La edad del pastely los columpios

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SÁBADO

| Sábado 17 de mayo de 2014

Hábitos

La edad del pastel y los columpios

El glosario de los niños Son palabras en español que no se suelen usar en el país

Influenciados por los dibujos animados doblados en México, programas infantiles, videos de YouTube y los juegos en red, los chicos hoy sorprenden a sus padres hablando en neutro o con palabras poco comunes Viene de tapa

Una pregunta que los profesionales también se hacen es por qué generaciones anteriores que también veían dibujos animados doblados o programas mexicanos como Chespirito no adoptaron esta forma de hablar. Para Giménez de Abad el quid de la cuestión radica, por un lado, en que esas generaciones anteriores –muchos de ellos, padres de estos niños pequeños que ahora se sorprenden con estas palabras atípicas– no pasaban tantas horas frente al televisor y, por otro, que la presencia del adulto era más fuerte en aquellos años. Melisa Litvin, abogada del estudio Litvin Legales, cuenta que cuando nació su hija Jazmín, que ahora tiene 5, la regla en el hogar era que la tele no se prendía. Hoy, ya con tres hijos, lo único que sigue regulado es el uso de la tablet, que no se toca los fines de semana ni cuando tienen visitas. El tema de la tele se fue relajando y sí, ahora está todo el día prendida. “Topa y Muni hablan en neutro y los chicos copian –cuenta–. Al escucharlos, la primera reacción es reírte. Después se corrige estando con ellos, no es grave. Si siento que hablan diferente o dicen palabras que ni ellos saben lo que significan, se lo digo y lo entienden perfectamente.” Si bien la mayoría de los chicos suele dejar estos términos neutros una vez que entran a la escuela primaria, algunos de ellos parecen haberlas incorporado de forma definitiva a su léxico. Al menos eso le sucedió a Macarena, de diez años, que sigue usando palabras como pijamada, dulces o pastel y aunque su hermana de 29 se ría y le recalque que estamos en la Argentina, ella le responde que ya se acostumbró y que sus amigas también las dicen. Los especialistas difieren en esto de si corregirlos o no. Giménez de Abad cree necesario que el adulto, ya sean los padres o los docentes, les enseñen a los niños a hablar como lo hacemos nosotros, marcando la diferencia de vocabulario y entonación; explicarles que decimos maní en lugar de cacahuete y torta en vez de pastel. La psicoanalista y escritora Gloria Gitaroff, en cambio, se inclina por dejarlos hablar libremente en estos casos. “Salvo que sea algo inconveniente, no creo que haya que corregirlos. Porque a medida que va creciendo, dependiendo de las posibilidades que cada uno tenga, el chico se va vinculando con más medios sociales, la familia, el jardín de infantes, la escuela, la ciudad misma, y va a tomar palabras de todos esos lugares. Lo que sí hay que darles es buena literatura, cuentos bien escritos. Alimentarlos con lindas palabras”, dice. Gitaroff, que es miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), cree que lo más perjudicial de este fenómeno no es el intercambio con otras modalidades del español –“los idiomas siempre se nutren de otros idiomas”–, sino el español neutro al que califica de “pastiche” y de un “invento absurdo” al que acceden los chicos. La influencia de YouTube La tele no está sola en esto. Distintos estudios realizados durante los últimos años por ComScore, Google, Ipsos MediaCT o YouthBeat, dan cuenta de la creciente influencia de YouTube en el consumo cultural de los niños mayores de 6 años y han llegado a conclusiones tales como que ver videos online es la principal actividad que realizan los chicos de 6 a 12 años en Internet o que la generación Z ve más videos en Internet que televisión. Un ejemplo de esto es la popularidad de los tutoriales del juego Minecraft subidos por un tal Vegetta777 y relatados en un español bien de España, o todos los términos que

Palomitas de maíz Pochoclo

Pastel Torta

Columpio Hamaca

Imanol, de 6 años, degusta un emparedado de mantequilla de maní, la que sus padres debieron comprar ante su insistencia los chicos sacan por jugar en red. Santiago Kalinowski, del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, explica que el área con mayor potencial de cambio es precisamente el léxico y este cambio puede estar influido por diversos factores. Uno de ellos, dice, es el contacto con hablantes de otras lenguas, como ocurrió en la Argentina con el italiano a comienzos del siglo pasado o con las lenguas indígenas antes, épocas de las que quedan muchas palabras que se incorporaron al léxico argentino y, algunas de ellas, hasta pasaron al léxico general. “En los últimos años, al haber cambiado el tipo de flujo migratorio, el contacto que parece prevalecer es entre hablantes de distintas

