La Gaceta del FCE, núm. 496. Abril de 2012 - Fondo de Cultura ...

2 abr. 2012 - John Humphrey, un profesor de leyes canadiense ..... de una “ley escondida” entre el aparente ... de Newton al afirmar que ella es la autora.
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ISSN: 0185-3716

D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A  A B R I L 2 0 1 2

Lo bueno siempre ha sido un juego fácil para los filósofos, más fácil que lo malo o lo feo — J O N AT H A N R É E

Hacer el mal

Además 

UN TEXTO DE

GABRIEL ZAID

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y UNA APOLOGÍA

DEL LIBRO ELECTRÓNICO

Fotografía: LEÓN MUÑOZ SANTINI

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E D I TO R I A L

D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A

Joaquín Díez-Canedo Flores D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E

Tomás Granados Salinas D I R E C TO R D E L A G AC E TA

Alejandro Cruz Atienza J E F E D E R E DAC C I Ó N

Ricardo Nudelman, Martí Soler, Gerardo Jaramillo, Alejandro Valles Santo Tomás, Nina Álvarez-Icaza, Juan Carlos Rodríguez, Alejandra Vázquez C O N S E J O E D I TO R I A L

Impresora y Encuadernadora Progreso, sa de cv IMPRESIÓN

León Muñoz Santini ARTE Y DISEÑO

Juana Laura Condado Rosas, María Antonia Segura Chávez, Ernesto Ramírez Morales V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T

Suscríbase en www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/ laGaceta/ [email protected] www.facebook.com/LaGacetadelFCE La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 042001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716

P O R TA DA

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ocas cosas pueden golpear más al entendimiento que la idea del mal. Aunque no lo padezcamos directamente, su mera existencia ha sido desde hace siglos un revulsivo de todo tipo de creencias, sea porque deja muy mal parado a un posible dios, sea porque socava cualquier imagen optimista de la naturaleza humana. Hemos dedicado buena parte de este número a abordar, desde tres ópticas muy diferentes pero inevitablemente relacionadas, la reacción que gobiernos, filósofos y científicos han tenido al confrontarse con el mal. La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue, y lamentablemente sigue siendo en gran medida, un intento retórico por erradicar los ultrajes que pueden padecer las personas. Su apasionante gestación es el tema de Un mundo nuevo, libro de Mary Ann Glendon que pusimos a circular hace unos meses y que aquí es reseñado por un diplomático de carrera. Otra novedad, El mal en el pensamiento moderno, de Susan Neiman, sirve para descentrar el modo en que suele entenderse la historia de la filosofía; en este libro el mal sirve como eje en torno al cual se exponen las doctrinas de algunos de los pensadores que han husmeado en las cloacas del comportamiento humano. Cierra la porción dedicada al mal un sugerente ensayo sobre lo que las ciencias naturales tienen que decir en esa materia; con precisión y abundantes ejemplos, Amadeo Estrada lleva el concepto del mal a la escena biológica para practicarle una vivisección. Sin ironía alguna, llevamos en seguida al lector hacia el mundo de la economía. Circula desde finales del año pasado uno de los pocos estudios, teóricos y prácticos, de la industria del ahorro y el préstamo por goteo, obra de Beatriz Armendáriz y Jonathan Morduch: su Economía de las microfinanzas es una voz que deben escuchar quienes actúan en ese sector. Para finalizar esta sección, Gabriel Zaid rescata un artículo que dejó fuera de la reciente edición de La economía presidencial y que, más de tres lustros después de ser escrito, sigue describiendo una contradicción que restringe el crecimiento del país. Cerramos con un texto sobre Wislawa Szymborska, que a comienzos de febrero, como anticipaba en “Nada en propiedad”, ya liquidó la deuda entregándose a sí misma. Más que una nota necrológica, Rafael Vargas rastrea la lenta llegada de su poesía a nuestra lengua, y en particular a nuestro país. Contra el mal, nada mejor que el lúcido optimismo de una poeta que con alegría da vuelta a las cosas.W

León Muñoz Santini

SUMARIO

GALOPE  Salvador Elizondo 0 3 LA REVOLUCIÓN DE LA SEÑORA ROOSEVELT  Brian Urquhart 0 7 UN PARÁSITO MISERABLE Y SIN RAÍCES  Jonathan Rée 1 1 JOAQUÍN GUTIÉRREZ HERAS, 1927-2012  Martí Soler 1 2 EL MAL VISTO DESDE LAS CIENCIAS NATURALES  Amadeo Estrada 1 3 AUGE Y RETOS DE LAS MICROFINANZAS  Janina León C.  1 6 AHORRO SIN INVERSIÓN  Gabriel Zaid  1 8 NOVEDADES DE ABRIL  1 9 CAPITEL  1 9 LOS LIBROS ELECTRÓNICOS NO SE QUEMAN  Tim Parks 2 0 WISLAWA SZYMBORSKA EN MÉXICO  Rafael Vargas 2 2

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POESÍA

Autor de una obra reducida pero sustanciosa, Elizondo se permitió algunas excursiones por el mundo de la lírica (más de uno dirá que toda su prosa en realidad es eso). Este mes comienza a circular Contubernio de espejos, un pequeño tomo que reúne los poemas que escribió entre 1960 y 1964; de entre los muchos sonetos y otros textos sin métrica, hemos escogido uno que ejemplifica su deseo de atrapar lo fugaz

Galope S A LVA D O R E L I Z O N D O

Campo claro quietud de alba serena el caballo al galope la brisa empecinada cristal ala inmutable ruinas del camposanto que corroe el desierto ya no cantan las cosas cohibido pulso contra la cegadora claridad del espejo esta pasión tan clara tan serena se ha quedado prendida en el abrojo de las viejas cosas. Voz de musgo albor contra el caballo la rosa ha florecido en las almenas; como un rayo de espuma reventada lanza el airón esquirlas de granada y se queda girando lentamente en la quietud mongólica del vaso.W

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Fotografía: LEÓN MUÑOZ SANTINI

DOSSIER

HACER EL MAL Quienes conocieron los horrores de la segunda Guerra Mundial construyeron un dique ético contra el mal: la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Quienes han reflexionado sobre el mal conocen lo espinoso del asunto: con ellos puede narrarse una historia paralela de la filosofía. Quienes hurgan en el comportamiento de los seres no humanos saben que ahí, donde están ausentes las consideraciones morales, el mal no existe ABRIL DE 2012

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RESEÑA

La revolución de la señora Roosevelt BRIAN URQUHART

Para acotar las atroces manifestaciones del mal que la humanidad conoció durante la segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional quiso dotarse de un instrumento que reconociera un mínimo de derechos a todo ser humano. Un mundo nuevo es el recuento del proceso por el cual un grupo capitaneado por Eleanor Roosevelt dio forma al documento en que se cimentan las ideas actuales sobre derechos humanos

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os horrores de la segunda Guerra Mundial inspiraron dos importantes declaraciones de fe: la Carta de las Naciones Unidas (1945) y la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Ambas nacieron en el interludio, breve y políticamente tibio, que se dio entre los últimos meses de lucha y el inicio de la Guerra Fría. Como ocurre con la mayoría de las declaraciones de fe, quienes las firman —gobiernos la mayoría— a menudo no las cumplen, aunque casi todos afirmen que aceptan el código de conducta básico que tales declaraciones expresan. Por un lado, tanto los gobiernos como los individuos (especialmente en tiempos de paz) pueden sentirse desilusionados con las Naciones Unidas; por otro, abominables atrocidades continuamente parecen burlarse de la Declaración Universal de Derechos Humanos; y sin embargo estos dos documentos han establecido los parámetros de una sociedad tolerable para el planeta. El esfuerzo constante por alcanzar y mantener dichos estándares constituye la frontera entre civilización y barbarie. Para aquellos que acababan de pasar por seis años de guerra, sin duda ambas declaraciones tenían sentido: con más de 45 millones de muertos, miseria y ruina inimaginables, ¿quién podía estar en desacuerdo con estos párrafos del preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, escritos, según se dice, por Jan Smuts y Archibald MacLeish?: “Nosotros los pueblos de las naciones unidas resueltos […] a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles […] a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad.” Y después de las “marchas de la muerte” y el Holocausto, ¿quién podría protestar contra las primeras líneas de la Declaración Universal de Derechos Humanos?: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.” En un tiempo en que el clima internacional estaba en constante deterioro tal vez el logro más sorprendente haya sido la creación y aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos. La redacción del borrador entre 1947 y 1948 planteó problemas filosóficos, sociales, religiosos, legales y políticos fundamentales de una complejidad extraordinaria. Para los gobiernos preocupados por la reconstrucción y la crisis política de la posguerra —Palestina, el bloqueo de Berlín o Cachemira—, los derechos humanos pudieron haber parecido una distracción menor, algo que sin duda podía esperar hasta que llegaran tiempos más tranquilos. Afortunadamente, y dado que los tiempos en realidad siguieron empeorando con rapidez, los obstáculos no detuvieron al extraordinario

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equipo que redactó la declaración. El libro de Mary Ann Glendon, Un mundo nuevo, es un recuento introspectivo de estos logros, fascinante y sorprendentemente personal a la vez. De no ser por el liderazgo y la visión de Eleanor Roosevelt, es poco probable que se hubiera podido terminar la Declaración Universal y que la aceptaran casi todos los gobiernos. Durante aquellos primeros años de posguerra, la señora Roosevelt ocupó un lugar incomparable en la escena internacional: no sólo era la viuda de un gran presidente sino que por derecho propio se había transformado casi en una fuerza de la naturaleza, una figura majestuosa de sabiduría y sencillez. Glendon cita la descripción que de ella hizo E. J. Kahn: “una persona de elevadísima generosidad”; esta cualidad por sí sola ya la hacía diferente de los pendencieros estadistas de la época. Cuando abordó el Queen Mary en enero de 1946 como miembro de la delegación estadunidense para la primera sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Londres, Eleanor Roosevelt se embarcó en una nueva empresa en la que ni ella ni el Departamento de Estado tenían mucha confianza. Es cierto que tanto en público como en privado se había involucrado mucho más en la política y en los asuntos internacionales que la esposa de cualquier otro presidente moderno (por ejemplo, fue ella quien sugirió la inclusión de consejeros negros en la delegación norteamericana que asistiría en 1945 a la Conferencia de San Francisco); sin embargo, no tenía experiencia diplomática formal y se le asignó el comité de la Asamblea General para asuntos sociales porque los funcionarios del Departamento de Estado pensaron que para ella sería una tarea más sencilla que la de los comités políticos. Pronto quedó demostrado que tales inquietudes eran infundadas. Ralph Bunche, otro integrante de la delegación, no tardó en percibir que, del grupo conformado además por el secretario de Estado James F. Byrnes, John Foster Dulles y el senador Arthur Vandenberg —quienes estaban acostumbrados a los juegos políticos—, la señora Roosevelt era la única con un verdadero sentido de la responsabilidad: ella sí escuchaba a sus consejeros y hacía la tarea a conciencia. Pronto quedaron en el olvido las suposiciones de que la señora Roosevelt sería incapaz de lidiar con los delegados extranjeros más complicados; su dignidad, su maestría en los temas a debatir, su cortesía y, de ser necesario, su firmeza inamovible, derrotaron hasta a los oponentes más temidos. Recuerdo vivamente sus encuentros posteriores con Andréi Vyshinski para discutir el destino de los refugiados de guerra europeos: Vyshinski, el mordaz fiscal de los procesos soviéticos de la década de 1930, era un orador abusivo y casi imparable; tenía un arremolinado cabello blanco y una tez pálida de apariencia poco saludable que cambiaba a un rojo vivo cuando estaba decepcionado o se enojaba. “Señor Vyshinski —le dijo la señora Roosevelt en el tono maternal de quien corrige a un niño travieso—, aquí en las Naciones Unidas tratamos de impulsar ideas de amplio alcance, ideas que primero

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tomen en cuenta los derechos de los hombres, aquello que los haga más libres; se trata de los hombres, señor Vyshinski, no de los gobiernos.” Vyshinski, rojo como un tomate, por primera vez se quedó sin palabras. Una cualidad de la señora Roosevelt que sobresale en el libro de Glendon es su sentido común: siempre insistió en que la declaración debía estar escrita en un lenguaje fácil de entender para la gente común y que debía ser lo suficientemente general como para dar a los diversos países y culturas la flexibilidad necesaria para interpretar y llevar a la práctica sus disposiciones. Aunque existía una presión considerable —del delegado británico, por ejemplo— para dar prioridad a acuerdos de carácter legal obligatorio que incluso podrían incluir mecanismos para su ejecución, la señora Roosevelt se mantuvo escéptica ante tales propuestas. Estaba convencida de que había que dar prioridad a una declaración de principios que preparara el camino para acuerdos posteriores y que sirviera como un instrumento para medir y hacer públicas las violaciones a los derechos humanos. Sin olvidar que el propio Senado de los Estados Unidos, tan sólo 25 años antes, se había negado a ratificar el Tratado de la Sociedad de Naciones, Roosevelt sabía bien lo difícil que podría ser obtener su aprobación en materia de convenciones internacionales obligatorias. En esto Eleanor Roosevelt resultó clarividente: dos de las convenciones de derechos humanos que sucedieron a la declaración —una sobre derechos políticos y civiles, otra sobre derechos económicos, sociales y culturales— sólo se firmaron en 1966 y pasaron diez años más para que recibieran las firmas suficientes para entrar en vigor. En 1992 Estados Unidos por fin ratificó la convención de derechos políticos y civiles; la segunda declaración aún está pendiente. China hizo lo propio con la segunda convención el 28 de febrero de 2001, sólo un día después de que la entonces embajadora de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson, visitara el país. Glendon muestra en su libro que la señora Roosevelt se involucraba, palabra por palabra, en pormenorizadas discusiones en torno al texto de la declaración. En medio de la larguísima controversia sobre el uso de la palabra hombre para describir a la raza humana, la señora Roosevelt sostuvo que, aunque ella se consideraba a sí misma como feminista, también aceptaba el uso tradicional de la palabra para hacer referencia a la raza humana en general. Por otro lado, sabía de antemano que la Unión Soviética se mantendría hostil en el asunto y que, cuando mucho, podría persuadir a los soviéticos de no sabotear la declaración y de abstenerse en la votación final. “Era sencillamente imposible —comentó en algún momento— tener una conversación franca y privada con los funcionarios rusos.” Sin duda ya existían otras declaraciones nacionales de derechos, como la Carta de Derechos inglesa de 1689, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América de 1776, seguida más tarde por la Carta de Derechos, y la francesa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. No obs-

