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DE HISTORIOGRAFÍA SOBRE LA VIOLENCIA. Catherine LeGrand. McGill University. JVll PROPÓSITO EN ESTE ENSAYO es presentar a la discusión algunos ...
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COMENTARIO AL ESTUDIO DE HISTORIOGRAFÍA SOBRE LA VIOLENCIA Catherine LeGrand McGill University

JVll PROPÓSITO EN ESTE ENSAYO es presentar a la discusión algunos temas y sugerir posibles direcciones de investigaciones futuras. Al comentar la ponencia del profesor Ortiz deseo señalar varios temas importantes que se encuentran en trabajos recientes sobre la violencia de la década del cincuenta. Aunque la violencia colombiana parecería ser un caso único en la historia latinoamericana, argumentaré que sería útil analizar algunos de sus aspectos comparativamente, esto es, situar a Colombia dentro del contexto más amplio de América Latina. En su presentación, Carlos Ortiz destaca algunos puntos principales. Hace énfasis, en primer lugar, en la multiplicidad de causas y expresiones de la violencia y, en segundo lugar, en la importancia de analizar sus distintas trayectorias regionales. También subraya el problema de cómo conceptualizar al Estado colombiano. El profesor Ortiz sugiere que, a través de estudios concretos sobre los orígenes y evolución de la violencia en varias regiones, podemos llegar a una comprensión nueva sobre la naturaleza del Estado y sobre la constitución del poder en Colombia. En cuarto lugar, las perspectivas analíticas usadas por los investigadores para entender la violencia ha cambiado. Mientras que en la década del setenta muchos investigadores se interesaban por describir las estructuras económicas, políticas y sociales que precipitaron la violencia, en los ochenta los investigadores tendieron a centrar sus miradas sobre actores y grupos sociales, sus percepciones, motivaciones y comportamiento. Hoy existe también un cierto interés en explorar la representación simbólica y política de la violencia. Un quinto tema propuesto por el profesor Ortiz tiene que ver con la sociología del conocimiento ¿Por qué en un determinado momento resulta muv importante el estudio de ciertas materias y no de otras? ¿De qué

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manera lo que estamos viviendo influye en las preguntas que hacemos del pasado y cómo escogemos responder a esas preguntas? Es importante tener en cuenta también la sociología de los intelectuales. ¿Quién llega a ser un intelectual y qué papel desempeñan los intelectuales? En el siglo XX, toda vez que hubo una crisis de violencia en Colombia, el gobierno recurrió al consejo de historiadores y cientistas sociales para interpretar lo que estaba sucediendo y, en cierta medida, para buscar soluciones. Carlos Ortiz describe las comisiones de asesoría gubernamental y los informes sobre la violencia publicados en 1962,1987 y 1992 . La forma en que los historiadores conceptualizan la violencia es, por lo tanto, una forma de representación que tiene un efecto cierto (aunque, admisiblemente, difícil de definir) en la política gubernamental. Esto da a los historiadores-violentólogos un campo de influencia que va más allá de la universidad. Junto con esta influencia, muchos sienten también la carga de la responsabilidad. "Tenemos que hacer algo antes de que se apague la luz", fue el comentario que se escuchó repetidamente en los foros por la paz y por los derechos humanos de finales de los ochenta. Al llegar a Colombia, el extranjero se sorprende ante la convicción local de que a través de la recolección de datos sobre la violencia y a través de la interpretación, con base en un análisis detallado del pasado y el presente, los historiadores pueden desempeñar un rol principal en la conformación de percepciones acerca de la realidad actual, así como las alternativas futuras. Esta actitud no es necesariamente compartida por intelectuales de países como Estados Unidos o Canadá. Al parecer, esto tiene que ver con la interpenetración peculiar que se da actualmente en la vida política e intelectual de Colombia, interpenetración que es a la vez el producto y el origen de una clase particular de compromiso académico . La sociología de los intelectuales abre posibilidades para una historiografía comparativa. Permite examinar en diferentes sociedades cuál es la relación entre los historiadores y el poder y cómo los historiadores de

