Notas
Lunes 12 de mayo de 2008
LA NACION/Página 15
Nuestra democracia, en crisis “No hay nada más pasado de moda que la actualidad.” Elvira Orphee ROSARIO N la República Argentina, la democracia siempre ha estado en crisis. Ha sido una crisis de desarrollo, y hasta ahora no ha terminado de crecer. Tal vez porque no hemos desplegado el presupuesto sin el cual la democracia es nonata. Ese piso sin el cual es imposible edificarla es que para cada uno de nosotros el otro de verdad importe. Es decir, que lo tengamos en cuenta, nos interese, lo necesitemos. La admirable pensadora alemana Hannah Arendt se pregunta qué es Occidente y se va respondiendo, en una especie de lúcido catecismo, que es Grecia. Pero, dentro de ella, el hombre o la mujer que, al necesitar expresarse, forjan el idioma y la lógica. Agrega que, con ser tan importante, Occidente no es sólo el lenguaje y la razón, sino el diálogo, es decir, el hecho de intercambiar las dos versiones. Más aún: la autora señala que el verdadero milagro griego, que ilumina, funda y fecunda lo que es Occidente, consiste en el hecho de que
E
en vencer “con” el otro y no “sobre” el otro. Esta idea de asociarlo a la decisión común es el espíritu santo de la democracia y todo el encofrado de cualquier política fecunda. Desde luego, con la salvedad técnica de Clausewitz, que sostiene que la guerra suele ser la continuación de la política por otros medios, así como la política, la continuación de la guerra en una mesa de discusión. La democracia es endémicamente crítica. Consultar al otro significa la posibilidad casi matemática de discrepar. Imaginar una democracia de calma chicha es una
Por René Balestra Para LA NACION Plate. Sin el otro, el vacío los empequeñecería recíprocamente. Volviendo a nuestras preocupaciones, la clave de bóveda de la vida democrática y de la vida civilizada consiste en saber que, con todos los infinitos inconvenientes de la convivencia, el otro es una fuente inagotable de enriquecimiento personal. El hilo que enhebra el idioma y le da sentido a lo que expresamos gracias a él
La materia prima, toda la materia prima de la democracia, es la de partidarios y adversarios. Los enemigos pertenecen al mundo de la acción directa, del golpe, de la guerra. Cuando esa actitud beligerante se vuelve habitual en cualquier sociedad, asistimos al peligroso ejercicio de caminar por los bordes de precipicios fascistas. Una caterva de sedicentes pensadores que entre nosotros adhirieron en la década del setenta al fascismo de izquierda quieren instalar en la sociedad argentina la idea de que el fascismo es forzosa y únicamente el de derecha. Son continuadores de ese otro
sangre que anegaron el siglo XX y continúan activos en nuestros días. No importa quién se oponga. El pecado mortal está en oponerse. Esta incapacidad visceral de aceptar la discrepancia es la prueba genética infalible del fascismo. Los errores, las caídas, los fracasos, tienen siempre raíces en los otros. El oficialismo de turno es clarividente. En estos días, la pelea campesina y su inmensa resonancia en los medios de comunicación son presentados por el Gobierno como una creación de la imaginación periodística. Ignoran esa verdad de Perogrullo que aprendimos en nuestra infancia en los parques de diversiones: en el salón de los espejos, los cóncavos, los convexos y los distorsionados deformaban la figura del que se reflejaba en ellos, pero eran absolutamente incapaces de hacer aparecer la imagen de lo inexistente. Ortega y Gasset señala que vivir es convivir, no por el solo placer de vivir juntos, sino por el de hacer algo juntos. El proyecto es la aventura colectiva que cohesiona a una comunidad. En esa plural empresa, el clima que impera se vuelve sustancial. La democracia tiene todo que ver con ello,
No debería ser lo mismo un adversario que un enemigo. Y ésta no es sólo una cuestión semántica
Cuando la beligerancia se vuelve lo habitual, estamos en el borde del precipicio, cayendo en el fascismo
en virtud de comparar mi versión personal con la de otro, me conozco. Sólo llego a saber quien soy cuando comparo y enfrento su versión vital con la mía. Esto, resume, es de una importancia fundamental: sin el otro no me termino de conocer. No tolero al distinto porque soy generoso o espléndido; lo necesito para completarme, para facetarme, para coronarme íntegramente. La democracia “tenía” que ser un invento griego y lo fue, precisamente, porque el nudo central de la idea radica en que ese otro al que consulto es alguien que me aporta y me enriquece con su visión y versión de la realidad. Lo que me complementa. Lo clásico, antes que ella y después de ella, es el desprecio, la desconsideración, el odio. Por eso la política, que como ciencia les debe tanto a los griegos, es el reemplazo de la violencia por el acuerdo. No es ocioso volver a repetir un principio escolar que señala: las diferencias humanas se resuelven por el vencimiento (lo militar) o por el convencimiento (la política). Como la gramática lo dice, la clave de la política –y, desde luego, de la democracia– consiste
porque crea, alimenta y preserva la atmósfera de respeto y consideración que debe existir. La Argentina es y seguirá siendo plural. Tal vez esa condición sea nuestro mayor atributo, porque, milagrosamente, es una pluralidad amalgamada. Por eso –repitiendo hasta el hartazgo lo que han hecho los totalitarios de todo tipo– proclamar la defensa del pueblo argentino en el mismo momento en que se genera un tsunami de sectarismo y de asechanza al distinto es, técnicamente, una traición a la patria. Vale mucho recordar aquí lo que Juan Bautista Alberdi dijo: “La patria no es el territorio; es la libertad. Porque antes de 1810 teníamos territorio, pero no teníamos patria. Ella vino con la libertad”. Todos aquellos que en nuestros días aguzan la intolerancia y la persecución, en vez de ir en la dirección de la historia, se manifiestan fehacientemente como lo que son: reaccionarios procaces.
