ISAÍAS 56-66 O TRITO-ISAÍAS1 Los últimos once capítulos del libro de Isaías se inscriben mucho mejor en las condiciones de existencia en las que vivió la comunidad judía a la vuelta del exilio. No obstante sus vínculos reales con la profecía del Déutero-Isaías, no pueden atribuirse al gran profeta del exilio. En algunos aspectos, los problemas planteados son semejantes a los de Ageo y Zacaría. Pero el carácter anónimo de las colecciones y la ausencia de dataciones hacen más riesgoso el intento por relacionar estos textos con situaciones históricas muy precisas. a) La colección de Is 56-66 Hablar de un «Trito-Isaías» podría hacer pensar que Is 56-66 es obra de un único autor. No es lo que opina la mayoría de los exégetas actuales. Esta sección del libro recoge fragmentos diversos por su origen y por su género literario, que muy probablemente se refieren a circunstancias históricas también diferentes. Sin embargo no han sido reunidos al azar. A través de la diversidad misma del material se transluce una voluntad de organización. Sin entrar en detalles, el análisis hace surgir diversas unidades que se corresponden entre sí, en torno a un centro, constituido por los cc. 60-62, que habría sido el núcleo original de la profecía: 56-58: la nueva comunidad en la historia 59,1-14: plegaria de lamentación 59,15-21: la venida de Yhwh para hacer justicia 60-62: la salvación se despliega sobre Jerusalén y la comunidad de los pobres destinatarios de la buena noticia del profeta. 63,1-6: Yhwh interviene el día de su revancha. 63,7-64,11: plegaria de lamentación 65-66: la salvación que acontece en un plano que supera la historia2.
1. Is 56-58: los primeros versículos (56,1-8) sirven de apertura. Enuncian las preguntas que serán retomadas a lo largo de la colección: la dilación de la salvación, la necesidad de obrar con justicia, los criterios de admisión en la nueva comunidad. Las tres unidades que siguen son de carácter muy diverso. En 56,9-12 se ataca a los jefes y en 57,1-13 se pone en la mira al culto idolátrico. En este terreno no estamos muy lejos de la profecía pre-exílica. Estas críticas desembocan en un poema de consolación (57,14-19), que tiene vínculos con el núcleo original de los cc. 60-62. El problema de los justos y los malvados se plantea habitualmente mediante anotaciones (57,1-2 y 13b) que sirven de marco a la segunda unidad, y mediante una inserción más tardía compuesta en el estilo de la enseñanza sapiencial (57,20-21). La plena manifestación de la salvación puede estar retrasándose a causa de los pecados humanos. A partir de la cuestión del ayuno, el hermoso poema de Is 58,1-12 exhorta a los miembros de la comunidad a pasar de una práctica meramente exterior y despersonalizada, a un compromiso personal con los más pobres, sólo entonces el fulgor de la luz divina no encontrará ya más obstáculos. La exhortación sobre el sábado que el redactor ha añadido no responde del todo a este mismo espíritu (58,13-14). Estos tres capítulos no contienen juicios contra las naciones. No se percibe todavía la influencia del estilo que se conocerá como «apocalíptico». Se ha pensado además que esta unidad se habría formado por separado y habría sido agregada después a Is 59-66. 2. Is 59,1-21: este capítulo constituye el primer panel de un tríptico que prosigue en 60-62 y 6364. Una protesta dirigida a Yhwh da pie para subrayar que el juicio se está demorando a causa de los pecados de la gente; de hecho se reconocen los errores en una plegaria de lamentación (59,11
J. Auneau, “Isaïe 56-66”, en S. Amsler – J.M. Asurmendi et alii, Les prophètes et les livres prophétiques (Paris 1985). 2 Tomado de R. Lack, “La structuration d’Isaïe 56-66”, en La symbolique du livre d’Isaïe (AnBib 59; Roma 1973) 121-145, cf. cuadro en la p. 128.
