FLACSO - Área de Relaciones Internacionales
Jornadas de Relaciones Internacionales 2009
Identidad Del Estado Y Teoría De Las Relaciones Internacionales
María Florencia López Canellas
[email protected]
Ponencia presentada en las Jornadas del Área de Relaciones Internacionales de FLACSO Argentina Las Relaciones Internacionales: una disciplina en constante movimiento. (1, 2 y 3 de octubre de 2009).
Resumen “Identidad del Estado y Teoría de las Relaciones Internacionales” pretende abordar los sentidos que le han sido adjudicados al concepto identidad estatal en las más recientes elaboraciones teóricas del campo de las Relaciones Internacionales.
Se
considerarán aquellas problemáticas específicas que hacen al significado de identidad estatal tales como: los diversos modos de definirla, las herramientas metodológicas que contribuyen a su estudio, como así también los temas a los que afecta o son afectados por ella. En segunda instancia, se vincula tales problemáticas con diversos modos de pensar al Estado a modo de indagar si cada una de las articulaciones consideradas se acercan más a la consolidación del Estado como forma de organización de la autoridad distintiva o si son más propensas a considerar que la propia idea de identidad del Estado consiste en la institucionalización de una configuración particular de relaciones de dominación.
Palabras Clave. Estado. Identidad. Relaciones Internacionales. Teoría de las relaciones Internacionales.
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I
El campo de las relaciones internacionales ha evidenciado la profundización a partir de la década del ’80 de una tendencia que pretende considerar a la política internacional desde una perspectiva sociológica alentada por cierta motivación crítica. Una consecuencia de esto es la reformulación de preguntas e hipótesis sobre el accionar estatal y las dinámicas de política internacional. Ineludiblemente vinculado a lo anterior se observa la incorporación de conceptos como cultura e identidad con el objeto de profundizar explicaciones vigentes hasta ese momento caracterizadas por un fuerte determinismo materialista. El fin de la Guerra Fría alentó la proliferación de estudios sobre política internacional que aluden a la identidad como elemento presente en las dinámicas de las relaciones globales. De la variedad de temas y actores que involucran a la identidad esta ponencia se concentrará en el concepto identidad estatal. La irrupción de dicho concepto responde a la motivación de argumentar que las acciones estatales no sólo dependen de las capacidades materiales ni de cierta condición anárquica del sistema internacional. Este trabajo aborda los sentidos atribuidos al concepto identidad estatal en el campo de las teorías de las relaciones internacionales. Se considerarán diversas definiciones de identidad estatal tanto como los temas que afecta o son afectados por ella. En segundo lugar se vincularán tales problemáticas específicas en referencia a diversos modos de pensar al Estado. Esto es, ¿es la identidad estatal un concepto que contribuye a pensar más profundamente la figura del Estado o conduce simplemente a una enumeración de alternativas que pretenden orientar la acción estatal dentro de un rango esperado de conductas?
II
La afirmación de que los Estados desarrollan identidad ha implicado un ejercicio de definición sobre la misma y sobre los fenómenos, procesos, variables que intervienen en su conformación. Esto ha provocado una diversidad de aportes tales como los que se considerarán en el presente apartado.
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A) Alexander Wendt o los Estados que aprenden identidad.
Al sostener que las dimensiones ontológicas de la política internacional son tanto materiales como ideacionales, A. Wendt considera a los Estados como organizaciones intencionales que desarrollan identidad. La misma se origina en dos dimensiones: la corporativa y la social dando lugar la identidad corporativa y a la identidad social del Estado. A su vez, esta última encierra tres sub tipos: la identidad de tipo, la identidad de rol y la identidad colectiva. A partir del modelo general evolutivo de formación de la identidad estatal propuesto por el autor se puede sostener que las distintas identidades sociales son indicadores de instancias de socialización de los Estados a través de la interacción lo cual se convierte en una condición de posibilidad para el surgimiento de un proceso de identificación positiva entre Estados dando lugar así a la identidad colectiva. La identidad corporativa del Estado refiere a cualidades intrínsecas autoorganizantes que conforman al mismo como una individualidad. Tales son: individuos constitutivos, creencias compartidas e instituciones. La formación de esta identidad es previa a toda interacción con otro y es en virtud de la misma que determinado grupo de individuos funciona como un nosotros. La identidad corporativa es independiente de la existencia de otro y del mismo modo que el cuerpo –como distinto de la persona en términos de G.H.Mead- es constitutivamente exógena al otro. Es a su vez el punto de partida de la constitución de los diversos tipos de la identidad social. El modo en el que los Estados busquen satisfacer sus intereses corporativos (seguridad física, seguridad ontológica, reconocimiento y desarrollo) no está signado a priori sino que depende de la existencia misma de un proceso de interacción con otros Estados a partir del cual se conforma la identidad social. Wendt define a la misma como “el conjunto de significados que un actor se atribuye a si mismo a partir de la consideración de la perspectiva de los otros” (Wendt, 1999: 2). Por lo tanto, los Estados tienen un componente identitario variable que no se encuentra determinado. La identidad social es para el autor múltiple, maleable, intersubjetiva, implica esquemas cognitivos que posibilitan al Estado no solo determinar quien es sino también quien es el otro y finalmente es un elemento clave en la vinculación mutuamente constitutiva _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
entre agente y estructura. No obstante eso, debemos recordar que las condiciones de posibilidad de la multiplicidad de identidades sociales del Estado llegan hasta donde la satisfacción y preservación de los intereses involucrados en la identidad corporativa le permiten. Hay dos temas clave desarrollados en el marco del interaccionismo simbólico que serán centrales en los trabajos de Alexander Wendt respecto de las dinámicas a través de las que los Estados definen y reproducen su identidad social. Por un lado, el de la comunicación o conversación significante. Esto a su vez remite a la idea de gesto, de procesos de aprendizaje y de altercasting sin conducir necesariamente a un determinismo interaccional ya que incorpora una permanente tensión entre el yo y el mi en el proceso con el otro. Por otro lado, el emplazamiento de estas dinámicas en la estructura social a partir de la consideración del otro generalizado. La conformación de la identidad social del Estado –en sus diversos tipos- se da, entonces, a partir alguna interacción con sus pares. A diferencia de la identidad de rol, la identidad de tipo –que puede ser múltiple y simultánea- involucra características individuales de los Estados. Tales características a su vez son tipificadas desde la perspectiva del sistema social interestatal a partir de la existencia común de ciertas reglas que especifican las conductas acordes hacia tales Estados. Decimos entonces que si bien la identidad de tipo involucra la existencia del otro generalizado y de un nivel de interacción social entre Estados necesariamente se basa en la existencia de ciertos rasgos internos de las organizaciones estatales. Por otro lado, la identidad de rol según Wendt existe sólo en virtud de su relación con el otro. En este caso, las características internas de los Estados no guardan incidencia alguna ya que la identidad de rol es la consecuencia de ocupar una posición en la estructura social lo cual a su vez implica llevar adelante una conducta acorde a tal posición. El concepto de identidad de rol elaborado por A. Wendt inscribe a la identidad estatal dentro del proceso social en el que es producida y reproducida. A los efectos de dar cuenta de la reproducción de la identidad social del Estado, el autor recurre a las nociones de aprendizaje social y altercasting implementando el recurso de espejo propuesto por Cooley. _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
…las identidades y sus intereses correspondientes son aprendidas y reforzadas
en respuesta a cómo los actores son tratados por otros
significativos.