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DE NO SER POR EL LIDERAZGO Y LA VISIÓN DE ELEANOR ROOSEVELT, ES POCO PROBABLE QUE SE HUBIERA PODIDO

TERMINAR LA DECLARACIÓN UNIVERSAL Y QUE LA ACEPTARAN CASI TODOS LOS GOBIERNOS. DURANTE AQUELLOS PRIMEROS AÑOS DE POSGUERRA, LA SEÑORA ROOSEVELT OCUPÓ UN LUGAR INCOMPARABLE EN LA ESCENA INTERNACIONAL

” tante, la declaración de las Naciones Unidas no podía tomar sólo un modelo para su redacción porque debía incluir a todas las sociedades y culturas del mundo. Para muchos, los horrores de la guerra, y en especial los recientemente liberados campos de concentración nazis, exigían una declaración internacional de derechos; pero antes de la Conferencia de San Francisco el tiempo para esbozarla o para determinar el lugar que ocuparía en el nuevo sistema internacional había sido escaso. La Carta de las Naciones Unidas firmada en San Francisco en 1945 hacía numerosas referencias a los derechos humanos; sin embargo, el artículo 2(7) los limitaba sobremanera: impedía específicamente a las Naciones Unidas intromisión alguna “en asuntos de jurisdicción interna de cualquier estado”. La pregunta acerca de cuándo es legítima, si es que puede serlo, la intervención internacional en materia de derechos humanos permanece sin respuesta hasta el día de hoy. En San Francisco se decidió que la primera tarea de la futura Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas sería la creación de una carta universal de derechos. Así, durante su primer reunión en 1946, la comisión instituyó un comité para esbozar y posteriormente aprobar una carta de derechos, y se nombró a la señora Roosevelt como su presidenta. Aunque la señora Roosevelt era sin lugar a dudas la líder del comité, los principales autores de la declaración fueron un profesor canadiense de derecho, un experto francés en derecho constitucional, un catedrático, poeta y dramaturgo chino y un filósofo libanés que pertenecía a la iglesia ortodoxa griega. Hoy es difícil imaginar a un grupo tan exótico a cargo de una tarea tan importante o capaz de ponerse de acuerdo en tan poco tiempo sobre un documento que tendría que alcanzar la aceptación general de los gobiernos de todo el mundo. John Humphrey, un profesor de leyes canadiense de 40 años, proveniente de la Universidad de McGill y director de la división de derechos humanos en la Secretaría de las Naciones Unidas, resultó fundamental para el grupo de trabajo. Humphrey había perdido un brazo en un accidente durante su infancia y, puesto que había quedado exento del servicio militar, estaba decidido a contribuir a la paz. Durante la guerra se hizo amigo en Montreal de Henri Laugier, un refugiado francés que entonces no hablaba inglés y que tiempo después se convertiría en secretario general asistente para asuntos sociales de las Naciones Unidas y llamaría a Humphrey para dirigir la oficina de derechos humanos en Nueva York. El comité de la señora Roosevelt pronto descubrió que el debate filosófico, apasionado y de alto nivel, no era la mejor forma de empezar a trabajar en el borrador de la declaración. A principios de 1947, mientras tomaban té en el departamento de la señora Roosevelt en Washington Square, varios miembros del comité pidieron a Humphrey que preparara un amplio borrador preliminar. Así, durante los cuatro meses siguientes, él y su equipo prepararon un documento de 400 páginas que contenía la revisión de los principios fundamentales y más ampliamente compartidos que habían surgido de toda reflexión histórica sobre la libertad humana, así como extractos relacionados con derechos humanos provenientes de varias constituciones y otros instrumentos legales. Incluyeron además textos de otras fuentes, como una declaración de derechos humanos que H. G. Wells escribió en 1939 para ayudar a “aquellos que desean conocer con más detalle la razón de nuestra lucha”. Para ponerlo en palabras de Humphrey, el documento incluía “cualquier derecho imaginable que el Comité de Redacción pudiera querer discutir”. Con todo este material el comité le pidió a su miembro francés, René Cassin, que a partir del documento

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redactara un primer texto de la declaración a la Universidad Nankai y se convirtió sobre el cual pudieran trabajar. Cassin era en un diplomático con la misión de diun veterano de la primera Guerra Mundial, fundir en Europa y Estados Unidos las discapacitado, judío; había sido condenado a atrocidades cometidas por los japonemuerte in absentia por el régimen de Vichy y ses en China, así como de promover la había escapado de la ocupación francesa en comprensión de su cultura. 1940 después del llamado de Charles de GauLas ocasionales discusiones entre lle desde Londres, y era ahora el principal aseMalik y Zhāng, ambos grandes personalidades, fueron importantes para el sor legal del propio De Gaulle. En su calidad desarrollo y equilibrio de la declarade presidente del Consejo de Estado en su país durante 1947, Cassin se había convertido en el UN MUNDO NUEVO ción; según Glendon, “Se debieron en parte a sus dos fuertes personalidades, abogado más destacado y comprometido con Eleanor a las diferencias entre sus puntos de el restablecimiento del sistema administratiRoosevelt y la vista sobre la religión y el mundo secuvo y judicial francés: redactó un borrador de la Declaración lar, y a los desacuerdos sobre qué tan declaración a partir del documento de HumUniversal de pragmático se podía ser respecto a las phrey, con un elocuente preámbulo seguido los Derechos concesiones de los países sin poner en de principios generales bien definidos. Según Humanos riesgo la verdad y, en consecuencia, la dijo a sus colegas, durante la redacción del doM A RY A N N universalidad necesarias para que éscumento partió de dos consideraciones funtas fueran aprobadas. Malik pensaba damentales: por un lado, el derecho de todo GLENDON que la declaración debía anclarse más ser humano a ser tratado igual que cualquier política y derecho explícitamente en la ‘naturaleza’; Zhāng otro ser humano, y por el otro, el gran princi1ª ed., Comisión de pensaba que sería mejor dejar que cada pio fundamental de la unión de todas las raDerechos Humanos cultura explicara las raíces filosóficas zas de la humanidad, un principio que había del Distrito Federalde los derechos humanos.” sido violado descaradamente durante la gueUniversidad La solidaridad intelectual del equirra. En 1968 Cassin recibió el Premio Nobel po redactor de la señora Roosevelt ende la Paz por su trabajo en Europa en pro de Panamericana-fce, 2011, 428 pp. frentó la prueba definitiva en el otoño los derechos humanos, y luego sería conocido de 1948, en París, cuando el comité de como el padre de la Declaración Universal de 978 607 16 0790 4 $270 asuntos sociales de la Asamblea Gelos Derechos Humanos, algo un poco injusto neral dio señales de que prefería nepara Humphrey y sus otros colegas. gociar una vez más el texto completo La señora Roosevelt y Cassin ya eran entonces sexagenarios; Charles Malik, un filósofo tomista de la declaración. La señora Roosevelt presentó el de apenas 40 años, libanés y griego ortodoxo, jugó un texto como una declaración de principios que espapel importante en la redacción del documento y en tablecía “un ideal común para todos los pueblos y conseguir que se aprobara. Como representante de Lí- naciones” y exhortó a los integrantes del comité a bano, Malik se hallaba inmerso en la crisis palestina. no caer en distracciones “por buscar la perfección Había sido, a finales de 1930, pupilo de Alfred North absoluta”; era de suma importancia que todos los Whitehead en Harvard y era un intelectual sumamente gobiernos sintieran que habían participado en el dedicado que nunca se sintió apto para la política o la di- nacimiento de algo tan relevante como la declaplomacia; no toleraba la superficialidad de las ideas de ración. En su calidad de presidente del Comité de los otros y tendía a sermonearlos. “Cuando hablamos Asuntos Sociales de la Asamblea General, Charles de derechos humanos —dijo a sus colegas en la primera Malik se las arregló para permitir que todos los inreunión del comité de redacción—, nos enfrentamos a la tegrantes opinaran y, a la vez, que la duración de pregunta fundamental: ¿qué es el hombre?, ¿es sólo un sus discursos fuera razonable; aun así, fueron neser social?, ¿es sólo un animal?, ¿es sólo un ser económi- cesarias 80 reuniones y 170 correcciones para que co?” Esto los llevó a lo que otro integrante del comité el comité aceptara el borrador. En la votación final después llamaría “un laberinto ideológico” y del que de la Asamblea General, 23 de los 30 artículos recisólo saldrían al asignar a Humphrey y su equipo la tarea bieron apoyo unánime; de los 58 países miembros de preparar el amplio borrador preliminar de la de- de las Naciones Unidas, ocho se abstuvieron, entre claración. ellos Arabia Saudita, que se opuso entre otras cosas Sin embargo, la infatigable pasión de Malik por expli- a la igualdad de derechos en el matrimonio; Sudácar, debatir y analizar, por más que a menudo irritara a frica, que con la nueva legislación del apartheid tesus colegas, generó también la fuerza intelectual que les nía objeciones sobre los principios de igualdad, y el permitió sacar adelante el texto de la declaración. Un bloque soviético, que afirmó que la declaración cacolega suyo aseguraba que su apariencia de profeta del recía de respeto por la soberanía de cada Estado. La declaración suscitó comentarios negativos a Antiguo Testamento —cabeza enorme, inmensa nariz aguileña, centelleantes ojos negros, erizados rizos y tu- ambos lados de la Cortina de Hierro; según Vyshinspidas cejas negras— lo convertían en una figura que lla- ki, la Asamblea General de París de 1948 pasaría a la historia de la onu como aquella en que la mayoría, maba siempre la atención en las Naciones Unidas. El otro filósofo del comité, el chino Zhāng Péngchūn, encabezada por el bloque angloamericano, había igfue quien le dio un sentido más universal a la declara- norado la soberanía de los Estados miembros y hación. En 1947 y 1948, con Mao a punto de tomar Pe- bía tratado de interferir en los asuntos internos de kín, también a él le preocupaban los acontecimientos “ciertos países” —esto no evitó, sin embargo, que los de su país, así como la aparente indiferencia de Occi- líderes soviéticos utilizaran la denuncia de violaciodente ante el futuro de China. En su juventud Zhāng nes a los derechos humanos como un arma durante se benefició de la ayuda de los Estados Unidos, único la Guerra Fría. país que había dedicado una parte de las cuantiosas Frank E. Holman, presidente de la principal asoindemnizaciones provenientes del levantamiento de ciación de abogados en Estados Unidos, se burló de los bóxer en 1898 a becas para estudios avanzados de la declaración y afirmó que “fomentaría el socialisalumnos chinos; fue así como en 1921, bajo la tutela de mo de Estado y hasta el comunismo en todo el munJohn Dewey, Zhāng se doctoró en filosofía por la Uni- do”. A media noche, al salir del salón de asambleas versidad de Columbia. Cuando Japón invadió China después de la votación, la señora Roosevelt se preen 1937, Zhāng, entonces un reconocido maestro, dra- guntaba si “una simple declaración de derechos sin maturgo y crítico literario, huyó disfrazado de mujer obligación jurídica alguna sería capaz de alentar a

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los gobiernos a asegurarse de que esos derechos fueran respetados”. Hasta el día de hoy ésa sigue siendo la pregunta clave. Hace algunos años, Michael Ignatieff citó en un artículo la descripción que Kofi Annan hiciera de la Declaración Universal como “el parámetro con el que medimos el progreso humano”;1 pero, ¿en realidad qué tanto ha contribuido la declaración a ese progreso? Como tantas declaraciones anteriores, la Declaración Universal ha sido citada muchas veces y violada muchas más; no obstante, el concepto de derechos humanos ha ganado terreno en la imaginación de las personas y en el comportamiento de las naciones. Es indudable, por otro lado, que en ocasiones la Declaración Universal ha sido empleada hipócritamente. Se la ha usado como argumento para legitimar luchas de independencia o de liberación, y muchos de los regímenes que la enarbolaron, una vez establecidos, actuaron como si no existiera. Las constituciones de 19 Estados africanos recientemente independizados hacen referencia a la declaración, la cual también sirve de modelo para las disposiciones en esta materia de otras 70 constituciones; no obstante, en los conflictos internos de África y de otras regiones —en especial cuando los gobiernos perdieron su autoridad—, los conceptos de derechos humanos y de libertad política han desaparecido casi por completo. En este sentido, el Irak de Saddam Hussein resulta a todas luces un caso señero, pero incluso numerosos Estados que justifican sus acciones a partir de razones culturales, políticas o religiosas, incurren en evidentes violaciones a la declaración. Como organización intergubernamental, hasta hace poco la onu se había mantenido renuente a censurar en materia de derechos humanos a sus miembros más poderosos. Con la excepción de Europa y su Tribunal Europeo de Derechos Humanos, las acciones concretas aún dependen de las decisiones que tome cada gobierno. En este sentido, el establecimiento de tribunales para crímenes de guerra por parte de las Naciones Unidas en La Haya y en Arusha, Tanzania, fue un logro histórico. Aunque los tribunales no se desprenden directamente de la Declaración Universal, sí reflejan una preocupación por los “actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad” e insisten en que “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. En estos tribunales confluyen los principios de la Declaración Universal con el creciente trabajo humanitario que realizan las Naciones Unidas, así como con la constante revisión de las leyes que rigen las guerras y el trato a los prisioneros.

