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En la época del A.T., y hasta Pentecostés, hubo casos especiales en que el ... del Espíritu de Dios, es decir: “al bautismo del Espíritu” en el día de Pentecostés, ...
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“El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1ª P. 3:21). - Es evidente por los vs. 18 a 20 que el Señor padeció, para rescatarnos y hacernos salvos. Siendo [eL el Arca divina provista por Dios para sacarnos de las tinieblas y protegernos de su juicio universal. En el diluvio de Noé, él y su familia se libraron de morir ahogados mientras los que optaron por quedarse en el agua perecieron. Por eso la permanencia en el arca para salvarse así del juicio de Dios sobre el mundo, es una figura anticipada de lo que significa estar en Cristo, siendo así salvados de la condenación eterna, pudiendo entrar en la seguridad eterna que es por la fe en la muerte y resurrección de CRISTO (Ro. 10:9-10; He. 9:14; 10:22). Siendo así “en la voluntad de Dios, eternamente santificados – los creyentes – por el sacrificio y ofrenda del cuerpo del Señor Jesucristo” (He. 10:10). No lo olvidemos. De esta manera Pedro se refiere, en el versículo, a “un bautismo” que no es en absoluto el de agua, sino a una “inmersión simbólica” que representa la “unión con Cristo” como un “Arca” que nos protege con seguridad del juicio universal de Dios respecto al pecado del mundo, expresándolo el apóstol como: “el bautismo... por la resurrección de Jesucristo”, expresión ésta que demuestra la “aceptación por parte de Dios” de la muerte sustitutiva de Cristo por los pecados de quienes creen en ÉL (Hch. 2:24.29-31; Ro. 1:4). Así, en su muerte, Cristo fue bautizado “en las olas y ondas de la ira de Dios” (Sal. 42:7; Lc. 12:50), siendo “este bautismo del Señor”, el que conforma la base de nuestra eterna salvación. La expresión “el bautismo que corresponde a esto ahora nos salva”, en el texto original se lee: “el bautismo como antitipo (es decir como la realidad correspondiente a la figura que el acto representa) que ahora nos salva” significándonos que se refiere “al bautismo de Cristo” en la muerte de cruz (Fil. 2:8d) y a nuestra identificación con ÉL en ese acto de amor sublime, a nuestro favor (Jn. 13:1), lo que queda representado, solemnemente, en “nuestro bautismo por agua”. De allí que el término final de la frase “ahora nos salva” apunta indubitablemente “al bautismo de Cristo en la muerte” y no al nuestro en agua, señalando, sin lugar a dudas, nuestra identificación con ÉL, en la cruz. Para que no haya dudas, Pedro aclara “no quitando la inmundicia de la carne”, pues el bautismo de Cristo, no es un bautismo de “purificación física” como el de “agua”, sino que es el que provee “una buena conciencia para con Dios” (He. 9:14). Y, sólo la asociación personal del creyente con Cristo en su muerte, su sepultura y su resurrección, puede lograr esto. De esta manera, hermano, habiendo sido introducidos a Dios, hasta el mismo Lugar Santísimo, por “la obra de Cristo en la cruz” (He. 10:19-20), con “conciencias purificadas” y “una nueva disposición hacia [el” (Sal. 31:3); mientras él “nos guía a su gloria” (Sal. 73:24), se nos proporcionó una acción demostrativa de todas estas bendiciones, la cual es: “El bautismo de Cristo”, y que Pedro llama en el versículo, la “aspiración” (Valera 1960), o la “respuesta” (Interlineal), o la “demanda” (Valera 1906) “de una buena conciencia hacia Dios”.

Así entonces, “por la resurrección de Jesucristo” que es la nuestra (Ef. 2:6), “sirvamos al Dios vivo” (He. 9:14); “rogándole que envíe su luz y su verdad, las cuales nos guiarán y conducirán a su santo monte y a sus moradas eternas” (Sal. 43:3). Amén. D) – Versículos conflictivos, sobre “el bautismo” - Muchos conceptos erróneos sobre la causa y consecuencias del “bautismo” surgen de la mala interpretación o exégesis de algunos textos que sacados de su contexto escritural, inducen a validar doctrinas erradas. Consideraremos, pues, algunos de ellos no comentados anteriormente, en el desarrollo del tema. 1) Lc. 11:13 – “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” - Algunos, equivocadamente, piensan que este versículo debería formar parte de los abarcados por la doctrina del Espíritu Santo, con relación al creyente, hoy día, lo cual no es correcto, debido a los siguientes argumentos bíblicos: ·

En la época del A.T., y hasta Pentecostés, hubo casos especiales en que el Espíritu Santo moró en algunos hombres para capacitarlos para ciertas funciones (por ejemplo: Los artesanos diseñadores del tabernáculo – Ex. 35:30-35; 36:1-2, y también David cuando fue ungido por Samuel – 1ª S. 16:13). Además, tenemos que el Espíritu Santo actuaba allí soberanamente, teniendo evidencia bíblica que su permanencia en algunos hombres era transitoria (David – Sal. 51:11; Saúl – 1ª S. 16:14; Sedequías – 2ª Cr. 18:23; etc.). Sin embargo en el N.T., queda claro que “el don” del Espíritu Santo se refiere al descenso del Espíritu de Dios, es decir: “al bautismo del Espíritu” en el día de Pentecostés, y esto en respuesta a la oración de Cristo: “Y yo rogaré al Padre, y él os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad,... ” (Jn. 14:16-17a), y no de algún discípulo, destacando la Escritura que el Espíritu Santo es así, concedido a todo creyente (Ro. 5:5; 8:9; 1ª Co. 12:13), únicamente, por la oración del Señor y la buena voluntad del Padre, ambas, a nuestro favor.

