Cultura e ideología en los orígenes de Carlos V - Order of Malta

este rechazo se deriva de los retrasos acumulados en el plano de la historia intelectual de los siglos XIV y XV. Lo que le faltaba a la España del siglo XVI era ...
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Cultura e ideología en los orígenes de Carlos V De la revista Peregrinationes II, publicación de Accademia Internazionale Melitense

Luis de Llera Universidad de Génova Como español de sangre, nacido y crecido en su historia cultural y en medio del fluir de una tradición renovada pero permanente, y como italiano recrecido en sus ciudades y universidades, desde las situadas en el milanesado hasta las ubicadas en el Reino de las Dos Sicilias, siento que soy deudor de la obra política, cultural e ideológico-religiosa del gran emperador Carlos V. Creo que también lo sería si mis cimientos vitales se encontrasen en los Países Bajos, o aquí en Malta, isla vigía y vigilante de tanta historia, grabados en sus tierras y en sus costas los hechos y los pensares de inumerables centurias provenientes de las dos orillas del Mediterráneo. Si se me permite una analogía diría que así como los europeos no podrán olvidar nunca la cultura, la legislación, la fuerza estructurante y unificadora del Imperio Romano, tampoco podrán olvidar el doble proceso de unificación europea y, paradójicamente, de acentuación de las distintas naciones (o nacionalidades) de Europa. Pues bien: unidad y diversidad, imperio y estados independientes deben mucho a la evolución fáctica de la idea imperial del gran Carlos V. La Europa de hoy, orgullosa de sus tradiciones, agrupada en torno a un proyecto común que va más allá de lo puramente económico, cuenta entre sus precedentes con la obra de los primeros años de la política imperial, especialmente los comprendidos entre 1517-37. Dos décadas inolvidables y casi mágicas que se concretaron en el imperio mayor de la Edad Moderna: Europa y América, el viejo y el nuevo mundo unidos bajo el mismo cetro, bajo la misma idea y también participando de idéntica crisis. Crisis, sí, indisolublemente engarzada a la idea de imperio, pues los proyectos no siempre caminaron paralelos con las realidades, con los éxitos del gigante borgoñón. Los hechos, repetimos, no coincidieron con el proyecto de Carlos V. Por un lado-tesis defendida recientemente por Philippe Erlanger- no resulta fácil verificar si el emperador tuvo pretensiones hasta 1530 de aumentar los territorios de Borgoña, supeditando a esa corona los otros reinos heredados, y si a partir de esa fecha y hasta 1554 abrigó la esperanza de un imperio universal. 1

Tampoco creemos apostar en modo total, a pesar de los origenes de quien escribe, por un Carlos V que, desilusionado del Imperio e, incluso, de sus mismos territorios paternos, hubiese reconocido en Castilla el embrión y el centro del proyecto imperial2. Lo que en cambio queremos subrayar es que el imperio de Carlos V, sobre todo en su primera época, consiguió factualmente - las intenciones las dejamos a los psicohistoriadores - limitar más los confines de la Europa occidental y proporcionar a los pobladores del continente conciencia explícita de pertenecer, a pesar de todas las diferencias ideológicas y nacionales, a una cultura, a una geografía común. La oposición tenaz a las invasiones turcas, utilizando soldados provenientes de numerosos estados del continente, así como las nuevas conquistas en la inmensa América, desde el Yucatán a la Florida, las defensas de las costas africanas con las conocidas operaciones contra Argel y Túnez, ayudaron a delimitar los perfiles geográficos del continente y la idea de pertenecer a una civilización diferente y, desde luego, más culta, más rica y polifacética, no obstante los elogios que los arabistas puedan hacer a la civilización árabe en cantidad temporal, espacio vital y calidad y sutileza cultural. El emperador, no obstante la fuerza de voluntad por sacar adelante la idea de Europa, encontró entre 1537-39 serias dificultades que lo empujarían al desánimo y a la depresión. La Europa imperial era también la de la afirmación de las nacionalidades. La Inglaterra anglicana se aparta cada vez más del continente; la cristianísima Francia proyecta alianzas con el sultán turco para impedir la primacía de Carlos V, y con un sultán que ocupa ya parte de Europa y sigue amenazando la otra. En Alemania los luteranos se compactan y refuerzan a pesar de la liga católica preparada por don Fernando, hermano del emperador. Quizás Carlos V no se daba cuenta de que su ideal europeo, grandioso y en los orígenes de la conciencia europea actual, además de piedra inamovible para comprender nuestra historia y la de los progresos hacia la integración continental, tenía límites intrínsecos; algunos hundían sus raíces en la tradición y en los ideales medievales, otros se asemejaban en su modernidad a los pretendidos egoísmos de Francia, Inglaterra y Alemania. Me explico: la idea imperial de unidad europea bajo una misma fe e idéntica autoridad temporal no resultaba totalmente innovativa respecto a las concepciones medievales. Por supuesto las circunstancias se presentaban muy diferentes. Europa en la aurora de la Edad Moderna había evolucionado con rasgos muy propios de su época y, por tal, inconciliables evidentemente con los de la Edad Media. Sin embargo mucho quedaba aún de ella; sobre todo la imagen de un imperio católico unificado por una misma fe y un mismo proyecto. Y

