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SÁBADO | 7

| Sábado 7 de febrero de 2015

creatividad Sebastián Campanario

Meter la nariz donde corresponde. La curiosidad al servicio de la innovación Cuánto más sabemos, más queremos saber: por qué las ganas de conocer funcionan como un motor de nuevas ideas

T

odavía no entiende bien cómo, pero en 2004, cuando apenas tenía 18 años y recién había terminado el secundario, Martina Sasso se animó a abrir un pequeño restaurante en la playa. Al principio fue un fracaso, no iba nadie, y al mes sólo había 500 dólares en la caja: todo su capital. Curioseando, Sasso vio en uno de esos días cómo un surfista le agradecía efusivamente a un turista que lo había fotografiado en la cresta de una ola. Y decidió gastarse la plata que le quedaba en un televisor usado (de 150 dólares) y una cámara de 300, para emitir en su bar a la hora del almuerzo escenas del mar filmadas durante la mañana. ¿Resultado? El boliche se llenó de surfistas (y de chicas que iban a verlos) y el hit duró dos veranos. “Creo en la curiosidad como un músculo más del cuerpo, que hay que saber alimentar y entrenar”, cuenta Sasso, que luego estudió publicidad y cine, trabajó para marcas en distintos países y hoy se aloja en el hub de innovación +Castro. Allí interactúa con empresas privadas y emprendimientos sociales y ambientales. Con 28 años, la creativa es curiosa desde la cuna: en su casa la apodaron “queseso” –y aún hoy la llaman así– por las preguntas que permanentemente hacía cuando era chica. Denostada por algunas frases de la cultura popular, como “la curiosidad mató al gato” o “no metas tu nariz donde no corresponde”, la curiosidad viene siendo puesta en valor

en los últimos tiempos por estudios de psicología que la ponderan como el principal motor de la creatividad y de la innovación, y también como una fuente de bienestar emocional. Uno de los académicos que más estudió el fenómeno es un economista del comportamiento (la rama que cruza psicología y economía), George Lowenstein, de la Universidad Carnegie Mellon, quien en 1994 escribió un estudio sobre “La psicología de la curiosidad”. Lowenstein asegura que la curiosidad es un motivador potente, y que más que un estado mental es una emoción que nos lleva a querer llenar los baches de información que tenemos. La curiosidad se puede entrenar y fomentar, según el economista del comportamiento. Para ello, recomienda una práctica que suelen ejercitar los planners: dedicarle tiempo a plantear buenas preguntas. Las preguntas activan regiones cerebrales distintas a las que encienden las frases que no lo son. Las investigaciones muestran que cuanto más sabemos, más queremos saber. Por eso Lowenstein recomienda “encender la máquina” de alguna forma, por ejemplo, yendo a una librería y leyendo en diagonal libros al azar. John Maynard Keynes, padre de la macroeconomía moderna, sostenía que “uno debe entrar a una librería vagamente, casi como en un sueño, y permitir que los libros que están allí atraigan nuestra atención en forma libre. Caminar por estos negocios, dejándonos llevar por nuestra curiosidad, es una

Hábitos

Martina Sasso, publicista, asegura que “la creatividad es como un músculo que hay que entrenar” muy buena forma de entretenerse una tarde”. Paula De Caro tiene 37 años, tres hijos y es amante de la cocina. Junto a sus socios, en 2010 fundó Cuko, a “curious company”, una empresa de publicidad donde De Caro es responsable de cuentas y de planning. “Para nosotros, la curiosidad es un pilar fundamental. En un mundo que cambia tan rápido, el valor más que en el conocimiento está en esa curiosidad de ver qué está cambiando. A su vez, esa curiosidad va acompañada de la humildad para aceptar que nunca somos los que más sabemos”, explica. “Se puede encontrar la curiosidad en cualquier caso que realmente intenta ir un poco más allá, tanto a nivel publicitario como de negocio en general –continúa la socia de Cuko–. Spotify, por ejemplo, es producto de la curiosidad que hizo que Daniel Ek, su fundador, descubriera que su país, Suecia, tenía la tasa más alta de piratería musical del mundo. Spotify fue su solución a eso que descubrió

como producto de su curiosidad.” El psicólogo estadounidense Todd Kashdan va más allá: cree que la curiosidad no sólo fomenta la creatividad y la innovación, sino varios vectores que tienen que ver con el bienestar emocional o la felicidad. “Es una herramienta que a menudo ha sido subestimada, y más si se considera que tenemos pocos instrumentos tan correlacionados con