1 “Human Rights: The Midlife Crisis”, en The New York Review of Books, 20 de mayo de 1999.

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Por otro lado, la Declaración Universal constituye el texto base y la inspiración de algo que ni la señora Roosevelt ni sus colegas anticiparon: el auge de las organizaciones no gubernamentales, que ahora han tomado la delantera en la denuncia de violaciones a los derechos humanos y en la movilización de grupos de activistas por todo el mundo. En 1961 se fundó Amnistía Internacional, cuyo propósito original era proporcionar ayuda a los “presos de conciencia”; Helsinki Watch fue una comisión que se organizó rápidamente en Europa y Estados Unidos en 1975 con el fin asegurar el respeto a las disposiciones establecidas en los Acuerdos de Helsinki, y de la que surgió Human Rights Watch. Su Informe anual cubre decenas de países, incluyendo el Reino Unido y los Estados Unidos, y sus programas abarcan una amplísima gama de temas relacionados con los derechos humanos, que incluyen la tortura, los niños soldados, las minas terrestres y la libertad de cátedra. Este tipo de defensa, respaldada por una investigación exhaustiva y una eficaz divulgación, genera presión e interés público activo no sólo en lo que respecta a las violaciones de los derechos humanos, sino también en lo referente a escenarios futuros como, por ejemplo, el lugar que los derechos humanos han de jugar durante el proceso de la globalización. Eleanor Roosevelt habría sentido gran satisfacción al saber que ese tipo de organizaciones se han multiplicado y que actúan como voz de la conciencia de los políticos. Aunque la Unión Soviética desapareció hace más de dos décadas y la expansión de la democracia produce gran satisfacción, la mediación internacional en defensa de los derechos humanos es todavía un asunto muy polémico. Las acciones de la otan en Kosovo, una de las más extremas en esta materia, no fueron ni pudieron haber sido autorizadas por el Consejo de Seguridad ni por otro órgano gubernamental de la onu. Para el Consejo, los principios de soberanía nacional y el subsecuente rechazo a la intervención externa suelen convertirse en el factor de peso en el momento preciso en que el desastre aún podría evitarse. Más tarde, en retrospectiva, es muy común que muchos de los que impidieron la acción condenen la subsecuente inacción. No se han hecho esperar las denuncias ante el fracaso de la onu para impedir el genocidio en Ruanda; en las condiciones políticas del momento, dicha acción no hubiera podido aprobarse con suficiente antelación como para evitar del todo la tragedia. Muchos años pasarán antes de que la mediación en asuntos de derechos humanos sea la regla y no la excepción. Por lo pronto, se han hecho otros progresos en la protección de los derechos humanos; los tribunales penales internacionales para la ex Yugoslavia y para Ruanda no sólo abrieron un nuevo camino, sino que se estableció la Corte Penal Internacional para procesar a acusados de genocidio, de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad —crímenes entre los que ya se inclu-

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ye la violación—. Por primera vez en la historia, los gobernantes criminales y asesinos no pueden vivir impunes, aunque, como ha señalado Human Rights Watch, las dimensiones de los problemas actuales en materia de derechos sobrepasan por mucho la capacidad de atención de las instituciones mundiales. La Declaración Universal de Derechos Humanos desató una gran revolución; en sus primeros cincuenta años su progreso fue irregular y a menudo se enfrentó con obstáculos; no obstante, los proyectos e ideas de una magnitud tal que involucra cambios radicales en el comportamiento humano tienden a avanzar despacio. Las palabras de Abraham Lincoln —citadas por Mary Ann Glendon— acerca de la Declaración de Independencia de Estados Unidos en relación con la igualdad entre los hombres describen con detalle este proceso: los redactores de la Declaración de Independencia “no querían suscribir una rotunda falsedad: que todos gozaban de esa equidad, ni tampoco que la otorgarían inmediatamente. […] Simplemente quisieron declarar ese derecho, de tal manera que su aplicación se llevaría a cabo tan rápido como lo permitieran las circunstancias. ”Quisieron establecer el máximo nivel posible para una sociedad libre, que fuera familiar para todos: sin perderla de vista, que se trabajara constantemente para su realización; en consecuencia, que se difundiera y profundizara constantemente en su influencia; que aumentara la felicidad y el valor de la vida de todos los pueblos, de todos los colores, en todo lugar.” Eleanor Roosevelt y su pequeño equipo aprovecharon un momento crítico en la historia y dieron forma y vida duradera al concepto de derechos humanos universales; establecieron un criterio que más tarde se convertiría en algo “familiar para todos”. Para las generaciones futuras este logro podría ser uno de los más benevolentes y trascendentes de la historia de la humanidad.W

Tomado de The New York Review of Books, con autorización. © 2001 Brian Urquhart. Traducción de Dennis Peña. Brian Urquhart fue alto funcionario de la ONU. Ha escrito libros sobre esa organización y sobre la paz mundial.

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Fotografía: LEÓN MUÑOZ SANTINI

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RESEÑA

Un parásito miserable y sin raíces El mal puede asociarse a lugares: de Sodoma y Gomorra a Auschwitz e Hiroshima. Para Susan Neiman, un sitio que en el siglo XVIII Condensó la idea de mal en Europa fue Lisboa, sacudida por un devastador terremoto en 1755. En El mal en el pensamiento moderno se parte de ese trágico acontecimiento para presentar, de manera “no convencional”, las posturas de diversos pensadores sobre este incómodo tema JONATHAN RÉE

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o bueno siempre ha sido un juego fácil para los filósofos, más fácil que lo malo o lo feo. Aunque lo bueno puede ser elusivo si se mira desde un punto de vista práctico, desde una perspectiva conceptual es relativamente dócil. Platón sostenía que el bien sólo tiene una forma, e incluso si se equivocaba, ciertamente lo bueno es más simple que las incontables variedades de lo malo. Si lo bueno mejora, entonces termina muy bien, pero cuando lo malo degenera termina peor que mal; es decir, lo malo lleva el discurso hacia una zona donde sólo hay palabras de aspecto anticuado y significado no negociable, como pecado, corrupción o maldad. El léxico del oprobio absoluto siempre ha puesto incómodos a los aspirantes al racionalismo. Hay mucha palabrería metafísica a su alrededor; se apela demasiado a lo indescriptible, por no mencionar el fuego infernal y la condena perpetua. Los conceptos de pecado, corrupción y maldad están tan empapados de teología que son una vergüenza incluso para los teólogos y, con excepción del lado más salvaje de la política, han caído en desuso. No obstante, aunque ya no se usen no han sido olvidados: causan molestias a la moral moderna como si se tratara de un miembro amputado que aún hormiguea. Desde la segunda Guerra Mundial, la discusión de abominaciones vergonzosas se ha desplazado de los conceptos generales a los topónimos históricos: primero Hiroshima y luego, después de un giro del caleidoscopio histórico, Auschwitz. Sin embargo, la inclusión de singularidades geohistóricas en la discusión de principios universales no es del gusto de los filósofos más austeros; en la tradición a la que ellos pertenecen un lugar es un lugar y no un argumento digno de atención; los únicos lugares que ellos reconocen son el Reino de los Fines, la Ciudad Ideal y otros condominios exclusivos de la Tierra de Ninguna Parte. Uno de los muchos aspectos interesantes del libro de Susan Neiman El mal en el pensamiento moderno es su recordatorio de que la filosofía ya se había encontrado antes en este punto y que esa experiencia la cambió radicalmente. El primero de noviembre de 1755, mientras la gente de Lisboa celebraba el Día de Todos los Santos, un terremoto sacudió su extensa y majestuosa ciudad: arrasó con casi todas las iglesias y destruyó alrededor de 12 mil edificios. Los ciudadanos más afortunados murieron bajo una cascada de vigas y escombros, y los que no, fueron arrastrados por el maremoto que vino en seguida, o murieron quemados en un incendio que tardó seis días en extinguirse. Alrededor de 60 mil personas perecieron. En toda Europa Lisboa se convirtió en sinónimo de un mal totalmente inconcebible, en la viva encarnación de malum y malitia, das Böse y das Übel, le malinand le mal. De acuerdo con Neiman, Lisboa representaba Auschwitz e Hiroshima juntos.

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Sin duda —se puede argüir— hay una enorme dife- entre un mundo natural, lleno de imprevistos que es rencia entre un desastre natural como el de Lisboa y imposible calificar de buenos o malos, y el ámbito las atrocidades cometidas por el hombre en Aus- moral, cuyos rigores se hallan confinados a la histochwitz e Hiroshima. Con toda seguridad la hay, y esta ria de la humanidad. El terremoto fue un inocendistinción conduce al punto central del razonamien- te fenómeno físico, pero los males que provocó se le to de Neiman: la necesidad de una separación clara pueden imputar a la civilización, en especial a su cosentre sufrimiento fortuito y mal doloso —sostiene tumbre de amontonar gente en las ciudades. Según Neiman, las maniobras conceptuales de Neiman— es una obsesión peculiarmente moderna y, en concreto, es una de las cicatrices filosóficas que el Rousseau señalan el inicio de la concepción moderna terremoto de Lisboa nos dejó. Dicho evento ocurrió del mal y podría decirse que de la modernidad misen una época en que las nociones de misterio divino y ma. En 1762, cuando Emilio o de la educación vio la luz, pecado original estaban perdiendo todo su atractivo molestó tanto a los filósofos por su religiosidad como y los filósofos comenzaban a apreciar el mundo natu- a la iglesia por sus blasfemias; y si hoy no podemos ral como la exquisita obra de un dios agradable y be- apreciar su carácter innovador es porque hace ya munévolo. En 1710 Leibniz publicó su Teodicea, un ejer- cho tiempo que se volvió parte de nuestro panorama cicio de piedad desembozada que tenía como fin de- conceptual. Para Neiman, el pensamiento de Rousseau entró fender al creador contra la acusación de que proveía una porción diaria de males innecesarios antes que la en el inconsciente filosófico a través de Immanuel Kant; ella misma es autora de un excelenración mínima de pan para sobrevivir. Si te libro que señala la presencia del desaliDios era tan sabio y poderoso como entonñado libertario en el remilgado mundo de ces se creía, los hechos daban cuenta de su la filosofía crítica. En The Unity of Reason malicia; o por lo contrario, si sus intencio[La unidad de la razón], de 1994, Neiman nes eran buenas, entonces era débil o esalude a la afirmación de Kant sobre el túpido, o ambas cosas a la vez. Como argudescubrimiento efectuado por Rousseau mento de la defensa, Leibniz negó la verade una “ley escondida” entre el aparente cidad del crimen: la verdad —según él— es caos de los sucesos históricos, similar al que no existe el mal; el mundo que Dios descubrimiento de Newton de un orden gentilmente creó es el mejor posible y si racional en la vasta diversidad de la natuno nos convence es porque no tenemos el raleza. “Después de Newton y Rousseau privilegio de verlo desde su perspectiva, o EL MAL EN EL PENSAMIENTO —escribió Kant en 1765— podemos justicomo dijera Alexander Pope en 1734: MODERNO ficar a Dios y por lo tanto la tesis de Pope “contra el orgullo y la errada razón / sólo es cierta.” No obstante, aquel optimismo hay una verdad: ‘lo bueno, bueno es’.” Una historia no que Kant obtuvo de sus héroes intelecPor supuesto, el optimismo filosófico convencional tuales estaba a años luz de la complacentiene su lado oscuro: la seguridad de que de la filosofía cia cósmica de Leibniz; era un asunto de el nuestro es el mejor de los mundos pofe más que de conocimiento. Si Newton sibles poco reconforta si en realidad sigSUSAN NEIMAN había podido ver actuar a la razón dennifica que no existe nada mejor; es difítro de la naturaleza era sólo porque en un cil alegrarse ante la idea de que el mundo filosofía Traducción de Felipe principio él mismo la había plantado ahí; tal como lo conocemos no puede mejorar. cuando Rousseau construyó su noción de Aun así, un gran número de pensadores Garrido humanidad sólo extendía la conjetura del siglo xviii, entre los que se incluyen 1ª ed., 2012, 445 pp. de Newton al afirmar que ella es la autora Voltaire, Rousseau y Kant, hallaron con978 607 16 0880 2 —así sea poco confiable— de su propio suelo en el optimismo leibniziano, o al $260 destino. Newton y Rousseau coincidiemenos hasta que sintieron las réplicas del primero de noviembre de 1755. Desde luego, tal suce- ron en la concepción kantiana de la razón como una so no resultaba una refutación de la teodicea, más po- búsqueda compulsiva del alma humana: es un logro derosa que lo que antes fue Sodoma y Gomorra o que dudoso, un inquieto y riesgoso anhelo de orden en un las tribulaciones de Job; si Leibniz hubiera seguido mundo al que probablemente ni siquiera le importe. Para Neiman el tema característico de la modervivo habría insistido en que “la imperfección de una parte es necesaria para un mayor perfeccionamiento nidad es lo que podríamos llamar la brecha moral: del todo”, y Pope habría repetido su máxima: “Toda la la  idea kantiana de que lo moral necesita apoyarse naturaleza no es sino arte, para ti desconocido; / todo en la esperanza antes que atarse a la experiencia. A azar tiene un sentido que tú no puedes ver.” No obs- través de una serie de retratos intelectuales, Neitante, a pesar de que Lisboa fue cualquier cosa menos man ofrece una historia de esta brecha y contrapone un argumento deductivo, aun así asestó un golpe te- a los filósofos modernos canónicos con la teodicea y el problema de mal. Kant pensaba que las leyes de la rrible a la filosofía. El viejo y próspero Voltaire estaba desconcertado: naturaleza y las de la libertad humana iban por carri“Lisboa yace en ruinas —escribió— y aquí en París les paralelos y, por lo tanto, separados, mientras que bailamos.” Rousseau, molesto por la autocomplacen- Hegel y Marx, cada uno a su manera, las imaginaban cia del anciano, respondió dejando clara su distinción encontrándose en la etapa final de la historia. Hume,

