En tren de leyendas

31 ago. 2008 - Que es un ferrocarril. Que no. Que llega hasta. China. Que no. Que dura 15 días. Que dura sie- te. Que no tiene ducha ni menú que salga de la.
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Turismo

Página 4/Sección 5/LA NACION

Domingo 31 de agosto de 2008

LA NACION/Sección 5/Página 5

FOTOS DE CORBIS, FATIMA TURU Y MATT FORSYTHE/CREATIVE COMONS

[ SOBRE RIELES ] Por Rusia, Mongolia y China

En tren de leyendas

Transiberiano Un nombre cargado de nostalgia e historia que, en realidad, no es uno, sino varios. Múltiples ferrocarriles, distintos recorridos y una misma línea que atraviesa picos nevados, bosques, mesetas infinitas, ríos, tundras siberianas y tierras de epopeyas

El monasterio de Erde ene Zuu Khidd, en Karkorum, es el primer templo budista en Mongolia

Las paradas de los trenes son de 15 minutos; ideales para presenciar el trueque

Vladivostok, en el extremo oriental de Rusia, es la última estación del clásico Transiberiano

Por Teresa Bausili De la Redacción de LA NACION

Q

ue es un ferrocarril. Que no. Que llega hasta China. Que no. Que dura 15 días. Que dura siete. Que no tiene ducha ni menú que salga de la sopa de repollo ni más comodidades que una cárcel estalinista. Que es puro lujo sobre ruedas. Las confusiones, contradicciones y versiones sui géneris que surgen en torno del Transiberiano no son pocas. Acaso tantas como las evocaciones que dispara la sola mención de un viaje de dimensiones épicas y nombre legendario. Antes que nada, conviene aclarar que el famoso Transiberiano no es un tren. Es, en todo caso, una línea ferroviaria recorrida por trenes de diferentes categorías, trayectos y frecuencias. Así, más allá de las clásicas primera y segunda clase de toda formación, –con asientos mullidos y tapizados, o bien duros y de plástico–, también se encuentran aquellos vagones de terciopelo gastado y cortinas descoloridas, retazos de un pasado esplendor, que contrastan con las flamantes cabinas con baño privado, plasma, acceso a Internet y bocaditos de caviar (ruso, por supuesto). Lo que generalmente se conoce como Transiberiano es el llamado ferrocarril Rossiya, que circula diariamente, durante todo el año, entre Moscú y Vladivostok, en el Mar del Japón. Son siete días de viaje y ocho husos horarios a lo largo de casi 10.000 kilómetros de estepa rusa, aunque, claro, la mayoría de los viajeros recorre tan sólo una parte del trayecto. Si bien por el convoy se pasean mochileros, aventureros y turistas en general, el Transiberiano sigue siendo el medio más común de los locales para desplazarse por ese territorio inconmensurable que es Rusia. Es en Irkutsk, al este de Siberia, donde se desvían dos ramales: uno de ellos llega hasta Pekín después de cruzar Mongolia (en un tiempo aproximado de cinco días), mientras que el otro también alcanza la capital china, aunque sin pasar por Mongolia (seis días de viaje). Se trata, respectivamente, del Transmongoliano y del Transmanchuriano. Cualquiera de los trans implica, sin excepción, numerosas y contantes paradas, generalmente de entre 5 y 40 minutos. En esos altos, el andén se transforma de pronto en un improvisado bazar, con hileras de mujeres que despliegan los objetos más inesperados, desde bayas de bosques vecinos hasta papas calientes o zapatos. Mención aparte merecen las paradas en las fronteras, que pueden durar horas. A los trámites de aduana y el control de pasaportes se suma el cambio de ruedas de los coches de pasajeros, ya que las trochas de los rieles chinos son más angostas que las de Rusia y Mongolia. Las inspecciones se hacen más minuciosas en el tren que va de Ulan Bator a Irkutsk, también llamado “de los contrabandistas”, por la cantidad de mongoles que suben cargados de productos baratos comprados en China, con la intención de venderlos en Rusia (algunos, para disimular, ocultan sus mercancías debajo de los asientos, en los baños o entre las valijas de otros pasajeros.).

