De Viaje
Texto y Fotos: Belén Sainz Trápaga
Más de 2000 pinturas habitan las calles de Irlanda del Norte en una tradición que data de 100 años. Es el único lugar donde se pinta a la vez como forma de resistencia y en apoyo al gobierno británico. Estuvimos con dos artistas ideológicamente enfrentados por el conflicto, pero que son amigos y trabajan juntos.
Caminar por el Oeste de Belfast es encontrarse con imágenes de niños asesinados por balas de plástico, homenajes a los huelguistas de hambre, frases en gaélico y muestras de solidaridad hacia otras naciones en lucha. Recorrer el Este y otros barrios protestantes implica toparse con retratos de hombres enmascarados portando armas, apoyando a grupos paramilitares, recordando fechas históricas y reivindicando a Oliver Cromwell. Así es como se reflejaron en los muros los 30 años de conflicto entre 1968 y 1998.
Cuando oímos hablar del período The Troubles (Los Disturbios) no se trata solamente de la disputa política con Gran Bretaña por soberanía en el norte de la isla irlandesa. Lo que evocan esas palabras es una etapa oscura, con edificios hechos escombros, olor a bombas de petróleo, familiares en prisión, y el recuerdo de las 3.600 personas que ya no están. Por un lado, los nacionalistas católicos quieren recuperar una Irlanda unida con el sur, la República de Irlanda, como era hasta 1920; por el otro lado, los unionistas protestantes se sienten británicos y quieren que el norte siga perteneciendo al Reino Unido. Las principales organizaciones paramilitares de cada lado, el IRA (Ejército Republicano Irlandés) y el UVF (Fuerza de Voluntarios del Ulster), dejaron la lucha armada a mediados de los ´90, y todos los partidos políticos acordaron un gobierno compartido para Irlanda del Norte. Comenzaba el Proceso de Paz. Desde entonces la violencia ha disminuido, aunque sus habitantes siguen conviviendo con las frecuentes amenazas de bomba, que casi nunca explotan. Y si bien cada vez hay más integración social, aún quedan amplios territorios donde “el otro” no es bienvenido. Belfast es una ciudad dividida por altos muros que separan los barrios de estas dos comunidades. El Este, cruzando el Río Lagan, es una de las zonas de clase trabajadora protestante. Por si las banderas y los cordones de las veredas pintados de rojo, azul y blanco no fueran suficientes, uno de los primeros murales advierte que estás entrando a Loyalist East Belfast. El término “lealista” va más allá del unionista. Quiere decir que son leales a la corona británica y que están dispuestos a defenderla con las armas. Algo parecido a la diferencia entre el nacionalista del Oeste y el republicano, que está más asociado al IRA. Esta comunidad empezó a pintar murales en 1908 para celebrar al Rey William III de Orange, quien llevó el protestantismo en 1690, y a quien recuerdan con un grande y polémico desfile, todos los 12 de julio. Pero en los años de los Troubles sus paredes comenzaron a poblarse de hombres enmascarados portando armas y frases anti católicas en contra de la comunidad irlandesa. Muchos de estos sobreviven hasta hoy, como uno que expresa con desconfianza: “Solo buscamos el derecho elemental implantado en cada hombre: el derecho a defenderse si es atacado”. Aún es posible encontrar a ex miembros del UVF pintando estas consignas.
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Cuando Mark conoció a Danny Devenny se dio cuenta de todo lo que tenían en común, de cuánto y cómo “los disturbios” habían afectado a sus familias. Danny es tal vez el artista más prolífico del lado republicano. Fue voluntario del IRA y ávido lector del Che Guevara. “El Che es muy importante acá, no solo porque su familia era irlandesa, él fue una inspiración revolucionaria”, explica. Danny cuenta que a los jóvenes que querían unirse al IRA se les advertía primero: “Pueden pasarte dos cosas. O te van a matar, o te van a meter preso”.
En los últimos años algunos vecinos participaron de un programa del gobierno para reemplazarlos por otros más positivos. Esto generó una polémica porque si bien había gente cansada de ver estas imágenes que decía que eran negativas para los chicos, también estaban quienes querían estos murales como recordatorio de la historia que habían vivido. Uno de los argumentos del programa era el turismo. Sin embargo, miles de turistas llegan a Belfast para tomar el taxi tour y ver los auténticos rastros del conflicto. Es incierto lo que sucederá si se encuentran en cambio con palomas de la paz, por ejemplo, pintadas por artistas profesionales generalmente ajenos a esa comunidad.
