COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III Trimestre de 2014
Las enseñanzas de Jesús
Prof. Sikberto R. Marks Lección 10 6 de septiembre de 2014
La Ley de Dios Prof. Sikberto Renaldo Marks Versículo para Memorizar: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).
Introducción Hacia el final, hasta el momento en el que Dios Padre muestre al mundo los Diez Mandamientos el mismo día en el que anuncia el día y la hora de la Segunda Venida de Cristo, habrá una controversia jamás experimentada en este mundo, relacionada con algunos temas bíblicos, especialmente sobre la Ley de Dios. La lección de esta semana nos ayuda a prepararnos para esta controversia, ya sea para que nos mantengamos firmes en lo tocante a la verdad, o para aportar un mayor esclarecimiento acerca de la Ley de Dios. “Del mismo modo como Cristo fue glorificado en los días del Pentecostés, también lo será cuando culmine la obra del evangelio, ocasión en que él preparará a cada creyente para la prueba final que vendrá al finalizar el gran conflicto...” (Cristo triunfante, p. 367). Por lo tanto, debemos estudiar mucho acerca de este tema, profundizarlo, vivir de acuerdo con él y, por supuesto, enseñar acerca de esos mandamientos. Debemos enseñarlo correctamente, así como debemos vivirlos. El pueblo de Dios en el pasado, en tiempos de Jesús, obedecía los Diez Mandamientos, pero de una manera equivocada. Habían “reglamentado” la Ley, cosa que no se debe hacer, pues el ser humano no es el legislador, así como también pensaron que a través de la obediencia a la Ley podrían salvarse. Esto es lo que llamamos “salvación por las obras”, no por la fe o por la gracia. Esto es lo que en la actualidad muchas denominaciones sostienen y predican. Obedecer con el objetivo de obtener la salvación es un error, pues tal vía no es factible. Lo correcto es entregarse a Jesús para ser salvos por el Padre, perdonados por la obra del Espíritu Santo en nuestra vida. Entonces sí, debemos obedecer los Diez Mandamientos para no pecar nuevamente, y de ese modo permanecer salvados. En caso de que volvamos a pecar, entonces careceremos otra vez de la gracia; si nos arrepentimos, nuevamente permaneceremos salvos si obedecemos. Cuando estuvo aquí en la tierra, Jesús enfrentó severos cuestionamientos respecto de los Diez Mandamientos de parte de los líderes religiosos de su época. En ellos se debatía acerca de cómo guardar esos mandamientos, nunca acerca de la abolición de la Ley. Por el contrario, en Mateo 5:17-32 Jesús confirmó la vigencia de la Ley y la importancia Recursos Escuela Sabática ©
de la obediencia. Él mismo dio el ejemplo de cómo obedecer. Acerca de la obediencia a la Ley, Jesús habló en varias oportunidades. Si no somos rebeldes, en la Biblia y en las enseñanzas de Jesús hay información más que suficiente en las orientaciones acerca de cómo proceder para no equivocarse.
