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ESPECTACULOS
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Miércoles 17 de agosto de 2011
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CLASICA s CONCIERTO EN EL TEATRO COLON
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GENTILEZA FAMILIA
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ASUNTOS DE FAMILIA 1. COSA DE HERMANOS. Juntos, Sergio Tiempo y Karin Lechner, tío y mamá de Natasha. 2. LOS TIEMPO. Karin, papá Martín, Sergio y mamá Lyl. 3. COSA DE CHICAS. Karin y Lyl, madre y abuela. 4. PADRE E HIJA. Karin Lechner, al piano, con su padre, Jorge. 5. EL BISABUELO. Antonio de Raco, padre de Lyl y abuelo de Karin, en un concierto de 2005. 6. EN EL COLON. Natasha saluda, tras su presentación de junio del año pasado, junto con la Orquesta Filarmónica.
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Natasha
Continuación de la Pág. 1, Col. 1 Westerkamp. Mucho linaje pianístico como para poder escapar a su mágico embrujo. Pero Natasha tampoco quiso hacerlo; de hecho, a los dos años ya empezó a pedirle a su abuela que le enseñara; a los tres, pudo haber participado de su primer concierto con los alumnos de su jovial abuela, pero los nervios le jugaron una mala pasada y lo dejó para el año siguiente. Entonces sí, a los cuatro, participó de esas muestras de fin de curso que ya la encontraban más confiada y contenta. A los siete debutó como solista junto con una orquesta en Londres, y el año pasado, hizo lo propio en el Teatro Colón. Tremendo currículum para esta niña espigada de ojos vivaces y risa fácil. Ella como si nada. En la entrevista con LA NACION se pasea entre las butacas de la platea del Colón encantada de poder ver el teatro desde una nueva perspectiva: “Es que nunca bajé, sólo estuve en el escenario”, dice con pasmosa naturalidad. Y es allí donde volverá mañana, a las 17, para interpretar el Concierto para piano y orquesta, de Edward Grieg, junto con la Orquesta Académica del Teatro Colón, con la dirección de Francisco Noya. El programa se completará con obras de Stravinsky, Ives y Ravel.
“Me acuerdo perfecto el día en que Babasha, que es como llamo a mi abuela Lyl, me mostró los primeros acordes, y me dijo: «¿Sabés tocar esto que es muy grande?» Yo toqué, pero no sabía lo que era... «¿Es Rachmaninov 3?», le pregunté. «No, el concierto de Grieg». Me entusiasmé y nos pusimos a trabajar de inmediato, y llegó un día en que le dije que sería lindo tocarlo con orquesta en el Colón. Lo dije como un sueño, un
➾ LAS OBRAS QUE
YA CONOZCO ME ENCANTAN, PERO LO NUEVO MUCHO MAS. AHORA LO MAXIMO PARA MI ES GRIEG ➵
deseo, y aquí estoy”, cuenta Natasha, sobre una escena que sucedió hace bastante menos de un año. –¿Cómo te organizás? ¿Cómo es un día cualquiera de tu vida? –Me levanto muuuy temprano para ir al cole donde estoy hasta las cuatro de la tarde, pero como voy a un colegio que tiene una pedagogía muy artística no nos dan casi tareas
EMILIANO LASALVIA
hasta el último grado de primaria. De ese modo, nos dejan ese espacio para hacer otras cosas. Entonces, ahí me siento al piano con mi abuela, en mi casa, y estamos dos horas más o menos estudiando. –¿Y no estás cansada? ¿Tenés ganas de verdad? –Me encanta, la paso bien tocando el piano; lo único... soy un poquito de angustiarme con el tiempo; soy impaciente y cuando me pongo a tocar digo: «¡No voy a llegar! ¡me tengo que lavar el pelo! ¡tengo mucho hambre!» La sensación es que nunca me va a alcanzar el tiempo para hacer todo lo que quiero ¿Por qué el día tiene sólo 24 horas? [dramatiza Natasha y se muere de risa]. –¿No le pedís ayuda a tu mamá en esos casos? –¡Sí!, mi mamá hace de asistente, pero también de filarmónica, de segundo piano... –Fuera de tocar el piano, ¿qué te gusta hacer? –Me apasiona la fotografía, así que, cuando puedo, salgo a hacer fotos. Eso me gusta de verdad. Antes decía que me gustaba esto y lo otro y lo otro..., pero dejé varias cosas de lado, como el teatro y la danza africana; me bajó el entusiasmo. Es mejor hacer una cosa bien, que varias mal... Quizá si fuera una
multitalentosa sería más fácil, pero yo prefiero elegir y concentrarme en una cosa. –¿Qué compositor te estimula más, te emociona más tocar? –Siempre el nuevo. Cuando empiezo a trabajar con una obra, siempre es la preferida. Las que ya conozco me encantan, pero lo nuevo mucho más... ahora lo máximo para mí es Grieg. Y siempre me pasa lo mismo con las nuevas obras, con los nuevos compositores. –¿Qué otra música escuchás? –Me gusta todo, menos el ruido; eso se resume en que me guste muy poco. En mi iPod tengo mucho de clásica y algo de otras cosas. Antes, por influencia de mi hermano de 20 años tenía otras cosas, muchas que ni siquiera sabía de quiénes eran; pero ahora las fui cambiando, fui armando mi propio repertorio y tengo mucho clásico. Aunque debo reconocer que para el viaje que hicimos con mis compañeros de la escuela a esquiar llevé un disco que me compré con varios artistas pop, pero también uno que grabaron mi mamá y mi tío. Termina la entrevista y Natasha les pregunta a su mamá y a su abuela adónde van ahora. La espera un Buenos Aires ¡¡¡guauuu!!! –como ella dice– para seguir descubriendo.