Las investigaciones muestran que cuanto más sabemos, más queremos saber Más que un estado mental, la curiosidad es una emoción y un motivador potente

foto f. massobrio / ilustración alma larroca

tantas facetas del bienestar emocional como la necesidad de pertenencia, de significado, de confianza, de autonomía, de logro, de espiritualidad y, obviamente, de creatividad.” Gustavo Garavilla, un ingeniero de 60 años, no podría estar más de acuerdo. “Me apasiona el tema de la creatividad y la innovación, siempre me gustó sondear la oscuridad, en busca de alguna lucecita; eso para mí es innovar: sentir la maravillosa energía de encontrar luz donde parece que no la hay.” Hace pocos días, Garavilla se compró un cuaderno “con hojas en blanco, sin renglones ni márgenes”, para empezar a escribir un libro que se va a llamar Comenzar a los 60. Tiene pensado refundar su vida sobre tres pilares que renueven sus ganas de aprender, de emprender, de generar “y sobre todo de dar, que es el camino más seguro que he visto de encontrar la felicidad”, cuenta a la nacion. Por ahora, los tres pilares sobre los que se planteó avanzar el ingeniero son:

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Entretenimiento

Las comunidades virtuales de viajeros crecen en la Web Sobre la base de la economía colaborativa, los grupos buscan compartir gastos y experiencias Pilar Vago hacía un roadtrip desde Los Ángeles hasta Nueva York cuando descubrió una forma de trasladarse por los Estados Unidos sin gastar. “Nos metimos en la página AutoDriverAway, en la que gente que se muda de un estado a otro publica su auto para que alguien lo maneje hasta el destino. Con ese sistema, conseguimos llevar un auto lleno de cajas de mudanza desde Utah hasta Nueva York sin pagar nada y con dos tanques de nafta incluidos”, cuenta. Pilar y sus amigas usaron para alojarse, durante el mismo viaje, Couchsurfing.com, la página web que tiene una aplicación en la que ya hay 9 millones de usuarios registrados bajo una consigna común: ofrecer o solicitar un lugar donde dormir de forma gratuita en departamentos o casas de más de 120.000 ciudades. “Antes de irnos del Gran Cañón, donde nos habían prestado un cuarto, el dueño de casa nos dio 80 dólares, que no quisimos aceptar hasta que nos dijo: «Por favor, quédense esta plata porque puede ser un plato de comida o un tanque de nafta, yo estuve en su situación y está bueno que la rueda siga así»”, cuenta Pilar entusiasmada. Como ella, cada vez son más las personas que se suben a la ola de la economía colaborativa para viajar. Quienes tienen lugar donde dormir, traslado o servicios para ofrecer, los publican en las comunidades virtuales en donde se agrupan los que buscan compartir gastos y experiencias. Encontrar compañía, conocer otras culturas, vivir como un local y ahorrar plata son algunas de las razones de quienes eligen esta tendencia. Al igual que Couchsurfing, existen otras plataformas que apuntan al público neonómada mundial y a relaciones entre desconocidos basadas en un elemento común: la confianza. En Vayable.com los usuarios

aprender un idioma nuevo no tradicional, aprender a tocar la guitarra y generar un emprendimiento comercial que no tenga nada que ver con su profesión. Hay infinidad de frases de personajes famosos que rescatan el valor de la pasión por conocer. Muchas pertenecen a “curiosos célebres” de la historia, como Leonardo Da Vinci, quien empezó siendo pintor, luego escultor, ingeniero, anatomista y nuevamente pintor. Albert Einstein decía que él no tenía ningún talento especial, sólo una curiosidad apasionada. Lo mismo sostenía Jim Morrison, el líder del grupo The Doors. Para el escritor Vladimir Nabokov, el autor de Lolita, la “curiosidad es insubordinación en su forma más pura”. “Puede que la curiosidad haya matado al gato –sostuvo el escritor inglés Arnold Edinborough–, pero déjenme sólo decirles que ese gato murió de una forma muy noble”.ß

pueden comprar experiencias culturales creadas por locales que quieren compartir su mundo, relacionarse con gente nueva y obtener un ingreso más con aquello que los apasiona. Historiadores, escritores, músicos, diseñadores, arquitectos, fotógrafos, maestros y foodies locales, entre tantos más, ofrecen a los turistas historias únicas de su lugar de origen, relacionadas con el campo profesional al cual pertenecen. Hidden treasures of Buenos Aires es el nombre del tour de tres horas que ofrece Elisa D en su página. Con ella, los turistas pueden conocer rincones de la ciudad que por lo general quedan fuera del circuito turístico clásico. “Los que viajan quieren conocer los barrios que no están preparados para el turismo, por eso el primer tour que armé fue Caballito through the ages”, cuenta Elisa. Para formar parte de la red, tuvo que presentar una propuesta además de participar de una entrevista vía Skype con gente de la empresa, en la que demostró su inglés y sus conocimientos de historia, arte y arquitectura de la ciudad. “Para mí es buenísimo porque es una forma de aprender de quienes me contratan y es un incentivo para seguir estudiando,” explica Elisa. La lista de experiencias ofrecidas en Buenos Aires incluye 57 propuestas. Como en otras grandes ciudades del mundo, se ofrecen Graffiti tours, la ruta de los clásicos cafés o circuitos vintage. OneFineStay.com y Bemate.com también son parte de esta tendencia. Los sitios ofrecen departamentos vacíos que incluyen recomendaciones de sus dueños y la opción de contratar servicios adicionales como los de un hotel: limpieza, entradas a shows, transfers, babysitting y hasta iPhones para usar durante la estadía. ß Agustina Gallego