Jesús no cambió la Ley Uno de los temas bíblicos más fáciles de argumentar es la inmutabilidad de la Ley. Hay pasajes directos y claros acerca de esto, especialmente aquellos que el propio Jesús pronunció. En Mateo 5 hay dos cosas que Jesús dijo que jamás podrían ser cuestionadas, porque fueron pronunciadas por el propio Legislador. Quien afirme que la Ley cambió a causa de haber resucitado en el domingo, Jesús lo hace aparecer como mentiroso. Las dos cosas que Jesús afirmó categóricamente son: 1) Él vino a cumplir la Ley; y 2) no vino a abrogarla. Partiendo de esto, ya no hace falta agregar más nada, pues la cuestión de si la Ley cambió o no, queda resuelta. Además, todos deberían prestar atención a lo que dice Santiago 4:12: “Uno solo es el dador de la Ley y el Juez”, o sea, hay un Único Ser que legisla y que juzga. Nadie más. Así, y esto es así por la Biblia lo afirma, el cambio que fue efectuado en la Ley es falso. Al fin y al cabo, el Legislador nunca nos notificó que ha cambiado la Ley. Afirmó sí que no había venido a hacer eso, sino a obedecer la Ley. Incluso murió por obedecer esa Ley. A pesar de que hay millones de fieles, sinceros y excelentes católicos, la Iglesia Romana ha afirmado tener el derecho de efectuar cambios en la Ley, y de hecho es lo que ha hecho. Pero ella no es el legislador al que hace mención Santiago, por lo que, al actuar de ese modo, se está haciendo superior a Jesús, o a Dios, quien afirmó explícitamente no había venido a hacer ningún cambio. Reiteramos lo que hemos afirmado en el comentario de una lección anterior: el debate entre los líderes judíos y Jesús acerca de la Ley nunca se basó en eventuales cambios en ella, sino en cómo obedecerla. En ningún lugar hay constancia de que Jesús haya delegado el derecho que únicamente Él posee como Legislador, para hacer alteraciones. Aquél Hombre que recorría todos los lugares de Judea y Galilea, era quien estaba sobre el arca del pacto, la Shekiná, la luz misteriosa que, de tan sagrada, no permitía que nadie se acercara al Lugar Santísimo, excepto el Sumo Sacerdote, y una vez al año. Esa Shekiná era la custodia de la Ley, como su Autor, el Legislador. Cualquier alteración en el texto de la Ley que devalúe su significado, así como cualquier alteración acerca del modo en el que se debe obedecerla, es falso, y proviene de una fuente alternativa, la única que existe: Satanás.
Jesús profundizó el significado de la Ley Los versículos de Mateo 5:21-44 prueban una vez más que Jesús estaba ratificando la validez de la Ley de los Diez Mandamientos. Si éstos hubieran sido cambiados, este pronunciamiento de Jesús lo habría informado. Pero en ningún momento el Maestro y Autor de la Ley dio alguna señal de algún cambio en sus enseñanzas. Tal como el autor de la Lección lo afirma, profundizo el significado de la Ley, o mejor, Él enseñó acerca de cuál era su verdadera extensión. Por ejemplo, dijo: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: ‘No matarás. El que mata será culpable de juicio’”. Sin embargo Jesús profundizó esto diciendo que el mandamiento no hacía referencia únicamente al Recursos Escuela Sabática ©
acto de matar, sino que es más abarcante. Se refiere a todo aquél que se enoja contra su prójimo, a quien insulta, a quien llama “tonto”, quienes estarán sujetos al fuego del infierno, si no se arrepintieren. Cada uno debe hacer las paces con el hermano antes de traer su ofrenda a la casa de Dios, o sea, antes de ir al culto. Respecto del adulterio, Jesús profundizó su significado al decir que una simple mirada, o un mero pensamiento sensual, era adulterio. En caso de que esto sucediera, que el ojo permanezca mirando las formas femeninas, o la mano tocara alguna mujer, o robar, se debía arrancar el ojo o la mano. Por supuesto, esto hace referencia a un directo control de la mente, puesto que el ojo o la mano no toman decisiones separadas del cuerpo, y de la mente humana. El ser humano, aliado con el poder de Dios, debe buscar la disciplina y el control sobre lo que piensa y lo que hace. Jesús continuó hablando acerca del repudio a la mujer. En aquél tiempo los hombres tenían ese derecho, y las mujeres, no. Es evidente que era un tiempo difícil para ellas, que fueron creadas por Dios para ser amadas por sus esposos. Las mujeres poseen una particularidad especial que es (salvo que esté degenerada por la obra del pecado así como los hombres se degeneran) la de retribuir con amor cuando son amadas. Es su naturaleza, así fueron dotadas por Dios. Mi esposa es fantástica, multiplica toda buena atención que recibe. Las mujeres normalmente también son capaces de sufrir en silencio cuando son ofendidas. Son criaturas maravillosas, planificadas por Dios, para llenar el planeta de felicidad, y los maridos