Esto
es
conocido
como
el
principio
de
“apreciación/valuación reflejada” o “espejo” porque hipotetiza que los actores se ven a sí mismos como un reflejo de cómo los otros los piensan o los aprecian, en el espejo del otro las representaciones del yo .(Wendt, 1999: 327) Este aprendizaje –heurísticamente desarrollado por el autor en el relato de un primer encuentro entre Alter y Ego- guarda como aspecto central el modo en el que los actores se representan mutuamente y se asignan roles ya sea a través del role taking – situación en la que los Estados se encuentran frente a la posibilidad de elegir entre representaciones del yo ya disponibles con sus respectivas identidades e intereses- y el altercasting –donde la elección depende de la satisfacción de las expectativas generadas por el otro generalizado. Ahora bien, tanto las representaciones mutuas de los actores como la de los objetos involucrados emergen del modo en el que las situaciones son entendidas. La comprensión de las situaciones se basa en descripciones compartidas ya inscriptas en la trama cultural en la que los actores interactúan. La incidencia cultural en la reproducción de la identidad social del Estado es matizada por la redefinición de la identidad e intereses que los actores realicen individualmente. En esta instancia es donde las asimetrías de poder juegan su parte. Por un lado, cada Estado pretenderá que su modo de definir los objetos y situaciones prevalezca. Para que esto suceda empleara sus recursos de poder –cualesquiera que sean considerados como tales en ese momentocomo base de un sistema de premios y castigos adjudicables a aquellos que compartan o no las definiciones que pretende que primen. En segundo término, es preciso recordar aquí el rol del otro generalizado en la configuración de la identidad social del Estado. Más aún cuando ese otro generalizado necesariamente involucra los otros autoritarios aún cuando tal incorporación implique algún grado de reconocimiento por parte del involucrado. Entonces la interacción se torna más compleja, y la conformación de la identidad social del Estado no es el producto de una relación inocente entre ego y alter. Algo más circula, y esto es el poder, el poder en la disputa por la definición –ya sea de
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los objetos, gestos o situaciones- y el poder en la consideración de la sanción y recompensa por parte del otro generalizado. Algunos autores han postulado la idea de que la propuesta de Alexander Wendt ganaría en poder explicativo si a la interacción social interestatal se le agregaran dos dimensiones que contribuyen a la definición y redefinición de la identidad estatal: el contexto institucional en el que los Estados se relacionan y las dinámicas al interior del Estado. Desde una perspectiva más institucionalista como la desarrollada en los trabajos compilados por Peter Katzenstein y Jepperson (Katzenstein, 1996), el desarrollo de la identidad estatal considera el contexto de acción en el que los Estados se emplazan. El mismo está conformado por capacidades materiales e instituciones. Preservando la concepción wendtiana de que la identidad social del estado se conforma a partir de procesos sociales resultantes de la acción política con arreglo a propósitos, estos autores introducen a las instituciones entendidas tanto como contexto social a partir del cual se conforman las identidades. Aquí la idea de cultura se asocia al conocimiento compartido pero aludiendo a una dimensión más estructural que subyace a la mera interacción, puesto que tal conocimiento es institucionalizado. Esto desplaza el foco de las ideas intersubjetivas y de la mutua percepción resultante de estímulos y respuestas durante las interacciones a la consideración de ideas colectivas cristalizadas en instituciones con una alta capacidad constitutiva y prescriptiva de la acción. Así, la identidad estatal queda subsumida a la dimensión cultural más amplia puesto que su construcción se da a partir de modelos identitarios colectivos. La cultura aquí, alude a modelos colectivos de autoridad o identidad del Estado-Nación respaldados por la costumbre o la ley. Implica un conjunto de patrones evaluativos (normas y valores) y patrones cognitivos (reglas y modelos) que definen qué actores sociales existen en un sistema, cómo operan y cómo se relacionan (Katzenstein, 1996). La identidad alude de este modo a una construcción de Estado mediante un proceso eminentemente político que se desarrolla en la arena política nacional como así también en la internacional. Esto resulta en dos formas de identidad estatal: la intrínseca vinculada a su estructura social interna y la definida relacionalmente dentro de la estructura social internacional. Entonces, la identidad puede entenderse _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
...como etiqueta de la variación en la construcción del Estado y de la nación. Así nos referiremos a: las ideologías nacionales de distinción colectiva y de objetivos (nacionalismo) que varían y a la variación de la soberanía estatal que es establecida domésticamente y proyectada hacia el exterior (existencia y reconocimiento como Estado). Con respecto a esto último se notan dos formas de variación: la variación a través del tiempo dentro de un determinado sistema internacional y
la variación entre
diversos sistemas interestatales.(Katzenstein, 1996: 11) Las definiciones
de cultura e identidad se concentran entonces más en lo
colectivo que en lo subjetivo o intersubjetivo bilateral atribuyéndole a las expectativas colectivas un efecto causal fuerte. De acuerdo a este planteo, el contexto cultural afecta a las identidades de tres modos. Primero, afecta las expectativas de supervivencia de los Estados en tanto tales. Segundo, incide en las características mismas de lo que implica ser Estado, esto es que poseen un efecto constitutivo. Tercero, generan diferenciación en los Estados de una misma coyuntura temporal. Quienes se han ocupado de introducir la dimensión correspondiente a las dinámicas internas a los efectos de completar lo propuesto por Wendt han indagado aquellos factores, mecanismos e indicadores que nos habilitarían a los efectos de estudiar la definición de los intereses de política exterior de los Estados a partir de decisiones sobre que identidad asumirían respecto de otros Estados. Contemplando esta apertura del nivel de la unidad política estatal Thomas Banchoff propone una definición de la identidad estatal en los siguientes términos: “el propio posicionamiento estatal respecto de otros estados, de instituciones internacionales y del pasado histórico.” (Banchoff, 1999: 271) La definición de identidad estatal, en este caso es monopolizada por las elites políticas. Son los lideres políticos quienes articulan hacia el interior y hacia el exterior en sus discursos la idea de enemigos/amigo, como así también aluden a normas internacionales especificas, a la memoria colectiva, especifican el contenido de los intereses estatales alentando determinadas relaciones interestatales, decidiendo políticas exteriores acordes a tales configuraciones identitarias y optando por adscribir o no a determinadas normas internacionales por sobre otras. _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
En cualquier caso dos dimensiones relacionadas de la identidad discursiva pueden ser cruciales: la descriptiva y la narrativa. Por un lado los líderes describen la situación estatal respecto de otros Estados e instituciones. El discurso descriptivo reduce la complejidad de la arena internacional… delinea amigos y enemigos y define las normas institucionales que sirven de base a la identidad… Por otro lado, los líderes narran la historia de la interacción del Estado con su entorno externo… la articulación de la memoria colectiva… quienes fuimos sirve para definir quiénes somos.(Banchoff, 1999: 270) De este modo, Banchoff aportará al constructivismo elementos que resitúan a la identidad en relación con las dinámicas políticas internas quitando gran parte del determinismo que los planteos anteriores pudieran insinuar. El planteo de Banchoff conduce a pensar que la identidad estatal es múltiple y dinámica y que tales características no quedan libradas a la interacción con otro Estado ni a la adaptación o no a cierto contexto normativo cultural, sino que es la identidad misma la que se encuentra en juego en la sucesión de discursos de la elite política. Lo maleable de la identidad estatal, entonces, no responde a algo tan general como la dinámica del proceso social o la voluntad de sus participantes –los Estados- sino que se contiene componentes provenientes de las dinámicas políticas internas de los Estados.
