Arregui). Unas mayorías invertebradas poseen desventaja en la acción política. Por eso es necesaria la organización o en su defecto el depósito de confianza en un liderazgo determinado. Y quien está más aventajado para medir la correlación de fuerzas para determinada acción táctica o estratégica es siempre quien conduce una organización (o una mayoría) porque cuenta con más y mejor información sobre lo que ocurre y porque ha sido legitimado por esa mayoría. A pesar de su larga trayectoria, el Peronismo no ha podido estructurarse nunca –y habrá que pensar si esta no ha sido una de las características que le ha permitido e s c a p a r l e a u n a b u ro c rat i z a c i ó n necrosante-. Quizás ese sea el principal desafío de los próximos setenta años. Lic. Hernán Brienza Periodista
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