La gran gesta Se necesitaron 25 años (1891-1916) y el equivalente a cientos de millones de dólares, dicen que más del triple del cálculo original, para tender las vías que hoy cruzan lo que fue el extensísimo imperio ruso. El impulsor de la idea fue Serguei Witte, ministro de Finanzas del zar Alejandro III, que calificó la construcción del Transiberiano como “una de las mayores empresas del siglo en el mundo entero”. Más difícil es calcular los miles de vidas que se tragó esta gesta descomunal. En la construcción trabajaron convictos de la isla de Sajalín, soldados rusos y obreros chinos, turcos, persas y coreanos. Sin distinción de nacionalidades, muchos fueron sucumbiendo ante pantanos infestados de insectos, hielos eternos, inundaciones catastróficas, pestes de todo tipo y calaña, y hasta asaltos de los tigres de Manchuria. También cau-

só estragos la artillería pesada durante la rebelión de los boxers en China y la guerra ruso-japonesa. Los sobrevivientes siguieron tendiendo rieles a través de bosques de pinos y abedules, kilómetros y kilómetros de estepas y tundras, picos nevados y ríos torrentosos como el Amur y el Obi. El mayor problema para el Transiberiano en su camino hacia el Este fue el lago Baikal, en las áridas márgenes del desierto de Gobi y el más profundo del mundo. En un principio, el lago era atravesado en un ferry rompehielos que el gobierno ruso había comprado a Inglaterra para el traslado del tren, mientras los pasajeros y sus equipajes cruzaban las aguas congeladas en trineo. El método se siguió usando hasta la finalización de la traza sobre el extremo sur del lago, tras cinco años de trabajo dedicados solamente a concluir esa vuelta. Si bien el Transiberiano entró en funcionamiento en 1905, en 1916 se terminó el último tramo de 1930 km a lo largo del río Amur. Desde entonces, y salvo un corto período durante la Revolución Bolchevique, nunca se ha interrumpido su servicio.

Ulan Bator significa Héroe Rojo; hace honor al héroe que liberó al país de las tropas chinas

Un viaje de cada lado de la ventanilla Afuera, los paisajes y pueblos de Irkutsk a Ulan Bator; a bordo, una especie de hotel rodante con todo tipo de personajes y situaciones

Precios y agencias Aunque el Transiberiano circula durante todo el año, la temporada turística comienza en mayo y termina a fines de septiembre. La época más concurrida, tanto por extranjeros como por rusos (ya que coincide con las vacaciones de verano), comienza a mediados de julio y se estira hasta principios de septiembre; para esa época es necesario reservar los trenes con una buena dosis de anticipación. Más allá de la anticipación, conviene estudiar bien las propuestas de las agencias antes de decidirse por alguna de ellas. Sucede que cada una ofrece recorridos distintos, duraciones distintas y, claro, precios distintos. De todos modos, ninguna de ellas niega que se trate de un programa caro. Tampoco, que la mayoría de los clientes que se interesan por este tipo de travesía son mayores y, sobre todo, muy viajados. Que el Transiberiano, con toda su carga simbólica, es, en definitiva, uno de los pocos viajes que aún les quedan por hacer. Hecha la salvedad, a repasar. Hay programas que incluyen visitas a Rusia, Mongolia y China, aunque no siempre a bordo de un tren. Es el caso de la agencia Taiar (www.taiar.com.ar), que combina ferrocarriles, avión y ómnibus para unir San Petersburgo, Moscú, Irkutsk, Ulan Bator, Terelj y Pekín. Las noches a bordo del tren son pocas (dos; el resto, en hoteles cuatro estrellas), ideal para los más impacientes al traqueteo y balanceo del ferrocarril. El paquete consta de 17 días y 16 noches y su precio, US$ 4693 por persona, base doble, a lo que hay que agregar US$ 2500 de aéreo, con impuestos incluidos. Por otro lado, existen paquetes que incluyen hasta 10 días a bordo de un tren de superlujo como el Expreso Transiberiano de Intourist, inaugurado este año (el alojamiento de las demás noches es en hoteles y en una tienda de nómadas mongoles). La propuesta corre por cuenta de la agencia CMM Travel (cmmtravel.com.ar) y ofrece 18 días visitando Moscú, Kazan,Vekaterinburg, Novosibirsk, Irkutsk, el lago Baikal, Ulan Ude, Ulan Bator, Erlian y Pekín. Con aéreos, el precio es de 3990 euros por persona, base doble, en camarotes de primera clase (los de superlujo ascienden a 6990 euros). Maigon Travel (www.maigontravel.com.ar), en tanto, promociona lo que llama La ruta de Genghis Khan, un recorrido por San Petersburgo, Moscú, Irkutsk, lago Baikal, Ulan Bator y Pekín. Incluye aéreos, ocho días de tren, alojamiento, excursiones y traslados. En total, son 17 días y US$ 6780 por persona, base doble. Por último, también existe la opción de recurrir a agencias europeas para planear el mentado viaje. Una buena posibilidad es consultar la página www.eltransiberiano.com, que permite elegir la ruta y duración del viaje. Una buena forma de hacer uno de los recorridos en tren más famosos del mundo, pero a medida.