Los resultados de la identidad social. De cómo la identidad del Estado pasa a ser identificación entre Estados y es un vehículo del Estado mundial
El desarrollo de la identidad social del Estado en sus variantes de la identidad de tipo y de rol resulta de acuerdo al planteo de A. Wendt en una creciente socialización que tenderá parcialmente a borrar las fronteras del binomio yo/otro. Esto sucede a través de un proceso de identificación que, como mecanismo de conformación de la identidad colectiva implica dos procesos. Un proceso de aprendizaje complejo durante la interacción a partir del cual se crean normas regulativas de la conducta del Estado y se producen normas constitutivas orientadas al surgimiento de una conciencia subjetiva a partir de la que las necesidades del otro se compatibilizan o asimilan con las del yo. Un _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
proceso de articulación de representaciones simbólicas, -generalmente en manos intelectuales- que sustentan y disipan las posibles tensiones entre las necesidades individuales y las del resto del grupo de Estados. Ahora bien, la identificación como mecanismo de conformación de identidad colectiva entre Estados implica un aprendizaje social como modo de internalización de pautas de comportamiento social a partir de los mecanismos de role taking y altercasting. A su vez, la reproducción de determinadas prácticas con sus correspondientes identidades implica la reproducción de estructuras sociales que constituyen y regulan a las mismas 1 . La lógica de reproducción identitaria a través del aprendizaje es reforzada por una serie de variables que contribuirán al cambio estructural social pasando de estructuras sociales basadas en prácticas e identidades egoístas a estructuras más cercanas a las identidades colectivas. Tales variables son organizadas por el autor en dos grupos: las variables que juegan un papel de causa activa o eficiente y las que desempeñan un rol de causa permisiva. Entre las causas activas o eficientes distingue a la interdependencia, el destino común, y la homogeneidad. Las mismas actúan incrementalmente fomentando la identificación y la consecuente identidad colectiva entre Estados ya que Mientras que éstas se incrementan los actores cuentan con más incentivos para comprometerse con comportamientos pro sociales, erosionando las fronteras egoístas del yo y llevándolos a incluir al otro. Este proceso sólo se puede dar, si los actores superan el temor de ser engañados por quienes se identifican física o psicológicamente. (...) La creación de esta confianza es el problema fundamental de la formación de identidades colectivas, y es particularmente difícil en anarquía, donde ser engañado puede ser fatal. Las variables discutidas hasta ahora no resuelven el problema. (Wendt, 1999: 359) Esta insuficiencia se verá disipada por el autocontrol, causa permisiva necesaria. Ahora bien son las condiciones estructurales y las prácticas vigentes las que dan sentido
De ahí que el desarrollo de este tema se de acoplado al de otros dos: su pregunta por las diversas culturas de anarquía y sus concomitantes definiciones de seguridad.
1
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al gesto del autocontrol como la manifestación de la voluntad política de profundizar el proceso e identificación entre Estados. En palabras de A. Wendt, La solución tradicional al
problema de la confianza es
la
limitación por un tercero. (…) por esta razón Norbert Elías arguye que el autocontrol
es la esencia de la civilización. (…) Al retirarnos,
posibilitamos que los otros se identifiquen con nosotros lo cual posibilita que nos identifiquemos con ellos. Esto por sí mismo no genera identidades colectivas, ya que sin incentivos positivos para identificarse, el autocontrol puede llevar simplemente a la indiferencia. Pero dados los incentivos – debido a las otras variables- el autocontrol juega un rol clave posibilitando que se realicen. Tal vez paradójicamente deberíamos decir que el autocontrol es la última base para la identidad colectiva y la amistad, las cuales no se sustentan en actos de cooperación, aunque ésta sea importante, sino en respetar las diferencias mutuas. (Wendt, 1999: 359) Ahora bien, la pregunta es de qué manera los Estados confían en el autocontrol de los otros ya que el autocontrol no es un resultado automático. Tres son los procesos que incentivarán el autocontrol por parte de los Estados según el autor. Primero, aún cuando los Estados inicien su participación en una comunidad de seguridad pluralista en respuesta a meros intereses egoístas, es probable que se produzca una internalización paulatina de la institución que irá desplazando los primitivos intereses por identidades e intereses más colectivos, siendo la reciprocidad la instancia a partir de la cual los Estados demuestran su compromiso con el respeto de las reglas. Segundo, la externalización de prácticas organizativas domesticas, es decir, los Estados tenderán a imitar en la resolución de conflicto y organización de la interacción social entre ellos aquellas prácticas que han sido útiles en el nivel interno de sus sociedades –el autor piensa aquí en las prácticas domésticas que se desarrollan en los regímenes democráticos-. Tercero, el compromiso unilateral sin expectativas de reciprocidad, esto es, los grandes gestos hacia el otro. Estos tres procesos marcan el parentesco que A. Wendt guarda con las lecturas más liberales de política internacional. Por un lado al postular la internalización institucional exitosa y el compromiso desinteresado se acerca a lecturas como las del institucionalismo neoliberal. Por el otro, al afirmar la posibilidad _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
de transposición de prácticas democráticas domésticas en el campo de las relaciones entre Estados se acerca a las tesis de la paz democrática. No obstante, el autor admite que la formación de identidades colectivas no es un proceso ajeno a las resistencias puesto que se da en un entorno cultural en el que generalmente priman los intereses egoístas aún cuando se conformen comunidades de seguridad entre Estados. Pensemos, por ejemplo en la ONU. Si bien todos los Estados son miembros de tal organización y como signatarios de la carta asumen una noción de identificación positiva con la seguridad del otro, no hay indicadores de plena internalización de los principios de la institución en todos los Estados miembros. Tampoco encontramos una transposición exitosa de los mecanismos organizativos democráticos. Recordemos que, el único órgano democrático de Naciones Unidas –que cuenta con la representación de todos los Estados miembros - es la Asamblea, la cual sólo tiene prerrogativas de discusión, consideración, recomendación, investigación sobre la cooperación necesaria para el mantenimiento de la paz y seguridad (Carta Naciones Unidas). Es sólo el Consejo de Seguridad quien, puede determinar cuáles son las amenazas a la paz y seguridad internacional y tomar medidas concretas al respecto 2 . Todo esto nos indica la ascendencia de los intereses egoístas en el seno de la Organización. Las dificultades notadas en el caso de Naciones Unidas son sólo un ejemplo de las que pueden surgir en otros niveles de la política internacional. Esto es considerado por el autor quien señalará que debido a que los procesos de identificación positiva entre Estados no siempre son perfectos es más probable que tal proceso se lleve a cabo a partir de núcleos pequeños de Estados que irán conformando “círculos concéntricos” (Wendt, 1999: 364) de identificación. Esto a su vez contribuirá a la internalización de una cultura con la cual los actores se sentirán identificados y a su vez a partir de la cual los Estados darán forma a su propia identidad social. Esta identificación, este sentido de ser parte de un grupo, de un “nosotros”, es una identidad social o colectiva que le da a los actores un interés en la preservación de su cultura. Intereses colectivos implica que Si bien esta prerrogativa del Consejo se encuentra legitimada por el Art. 24 de la Carta en el que los Estados miembros delegan tales facultades, no hay mecanismos que renueven o modifiquen tal atribución.