además, decíamos, los límites intrínsecos a la humanidad de Carlos V, borgoñón de nacimiento y crianza y con el tiempo cada vez más inclinado a Castilla; es decir un emperador que a parte de tal se sentía rey de España y de Flandes, o, mejor, de Flandes y de España. No obstante, y a pesar de las simpatías mayores a favor de algunas áreas del imperio sobre otras, no cabe duda de que la biografía de don Carlos, y sus continuos viajes, lo distancian de otros soberanos de la Edad Moderna, como Enrique VIII de Inglaterra, Francisco I de Francia o de su mismo hijo Felipe II. 3 Su carácter, en fin, tiene que ser tomado en cuenta a la hora del balance final acerca de su idea imperial y de sus resultados. No cabe duda de que don Carlos sufrió depresiones evidentes4, desánimos inexplicables y desilusiones paralizantes, junto a, y es verdad también, una voluntad de hierro y a un sentido de la obligación como pocos monarcas de su tiempo, más dados, como buenos ejemplares del Renacimiento, a las fiestas y a las diversiones. A los 25 años comentó que se sentía ya viejo para gobernar. Pudo ser el desahogo de un momento, pero en 1537 era aún muy joven para desilusionarse siendo todavía el dueño de los dominios más extensos que hasta entoces civilización humana había conocido. Dos años más tarde (1539) cuando el 1 de mayo la emperatriz moría después de haber dado a la luz, muerto, a su quinto hijo, don Carlos no sólo se encierra en el convento de San Gerónimo de Lisla, cerca de Toledo, sino que sería acosado por los males del alma, en este caso bajo la tentación de abandonarlo todo5. Cuando el deber le obliga de nuevo a cargar con la resposabilidad imperial , Carlos V es un anciano prematuro, sofocado por la gota y por los dolores. A partir de ahora vestirá siempre de negro, espejo de los males del cuerpo y del espíritu. Carlos V y el primer Renacimiento Durante los primeros años del imperio se despertó en Europa un movimiento cultural, el Humanismo o Renacimiento, del que participaron, con sus ricas particularidades, las naciones del continente. Movimiento que significó, entre otras cosas, un cambio radical de perspectiva en todos los campos del ser y del quehacer y, por supuesto, del saber. La teología, la filosofía, la literatura, la filología y las ciencias se transformaron en la intensa dialéctica de cambio de siglo, en la conciencia de una nueva era superadora de la Edad Media, y en una dialéctica ideológica, que se extendió a la política y a la religión, entre Reforma y Contrarreforma6. La Europa de 1517-37 tiene ya planteados los problemas ideológicos de toda la era imperial, pero sin embargo Carlos V, en líneas generales y dependiendo mucho de los consejeros de turno y del Papa reinante, se muestra más tolerante, más conciliador ideológicamente y menos súcube de los problemas caracteriales.

