ESPECTACULOS
Martes 28 de junio de 2011
I
TEATRO
(((((
3
MUY BUENA
DRAMA
He nacido para verte sonreír DIRECCION: LISANDRO RODRIGUEZ L TEXTO: SANTIAGO LOZA L INTERPRETES: LUZ PALAZON, MARTIN SHANLY L ESCENOGRAFIA Y VESTUARIO: MARIANA TIRANTTE L ASESORAMIENTO CORPORAL: LETICIA MAZUR L DISEÑO DE LUCES: MATIAS SENDON L ASISTENTE DE DIRECCION: SOFIA SALVAGGIO L SALA: ELEFANTE. CLUB DE TEATRO (SOLER L
3964) L FUNCIONES: MARTES, A LAS 21.30, Y SABADOS, A LAS 21 L DURACION: 60 MINUTOS.
He nacido para verte sonreír es la tercera obra, junto con Asco y La vida terrenal, del Ciclo Vos creado por Santiago Loza y Lisandro Rodríguez. Las tres se sumergen en conflictos individuales, situaciones reducidas, monólogos, charlas internas, búsquedas y despedidas. En este caso, la historia se reduce a una despedida entre una madre y su hijo, que ya se fue hace mucho, y se centra en la intensidad del dolor de esa mujer que ha nacido solamente para ver sonreír a su hijo, quien no sólo no lo hace jamás, sino
TEATRO
((((( REGULAR
COMEDIA
Una felicidad posible Un juego intenso entre historias atractivas L
TEXTOS: CLARICE LISPECTOR
DIRECCION: GABRIEL PERALTA, VIVIANA SURANITI L ELENCO: ANA LUZ KALLSTEN L ESCENOGRAFIA: CLAUDIA GRISOLIA L VESTUARIO: ANA LUZ KALLSTEN, CLAUDIA GRISOLIA L LUCES: LEANDRA RODRIGUEZ L SALA: QUERIDA ELENA (PI Y MARGALL 1124); MIERCOLES, A LAS 20.30 L DURACION: 60’ L
Tres textos breves de la brasileña Clarice Lispector son el punto de partida de esta experiencia que tiene como única intérprete a la joven Ana Luz Kallsten. A través de esos materiales literarios se expone la capacidad de una actriz que desea jugar con tres personajes de diferentes edades y en apariencia opuestos. En ese juego, ella devela la realidad de tres mujeres –o tal vez de la misma– que en distintos momentos de su vida (la juventud, la adultez y la vejez) se empecinan en encontrar en pequeños momentos, en ciertos recuerdos y hasta en algunos objetos una felicidad que necesitan y buscan denodadamente. Las historias son muy atractivas porque poseen condimentos muy sabrosos. Cada una de esas mujeres da forma a un relato donde algo de la soledad se mezcla con el deseo, con la ternura, con la pasión, con una cotidianeidad a veces sorpresiva, pero que va a calar hondo en el alma de cada personaje y también en el espectador. La habitación de la actriz será el marco escenográfico utilizado para desarrollar las tres historias. En ese espacio íntimo ella mudará de personalidad. Cambiará de ropas, modificará su aspecto formal y se convertirá en un nuevo personaje. El juego que va desarrollándose es intenso, pero no lo es tanto el proceso interior de la intérprete a la hora de recrear a cada una de esas criaturas. Sólo por momentos Ana Luz Kallsten logra comprometerse en plenitud y hacer crecer a esas mujeres y, cuando lo logra, construye fuertes y conmovedoras imágenes. Mientras tanto, sólo los bellos textos de Lispector resuenan con fuerza. La propuesta en general tiene su singularidad. Este cruce entre la literatura y el teatro es efectivo y puede potenciarse mucho más. Pero requeriría una intérprete con mayor experiencia no sólo escénica, sino personal, que pueda modificarse por unas conductas intrincadas y encontrar en ese riesgo cierta poesía.
Carlos Pacheco
que, además, está ausente, ido o tal vez habita un mundo que para los humanos mortalmente normales nos es inaccesible. El momento de la despedida: el padre pronto llegará para llevarlos al hospital y dejar internado a ese hijo sin nombre para que ¿vuelva? a ser él, para que se cure, para que abandone la locura. En los casi sesenta minutos que dura la obra, Luz Palazón habla, se habla, le habla, nos habla, busca a ese niño que una vez fue y ya no es más y quiere que vuelva con ella, a
ser de ella porque ahora no sabe de quién es, ni cómo es, pero sí, de eso está segura, está lejos. El, atento a cada músculo, se hace presente en esa ausencia que irradia locura y nunca, ni por un segundo, pierde de vista cada movimiento, cada gesto. Su silencio grita y su cuerpo, tenso, emana dolor. La iluminación perfecta, pulcra, absolutamente blanca, ubica a Matías Sendón una vez más en el engranaje estético de la obra teatral. Un espacio pequeño pero potente, un dormitorio lleno de objetos, todos blancos, ordenados, limpios, pero sin dueño. Huérfanos. Botellas de agua repartidas en la escena. Es que el agua limpia purifica los sueños, se lleva los pensamientos, dice ella, y nos evidencia que algo entonces está sucio, es impuro y hay que limpiar-
lo. Por eso, el hijo prácticamente sólo se mueve para arrojarse agua sobre su cabeza para bautizarse y liberarse de todo. Las actuaciones de Luz Palazón y de Martín Shanly son excelentes y si bien ella se luce más por su catarsis de una hora sin parar de hablar –el texto exquisito y minuciosamente cuidado a cargo de Santiago Loza–, él no pierde nunca a su personaje y en ese quietismo dice mucho con poco. Así, se arma ese vínculo patológico entre madre e hijo que va recrudeciendo hasta el límite. ¿Qué no haría una madre por su hijo, por ese ser que cree propio y él para ser otro, para separarse, distinguirse, tiene que ausentarse de este mundo? ¿A eso ella llama locura?
Jazmín Carbonel
Martín Shanly y Luz Palazón protagonizan la tercera obra del Ciclo Vos
GENTILEZA MARIA SUREDA
Exquisito texto sobre una madre y su hijo, y un vínculo que recrudece hasta el límite