La economía global despega

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NOTAS

Miércoles 2 de septiembre de 2009

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LIBROS EN AGENDA

FINALMENTE, BUENAS NOTICIAS

Pizarnik y la condesa sangrienta

La economía global despega

SILVIA HOPENHAYN

¿Q

PARA LA NACION

UE es lo humano o, más bien, qué es lo inhumano? Se puede aplacar la pregunta con una condena o ensanchar los márgenes de lo aceptable. Optemos por lo segundo, sobre todo, de la mano del arte. La historia ofrece varias encrucijadas en las que lo inhumano se manifiesta como respuesta a regímenes de libertinaje. La pintura suele exhibir esa contradicción, en algunos casos con deleite. No deja de sorprender que El Bosco, con todas sus diminutas figuras orgiásticas y monstruos tortuosos, haya sido el artista favorito de Felipe II, uno de los reyes más recalcitrantes del siglo XVI. Lo cierto es que en el medioevo hubo muchos engendros. Eran tiempos de quema de brujas, hombres lobo, vampiros y mujeres poseídas. Todas estas criaturas, mezcla de iracundia y desesperación, solían concentrarse en una misma región. Según Bram Stoker, el autor de Drácula, “en la herradura de los Cárpatos se reúnen todas las supersticiones del mundo, como si fuese el centro de un remolino de la imaginación”. Cuando en ese remolino se enroscan humanos y no humanos, personas reales con efluvios mentales, es más difícil trazar un límite. Es el caso de Erszébet Báthory, más conocida como “condesa sangrienta”. Pertenecía a una familia húngara en tiempos de la reforma de Lutero. El blasón familiar llevaba la mandíbula del lobo y un dragón alado mordiéndose la cola. Ella existió verdaderamente, en los albores del 1600, y sabemos de su vida atormentada y de las 600 doncellas víctimas de su perversión, a través de Valentine Penrose, poeta surrealista francesa del siglo XX. Según Penrose, cuando Erzsébet Báthory vino a este mundo no era un ser humano acabado: estaba emparentada con el tronco de un árbol, con la piedra y el lobo. Alejandra Pizarnik escribió su propia versión, basada en el libro de Penrose, con el título La condesa sangrienta, una suerte de ensayo poético que no escatima truculencia. El texto está dividido en once capítulos encabezados por epígrafes de distintos poetas (Artaud, Rimbaud, Paz, Daumal), referidos al poder de la sangre, la belleza y la muerte, y consta de veintiséis páginas. La brevedad hace a la succión. Son páginas que se devoran por el espanto y su misterio. A los 15 años, Erszébet Báthory se casó con Ferencz Nádasdy, de la dinastía de Eduardo I, rey de Inglaterra. Sus primeras crueldades fueron pinchar con alfileres a las mujeres que la servían o hacerse traer robustas campesinas muy jóvenes para morderles los hombros. Luego de la muerte de su marido, se le arrimó Darvulia, la hechicera del bosque, con quien realizó los primeros sacrificios de jóvenes. Su mayor temor había sido la vejez, por eso acudió a baños en el lago de todas las fuerzas: la sangre. Conservar su imagen intacta, más que su mayor anhelo, terminó siendo su peor condena. Acaba de aparecer en España una nueva y bellísima edición, en Libros del Zorro Rojo, de La condesa sangrienta, publicado por primera vez en 1971 y agotadísimo en nuestro país. La nueva edición tiene fantásticas ilustraciones de Santiago Caruso, un joven artista argentino que trazó con minuciosidad el espíritu maléfico de esta historia. Pizarnik y Caruso hacen –cada uno a manera y en su tiempo– de lo monstruoso un rasgo humano. ¿Técnica o captación? © LA NACION

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JUAN J. LLACH PARA LA NACION