Como ha escrito Pierre Chaunu, modificando de un lustro las fechas propuestas por nosostros, "entre 1532 y 1560 España rehusó la via media que había seducido durante quince años, de 1517 a 1532, a una fracción de élites [...]. De un modo algo más simplista, cabrá decir que la sociedad de los estatutos de pureza de sangre impuso su ideología a la élite en un movimiento de abajo arriba. Sería también exacto constatar que la raíz de este rechazo se deriva de los retrasos acumulados en el plano de la historia intelectual de los siglos XIV y XV. Lo que le faltaba a la España del siglo XVI era una parte de la lenta maduración que preparaba, al nivel de la evolución del pensamiento escolástico, las rupturas y los rebosamientos del periodo XV-XVI, en Italia primero y en la Europa del Norte a continuación [...]. De todos modos el rechazo no se produjo hasta después de una amplia aceptación"7. Hemos elegido los primeros 20 años del Imperio, aun a sabiendas de que el período posterior fue más determinante para los destinos de las naciones y, por supuesto, más rico de acontecimientos; existe un motivo: me refiero a que hasta esa fecha Carlos V se muestra más universal, menos hispanizado y más abierto a las nuevas culturas que la Edad Moderna empieza a consolidar. En fin, 1517 ya plantea dos de los grandes problemas ideológico-políticos del Imperio: el luteranismo como ruptura interna de la Europa católica y el fuerte avance de los turcos que, desde el exterior, amenazaron esa misma unidad. El luteranismo culmina en cierto modo un proceso de reforma religiosa iniciada en Europa años antes y que será el eje teológico-cultural alrededor del cual girarán las preocupaciones de Carlos V y de la Europa fiel a la ortodoxia definida más tarde en el Concilio de Trento. Por su parte el peligro turco hará coincidir los intereses de España con la idea imperial8. El Renacimiento tomó fuerza en España con posterioridad a Francia, y, por supuesto, a Italia y a otros países del Imperio. No es éste el lugar adecuado para explicaciones pormenorizadas, pero sí podemos aludir, en el campo del pensamiento, a la débil escolástica del siglo XIII. La labor de los traductores españoles sirvió a las grandes polémicas de la Sorbona entre averroístas y tomistas, pero la filosofía española no supo capitalizar el esfuerzo realizado en Toledo9. Por otra parte España recibió débilmente la influencia del inglés Guillermo de Occam (1295-1350), privando a la península de una gnoseología intimista que dejaba atrás, superándola o no, el racionalismo tomista o neoaristotélico10. Igual habría que decir del alemán Eckart (1260-1320), denunciado y perseguido por la inquisición romana, acusado de predicar en lengua vulgar doctrinas contrarias o peligrosas para la fe. En 1329 fueron condenadas 18 proposiciones. Las dudas sobre su inocencia doctrinal siguen en pie hoy como ayer. Hay dos hechos de su producción que quisiéramos destacar. Parece ser que El libro del consuelo divino lo escribió para la reina de Hungría, hija del rey Alberto y

