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el mundo
| Jueves 5 de diciembre de 2013
un estilo que no AgrAdA A todos Los grupos católicos ultraconservadores desconfían de Francisco, un papa jesuita, reformador, enemigo del poder e impulsor del Concilio Vaticano II
El estilo de Francisco
Lo que defienden los católicos extremistas
La Compañía de Jesús está vinculada con ideas progresistas y críticas al capitalismo salvaje
El Papa busca un presunto gobierno colegiado de la Iglesia, con más poder para los obispos
Francisco es un férreo creyente e impulsor del ecumenismo y del diálogo interreligioso
Bergoglio apela a un lenguaje llano y coloquial para amplificar su mensaje y evangelizar
Se ajusta a los mandatos del Concilio Vaticano II y a la novus ordo missae, la nueva misa (de 1969)
Desconfiados de los jesuitas, los ultraconservadores le temen al marxismo
Históricamente, defienden el poder monárquico del papado y rechazan la descentralización
Perciben ese acercamiento como una amenaza a las bases de la doctrina católica
Aborrecen que se aparte de las formas vaticanas; son más cercanos a una corte que a un pastor
temen que prohíba el oficio de la misa tridentina, el rito preconciliar en latín, o extraordinaria
el Mundo Edición de hoy a cargo de Juan Landaburu | www.lanacion.com/mundo
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debate en ee.uu. | críticas a la ideología del pontífice
el tea Party ahora tiene un nuevo enemigo: el papa Francisco El grupo ultraconservador lo tilda de “marxista” por sus críticas al capitalismo y dice que su prédica “puede alentar el aborto”; por el contrario, Obama destacó su “elocuencia para abordar la pobreza” Viene de tapa
Referente por excelencia del conservador movimiento del tea Party, su audiencia está estimada en no menos de 16 millones de personas y se le reconoce influencia en sectores del partido republicano. En la otra punta y con menos estridencia, Obama –quien hace poco se confesó “impresionado” por el Papa– lo citó ayer en un discurso con el que procuró revertir algo de la creciente desconfianza que le tienen los norteamericanos en el terreno económico. Obama evocó a Francisco y su “elocuencia para abordar la pobreza” y se apoyó en sus expresiones para sustentar sus propuestas en materia fiscal. “La desigualdad que hoy pesa y sufre nuestra sociedad desafía de manera profunda lo que somos como país”, dijo el presidente.
No deja de ser curioso que Obama citara al Papa casi al mismo tiempo en que el referente por excelencia del tea Party lo tildó de “marxista”; calificativo que –por cierto–, Limbaugh ya usó contra el presidente. “Al margen del dislate argumental, es casi previsible que esa diferencia ocurriera. El tea Party no sólo no soporta a Obama, sino que tampoco soporta aquello que atrae al presidente. Y la figura del Papa lo atrae”, reflexionó ante la nacion David Clement, del Instituto de Gobierno FELS, en la Universidad de Pensilvania. Pero el taquillero comentarista no fue el único en cargar contra el Papa, cuya apertura irritó aquí por las cuestiones más variadas. Desde líderes conservadores convencidos de que su “peligrosa y confusa prédica puede alentar el aborto” hasta economistas liberales que, sin
entrar en cuestiones religiosas, sostienen que “de economía, Francisco parece saber bastante poco”. Las objeciones en ese terreno crecieron a partir de su reciente exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio), en la que llama a la reforma de la Iglesia y alerta contra los riesgos de un capitalismo radical. “No soy un experto en cuestiones religiosas. Pero, desde el terreno estrictamente económico, el Pontífice comete un error”, dijo Samuel Gregg, director de investigación del Acton Institute, un centro de estudios conservador con base en Michigan, “El capitalismo y la apertura de los mercados de todo el mundo contribuyeron a reducir la pobreza en muchos países en desarrollo”, aseguró y, a modo de ejemplo, propuso tener en cuenta “lo
que ocurre en una geografía que el propio Francisco conoce bien”. Sugirió así “comparar” la situación de tres países de la región. “tenemos a Chile con un sistema de libre mercado arriba; tenemos a su país, la Argentina, con una economía mixta más abajo, y después tenemos a Venezuela, con una economía controlada por el gobierno, que es un desastre económico. Entonces está equivocado con el capitalismo”, dijo. Desde la cadena Fox, alineada con el partido republicano, también cargaron contra el Pontífice, rebautizado “el papa Pancho” por la nutrida población hispana. “Yo voy a la iglesia para salvar mi alma. Eso no tiene que ver con mi voto ni con qué sistema quiero votar. Le sugiero al Papa que no mezcle sistemas políticos con religión”, dijo Stuart Varney,
El llamado de atención sobre el capitalismo no hizo sino caldear el malestar que ya había generado aquí la advertencia papal a no “obsesionarse” con la prédica sobre el matrimonio homosexual y el aborto, dos cuestiones que, en los últimos años, tensaron la cuerda del debate político en este país. “Las clínicas abortistas están usando la frase del Papa para defender su negocio”, dijeron referentes de the Remnant (La reliquia), una publicación católica que se opone a los cambios del Concilio Vaticano II. Del otro lado, la simpatía por el Papa parece a salvo en este país, donde la mayoría de la población se reconoce religiosa y cristiana, pero no católica. “El papa Pancho” conquista las masas, aumentó la concurrencia a las iglesias y hay un nuevo orgullo en la feligresía católica.ß
Al final de la audiencia general de los miércoles, el Papa recibió ayer a un grupo de obispos
REUTERS
El reto no es ser oposición, sino buscar integración OPINIÓN Ross Douthat
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NUEVA YORK
hora es tu turno de ser parte de la oposición leal”, me dijo hace unos meses un periodista católico como yo, cuando estaba tomando forma la agenda del papa Francisco. Este amigo es progresista en política y siempre ha sido demócrata, por lo que está acostumbrado a estar del otro lado de las enseñanzas de la Iglesia en cuestiones como el aborto, la bioética y el matrimonio homosexual.