En cuanto a los informes de las dos primeras comisiones, ver el artículo de Carlos Ortiz. El tercer informe es: "Comisión de superación de la Violencia", en Pacificar la paz: lo que no se ha negociado en los acuerdos de paz, Bogotá, 1992. Semanalmente se reúne un grupo de profesores de la Universidad de Antioquia para debatir el papel de los intelectuales en época de guerra. Una tentativa preliminar para interpretar el papel que los intelectuales colombianos han jugado es: GONZALO SÁNCHEZ GÓMEZ, "Los intelectuales y la violencia", en Análisis Político, núm. 19, mayo-agosto, 1993, págs. 40-48.

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tiempos y lugares específicos perciben la relación entre el análisis intelectual y el compromiso político. Sería fascinante explorar estos temas para Colombia, Perú, México y Brasil durante los últimos quince años. También sería pertinente analizar cómo la voz que los intelectuales colombianos tienen en la esfera política —dentro y fuera del gobierno— influye lo que ellos escriben. Claramente se puede ver la manera como la violencia actual ha absorbido la energía de los intelectuales durante los últimos diez años. La violencia ha llegado a ser el tema dominante en la historiografía colombiana, lo que ha llevado al descuido de algunos otros tópicos, por ejemplo, la historia del período colonial. Deseo discutir varios temas que ocupan lugar destacado en los escritos sobre la violencia de los años cincuenta, y que se prestan al análisis comparativo. Intento abordar principalmente materias que pueden ser de interés para historiadores de otros países de América Latina. Una tendencia marcada ha sido el giro desde la "historia desde arriba" —la historia de las élites políticas y las políticas gubernamentales— hacia "la historia desde abajo". Muchos estudios recientes sobre la violencia se centran en una región o subregión específica, y las comunidades locales son vistas hoy de una manera más compleja que como se concebían anteriormente. Ellas son entendidas con relación a su propia historia, su propia lógica interna y sus propias y diversas relaciones con las esferas regional y nacional. Los nuevos estudios proponen preguntas tales como ¿qué significaba ser liberal o conservador en un municipio u otro?, ¿qué relación existía entre intereses económicos y filiaciones políticas a nivel local?, ¿por qué algunos municipios experimentaron una violencia intensa mientras que otros no y ¿con qué propósito era usada la violencia: en defensa propia, para proteger intereses de grupo, o para facilitar el ascenso social individual? Aunque en algunos sentidos es una visión muy específica, la historia desde abajo puede eventualmente contribuir a elaborar una nueva interpretación de cómo actuó el Estado colombiano, qué poder real tuvo este en las provincias, y las relaciones entre el gobierno central, las regiones y las localidades. Es común decir que a finales de los años cuarenta el Estado colombiano se desintegró, o que fue muy débil o que difícilmente existió .

Existen dos trabajos importantes que analizan la debilidad del Estado colombiano durante La Violencia: PAUL OQUIST, Violencia, conflicto y política en Colombia, Bogotá, 1978; y DANIEL PÉCAUT, Orden y violencia: Colombia 1930-1954, 2 ts., Bogotá, 1987.