14). El fragmento que sigue se sitúa en otro plano: Yhwh mismo interviene llevando a cabo un juicio decisorio (59,15-20). El oráculo de 59,21 que introduce el tema de la alianza es seguramente redaccional. 3. Is 60-62: los exégetas están de acuerdo en ver en estos capítulos el núcleo original de la “predicación” del Trito-Isaías. Son tan cercanos a los cc. 40-55, que algunos los atribuido al Déutero-Isaías. Se anuncia la salvación a una Jerusalén glorificada, centro de atracción para las naciones paganas, invitadas a reconocer el poderío del Dos de Israel. Situada entre dos cuadros que exaltan a Jerusalén, la misión del profeta se describe en términos que evocan fuertemente los poemas del Servidor y está colocada en el centro mismo (de esta sección) del libro. La buena noticia hace surgir de entre los pobres y afligidos este pueblo que será testigo de los beneficios del Dios de Israel. Estos tres capítulos merecen un estudio atento. Se puede abordar desde distintos ángulos. K. Pauritsch atribuye al redactor la trasposición del c. 60, que debía de venir después del c. 62 en el texto primitivo. Las unidades originales tendrían el siguiente orden: 61,1-9.11; 62,1-9; 60,1-22. La transición entre 62 y 60 estaba entonces asegurada por 62,10. Hay que contar con la inserción del canto de alabanza escatológica en 61,12 y algunas añadiduras menores más tardías3. C. Westermann ha llevado más adelante el análisis de las formas literarias, en particular por lo que respecta a la relación entre el anuncio de salvación y las liturgias de lamentación4. El estudio de la estructura y de los esquemas simbólicos, que se iniciaron en Is 40-55, han de continuarse aquí.
4. Is 63-64: el breve poema de 63,1-6 contrasta con lo que antecede, si bien esa venganza de la que habla tiene un punto de contacto con 61,2 (volvemos a encontrar el término «venganza»/«revancha» en 59,17 y 63,4). Amplifica en términos más vigorosos lo que se dice en 59,15-20. En la oración de 63,7-64,11, ya presente en 59,1-14 se hace más insistente. La pregunta final dirigida a Yhwh prepara los desarrollos que encontramos en 65-66. 5. Is 65-66: hay numerosos puntos de contacto entre estos dos capítulos. Los vv. 1 y 24 que encuadran las dos unidades del c. 65, hacen eco a la pregunta de 64,11. La diatriba contra la idolatría remite a los ataques de Is 57 (65,1-6a). En la segunda parte volvemos a encontrarnos con el espíritu de 60-62, pero la nota escatológica es aquí más pronunciada, como lo subraya la glosa de 65,25, que cita Is 11,7-9. Más fragmentario, el c. 66 comienza con una palabra sorprendente sobre el templo, aún no reconstruido (vv. 1-2). La manifestación de Yhwh es garantía de salvación par sus siervos (vv. 616). Los últimos versículos (vv. 18-24) transfieren a un plano escatológico las perspectivas abiertas en 56,1-8. b) El ambiente de origen En este sector, la investigación está condicionada por dos dificultades: el autor quiso permanecer en el anonimato y el texto no proporciona informaciones directas sobre su personalidad; la tarea se complica todavía si –como parece– estos once capítulos no son más que la colección de material diverso. Si la redacción le ha dado una cierta unidad al conjunto, debería ser posible develar el ambiente de origen de Is 56-66. 1. La comunidad judía del postexilio. Los biblistas están de acuerdo en situar en Palestina la comunidad que dio origen al Trito-Isaías. La fecha es mucho más discutida. C. Westermann no se arriesga mucho, situándolo entre el 537 y el 455. Las propuestas más serias colocan la profecía sea en el período de la reconstrucción del Templo –en ese caso sería contemporáneo de Ag y del primer Zac– o a mediados del S. V a.C. Seguramente es necesario contar con un cierto escalonamiento en el tiempo, ya que la colección es un reflejo de la comunidad en los primeras décadas que siguieron al retorno del exilio. 3 4
K.Pauritsch, Die neue Gemeinde: Gott sammelt Ausgestossene und Arme (AnBib 47; Roma 1971) 219-226. C. Westermann, Isaia. Capitoli 40-66 (AT 16; Brescia 1978) 356-371.
