discursos de vivekananda en el parlamento mundial

nosotros el año mismo que su templo fue hecho pedazos por la tiranía romana. Estoy orgulloso de pertenecer a la religión que ha albergado y que aún recoge los ... mañana haya sido la campaña fúnebre de todo fanatismo, toda persecución con la espada o con la pluma, y de todo sentimiento cruel entre las personas ...
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DISCURSOS DE VIVEKANANDA EN EL PARLAMENTO MUNDIAL DE LAS RELIGIONES, CHICAGO 1893 Discurso de bienvenida Hermanos y hermanas de América, Mi corazón se llena de alegría inexpresable al alzarme a la cálida y cordial bienvenida que nos han dado. Les agradezco en nombre de la más antigua orden monástica del mundo; les agradezco en nombre de la madre de las religiones, y les agradezco en nombre de millones y millones de gente hindú de todas las clases y sectas. Gracias, también, a algunos de los conferencistas de esta plataforma, que, al referirse a los delegados del Oriente, les han dicho que estos hombres de naciones lejanas bien podrían atribuirse el honor de llevar a diferentes tierras la idea de tolerancia. Estoy orgulloso de pertenecer a una religión que le ha enseñado al mundo tanto tolerancia como aceptación universal. Nosotros no nada más creemos en la tolerancia universal, sino que aceptamos a todas las religiones como ciertas. Estoy orgulloso de pertenecer a una nación que ha albergado a los perseguidos y los refugiados de todas las religiones y todas las naciones de la tierra. Estoy orgulloso de decirles que hemos recogido en nuestro seno a los restos más puros de los Israelitas, que vinieron al sur de la India y se refugiaron con nosotros el año mismo que su templo fue hecho pedazos por la tiranía romana. Estoy orgulloso de pertenecer a la religión que ha albergado y que aún recoge los vestigios de la grandiosa nación zoroastrista. Les citaré, hermanos , algunas líneas de un himno que recuerdo haber repetido desde mi infancia más temprana, y que es repetido todos los días por millones de seres humanos: “Como los diferentes riachuelos teniendo sus fuentes en diferentes lugares, mezclan sus aguas en el mar, así, Señor, los diferentes caminos que toma la gente por diferentes tendencias, diversas como parezcan, torcidas o rectas, todas llevan a Ti.” La presente convención, que es de las asambleas más augustas que jamás ha habido, es en sí misma una vindicación, una declaración al mundo de la maravillosa doctrina predicada en el Gita: “Quien sea que venga a mí, a través de cualquier forma, lo alcanzaré; todos los hombres batallan por caminos que al final llegan a mí.” El sectarismo, la intolerancia, y su horrible descendiente, el fanatismo, han

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poseído a esta hermosa tierra por mucho tiempo. Han llenado la tierra con violencia, la han empapado una y otra vez con sangre humana, han destruido la civilización y mandado a naciones enteras a la desesperación. De no ser por estos horribles demonios. La sociedad humana estaría mucho más avanzada de lo que está ahora. Pero ha llegado su hora; y espero fervientemente que la que sonó esta mañana haya sido la campaña fúnebre de todo fanatismo, toda persecución con la espada o con la pluma, y de todo sentimiento cruel entre las personas ambulando hacia la misma meta.

Discurso de cierre El Parlamento Mundial de Religiones se ha vuelto un hecho, y el Padre misericordioso ha ayudado a los que trabajaron para hacerlo realidad, y coronado con éxito su trabajo generoso. Doy gracias a las almas nobles cuyos enormes corazones y amor a la verdad soñaron este maravilloso sueño y luego lo realizaron. Agradezco también el derrame liberal de sentimientos que ha derrochado esta plataforma. Doy gracias también a este público iluminado por su gentileza generalizada conmigo y por su apreciación de cada pensamiento que busca eliminar la fricción entre religiones. Algunas notas disonantes se oyeron de cuando en cuando en esta harmonía. Les agradezco también a ellas porque, a través de su fuerte contraste, han hecho la harmonía general más dulce. Mucho se ha dicho sobre el terreno común de la unidad religiosa. No voy ahora a proponer mi propia teoría. Pero si cualquiera de los presentes espera que esta unidad ocurra con el triunfo de alguna religión y la destrucción de las otras, le digo “Hermano, la tuya es una esperanza imposible.” ¿Deseo qué los cristianos se conviertan en hindús? No quiera Dios. ¿Deseo qué el hindú o el budista se convierta en cristiano? No quiera Dios. La semilla está en el suelo, y la tierra y el aire y el agua puestas a su alrededor. ¿Se convierte la semilla en tierra, en aire, o en agua? No. Se convierte en una planta. Se desarrolla por la ley de su propio crecimiento, asimila el aire, la tierra, y el agua, los convierte en materia de planta, crece y se convierte en una planta. El caso de la religión es similar. El cristiano no se convierte en hindú o en budista, ni el hindú o budista en cristiano. Pero cada uno debe asimilar el espíritu de los otros y aún así preservar su individualidad y crecer según su propia ley de

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crecimiento. Si el parlamento de religiones le ha enseñado algo al mundo, es esto: ha demostrado que la santidad, pureza y caridad no son posesiones exclusivas de ninguna iglesia del mundo, y que cada sistema ha producido hombres y mujeres del carácter más excelente. Ante esta evidencia, si cualquiera sueña con la supervivencia exclusiva de su propia religión y la destrucción de las otras, le compadezco desde el fondo de mi corazón, y le señalo que en la bandera de toda religión pronto estará escrito, contra toda resistencia “Ayudar y no luchar,” “Asimilación y no Destrucción,” “Harmonía y Paz y no Disensión.”

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