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Joaquín Gutiérrez Heras, 1927-2012 MARTÍ SOLER

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oaquín Gutiérrez Heras y Elsa Cecilia Frost se conocieron cuando ambos eran alumnos del Colegio Alemán y más tarde coincidieron en el Departamento Técnico del Fondo de Cultura Económica que dirigía nuestro querido Joaquín Díez-Canedo. Conocí a Quinos cuando entré a trabajar en el Fondo allá por el año de 1959 y seguía manteniendo una estrecha relación con la editorial. Una muestra de ello es que Joaquín Díez-Canedo le encargó la traducción de un libro que seguramente el propio Quinos sugirió

para su publicación en el Fondo (719 páginas en formato mayor). Se trataba de la Historia trágica de la literatura del escritor suizo Walter Muschg, que seguramente representó un esfuerzo que a la vez le procuró placer y un arduo camino que recorrer, y que habría de aparecer hasta 1965. Estamos hablando, pues, de una edición publicada diez años más tarde que la propia edición alemana. Lo que para la época, por lo demás, era absolutamente normal. Mis recuerdos de Joaquín Gutiérrez Heras (que en este caso son de segunda mano, a través de Elsa) incluyen el dato de que estuvo estudiando en Alemania auspiciado (no sé si incluso prácticamente becado) por el entonces director del Colegio Alemán, Peter Brechtel padre, lo que le permitió ser un buen conocedor de la lengua alemana y del latín (lengua que era entonces obligatoria para todos los estudios en Alemania). Su conocimiento del latín era innegable, como podríamos demostrarlo si se hubieran conservado las galeradas de un libro de Eduardo Nicol (Los principios de la ciencia, publicado en 1965) en las que el fi lósofo catalán y Joaquín intercambiaron notas ¡en latín! acerca de algún problema que observó éste en la redacción del texto. ¿Por qué en latín? Supongo que Eduardo Nicol, que fue quien inició el intercambio, trataba de impresionar a quien fuera que se atrevía a enmendarle la plana. Joaquín fue un contendiente a la altura y Nicol aceptó de buena gana, supongo, al final, la corrección. Se trata de notas al aire cuya única pretensión es confirmar los muchos intereses y los amplios conocimientos de Quinos y su inicial preparación como editor en nuestra casa editorial, nuestra “universidad”. No hace mucho que nos reunimos todos aquellos traductores de esa época (y aquí va un recuerdo para Francisco González Aramburo, otro de los viejos colaboradores del Fondo) que todavía andábamos por estos mundos en una comida de remembranza auspiciada por Consuelo Sáizar. Ésa fue la última vez que convivimos y conversamos largo, aunque todavía alcanzamos a vernos en alguna otra ocasión.W

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U N PA R Á S I T O . . .

Sade, Schopenhauer, Nietzsche y Freud, por otro lado, antes que el fin de la historia prefirieron el fin de la ilusión, alimentados por el aire fresco y vigorizante del absurdo moral. Sin embargo, para Neiman los despreocupados pesimistas son tan poco convincentes como los sombríos progresistas y al final recurre a la única pensadora que, además de Kant, cuenta con todo su apoyo: Hannah Arendt. Si el terremoto de Lisboa fue un golpe para la teodicea clásica, entonces Auschwitz, tal como lo entendía Arendt, resultó una amenaza contra las doctrinas clásicas de progreso. Difícilmente puede entenderse la maquinaria burocrática de los campos de concentración como una mera etapa en una dialéctica positiva; la única alternativa obvia es considerar tal suceso como el resultado de una depravación moral sin precedentes enraizada en las fétidas profundidades de la psique nacional alemana. Sin embargo, Arendt no coincidía con esta gastada tesis y en su estudio Eichmann en Jerusalén expone que, mientras las acciones de los asesinos nazis no tuvieron par, sus intenciones no eran especialmente malignas: los agentes de la Solución Final eran cobardes ordinarios y no virtuosos opositores a la moral; el mal que hicieron no provenía de un odio trascendental sino de una deprimente banalidad. Cuando este análisis vio la luz en 1963 se encontró con un furioso y hostil recibimiento; sin embargo, Arendt no se retractó y en una carta a Mary McCarthy aceptó haber llegado a sus conclusiones “durante un extraño estado de euforia”: sabía que eran palabras severas (“la prueba definitiva de que no tengo alma”), pero después de muchos años aún se sentía “aliviada por lo que toca a ese asunto”. Neiman apoya a Arendt sin reservas y cita una carta enviada a Gershom Scholem en la que describe el mal como algo esencialmente superficial: no es un gran roble, sino un parásito miserable y sin raíces que se esparce con apabullante velocidad para luego desaparecer tan rápido como apareció. Según Neiman, Arendt encontró una forma de enfrentarse a Auschwitz que no requería perder el gusto por la existencia; como Kant, Arendt construyó algo similar a una teodicea: “un sistema que nos ayuda a encontrar nuestro lugar en el mundo sin sentirnos demasiado cómodos en él”. Sin duda, ésta no es una teodicea en sentido leibniziano, pero Neiman trabaja como un músico imaginativo: su “historia no convencional de la filosofía” está diseñada para explorar temas que otros intérpretes no han explotado. Nos invita a escuchar la filosofía de los últimos tres siglos como una meditación extendida sobre el problema del mal y no a través de la ya conocida lucha entre escepticismo y ciencia. El problema del mal, tal como ella lo ve, es “fundamentalmente un problema de la inteligibilidad del mundo”, no necesariamente se relaciona con Dios o con la religión y va más allá de cualquier plegaria teológica especial. Una respuesta atenta requiere que investiguemos a fondo el ya familiar contraste entre naturaleza objetiva y subjetividad moral, y la consecuente distinción entre accidentes desafortunados y malicia deliberada. Si Neiman está en lo correcto, entonces el espacio que habitaba el Dios de Leibniz antes de huir sólo se puede llenar con el tipo de apuestas trascendentales sugeridas por Kant. Neiman admira todo de Kant menos la suposición de que razón y sistema son dos caras de la misma moneda. Tal como ella la entiende, la racionalidad se manifiesta en puntos y no en líneas, secciones y fragmentos antes que estructuras completas; Neiman no sólo es una analista de primer orden, también es una aguda estilista, brillante y disciplinada —algo muy raro en un filósofo—. Si en ocasiones sus saltos son difíciles de seguir, contemplarlos siempre resulta emocionante. Según ella, “es una lástima que la filosofía, al igual que tantas personas, al aproximarse a la madurez se haya conformado con aceptar el aburrimiento a cambio de la certeza”, y termina elogiando la terquedad de los niños que se rehúsan a caer en las garras del hosco derrotismo intelectual de los adultos. La insistencia infantil en que el mundo debe encontrar lugar para la razón, sin importar lo que venga, es lo único que podrá librarnos del mal.W Traducción de Dennis Peña. Jonathan Rée se describe a sí mismo como un filósofo e historiador freelance. Es colaborador del Times Literary Supplement y el London Review of Books, donde apareció este texto; agradecemos al autor el permiso para reproducirlo aquí.

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¿Es posible asomarse al mal desde las ciencias? En este sugerente artículo, un biólogo plantea al lector tres posibles situaciones en las que el pensamiento científico se enfrenta con el mal. Lejos de zanjar la discusión con sus métodos y sus resultados, la ciencia muestra la riqueza de un tema que suele quedarse en la torre de marfil de los filósofos morales

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El mal visto desde las ciencias naturales AMADEO ESTRADA

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la naturaleza comúnmente se le atribuyen características de perfección, al tiempo que se tildan de moralmente reprobables numerosos actos naturales del hombre. Esta contradicción separa al ser humano de su mundo, aunque se explica a través del pensamiento moral. La tradición religiosa llevaría a pensar que todo lo natural es obra de dios, con la consecuente carga de perfección equilibrada, de sabiduría, que asocian frecuentemente las religiones a las deidades, todo ello puesto en un objeto que, en realidad, no tiene conciencia y es una abstracción tan amplia como difusa: la naturaleza.

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Resulta habitual que incluso aquellos que no tienen una religión concreta pero sí un pensamiento místico, esotérico, religioso, traten a menudo la naturaleza como un remplazo de la deidad, con todas las características de equilibrio, sabiduría y perfección que se le dan al dios cristiano. La biología nos muestra realidades muy distintas, acaso opuestas. La naturaleza jamás está en equilibrio, sino en constante cambio, muchas veces gradual y otras veces brusco. Sabemos que la noción de equilibrio traería consigo fines abruptos para la vida. La sabiduría sólo se puede asignar a la consciencia; la naturaleza, como entidad abstracta y conjunción de seres mayoritariamente inconscientes, no tiene semejante atributo y, de manera constante, encontramos muestras en la misma de todo lo que normalmente llamamos imperfecto e irregular.

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En tanto que juicio moral, el concepto del mal, cambiante de una a otra cultura, es difícil de abordar para la ciencia; sin embargo, las ambiciones científicas por hacer de cualesquiera eventos objetos de estudio han llevado en ocasiones por el camino tortuoso de tocar el tema. Para revisar el significado del mal en la ciencia habrá que dilucidar tres cuestiones: i] ¿contempla la ciencia en su actuar la noción del bien y del mal?, ii] ¿trata la ciencia el mal como objeto de estudio?, iii] ¿existen el bien o el mal en la naturaleza? Respecto del primer punto, recordemos que la ciencia se lleva a cabo de acuerdo con una serie de normas éticas, en la búsqueda de un actuar justo y dentro de indagaciones que frecuentemente nos proporcionan dudas, en particular en la ciencia de frontera. También, estas indagaciones éticas pro-

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Fotografía: LEÓN MUÑOZ SANTINI

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LA IDEA DE DEVELAR A LOS CRIMINALES A PARTIR DE MÉTODOS BIOLÓGICOS SEDUCE A MUCHOS, SI BIEN ES UN CAMINO ÁRIDO E INCOMPLETO, QUE NECESITA ASUMIR Y EXAGERAR LAS REPERCUSIONES DE LAS HORMONAS, LOS NEUROTRANSMISORES Y OTROS FACTORES BIOLÓGICOS, TANTO COMO EL INTENTO DE EXPLICAR EL ENAMORAMIENTO, EL AFECTO O EL ENOJO

” vienen de la necesidad de inhibir actos que socialmente deploramos y se asimilan al mal, como ocurriría con asesinatos y experimentaciones hechas por científicos sin escrúpulos; por ejemplo, las que Joseph Mengele llevó a cabo con los presos judíos en la Alemania de la segunda Guerra Mundial.1 El interés del médico alemán era descubrir los patrones de transmisión genéticos, así como la manipulación de  las características, y sobre todo se planteaba el tema de la clonación, con indicios de ello en los estudios sobre hermanos gemelos homocigotos. Si bien el asunto podía ser novedoso a finales de la década de 1930 e inicios de la de 1940, sus procedimientos no observaban parámetros morales ni éticos. El resultado fueron torturas y muertes. La ciencia no avanzó un milímetro con los trabajos de Mengele: lo que realizó son crímenes. La clonación se logró por vez primera en los años noventa, bajo la observación de procedimientos no dañinos, con una oveja. De igual manera, en Estados Unidos se hicieron experimentos con indígenas, con embarazadas, con enfermos mentales y con otros grupos poblacionales durante treinta años —entre 1940 y 1970— para revisar los alcances y daños de la radioactividad, y también se probaron sustancias nuevas con convictos.2 Hoy, la discusión sobre el uso de transgénicos que desplazan variedades locales y están ligados al uso de pesticidas —cuyos efectos sobre la salud humana y de otros animales se desconocen—, o que obligarían en un futuro muy cercano a los campesinos a depender del pago de patentes por algo que no han pedido, es también motivo de discusiones éticas en las que la ciencia no permanece ni pulcra ni desconectada. Por tanto, la comunidad científica se plantea fines aunque siempre exista una discusión sobre sus medios. En el tema de los transgénicos, por ejemplo, sigue habiendo una polémica entre el pragmatismo y la prevención de daños claros en algunos casos y potenciales en otros. Respecto de la segunda pregunta —si la ciencia ha tratado el mal como objeto de estudio— se registran sólo escasas ocasiones. En tanto que juicio moral sujeto a variables sociales, culturales, históricas e incluso individuales, no resulta un tema particularmente asible. Las pocas formas de abordarlo han sido los estudios sobre los criminales jurídicamente probados, estudios que se realizaron muchas veces en las cárceles. Desde la neurología y desde la psiquiatría se ha estudiado la violencia o la falta de empatía que puede tener cierto tipo de criminales. Por tanto, sí: el tema ha sido abordado por la ciencia, quizás a partir de una visión tangencial. Un científico notable del siglo xix, sir Francis Galton, primo de Charles Darwin, incursionó en muy diversos temas. Pionero del uso de la estadística aplicada a la biología, se interesó en la transmisión de caracteres y la discusión de temas evolutivos, entre otros, y, de forma singular, en la inteligencia y en la dilucidación del origen de los comportamientos criminales.3 Galton defendía que la esencia conductual existe desde que nacemos y que nos conforma, en contraposición con la idea de un conjunto de conductas que se van moldeando con el tiempo y con las experiencias —no negaba que el ambiente tuviera efectos en la conducta, pero defendía que lo más im-

1 Gerald L. Posner y John Ware, Mengele: The Complete Story, McGrawHill, 1986. 2 Harvey Wasserman, Killing Our Own: The Disaster of America’s Experience with Atomic Radiation, Delacorte Press, 1992; Eileen Welsom, The Plutonium Files: America’s Secret Medical Experiments in the Cold War, The Dial Press, 1999. 3 Francis Galton, Hereditary Genius: An Inquiry into its Laws and Consequences, Nabu Press, 2010, y Essays in Eugenics, University Press of the Pacific, 2004.