esposa de Andrés III que estaba en relación con el círculo de los místicos. "El hecho de que el maestro Eckhart [sic] dedique a la alta dama una obra de tan difícil comprensión nos habla del alto nivel espiritual que se había logrado en aquella época"11. Hay otro hecho importante que resaltar, junto con la afirmación de una cultura de élite de la época pre-imperial en Europa, y es de tipo más teológico-filosófico. Nos referimos a la plataforma conceptual y cognoscitiva que el pensamiento de Eckart prepara para los futuros desarrollos del misticismo en todos los campos del saber humano. Muchos de sus pasajes sobre el Corpus Christi mysticus se prestaron a interpretaciones teístas, panteístas y ontologistas. La igualdad entre naturaleza divina y humana, el hecho de que la existencia de las criaturas dependa exclusivamente de Dios y, por tal, deseen la vuelta al origen de lo creado, constituían problemas de difícil solución para la tradicional explicación de la creación del mundo. De aquí que su filosofía se aparte en este punto de la ideología del futuro Renacimiento donde el teocentrismo dará en cierto modo paso al antropocentrismo12. Sin embargo la exaltación del alma y de sus capacidades cognitivas - más allá del orden racional - resultarán elementos válidos para el erasmismo y para las corrientes místicas o mistificantes del Renacimiento español y europeo. El platonismo de Eckart, que proclama la existencia de ideas superiores al mundo y procedentes del Verbo, lo acercan también al neoplatonismo italiano y alemán. Estos factores culturales unidos a los del aislamiento político durante los últimos años de la Edad Media retrasaron la explosión del Renacimiento en España, pero no impidieron que ya durante los dos decenios imperiales aquí considerados estallase en toda su magnificencia13. Al finalizar el siglo XV las cortes renacentistas de Mantua, Milán, Florencia resplandecen como la del Papa en Roma y como la de la ciudad de la cuna imperial, Gante, centro urbano en puja permanente por su comercio y por sus tesoros artísticos. "Estamos en el corazón de la sociedad más refinada de la Europa nórdica, que está viviendo aún los últimos años del siglo XV [...] Eran tiempos nuevos, una época distinta [...] Muchos leían ya - gran maravilla - los libros impresos, gracias al invento de Gutenberg [...] Otros signos hablaban de mutaciones profundas"14. Los libros de caballería aumentaban la imaginación y los deseos de nuevas fronteras y descubrimientos. Se empezaba a creer más en la astrología que en la astronomía, en la alquimia más que en la química. La confianza en la iglesia de Alejandro VI disminuía. Muchos defendían al fraile Savonarola por haber denunciado los pecados de Roma. En las artes destacaba Signorelli y se anunciaba el genio insuperable de Leonardo da Vinci. Los sueños de Colón se habían convertido en

realidad. Un mundo inmenso se abría a las ambiciones políticas y a las intenciones religiosas. En esas circunstancias vivía Europa cuando en 1500 nacía el futuro emperador. Formación flamenca, con algún profesor español, ya en 1517 el encuentro con Castilla y con los demás reinos de la península, para pasar después a ocuparse de la elección imperial en el corazón de Europa. Pues bien, esa Europa de don Carlos que empieza a formarse en 1517 y termina alrededor de 1537, a pesar del luteranismo, de los choques dogmáticos y de los peligros exteriores, concedió a la cultura y al pensamiento una libertad de expresión superior a la que conocería el continente durante todo el resto del siglo XVI y XVII. Tomaremos como ejemplo a España por descubrirse en aquellos inicios de XVI, quizás, la fuerza motriz más importante del Imperio. La reforma ideológica y religiosa: Cisneros Para esa fecha la reforma del clero regular y secular tomaba pie gracias a la actuación del cardenal Cisneros. La actuación del cardenal determinó en buena parte los preparativos de esa España a caballo entre el siglo XV y XVI, capaz de crear los fundamentos de la Reforma y de la Contrarreforma en campo religioso-político, y del Humanismo y del Renacimiento en el cultural. Son hechos sabidos pero imprescindibles para comprender, al menos en parte, el milagro español del siglo XVI. Hay acontecimientos en la historia casi imposibles de encasillar o de esclarecer, en parte por la dificultad de la trasversalidad de las concausas y en parte, quizás, también por la acción providencial que actúa, para no alterar regularmente la libertad humana, cuando encuentra el camino preparado, para que se produzca la acción conjunta que, siendo toda Suya, comparte en la cotidianidad del fluir histórico Dios con los hombres15. Ya desde 1484 Cisneros se había ido incorporando espiritualmente a la reforma del clero y de la Iglesia española al ingresar en la Orden de los Franciscanos Observantes, entregándose a la meditación y a la purificación interior. En 1492 se produce un cambio de ruta importante en su vida cuando Isabel la Católica lo nombra su confesor, convirtiéndolo, a su pesar, en un verdadero cortesano. Dos años después el gran salto en la jerarquía del catolicismo: arzobispo de Toledo en 1495. El Papa Alejandro VI lo exhorta a emprender con fuerza la reforma del clero regular y secular, mediante visitas pastorales y convocación de sínodos, convirtiéndolo en un auténtico reformista, anticipador de la Contrarreforma y del mismo Concilio de Trento. No obstante, y a pesar de su participación en la Inquisición, el famoso cardenal no quedó atado por los brazos de la intolerancia cultural, pues en modo diferente no hubiera llegado a alcanzar la talla de gran humanista. Como ha escrito G.