deben aportar la materia prima para ello, es decir, que cada uno ame a su esposa. Jesús dijo, respecto del divorcio, que la única separación admitida es la traición, ya sea de parte del hombre o de la mujer. Continuó recordando que los antiguos decían que no se debía jurar en falso. Pero afirmo que jamás se debía jurar; por el contrario, que nuestras palabras siempre fueran verdaderas: que fuera “Sí”, cuando debía ser “Sí”, y “No”, cuando debiera ser “No”. Añadió que los antiguos decían “Ojo por ojo, diente por diente…”, tal como lo prescribe la ley del Talión, proveniente del código babilónico, que tenía por objetivo preservar la venganza equivalente a la ofensa. Pero Jesús dijo que, en caso de alguna ofensa, como una bofetada en la cara, el ofendido entregara la otra mejilla. No se debe retribuir con la misma moneda, ni en el mismo nivel. No debemos nivelar para abajo, sino que debemos responder el mal con el bien, con cortesía, con amor, con gentileza. Finalmente, afirmó que los antiguos decían “Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo”, lo que es el modo natural y corriente en este mundo. Pero Jesús orientó que todos debían amar a los enemigos, incluso orar por ellos. La sabiduría en esto es procurar transformar en amigo al enemigo, y no deteriorar las relaciones a punto tal de que deriven en peleas, o incluso la muerte. Es para salvación, no para fomentar malas relaciones. En conclusión, Jesús dijo que debemos ser perfectos tal como Dios, el Padre, es perfecto. Siguiendo estas recomendaciones, estaremos transitando el camino de la perfección, y estaremos obedeciendo realmente los mandamientos. Ciertamente aquí Jesús no incluyó todas las posibilidades acerca de cómo obedecer puntualmente cada Mandamiento, pero aportó los principios que nosotros podamos utilizar como fundamento para nuevas circunstancias, acerca de cómo obedecer fielmente los Mandamientos. Debemos recordar que, aun haciendo esto, nos salvamos, pues la liberación del pecado proviene de la gracia, pero si hemos sido perdonados por la gracia, continuaremos salvos por la obediencia. Recursos Escuela Sabática ©
Jesús y el séptimo mandamiento El séptimo mandamiento prescribe categóricamente: “No cometerás adulterio”. Analizado superficialmente, el mandamiento se viola cuando se comente un acto sexual ilícito. Pero no consiste en solo eso, y no podría ser así. El adulterio requiere premeditación, hasta que se convierta en un acto. Jesús enseñó cuál es la verdadera extensión del mandamiento. Una mirada con pensamientos impuros ya es adulterio. La ley en el sistema legal de varios países también sigue el mismo principio. Por ejemplo, dentro de un vagón de subterráneo atestado, un hombre que intencionalmente manosea a una mujer que no sea la suya, es considerado un abusador, aun sin haber cometido un acto sexual explícito. En eso consiste el principio divino acerca del adulterio, o incluso de los demás mandamientos. En el caso de “No robarás”, por extensión, cuando alguien piensa en apropiarse del bien de otra persona, ya está robando. En ambos casos, estarán sujetos a juicio, y de no mediar el acto del arrepentimiento, tales personas ciertamente arderán en el fuego del infierno a causa de esos pecados, aun cuando fueran imaginados, y nunca concretados explícitamente. Una práctica común en todos los tiempos, incluyendo los días de Jesús, es el abandono de una mujer de parte de su marido, divorciándose de ella, para casarse con otra. En aquellos tiempos lo denominaban con una palabra horrible: “Repudiar”. Si eres mujer, imagínate ser clasificada como “repudiada”. ¡Qué palabra más fuerte para calificar a una mujer! El repudio podía ejercerse por cualquier razón. La mujer quedaba sin derechos, y generalmente no lograba vincularse con otro hombre que la amparara. Las mujeres, en aquellos tiempos, vivían enteramente dependientes de algún hombre. En este sentido, las cosas hoy han mejorado algo. ¿Y qué dijo Jesús acerca de esto? Enseñó que el divorcio sólo podía ser posible en caso de adulterio, ya sea del hombre o de la mujer. En caso de no darse esta situación, quien se casara con una mujer “repudiada”, cometería adulterio, y el primer marido, en caso de casarse nuevamente, también estaría adulterando. Esta norma es válida hasta hoy. Complicado, ¿no es así? Jesús lo dejó esto bien en claro. Quienes se casan se convierten en una sola carne, y sólo la muerte tiene el poder de separarlos. Una última reflexión con respecto a mi amada esposa. ¡Qué mujer sensible, dedicada y dulce! ¿Cómo podría repudiar a alguien así? ¡Imposible! A no ser que sea muy frío y cruel. ¡Merecería el fuego del infierno! Y siendo que oré para que Dios escogiera a mi esposa, ¿no estaría con ello condenando a Dios por algo mal hecho?