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los actores hacen del bienestar del grupo un fin en sí mismo, lo cual les ayudará a sobrellevar problemas de acción colectiva que bloquea a los egoístas. Los actores bien socializados tenderán a defender su cultura cuando ésta sea amenazada. Los actores aún son racionales pero la unidad en base a la que ellos calculan la utilidad y la acción racional es el grupo. (Wendt, 1999: 336)
B) La identidad vía competencia
Otra perspectiva de la conformación de la identidad estatal es la generalmente asociada a elaboraciones de corte racionalista-realista. A diferencia de lo que se ha desarrollado hasta el momento de acuerdo a los enfoques racionalista-realistas la identidad estatal aún como vehículo de identidad colectiva entre grupos de Estados no es compatible con la lógica teleológica que la perspectiva wendtiana. Tomemos, por ejemplo los trabajos de Jonathan Mercer (Mercer, 1995). En los mismos, el autor postula que las relaciones intergrupales están lejos de propiciar el advenimiento de un cambio estructural que desplace el sistema internacional vigente basado en la autoayuda. Aun aceptando un marco teórico que problematiza sobre las identidades estatales –cuestión no habitual dentro de este tipo de enfoques-, Mercer afirma que la autoayuda y no el Estado mundial es la consecuencia de las relaciones intergrupales en anarquía. Mientras que los trabajos constructivistas sobre identidad estatal implican alguna lectura de la teoría de la identidad (en sus variantes de interaccionismo simbólico tradicional y estructural), los trabajos de Mercer refieren a la teoría de la identidad social. Ambas teorías “…reconocen que los individuos se ven a sí mismos en términos de significados impartidos por una sociedad estructurada.”(Burke,2000: 6) En este caso, la identidad necesariamente se conecta con alguna idea del sí mismo (no exclusivamente en sentido meadiano) con intervención de lo social. Es aquí donde surge la diferencia, ya que la teoría de la identidad social, desarrollada en los trabajos de Tajfel, Turner, Hogg, Oakes, etc. sostiene que la formación de la identidad se da a partir de un proceso de auto categorización, entendiendo que las categorías sociales se inscriben en la existencia de grupos sociales como conjuntos de individuos _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
que se perciben como miembros de una misma categoría. En todo proceso de identificación, según esta teoría se encuentran en juego la auto categorización y la comparación social. La primera alude a la igualación con el resto de los miembros del grupo ya sea en sus actitudes, creencias, valores, reacciones, normas de comportamientos y estilos discursivos. La segunda implica necesariamente la contrastación de las categorías sociales por parte del individuo la cual sustenta de idea de competición ya sea por recursos sociales como por recursos simbólicos. Este marco conceptual le permite a Mercer admitir la identificación entre grupos de Estados sin que esto necesariamente sea preludio de un Estado Mundial. Sostiene esto al afirmar que la competencia es la resultante de la categorización, la comparación y la necesidad de una identidad social positiva. Esta última se conforma a partir de la categorización, entendida por el autor como una necesidad cognitiva de simplificar el ambiente acentuando la diferencia entre el interior y el exterior del grupo. Así, la identidad social positiva lleva a acentuar los valores positivos del grupo en comparación con el otro, por lo tanto, los corolarios lógicos del planteo son el egoísmo y el etnocentrismo. Una fuerte identidad intragrupal lleva a la cooperación, percepción mutua de intereses y deseo de sacrificar los intereses personales por los del grupo. Pero esto tiene un costo. Cuanto más nos identificamos con nuestro grupo, más diferenciaremos nuestro grupo con otros. Esto lleva a competencia entre grupos, conflicto de intereses, y una preferencia de ganancias relativas a las absolutas. Este es el doble filo de la espada de la identidad social, la identidad intragrupal promueve discriminación intergrupal.(Mercer, 1995: 238) Esto a su vez no coloca a la identidad colectiva entre estados en el terreno de los imposibles sino que condiciona su existencia la necesaria existencia de un otro. Lo que sí padece del destierro del mundo de los posibles es el cambio estructural y la configuración de un Estado Mundial que implique la superación de la autoayuda y de la anarquía como rasgos del sistema internacional. En palabras de Mercer el fenómeno detrás de la integración europea (es) una definición expandida ó más colectiva del yo para afrontar a otros seleccionados. (…) _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
La Unión Europea no implica trascender los incentivos egoístas sino una definición más expandida del grupo. Esto no resuelve el problema de la auto ayuda, sino que lo eleva a un nivel más alto. (…)No podemos identificarnos con un grupo si pensamos que no es diferente a otros grupos. (Mercer, 1995: 240) Entonces, si en Wendt la interacción social que sustenta a la identidad desemboca en la identidad positiva entre grupos a través del aprendizaje, en Mercer tal interacción agudiza la competencia ubicando a la identidad positiva como una prerrogativa que solo se da en el interior de grupos.
C) La identidad. ¿Su búsqueda en el origen o la operación por desenmascararla como narrativa de dominación? De las críticas moderadas a las demoliciones. Las consideraciones respecto de la identidad estatal hasta aquí desarrolladas guardan un rasgo en común: todos los casos parten de una idea de Estado como organización pre existente a aquello que se pretende estudiar, esto es, su identidad. Tanto los planteos de base interaccionista como los institucionales postulan la existencia de ciertos rasgos o procesos internos al Estado que lo dotan de ciertas características distintivas respecto de otros actores de la política internacional –los hace idénticos a sí mismos-. No obstante, sus indagaciones otorgan a esto un carácter axiomático y desplazan la problematización del concepto de identidad ya sea a la interacción con otros Estados o a la trama institucional interestatal en la que Estados e interacciones se inscriben. La pregunta, entonces aquí tiene que ver con aquellas cuestiones que contribuyen a comprender los rasgos o procesos que dan forma al Estado. En palabras de Jepperson, el foco de atención pasa del comportamiento estatal a las propiedades y finalmente a su propia existencia. Partiendo de la idea de que la actividad teórica se desarrolla en un proceso de creciente endogenización en el que la heurística positiva contribuye a la creciente problematización de los objetos de estudio –en este caso la identidad corporativa del Estado- son los Estados mismos los que a la hora de hablar de su identidad pasan a ser considerados como variables dependientes. El Estado en su identidad corporativa es un _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
constructo social. Esto necesariamente pone en cuestión el mismo origen del Estado a los efectos de aclarar sus rasgos identitarios. De este modo, se pretende profundizar allí donde las restricciones ontológicas en las que el constructivismo a lo Wendt termina cayendo al sostener que el Estado es una clase dada. A efectos de evitar esto, autores como Cedermann y Daase (Cederman y Daase, 2003) buscan indagar las identidades corporativas de los Estados más allá de sus roles sociales. Esto abre a la identidad corporativa conectándola con los elementos y procesos originarios del Estado. Mientras que las categorías en juego cuando se considera la identidad social del Estado son gran potencia, amigo, enemigo, pro occidental; las que evoca la identidad institucional aluden a la soberanía, las involucradas en la identidad corporativa nos conducirán a las nociones de territorio, frontera, marco legal e instituciones internas. La identidad corporativa pasa desde este ángulo a ser algo más que una propiedad del Estado, es considerada como una configuración a partir de la cual el Estado es. La pregunta aquí se centrará en los mecanismos espacio temporales que hacen al surgimiento de los Estados como resultado de una serie de procesos sociales que lo consolidan no sólo como un espacio legítimo y legal de lo político sino también como la consolidación de una creencia intersubjetiva respecto de un modo de considerar, de pensar y de hacer lo político. Este modo de pensar, hacer y hablar lo político erige al Estado como organización social intencional indivisible, diferenciada y continua (Bartelson, 1998). Los mecanismos a partir de los que se articularán los procesos de construcción social del Estado postulados por Cederman y Daase son: -
cohesión de grupo basados en estrategias de categorización en base a
diferencias objetivas y subjetivas con otros grupos, -
transmisión de duración intergeneracional y
-
delimitación espacial –territorialidad como hecho social configurado