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Existen problemas con esta interpretación. Es verdad que en algunos períodos el gobierno central no tuvo un monopolio de la fuerza, pero durante la violencia de los cincuenta —en contraste con México después de 1910— el Estado no desapareció. Para los investigadores interesados en la locación y la naturaleza del poder en Colombia, en la cuestión del regionalismo y la representación política de la violencia, sería útil comparar lo que ocurrió en Colombia entre 1947 y 1965 con la Revolución mexicana. En años recientes, algunos historiadores revisionistas han argumentado que la así llamada Revolución mexicana no fue una revolución social a escala nacional. La ruptura del Estado porfiriano en 1910 dio origen a múltiples conflictos regionales con distintos objetivos y trayectorias. Muchos de estos conflictos regionales no emergieron de luchas de clase entre ricos y pobres, sino más bien de las aspiraciones de personas de clase media a la movilidad económica y social y al acceso político. El cuadro de la Revolución mexicana que surge de la historiografía mexicana revisionista revela así llamativas similitudes con la violencia colombiana de los cincuenta. Pero mientras que el gobierno y el pueblo mexicanos interpretaron más tarde los años de la violencia (1910-1920) como una Revolución, en Colombia la violencia nunca ha sido interpretada en ese sentido. ¿Por qué no? Si la lectura de la historiografía mexicana puede sugerir nuevas maneras para mirar a Colombia en los cincuenta, la historia de La Violencia por sí misma abre nuevas perspectivas para el estudio del populismo en América Latina. ¿Significó el populismo sólo cooptación de las clases bajas o fue también un significativo cambio social? Un aspecto central para la historiografía de la violencia colombiana es el debate sobre el líder populista Jorge Eliécer Gaitán. ¿Fue Gaitán revolucionario partidario del conflicto de clases y casado con una visión del cambio estructural, o fue un miembro de la pequeña burguesía que trató de integrar las clases trabajadoras dentro de la sociedad existente? Este es un debate importante pero, como los nuevos estudios de Carlos Miguel Ortiz y Mary Roldan señalan, equiparar la historia del populismo colombiano con la historia de Jorge Eliécer Gaitán es, nuevamente, escribir la historia desde arriba.

Ver el contraste de las interpretaciones de Gaitán en: GONZALO SÁNCHEZ, Los días de la revolución: gaitanismo y 9 de abril en provincia, Bogotá, 1985; HERBERT BRAUN, Mataron a Gaitán, Bogotá, 1987; y PÉCAUT, Orden y violencia...

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Investigando los orígenes de la violencia en Quindío y Antioquia, Ortiz Roldan encontraron que un nuevo grupo de funcionarios y políticos de provincia emergieron de las clases medias en las décadas del treinta y cuarenta. Escaladores ambiciosos, muchos de ellos buscaron alianzas con los pobres en pueblos de provincia y en el campo, intentando avanzar su propia posición económica y política. Tanto Ortiz como Roldan argumentan que la aparición de esta clase media de provincia dentro de la escena política nos ayuda a comprender la violencia de la década del cincuenta . De este modo, los nuevos estudios hacen énfasis en la necesidad de tomar en cuenta no solamente a las élites y los pobres del campo, sino también a los emergentes sectores medios de la provincia. El análisis de sus motivaciones, de sus intereses, de las ideas que abrazaron, de las alianzas que iniciaron y de sus acciones es crucial para entender el curso de La Violencia, al menos en el centro del país. Los orígenes del populismo de base popular en un sentido mas amplio, y la importancia económica, social y política del surgimiento de las clases medias, son temas importantes que abren posibilidades de comparación con las experiencias de otros países de América Latina durante el período de 1930-1960. Otra área de interés para la historia comparada es la relación "violencia y democracia", preocupación del presente colombiano. Sería útil pensar el significado de "democracia" desde varios ángulos. La idea de una búsqueda democrática, desarrollada con referencia a la violencia colombiana de los cincuenta. Eric Hobsbawm vio "La Violencia" como una revolución social frustrada. Otros investigadores la han percibido como una ofensiva de capitalistas y terratenientes contra las clases bajas. Algunos escritos recientes, por el contrario, interpretan la violencia de los cincuenta como la convergencia de muchas luchas individuales —casi anónimas— por la movilidad social. Desde esta perspectiva La Violencia es vista como un comportamiento negativo orientado hacia la ganancia personal, y como síntoma de la incapacidad de los pobres y de las clases medias para formar coherentes movimientos sociales con objetivos colectivos. Además es posible interpretar el frecuente comportamiento violento

Ver CARLOS MIGUEL ORTIZ SARMIENTO, Estado y subversión en Colombia: la violencia en él Quindío, años 50, Bogotá, 1985; y MARY JEAN ROLDAN, "Génesis and Evolution of La Violencia in Antioquia, Colombia (1900-1953)". Tesis doctoral, Harvard University, 1992.