ensoñación o una creación maliciosa de autoritarios disfrazados. Debemos volver sobre el eje de diamante del demos. El pueblo, el común, el otro con el que convivo me es imprescindible. Es incómodo, fatigoso, incluso irritante, pero necesario. Cuesta mucho aceptar al distinto; mucho más valorarlo. Si se nos permite la vulgata de un ejemplo de multitudes: mal que les pese, y asumiendo la verdad paradójica, el Club Atlético Boca Juniors sería menos sin River
es la lógica, también invento griego. No es lo mismo un adversario que un enemigo. La diferencia, en política, no es gramatical, sino sustancial. Los adversarios piensan distinto o son distintos, pero –otra aguda paradoja– pueden ser amigos. Porque pueden sentir como nosotros. Pueden ser emocionalmente fraternales, aunque discrepen totalmente en el territorio de las ideas. Los enemigos, como en un campo de batalla, deben ser exterminados.
invento tramposo que atravesó el siglo XX y contribuyó a enturbiarlo: había comunistas o no comunistas; si usted era anticomunista, era forzosamente reaccionario. Esa creación embustera sirvió para maquillar los espantos de Stalin y todas las experiencias auténticamente reaccionarias de la hoz y el martillo. Esa idea de que se puede coincidir conmigo o no, pero que si se está en contra se es un enemigo, ha sido la matriz de ríos de
© LA NACION El autor es director del Doctorado en Ciencia Política de la Universidad de Belgrano.
Terrorismo y control internacional del dinero E
L concepto “lavado de dinero”, en los últimos años, ha dejado de ser tema de especialistas para convertirse en una preocupación para clientes de bancos y casas de cambio. Quien realiza cualquier operación en el sistema financiero es interrogado cada vez con mayor frecuencia respecto del origen de sus fondos o de las razones de la transacción. Esta aparente paranoia no es tal: es el resultado de la presión internacional que se desató a partir del atentado a las Torres Gemelas. Es que en la expresión “lavado de dinero” se incluye el narcotráfico y el financiamiento del terrorismo, y la cooperación sobre estos temas resulta hoy uno de los puentes más sólidos en las relaciones entre la Argentina y EE.UU. Sin embargo, existen diversas dificultades de aplicación que podrían tornar esta comunidad de intereses en una bomba de tiempo. El sistema financiero no fue diseñado para detectar terroristas o perseguir el narcotráfico. Más allá de la justificación para utilizarlo
como herramienta de detección, sus procedimientos y funciones, así como la formación de su personal, no están dirigidos a esta misión. Exige un gran esfuerzo de la organización introducir una lógica que no le es propia. Al mismo tiempo, su efectividad como “policías” es baja. En el caso del terrorismo, su objeto no es financiero. Por lo tanto, sus transacciones son insignificantes en relación con su acción criminal, por lo que es muy difícil su detección por esta vía. El atentado a las Torres Gemelas costó 300.000 dólares, que se usaron para mantener a diez terroristas durante dos años, a razón de 1250 dólares mensuales por cabeza. Ningún banco podría haber detectado o impedido movimientos tan pequeños, a menos que el beneficiario tuviera algún nombre paradigmático, como Ben Laden, cosa muy improbable. Como el objetivo del narcotráfico es lavar grandes montos de dinero, es más factible detectarlo en el sistema financiero. La estimación del Fondo Monetario
Por Marcos Victorica Para LA NACION Internacional ubica este negocio en 400.000 millones de dólares anuales, algo más que el PBI de la Argentina. Sin embargo, desde su aplicación estas políticas han sido poco eficaces para cumplir con sus objetivos tanto de reducir el comercio de drogas como de inmovilizar a los grupos terroristas. Una dificultad mayor para la aplicación de estas políticas en países como la Argentina es el tamaño de la economía informal, ya que la manera en que habitualmente se interpreta esta normativa no distingue entre terroristas, narcotraficantes, cuentapropistas u otro tipo de informalidad. La informalidad es un fenómeno mundial. Está presente en economías como China, Europa oriental, India, Africa, Medio Oriente y América latina. En el caso argentino, representa el 60% del PBI, según una investigación realizada por la Fundación IDEC.