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portante, la esencia del comportamiento, no cambiaba en gran medida por el medio ni la educación: era un esencialista—. Sobre el tema de la conducta acuñó la oposición “nature vs. nurture” (una traducción literal sería “naturaleza contra cuidados”, pero acaso sea mejor entenderla como “herencia vs. ambiente”). Aun si Galton dedicó años de estudio a esta cuestión y se le ayudó con el establecimiento de laboratorios antropométricos, recursos y acceso a criminales —con el propósito de encontrar los rasgos y medidas que indicarían que alguien sería un criminal—, no llegó a producir resultados relevantes. Respecto de la conducta, la discusión sobre los alcances de la genética —lo que hoy es uno de los principales componentes y estudios de la nature de Galton— sigue siendo motivo de estudios y de debates. Muchos han querido atribuir a los genes la responsabilidad de distintas conductas criminales, sin que tampoco se alcance con ello mayores logros. Lo mismo ha ocurrido con otros comportamientos que nada tienen que ver con el bien ni con el mal, como los sexuales —excluyendo las violaciones—. Las conductas responden a una rica cantidad de factores, desde la conformación del cerebro de cada uno —algo siempre individual— hasta las distintas experiencias personales —costumbres culturales, educación o reflexiones, entre otros aspectos—. Sin embargo, el fuerte determinismo que perseguía Galton tuvo y aún mantiene numerosos seguidores.4 La lucha conceptual en biología continúa hasta hoy y es en la genética donde encontramos mayores cargas y defensores del determinismo. La antropometría, que introdujo Galton, es una herramienta endeble, pero se usa hasta nuestros días, e incluso la policía echa mano de ella. La idea de develar a los criminales a partir de métodos biológicos seduce a muchos, si bien es un camino árido e incompleto, que necesita asumir y exagerar las repercusiones de las hormonas, los neurotransmisores y otros factores biológicos, tanto como el intento de explicar el enamoramiento, el afecto o el enojo. Resulta a menudo trivial la ciencia que depaupera variables y objetos de estudio. En relación con la última pregunta, la principal que habríamos de respondernos —¿existen el bien o el mal en la naturaleza?—, vale la pena insistir en que el bien y el mal son juicios morales; a excepción del psicópata, estos juicios existen, con certeza, en el comportamiento humano. Otros animales gregarios y con cierto grado de consciencia —gorilas, bonobos, chimpancés, orangutanes, cánidos o cetáceos, por citar algunos— propician ciertos comportamientos al tiempo que rechazan otros que, en particular, se relacionan con sus vínculos y con aquello que los beneficia o los perjudica. Ahí hay inicios de códigos éticos. Un individuo puede defender a otro del ataque de un tercero, por ejemplo, y posiblemente esto se dé por un sentido de pertenencia y por la posible referencia a lo justo y lo injusto. Un tema poco abordado pero que vale la pena explorar —aquí lo hago muy en breve— es el vínculo entre esos inicios morales y los afectos —nuestra capacidad de establecer relaciones estrechas—. Moral y afecto no son temas inconexos si se considera que lo más cercano de los códigos éticos humanos se encuentra entre los animales gregarios que sostienen relaciones estrechas con sus afines. Los códigos éticos primarios parecerían basarse en la compasión y la empatía. Todos los principales comportamientos que encontramos en distintas culturas, morales o religiones, y hasta en la mayoría de las éticas individuales o en las leyes en los más diversos países, existen en la naturaleza. Los ejemplos abundan: desde el infanticidio de 4 Resulta paradójico que fue el propio Darwin quien introdujo los mayores argumentos sobre el indeterminismo en biología.

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los leones, cuya repercusión es la entrada inmediata de la madre en fertilidad, lo que la vuelve receptiva para aparearse con ese macho —la biología evolutiva ve la ventaja del infanticidio para el macho y la desventaja para el que no se comporta de dicho modo, con lo cual es de esperar, y puede verificarse, que casi todos los leones tengan esa conducta—, o el fratricidio en los pájaros bobo, lo cual repercute en que todos los recursos de los padres sean asignados sólo al hermano sobreviviente. Hay indicios de secuestros, sobre todo en primates,5 y también existen violaciones sexuales, asesinatos sin propósitos de nutrición ni de sobrevivencia, sino de aumento de privilegios o de jerarquía, como entre los chimpancés o los cánidos. Los chimpancés son capaces de organizar guerras y, junto con una numerosa cantidad de otras especies, incluido el ser humano, pueden ser caníbales. El canibalismo es un comportamiento mucho más común de lo que normalmente se asume. Hay estudios que muestran que la fertilidad de las mujeres, respecto de la que tienen con sus parejas, crece de manera importante ante la violación;6 aunque moral y emocionalmente el ataque sea deplorable, existe una parte biológica que lo favorecería, y con ello la aparición de algunos hombres más violentos, si esa capacidad de ejercer violencia llega a heredarse.7 Algunos de estos comportamientos son instintivos y no parece existir una elaboración consciente ni tampoco una distinción ética en ellos; éstos se benefician de procesos evolutivos que carecen de relación con el bien o con el mal. En los animales no conscientes sólo existen los beneficios de sobrevivencia o de reproducción, no las reflexiones morales. El mismo principio nos lleva a explicar el origen de los comportamientos asimilados con el bien. En la naturaleza, numerosas especies tienen conductas altruistas; sin embargo, las visiones de los ecólogos denotan que en éstas subyace un beneficio en términos de selección natural, con la mejor sobrevivencia y consecuente reproducción de miembros cercanos de un clan.8W Amadeo Estrada, melómano confeso, es profesor de Filosofía e Historia de la Biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM.

L ECT U R A S R ECOM EN DA DA S

Aristóteles, Parva naturalia. Breves tratados de filosofía natural, traducción de Jorge A. Serrano, Madrid, Alianza Editorial, 1993. Darwin, Charles, El origen de las especies, México, Planeta-De Agostini, 1992. __, El origen del hombre, Madrid, Biblioteca Edaf, 1989. __, La expresión de las emociones en los animales y en el hombre, México, Alianza Editorial, 1988.

5 Hal Herzog, “A Scientific Mystery: Do Wild Baboons Kidnap Puppies for Pets? Do wild Baboons Really Keep Puppies for Pets?”, Animals and Us, 21 de diciembre, 2011. 6 David Buss, The Evolution of Desire, Basic Books, 2003. 7 Es difícil que sólo una disciplina explique un comportamiento tan complejo, pero es importante resaltar algunos datos producidos por la biología. 8 En una conferencia dictada en la Facultad de Ciencias de la unam, sobre un trabajo en proceso acerca del posible origen de las capacidades morales en comportamientos biológicos, la doctora Rosaura Ruiz y el doctor Ricardo Noguera mencionaron, a modo de conclusiones, que existen elementos para pensar que el origen de las capacidades para producir morales se encuentra en la biología, si bien queda claro que el tema debe explicarse por factores culturales, sociales, educativos, históricos o individuales, entre otros.

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Excluidos del sistema financiero convencional, los pobres del mundo han solido carecer del punto de apoyo económico que los ayudaría a mover su mundo. Desde hace algunas décadas, sin embargo, existen instituciones que ofrecen créditos, opciones de ahorro y seguros en microescala. A las microfinanzas está dedicado este libro, mitad estudio teórico, mitad exposición de casos prácticos; confiamos en que su lectura estimulará esta industria

RESEÑA

Auge y retos de las microfinanzas JANINA LEÓN C.

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ablar hoy de microfinanzas nos conduce inmediatamente a la idea de los créditos pequeños, microcréditos a microempresas, pequeños productores y a familias pobres. Pero también el término microfinanzas evoca rápidamente la publicidad y algunas noticias recientes sobre los programas de gobierno y de instituciones privadas, incluidos bancos y uniones de crédito, entre otras, interesadas en ofrecer tales microcréditos. Más aún, estas instituciones ofrecen no sólo microcréditos, sino también servicios de ahorro, seguros, factoraje, etcétera, como parte de sus servicios de microfinanzas. ¿Cómo entender esta aparente paradoja? En otras palabras, ¿qué significan las microfinanzas hoy en día, y desde cuándo se transformaron? ¿Y son así de modernas en todo el mundo, en especial en los países en desarrollo? Justamente estas preocupaciones sobre las microfinanzas y su significado para la economía y la sociedad son parte de las motivaciones que han llevado a Beatriz Armendáriz y Jonathan Morduch a preparar Economía de las microfinanzas, editado en español por el fce y el cide. Como indican los autores, las microfinanzas se han transformado en los años recientes, multiplicando el número de sus usuarios —mayormente mujeres—, así como los montos involucrados, lo que ha llevado además a nuevas ideas y debates, planteados en gran medida en el libro. Los autores empiezan su obra con una invitación a repensar la banca a partir de experiencias como la del Banco Grameen, administrado por Muhammad Yunus en Bangladesh, ganador del Premio Nobel de la Paz en 2006, exitoso por sus microcréditos grupa-

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les a mujeres rurales; también se mencionan expe- experiencias en América Latina y el resto del mundo riencias de Bolivia, Kenia e India. Luego de referir el en desarrollo —por ejemplo, el libro preparado por fracaso de la banca de desarrollo y de postular la ex- Dale W. Adams, Claudio González Vega y J. D. von periencia del Grameen como el inicio de las microfi- Pischke, Crédito agrícola y desarrollo rural: la nueva nanzas, Armendáriz y Morduch postulan que son las visión (The Ohio State University, San José de Costa fallas de mercado asociadas a falta de información Rica, 1990)—, no hay modelos o rutas únicas en la exlas que han limitado su desarrollo. De ahí que se re- periencia de modernización de las microfinanzas. Los autores analizan los servicios financieros que quiera intervenir en los mercados de crédito, a fin de tener un manejo adecuado de las asimetrías de infor- han sido incorporados gradualmente hacia los pomación y de los costos asociados a los diversos ries- bres, a partir de los préstamos grupales —a los cuagos, a los problemas de agencia y al posible daño mo- les les dan gran importancia por las experiencias referidas, en especial en Bangladesh—, para ral; también hace falta diseñar contratos incluir experiencias recientes que ofreadecuados —en los que se incluyan las tacen préstamos individuales, según las losas de interés— e incluso explorar víncucalizaciones y condiciones de operación. los con organismos o mecanismos locales. Identifican la experiencia de Grameen Definitivamente las microfinanzas han como aquélla que amplió el concepto de cambiado mucho desde sus albores como microcrédito para incluir en las microficanales usualmente informales de crédito nanzas también a los microahorros y mi(Rotating Saving and Credit Associtacroseguros. El diseño y administración tions, es decir asociaciones locales de créen la oferta de estos nuevos productos fidito y ahorro rotativo, conocidas como nancieros para poblaciones pobres son roscas por sus siglas en inglés) para microproductores rurales, pasando por orga- ECONOMÍA DE LAS discutidos ampliamente por Armendáriz MICROFINANZAS y Morduch, quienes critican los temores nizaciones locales y colectivas —incluidas aparentemente infundados de algunas cooperativas de ahorro y crédito—, bancos B E AT R I Z microfinancieras para no ofrecer aún mide desarrollo y organismos no gubernacroahorros y microseguros. mentales, hasta la diversidad actual de ARMENDÁRIZ Y J O N AT H A N Con gran pragmatismo, los autores formas organizacionales entre las microMORDUCH abordan las tensiones asociadas a la posifinancieras. Armendáriz y Morduch identifican justamente a las roscas y a las cooble disyuntiva que enfrentan actualmente perativas de ahorro y crédito como las raílas instituciones de microfinanzas entre economía ces de las microfinanzas, y exponen de la búsqueda de ganancias y la provisión Traducción de manera interesante los alcances y límites de servicios financieros a los pobres. Por Roberto Reyes ello incluyen en esta edición (que se basa de estas organizaciones locales para su Mazzoni en la segunda edición en inglés) un capíexpansión a mayor escala, así como sus 1ª ed., fce-cide, tulo específico sobre la comercialización lecciones para el mejor diseño de organi2011, 484 pp. de las microfinanzas, en el que se definen zaciones y productos. Como muestra la li978 607 16 0779 9 indicadores de desempeño financiero, así teratura existente sobre la diversidad de $390

