CINE | DIEGO CURUBETO
Exhibida en el Bafici, Carne sobre carne cuenta la difícil y larga relación de los tijeretazos oficiales y las películas de Armando Bo e Isabel Sarli. En esta entrevista, el director explica las intimidades de ese esperadísimo documental
Isabel Sarli derrota la censura POR LEONARDO TARIFEÑO De la Redacción de La Nacion
P
or tema e investigación, Carne sobre carne tiene todo para ser el documental argentino del año: es la película en la que el crítico y cineasta Diego Curubeto narra el triángulo (des)amoroso entre Isabel Sarli, Armando Bo y la censura argentina, con la inestimable aparición, por primera vez en la pantalla, de 45 minutos de archivo inédito, material censurado en su momento y que el director había legado a su musa. “En realidad, eran veinte latas que encontré en la casa de Isabel. Con todo eso, lo difícil era hacer una película que no durara tres horas”, dice Curubeto, mientras sale del hotel en el que para en Buenos Aires; “y es que, para mí, una película tiene que durar 90 minutos. Soy crítico y espectador. Me gusta que Lawrence de Arabia dure tres horas, pero ahora cualquier película que no lo merece dura dos horas y diez. Y Richard Fleischer, o Armando Bo, contaban historias en 90 minutos, o menos”. Definitivamente, Carne sobre carne puede ser la película argentina del año; lo que no se sabe es de qué año, porque aún no tiene fecha de estreno, y el director se toma su tiempo. “Lo que yo quiero es que se distribuya en muchas salas, en todo el país, y no apurarme y que el Incaa me dé dos o tres salitas”, dice Curubeto, quien recibe a adnCULTURA en un hotel porque vendió su casa para poder filmar su sueño. Por suerte, en estos días filma en Perú, así que durante su paso por Buenos Aires no lamenta ser un homeless. “Teníamos presupuesto para seis semanas, y tardé dos años en hacerla”, explica, para luego pedir que la entrevista sea en el bar de la esquina, donde según él hay “una moza divina”. La moza no aparece y el cineasta primero saca una linternita china del bolsillo, y luego un portacigarrillos “maravilloso para guardar un microfilm”. Son chucherías que compra en las tiendas chinas más baratas, unos de los templos hechos a la medida de quien se define como un “arquéologo pop”. Los otros templos, por lo que parece, serían los cines. –¿Cuál fue la intención de Carne sobre carne? ¿Por qué quisiste hacer esta película? –Yo no la quise hacer; me cayó. –Pero ¿cómo empezó la historia de Carne...? –Hace más de cinco años, yo estaba por terminar el libro Cine de Súper Acción y me buscó un equipo de Channel Four (BBC) para hacer una versión de otro libro mío, Cine Bizarro. Yo no quería que vinieran, porque aún no terminaba Cine de Súper Acción, pero vinieron igual. Entonces, para ese documental, tuve que entrevistar a Isabel Sarli. Es muy difícil arreglar una nota con Isabel porque es una diva de las que no quedan. Y ese día, mientras ella hablaba, miré a los costados y vi unas latas. Y ahí le dije: “Isabel, cállese”, cosa que nadie dijo nunca, ni yo mismo volvería a repetir.
BELLEZA ARGENTINA. Según Curubeto, Sarli fue víctima de “la intolerancia de los esnobs pobres”
–Pero que funcionó. –Funcionó, sí. Tal vez reencarnó en mí el espíritu de Armando, y por eso pude pararle el carro. La cosa es que se sorprendió, porque se hizo un largo silencio. “Esos son materiales que me dejó Armando, con cortes de censura, pero yo los quiero tirar porque me dan mucha pena”, me dijo. “¿Y hay mucho?”, le pregunté. “Un montón”, me contestó. Y yo, que ya había estado otras veces en la Mansión Sarli, sabía que “un montón” es “un montonazo”. Así que ahí le pedí que olvidara el documental de Channel Four, y mejor viéramos que había ahí. ¡Corte! Nueva toma: estoy acá, hablando de la película. –¿Qué material era? –20 horas en bruto. Podría hacer Carne sobre carne II, si quisiera, o El maravilloso mundo de Armando Bo. –¿Y qué había en esas 20 horas? –¡De todo! Y es que, cuando el censor corta, lo hace para que nadie más vuelva a ver ese material. Lo que Isabel tenía eran todas cosas que rescató Armando. Él pensaba que en algún momento iba a poder reciclarlo, porque necesitaba toda la parte sexual para ponerla en las versiones que mandaba al extranjero, pero no sé cómo se las arreglaba para conseguir los pedazos cortados. –Para vos, como especialista, ¿cuáles fueron las virtudes y defectos del cine de Bo y Sarli? –Es todo un mundo. Siempre hay algo más para des-
cubrir, sobre todo porque uno tiende a subestimarlo. Yo mismo tiendo a subestimarlo. Cuando empecé este proyecto, apreciaba el cine más académico de Bo: su tarea de productor de Pelota de trapo, o El trueno entre las hojas. Carne me divertía, y mi preferida era Fuego infernal, porque tiene un lenguaje cinematográfico de academia, y es un western muy violento. Fuego no me gustaba, hasta que vi los cortes que la censura le había hecho. Ahí entendí la revolución del lenguaje narrativo que Bo hizo en esa película. ¡Logra contar todo el conflicto en un paneo de 30 segundos, de tal manera que la historia se entienda cortaran lo que cortaran! Él necesitaba encontrar una manera de que la historia sobreviviera a la censura, y lo consigue en menos de 30 segundos. –¿Ahí cambió tu opinión general sobre su cine? –Por supuesto. Y por eso, en Carne sobre carne traté de enfocar cómo funciona la censura, que se notara la hipocresía que había alrededor de la relación entre Armando e Isabel, y también trabajar sobre la hipocresía de la Argentina. Creo que algo de eso he logrado, pero todo no se puede, y menos con algo tan rico. –¿En qué te sirvió tu experiencia como crítico para hacer la película? –Soy crítico de profesión, por eso mi lema es “desconfíe de los críticos”. La crítica es un trabajo sucio que alguien tiene que hacer, pero yo trato de pasarlo bien cuando voy a ver una película. Si yo no puedo emocionarme, divertirme o asustarme, no puedo transmitirle nada al lector, y no va saber si la película es buena o es mala. Primero soy espectador, y luego crítico. Supongo que lo más útil fue privilegiar esa sensación. –¿Cree que el cine de Bo y Sarli ha padecido la censura intelectual, basada en el gusto esnob? –¡Claro! Demoré mucho en entenderlo y para mí es así: el milico, el fascista, cortaba la película; luego venía el progre, el intelectual, que se burlaba porque la película no se entendía. Y olvidaba que una película cortada nunca se iba a entender. Pero “olvidar” no es tan inocente. –¿Por qué? –Porque Fuego fue un fenómeno mundial. En 1970, en el Rialto de Nueva York recaudó un millón de dólares. ¡En una sola sala! Pero aquí estaba prohibida, y cuando llegaba el cable de Associated Press con la información de su éxito, el periodista no decía nada por la censura. Y ese mismo periodista, o sus iguales, eran los que luego se reían. Hay una gran injusticia con Armando Bo. Es una víctima del “miente, miente, que algo quedará”, algo muy feo. Es posible que en la Argentina ya no haya censura, pero igual subsiste otra forma de censura, tal vez más sutil: la intolerancia de los esnobs pobres. © LA NACION
Sábado 3 de mayo de 2008 I adn I 29