Mark Ervine es un muralista del Este de Belfast, testigo de feroces disturbios, pero que en sus 38 años jamás pintó temáticas paramilitares. “Quiero mostrarte de dónde vengo –invita una tarde, con la ropa salpicada de colores y un cigarro recién armado en los labios- Te voy a llevar a donde pasan todas las “riots”… pero vas a estar a salvo porque vas conmigo”. En un bar tapizado de fotos y memoriales de veteranos paramilitares, cuenta que pinta desde los 6 años. En aquellos tiempos su papá, David Ervine, estaba preso por pertenecer al UVF. Años después se convertiría en el líder del Partido Unionista Progresista (PUP) y haría importantes aportes para el Proceso de Paz. “Los murales son un vehículo ideal para promover ideas, para educar a la comunidad acerca de su historia y su cultura. Yo los uso como un medio para generar debate, para provocar que piensen y encender la chispa de la curiosidad”, explica Mark. Actualmente está pintando imágenes que advierten a los jóvenes acerca de las drogas y el abuso del alcohol, también en contra de la segregación social y la discriminación. “Creo que los murales son un reflejo de la comunidad, de sus esperanzas, sus aspiraciones y sus miedos –reflexiona- y éstos solo van a cambiar cuando cambie su mentalidad”.
Cuando Danny salió de la cárcel, a comienzos de los ´80, sentía que tenía que difundir las condiciones de los presos políticos durante el gobierno de Margaret Thatcher. “Nos dimos cuenta de que los murales eran el medio perfecto porque no costaban nada y estaba lleno de muros blancos en el barrio”, recuerda. Así fue como los 10 hombres que estaban muriendo en huelga de hambre aparecieron pintados en el Oeste de Belfast. El más conocido fue Bobby Sands, cuyo retrato adorna la pared de la oficina del Sinn Féin, partido por el que había sido elegido como miembro del Parlamento. Lo acompaña una frase de sus poesías: “Nuestra venganza será la risa de nuestros hijos”.
Marty Lyons es su compañero habitual. Otro artista muy talentoso que aprendió solo con su pincel. Juntos pintaron mucho para reclamar por la identidad irlandesa, su cultura y su lenguaje oprimido. Antes de salir a la calle hacen una seria investigación sobre los personajes y asuntos de actualidad mundial. Hoy continúan pintando murales para demostrar apoyo a otros conflictos internacionales. “Siempre hemos expresado solidaridad con otras organizaciones que luchan por la libertad, los palestinos siempre estuvieron cerca de nuestro corazón, la campaña de Sudáfrica, el País Vasco, es un terreno común a todos los que estuvimos en problemas. Sentimos lo mismo”, explica Danny. Los republicanos fueron cambiando a través de los años las imágenes del IRA por mensajes anti-imperialistas de actualidad. Es por eso que al entrar a Belfast Oeste hay un gran “Muro Internacional”.
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Unidos por la paz Ahora bien, ¿cómo es que artistas de lados opuestos llegan a pintar juntos? Danny había conocido a David Ervine y sabía que su hijo Mark era muralista. Enseguida notaron que lo que tenían en común residía en la esperanza por la paz, la igualdad, y por un futuro compartido entre las dos comunidades. Hace unos meses, el departamento de Relaciones Comunitarias los convocó para transmitir un mensaje de libertad e integración. El día que toqué la puerta del taller de Danny justo estaban por comenzar: “Me estoy yendo a una reunión con otros artistas para planear un nuevo proyecto, ¿querés venir?”. La “cocina” de este mural resulta ser una mesa con cerca de 10 personas: Ahí está Mark, algunos artistas más, miembros de juventudes de las dos comunidades, un profesor de sociología con libro en mano y todos tiran ideas. En un boceto quedan inscriptos algunos nombres como Frederick Douglass, Nelson Mandela, Bob Marley, Muhammad Ali, Martin Luther King, las Madres de El Salvador, que si Obama tiene que estar, que no tiene que estar, entre otros temas. Se seleccionan algunas frases y se reúnen las imágenes de las personas a representar. “Mañana a las 10 empezamos, ¿querés venir?” Un chico de Shankill Road (barrio protestante) y algunas adolescentes de Falls Road (barrio católico) se conocen ahí, ayudando a pintar algunas partes del mural. Se ríen, se pintan la cara, ven que no son distintos. El día es frío y Marty ofrece guantes y gorritos. La mejor forma de conocer a estos artistas/activistas es aceptar el pincel y compartir la jornada: escuchar anécdotas, desentrañar su humor, contagiarse su acento, y cuando cae la lluvia desarmar los andamios y salir corriendo al bar, con la pintura entre los dedos, para tomar una cerveza a las 5 de la tarde.
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Día tras día, las caras en la pared van tomando forma. Todas transmiten una lucha: la esclavitud, el racismo, la resistencia aborigen, la tolerancia religiosa, los derechos de la mujer, la identidad y la justicia. Cada mural refleja las inquietudes sociales de un momento de la Historia. Éste es tan solo uno, pero no uno cualquiera. Es uno pintado por protagonistas de los dos lados del conflicto, juntos. Y el lugar elegido tampoco es cualquiera. Está justo en el límite que separa un barrio católico de uno protestante, al lado de un gran portón que aun cierra la calle todas las noches para evitar disturbios. Ese mismo que algún día ya no tendrá que estar.
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