Jesús y el quinto mandamiento Llegaron los fariseos para interrogar a Jesús, tal como en muchas ocasiones, siempre con una trampa para así con ella condenar al Maestro delante de todos, aunque todas las veces tuvieron que irse avergonzados. Le preguntaron a Jesús acerca de la razón por la cual los discípulos no se lavaban las manos antes de comer el pan. Esto era una antigua tradición. El motivo del lavamiento de las manos nada tenía que ver con la higiene, aunque sirviera para eso. Era sólo un ritual creado hacía mucho tiempo. “Por eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ‘¿Por qué tus discípulos no andan conforma a la tradición de los ancianos, sino que comen con manos impuras’? El Recursos Escuela Sabática ©
respondió: ‘¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías: ‘Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí’. En vano me honran, cuando enseñan como doctrinas, mandamientos de hombres. Porque dejáis el Mandamiento de Dios, y os aferráis a la tradición de los hombres [como el lavado de los jarros y los vasos, y otras muchas cosas semejantes]’. Les dijo también: ‘Bien desecháis el Mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’; y ‘el que maldiga a su padre o a su madre, ha de ser muerto’. Pero vosotros decís: ‘Basta que un hombre diga a su padre o a su madre: ‘Todo aquello con que pudiera ayudarte es corbán (ofrenda para Dios)’. Y no le dejáis hacer nada más por su padre y su madre. Así invalidáis la Palabra de Dios con vuestra tradición, que transmitís de unos a otros. Y hacéis muchas cosas semejantes a estas”. Corbán significa ofrenda al Señor, aquello que era llevado junto al altar y dedicado a Dios. Se trata de una palabra bíblica corriente, especialmente en los libros de Levítico y Números (Levítico 1:2; 2:1, 4, 12, 13; 6:14; 7:14; Números 7, ¡12 veces!). Lo que se declaraba de esa manera, debía ser entregado un día al Templo, ya fuera una propiedad, dinero, o cualquier otra cosa. Los fariseos de aquella época enseñaban que, una vez que alguien hubiera declarado sus bienes como “corbán”, o dádiva dedicada a Dios, no podía utilizarlos para satisfacer las necesidades de sus padres, sin importar cuán necesitados estuvieran, aunque pudieran usufructuar de esos bienes hasta sus muertes, si así lo quisieran. Así, aunque estos fariseos profesaran honrar a Dios, sus corazones no estaban en armonía con los requisitos justos de Él (Marcos 7:9-13). Por lo tanto, mediante el “corbán”, se satisfacían a sí mismos, pero desobedecían el quinto mandamiento. ¡Y querían juzgar a los discípulos que habían olvidado lavarse las manos antes de comer!