A la comunidad judía no le faltaron dificultades y crisis. La esperanza quedaba defraudada porque la manifestación final de Dios tardaba. Hay que dar razón de esta dilación y aprender a vivir en una historia ambigua. Pasado el fervor inicial, los errores que los padres no supieron evitar vuelven a pesar sobre la nueva comunidad: el peligro de los ídolos y la división dentro mismo del grupo. Parece necesario diferenciar, porque no todos se entregan a la salvación con el mismo celo. Hay duda sobre cuál actitud adoptar frente a los extranjeros e Is 56-66 deja entrever diferentes corrientes. 2. La tradición del Déutero-Isaías. La tradición de Isaías siguió viva más allá de la actuación del «gran desconocido del exilio». Los testos son a veces muy semejantes, tanto que han sido atribuidos al mismo Dt-Is pasajes como los de Is 60-62. Un examen serio del lenguaje y de los temas permite concluir que hay semejanza en la diferencia. Se encuentran en Is 56-66 algunas citas de los cc. 40-55: cf. 58,12b y 52,12bb; 62,11 y 40,10. A veces el Trito-Isaías cita frases de su predecesor: 40,3 es imitado en 57,14 y 62,10. Será muy característico de la evolución de la profecía después del exilio que un texto se esconda tras la autoridad de un maestro y de una tradición. Estamos lejos de los profetas que intervenían directamente en la plaza pública y más bien cerca de la generación de los intérpretes de la tradición, cuya actividad se hace cada vez más reflexiva y «libresca». Se ha intentado asignarle a estos capítulos un ambiente más preciso. La comunidad post-exílica estaría atravesada por dos corrientes irreconciliables: algunos visionarios que perseveran en la escatología profética y el partido de los sacerdotes que detentan el poder, representados por los saduceos. Si se quieren textos bíblicos para demostrarlo, se podrían encontrar en el contraste entre los programas expresados en Is 60-62 y Ez 40-48. Hanson ve el endurecimiento del conflicto siguiendo la progresión histórica de los textos: 1) Is 60-62 y 57,14-21; 2) 63,7-64,11; 3) 58,1-12 y 59,1-20; 4) 65,1-25; 5) 66,1-16; 6) 56,9-57,13; 7) 63,1-6. La sugerencia es interesante, pero no da razón de la diversidad de corrientes y programas. c) El mensaje Las incertidumbres literarias e históricas hacen delicada la interpretación del mensaje. Lo cierto es que en el intento de responder al gran problema planteado por el retraso de la manifestación del Señor, la colección permite a la comunidad comprenderse mejor a sí misma. 1. El retraso de la manifestación de Dios. El Déutero-Isaías había proclamado el reinado de Dios en Sión (52,7). Este anuncio, si bien estaba fundado sobre la estabilidad y la eficacia de la Palabra divina, parecía perder fuerza por las condiciones del retorno del exilio. Las descripciones del libro de Esdras (Esd 1-6) no tienen mucho que ver con ese esplendor de Jerusalén celebrado por los poemas de Sión. El texto responde de tres maneras: a) La dilación entre la promesa y la realidad incita a reafirmar todavía con más fuerza los puntos sobre los que se concentraba la duda. No se trata de que el brazo de Yhwh sea demasiado corto para salvar (59,1). Como padre, salvador y redentor, Él dispensa sin límites sus beneficios. Es fiel a la alianza (59,21; 61,8). Más que la actividad creadora de Dios, lo que el redactor considera es su intervención en la historia humana. Jerusalén es la ciudad en la que Él reina. Iluminada por el esplendor divino, ésta se convierte en polo de atracción de pueblos y reyes de la tierra. b) Se puede salir al paso de la objeción insistiendo en la proximidad de la intervención divina. La salvación aún no se ha realizado, pero está muy cerca (56,1). Así el pueblo es mantenido en constante vigilancia en la búsqueda de su Dios y deseando su presencia. El efecto estimulante de este argumento es evidente. Podemos notar cómo la perspectiva escatológica se desarrolla a medida que progresa el texto (cf. 65-66).
