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Arrepentimiento en el Antiguo y Nuevo testamento significa ... un evento, se experimenta una vez al inicio de la vida cristiana y después de esto se crece. Es.
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La soteriología y la vida cristiana Por Luís Rodríguez Usado con permiso

En este artículo incluimos los temas de mayor relevancia que se encuentran presentes dentro de lo que encierra el estudio de la soteriología, después de una breve definición de esta doctrina bíblica. Soteriología es la doctrina que se encarga del estudio de la salvación centrada en la persona y obra de Jesucristo. Temas de importancia Arrepentimiento. Abarca la experiencia cristiana inicial y continua. Esto implica que debemos arrepentirnos para obtener remisión de nuestros pecados (Hch. 2:38, 3:19) al inicio de la vida cristiana y después cada vez que pequemos. Arrepentimiento en el Antiguo y Nuevo testamento significa volverse del pecado y regresar a Dios, implica un cambio de ideas, de forma de pensar y un cambio de vida y de actitudes (1 Ts. 1:9).

Fe. El Antiguo y Nuevo Testamento nos enseñan que la fe es básica para una adecuada relación con Dios (Gn. 15:6, He. 11:6). Es necesario tener fe en Jesucristo para tener vida eterna (Jn. 3:16).

Justificación. Justificar significa declarar justo o recto. Es por medio de la fe en Cristo, que Dios nos acepta como justos frente a él por gracia (Gn. 15:6, Ro. 3:22).

Vida nueva. El verbo que se utiliza en el Nuevo Testamento para enseñar de la vida nueva es engendrar. Para tener vida nueva hay que nacer de nuevo (Jn. 3:3). El nuevo nacimiento espiritual es un evento, se experimenta una vez al inicio de la vida cristiana y después de esto se crece. Es necesario para nacer de nuevo que haya habido antes arrepentimiento y fe en Cristo. Adopción. Solamente los que creen en Jesucristo tienen derecho de ser hijos de Dios (Jn. 1:12).

Perdón. El evangelio es la buena nueva de que Dios nos perdona nuestros pecados si nos arrepentimos y creemos en su Hijo (Mt. 3:2). El perdón es gracia de Dios otorgada a los hombres, por la muerte de Cristo. Dios espera de sus Hijos que también ellos perdonen a los que les ofenden (Mt. 18:21-22).

Redención. La redención implica la idea de que el pecado es esclavitud. La redención es el precio que se tiene que pagar para podernos liberar de la esclavitud del pecado. El precio fue la muerte de Cristo (1 Co. 6:20, Gá. 4:4-5). Saber que somos redimidos a un precio tan alto debe expresarse en profundo agradecimiento a nuestro Salvador. Unión con Cristo. Nos habla de la intimidad entre Dios y el creyente y abarca nuestra unión con la trinidad. Como creyentes estamos unidos al Padre, al Hijo, por medio del Espíritu Santo. Esta unión

se da por medio de la fe. (Jn. 7:21, Gá. 2:20). Su base es la obra redentora de Cristo. Es un estado permanente que comienza con la fe en Cristo.

Elección. La salvación de las personas a través de la historia no ha sido nunca por obras humanas, sino que Dios elige de acuerdo a su soberanía a las personas que se salvan, sin ningún hecho meritorio de su parte para que puedan ser salvos (Ef. 1:4, 1 Ts. 1:4). De otra manera su gracia ya no sería gracia. La doctrina de la elección lleva a los hijos de Dios a estar profundamente agradecidos, porque Dios los eligió para redimirlos de sus pecados cometidos, para que puedan tener una buena relación con él. Pero no solamente es un privilegio también es una responsabilidad, la de llevar el mensaje del evangelio a todos los hombres. A las personas que conocen del evangelio no les toca presuponer quienes han sido elegidos o quiénes no, sino que se deben limitar a cumplir el mandato de Dios de llevar el mensaje de salvación a todo el mundo.