Jesús y la esencia de la Ley Un joven rico vino a hablar con Jesús. Era un buen cristiano, si lo consideramos según los conceptos humanos. Si eso hubiera sucedido hoy, estaríamos hablando de un empresario pequeño que comenzó un negocio en el rubro de la alta tecnología. Y fue exitoso. Inteligente, dominador de la informática y conocedor de las necesidades del mercado, había creado una empresa que facturaba con elevados márgenes de ganancia. En pocos años se había convertido en millonario, una personalidad. Vivía para el dinero, trabajaba día y noche. Si hubiera sido adventista, se detenía en su trabajo pocos minutos antes de la puesta del sol de los viernes, y recomenzaba ni bien empezaba el domingo. Podríamos decir que “adoraba” las riquezas. Por supuesto, él devolvía un considerable monto de dinero en diezmos, donaba grandes sumas para la construcción de templos, financiaba campañas evangelísticas, y daba muchas ofrendas y pactos. Así se sentía bien, pues mucha gente lo admiraba por ello. También era vanidoso, se valía de su estatus social para mostrar su poderío económico. No se privaba de utilizar un auto blindado, pues eso es lo que hace la gente con mucho dinero, y aunque no lo necesitara, vivía en una casa de cincuenta millones de dólares. Poseía lanchas, un bello yate, varios autos importados cuyo valor superaba las centenas de miles de dólares. Frecuentaba la alta sociedad, pero los sábados estaba siempre en la iglesia. Este es nuestro joven rico moderno. ¿Qué le hubiéramos dicho si nos habría pedido un consejo para no perder la vida eterna? ¿Le hubiéramos pedido que vendiera todo, que Recursos Escuela Sabática ©
entregara todo ese dinero a los pobres y, que de ese modo, se convirtiera en uno de ellos, para así ganar la vida eterna? ¿Qué pasaría con los cientos de empleados, muy bien pagados, muchos de ellos adventistas? ¿Qué iba a ser de ellos? ¿Y sus clientes, a quienes siempre les dejaba un mensaje de índole espiritual? ¿Y el grupo pequeño de gente rica que él dirigía, el cual había dado como resultado varios bautismos de personas ricas y exitosas como él? ¡El dios de este joven era el dinero! Hacía todo bien, obedecía los mandamientos y era activo en la iglesia. ¿Qué le faltaba entonces para que sea salvo? Está claro que no hacía falta que vendiera todo: alcanzaba con que se librara de su apego al dinero, pues había hecho de él su dios. Para ser salvo, debía cambiar su pequeño dios por el Dios verdadero. Y la pregunta que surge es: ¿Es posible liberarse de aquello a lo que nos hemos apegado? Para aquél joven rico que fue a hablar con Jesús, no fue posible, por eso Jesús le dijo que si quería ser salvo, debía vender sus bienes. ¿Qué consejo le daríamos al joven rico de hoy? ¿Y si nosotros fuéramos él? En otro incidente, Jesús estaba nuevamente con los fariseos debatiendo sobre cuál mandamiento era el más importante. Para sus interlocutores, la jerarquía de los mandamientos constituía una gran preocupación. Como lo afirma la lección, ellos consideraban como más importantes a los primeros cuatro mandamientos, y después estaban los otros seis. Por eso, muchas veces, como lo hemos visto en la sección anterior, despojaban del sustento a sus propios padres, fácilmente despachaban a sus mujeres para cambiarlas por otras, y le echaban el ojo a los bienes de los demás. Jesús dejó bien en claro que la esencia de la Ley es el amor. Sin amor, guardar los mandamientos no pasaría de ser una mera simulación, pues en realidad no estarían obedeciendo ninguno. Al fin y al cabo, obedecer a los mandamientos es amar a Dios y amar al prójimo, ¡tal como Jesús nos amó! Ni el joven rico, ni quien siga rigurosamente las instrucciones de la Ley obedecerá verdaderamente a Dios si no tiene amor en el corazón. “Si se aumenta la riqueza, no pongáis el corazón en ella” (Salmo 62:10; ú. p.). “Exclamará [el alma contrita], con humilde semblante y labio vacilante: ‘Él me amó. Se dio a sí mismo por mí. Se hizo pobre para que yo, por su pobreza, pudiera ser hecho rico. El varón de dolores no me despreció, sino que derramó su amor inagotable y redentor para que mi corazón pudiera ser hecho limpio; y me ha traído de vuelta a la lealtad y la obediencia a todos sus mandamientos. Su condescendencia, su humillación, su crucifixión, son los milagros culminantes de la maravillosa manifestación del plan de salvación... Todo lo hizo para que sea posible impartirme su propia justicia, para que yo pueda cumplir la ley que he transgredido. Por esto lo adoro. Y proclamaré de él a todos los pecadores’” (Dios nos cuida, p. 318).
Viernes - Resumen y aplicación del estudio I.