espacialmenteTales mecanismos se sustentan en el mobiliario social de la cultura objetivada y estandarizada, el lenguaje, la ley, un determinado estilo de vida y en las instituciones. Dos consideraciones resultan interesantes. En primer término podríamos remarcar que aún el intento de endogenización del Estado como instancia para una mejor conceptualización de su identidad propuesto por Cederman y Daase
se
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presentaría como un exponente más de una sucesión de intentos circulares y regresivos. Esto es así si consideramos que las explicaciones regresivas de la identidad estatal, de acuerdo a lo sugerido por Jens Bartelson (Bartelson, 1998) son aquellas que intentan dar cuenta de la identidad estatal partiendo del Estado como algo preexistente o bien remitiendo a la identidad de otros actores según el rasgo identitario que se pretenda remarcar. Tal sería caso de quienes pretenden desentrañar la identidad estatal partiendo de la existencia del Estado a modo de axioma y también refiere a los intentos de quienes distinguen a la soberanía como rasgo identitario distintivo del Estado a partir de la confrontación de tal status jurídico con la carencia del mismo en otros actores de la política internacional como empresas transnacionales y los organismos no gubernamentales. En todos los casos analizados (interacción con o sin posibilidad de aprendizaje, instituciones y origen) la identidad estatal guarda un carácter intersubjetivo en tanto y en cuanto los actores involucrados comparten la creencia del Estado como tal. De este modo, la idea de construcción social de la identidad –reitero interactiva, institucional o por configuración- adquiere connotaciones dinámicas mientras que la idea misma de que el agente en cuestión, esto es, el Estado, es un constructo social se anquilosa adquiriendo status de axioma sin llegar a ser problematizada su dinámica ontológica. El anquilosamiento de la figura del Estado, su no problematización completa – endogenización insuficiente- se produce allí donde las explicaciones de su identidad remiten a la noción de que los Estados encierran en si mismos algún tipo de autoridad soberana que constituye su esencia. En definitiva, y a pesar de los intentos de evitarlo tales enfoques terminan sustentados en lógicas sustancialistas. Ahora, aquellos enfoques que aún reconociendo la dimensión de construcción social presente de la identidad de los actores estatales no dejan de ser sustancialistas toda vez que hacen descansar sus elaboraciones teóricas en el supuesto de que el Estado guarda algún rasgo anterior a las dinámicas sociales a partir de las que adquiere su identidad. A efectos de evitar explicaciones que sustenten la idea de constructo social de modo meramente superficial, es necesario indagar sobre los proceso de constitución de los grupos sociales bajo la forma de Estados teniendo en cuenta las relaciones de dominación subyacentes a las
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dinámicas de delimitación de los espacios en sus múltiples dimensiones territorial y simbólica y las prácticas que a nivel interno y externo refuerzan tales relaciones. La pregunta entonces sería ¿cómo se puede dar cuenta de la identidad estatal –y en este caso según Bartelson la soberanía- sin suponerla previamente como rasgo del Estado ni de sus pares? Un primer conjunto de respuestas aludiría a consideraciones propias de la sociología histórica a lo Tilly (Tilly, 1992) en la que se pretende enmarcar el origen del Estado como resultado de un proceso de competencia por el control de territorio que encuentra en la concentración y acumulación de capital y coerción el mecanismo más apto. Dentro de esta misma perspectiva podemos ubicar también historias del origen de la soberanía estatal como modo de organización y reconocimiento de la autoridad. Si deseamos explicarnos por qué el hombre ha pensado el poder en forma de soberanía sólo debemos indagar por qué ha supuesto que había una autoridad final y absoluta en su sociedad y por qué no siempre lo supuso así… El concepto de soberanía se formuló cuando las circunstancias pusieron de relieve la interdependencia entre la sociedad política y el fenómeno concreto de su gobierno. (Hinsley, 1972: 9) En un segundo grupo se pueden ubicar aquellos que sostienen que el Estados en su propio proceso generativo ha dado origen a un modo determinado de definirlo, de hablar el Estado.
Esto tiene que ver con la idea de que soberanía y Estado son
fenómenos políticos que aluden a la indivisibilidad, diferencia y continuidad. La asociación de la configuración que el poder y la autoridad asumen bajo la forma histórica de organización estatal y el discurso conceptual de la soberanía como desarrollo complementario y sostenedor de éste, provocan que todo intento por indagar sobre la identidad del Estado remita necesariamente a la afirmación
de las
características de aquello mismo que se pretende estudiar –monopolio del uso legítimo de la fuerza, monopolio de la recaudación fiscal y soberanía.Mientras tratemos la indivisibilidad, diferenciación y continuidad como criterio transhistórico de igualdad, terminaremos en la regresión y circularidad… El Estado es explicado por sí mismo…(lo cual ) imposibilita entender los orígenes del Estado y del sistema internacional y la _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
transformación de las identidades estatales más allá de lo superficial (poder, intenciones e intereses) (Bartelson, 1998: 304) Por tanto la pregunta no es sobre la identidad estatal sino sobre la definición de la identidad estatal como indivisible, diferente y continua que hace que el Estado sea idéntico a sí mismo. Esto remite a que algunos sostengan que tal abordaje de la identidad estatal no sólo reproduce un fenómeno de configuración histórica de poder organizado, esto es el Estado moderno y soberano, sino también una serie de prácticas que han cristalizado como propias de la política interestatal. En segundo lugar, la consideración de Cederman y Daase respecto de las dinámicas que colaboran a la de limitación del Estado como espacio político omite las manipulaciones de los agentes sociales hacia el interior de los grupos estatales y necesariamente la idea de mecanismos desplaza toda consideración de las dinámicas de poder en juego. A los efectos de remediar esto, tal vez la llamada de atención de Astrid Von Busekist restaure el protagonismo que diversos actores sociales o en palabras de la autora los empresarios de la identidad desempeñan en la delimitación de lo político. Desde este ángulo los inocentes mecanismos de Cedermann y Daase se transforman en estrategias y la identidad es un recurso utilizado como vehículo para la legitimación de pretensiones por parte de ciertos grupos. El correlato lógico de esta postura es el de deslegitimar a la identidad como algo que se es o se tiene relativizando su status conceptual dentro de las ciencias sociales y sugiriendo buscar en las descripciones identitarias las tensiones propias de los conflictos políticos. En resumen, uno puede aceptar que el término identidad no es de gran ayuda. Es una entidad construida, individual y colectivamente. (…)Es por esto práctico ya que caracteriza un cierto tipo de conflicto.(Von Busekist, 2004: 85) Sin caer necesariamente en una posición tan escéptica sobre el uso conceptual de la identidad estatal, se encuentran quienes sostienen que la identidad estatal no es esencia pura sino contingencia en relación a un discurso que la constituye y la hace inteligible. La identidad es el resultado de nuestro modo de hablar sobre política que establece, delimita y articula la diferencia entre lo interno y lo externo por un lado y que por el otro diferencia y categoriza diversas formas de organización política. Desde _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
estos enfoques que asocian la identidad estatal con lo discursivo debemos mencionar los trabajos de Williams, Neumann y Ringmar. Trabajan con el concepto de “historias constitutivas” las cuales son socialmente construidas y suministran un contexto de significación tanto para la identidad como para la acción dependiendo del reconocimiento y aceptación de los actores involucrados. Los autores emplazan la construcción narrativa de la identidad en un contexto social institucional previo en el que toda identidad social se sitúa y a partir del que las identidades y las narrativas que les dan forma se inscriben. Los autores vinculan a las narrativas de identidad con la lógica de lo apropiado que circunscribe a la construcción de la identidad estatal a la previa comprensión por parte de los actores de la estructura social en la que se encuentran emplazados como así también de las prácticas apropiadas o permitidas por tal estructura. “Ser reconocido como determinado tipo de actor implica adherir a determinado comportamiento visto como apropiado para la situación, y por tanto ser un actor legitimo.”(Williams, Neuman, 2000: 364) La viabilidad de tales estructuras narrativas no es independiente de los recursos de poder, las amenazas y la estructura de poder vigente. Las estructuras narrativas o discursivas involucradas no emergen instrumentalmente como un plan predeterminado sino que surgen como respuestas prácticas a situaciones emergentes que se delinean a partir de recursos disponibles en los distintos contextos políticos. Tales respuestas practicas no se encuentran ajenas de cuestiones de amenaza y poder (Williams, Neuman, 2000: 385). Así, la vinculación entre identidad, rol y acción se constituye en una estructura de poder social toda vez que