La vida cristiana

La vida cristiana forma parte de la soteriología como una de las grandes doctrinas que estamos estudiando, sin embargo vale la pena tratar este tema por separado. Por lo que incluimos a continuación los temas más importantes referentes a la vida después de confiar en Cristo para la salvación. Temas de importancia Discipulado. Es una disciplina porque implica vivir bajo el yugo de Jesús (Mt. 11:28-30), permanecer en él (Jn. 8:31-32), llevar fruto (Jn. 15:8), corrección de parte de Dios cuando nuestra actitud lo amerita (Mt. 18:15-17). También implica olvidarse de sí mismo y de intereses propios (Mr. 8:34), es ser fiel aún en persecución o martirio. El discipulado comienza al momento de ser creyentes en Cristo hasta la muerte del discípulo. Si bien es cierto que el seguir a Cristo involucra nuestra voluntad en querer hacerlo, también hay que recordar que ahora estamos unidos a Cristo, el Espíritu Santo vive en nosotros y en cada tarea que Cristo nos dé, él también es nuestro ayudador en su realización. Santificación. La meta de la vida cristiana es llegar a ser santos, porque Dios es santo (Lv. 11:44-45, Ef. 5:26). Tristemente en nuestra época, parece como si nadie quisiera alcanzar la meta. Somos santificados al momento de creer en Jesucristo (1 Co. 6:11), somos declarados justos, pero seguimos siendo personas pecadoras. Según el Nuevo Testamento la santificación es obra del Dios trino (2 Ts. 2:13, 1 Ts. 5:23), pero no ocurre sin el permiso de la persona. Dios espera una participación activa y voluntaria de las personas para que sean hechos santos. La santificación se entiende en tres etapas. La primera es la posicional que se obtiene al momento de creer en Cristo (2 Ts. 2:13, 1 Co. 6:11). La segunda es la santificación progresiva, que abarca desde el inicio de la vida cristiana hasta la muerte del creyente, se relaciona con el crecimiento cristiano (1 Ts. 4:3, 1 P. 1:15-16). La tercera se alcanza después de la muerte se asocia estrechamente con la glorificación, porque la meta final de la santificación es la gloria de Dios (Ef. 5:25-27, He. 12:14). Mayordomía. Nos enseña que todas las cosas son de Dios, él es el creador y a él le pertenecen (Sal. 24:1). Y los cristianos somos administradores de Dios de las cosas materiales que él nos ha concedido. Desde el Antiguo Testamento Dios nos enseña que de él es el universo y todo lo que hay en él (Job 41.11b). Dios permite tener posesiones materiales, pero prohíbe la codicia (Ex. 20:17, Dt. 2

5:2). En el Nuevo Testamento Dios nos enseña que debemos buscarle a él y su voluntad antes que a las cosas materiales, hasta el punto de dejar las cosas materiales para seguir a Cristo (Mr. 10:21-25). Los teólogos tratan de decidir si la iglesia tiene obligación de diezmar o no. Algunos piensan que pedir a la iglesia que diezme es ponerla bajo la ley. Otros dicen que diezmar puede ser un buen maestro que enseña a ofrendar libre, alegre y excedida mente al diezmo. Cómo cristianos no estamos obligados a diezmar, pero la gracia que Dios nos ha otorgado amerita una ofrenda mayor al diezmo. Nuestro agradecimiento debe ser tan grande que debemos querer dar todo a nuestro Señor (1 Co. 13:3, 2 Co. 8:5). Teniendo en cuenta además que todo lo que tenemos no es nuestro, esto incluye nuestro dinero y demás posesiones. Por lo que debemos utilizar responsablemente todo lo que tenemos para la gloria de Dios. Al ofrendar no debemos desear la alabanza de otros. Oración. Orar es hablar con Dios. Jesús oraba habitualmente (Lc. 3:21, 6:12, 9:28 22:19). Enseñó a sus discípulos a orar, con la oración modelo del Padre Nuestro (Mt 6:9-13, Lc 11:2-4). En los hechos oraban por y en acontecimientos importantes (Hch 1:14, 4:13, 6:6, 8:15, 13:3). Pablo enseñó a los cristianos a orar en todo tiempo e interceder en las oraciones unos por otros (Ef. 6:18, Ro. 8:26). Al orar no debemos enfocarnos solamente en las peticiones, que por supuesto está permitido y aún a través de la historia en el Antiguo Testamento podemos ver que se hacen oraciones de petición, pero siempre nos muestran un deseo profundo de la persona que ora por Dios mismo más que por sus dádivas. Por lo tanto el orar debe incluir adoración (Mt. 6:9b), expresión de gozo y gratitud reconociendo al Dador más que aquello que nos da (Salmos 105, 106, 107), confesión de pecados, e intercesión por otros santos y no creyentes (Ex. 32:31-32, Dt. 9:25-29, Ro. 9:1-3, 10:11). Debemos orar en todo tiempo y en todo lugar, solos y acompañados, en silencio y en voz alta, en forma ocasional y como hábito fijo. Permanencia en Cristo. Se refiere a la permanencia en Cristo durante toda la vida del creyente sin la posibilidad de perder la salvación. Podemos ver a través de la historia, como Dios perdona los pecados de Israel cada vez que se arrepiente genuinamente de ellos (Lv 16:16ª, 21b, 30b). Sin embargo en el Antiguo Testamento hay una distinción en perdonar los pecados que se cometen “sin querer” y los que se hacen deliberadamente, este último ameritaba la expulsión total del pueblo del pacto (Nm. 15:22-31). Hay personas que están de acuerdo con la doctrina de la permanencia y otras se inclinan por la doctrina de la apostasía. Las personas que están de acuerdo con la apostasía, piensan que creyentes verdaderos pueden dejar de serlo en algún momento de su vida y por lo tanto pierden la salvación. Sin embargo esta doctrina no encaja con el hecho de que Dios tiene poder para redimir a los creyentes. La doctrina de la permanencia puede llevar a las personas a tomar ligeramente la obediencia a Dios y no preocuparse por crecer y madurar espiritualmente. La salvación no se pierde (2 Co. 1:22, Ef. 1:13, Ro. 8:23). Dios nos dice que por sus frutos conoceremos si son o no verdaderos creyentes en Cristo. La salvación descansa en la fidelidad, gracia y poder de Dios, no en la fidelidad y poder humanos, ¡gracias a Dios!

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