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Notemos que, cuando el Señor Jesús pronunció estas palabras, el Espíritu Santo, no había sido aún dado (Jn. 7:39). Expresándonos el versículo, una petición al Padre, ya que, ni aquí ni en ningún otro pasaje del N.T. se registra una oración dirigida al Espíritu Santo mismo. No existiendo en la Palabra de Dios, apoyo escritural alguno para dirigir una petición u oración al Espíritu de Dios, o Espíritu Santo. Lo si correcto, es “orar al Padre” para que el Espíritu obre y se mueva con poder en o entre nosotros. En esta dispensación de la iglesia, el creyente recibe el Espíritu Santo sin pedirlo, al momento de su conversión (Ef. 1:13-14) y esto como resultado de la oración de Cristo, siendo su morada en el creyente, de carácter permanente. Por tanto (Lc. 11:13) no puede ser un principio bíblico para la época actual. También es posible que – en esta circunstancia de la narración – cuando el Señor les enseñó a sus discípulos a pedir el Espíritu Santo, estaba refiriéndose al “poder” del Espíritu para capacitarles y darles fuerzas en Cristo, de lo cual ya les había hablado en los capítulos anteriores (como ser el 6; 9; 10; etc.) de este evangelio. Y, según algunos eruditos, este preconcepto de que el Señor oró por “el ministerio” del Espíritu Santo en la vida de los suyos, más que por la misma tercera persona de la deidad, lo avala el hecho de que en el griego original, este versículo, no dice que “vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo”,

sino que “vuestro Padre celestial dará Espíritu” (sin el artículo “el”), lo cual denota que, no se trata de su persona, sino de sus dones u operaciones a nuestro favor. 2) Jn. 3:5 – “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo (a Nicodemo), que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. - Aclaramos que el Señor Jesús no se estaba refiriendo aquí – como algunos equivocadamente afirman – ni al “bautismo”, ni al “agua literal”, sino a la necesidad de purificación y limpieza espiritual (Ez. 36:24-27). De este modo Cristo hizo referencia al lavamiento del alma que es obrado por el Espíritu Santo (no por el bautismo por agua), a través de la Palabra de Dios (Jn. 15:3), lo cual es un requisito esencial, imprescindible, suficiente y previo, para poder pertenecer a “su rebaño” (Jn. 10:16). Pretender que el Señor se refería aquí a la necesidad del bautismo para la salvación, es erróneo y grave ya que tal presunción es contraria a toda la Biblia. La Palabra es clara en cuanto a que la salvación es únicamente por la fe en el Señor Jesucristo. Siendo “el bautismo” para los que ya han sido salvos, y no un recurso para lograr la salvación. 3) 1ª Co. 12:13 - “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados... y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. - Parafraseando este párrafo del versículo, tendríamos: “fuimos todos bautizados, y fuimos todos llevados a beber”, siendo esta expresión tomada por algunos como indicativa de “La Cena del Señor”. No teniendo, este bautismo del Espíritu, en absoluto, relación alguna con la segunda “ordenanza” del Señor. La interpretación errónea parte de considerar “... y a todos se nos dio a beber” como “beber la copa”, confundiéndose lo que la Escritura expresa exegéticamente como “un acto del pasado y para siempre”, como un hecho repetitivo y continuo. Si de alguna manera quisiéramos introducir alguna palabra para aclarar el versículo, ésta, no sería “copa”, sino “Espíritu”, quedando el versículo en su parte pertinente, así: “... y a todos se nos dio a beber (del Espíritu) de modo que llegásemos a ser un solo Espíritu”. 4) 1ª Co. 15:29 – “De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos? - Si bien este versículo, es uno de los más difíciles e incomprensibles de toda la Biblia, sin embargo, en forma tajante excluye su conexión, tanto con “el bautismo por agua” como con “el bautismo espiritual”. Por tanto, sugerimos, en cuánto a sus diversas interpretaciones y posibles significados, leer el buen comentario que hace D. Felipe Expósito en su libro “Estudio Analítico de 1ª Corintios”; Págs. 424 - 426. Nosotros nos limitaremos a indicar que, sin lugar a dudas, lo que Pablo, también expone aquí, es uno de los argumentos decisivos para probar la “verdad” de la resurrección del Señor Jesucristo. Dando a entender en el pasaje de (1ª Co. 15:12-19,29, 32b) que, bíblicamente, “el bautismo” no enseña que una persona muerta, pueda salvarse por esa acción de otra persona en su favor, ya que “el bautismo” nunca ha tenido parte en la salvación por los que murieron sin ser bautizados, no teniendo esa suposición base bíblica ni histórica. Siendo ésta una práctica de los herejes a partir del siglo II, semejante a lo que hoy día hacen los mormones. - Retomando la idea de lo que pretendemos comentar. Pensamos que el punto de vista de Pablo es afirmar que “si no hay resurrección ni vida después de la muerte ¿por qué, entonces, hay personas