Síntesis de los principales puntos de la lección 1. ¿Cuál es el principal enfoque? La Ley de Dios nunca fue cambiada por el Legislador, sino por aquellos que trabajan con el enemigo del Legislador y Creador. Jesús vino a la tierra para que, entre otras cosas, mostrarnos cómo, luego de ser salvos por la gracia, obedecer la Ley. Recursos Escuela Sabática ©
En todo momento en los que habló acerca de los Diez Mandamientos, expresó que debían ser obedecidos. Él mismo fue un Ejemplo de obediencia, y declaró que los mandamientos permanecerían mientras existiera la creación del universo. 2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes? Los Diez Mandamientos sintetizan el carácter de Dios. Así como Dios es eterno, su carácter también lo es, y sus mandamientos también debieran serlo. Un Dios perfecto sólo puede continuar siendo perfecto si Él nunca cambiara en nada. Los que dicen que la Ley fue alterada incurren en –por lo menos– dos errores: se igualan al Legislador, cosa que es una flagrante falsedad, y minimizan a Dios como si fuera una persona débil como nosotros los pecadores, por lo que Él debería hacer rectificaciones en su carácter. Los que así obran, de ningún modo podrían llamarse cristianos. 3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir? ________________________________________________________________ ________________________________________________________________ II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección? •
La Ley de los Diez Mandamientos continúa en vigencia, lo que siempre sucederá. El sábado del cuarto mandamiento –y no el domingo, el tercer mandamiento de la ley falsa– continúa vigente y debe ser guardado. El domingo, que es una alteración impuesta por Constantino, un emperador pagano, fue aceptado por una iglesia de esa época, comprometida con ese imperio.
1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio? ________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio? Por lo menos dos: obedecer íntegramente los Diez Mandamientos, así como enseñarlos, ya sea por testimonio, como por las palabras. 3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 4. Comentario de Elena G. de White “Satanás… dijo a sus ángeles que… los diez mandamientos eran tan explícitos que muchos creerían que seguían válidos, y por lo tanto sólo debía tratar de corromper uno de los mandamientos. Así que indujo a sus representantes a intentar cambiar el cuarto, o sea el mandamiento del día de reposo, con lo que alterarían el único de los diez que revela al Dios verdadero, el Creador de los cielos y de la tierra. Satanás recordó a sus representantes la gloriosa resurrección de Jesús y les dijo que por haber resucitado el primer día de la semana, el Salvador había trasladado el descanso del séptimo al primer día de la semana. Así se valió Satanás de la resurrección en provecho de sus propósitos. Él y sus ángeles se congraRecursos Escuela Sabática ©
tularon de que los errores por ellos preparados fuesen aceptados tan favorablemente entre quienes se llamaban amigos de Cristo” (Primeros escritos, p. 215). 5. Conclusión general “En contestación al aserto de que a la muerte de Cristo quedaron abolidos los preceptos del Decálogo juntamente con los de la ley ceremonial, decía Wesley: ‘La ley moral contenida en los diez mandamientos y sancionada por los profetas, Cristo no la abolió. Al venir al mundo, no se propuso suprimir parte alguna de ella. Esta es una ley que jamás puede ser abolida, pues permanece firme como fiel testigo en los cielos... Existía desde el principio del mundo, habiendo sido escrita no en tablas de piedra sino en el corazón de todos los hijos de los hombres al salir de manos del Creador. Y no obstante estar ahora borradas en gran manera por el pecado las letras tiempo atrás escritas por el dedo de Dios, no pueden serlo del todo mientras tengamos conciencia alguna del bien y del mal. Cada parte de esta ley ha de seguir en vigor para toda la humanidad y por todos los siglos; porque no depende de ninguna consideración de tiempo ni de lugar ni de ninguna otra circunstancia sujeta a alteración, sino que depende de la naturaleza de Dios mismo, de la del hombre y de la invariable relación que existe entre uno y otro’” (El conflicto de los siglos, edición 1954; p. 305). 6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________
Prof. Sikberto R. Marks Traducción: Rolando Chuquimia RECURSOS ESCUELA SABÁTICA ©
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