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como estimaciones de los mismos para diversas instituciones, con el ánimo de llegar a ciertas conclusiones sobre los diferentes costos y el manejo de tasas de interés, el financiamiento y el apalancamiento, dado un marco regulatorio. Y aunque no hay una comparación de resultados, el libro incluye una discusión sobre los alcances y límites de los subsidios en la sostenibilidad de las instituciones de microfinanzas. En capítulo aparte se discute, a la luz de las experiencias presentadas, la importancia y las características de una gerencia efectiva de las instituciones microfinancieras. Por último, se aborda lo que podríamos denominar dimensiones del alcance de la población atendida por las microfinanzas. Mención especial merece la discusión que los autores plantean sobre la amplia participación de las mujeres: el significado empírico de tal participación, su potencial para cambiar las normas sociales para las mujeres y el efecto de esta participación en la eficiencia de las instituciones. Más allá del tema de género, es innovadora la discusión de los autores sobre los efectos de las microfinanzas, al incluir recientes temas de discusión sobre sesgos de selección y posibles aspectos y métodos de evaluación de impacto entre los clientes. Economía de las microfinanzas de Armendáriz y Morduch es definitivamente una referencia excelente y obligada para todo aquel interesado en esta pujante industria. Es un libro actual que de manera ágil permite, tanto al lego como al experto, entrar en los diversos aspectos y dimensiones de las microfinanzas. La presentación del contenido es adecuada, permitiendo leer toda la obra de manera continua o bien acceder a sus capítulos de manera independiente, sin problemas de comprensión; es muy amigable para un público amplio, sean autoridades de política, practitioners, cooperantes, académicos o público en general. Mención especial merecen los ejercicios prácticos que se ofrecen al final de cada capítulo, que ayudan a

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los interesados a profundizar analíticamente en cada tema. Será, por todo ello, un libro de referencia obligada. En su contenido, descrito con detalle en párrafos anteriores, destacan temas claves como microahorros y microseguros, e incluso temas polémicos como comercialización e impacto. Quedan como parte de una agenda pendiente aspectos de las microfinanzas no discutidos en la obra, referidos a la experiencia de América Latina, en especial la explicación de por qué varios de estos países (Perú, Ecuador y Colombia) han sido calificados en los últimos años y a nivel mundial como los mejores ambientes para la actividad microfinanciera. Aspectos específicos referidos al marco institucional, al rol del Estado y a las políticas específicas —incluida la naturaleza de la regulación— implementadas en estos países parecen haber influido centralmente en el desarrollo de sus microfinanzas. Otro aspecto que ha cobrado relevancia actual es el vinculado a la estructura de los mercados de microfinanzas y al tipo de competencia en tales mercados, por su papel en la determinación de las tasas de interés y el nivel de actividad. Innovaciones financieras recientes parecen reflejar nuevos cambios organizacionales. Para finalizar, las crisis financieras de los últimos tiempos nos han mostrado que las microfinanzas responden ante diferentes contextos macroeconómicos y que estas respuestas ameritan ser analizadas también. La comprensión de estos y otros aspectos recientes permitirán procurar mejoras sustanciales para tener microfinanzas sostenibles que ofrezcan servicios financieros a una población mayor.W

Janina León C. es catedrática de la Pontificia Universidad Católica del Perú, adscrita actualmente a la Universidad Iberoamericana.

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Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A

El ahorro no es bueno en sí mismo. Sus frutos sólo son jugosos cuando se convierte en inversión, cuando el capital no se amodorra sino que se multiplica. En este artículo sobre algunos de los peligrosos dogmas que rigen la economía —escrito en 1995 y no incluido en la reciente reedición de La economía presidencial—, Zaid propone un giro conceptual y de actitud para que el ahorro sea trampolín de nuestras exportaciones

A RT Í C U LO

Ahorro sin inversión GABRIEL ZAID

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n conocido microempresario (carpintero) criticó el ahorro sin inversión hace dos mil años. Según san Mateo (25, 14-30), dijo a sus discípulos: Un hombre que tenía dinero se lo encargó a tres siervos. Al volver, encontró que dos habían hecho inversiones y le entregaron el doble, por lo cual les dio más. Pero el tercero hizo un hoyo en la tierra, escondió el dinero y se lo devolvió intacto, por lo cual lo corrió. En su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936), Keynes distingue entre el ahorro y la inversión. Se supone que el ahorro es bueno, porque el sacrificio del consumo produce más para consumir después. Pero nada garantiza que el ahorro se convierta en inversión. Si el dinero que no se gasta en comprar ropa tampoco se gasta en máquinas de coser para hacer ropa, la contracción del mercado es permanente. El ahorro sin inversión disminuye el consumo y la producción, ahora y después. Muchos estadistas, desde José en Egipto hasta Bernardo Reyes en Nuevo León, intervinieron en la economía para evitar el colapso, antes de 1936. El mérito de Keynes fue descubrir las conexiones del circuito macroeconómico y explicar cómo el ahorro no invertido desactiva la producción. Hay gente que necesita ropa pero no puede comprarla, hay máquinas de coser pero no se usan, hay quienes saben coser, pero están sin trabajo, todo porque el dinero está en un hoyo, en vez de circular. Keynes no se propuso estabilizar los precios (aunque lo consideraba importante), sino el mercado global, evitando su colapso. Tampoco se propuso el crecimiento a largo plazo, sino la reactivación. Pero su explicación fue tan brillante que se extendió por el mundo como si fuera una teoría del desarrollo eco-

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nómico. El keynesianismo vulgar recetó el gasto público, aunque fuera improductivo, excesivo y basado en créditos del exterior o la simple impresión de papel moneda, no para superar el colapso, sino para acelerar el crecimiento a largo plazo. Los resultados fueron desastrosos: inflación, corrupción, endeudamiento, desperdicio de recursos, un Estado sofocante, un desarrollo desigual y, finalmente, poco crecimiento. La industrialización latinoamericana empezó antes que la asiática, pero se quedó atrás, porque nuestros economistas creyeron que un país subdesarrollado no podía exportar manufacturas. Si no había salida externa, sólo quedaba el mercado interno: sólo quedaba el gasto público. Los desastres del keynesianismo vulgar desembocaron en un antikeynesianismo vulgar: lo importante es la estabilidad de precios, aunque termine en un déficit comercial monumental y en el colapso de la producción interna. Así pasamos de la quiebra de una economía protegida a la quiebra de una economía desprotegida. Por eso, ahora están polarizados los argumentos (frente a los cuales opino entre paréntesis): 1. No estábamos ni estamos preparados para la apertura comercial: no somos competitivos. (Somos competitivos en muchísimas cosas. Lo criticable de la apertura es que no empezó como una política de comercio y fomento industrial, sino como una política antiinflacionaria, lo cual fue tomar el rábano por las hojas.) La contracción actual es destructiva. (Es verdad: en la medida en que se les pasó la mano. Extrañamente, nuestros monetaristas no siguen el buen consejo de Friedman: no usar la política monetaria ni para acelerar la economía, ni para frenarla, porque es difícil atinar. 2. Lo primero es la estabilidad de precios. (No a costa del colapso. Aun si tuviéramos la seguridad absoluta de lograr una estabilidad permanente, sería destructivo lograrla a costa de la amputación innecesaria de órganos sanos. Pero la estabilidad de precios desaparece con facilidad, como se ha visto repe-

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tidamente, y hay que volver a empezar. ¿Hasta que no haya nada que amputar?) Lo demás se arreglará solo. (¿A qué costo? Por supuesto que la sociedad se está moviendo sola, con gobierno o sin gobierno. Pero, en caso de incendio, es bueno tener líderes que vean claramente y hagan ver claramente hacia dónde está la salida.) La salida para reactivar el mercado interno está en el mercado externo. El ahorro es la diferencia entre la producción y el consumo; pero, en una economía cerrada, reducir el consumo reduce la producción, y así sucesivamente, hasta el colapso, porque el ahorro resultante de consumir menos no se puede invertir en construir fábricas para un mercado que consume menos. Afortunadamente, el ahorro es también la diferencia ente las exportaciones y las importaciones: el déficit comercial es lo mismo que el ahorro externo, el superávit es lo mismo que el ahorro interno. En una economía abierta, el ahorro sí se puede invertir en fábricas, capital de trabajo y empleos para exportar. Y el sector exportador, como cualquier otro, pone en circulación dinero en el resto de la economía. No está claro para el gobierno. Tan no está claro que subraya lo negativo, en vez de lo positivo, contra todas las normas del liderazgo. Aunque el ahorro interno y el superávit externo son lo mismo, dice: hay que fregarse, porque tenemos que ahorrar; en vez de decir: hay que salir a conquistar el mercado externo, porque tenemos que reactivar la producción.W

Gabriel Zaid es un híbrido intelectual: ingeniero de formación, poeta, articulista político, patólogo de la sociedad y el mundo de la cultura.

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De tweets y Apps

DE ABRIL DE 2012 N en que nacimos, es un acto de amor y conocimiento. […] Amar una ciudad es necesario y fatal. Igualmente odiarla…”

AMOR DE CIUDAD GRANDE

americana”, “Atenea política”, “Homilía por la cultura” y “Posición de América”), la obra ofrece una aproximación única sobre las ideas y valoraciones que este distinguido miembro del Ateneo de la Juventud tenía sobre el continente y su ininterrumpida redefinición, determinada por la naturaleza de su conquista y la diversidad de su cultura y raíces. Resulta un excelente complemento de América, el tomito que apareció en la serie Biblioteca Alfonsina, con prólogo de David Brading.

V ICEN T E QU I R A RT E

biblioteca universitaria de bolsillo

vida y pensamiento de méxico 1ª ed., fce-unam, 2011, 226 pp. 978 607 16 0783 6 $165

Prólogo y selección de José Luis Martínez

Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, poeta, investigador de la unam y errabundo profesional de la Ciudad de México, Quirarte presenta en esta obra una colección de impresiones, recuerdos, referencias literarias y reconstrucciones de la gran urbe y sus personajes. El recorrido se inicia con la llegada de Miguel de Cervantes Saavedra al Anáhuac o, mejor dicho, de los primeros ejemplares de El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha a la capital novohispana, para concluir con una visita polifónica a la Universidad Nacional y su historia. En medio, decenas de referencias a monumentos, personajes (Maximiliano, Francisco Zarco, Alfonso Reyes, Edward Weston, Elena Poniatowska, por mencionar algunos), calles, historias y reflexiones sobre lo que significa habitar, amar y odiar una ciudad. Basta leer la entrada al volumen para comprender el espíritu que guía al poeta y ensayista al redactar estas páginas: “Leer una ciudad, particularmente aquella

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1ª ed., 2012, 202 pp. 978 607 16 0874 1 $90

AMÉRICA EN EL PENSAMIENTO DE ALFONSO REYES A LFONSO R EY ES

Como parte de nuestra Biblioteca Universitaria de Bolsillo, que procura ofrecer libros esenciales a bajo costo, lanzamos este volumen en el que José Luis Martínez —uno de nuestros grandes humanistas del siglo xx mexicano, director de esta casa editorial entre 1977 y 1982— seleccionó, en el hoy lejano 1965, distintos textos alfonsinos cuyo denominador común es la reflexión en torno a la historia e identidad de América Latina. Conformada por siete ensayos (“El presagio de América”, “Entre España y América”, “Valor de la literatura hispanoamericana”, “Notas sobre la inteligencia

CÓMO CAMBIAR HISTORIAS Lo que podemos hacer los individuos, las empresas y las organizaciones sin fines de lucro por la educación en México A R M A N DO CH ACÓN Y PA B L O P E Ñ A

o importa que aún no haya diccionario que reconozca el verbo tuitear: ya existen normas para citar lo que viaja ligero como el canto de un pajarillo. A comienzos de marzo se generó un modesto y saludable revuelo por la propuesta de la Modern Language Association (mla) de un modelo para citar, en publicaciones académicas, el contenido de los breves mensajes que circulan por Twitter. No es ocioso confeccionar un ropaje estandarizado para esta cháchara en apariencia fugaz, pues en algunos contextos estas miniemanaciones textuales han adquirido ya la trascendencia que durante siglos sólo se reconoció a las fuentes impresas —el manido ejemplo de esta nueva importancia podemos verlo en las movilizaciones sociales del norte de África durante 2011, en que noticias y convocatorias circulaban por este ya no tan novedoso canal—. Hace no muchos años la irrupción de fuentes en línea suscitó el desarrollo de criterios de citación para todo tipo de sitios electrónicos, que no se han asentado tanto como los que se emplean para referir a libros, revistas y periódicos, aunque sí se han generalizado prácticas sanas como la de señalar el url exacto —aunque resulta innecesario transcribir cosas como el http:// inicial— y la fecha en que se tuvo acceso a él.

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as normas de estilo de la mla tienden a la simplicidad y prefieren el uso de puntos por encima del más extendido entre nosotros, que hace de la coma la bisagra perfecta para pasar de un campo a otro. Su sistema consta de dos partes: la mención en el texto y la lista de obras citadas. Por supuesto, la primera no se modifica por el hecho de remitir a un “tuit”, pero la segunda ahora debe adaptarse a este medio. Según la mla, debe empezarse con el verdadero nombre del autor y, entre paréntesis, su nombre de usuario (en caso de que sean idénticos puede omitirse la segunda aparición; si se desconoce quién es el emisor, habrá que consignar sólo al usuario); tras un punto se reproducirá completo el texto tuiteado, entre comillas y sin modificar nada (ortografía, puntuación, uso de mayúsculas y minúsculas); la entrada se cerrará con fecha y hora del mensaje y, punto mediante, la palabra Tweet (la mla ya venía prescribiendo el uso de Print para los materiales impresos). Así, y usando como ejemplo el aviso que el Presidente de la República dio a conocer poco después del temblor con que estrenamos la primavera hace unas semanas, la referencia tendría esta facha: Calderón Hinojosa, Felipe (FelipeCalderon). “No se reportan hasta el momento daños graves por sismo de 6.6 grados según sismológico nacional, epicentro en Ometepec, Gro.” 20 de marzo, 2012, 12:27 p.m. Tweet.