ARCHIVO/NESPOLO
Binder
DIGNA HEREDERA DE SU ESTIRPE
Es que más allá de la bella, prolija y contenedora Bruselas, y más acá de los tres idiomas que habla a la perfección, las raíces son las raíces, y Natasha, como cualquier nena, muere por un helado de dulce de leche de alguna de las heladerías de la populosa avenida Corrientes.
PARA AGENDAR Natasha Binder: junto con la Académica del Teatro Colón, con dirección de Francisco Noya. Teatro Colón, Libertad 621. Mañana, a las 17. Gratis. Informes: 4378-7109.
TEATRO
((((( BUENA
DRAMA
La tarántula
Un potente drama rural de Patricia Suárez, con la mirada atenta de Héctor Oliboni y el magnífico trabajo actoral de José María López
AUTORA: PATRICIA SUAREZ L INTERPRETES: JOSE MARIA LOPEZ, MELODY LLARENS, MARTIN URBANEJA ESCENOGRAFIA: RAUL MAREGO L VESTUARIO: NORA CERVANTES L DIRECCION: HECTOR OLIBONI L SALA: TEATRO DEL PUEBLO, LOS SABADOS, A LAS 20. L L
El poder que da el dinero permite someter la voluntad de los hombres a los deseos caprichosos del poderoso y esto puede suceder en cualquier tiempo y en cualquier lugar. En esta obra, la autora, Patricia Suárez, instala el drama en una zona rural, cercana a Rosario, donde un hombre, de origen italiano, maneja despóticamente a su familia y doblega intencionalmente las ambiciones de su hijo, Fiore, que se esfuerza en el trabajo de la tierra para
obtener las siete cuadras de terreno que le prometió el padre. Pero éste, aferrado a sus propiedades, reniega de este compromiso hasta que el hijo se separe de la esposa por considerarla inadecuada para su familia. Sobre este punto de partida gira el conflicto de la pieza, que enfrenta a padre e hijo en una disputa que parece eterna ante la actitud autoritaria del progenitor. Como gesto de rebeldía, el joven, declarado en huelga, pasa su tiempo tocando
la pandereta y bailando la tarantela, quizá, según lo registra la tradición popular, para paliar las negativas del viejo como si se tratara de la picadura de una tarántula. Inevitablemente llega el momento del desenlace que no es otro que la consecuencia lógica de tanta opresión que lleva a la víctima a un extremo del cual no hay retorno feliz. La historia es elocuente y tiene el desarrollo adecuado en la resolución de las acciones, aunque hay una que otra situación reiterada. Pero es en la actuación de José María López donde se subraya la potencia del conflicto, que ofrece una composición muy convincente para mostrar los do-
bleces del italiano, acentuando el aspecto siniestro de su comportamiento. Martín Urbaneja, por su parte, aunque acierta en el perfil de su personaje, por momentos pierde la fuerza y convicción que insinúa el texto. Melody Llarens encara a su criatura desde un sometimiento aparente, pero no alcanza a exponer los matices del resentimiento que la ahoga. Tanto la escenografía de Raúl Marego como el vestuario de Nora Cervantes aciertan en los diseños que les permiten crear el ambiente localista que pide la obra y que se ajustan a la dirección de Héctor Oliboni, que logra un ritmo preciso en el desarrollo de las acciones.
Susana Freire
López, Llarens y Urbaneja