La excepción son Europa occidental, Estados Unidos y muy pocos países más, con índices de informalidad menores que el 10%. Poner en la misma bolsa el narcotráfico, el terrorismo y la informalidad es la mejor manera de proteger a los delincuentes, dado que se hace imposible la aplicación efectiva de estas medidas. El costo de suprimir la informalidad implicaría dejar sin financiación a una gran parte de la economía, con consecuencias directas sobre la actividad y el desempleo. También significaría multiplicar los costos administrativos de las entidades, al tiempo que se reducirían sus carteras. A lo largo de la historia, la informalidad tiene causas profundas, tales como la falta de seguridad jurídica, la corrupción, la precaria calidad institucional y la persecución política, así como componentes culturales. Por lo tanto, cada
país debe tomar sus propias medidas para integrar la economía, profundizar la institucionalización y reducir la evasión. No sería verosímil resignar la soberanía sobre estas políticas estructurales a ninguna legislación global. La situación actual presenta varios riesgos, muchos costos y ningún beneficio. El riesgo para el sistema financiero nacional, pese a sus esfuerzos crecientes, es que una entidad reciba una sanción internacional por esta causa, dañando su reputación de manera terminal y generando un descrédito para el país. Los costos verificados en los últimos años son el cierre de decenas de cuentas corresponsales con EE.UU., la discriminación de las entidades de menor tamaño en sus negocios con el mercado norteamericano y el fomento de una creciente informalización del dinero. Paradójicamente, nada de esto ayuda a los objetivos de las normas en cuestión, ya que en este contexto no se puede esperar una cooperación eficaz de los sectores involucrados.
Ante esta situación, el Banco Central (BCRA) ha desarrollado una propuesta superadora que mejora la eficacia de las normas, contemplando la realidad argentina y latinoamericana. Sus bases comprenden: acordar con el sector privado y los organismos internacionales criterios específicos de aplicación de las normas para países con alta informalidad, establecer mecanismos de supervisión que permitan calificar a las entidades por las autoridades de la región y promover la bancarización de la informalidad. El BCRA ha ganado el liderazgo en esta materia en el hemisferio, pero es necesario también generar conciencia en los dirigentes sobre la importancia del tema, de apariencia técnica pero de profunda raíz política. Así, se logrará transformar una verdadera bomba de tiempo en un puente de plata con bajos costos y con amplios beneficios. © LA NACION El autor es economista.
Diálogo semanal con los lectores
Las apariencias engañan “L
OS sustantivos ave, área y alerta son femeninos (de género común o epicenos). Sin embargo, los modificamos con artículos masculinos: el/un ave, el/un área, el/un alerta (aunque en este último caso, LA NACION ha elegido el artículo femenino, lo cual me suena horrible). Siempre creí que se debía a la necesidad de evitar la cacofonía, pero ahora dudo. He buscado en el Diccionario panhispánico de dudas (artículo «Género») una explicación a esto, pero no la hallé”, escribe Patricia N. de Chiesa. Los conceptos “femenino”, “de género común” y “epiceno” son conceptos diferentes que no deben confundirse. Tampoco son clases que se excluyan entre sí, porque pertenecen a universos diferentes. El género de un sustantivo se define por la terminación del adjetivo que lo modifica. Un adjetivo de dos terminaciones, al modificar a un sustantivo femenino, toma la terminación femenina. El género de un sustantivo no está relacionado necesariamente con el sexo, porque muchísimos sustantivos designan objetos sin sexo y tienen género gramatical, y otros designan seres de uno y otro sexo y tienen un solo género gramatical. El género tampoco está relacionado necesariamente con la terminación del sustantivo, pues hay, por ejemplo, sustantivos femeninos en -o (como mano) y masculinos en -a (como día). El sustantivo casa no es femenino porque termine en -a, sino porque,