México posee un rezago educativo de gran calado: así lo indican las

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Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A

CAPITEL

Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A

Superemos los lacrimosos lamentos por la posible pérdida del libro en papel. Aquí, un lector tradicional, nada renuente al cambio tecnológico, indaga en el que tal vez sea el mayor mérito del libro electrónico: al liberarse los textos de todo velo tipográfico, de todo oropel de diseño, nos enfrentamos a la nuda literatura. ¿Será que el e-book, además de no estar expuesto a los mej nuestra percepción literaria? rigores del fuego, mejora

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Los libros electrónicos no se queman TIM PARKS

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finales de enero, poco después de recibir el premio literario Costa que se otorga en Inglaterra, el novelista Andrew Miller afirmó en una entrevista que si bien la mayor parte de la narrativa popular seguramente se leerá pronto en pantalla, él cree y espera que la narrativa literaria continúe leyéndose en papel. De igual forma, en su discurso de aceptación del Man Booker Prize el pasado mes de octubre, Julian Barnes hizo su propio llamado a la supervivencia de los libros impresos. Jonathan Frazen ha declarado, a su vez, profesar el mismo credo. Y en la universidad donde trabajo algunos profesores, viejos y jóvenes, muestran gran desaprobación ante la simple idea de que alguien lea poesía en un Kindle. Es un sacrilegio. ¿Tienen razón todas estas personas? Si de practicidad se trata, defender los libros electrónicos es sencillo. Uno puede comprar un texto instantáneamente en cualquier parte del mundo. Pagamos menos por ellos. No utilizan papel ni necesitan espacio de almacenamiento. El sistema inalámbrico del Kindle permite marcar la página en que vamos, incluso si abrimos el libro en otro lector electrónico. Podemos modificar el tamaño de la tipografía para ajustarla a nuestras capacidades visuales o a la luz del entorno en que leemos. Podemos cambiar la fuente según nuestro gusto personal. Cuando estamos hacinados en el metro, se puede dar vuelta a la página haciendo un ligero movimiento del pulgar. Cuando se lee en la cama, ya no necesitamos usar ambas manos para mantener abierto un gordo volumen. Pero quiero ir más allá de los aspectos prácticos y ocuparme de la experiencia misma de leer, la relación del lector con el texto. ¿Qué es lo que toda esta gente de letras teme perder en caso de que en efecto ocurra el fin de la novela impresa en papel? Sin duda no lamentarán la pérdida de las portadas, que suelen tener imágenes engañosas y halagos promocionales tan exagerados como tediosos. Definitivamente no se tratará del placer de recorrer con

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los dedos o con la vista un papel de alta calidad, situación que rara vez modifica el hecho de que leamos a Jane Austen o a Dan Brown. (Ojalá que no sea la calidad del papel lo que determine la forma en que apreciamos los clásicos.) ¿Acaso se relaciona con el hecho de que los libros electrónicos ponen en entredicho nuestra capacidad de ubicar pasajes específicos a partir de su posición en la página? ¿O con nuestra afición a escribir comentarios (elogios o insultos) en los márgenes? Es cierto que desde la primera vez que leemos un libro electrónico nos damos cuenta de que no podemos conservar algunos de nuestros hábitos, habilidades desarrolladas a lo largo de los años que ahora parecen carecer de importancia. Ya no es tan fácil asomarse para ver dónde termina un capítulo o para saber si un personaje morirá pronto o no. En general, los libros electrónicos no se pueden hojear y, aunque haya una barra al pie de la pantalla que muestra el porcentaje ya leído y que nos permite saber aproximadamente dónde nos encontramos en el libro, ya no contamos con la reconfortante sensación que produce el peso físico de la cosa (¡recordemos el orgullo que siente un niño al terminar su primer libro grueso!), tampoco el placer numérico de la paginación (“Papá, hoy leí cincuenta páginas”). Lo anterior podría también ser un problema para los académicos: es difícil dar una referencia precisa si no se cuenta con números de página. Sin embargo, ¿son imprescindibles estos viejos hábitos? ¿No será que, en los hechos, nos distraen de la palabra escrita? ¿Acaso no había placeres específicos de la lectura en rollos de pergamino que desconocemos por completo y sin los cuales hemos vivido felizmente? Sin duda hubo quienes lamentaron la pérdida de la caligrafía cuando la imprenta convirtió las letras en algo impersonal. Y hubo quienes creían que los lectores serios preferirían que los libros serios fueran copiados a mano. ¿Cuáles son, entonces, las características esenciales de la literatura como un medio y como un arte? A diferencia de la pintura, no hay una imagen física que admirar, nada que se nos grabe en la mirada siempre que se observe desde el mismo punto de vista.

A diferencia de la escultura, no hay un objeto que podamos rodear y tocar. No hace falta viajar para ir a ver literatura. Tampoco hay que hacer colas, ni estar entre la multitud, ni preocuparse por tener un buen lugar para presenciarla. A diferencia de la música, no hay que respetar tiempos ni amoldarse a una experiencia con una duración fija. No es posible bailar la literatura, ni cantar a coro con ella, ni tomarle fotos o grabarla con un teléfono celular. La literatura está hecha de palabras. Habladas o escritas. Si son habladas, el volumen, la velocidad y la entonación pueden variar. Si son escritas, las palabras pueden estar compuestas en distintos tipos de letra, impresas sobre cualquier material y con cualquier disposición sobre la página. Pero Joyce sigue siendo Joyce en Baskerville o en Times New Roman. Y podemos leer sus palabras con cualquier rapidez e interrumpir la lectura cuantas veces queramos. Una persona que lea el Ulises en dos semanas no ha leído más ni menos que alguien que tarda en terminarlo tres meses, o tres años. Lo único que debe permanecer inalterado es el orden de las palabras. Podemos cambiar todo en un texto menos las palabras y su orden. La experiencia literaria no radica en un momento de percepción o en un contacto físico con un objeto material (mucho menos en la “posesión” de hermosas ediciones bien ordenadas en nuestros libreros), sino en el ejercicio mental de seguir una secuencia de palabras del inicio al final. Más que cualquier otro arte, la literatura es material mental puro, lo más cercano que tenemos al pensamiento mismo. Memorizado, un poema es igual de literario en nuestra mente que en la página impresa. Si decimos las palabras en el orden correcto, aunque sea en silencio y sin abrir la boca, tendremos una experiencia literaria —quizás incluso más intensa que cuando lo leemos directo de la página—. Es cierto que ser dueños del objeto en sí —Guerra y paz o Moby Dick— y colocarlo junto a otros clásicos en orden cronológico y por país de origen nos da la ilusión de tener cierto control, como si hubiéramos “adquirido”, “digerido” y “acomodado” un trozo de cultura. Quizás esa sensación sea la que tanto gusta a la gente. Pero sa-

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bemos bien que, una vez que la secuencia de palabras termina y cerramos el libro, lo que poseemos es algo difícil, muy difícil de describir, una maravillosa riqueza (o, a veces, cierta molestia) que no tiene nada que ver con el tabique de papel en el librero. El libro electrónico, al eliminar todas las variantes de aspecto y peso del objeto material que tenemos en nuestras manos, y al descartar todo menos la atención que ponemos al estar en un punto concreto de la secuencia de palabras (la página leída desaparece, la siguiente página está por aparecer), puede ser que nos acerque, incluso más que el libro de papel, a la esencia de la experiencia literaria. Ciertamente, el libro electrónico ofrece, en contraste con el libro de papel, una relación más directa y austera con las palabras que aparecen y desaparecen delante de nosotros, sin que nos proporcionen ningún tipo de satisfacción fetichista al tapizar las paredes con nombres célebres. Es como si uno se liberara de todo lo ajeno y distractor que rodea al texto para así poder concentrarse en el placer de las palabras. En este sentido, la transición del libro impreso al electrónico no dista mucho de aquélla que experimentamos al cambiar los libros infantiles llenos de ilustraciones por los libros para adultos que sólo tienen texto. El libro electrónico es un medio para gente ya crecida. Sumemos a ello la facilidad para transportar un libro electrónico, su vocación internacional (¿la Cortina de Hierro habría impedido el paso de los libros electrónicos?), su indestructibilidad (los libros electrónicos no se queman), la promesa de que todos los títulos estarán siempre disponibles y, mejor aún, con precios razonables, entonces se vuelve más difícil de entender por qué los hombres de letras no dan una mejor acogida a este fenómeno. Tomado de The New York Review of Books blog, NYRblog (www.nybooks. com/blogs/nyrblog) con autorización. © 2012 Tim Parks. Traducción de Ana Teresa Hernández Sarquis. Tim Parks, autor de ensayos y novelas, es profesor de literatura y traducción en la Libera Università di Lingue e Comunicazione de Milán.W

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N OV E DA D E S

estadísticas en cuanto al nivel de deserción escolar, los índices de analfabetismo, los problemas estructurales que enfrentan alumnos y profesores. Frente a dicha problemática se han planeado políticas públicas que, aún insuficientes, apuntan a la mejora de los insumos educativos. Lejos de este tipo de soluciones, Chacón y Peña presentan en este volumen una aproximación al tema desde un flanco poco estudiado en nuestro país: el del papel que la sociedad en su conjunto (el sector privado, los individuos por sí mismos o todo tipo de organizaciones) puede jugar para superar esos grandes obstáculos, poniendo “énfasis en la motivación, la información y las aspiraciones de los estudiantes”. Así, ofrecen un estudio relevante que contribuirá a enriquecer el debate en nuestro país y abrirá nuevas perspectivas para superar el marasmo en el que se encuentra nuestra educación nacional. Suma de casos aislados, este volumen dista de ser un recetario de soluciones, pero sin duda puede inspirar acciones y sugerir alternativas. Que el prólogo sea de uno de los economistas más iconoclastas de las últimas décadas confirma el deseo de la obra de romper paradigmas. educación y pedagogía

filosofía Traducción de José Andrés Ancona Quiroz 978 607 16 0873 4 $160

LA PEQUEÑA CIENCIA Una crítica de la ciencia política norteamericana JO SÉ LU IS OROZ CO

1ª ed., 2012, 143 pp. 978 607 16 0929 8 $120

ENSAYO SOBRE LA DIFICULTAD DE DECIR NO K L AU S H E I N R I C H

En las democracias modernas protestar está permitido, e incluso es algo valorado. ¿Pero qué ocurre en nuestras sociedades que, lejos de llevar esta prerrogativa a sus últimas consecuencias, se sumen en la indiferencia?, ¿qué hay detrás del no (como actitud reflexiva, como postura ética y política) que ahuyenta a los individuos?, ¿de dónde viene y de qué se nutre esa forma de vida inauténtica, en la que se desdibuja el yo y se pierde el poder del lenguaje? En este libro, el filósofo, sociólogo, teólogo e historiador Klaus Heinrich (a quien la Academia Alemana de la Lengua y Literatura otorgara el Premio Sigmund Freud a la prosa científica en 2002) analiza el fenómeno de la indiferencia desde un enfoque multidisciplinario,

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EL CUADERNO DE LAS PESADILLAS

1ª ed., 2012, 167 pp.

Presentación de Alejandro Ramírez Prólogo de Gary Becker

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imple y clara, esta estructura tiene la singularidad de que la ficha es más extensa que el objeto fichado, pues lo contiene íntegramente —es como un mapa más grande que el terreno que representa—. Contrasta de manera favorable con otras propuestas que habían estado en circulación; por ejemplo, la American Psychological Association venía desde hace un par años sugiriendo la mera adaptación de su criterio para sitios electrónicos, con lo cual el mensaje presidencial quedaría como sigue (con muchas letras sólo dirigidas a un cerebro de silicio):

atravesado por la indagación ontológica, la aproximación histórico-cultural e incluso la interpretación psicoanalítica, contraponiéndolo a la relevancia que posee el acto de la protesta y del decir no. Hoy que menudean las expresiones de repudio a todo tipo de regímenes —de la primavera árabe a los ocupadores de Wall Street—, apologías como ésta dotan de un denso contenido a la protesta.

Como reacción a la teoría política surgida en la Europa de posguerra o a la luz de las revoluciones sociales que marcaron el globo desde los inicios del siglo xx, en Estados Unidos surgió una línea de pensamiento que buscaba teorizar al margen de las ideologías; es decir, construir una ciencia política anclada en la estadística y la abstracción para garantizar su objetividad. En esta obra, editada por primera vez en 1978 y ahora enriquecida con un epílogo del propio autor y un prólogo de Héctor Zamitiz, Orozco despliega una crítica inteligente en la que examina los orígenes, fuentes y fundamentos de esta pretendida “ciencia auténtica”, mostrando sus límites y falsas promesas. Además de este título, existen en nuestro catálogo tres obras más del autor con referencia a la historia y pensamiento estadunidenses: por un lado, en Breviarios, Benjamin Franklin y la fundación de la república pragmática y Henry Adams y la tragedia del poder norteamericano; por otro, en Colección Popular, ar, Razón de Estado y razón de mercado: teoría y programa de la política exterior norteamericana.