“En la consulta es frecuente escuchar hablar a algunos niños no sólo con palabras diferentes, sino también con tonada mexicana” variedades del español –apunta–. Como resultado, es probable que empiecen a aparecer en determinados grupos de hablantes formas que son en principio impropias de nuestro uso. Nada impide que estas palabras pasen a acrecentar el léxico de nuestra variedad, una vez que hayan sido adoptadas por un número suficiente de hablantes.” Sin embargo, no considera que los medios audiovisuales, especialmente la radio y la televisión, puedan tener un impacto a largo plazo en el léxico de la gente: “Lo que resulta menos frecuente es que estas expresiones tomadas de los medios pasen a formar parte del caudal expresivo de una variedad de la lengua mucho más allá de la época en que tienen éxito los programas que les dieron origen. En nuestro dic-

cionario de voces argentinas, por ejemplo, tenemos sólo tres palabras (cocoliche, mateo y canillita) que, según todo indica, surgieron de obras de teatro.” Kalinowski recuerda también algunas expresiones de viejos ciclos de Tinelli que repetía todo el país en su momento y que actualmente nadie usa. “Esto podría ayudarnos a darle su dimensión al efecto que tienen los medios audiovisuales en el habla, muy eficaces al momento de imponer modas, pero no tanto como origen de léxico o expresiones permanentes”, dice. La anécdota que cuenta la periodista Ana Gerschenson ocurrió hace unos años, el día que su hija mayor cumplía seis. La fiesta se hacía en su casa, comandada por los animadores, dos chicos y una chica con trajes coloridos que contaban cuentos y organizaban juegos. Lo esperable, claro, excepto esa forma de hablarles a los chicos, como suelen hacerlo los dibujos animados doblados al español. Pastel en vez de torta, nevera por heladera, de tú en vez de “vos”. Y ella se lo preguntó: ¿por qué elegían esa especie de español neutro? La explicación fue simple: la voz sobreactuada, el tono y esas palabras ajenas a nuestro léxico generaban un “clima más de dibujitos” que ayudaba a que los chicos les prestaran más atención. Pero el que la sorprendió luego hablando de tú o pidiéndole un pastel de fresas fue su hijo Imanol, que hoy tiene 6 años. Él ya dejó el jardín de infantes y también el tú a la hora de hablar, pero, según cuenta su madre, ciertas palabras que debió escuchar en Art Attack, Dora la exploradora o en Discovery Kids ya se incorporaron a su léxico. También aparecieron algunos pedidos difíciles de complacer por no ser parte de nuestra idiosincrasia, como comprar malvaviscos para ponerlos dentro de la taza de chocolatada o ese tarro de mantequilla de maní que, así como lo trajeron de Estados Unidos, quedó casi sin tocar.ß Producción de Lila Bendersky

P. Pidal/ afP

Cometa Barrilete

La neohabla que nació en las pantallas Los neologismos dominan la jerga que emplean los chicos en los juegos en red Manuel H. Castrillón LA NACIoN

Toma un joystick con sus manos y se transforma. Su mente deja de estar en su casa para estar rodeado de palmeras y lianas, apuntando con un M16 y acechando a lo más oscuro de una selva húmeda y pegajosa. De repente, un pandemonio de disparos se desata y uno cae muerto. “¡Sos un campero, así no vale!”, se escucha por los parlantes. “¡Te di un francazo!”, contesta con orgullo el chico argentino. El juego multiplayer online no sólo permite, como su nombre lo indica, que usuarios de cualquier parte del mundo se junten en un reducto virtual común –conocido como party– para competir en un juego de acción, aventuras o un simulador deportivo. También es la sala de parto de una neohabla con términos que pueden tener un origen en el inglés, en un español centroamericano o de una dudosa procedencia. Mucho han cambiado las visitas de los chicos a las casas de sus amigos. Hace unas décadas, antes del juego con computadoras o consolas, se compartía el entretenimiento. Ahora, no es raro que un amigo juegue con la PlayStation, Wii o Xbox, mientras que otro lo haga frente a otra pantalla, por ejemplo, la de la PC. No necesariamente sucede que compartan el mismo videojuego y estén conectados por Internet. Se juntan, pero cada uno está aislado en su universo. “Pasame tu IP”, le dice uno a otro, para ubicar la computadora y encontrarse en ese mundo lúdico. A lo

