Predicación expositiva Parte 7 Artículo escrito por Fran Schmidt ObreroFiel.com usa este artículo con permiso del autor
En una serie de artículos hemos estado reflexionando sobre la predicación expositiva, tomando como base una definición de Haddon Robinson: “La predicación expositiva es la comunicación de un concepto bíblico, derivado de y trasmitido por un estudio histórico, gramatical, y literario del pasaje en su contexto, el cual el Espíritu Santo primero aplica a la personalidad y experiencia del predicador y después a través de él a los oyentes.” En los últimos artículos, hemos estado profundizándonos mucho en la frase “primero aplica a la personalidad y experiencia del predicador.” Observamos que si el pastor predica algo que él no vive, esto le resta autoridad a su mensaje y a su ministerio. En el último artículo vimos que el primer paso en la aplicación es interpretar bien el texto. Hoy, vamos a ver un paso que fluye de lo visto anteriormente: hay que hacer una comparación entre el texto (correctamente interpretado) y nuestra vida. Para expresarlo en otras palabras, procuramos ver un principio que sale del texto que es vigente para nuestra vida y la toca. Al decir “principio” me refiero a una sucinta declaración de una verdad universal que sale del texto. Este principio debe por un lado destilar la esencia de la enseñanza del texto, y por el otro debe llamarnos a nosotros hoy en día a responder en alguna manera. En otras palabras, el principio es un “puente” entre el texto y la vida actual. Entonces, para formular el principio, sugiero que siga tres guías: primero, procura usar lenguaje “universal” para formular el principio. Tomando Santiago 1:2 por ejemplo, en vez de decir, “Los creyentes judíos dispersados por el imperio romano deberían gozarse en la pruebas que pasaban”; es mejor decir, “El creyente que está pasando pruebas debe gozarse en las pruebas.” Segundo, procure expresar este principio en una oración gramatical (o sea, no sólo con una frase). En el ejemplo arriba, decir sólo “gozo en las pruebas” sería una frase, mientras “El creyente que está pasando pruebas debe gozarse en las pruebas” es una oración gramatical completa. Y tercero, procure utilizar lenguaje que llama a la acción, algo como “debo” o “tengo que” o algo al estilo, para evitar que una reflexión u observación se bautice como una aplicación. Veamos otro ejemplo en 1ª Corintios 9:8-11. Una lectura del contexto muestra que en los versículos 1-7 Pablo estaba afirmando su derecho de vivir financieramente de su ministerio, aunque desde los versículos de 12 en adelante, Pablo afirma que, teniendo este derecho, él optó por no hacerlo. En este párrafo de los versículos 8-11, para apoyar su derecho de vivir de ofrendas monetarias en cambio de su ministerio, Pablo se aplica a sí mismo Deuteronomio 25:4: “No pondrás bozal al buey que trilla.”
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En la cultura de aquel entonces (y por cierto en algunas culturas todavía hoy en día), los agricultores a veces separaban el grano de la paja por medio de poner a bueyes a pisotear los tallos. Para lograr esto, amarraban el buey a un tronco horizontal que estaba sujetado a un poste vertical, para que el buey continuamente caminara en forma circular sobre los tallos. Algunos agricultores, buscando más ganancia, querían ponerle un bozal a la boca del buey para evitar que la bestia comiera de los granos trillados. En Deuteronomio 25:4 Dios les manda a los israelitas no hacer eso. Pablo aplica este texto a su situación, diciendo en efecto que, de la misma manera que los bueyes que trillaban tenían derecho de comer del grano, él tenía derecho de recibir sostenimiento financiero por su ministerio. Ahora: ¿cuál es el principio que sale de este párrafo? ¿Cuál es la verdad universal que sale de esta comparación entre el buey y la situación de Pablo? Quizá podemos expresar el principio así: “El pueblo de Dios debe reconocerle al trabajador su derecho de disfrutar de los frutos de su trabajo.” Veamos otro ejemplo en Proverbios 20:2, “Como rugido de cachorro de león es el terror del rey; El que lo enfurece peca contra sí mismo.” El “terror del rey” a lo mejor es una metonimia del efecto por la causa, significando el terror que la furia de un rey provoca. Este terror se compara con el terror que un hombre tendría si anduviera en el bosque y de repente oyera el rugido de un león justo antes de que el animal se lanzara sobre él. La segunda línea, aparte de aclarar que es el furor del rey lo que provoca el terror en la primera línea, agrega que alguien que enfurece al rey está actuando de manera autodestructiva. Da la impresión de que fue una imprudencia o necedad de parte de la persona que provocó el furor del rey. Ahora: ¿qué principio sale de este proverbio para ayudarnos aplicarlo? Una manera de formular el principio de este proverbio podría ser así: “El creyente debe ser sabio en su trato con las autoridades para evitar ofenderlas innecesariamente y sufrir las consecuencias de ello.” Note que en los ejemplos arriba, el principio sale del texto, está formulado en una oración completa, en lenguaje universal y con “debe” para mostrar que es una aplicación y no una reflexión. Para aplicar la Palabra de Dios a nuestras vidas (y a las vidas de los que están bajo nuestro ministerio) procuremos encontrar estos principios universales en la Palabra. Si quiere practicar un poco más, intente encontrar este principio en un texto algo difícil: Deuteronomio 20:16-18. Voy a comentar sobre este texto en el próximo artículo. Les doy una pista : fíjese en la razón dada por el mandamiento. ObreroFiel.com- Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.
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