R I C A R D O C H ÁV E Z C A S TA Ñ E D A

Quince relatos conforman este inquietante cuaderno: quince historias en las que los sueños, o mejor dicho los miedos que los habitan, cobran vida gracias a la escritura de Chávez Castañeda, miembro de la llamada Generación del Crack y quien tiene ya una importante trayectoria dentro de la literatura infantil —en paralelo con su nutrida producción para adultos—. En esta obra se encuentran las pesadillas más profundas, aquéllas que nacen del temor a la muerte, al abandono de los padres, a la enfermedad; pesadillas que muchas veces se callan y que seguramente son compartidas por muchos pequeños. Así, desde el primer relato el lector se sumerge en un universo onírico que cautivará a los jóvenes lectores, ofreciéndoles un reflejo de sus temores y un conjunto de narraciones extraordinarias. El volumen posee además excelentes imágenes con las que Barrón potencia la riqueza narrativa de los cuentos, presentando un mundo sobrecogedor que bien alimentará nuevas pesadillas. En afortunada simbiosis, palabras y trazos se hermanan para darle una vuelta de tuerca al espanto: estas pesadillas terminan dando gusto. los especiales de a la orilla del viento Ilustraciones de Israel Barrón 1ª ed., 2012, 77 pp. 978 607 16 0863 5 $125

FelipeCalderon (2012, 20 de marzo). No se reportan hasta el momento daños graves por sismo de 6.6 grados según sismológico nacional, epicentro en Ometepec, Gro. [Twitter post]. Consultado en https://twitter.com/#!/FelipeCalderon/status/182171468589826048

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abas electrónicas se están cociendo por doquier. En la reciente Feria del Libro Infantil de Bolonia se abrió por vez primera la categoría digital en su Premio BolognaRagazzi, que busca promover la producción de Apps —otro centauro lingüístico: parte apocope, parte anglicismo, parte insinuación de una marca de cachivaches electrónicos—. Otorgado en conjunto con la estadunidense Children’s Technology Review, el premio recayó en una editorial francesa, con menciones a otras dos, de Estados Unidos y Brasil. Hay varios asuntos sobresalientes en esta iniciativa. Uno es que, a diferencia de la mayor parte de los otros reconocimientos a “libros”, un lector mexicano puede de inmediato hacerse con un ejemplar de los ganadores. Otro, medular, es lo que tácitamente se está reconociendo como valioso en los nuevos soportes de lectura.

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l ganador es Dans mon rêve, de Stéphane Kiehl, publicado por la “maison des éditions numériques” e-Toiles, que ya había merecido un reconocimiento en el Salón del Libro Juvenil de Montreuil. Esta App permite al usuario formar ilustraciones y microrrelatos a partir de la combinación de tres fragmentos, tal como ocurre con el Animalario universal del Profesor Revillod, la reciente obra para iPad de Javier Sáez Castán, autor de las camaleónicas ilustraciones, y Miguel Murugarren, autor de los textos, que publicamos a finales de 2011. (Siguiendo la lógica de su predecesor en papel, aquí se pueden combinar las partes de 18 animales —divididos en cabeza, torso y cola— para formar más de cuatro mil bichos imaginarios, cuyo rugido, o graznido, o barrito, se conforma también mezclando lo que cada animal por separado habría proferido.) Con trazos sencillos y coloridos, y frases que por momentos se tiñen de un sabroso surrealismo, esta App gala es prácticamente interminable —hay potencialmente ocho mil dibujos y textos distintos—, aunque pronto puede resultar tediosa; un mérito por lo que respecta a la lectura es que para sacarle todo el jugo es necesario atender el texto, leído por el actor Tom Novembre.

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orprende en cambio que haya merecido una mención The Numberlys, un producto de Moonbot Studios, que ya habían dado a conocer The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lesmore, pues es algo más cercano al videojuego y el cine de animación que a la lectura. Hay, sí, un relato —un grupito de rebeldes que, en un mundo donde sólo existen los números, crean el alfabeto—, pero lo medular de esta App es jugar un ratito, tal vez no para cambiar de nivel pero sí para pasar de una letra a la otra. Que en el principal encuentro mundial de autores, ilustradores y editores de libros para niños y jóvenes se destaque un producto en el que la lectura resulta prescindible es una mala señal para el futuro de los libros infantiles.W

política y derecho 2ª ed., 2012, 485 pp. 978 607 16 0866 6 $260

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A comienzos de febrero falleció Wislawa Szymborska, cuya Poesía no completa apareció en 2002 bajo el sello del Fondo, en la serie dedicada a los ganadores del Premio Nobel. Estos mínimos apuntes sobre la recepción de su obra en México son nuestro responso por la gran escritora polaca que desde la singularidad de su escritura obliga al lector a mirar los otros mundos que hay en éste

Wislawa Szymborska en México RAFAEL VAR G AS

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TODO EN LA OBRA DE SZYMBORSKA PARECE LIGERO, COMENZANDO POR LA BREVEDAD DE SUS POEMAS Y DE SUS VERSOS (Y SU SINGULAR SENTIDO DE LA IRONÍA CONTRIBUYE A ELLO), PERO LA DENSIDAD DE LO QUE DICE ES ENORME Y LA FUERZA DE SU CRÍTICA ES EN REALIDAD DEVASTADORA



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ntes del 3 de octubre de 1996 se había publicado no más de una veintena de traducciones de poemas de Wislawa Szymborska —a quien ese día se le otorgó el Premio Nobel de Literatura— en toda el área de la lengua española. Un promedio aproximado de un poema por país, por expresarlo de alguna manera.” Con estas palabras comienzan Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia su “Nota de los traductores” en Poesía no completa, el espléndido volumen que agrupa sus versiones de 175 poemas de la distinguida poeta polaca, una de las voces —no sólo femeninas, hagamos hincapié— más inteligentes y admirables de la poesía de nuestro tiempo. En efecto, hasta que le fue otorgado el premio Nobel, Wislawa Szymborska era una autora prácticamente desconocida en el ámbito de habla hispana. En México, sin embargo, había empezado a tener un pequeño grupo de lectores, gracias a dos brillantes mujeres, Krystyna Rodowska y Rita Murúa, también poetas, que en 1978 dieron a conocer un puñado de traducciones a través de diversos medios impresos, casi con seguridad las primeras que se hicieron en nuestra lengua.

II En septiembre de 1974, con 37 años de edad, Krystyna Rodowska, poeta polaca, llegó a México para hacer estudios de posgrado en letras hispanoamericanas en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. No sólo era una muy atenta lectora de literatura mexicana, sino que ya había empezado a convertirse en su traductora: en 1970 había vertido al polaco Dormir en tierra, uno de los grandes libros de cuentos de José Revueltas, a quien buscó y entrevistó al poco de llegar a la Ciudad de México. Después de un año volvió a Polonia, pero en 1977 regresó a México y trabajó intensamente, tanto para trasladar al polaco algunos libros mexicanos, como para dar a conocer en México a muchos de los poetas de su país. Una de las primeras cosas notables que logró en este sentido fue la publicación de un cuadernillo (el número 31) de la serie Material de Lectura —publicada por la Dirección de Difusión Cultural, también de la unam, en mayo de 1978—, dedicado a siete poetas polacos contemporáneos: Miron Bialoszewski, Stanislaw Grochowiak, Zbigniew Herbert, Jaroslaw Iwaszkiewicz, Julian Przyboá, Tadeusz Rozewicz y Wislawa Szymborska. Fue la primera vez que se publicó en México una pequeña muestra de la poesía de esta última, compuesta por cuatro poemas: “Nada dos veces”, “Dos monos de Brueghel”, “Bajo una estrella” y “Utopía”. “Nada dos veces” es un poema muy representativo de su obra (tanto, que la Academia Sueca lo citó en el boletín de prensa con el que dio a conocer la concesión del premio) y, junto con el también emblemático “Bajo una estrella” (“Perdona, azar, que te llame necesidad”), llamó poderosamente la atención de los lectores, para quienes fue evidente que se trataba de una poeta de pensamiento muy denso, estrechamente emparentada con la filosofía. Parte de ellos, a partir de entonces, comenzó a leer la obra de Szymborska a través de versiones en inglés y en francés. También a Rodowska se debe la edición número 48 de La Semana de Bellas Artes (1º de noviembre de 1978) dedicada por entero a la poesía polaca contemporánea. La selección de poemas, la presentación y la traducción fueron obra de ella.1 De Szymborska incluye una vez más el poema “Bajo una estrella”.

III Nacida en 1937, al igual que Krystyna Rodowska, Rita Murúa tuvo una presencia relevante en la vida literaria mexicana de los años sesenta, década en la que, además de publicar poemas, cuentos, ensayos y notas bibliográficas en revistas y suplementos literarios, fue administradora y redactora de la Revista Mexicana de Literatura (dirigida por Tomás Segovia primero y luego por Juan García Ponce), y redactora de la Revista de Bellas Artes, encabezada por Huberto Batis. En 1970, precisamente cuando concluyó su trabajo en la Revista de Bellas Artes, se marchó a Polonia para estudiar letras en la Universidad de Varsovia. De allá volvió dos años más tarde con la posesión del idioma, que le permitió traducir a diversos narradores y poetas, ensayistas y dramaturgos de aquel país. En agosto de 1978, también por obra de la energía y entusiasmo de Rodowska, la revista Plural dedicó su edición número 83 casi por entero a la literatura polaca,

1 La Semana de Bellas Artes —creada y dirigida por Gustavo Sáinz en el periodo en el que encabezó la Dirección de Literatura del inba (1977-1982)— era, como su nombre lo indica, un hebdomadario, de 16 páginas, con tiraje de casi 300 mil ejemplares, que aparecía los miércoles y se distribuía gratuitamente como encarte en diversos periódicos. Increíblemente, la única colección completa a disposición del público es la que conserva la Hemeroteca Nacional, a cuyo jefe de Servicios de Información, Arnulfo Inesa, agradezco por su ayuda.

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y Rita Murúa tradujo una breve muestra de poesía polaca en la cual incluyó un poema de Szymborska: “Vietnam”. De manera que, de la veintena de poemas traducidos al español que Beltrán y Murcia calculan en su nota, casi una tercera parte fue publicada en México, que entonces vivía mucho más atento que hoy a la resonancia de la poesía nacional e internacional, como lo prueba, entre otros indicadores, el considerable número de poemas que circulaban a través de las publicaciones culturales periódicas de la época.

IV Doce años antes de que Krystyna Rodowska y Rita Murúa publicaran sus traducciones, Jan Zych (1931-1995), poeta polaco avecindado en la Ciudad de México, ya traducía a Szymborska. Zych, traductor profesional (dominaba el francés, el búlgaro y el serbio, entre otros idiomas) vino a nuestro país a comienzos de los sesenta para estudiar literatura hispanoamericana en la unam, y en el curso de esa década vertió al polaco obras de Neruda, Paz, Rulfo, Nicolás Guillén y García Márquez. Llevado por su deseo de dar a conocer las letras de su patria entre nosotros, pronto se convirtió en un activo difusor de la literatura polaca. Zych tradujo los siete primeros libros de Szymborska, de quien fue amigo, pero murió antes de concretar su publicación. Desafortunadamente, sus versiones se han mantenido inéditas; sólo pudo dar a conocer cuatro textos en las páginas de la revista Plural, en cuyo número de enero de 1981 aparecieron “La mujer de Lot”, “Elogio de mi hermana”, “Elogio de la mala opinión que tienen sobre sí mismos” y “Todas mis muertes”. Pero fue a través de esas versiones que el poeta mexicano Gerardo Beltrán —entonces un joven con 23 años de edad, reconocido hoy como uno de los mayores conocedores de la obra de Szymborska— entró en contacto con esa poesía.

V Como es bien sabido entre los lectores hispanohablantes de Wislawa Szymborska, Gerardo Beltrán es uno de sus mejores y más asiduos traductores. Otro es el poeta catalán Abel A. Murcia, con quien Beltrán tradujo el impresionante volumen Poesía no completa (publicado por el Fondo de Cultura Económica en su colección Tezontle en el año 2002), que es en realidad, a pesar del título, la más completa reunión de poemas de Szymborska en nuestra lengua, un verdadero tesoro para todos aquellos que comprenden la inmensa riqueza de esa obra. Es en verdad una fortuna contar con los talentos translativos de ambos poetas, porque siempre han sido muy escasos los hispanohablantes que traducen directamente de lenguas eslavas. En México, en tiempos recientes, sólo Sergio Pitol, Rita Murúa y Juan Manuel Torres han traducido autores polacos. Y la literatura polaca (especialmente su poesía) es de una riqueza extraordinaria, como lo sabe cualquiera que haya leído a sus narradores, poetas y ensayistas mediante traducciones al inglés o al francés. De hecho, no pocas veces ha sido inevitable recurrir a la traducción indirecta (mayormente desde el inglés) para compartir con otros lectores el entusiasmo que suscita tal o cual cuento o poema. Así lo hizo José Emilio Pacheco en agosto de 1987, cuando publicó en las páginas de su “Inventario”, en la revista Proceso, el poema “Autonomía”, perteneciente al cuarto libro de Szymborska, Si acaso (1972). Beltrán, quien desde hace buen tiempo vive en Varsovia, en cuya universidad trabaja, se ha convertido en un gran especialista en literatura polaca, y es mucho lo que cabe esperar de su trabajo. Por lo pronto debemos agradecerle a él y a Abel A. Murcia la oportunidad de leer el conjunto de la obra de Szymborska en nuestro idioma. Su poesía es una lámpara en esta época de oscuridad. Como ha señalado una de las más inteligentes lectoras de poesía de nuestro tiempo, la crítica norteamericana Helen Vendler, todo en la obra de Szymborska parece ligero, comenzando por la brevedad de sus poemas y de sus versos (y su singular sentido de la ironía contribuye a ello), pero la densidad de lo que dice es enorme y la fuerza de su crítica es en realidad devastadora. Al cuestionar desde una óptica siempre novedosa e implacable nuestro entorno, las cosas que damos por sentadas como sociedad y como individuos, nos brinda una posibilidad de mirar el mundo —y de mirarnos— bajo una nueva luz y comprender un poco mejor quiénes somos. Su palabra es al mismo tiempo transparente y enigmática. Leerla es como tener una hermana mayor inteligente que nos señala nuestros errores y nos ayuda a disfrutar el hecho excepcional que es vivir.W Rafael Vargas experimentó una epifanía al leer por vez primera los versos de Szymborska; desde entonces, buen sabueso de la poesía, ha seguido el rastro de las traducciones de su obra.

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