mejor uno tiene auriculares, frente a la pantalla unida a la consola, pero habla simultáneamente por Skype por otra PC o smartphone que tiene enfrente y también a través del chat del videojuego. Los padres pierden el hilo de la conversación. Sus hijos, no. Son multitasking. Pueden gritarse o charlar con aliados y enemigos en varias conversaciones a la vez. ¿Qué son algunas de estas nuevas palabras, estos códigos iniciáticos que comparten los chicos? Campero o estás campeando, viene del inglés to camp o camping, y significa estar al acecho y matar al oponente como lo haría un francotirador. otro término que podemos ahora escuchar es trolear. En este caso, viene del personaje de la mitología nórdica, de troll o su derivado trolling. Esto significa algo así como pechar o llevar al adversario a una esquina e impedir que éste salga. En cuanto a francazo, damos fe de que no encontramos su etimología. La hemos encontrado en muchos usuarios españoles de videojuegos. Se aplica, generalmente, a un disparo en el pecho o en la cabeza. Hay más palabras de uso común entre los usuarios de videojuegos, como podrían ser escopeteros y francoperos. Existen diversos glosarios en la Web sobre esto, como http://bit.ly/QdIWGf y http://bit. ly/1pawfvA. Tal vez los padres necesitarían conocerlos. Pero ¿cuántas de ellas quedarán en nuestro idioma para siempre? ¿Se mantienen en el habla cotidiana de los adultos algunas palabras provenientes de la rayuela, el dinenti o las figuritas? La respuesta la dirá el tiempo y será en función de la cantidad de años que se juegue a través de Internet. Hasta que se invente otra forma de jugar.ß

Dulces Caramelos

Paleta Chupetín

Piña Ananá

Bañera Bañadera

La “colonización lingüística” del chupete electrónico oPinión Pedro Luis Barcia PArA LA NACIoN

L

a enseñanza de la lengua a los niños de 3 a 5 años debe cumplir con tres premisas: darles identidad, sentido de pertenencia y herencia de un legado cultural. Para ello, lo que deben aprender es la natural y común modalidad argentina del español, para insertarse en la comunidad. La modalidad neutra es artificial, y vendrá más tarde, para facilitar el diálogo de las culturas. Un dibujo animado

como Hijitus cumple cabalmente con ese objetivo: Larguirucho habla coloquialmente, Antifaz lo hace con arrestos lunfardos, el Comisario, con ruralismos más o menos correntinos, y Neurus e Hijitus viran hacia el neutro. Las versiones aztecas, emperadoras en el campo, abundan en mexicanismos. Expuestos al chupete electrónico con pasividad, el niño, poroso, absorbe –en dibujos, juegos, redes, etc.– esa lección ininterrumpida de la televisión. Pasa más horas frente a la pantalla que en el aula del jardín, y termina con voces como pastel, barbacoa, caca-

huete, vecindad, recámara, tapete, estufa, bote, plátano, frijol, playera, chamarra, chupón, papalote o ándale, en lugar de torta, asado, maní, dormitorio, felpudo, cocina, tacho de basura, banana, poroto, chomba, campera, chupete, barrilete o dale. Y no es que las voces mexicanas sean variantes neutrales: “maní” y “torta”, por ejemplo, son más neutras, por extensión de uso que “cacahuete” y “pastel”. Con el “pochoclo” hay diversidad de formas en América: palomitas, cotufas, cabritas, etc. Nosotros usamos “pororó”, pero con el tiempo ha prevalecido “pochoclo”.

Cabe recordar el contundente y poco conocido cuento de robert Matheson (el de Soy leyenda) Comida (Eat), en el que los niños, imantados por la pantalla, se van acercando a ella hasta que los devora. Agudamente, invierte el planteo: los niños no se alimentan de tevé, la tevé se alimenta de ellos. La imagen abre una grave serie de reflexiones posibles. Se nos impone que nuestros dobladores (“doblajistas” es un mal invento, el sustantivo “doblador” existe) trabajen activamente para cumplir con lo propio, y evitar, con adecuación, la inundación de expresiones ajenas a nuestra lengua

cotidiana en el uso de los niños, respaldados claro, por los gobiernos y las instituciones que deben supervisar el campo de la comunicación, porque es defensa de nuestra identidad. Con el tiempo vendrá la amplitud abierta hacia todos los rumbos de la lengua. Pero no en la etapa inicial. Atendamos a este caso de “colonización lingüística” que padecemos insensiblemente, y del que deben ocuparse los ministerios de Educación (una más, pobre) y el de Cultura, necesaria y urgente.ß El autor es presidente de la Academia Nacional de Educación

Emparedado Sándwich

nevera Heladera