“La capacidad de proclamar tales
identidades, y garantizarlas o negarlas a otros, es una fuente de poder social”(Williams, Neuman, 2000: 364). Tomemos como ejemplo el reconocimiento de los Estados. Esto es un acto político y fuente de poder social a través del cual un grupo de Estados reconocen a un tercero en carácter de soberano habilitándolo para que lleve a cabo una serie de practicas fundamentales de la vida política interestatal, tales como poseer representación diplomática con inmunidad jurisdiccional, firmar tratados, acuerdos y convenciones internacionales, poseer representantes con derecho a voto en los organismos internacionales, etc… _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
Toda identidad y las prácticas posibles –esto es, las que se ajustan a la lógica de la pertinencia- 3 pueden estar sometidas tanto a procesos de continuidad o de transformación. En estos últimos las acciones de reconstrucción identitaria encuentran en las narrativas un papel central. Sin embargo, como lo señala Eric Ringmar (Williamns, Neuman, 2000), debe tenerse en cuenta que no todos los actores estatales poseen los mismos recursos narrativos para influir en la estructura de conocimiento social a partir de las que las practicas sociales son articuladas y habilitadas. Ahora bien, como se señalara anteriormente esta alternativa de narrativas identitarias es desde las perspectivas más críticas como la de Bartelson y von Busekist pura apariencia ya que según James Bartelson no deja de generar una dinámica regresiva y circular de conocimiento, puesto que siempre termina remitiendo a algo previo dado, que en este caso es el discurso político que dota de identidad al Estado. Mientras
los
argumentos
de
contingencia
han
separado
exitosamente la identidad del Estado de todo aquello que parecería dado, la explicación siguiente de cómo la identidad del Estado se ha conformado no puede sino confirmar lo obvio, que debe explicarse en referencia a algo más que a su vez debe ser asumido como idéntico a sí mismo o completamente diferente a sí mismo. Así hasta los más ortodoxos proponentes de la contingencia deben asumir la existencia de algo cuya contingencia puede ser contingente y que no puede ser contingente salvo para sí mismo… Pero si la identidad es asumida como contingente del discurso político, este discurso es
asumido como
contingente
de la
resolución moderna del problema de la comunidad política –el estado- de cuya presencia el mismo discurso deba dar cuenta en primer lugar.(Bartelson, 1998: 316) En definitiva aun pretendiendo buscar en el discurso la génesis del actor, de sus prácticas e identidad la pregunta por la identidad estatal continúa siendo un problema de autoridad. La autoridad que en este caso se impone no es la del Estado sino la del No olvidemos aquí que los Estado en varias ocasiones prefieren seguir la lógica de las consecuencias esperadas a la de la pertinencia amparándose en la anarquía del sistema internacional o su posición estructural lo que en la ponderación de la relación medios y fines puede postular este tipo de acción en desmedro de aquello inscripto en las estructuras normativas de la sociedad internacional.
3
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discurso a partir del cual se dan las condiciones simbólicas de posibilidad del Estado y de sus prácticas y como correlato de su identidad. Finalmente, o nos quedamos dentro del discurso y le asignamos alguna autoridad, o nos salimos del mismo asignándole autoridad a aquellas instituciones y prácticas que supuestamente produce y sustenta. En el primero de los casos, la autoridad necesaria para demarcar al Estado se vuelve fantasmagórica y la explicación subsiguiente regresiva, y en el último caso no sólo violamos los preceptos metodológicos del análisis de discurso ortodoxo, sino que finalizamos en un argumento circular en el que el Estado es idéntico a sí mismo en virtud de ser constituido por el discurso que funda y presupone al Estado.(Bartelson, 1998: 316) Concluirá así Bartelson en cierta frecuencia con Von Busekist que todas estas cuestiones y entre ellas la que aquí nos ocupa –la identidad estatal- remiten a algo más primigenio, anterior a y fundamento del discurso, de las instituciones y de las interacciones, esto es la cristalización de prácticas de política de poder. La ficción jurídico política del Estado y su corolario de sistema interestatal no es más que una estabilización momentánea de prácticas históricas de política de poder, prácticas que preceden y exceden la constitución de la identidad política y la autoridad política, pero que en sí mismas son específicas históricamente y distintivamente de origen occidental. … la imposible posibilidad el Estado se funda en la razón de Estado y vivirá y morirá con su diseminación. Lo que vemos hoy no es la muerte del estado , sino la intensificación de la conciencia de cómo su crisis permanente elude otro entendimiento que aquel de la perspectiva que no puede
sino
contribuir a su reproducción. Sólo cuando esta perspectiva haya sido olvidada, podremos hablar del fin del estado. (Bartelson, 1998: 322)
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III
Conclusiones
La teorización respecto del concepto identidad estatal es una labor relativamente reciente dentro del campo. Es, pues, a partir de los ´80 y con una mayor intensidad luego de los ´90 que se comienza a trabajar la idea de que uno de los actores más relevantes de la política internacional –el Estado- desarrolla identidad o identidades, y que tal cuestión debía ser considerada para lograr una mejor comprensión de su política exterior sino también de la política internacional. La pregunta sobre la identidad desde el campo de las Relaciones Internacionales ha se ha desarrollado en paralelo a un proceso en el que la disciplina ha incorporado una mirada más socio antropológica. Esta nueva forma de mirar a los asuntos de la política mundial se ha constituido en una alternativa descriptiva y explicativa frente a los más tradicionales enfoques arraigados en una percepción de corte más cercano a la microeconomía el racionalismo y el utilitarismo. Debe aclararse aquí que el estudio de los sentidos teóricos con los que se ha dotado a la identidad estatal no constituye más que un recorte de la realidad y que como tal no agota ni pretende agotar la complejidad de las dinámicas coexistentes en la política internacional. Esto es así ya que los estudios sobre la identidad producidos en el campo de las Relaciones Internacionales abarcan una variedad amplia de actores sociales, políticos y económicos y pretenden indagar una gran gama de procesos. Han proliferado los estudios sobre identidad nacional, identidad transnacional, identidad de grupos de la sociedad civil, identidad étnica, identidad religiosa, identidad comunitaria, etc… No obstante esto, abordar todas estas aristas del concepto identidad habría excedido las posibilidades del presente trabajo. Como se ha visto, la idea de que los Estados formulan sus políticas exteriores articulando narrativas identitarias, o la afirmación de que desarrollan identidad social entre sí, es una alternativa al confinamiento que venía padeciendo el Estado como una actor internacional racional, maximizador de bienes finitos (poder o seguridad) emplazado en un contexto caracterizado por una situación de permanente anarquía y competencia. _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