c) La tercera respuesta consiste en transferir las responsabilidad. La dilación no hay que imputársela a Dios, sino a la comunidad que, por sus pecados, se aleja del camino de la salvación. Es su actitud la que obstaculiza el cumplimiento de la profecía5. 2. La necesaria regeneración de la comunidad. Yhwh se manifestará a un pueblo que esté dispuesto no sólo a huir de Babilonia, sino también de la injusticia. Los peligros de Babilonia pueden seguirlos hasta Jerusalén y los discípulos del Déutero-Isaías siguen exhortando a sus compatriotas a realizar un “éxodo en el lugar”, según la feliz formulación de R. Lack6. Bastará con repasar algunos de sus rasgos más sobresalientes: a) Una comunidad de pobres. La injusticia se difunde de nuevo en la sociedad (57,1-5). Surge una disociación: si Israel era “siervo” en Is 40-55, parece que ahora los “siervos” están separados de un pueblo rebelde (65,13-14). La restauración de abre paso con mucha dificultad y se tropieza dolorosamente con la experiencia de pecado. La indigencia tiene algo de positivo, porque el Dios que habita una morada elevada y santa está cerca del hombre contrito y humilde (57,15). En el vértice del discurso, el profeta que ha recibido la unción del Espíritu Santo, proclama la buena noticia para los pobres, los de corazón herido (61,1-3). Yhwh puede escuchar a los que confiesan sus pecados y le suplican con humildad (59,1-14; 63,7-64,11). La crisis anima a profundizar en las propias convicciones religiosas y lleva al nacimiento de una comunidad renovada. b) Un culto en espíritu y en verdad. La reconstrucción del Templo y la restauración de su culto son la mayor preocupación de los repatriados. Si bien el Tr-Is se interesa en el Templo (60,7.13), en la composición de la asamblea cultural (56,3-7), el ayuno (58,1-12), el sábado (58,13-14), y le impactan las desviaciones culturales (57,3-13; 66,17), él no es un ritualista. El Templo no es un absoluto (66,1-2). Y él entrevé un “reclutamiento” de sacerdotes que no es determinado por los sacerdotes de Jerusalén (61,6; 66,21). Esto textos no son siempre fáciles de conciliar. Pero el conjunto de la colección sugiere que el verdadero culto supone un corazón pobre y humilde, junto con la práctica de la justicia y del derecho. c) Una nueva relación con los paganos. Sobre este punto, las afirmaciones de Is 56-66 no son homogéneas ni de interpretación simple. Las naciones pueden constituir siempre una amenaza religiosa para la comunidad. Pero el Tr-Is plantea al cuestión de la participación de las naciones en la salvación anunciada a Jerusalén. Los cantos de Sión no imponen una inversión radical de la perspectiva (cf. 60,3.6-16; 61,5; 62,2). Pero la actitud es mucho más abierta en 56,3-7 y 66,18-21. Uno se pregunta si los sacerdotes y levitas tomados de entre todas las naciones (66,21) designan a extranjeros en sentido estricto o a judíos provenientes de la diáspora. En todo caso, nunca hasta hora se había afirmado tan claramente que la distinción entre judíos y gentiles estuviese destinada a desaparecer cuando llegue la plenitud de los tiempos. d) Una comunidad portadora de esperanza. La colección ha nacido de una desilusión superada y de una esperanza inquebrantable. El profeta invita a sus compatriotas a descubrir la posibilidad que su situación miserable les ofrece y les abre perspectivas infinitas. Está convencido de la venida cercana de la “salvación” y de la “justicia” de Dios, dos expresiones que se le son muy caras. Sería interesante analizar algunos conceptos clave en el contexto de Is 56-66. Por lo que respecta a la justicia, tenemos los términos cedeq (58,2.8; 59,4; 61,1.2; 64,4) y c:dáqáh (56,1; 57,12; 58,2; 59,9.14.16.17; 60,17; 61,10.11; 63,1; 64,5), y la alternancia de yé$a( y de y:$û(áh. Al problema de una correcta comprensión de esta noción, se suma el de la continuidad entre Is 40-55 y 56-66; cfr. F. STOLZ “y$( ”, DTMAT I; K. Koch, “cdq”, DTMAT II.
La orientación escatológica se precisa en los últimos capítulos. Como no habla de estructuras de la comunidad, el redactor no menciona ningún personaje como mediador de la salvación. Pero la figura del profeta que ha recibido la unción para llevar la buena noticia a los pobres ha jugado un rol importante en el modo como Lucas ha comprendido la persona y la función de Jesús. 5
R.P. Carroll, When Prophecy failed. Reactions and Responses to failure in the Old Testament Prophetic Tradition (London, 1979) 152-156. 6 “un éxode en place”, R. Lack, La Symbolique, 134-135.