2 //A P Y A FP
Martes 13 de octubre de 2009
OPINION Por Andrés Prestileo De la Redacción de LA NACION
La tabla en la que la selección marcha última
LLEGO EL DIA: MASSA VOLVIO A SU FERRARI
Casi tres meses después del accidente en la clasificación para el GP de Hungría de Fórmula 1, el brasileño Felipe Massa volvió a conducir una Ferrari, ayer, en el circuito de Fiorano. “Me sentí bien, como si nunca me hubiese sucedido nada”, dijo el paulista, quien volverá a competir oficialmente el año próximo.
A LOS 98 AÑOS, AUN SE ARROJA AL AGUA PARA COMPETIR
El ex boxeador Mike Tyson dijo en la TV de los EE.UU. que prefiere “no enterarse” de los detalles de la muerte de su hijita Exodus, de 4 años, ocurrida el 26 de mayo en un hospital de Phoenix, y agregó que aunque en principio se puso furioso, hoy no le guarda rencor a nadie.
La australiana Margo Bates es el ejemplo más claro de que un deportista jamás deja de serlo. A los 98 años, Margo fue una de las protagonistas de la prueba de 100 metros espalda, en el Mundial Master de natación que se realiza en Sydney. Para imitarla.
Real Madrid, contra Portugal por Ronaldo
Busquets y Mata respaldaron a sus compañeros
Dura reacción de Cannavaro por el doping
El sindicato de jugadores le pega a Barcelona
Schumacher le “pone boletos” al chico Vettel
El eterno debate de la cesión de los cracks a las selecciones nacionales salió otra vez a flote. ¿El motivo? La furia de Real Madrid, que perdería 2 millones de euros por la lesión de Cristiano Ronaldo. En el club merengue creen que el seleccionado de Portugal tomó un riesgo “muy caro” al hacerlo jugar en la victoria por 3 a 0 ante Hungría, el sábado.
Sergio Busquets (Barcelona) y Juan Mata (Valencia), jugadores del seleccionado español, defendieron a cinco compañeros, acusados de abandonar la concentración en Erevan, el sábado pasado, tras el triunfo 2-1 ante Armenia. “Si se duda del compromiso de nuestros futbolistas, hay que dudar de todo el mundo”, argumentaron.
“Esto me está rompiendo los huevos. Y si no lo entendieron bien, lo reitero: esto me está...”, sentenció –así, por dos veces y bien enérgico– el italiano Fabio Cannavaro, zaguero de Juventus, en sus primeras palabras sobre el doping que sufrió tras consumir un antialérgico para supuestamente aliviar la picadura de una avispa.
El Sindicato Internacional de Futbolistas denunció ante la FIFA el contrato de Lionel Messi con Barcelona, porque excede los cinco años, y criticó la cláusula de rescisión –250 millones de euros– porque “no se corresponde con el espíritu de la FIFA”. El club español dijo que eso no le preocupa, ya que el jugador “firmó gustoso” su contrato.
El alemán Michael Schumacher, siete veces campeón mundial de Fórmula 1, todavía cree que su compatriota Sebastian Vettel (Red Bull) puede lograr la corona de 2009, aunque está a 16 puntos (con 20 en disputa) del inglés Jenson Button. “Nada está terminado, Sebastian debe seguir luchando”, dijo Schumy.
Tyson prefiere no conocer los detalles
La sensación de frustración que produce este seleccionado es demasiado profunda como para que la repare la clasificación para el Mundial. A estas alturas, que se alcance ese objetivo será un alivio que de ninguna manera moverá a considerar que algo volvió a su lugar. Si eso ocurre, más allá de la euforia inmediata, desde lo racional no habrá nada por lo que sentir satisfacción, y mucho menos orgullo. La principal fuente de la decepción no es el tendal de malos resultados sino la sensación de desperdicio que infunde el proyecto actual de la selección, si se admite ese término para semejante estado de desorden. Este equipo de Maradona inspira asociaciones libres variadas, todas sombrías, como la del cocinero que con ingredientes de primera calidad prepara platos indigestos. El seleccionado marcha último en una tabla que no se leerá en ningún lado: la que indica la diferencia entre lo que cada uno es y lo que podría ser. Tiene una exótica y dificilísima habilidad para conseguir que se ponga en duda la capacidad de jugadores que cuando salen de su ámbito son apreciados y cotizados. La Argentina todavía tiene algo por qué pelear en la clasificación oficial, pero en aquel registro imaginario ya habría quedado eliminada. En esa medición de potencialidades, muy probablemente Chile estaría por encima del resto. A Marcelo Bielsa no habría que anotarlo en la clase de entrenadores folklóricamente conocidos por su capacidad para rejuntar puntos con equipos limitados, sino en la de los que exaltan lo mejor de un grupo y lo guían hacia sus límites. Si los equipos suelen ser la cara de sus conductores, Chile lo expresa acabadamente en ese fútbol que podrá ser un día mejor y otro peor, pero que colectivamente es bastante más que la suma de sus partes. O Paraguay, que en sus limitaciones y en un fútbol que tuvo mucho más de eficiente que de bueno, nunca dejó de hacer ver un convencimiento monolítico. Esa virtud casi siempre paga en este juego. Incluso en el manifiesto progreso de Venezuela puede encontrarse un grupo que exprimió bastante bien sus pocos recursos. El equipo que mañana buscará en Montevideo una clasificación angustiosa ya perdió por mucho el partido que jugó contra sí mismo. Autodestructivo desde una cabeza rebelde a mucho más que imposiciones o sugerencias, pronunció continuamente la distancia entre su realidad y la que, sin ninguna exageración ni fantasía, cabía esperar de él. Ninguna combinación de resultados va a disimular esa derrota.
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