Se ha detectado que las explicaciones más difundidas de identidad estatal abordadas en estas páginas no sólo remiten a distintas lecturas de teorías socioantropológicas sino que implican también diversas propuestas metodológicas. Estas últimas varían desde la observación gestual y de conducta de Estados inmersos en un proceso interactivo, como lo sugieren los trabajos de Wendt y Mercer, pasando por la consideración del modo en el que un marco institucional previo puede afectar a tales conductas, aquí se perfilan las propuestas del constructivismo sociológico institucional hasta llegar a aquellos que sostienen la necesidad de incorporar instrumentos de análisis de discurso y comprensión de las narrativas articulados tanto por las elites estatales a los efectos de promover determinadas identidades que sostienen ciertas preferencias por los intereses estatales y por los rumbos de acción de política exterior a elegir, tal es el caso de lo propuesto por Thomas Banchoff , Ringmar, etc… Finalmente, hay quienes instan a la necesidad de abordar el concepto de identidad estatal desde una posición más crítica partiendo del supuesto de que ni el Estado ni la identidad son cuestiones dadas sino que son la expresión institucional y conceptual de la lucha por el poder entre diversos grupos sociales, aquí los trabajos de Bartelson y Von Busekist sirven de ejemplo. Habida cuenta de la ausencia de un consenso sobre el sentido y los métodos involucrados en el estudio de la identidad estatal y con el objeto de reflexionar sobre los aportes y carencias de las elaboraciones conceptuales abordadas se presentan a continuación una serie de observaciones que refieren, en última instancia al modo en el que cada propuesta piensa no sólo al Estado y a las condiciones en las que opera la política internacional, sino también los límites y posibilidades de cambio en el mundo social. Si bien por tratarse de un autor inscripto en una matriz analítica realista el abordaje que realiza J. Mercer sobre la identidad estatal es en apariencia innovador, los resultados de su propuesta nos conducen a la confirmación de los supuestos realistas. Esto es, la identidad estatal es definida en función de la categorización de los Estados lo cual refuerza el argumento de la existencia de una lógica competitiva entre los mismos apuntalando a su vez una concepción de la condición anárquica bajo la que opera la política internacional que no contempla alternativas ni posibilidades de _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
cambios. Las conclusiones del autor conducen a pensar que el mundo seguirá operando del mismo modo y que los Estados conservarán sus características de unidades egoístas y competitivas en función de las que desarrollarán su identidad en el proceso de interacción social. El argumento de la competencia descansa en la idea de la categorización social como un proceso dado, anterior inclusive a la interacción misma, que no provoca en el autor preguntas más allá de su enunciación. Es decir que esta propuesta teórica si bien incorpora el concepto de identidad estatal lo hace reafirmando la continuidad de las instituciones y ordenamientos vigentes del sistema internacional. Esto a su vez es enunciado en clave de regularidad y la ausencia de toda pregunta que vaya más allá de la explicación de por qué las cosas son como son y no pueden ser de otra manera termina generando un marco analítico de características ahistóricas. Al igual que en los trabajos de Mercer, de acuerdo a Wendt la identidad estatal se resuelve a partir de la interacción con un “otro” –también Estado-. Si bien ambos autores coinciden en el carácter interactivo de la definición de la identidad estatal, el sentido de la interacción varía en cada caso habida cuenta de que no sólo parten de supuestos divergentes respecto de las consecuencias de la anarquía en la acción y constitución de los Estados en política internacional; sino que además recurren a distintas teorías ad hoc para desarrollar sus argumentos. Hemos visto cómo, las lecturas que Wendt realiza del interaccionismo simbólico posibilitan una propuesta en la que el aprendizaje social toma un rol fundamental en la explicación del modo en el que los Estados definen su identidad social. En cambio, J. Mercer se basa en la teoría social de la identidad y acentúa de este modo la idea de que la interacción entre Estados necesariamente tenderá a la polarización a partir de la diferenciación. Alexander Wendt entiende que la identidad social del Estado puede lentamente dar lugar a las condiciones de posibilidad de formación de un Estado Mundial. Es decir, la lectura de sus trabajos sugiere que es más probable que los Estados aprendan a conducirse bien -de un modo más social- y eviten un mal desempeño. Jonathan Mercer, en cambio concluirá que la identidad del Estado no hace otra cosa que reforzar lógicas competitivas –política basadas en egoísmo auto interesado- en un contexto de anarquía.
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Diferenciándose de lo planteado por Mercer, las propuestas constructivistas consideran que la identidad estatal es variable, esto a su vez en el conjunto de sus argumentos lleva a sostener un serie de posibilidades: *que las culturas de anarquía se transformen -algunos de estos autores como A. Wendt sólo definen este concepto como ausencia de una autoridad formal- y coexistan en sus variadas formas; *la emergencia de un Estado Mundial fomentado por un proceso de creciente identificación entre Estados *la modificación de las conductas de políticas exterior de los Estados según factores que intervienen en la definición de la identidad estatal como el aprendizaje, la existencia de ideas intersubjetivas, determinadas manifestaciones gestuales unilaterales, variaciones en el contexto institucional internacional, o modificaciones en la articulación discursiva de la identidad e intereses estatales en materia de política exterior en manos de la elite política hacia el interior de los Estados *la modificación del contexto institucional en el que los Estados operan. Lo notable es que, si bien esta consideración del cambio permite análisis más amplios y despega a los Estados de la reiteración de una lógica circular tales posibilidades de cambio se circunscriben a un menú limitado de opciones. Estas opciones, si bien proveen de un mayor dinamismo analítico tanto en el nivel de las políticas exteriores como en el de la política internacional llegan hasta donde el Estado y el sistema internacional –como alternativas de organización del poder y del uso de la fuerza- en sus concepciones más tradicionales lo permiten. Como se ha señalado, esto es así toda vez que las categorías identitarias a disposición de los Estados (amigo, rival, enemigo, soberano, democrático, etc…) son categorías limitadas a la existencia misma del Estado como forma institucional en la que se organiza el poder y el uso legítimo de la fuerza. A esta situación es aplicable la crítica que Ian Clark desarrolla respecto de la construcción de tradiciones de pensamiento sobre la historia del pensamiento de las Relaciones Internacionales: la construcción de tradiciones teóricas está condenada a alentar el conservadurismo intelectual y cerrar la agenda. El marco de pensamiento propuesto por estas tradiciones favorece la formulación de algunos asuntos _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
y asfixia la consideración de otros… son un dispositivo para mantener el status quo. Así, mientras que la presentación de tres tradiciones pareciera ofrecer un especto liberal de opciones, disponemos de una libertad de opción elección pero sólo dentro de un menú ofrecido. La reificación sucede limitando el rango de discusión a aquello encerrado en los límites intelectuales.(Clark, 1999: 8) En resumidas cuentas, estas propuestas parten de la consideración de la existencia del Estado moderno con su correlato, el sistema interestatal, como previos a las posibles identidades que tales Estados pueden llegar a desarrollar. Por lo tanto, la pregunta por la identidad del Estado queda restringida a las posibles conductas que el Estado puede asumir en su relación con otros Estados o dentro de un contexto institucional existente, aún cuando estas conductas los lleven a participar en la formación de un Estado mundial, no deja de pensarse en que la forma estatal es el dispositivos válido y legítimo del que se dispone para organizar el poder y el recurso de la fuerza. En estos casos la identidad estatal poco nos dice del Estado. El foco de atención parece centrarse más en las opciones de acción estatal dentro de un marco cultural/institucional entendido como contexto de acción, ideas intersubjetivas, prácticas institucionalizadas, etc. que se constituye en condición de posibilidad epistémica para los actores en cuestión. La consecuencia de este enfoque es que contribuye a reificar al Estado como forma de organización de lo político. Es decir, al partir del supuesto de que el Estado posee características autorganizantes independientes de la interacción social Wendt desvincula al concepto de identidad de los procesos genéticos mismos del Estado como organización política. Esto delimita su estudio sobre la identidad estatal evitando la pregunta de por qué los Estados adoptan tales cualidades auto genéticas. Al combinar la existencia de cualidades autoorganizantes en el Estado con una concepción antropomórfica del mismo no sólo evita la pregunta por el origen de la identidad corporativa sino que excluye todo análisis de la incidencia de los procesos sociales internos del Estado en la conformación de la identidad del mismo. Es decir, al asumir a la identidad corporativa como constante y al postular que la identidad social es la dimensión variable y que como tal sólo depende de la interacción con otros Estados no indaga sobre el modo en el que los actores _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
