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LITERATURA | LA IRRUPCIÓN DE UN MITO
El brutal espejo de los sueños juveniles El encanto de la literatura de Andrés Caicedo reside en la promesa que la habita POR LEONARDO TARIFEÑO De la Redacción de La Nacion
“Q
ué diría hoy Andrés Caicedo si viera el interés que han despertado su figura y su obra en los últimos años?”, le pregunté al colombiano Luis Ospina, director cinematográfico y compadre del autor de ¡Que viva la música! “¿Qué diría? Que se salió con la suya –señaló, entre risas nerviosas–; porque Andrés tiró la piedra y escondió la mano.” Ospina estuvo en Buenos Aires en ocasión del último Bafici, donde presentó el valioso documental Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos (1986), película realizada ocho años después de la muerte de quien, junto al chileno Roberto Bolaño, parece llamado a convertirse en el próximo gran mito de las letras latinoamericanas. Personaje que, según Ospina, “no estaba hecho para la vida, porque no hubiera sido capaz de madurar”, Caicedo reaparece en las librerías de Hispanoamérica gracias a las ediciones de Calicalabozo (relatos), El cuento de mi vida (memorias), Noche sin fortuna (novela inconclusa), la reedición de ¡Que viva la música! (la única novela suya que llegó a ver publicada) y la notable “dirección y montaje” que el chileno Alberto Fuguet ensayó en el collage “autobiográfico” Mi cuerpo es una celda. Como a veces ocurre con los mitos, es muy posible que la obra caicediana no esté a la altura del mausoleo que el autor construyó sobre la base de precocidad, activismo cultural y exceso de seconales. Sin embargo, su regreso es justo y oportuno, y constituye un espeluznante intento por renovar el arte de tirar la piedra (y esconder la mano). Y es que, a pesar del propio deseo del autor, no se puede afirmar que sus libros estén hechos a la medida del interés adolescente; por otro lado, tampoco se advierte en ellos a un escritor maduro y potente (como sí ocurre en Bolaño), ni mucho menos a un intelectual que pone el ojo y las ideas allí donde sólo hay oscuridad. “Él quería que sus libros se leyeran en los recreos escolares”, recuerda Ospina, y lo más probable es que ese objetivo secreto permanezca sin cumplirse. Al mismo tiempo, como sugiere su extraño e incómodo mérito, los textos de Caicedo valen más por lo que podrían haber sido que por su realización, su encanto reside en la promesa que los habita y desaparece a la hora de separarlos de su contracara necesaria, es decir, el destinito fatal de una trayectoria en la que el suicidio se revela como el brutal espejo adonde van a parar no pocos sueños juveniles. “Uno nunca se explica un suicidio –apunta Ospina–. ¿Es un acto de valentía o de cobardía? Lo cierto es que Andrés lo tenía planeado, ya lo había intentado dos veces. El segundo le minó la 12 | adn | Sábado 30 de mayo de 2009
capacidad de trabajo y la respuesta sexual. Cuando se dio cuenta de eso, me dijo que si no iba a poder escribir, lo intentaría otra vez. Y fue lo que hizo.” En sus libros –especialmente en Calicalabozo–, no es difícil ver a un escritor inmaduro y autorreferencial, impreciso todavía, ansioso por contar un mundo que ve y juzga como fuente de todo tipo de corrupciones. El Caicedo literario nunca dejó de ser un chico obsesionado consigo mismo, un niño casi, y ya se sabe que los niños pueden ser muy crueles. Su inocultable gusto por la obra de Edgar Allan Poe, H. P. Lovecraft y Nathaniel Hawthorne, además del cine de clase B y la ficción interesada en la infancia y adolescencia (del mexicano José Agustín a los primeros libros de Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique) se combinó con el desprejuicio del rock stone, el humor de la salsa de la factoría Fania y la admiración por los grandes actores cómicos, como Buster Keaton y Jerry Lewis, todo un mapa estético de ideología posadolescente que cualquier latinoamericano educado en el humor y la amargura es capaz de asumir para sí mismo. Bajo esas señas de identidad,
A pesar del propio deseo del autor, no se puede afirmar que sus libros estén hechos a la medida del interés adolescente; por otro lado, tampoco se advierte en ellos a un escritor maduro y potente el malditismo tropical de Caicedo dibuja una mirada adolescente del mundo que impacta en los jóvenes pero también –y sobre todo– en aquellos abandonados al dolor de ya no ser, a la fantasmal pero cierta evidencia de que la juventud es algo que les ocurre a otros, patrimonio exclusivo de quienes tiran la piedra sin saber por qué. Lo curioso, en el caso de este creador de personajes siempre a la deriva, es que la piedra va dirigida a quienes piensan o han pensado como él, todos aquellos que se identifican con su desesperación de “niño bien” encerrado en la jaula de oro de su pasión por el arte. Más allá de los códigos de las épocas (los mismos que se les escapan a quienes ya no son ningunos veinteañeros), la obra de Caicedo logra ser eternamente joven, lo que no significa en absoluto que sea para jóvenes. Al contrario: estos libros apuntan a quienes, como él mismo escribió, cometieron “la insensatez de vivir más de 24 años”. Es literatura corruptora de mayores. Lo más parecido a un gozoso pero tristísimo dedo acusador. © LA NACION
Paisajes de la Tierra, vistos desde el aire POR NATALIA BLANC De la Redacción de La Nacion
U
n oso polar sobre los hielos del Ártico; huellas de camellos en el desierto de Mauritania, África; una isla con forma de corazón en Nueva Caledonia, Oceanía; decenas de vehículos atascados en Manhattan; incendios forestales en Brasil; pozos petroleros en Arabia Saudita; ríos contaminados en varios países. Son sólo algunas de las impactantes imágenes aéreas del documental Home, del fotógrafo francés Yann Arthus-Bertrand, que se proyectará gratis en Buenos Aires, París, Nueva York, Barcelona y Bristol, entre otras ciudades, el viernes 5, Día Mundial del Medio Ambiente. Producido por Luc Besson y narrado por Salma Hayek (en la versión en español), el film surgió a partir de las 500.000 fotos que Arthus-Bertrand tomó en más de cien países, con las que editó el libro La tierra desde el cielo y montó una muestra que recorre el mundo desde 1999. En agosto de 2004 se exhibió en Buenos Aires, en Plaza San Martín. Con el propósito de crear conciencia sobre las bellezas naturales del planeta, Home muestra paisajes captados desde arriba. Así, se ven los cursos de los ríos, las migraciones de aves, mamíferos y peces en busca de comida, el deshielo de los polos. También, los miles de kilómetros de autopistas y caminos, los asentamientos, los basurales. Al estilo de Tierra, documental de Disney ya estrenado en la Argentina que muestra cómo afecta el cambio climático a los animales, Home es un llamado de atención sobre el deterioro del medio ambiente y una invitación a mirar el mundo desde una perspectiva diferente. Proyección gratuita: viernes 5, a las 21, en Plaza Naciones Unidas, Av. Figueroa Alcorta y Austria. Trailer: http://www.youtube.com/watch?v=G8IozVfph7I