L

OS optimistas no podemos ocultar nuestro entusiasmo al ver que se acumulan, casi a diario, evidencias de que la economía global ha dejado de caer y de que muchos países han iniciado ya su recuperación, como se dijo aquí en mayo pasado. También se alargan las filas de los profetas de este renacer. Bernanke festeja justificadamente y dice que el mundo volverá pronto a crecer. El FMI revisará sus previsiones de crecimiento para 2010, y yo creo que también para 2009. Nouriel Roubini parece todavía prisionero de su acierto al prever la crisis, pero ya no pronostica una larga recesión y reconoce que la recuperación está más cerca, aunque la ve efímera. Prenunciando el futuro del mundo, la reactivación está liderada por Asia. Allí, China, India y la sorprendente Indonesia no dejaron de crecer, pero Corea, Hong Kong, Malasia, Singapur, Taiwan y Tailandia, que habían caído nada menos que un 13% anual entre septiembre y marzo, se han recuperado desde el segundo trimestre a una tasa anual del 15% y su producción industrial crece al 36% y supera ya la anterior a la crisis. Más silenciosamente, muchos países de Africa tampoco cayeron en recesión, y el continente está segundo en la lista de los que se recuperan, en buena medida por su cada vez más intenso comercio con Asia, toda una cuestión geopolítica. América latina está tercera en la fila, y le iría aún mejor si no fuera por el cada vez más enrarecido y divisivo clima político en muchos de sus países. Aun así, casi todos ellos volverán a crecer, este trimestre o el próximo. La hora de los pobres parece estar llegando. En cambio, purgando años de consumismo apalancado por deudas insostenibles, los países desarrollados van a la zaga, aunque es posible que la mayoría muestre números positivos en el próximo trimestre. En los EE.UU. hay datos relevantes, como la mejora de los indicadores líderes en julio, por cuarto mes consecutivo –anticipando lo que vendrá– y un aumento del 7,2% de las ventas de casas usadas, ahora en el mayor nivel de los últimos dos años. Japón creció el trimestre pasado, por primera vez en más de un año, a una tasa del 3,7%. Europa, en fin, muestra ya a las locomotoras alemana y francesa creciendo, lo que empujará gradualmente al resto, aunque los países del Mediterráneo y muchos de Europa oriental, incluyendo a Rusia, deberán remontar todavía empinadas cuestas. La canciller Merkel y el presidente del Banco Europeo, Jean-Claude Trichet, parecen estar alcanzando el éxito, pese a haber impulsado políticas menos expansivas, y también menos costosas, que las de Estados Unidos. Las claves de esta recuperación, que pocos preveían, son las acertadas políticas monetarias y fiscales anticrisis de los países desarrollados, lideradas por EE.UU. y el Reino Unido, el creciente protagonismo de los países emergentes, liderados por China e India, y sus sensatas políticas económicas –superávit o equilibrio fiscal y externo, baja inflación, atracción de inversiones– desarrolladas por la mayoría de ellos desde hace una década, o más. Ellas permitieron que el FMI considerara, hace casi un año, que los activos financieros de los países emergentes eran los menos riesgosos del mundo. Y así fue. Por cierto, una cosa es dejar de caer o una tenue recuperación y otra bien distinta es creer que el mundo va a volver a crecer al 5% anual, como entre 2004 y

2007. Aquí las aguas siguen divididas. Los optimistas ven que la intensidad de la caída augura una recuperación rápida y firme, como casi siempre en el pasado y como ya está ocurriendo en Asia. Los pesimistas destacan que el alto endeudamiento de familias y empresas, que deberán sanear sus balances, augura un crecimiento lento e inestable. Aquí se enrola The Economist, que ve una salida en forma de sombría U, con un largo y chato fondo de bajo crecimiento “para los próximos años”. La realidad mostrará, seguro, grandes diferencias por regiones, y aun por países.

haustos que empiezan a reponerse. Ambos factores se irán agotando, pero hay que tener en cuenta que hasta ahora sólo se ha desembolsado una mitad del componente fiscal de las políticas expansivas. De todos modos, será crucial para la velocidad de la salida la reacción de los consumidores de los países desarrollados, cuyo gasto equivalía nada menos que a la mitad del producto global. Dos obstáculos se le oponen: el desempleo, alto y apenas estabilizado, y el empobrecimiento, por la pérdida de valor de los activos inmobiliarios, accionarios y productivos. Sin embargo, el valor de los inmuebles ha empezado a subir, tímidamente, y los mercados de capitales se han recuperado con vigor. Además, empieza a ceder el temor a perder el empleo y este sentimiento, que afecta al 90% de la población, puede empujar más el consumo que la merma originada en quienes están desempleados. Con todo, se necesitará aun más para sostener la recuperación, y, al respecto, es crucial que crezcan las exportaciones de los países deficitarios, sobre todo los EE.UU., y que aumenten las importaciones de quienes tienen superávit, sobre todo China. A mi juicio esto ocurrirá, porque Asia está aprendiendo que no es bueno depender a tal extremo de grandes superávit externos a costa del bajo consumo, socialmente injusto y económica y políticamente riesgoso, de buena parte de su población. Más música para los oídos de África, de América del Sur y de la Argentina, porque implicará buenos precios de las commodities y un dólar débil. En fin, aunque el problema económico central es hoy la anemia de la demanda, no debe dejarse de confiar también en las fuerzas de la oferta,