Ahora, me dijo que los católicos que se inclinan a la derecha como yo pasarán por esa misma experiencia, con un papa que parece empeñado en sortear las guerras culturales y más bien subrayar la misión de la Iglesia con los pobres. Después de la exhortación de Francisco, que vaga por toda la vida de la Iglesia y contiene una aguda crítica al capitalismo consumista y al liberalismo financiero, los católicos políticamente conservadores trataron de explicar por qué mi amigo está equivocado y por qué no son los “católicos de cafetería” de nuestro tiempo. Para empezar, señalaron que aquí no hay nada novedoso, aparte de una narrativa simplificadora de
los medios que opone al buen papa Francisco a sus predecesores, malos y reaccionarios. (Muchos de los comentarios del Papa siguen la huella de lo que dijo Benedicto XVI en su encíclica sobre economía.) En segundo lugar, trataron de despolitizar los comentarios del Papa, presentándolos más bien como un informe general contra la avaricia y el consumismo más que como un exhorto a intervenciones específicas por parte del gobierno. Y, por último, insistieron en la diferencia entre la enseñanza de la Iglesia en materia de fe y moral y los pronunciamientos del Papa en materia económica, señalando que no hay nada que obligue al católico a creer
que el Sumo Pontífice es infalible en cuestiones de política pública. Las tres respuestas tienen sus méritos, pero siguen pareciendo insuficientes para el desafío que se les presenta a los católicos que defienden el libre mercado y la limitada intervención estatal. Es verdad que hay mucha más continuidad entre Benedicto XVI y Francisco de lo que hacen pensar los medios. Pero el nuevo papa quiere poner en primer plano las enseñanzas sociales de la Iglesia y probablemente busque más o menos la cobertura mediática que ha estado teniendo. Es también verdad que el marco de Francisco es pastoral más que político. Pero su lenguaje llano se inclina
hacia la izquierda de una manera que ningún lector serio podría negar. Por último, es verdad que no hay doctrina católica sobre, por ejemplo, la tasa de impuesto marginal más adecuada y sobre que los católicos no están obligados a hacerle caso al Papa cuando éste dice que las desigualdades globales están en aumento aun cuando las evidencias estadísticas apuntan en otra dirección. Pero la enseñanza social de la Iglesia no es menos oficial por dar lugar al desacuerdo en sus implicaciones de política. Y los católicos que se enorgullecen de su fidelidad a Roma, tienen –tenemos – la responsabilidad de explicar por qué una cosmovisión que inspira una retórica izquierdista
Volvió el número dos de Francisco ^b^b^ Ayer reapareció en público Pietro Parolin, el flamante secretario de Estado del Vaticano, que fue sometido a una operación justo cuando debía asumir, el 15 de octubre. “Espero que la Iglesia sea siempre más transparente y que todas estas reformas en curso vayan mostrando un rostro siempre más auténtico, como el de Francisco, y que toda la estructura de la curia se vuelva más eficaz”, dijo. ^b^b^ Parolin se mostró de buen aspecto y accesible a los periodistas acreditados en el Vaticano, a quienes declaró además que “es fácil trabajar con Francisco”, algo que comenzó a hacer hace dos semanas. “Hay mucha sintonía y esto da esperanzas”, agregó el número dos del Papa.
en el Papa también permite conclusiones de derecha. Esa explicación se basa, creo yo, en tres ideas. La primera es que, cuando se trata de sacar gente de la pobreza, el capitalismo globalizado, pese a todas sus fallas, tiene un historial más exitoso que cualquier otro sistema. La segunda es que la Doctrina Social de la Iglesia hace énfasis tanto en la solidaridad como en la subsidiaridad; es decir, una preferencia modestamente conservadora por lo local en lugar de lo nacional, por el voluntariado en lugar de la burocracia. La tercera es que según las evidencias recientes, los Estados asistenciales más expansivos pueden desplazar lo que el cristianismo considera los bienes humanos básicos al reducir el índice de fertilidad, desalentar la caridad privada y restringir la libertad de la Iglesia, El argumento católico en favor de un gobierno limitado, sin embargo, no es el argumento por la tentación inherente a una política benéfica para el capitalismo. No hay justificación católica para darles valor a los empresarios a costa de los trabajadores, ni para descartar toda regulación por innecesaria y toda redistribución de la riqueza por inmoral. Y aquí es donde la visión de Francisco debe importarles a los católicos norteamericanos, que por lo general votan a los republicanos. Las palabras del Papa no deben inspirarlos a convertirse masivamente al progresismo, ni deben preocuparse por la posibilidad de que un antipapa marxista se haya apoderado del trono de San Pedro. Pero deben fomentar una integración entre ideas católicas y conservadoras mucho mayor de la que hemos visto desde que se derrumbó el “conservadurismo compasivo”. La línea de la “oposición leal” de mi amigo periodista simplificó al extremo las opciones del compromiso político de los católicos. Su catolicismo progresista no se eclipsó porque no pudo dejar que el Vaticano dictara de pe a pa su agenda social. Para los católicos conservadores, ahora el reto es hacer algo mejor en su turno. No ser oposición, sino buscar la integración, lo que significa una visión económica que siga siendo conservadora, pero cuyos detalles le recuerden al mundo que nuestra fe está primero.ß