Mongolia, una silenciosa escala

EN NUMEROS

9288,2

Son los km que recorre la línea ferroviaria, la más larga del mundo

88

M

Son las ciudades por las que pasa el Transiberiano, cinco de ellas con una población superior al millón de personas. También cruza 16 grandes ríos

1040

Son los metros sobre el nivel del mar por los que pasa el tren en su punto más alto, en el paso de Yablonovy, en el km 6110

62

Grados bajo cero es la temperatura mínima en Mogocha y Skovorodino, los lugares más fríos del recorrido

8

Son los husos horarios que atraviesa todo el recorrido. Para evitar el caos, el horario de los trenes se rige por la hora de Moscú.

1637

El verde cubre la meseta de Mongolia, el país más despoblado del mundo

Recorridos FEDERACION RUSA San Petersburgo

Transiberiano

Lago Baikal Moscú

Kazan

Son los metros de profundidad que alcanza el lago Baikal, el más profundo del mundo. Las vías recorren 207 km junto al lago

Chita

Ulan Bator

MONGOLIA Transmongoliano

500

Son los metros de los coches de pasajeros que tienen la mayoría de las formaciones

Irkutsk

CHINA Km

3300 00

Saynshand

Vladivostok Harbin

Pekín

Transmanchuriano

ongolia es el lugar de los sueños de un ecologista. Es el país con menos densidad del mundo. Hay 1,66 habitantes por kilómetro cuadrado. Estepas y montañas lo rodean de Norte a Oeste, y el desierto de Gobi al Sur siempre cubierto de un cielo extendido azul. Aunque su capital, Ulan Bator, es una ciudad de cierto interés, es recomendable dedicarle más tiempo al interior del país más despoblado del planeta, a pesar de las escasas carreteras y el limitado transporte público. En Karakorum, por ejemplo, se encuentra el primer monasterio budista de Mongolia, Erdene Zuu Khiid, rodeado de una gran muralla. Durante el viaje desde Ulan Bator, un extendido manto verde cubre suaves mesetas donde se divisan a lo lejos unos puntos blancos. Son los llamados yurt, especie de carpa blanca circular que tiene como elemento central el horno y su chimenea. Se montan en sólo dos horas con una estructura de madera y son utilizados como viviendas por los pueblos nómadas mongoles. Otro gran atractivo es el lago Terkhiin Tsagaan Nuur, más conocido para los occidentales como White Lake. Para llegar allí se debe pasar por el volcán que forma parte del área protegida donde su acceso cuesta unos 2,60 dólares. Es un paisaje lunar, donde se hace difícil conducir sobre el terreno rocoso. Tras cuatro kilómetros se llega al lago, con sus orillas llenas de restos de lava volcánica. Allí no hay nadie. Ningún ruido. Se siente la naturaleza pura, el cielo perfecto que cubre el lago donde se refleja el sol. Al Norte se encuentra otro lago aún más grande, el Khovsgol. Desde el pueblo de Khatgal se puede iniciar una cabalgata guiada de casi una semana alrededor del lago, alojándose por las noches junto a familias nómadas en yurts.