cuando lo modificamos con un adjetivo, le ponemos la terminación -a al adjetivo: casa linda. Los sustantivos de género común designan seres con sexo. Son sustantivos de una sola terminación que tienen los dos géneros, pero los dos géneros no se usan indistintamente. Son masculinos cuando designan a un ser de sexo masculino y femeninos cuando designan a un ser de sexo femenino: un testigo falso, una testigo falsa. Los sustantivos epicenos también designan seres con sexo, pero tienen un solo género gramatical. Para indicar el sexo hay que agregar aclaraciones como macho o hembra, varón o mujer, o expresiones por el estilo: una bella pantera macho; la infortunada víctima, un niño de diez años. Muchos nombres de especies animales son epicenos. A estas categorías debemos agregar la de los sustantivos ambiguos, que necesitaremos para responder a la consulta de la lectora. Los sustantivos ambiguos designan objetos inanimados, sin sexo, y pueden usarse indistintamente como masculinos o femeninos: el lente o la lente, el tilde o la tilde, el linde o la linde. Algunos de estos sustantivos no son estrictamente ambiguos, sino que se usan, obligatoria o preferentemente, como masculinos en unas acepciones y femeninos en otras: el orden alfabético, una orden perentoria. Los casos que menciona la lectora no son todos iguales. Sí son iguales los casos de ave
Por Lucila Castro De la Redacción de LA NACION y área, dos sustantivos femeninos, que siempre llevan el adjetivo en la forma femenina: ave cantora, área chica. El artículo el que los acompaña no es el masculino, sino, como ya explicamos en otra ocasión, una forma del femenino. El artículo femenino viene del demostrativo latino illa (‘aquella’), que dio en español ela. De ela vienen, por aféresis (pérdida de sonidos al principio de una palabra), la y, por apócope (pérdida de sonidos al final de una palabra), el. Antiguamente, este el se usaba delante de los sustantivos femeninos que empezaban con vocal; hoy se usa solamente delante de los que empiezan con la vocal a acentuada: el ave, el área, el hada. Pero los sustantivos siguen siendo femeninos y llevan el adjetivo en la forma femenina: el ave cantora, el área chica, el hada malvada. Y como su uso deriva de una
circunstancia fonética, el artículo el se usa solamente cuando precede inmediatamente al sustantivo. Si entre el artículo y el sustantivo hay alguna otra palabra (generalmente un adjetivo), se usa la: la malvada hada. Y en plural, lógicamente, se usa las: las aves, las áreas, las hadas. En cuanto al indefinido, la forma un que suele modificar a estos sustantivos es apócope de una. A diferencia de el, para el indefinido la forma apocopada no es obligatoria. Puede usarse también la forma plena: un ave o una ave, un área o una área, un hada o una hada. El caso de alerta es diferente. Si alerta fuera simplemente un sustantivo femenino, habría que decir siempre la alerta, porque la a inicial es átona. El uso de alerta como sustantivo viene de la interjección alerta. En principio, no es más que una cita de la interjección misma: “El centinela dio el alerta” significa que gritó la palabra alerta. Y, como todas las citas de palabras, en este sentido el sustantivo es masculino. Es como decir: “En la expresión el área, ese el es un artículo femenino”. Pero de la simple cita del grito el sustantivo amplió su significado, primero a ‘aviso o llamada de atención para prevenirse ante un posible riesgo o daño’ y después a ‘situación de vigilancia o atención, especialmente en prevención de un posible riesgo o daño’. En estas acepciones, el sustantivo es de género ambiguo, con predominio del femenino. Por eso puede decirse el alerta o la alerta. Pero
cuando se dice el alerta, ese el es el artículo masculino. ¿Costura o cocción? Se queja Aldo Hugo Cantón con toda la razón del mundo: “¿A quién se le ocurre cocinar una bandera? No puedo aceptar como una errata tipográfica lo que es un error ortográfico. “Ver LA NACION del sábado 3, página 12 , nota sobre Timote, donde se habla de una bandera “cocida” por los vecinos. “Ver, y tirar de las orejas al redactor.” Vivir después de morir “En el entretenimiento «Para memoriosos» del domingo 4, se dice que Francisco Pizarro, el conquistador del Perú, vivió entre 1475 y 1527. En realidad murió en el año 1541”, escribe Jorge Canel. Sobre el año del nacimiento no puede decirse nada porque hay distintas versiones, todas dudosas. Si cuando nace un niño se supiera que va a pasar a la historia, seguramente los registros serían más cuidadosos. Pero de que Pizarro fue asesinado en 1541 no caben dudas. El error tiene que ser un descuido, pues en el texto se mencionan varios hechos de la vida del conquistador y todos son posteriores a 1527. © LA NACION Lucila Castro recibe las opiniones, quejas, sugerencias y correcciones de los lectores por fax en el 4319-1969 y por correo electrónico en la dirección
[email protected]