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de muchos individuos como una lucha por una participación más amplia; en cierto sentido, una lucha por la democratización del sistema económico, social y político . ¿Cuáles son las continuidades entre la violencia de los cincuenta y aquella de los ochenta y noventa? ¿Qué ha cambiado? Para investigadores interesados en la violencia presente, una comparación de las realidades y discursos de la violencia y de la democracia en Perú y Colombia contemporáneos puede también ser iluminadora. En las décadas del 60 y 70 del presente siglo, la mayoría de observadores de América Latina asociaban la violencia con los gobiernos militares: se suponía que en Argentina y Chile un retorno del gobierno civil podría traer el fin de la violación de los derechos humanos. Pero en los ochenta Perú y Colombia, ambos gobiernos civiles, formalmente regímenes democráticos, experimentaron los más altos niveles de violencia en América del Sur. Es importante preguntarse por qué. Otra pregunta importante es cómo los académicos, políticos, líderes guerrilleros, empresarios, sindicalistas, líderes campesinos y otros interpretaron la situación en cada país y qué clase de soluciones propusieron. ¿Cómo explican en Perú y Colombia

Estos comentarios son inspirados, en parte, por mi lectura del trabajo del dentista político James C. Scott sobre la resistencia cotidiana entre los pobres rurales. Scott sugiere que mientras que el comportamiento cotidiano del campesinado puede ser motivado por la ganancia individual, el efecto acumulativo de miles de iniciativas individuales puede eventualmente erosionar el sistema y permitir cambios significativos en las políticas, las instituciones, y / o las estructuras socioeconómicas y políticas. Ver JAMES C. SCOTT, Weapons ofthe Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance, New Heaven, 1985; y "Everyday Forms of Peasant Resistance", en Journal of Peasant Studies, XIII (2), 1986, págs. 5-36. Claramente en Colombia la formación del Frente Nacional intentó reforzar el sistema existente. Pero tal vez la aspiración de mayor participación expresada durante la violencia de los cincuenta contribuyó en el largo plazo a la ruptura del sistema partidista tradicional; es posible que aspiraciones similares tomaran formas diferentes en las décadas de 1970 y 1980. La comparación con México, cuya "revolución" permitió el acceso al poder de las clases medias y el acceso simbólico, pero no real, de los pobres rurales y urbanos sugiere otra pregunta: ¿Cómo campesinos y trabajadores que viven dentro de estructuras institucionales y estatales específicas piensan y articulan sus intereses? y ¿cómo pueden expresar sus preocupaciones, ya sea desde el interior del sistema o presionando al gobierno a través de movimientos sociales? ¿En un contexto económico y político dado, sirven las posibilidades de movilidad social hacia un grupo medio amorfo para difundir y transformar la expresión de los "intereses de clase"?

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las causas de la violencia y qué cambios consideran necesarios? ¿Qué significa "democracia" para los peruanos y qué relación ven entre violencia y democracia? Un claro entendimiento de las similitudes y diferencias entre la situación peruana y colombiana puede ayudarnos a repensar el significado de democracia y las múltiples intersecciones entre violencia y democracia en el contexto colombiano. Para concluir, como el profesor Ortiz muestra, estudios recientes de la violencia tienden a dejar de lado esquemas analíticos dicotómicos tales como tradición/modernidad, capitalismo /revolución o movimientos sociales/anonimía. La visión que emerge de los nuevos estudios regionales es a la vez más compleja, interesante y, algunas veces, confusa. Una de las quejas sobre estudios está relacionada con la ausencia de teoría. Al respecto diría que la riqueza de la investigación empírica, característica de los recientes estudios regionales, es su punto más fuerte. En este momento no necesitamos un retorno a la macro-teoría. Pero la historia comparada, particularmente con otros países de América Latina, puede abrir nuevas preguntas, sugerir nuevos enfoques y abrir nuevas perspectivas que a largo plazo enriquecerán la sofisticada tradición investigativa de los escritos históricos colombianos sobre la violencia. Los conflictos que han resquebrajado la vida de los colombianos desde hace cuarenta y cinco años, han generado materiales extraordinarios de cambio económico, social y político. Ellos interesarán a historiadores de otras partes de América Latina donde los procesos de cambio han tomado formas algo diferentes.