Las típicas tiendas de los nómadas mongoles, más conocidas como yurts

Por Fátima Turu Para LA NACION

D

esde Moscú, volamos cinco horas por Aeroflot hasta Irkutsk, capital de Siberia, para embarcarnos en uno de los trenes que recorren las legendarias vías transiberianas. En una agencia de París me habían sugerido comprar el pasaje antes de salir, por 200 euros. Pero finalmente lo adquirí en Rusia por... ¡50! Así que, ticket en mano, me dirigí de madrugada a la estación para embarcarme rumbo a Ulan Bator, Mongolia, y después completar el viaje hasta Pekín. Era todavía de noche y hacía calor. En agosto, en esta parte del planeta la temperatura puede llegar a los 40 grados. Tuve la suerte de encontrar fácilmente el tren, aunque todas las indicaciones estaban en ruso y casi no había a quién pedirle ayuda. Pero reconocí sin mayores problemas la formación relativamente vieja, verde oscuro, y subí. Mi pasaje era para un compartimiento de cuatro camas tipo cuchetas. Lo compartía con dos compañeras de viaje mongolesas que venían de Moscú, se dirigían a Ulan Bator y llevaban mercadería para vender, que habían ubicado sobre mi cama. Sacaron sus cosas y, exhausta, me dormí. Así transcurrieron las primeras horas a bordo del mítico tren. Hasta que la luz me despertó y pude ver por la ventanilla el lago Baikal. Agua azul y mucho verde; por momentos, zonas más áridas, lugares que parecían abandonados, desolados, y cada tanto un puñado de casitas de madera. Pensé que en invierno el panorama sería muy diferente y a la vez más monótono, por estar cubierto de nieve. Otras formaciones de lujo, como el Orient Express, cubren el mismo itinerario, pero nuestro tren era más bien de segunda clase. Lo justo y necesario para el viaje: cómodo, práctico y relativamente limpio, si se tiene en cuenta el gran número de pasajeros que, desde hacía cuatro días, viajaban sin bañarse (aunque había duchas a bordo) y llevaban comida, de Moscú. Llegamos a la estación de Ulan Ude, capital de la República de Buriatia. Pequeña, desolada. Una parada de apenas minutos, suficiente para comprar un pan regional a un vendedor ambulante en el andén. En el caso de los ferrocarriles de primera, el programa puede incluir algunas excursiones guiadas. Pero no era

éste el caso. Nuestro tren iba lleno, con una mayoría de pasajeros mongoles y, digamos, un diez por ciento de turistas, sobre todo franceses y españoles que habían subido en Moscú y terminarían en Ulan Bator o Pekín. Atravesar el camino de Oeste a Este dentro de un extenso país no es un viaje más. No sólo por sus inigualables paisajes y el efecto que produce que se prolongue la noche, sino también por el cambio gradual de los rasgos físicos de la gente en las sucesivas estaciones. Las pieles blancas y los ojos redondos y claros permanecen a lo largo del recorrido. Sin embargo, la forma de los ojos comienza a orientalizarse a medida que el tren se acerca a Mongolia, creando una mezcla exótica y atractiva; rasgo que se acentúa en la frontera, donde comienza a palparse el límite entre el mundo oriental y el occidental. El viaje se complementa en dos aspectos: el exterior con el interior, a bordo, donde se desarrolla toda una vida. Tuve la impresión de estar en un hotel. La gente pasea por los vagones, va al baño en pijama, se ducha, come, habla, duerme. Hay olores de todo tipo, a comida y a gente. El tren hace paradas de no más de quince minutos, que son suficientes para presenciar un espectáculo y formar parte de él, el trueque. Por la ventana se pueden ver los mongoles, que descienden a toda velocidad con sus mercaderías para cambiarlas por pescado u otros alimentos de la región que llevan a la estación. Desde jeans hasta repuestos de autos son cambiados por pescado y otros alimentos. Hasta que el silbato del guarda pone fin al ascenso y descenso, y con eso al intercambio rápido y bien aprovechado. Nos preparamos para continuar viaje. Luego de pasar por Zaudinsky llegamos a Naushki, en la frontera rusa, y los pasaportes de los pasajeros son retenidos durante cuatro horas; hubo que esperar dentro del tren sin poder bajar. El control en esta parte de la frontera es más estricto que el de Mongolia, sobre todo con la gente local. Las horas de viaje se acortan al conversar e intercambiar información con los otros pasajeros. Fue interesante aprender que muchos extranjeros se habían decepcionado con los pueblos del tramo ruso. Por el contrario, Mongolia era toda una revelación, que, en mi caso, justificó una pausa de veinte días, para después retomar los rieles hasta Pekín.