que vienen a Cristo para seguir la misma desesperanza de aquellos que murieron? (1ª Co. 15:1819). Desarrollando a partir de esas afirmaciones y preguntas, “la verdad eterna de la doctrina de la resurrección del Señor Jesucristo”, partiendo de una serie de conclusiones, las cuales usa como razonamiento para llevar en forma progresiva hacía lo absurdo y antiescritural los planteos erróneos que quiere impugnar. Así, partiendo de la equivocada afirmación de que “no hay resurrección de los muertos”, concluye en (1ª Corintios 15), que: 1)

“... tampoco Cristo resucitó” (vs. 13y16)

2)

“... vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (v. 14)

3)

“... somos hallados falsos testigos de Dios” (v. 15)

4)

“... aún estamos en nuestros pecados” (v. 17)

5)

“... también los que durmieron en Cristo perecieron” (v. 18)

6)

“... somos los más dignos de conmiseración (lástima)” (v. 19) – [Es decir, estamos en una condición tan miserable como los que han muerto].

En definitiva, lo que Pablo plantea es que, “si no hay resurrección”, la identificación con Cristo a “novedad de vida”, es un absurdo o una utopía. Así, luego del paréntesis de los (vs. 20 a 28), el apóstol retoma la ilación del tema en el versículo que, nos ocupa, y expone (siguiendo la puntuación que sugieren Bullinger / W.E. Vine): “De otro modo (así las cosas) ¿qué harán los que se bautizan? Es por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan. ¿Por qué, pues, se bautizan por ellos?” (v. 29). Proporcionándonos esta lectura (bíblicamente razonable) del texto, el peldaño que nos permite arribar a la conclusión que Pablo discurre en el (v. 32b): “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos”. De esta manera Pablo denota que la negación de la resurrección blasfema a Cristo, impugna la sana doctrina y menoscaba al creyente, además de reducir el bautismo a una acción vacua, a una farsa sin sentido que conduce a la lógica del fatalismo epicurista (la del filósofo epicuro, que afirmaba que el máximo bien es el placer a través de un refinado, sutil e hipócrita egoísmo). Pero, he aquí, hermano, que ¡Cristo ha resucitado de los muertos!, destruyendo al fatalismo, y abriendo un “nuevo horizonte de esperanza para el corazón del creyente” (1ª Co. 15:42-43, 45, 47, 49-56). “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1ª Co. 15:57). Amén. 5) Efes. 5:25b – 26 y Tit. 3:5 – “... Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra;”... “nos salvó (Dios nuestro salvador), no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. - Ambos pasajes nos declaran la Palabra de Dios, como “el medio” de purificación espiritual (Jn. 17:17). Asegurándonos que este “lavamiento” nos hace santos a los creyentes por la intervención de la Palabra de Dios. Así leemos en Efesios: “habiéndola purificado – a la iglesia – por el

lavamiento del agua por la palabra”, y luego en Tito: “nos salvó – Dios nuestro salvador –, no por obras de justicia... sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración”. Consideremos que “la salvación” trae a los creyentes, limpieza divina del pecado y el regalo de una vida nueva generada por el Espíritu, investida de poder y protegida por él, como hijos propios y herederos de Dios (Tit. 3:7). La frase “y por la renovación en el Espíritu Santo” al final de (Tit. 3:5) significa que él es “el agente” de la regeneración (Ro. 8:2). En definitiva la expresión “habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Ef. 5:26b), no tiene relación alguna con “el bautismo por agua”, sino que significa que las vidas de los creyentes son purificadas al oír las palabras de Cristo y obedecerlas (Jn. 15:3). Así como “la sangre de Cristo” nos purifica una vez para siempre de la culpa y pena del pecado, así también “la Palabra de Dios” nos purifica de la contaminación e impureza del pecado. Enseñándonos estos pasajes que la iglesia de Cristo está siendo permanentemente bañada, no con agua literal, sino con el medio purificador que es la Palabra de Dios. Siendo así, del creyente, el Espíritu Santo: su “agente regenerador”, y la Palabra de Dios: su “instrumento purificador y santificador”. No teniendo estos baños nada que ver con el bautismo, ya que no participan ni tienen ingerencia con una purificación corporal mediante agua, sino con una purificación moral mediante “el Espíritu Santo y la Palabra de Dios”. - Quiera el Señor guiar nuestras mentes y corazones para discernir con amor en Cristo, “el evangelio de las inescrutables riquezas del Señor Jesucristo” (Ef. 3:8). Amén. Momento de Decisión

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