políticos internos pueden incidir en la formulación de política exterior a través de su apoyo a diversas identidades sociales. Finalmente, la identidad social del Estado no es constitutiva del Estado como forma de organización política sino que sólo es constitutiva de sus conductas y de sus características no esencialmente necesarias. Es decir, la identidad social se conformará dentro de límites preestablecidos a partir de la identidad corporativa en la cual se encuentran las instituciones del Estado. Al no establecer un vínculo claro entre estas dos identidades y al considerar a la identidad corporativa como un dato a priori, las posibilidades de desarrollo de la identidad social del Estado se verán limitadas. Esto es así toda vez que el autor circunscribe a la identidad social como el modo en el que los Estados pretenden satisfacer sus cuatro intereses básicos corporativos. Al pretender interpretar a la política internacional como un sistema social que posee una estructura, Alexander Wendt introduce en sus planteos la idea de que tal estructura contiene en sí una serie de roles que son previos a toda interacción pero que son internalizados por los estados en el transcurso de la misma constituyendo lo que en lenguaje meadiano será su mi. Esto es decir que a partir de la elección de determinados roles existentes en la estructura social internacional los Estados tienen en cuenta las conductas prescriptas acordes a tales roles y se desempeñan monitoreándose a sí mismos desde la perspectiva del otro. Así, varias situaciones de la política internacional pueden ser comprendidas desde una clave más sociológica que nos induzca a la pregunta sobre la existencia de roles y de Estados que hayan desempeñado la autoridad social
a los efectos de
preservar los criterios bajo los que debían conducirse otros ocupantes de roles. Al respecto valdría también indagar sobre cuál es en cada caso el otro generalizado subyacente en la definición de identidad de rol del los diversos Estados. Tomemos el caso de Irak en 1991. En su invasión a Kuwait se evidencia una conducta inapropiada respecto del rol de Estado soberano signatario de la carta de Naciones Unidas que se compromete a preservar la integridad territorial del resto de los Estados. Clara es también la sanción impuesta por la autoridad social desempeñada por EE.UU. y aliados a través de la medida concreta de la guerra. Ahora, ¿qué sucede cuando Estados con una base de poder material significativamente abrumadora como los EE.UU a partir del _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
2001 decide incumplir con las mismas conductas de rol
de Estado soberano al
intervenir en Irak? Esto nos lleva a pensar que no todo es tan simple. La mirada de Wendt complejiza esto ya que sostiene que el sistema internacional posee una estructura pobremente institucionalizada. Esto se refuerza con la afirmación de que los Estados tiene libertad de acción y de interpretación sobre cómo desempeñarse en los roles que hayan adoptado. Finalmente la ausencia de herramientas conceptuales que vinculen la concepción de estructura de roles con capacidades materiales que habilitan determinadas conductas en algunos casos y que en otros son la fuente de castigo social conducen a que la mirada materialista aparezca como más seductora a pesar de su reduccionismo recurrente, este es, que el más fuerte domina al más débil. En este proceso de constitución conjunta de identidades cualquiera de los actores involucrados puede optar por la redefinición. Dos lecturas posibles se desprenden de esta afirmación. Por un lado, si todos pueden redefinir su identidad o al menos pueden optar por hacerlo, la noción de poder como elemento subyacente a toda interacción social queda desplazada. Por otro lado, una lectura más compleja y no necesariamente tan democrática –en cuanto a la igualdad de oportunidades- parte de la consideración del poder como elemento que determinará la capacidad de opción que cada Estado tenga de redefinir su identidad. Esto es así ya que: a. postular la interacción como base de la formación de la identidad social del Estado necesariamente debe conducir a la idea de que tales interacciones son asimétricas b. proponer la existencia de una trama cultural en la que los objetos e interacciones son definidos necesariamente debe remitirnos a la
lucha por la imposición de tales
definiciones. Convengamos que no se trata justamente de definiciones consensuadas c. postular que la formación de la identidad social de Estado se da dentro de una estructura social en la que no sólo el otro inmediato sino también el otro generalizado cumplen un rol fundamental necesariamente implica preguntarse por los mecanismos sociales a partir de los que la libertad de acción y de opción de los Estados se encuentra restringida. Se han abordado también en estas páginas algunos análisis que se muestran insatisfechos con la capacidad de problematización del concepto de identidad estatal propuesta por el constructivismo de vía media –interaccionismo e institucionalista-. Sin _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
embargo, tales análisis distan de ser homogéneos. Comenzando con este último grupo, se puede distinguir el trabajo de Cedermann y Daase en su idea de que la identidad estatal Estado debe ser entendida considerando al Estado como una configuración histórica de poder. Lo que los autores intentan hacer es situar a la identidad del Estado en relación a una serie de factores que pretenden dar cuenta del origen mismo del Estado y por lo tanto de su identidad. Aquí, a diferencia de los enfoques anteriores el Estado no es considerado como previo a su identidad sino que es enfocado de modo simultáneo. Es decir, el intento de situar históricamente el origen del Estado moderno lleva a ambos autores a explayarse sobre la existencia de una identidad propia del mismo que lo explica y es explicada a través de él. Al respecto, este enfoque se despega del constructivismo de vía media al reconocer que Estado e identidad se corresponden con una organización histórica del poder, pero no llega a identificarse con las posturas más extremas que cuestionan la existencia misma del concepto de identidad estatal como dispositivo que refuerza la permanencia del Estado como elemento ordenador de relaciones de poder establecidas entre grupos sociales en pugna. Es decir, estudios como los de Astrid Von Busekist y Jens Bartelson toman como punto de partida necesariamente la idea de que toda pregunta sobre la identidad del Estado es una pregunta sobre el Estado mismo no ya desde la perspectiva de su conducta o de su origen histórico sino como configuración de poder sostenida por una articulación discursivo-conceptual que lo rodea y lo avala en su permanencia. La institución estatal en estos casos es sostenida por un marco interpretativo o cultural que le atribuye ciertas características de apariencia inmutables, esto es su identidad; siendo en el fondo ambos Estado e identidad estatal dispositivos de dominación social en una doble articulación complementaria y funcional a tales fines: la institucional y la discursiva. Es debido a esto que tales planteos que no sólo pretenden evitar la reificación del Estado y de su identidad sino que al entenderlo como relaciones de poder objetivadas institucional y discursivamente suministran las condiciones de posibilidad para la indagación de ordenes sociales alternativos y una reflexión más profunda sobre el cambio social y político. Finalmente, es interesante remarcar que estos últimos estudios sobre identidad estatal -más cercanos a las teorías críticas- son los que abrirían las condiciones de _______________________________________________________________________________________________ 1, 2 y 3 de Octubre, Área de Relaciones Internacionales – FLACSO/Argentina
posibilidad de una fructífera reflexión que permita incorporar las preguntas que estudios sobre la identidad –en su sentido más inclusivo- se han formulado en el campo de las Relaciones Internacionales. Esto es, si por un lado se considera la existencia de aportes que emplazan la idea de identidad del Estado como elaboración inscripta en la dinámica de poder presente aún en aquellas instituciones más
tradicionales de la vida
internacional como ser el Estado moderno y el sistema interestatal, y por el otro se toma en cuenta que la pregunta por la identidad no sólo se ha dirigido a la identidad estatal sino que además ha motivado estudios sobre identidad nacional, grupal, transnacional, subnacional, étnica, religiosa, de género, comunitaria, etc. Se puede sostener que las últimas elaboraciones conceptuales abordadas en el presente trabajo sobre identidad estatal serían las más propicias para una reflexión que incluya el resto de las preguntas sobre identidad permitiendo un acercamiento más profundo a las dinámicas presentes en la política internacional contemporánea. Esto se constituiría en una estrategia para ampliar la retórica de una disciplina que como bien ha sostenido Steve Smith (Smith, 2004) no sólo se ha recreado a sí misma sino que ha contribuido a recrear ciertas circunstancias que posibilitaron el mundo del 11-S. Es en definitiva, a través de esta mirada crítica de la identidad estatal que el analista transcenderá la explicación de cómo funciona el mundo para iniciarse en la comprensión no sólo de las configuraciones de poder subyacentes a los fenómenos institucionales y discursivos sino también de la posibilidad de cambio.
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