Preanunciando el futuro del mundo, la reactivación está liderada por Asia: China, India e Indonesia no dejaron de crecer En el mundo emergente, los optimistas tenemos muchas chances de acertar, y es muy probable que se pueda crecer al 6% anual promedio, desde 2010 o 2011, según los casos. De ser así, y esto es casi “revolucionario”, estos países aportarán cerca del 60% del crecimiento mundial. En el otro extremo, la visión pesimista será tanto más cierta cuanto más burbujeante haya sido el país y, en este sentido, los desarrollados estarán peor que los emergentes, y EE.UU., España, el Reino Unido, o países como Irlanda, Islandia o Estonia, estarán bastante peor que Alemania, Australia, Canadá o Francia. En ellos, y en menor medida en otras partes del mundo, el rebote se apoya en las políticas de estímulo y en inventarios ex-

sobre todo en los nuevos desarrollos tecnológicos asociados a las energías limpias y a la sociedad del conocimiento. En síntesis, la recuperación será muy desigual aquí y allá. Si se sostiene en el tiempo, será posible también reducir el desempleo, sin dudas el más grave e injusto costo de tanto desatino financiero. El principal peligro a la vista es la formación de burbujas especulativas –como las de las bolsas asiáticas, que China ya salió a combatir– y, más adelante, las presiones inflacionarias de la energía y las materias primas. Este es un tema central para que

Música para los oídos de Africa, América del Sur y la Argentina: los buenos precios de las commodities y un dólar débil la recuperación pueda sostenerse. No debe olvidarse que esta crisis, como todas, fue precedida por burbujas especulativas y, hay que lamentarlo, todavía no está claro cómo prevenirlas. Peor aun, si los pronósticos favorables se realizan, puede formarse un clima de ideas de que todo se arregló, business as usual y a otra cosa. Sería un grave e insensato error, porque tampoco está claro aun que se hayan elegido y puesto en práctica las nuevas regulaciones financieras, más adecuadas e internacionalmente coordinadas. Estas cuestiones son las que los países emergentes, incluida la Argentina, deben exigir en la próxima reunión del G20, el 24 y 25 de septiembre, en Pittsburg. © LA NACION

DIALOGO SEMANAL CON LOS LECTORES

¿Quién controlará a los controladores? “E

N la edición del día 23, en el artículo «La autocrítica de los padres de la Constitución del 94» (página 9), al referirse al Consejo de la Magistratura el autor menciona a un ex senador que dijo que «el actual órgano de contralor judicial es inconstitucional». Es un error común hablar de «contralor», que es incorrecto, ya que en rigor de verdad debe decirse en esos casos control. Contralor tiene otro significado: ‘funcionario encargado de examinar las cuentas y la legalidad de los gastos oficiales, o función similar’ (Diccionario de la Real Academia Española)”, escribe el juez Juan Manuel Converset. El lector tiene razón, pero este error tiene su historia, que podría resumirse así: “Por no querer cometer un error, cometí otro peor”. Durante mucho tiempo, el sustantivo control y el verbo controlar (del francés contrôle y contrôler, respectivamente) se rechazaron como galicismos. Los puristas que, aunque nunca lo hubieran dicho así, controlaban la Academia se negaban a abrirles las puertas del diccionario. Los incluyeron en las ediciones del Diccionario manual de 1927 y 1950, pero con esa marca infamante. En las del diccionario oficial de 1936, 1939, 1947 y 1956, les prohibieron la entrada. Apoyados en la autoridad académica, los puristas aficionados predicaban contra lo que se consideraba el más grave pecado lingüístico. Pero la palabra control era muy útil y la pobre gente necesitaba algo para suplirla. Encontraron en el diccionario una palabra de la misma fami-