Las aspirantes a cumplir con una de las fantasías más buscadas

Transformarse en sirenita, el sueño infantil ya es realidad La escuela que enseña a nadar con trajes de este ser mitológico se convirtió en uno de los fenómenos del verano en Punta del Este Agustina Gallego LA NACióN

“Si pudieras cambiar una sola parte de tu cuerpo, ¿qué cambiarías?”, pregunta una voz en off. Ella, de no más de diez años, piensa unos segundos, mira a la cámara y responde, espontánea: “Tendría una cola de sirena”. Mar no es la protagonista de la filmación que meses atrás se difundió en las redes sociales, pero tiene una edad similar y, hasta enero, compartía con ella el mismo deseo difícil de cumplir. “Siempre me imaginaba con una cola nadando. Cuando vi la película de La Sirenita nunca pensé que algún día iba a poder nadar como ella”, cuenta Mar después de haberse convertido en sirena por unas horas, durante sus vacaciones en Punta del Este. Como ella, quienes pasaron en

enero por Le Club Posada de La Barra tuvieron la posibilidad de conocer a Susana Seuma, una “sirena” que llegó desde el Mediterráneo para dar clases de natación con escamadas y coloridas colas traídas de la playa tarragonesa. Allí surgió, en 2014, Sirenas Mediterranean Academy, una escuela que ofrece a grandes y chicos la experiencia única de nadar como una sirena o un tritón. Por primera vez, desde la película de Disney de 1989, en la que la sirenita Ariel logró transformarse en humana, un grupo de chicas de entre 9 y 12 años pudieron concretar en las playas de Uruguay la misma curiosidad pero a la inversa. “Tomé tres clases, dos en la pileta y una en el mar, pero en la primera ya aprendí a nadar como una sirena. Afuera del agua te enseñaban con una pizarra de dónde y cómo eran las primeras sirenas

de Grecia. Después, te tirabas al agua, –cuenta Mar entusiasmada–. Es fácil respirar, hay que abrir la boca chiquita y largar el aire en el agua por la nariz con burbujitas.” Sirenas Mediterranean Academy surgió “para ofrecer diversión, salud, cultura y magia”, cuenta Alejandro Rodríguez, quien creó la academia en la ciudad de Tarragona, frente al mar, inspirado en su pareja Susana, “amante del mar”, buceadora y socorrista. “Queremos que nuestras sirenas y tritones sean portavoces de la historia, de la mitología y del respeto al medio ambiente. Lo mágico es que han sobrevivido a culturas, lenguas, modas literarias, musicales y audiovisuales”, explica Alejandro. La magia de sentirse una sirena dura 90 minutos y la academia propone dos niveles de aprendizaje. El

“bautismo” es la iniciación y generalmente se realiza en piletas. El nivel avanzado se hace a mar abierto a unos 150 y 200 metros de distancia de la costa. Según Mar, que vivió la experiencia, “te cansás un poco porque tenés que hacer fuerza con la panza y las piernas”. Desde la Odisea, de Homero, considerado el primer testimonio escrito en el que aparecen las sirenas, hasta la versión transformada de Disney de La Sirenita del danés Hans Christian Andersen, los seres mitad humano, mitad pez, despertaron el interés y la creatividad de muchos. Pero hasta ahora ninguna propuesta se había acercado tanto a lo que uno podría imaginar sobre estos seres mitológicos. “Lo que más me gustó fueron las colas de colores, como de una tela impermeable, algunas tienen escamas y otras con brillos. Sin las colas es casi imposible nadar como una sirena porque aunque tengas los pies juntos no tenés la misma propulsión porque no tenés las patas de rana que tienen las colas adentro”, cuenta Mar. Además de las clases en el hotel, Susana hizo una demostración para la colonia de una escuela pública de La Barra. Y tanto en la Argentina como en Uruguay, algunas familias pudieron tomar clases en piletas privadas. “Nuestra intención es seguir creciendo en los dos países. Ahora hemos plantado la semilla, regada por la gente que ha hecho la experiencia”, explica Alejandro al expresar su deseo de volver a cruzar el océano. En la Argentina todavía no ha llegado un grupo de sirenas para quedarse . Existe lo que se llama “Escuela de Sirenas”, que, en realidad, se refiere a la enseñanza de nado sincronizado o ballet acuático, cuya exponente más popular fue la norteamericana Esther Williams. También existe el nado con aletas, aunque es bastante diferente a la propuesta española que también existe en Filipinas, creada por otros instructores. En este estilo de nado de sirenas no sólo se trata del estilo, sino también de la estética. Lo cierto es que hasta que esta moda termine de migrar hacia América, la única opción para practicar el estilo sirena es conseguir los trajes en páginas como finfunmermaid. com y mahinamermaid.com, o en tiendas de los Estados Unidos como Urban Outfitters donde se venden monoaletas como las de una sirena.ß