lia, contralor, también de origen francés (de contrôleur), pero que contaba con la bendición académica desde la primera edición (el Autoridades, de 1729). Como la definición empezaba con la palabra “oficio”, no se dieron cuenta de que contralor no designaba la acción de controlar, sino a una persona que controlaba. Y crearon una nueva y disparatada regla: “No debe decirse control, sino contralor”. Mucha gente creyó que control era una deformación de contralor, y acató la regla. Con el tiempo, control y controlar fueron legitimados y entraron triunfalmente en la edición del DRAE de 1970. La ridícula regla fue cayendo en el olvido, pero algunas víctimas de aquella machacona prédica no pudieron desprenderse de lo que erróneamente les habían inculcado. De otros tiempos Desde Bahía Blanca, escribe María Beatriz Dewey: “En la sección «Última página» del día 14, el artículo titulado «Gran concurso de belleza» comienza informando que «el 14 de agosto de 1908 se desarrolló en la localidad británica de Folkestone el primer concurso internacional de belleza femenina». El artículo finaliza diciendo: «Y todavía hoy, el concurso recrea aquellos primeros días, también con trajes de época». Le pido tenga a bien ilustrarme sobre si es correcto el uso de la expresión «trajes de época». En este caso, queda claro que la época a la que se refiere la nota es la de la iniciación de estos concursos de belleza. Pero he tenido ocasión de oír en

LUCILA CASTRO LA NACION

muchas oportunidades esas palabras fuera de todo contexto que nos remita a una época determinada. Incluso, con motivo de ciertos festejos en alguna localidad vecina a mi ciudad, han promocionado como parte de las atracciones, el desfile de «autos de época», refiriéndose a autos antiguos”. Posiblemente, en la nota, los trajes de época mencionados fueran de la época en que empezaron a realizarse esos concursos. Eso parece lógico, como observa la lectora, pero en realidad no es lo que está dicho. Para indicar que los trajes pertenecían a esa época, debería haberse dicho “trajes de aquella época”. La locución adjetiva de época no se refiere a una época determinada ni indicada por el contexto (aunque en un contexto, como en este caso, uno puede suponer que es la época de la que se está hablando). Esta locución se aplica a cosas típicas de tiempos pasados. Por eso, en el

desfile de autos antiguos podía hablarse de “autos de época”. Los hijos del dragón “En una edición reciente del suplemento Comercio Exterior en la cual se publica un artículo sobre el comercio con China, se lo ilustra con el dibujo de un dragón agresivo y flamígero. Pero ocurre que el dragón desde la perspectiva china es un animal tranquilo y hasta tímido. Está compuesto por una cabeza de camello, los ojos de conejo, el cuerpo de la serpiente, las escamas de una carpa, las garras de un halcón y las patas de un tigre. O sea que no tiene nada que ver con el dragón occidental que tiene alas y escupe fuego, que se alimentaba de doncellas puras y atacaba los poblados medievales y que sólo pudo ser derrotado por caballeros como san Jorge. Es más, los chinos se consideran «hijos del dragón» y este animal mitológico es reverenciado desde hace más de 7000 años pues su presencia augura abundancia, prosperidad y salud”, escribe Ricardo H. Forrester. Aspavientos rioplatenses Escribe Pablo González: “«Pamento es un vocablo lunfardo, de uso frecuente entre los uruguayos, pero no por ello aceptado por la Real Academia Española». Es una convicción con la que he vivido más de treinta años, pero esta convicción, como los males, no duró cien años. Ayer se hizo añicos, cuando consulté el DRAE, donde se define como un sustantivo masculino

coloquial usado en el Uruguay y se remite a aspaviento. ¿Qué sabe usted de este uruguayismo? ¿Viene de aspaviento? ¿Es un italianismo? ¿Cuándo fue aceptado?”. El uruguayismo coloquial pamento fue incorporado en la última edición del DRAE, de 2001. En efecto, proviene de aspaviento o, quizá, del italiano spavento. En la Argentina tenemos dos formas, aspamento y espamento, y sus adjetivos derivados aspamentoso y espamentoso, que no sé si se usaron también en el Uruguay. De haberse usado, es posible que pamento venga, por aféresis, de esas formas intermedias. En la Argentina, las formas espamento y espamentoso son, o fueron, mucho más frecuentes que aspamento y aspamentoso. Incluso hubo algún poeta lunfardo que escribió alguna vez spamento. Esto abonaría la tesis de que son formas de origen italiano. Las formas con a- podrían entenderse como surgidas del cruce con aspaviento y aspaventoso. Y la terminación -mento se explica por analogía con tantos sustantivos que tienen ese sufijo. Estos argentinismos no figuran en el DRAE y hoy en día son bastante desusados. En la época en que se usaban más, la Academia no los hubiera incorporado porque eran considerados deformaciones vulgares. © LA NACION

Lucila Castro recibe las opiniones, quejas, sugerencias y correcciones de los lectores por fax en el 4319-1969 y por correo electrónico en la dirección [email protected]