Fraile, "el espíritu reformista y ecléctico de Cisneros se revela en la fundación de tres cátedras de teología, conformes a las tres vías de aquel tiempo: una de Santo Tomás, cuyo primer regente fue Pedro Ciruelo; otra de Escoto, encomendada al P. Clemente Rodríguez, y otra de nominales, cuyo primer regente fue el maestro Gonzalo Gil"16. La amplitud de miras culturales la demostró también financiando numerosas traducciones de San Buenaventura y de San Agustín, así como la Vita Christi de L. de Sajonia. Resultó la fundación de la universidad de Alcalá (1508) su obra cultural de mayor alcance, en cuanto rival y, al mismo tiempo, complemento de la de Salamanca, esfuerzo, si cabe, superior al de preparación y publicación (1517) de la llamada Biblia Complutense, culmen de los trabajos de traducción y erudición de la época. Su espíritu independiente se hizo patente ya en juventud, por ejemplo, contraponiéndose al arzobispo Carrillo. Actitud que pagó con varios años de cárcel. Sus dotes reformistas las reconoce un intelectual laico de la talla de Alberto Jiménez Frau: "Jiménez [Cisneros] reunía en grado máximo todas las virtudes de un reformador y, apoyado por la reina, logró mejorar en tan alto grado la moral y la disciplina monásticas que los pasados abusos fueron olvidados ante la ejemplaridad de la nueva conducta". En cuanto a la finalidad de la nueva universidad prosigue así el famoso institucionalista y director de la Residencia de Estudiantes: "No trataba Jiménez de crear una nueva universidad que hiciera competencia a la de Salamanca, donde él mismo había hecho sus estudios. La nueva universidad tenía un carácter esencialmente eclesiástico y venía a llenar una función muy importante según la mente del reformador: levantar el nivel espiritual y cultural del clero regular y secular español, mediante un organismo completo de enseñanza elemental y superior17. Cuando la Universidad de Salamanca quiso impedir, por normales celos académicos, la nueva fundación universitaria, Cisneros replicó que dejaría los estudios jurídicos a la ciudad del Tormes, pero no la exclusiva de los teológicos, religiosos y filosóficos. El peso concedido al escotismo, en alternativa - no en contraposición - al tomismo y al estudio de las lenguas clásicas y semíticas ejemplifica el humanismo de Cisneros y de la universidad de Alcalá. Como en tiempos de Alfonso X el Sabio, el gran rey tolerante de nuestra Edad Media, volvieron a trabajar juntas razas diferentes. Entre los traductores de la Biblia al latín emergía la figura de los hermanos Vergara. Pues bien, uno de ellos, Juan, tuvo relaciones de amistad, a parte de coincidencias ideológicas, con Erasmo, terminando en las cárceles de la Inquisición después de la muerte de Cisneros. Desgraciadamente las relaciones entre el gran emperador Carlos V y Cisneros dan un resultado más bien negativo. El cardenal, a la muerte de Fernando el Católico en 1516, tomó la regencia de Castilla y de Aragón, a

pesar de vivir aún doña Juana, madre del futuro emperador, y el hermano de don Carlos, el infante Fernando. Sin embargo los esfuerzos y los éxitos políticos de Cisneros no obtuvieron la recompensa, ni el agradecimiento del emperador, pues "una vez en Castilla, el cortejo regio demora la entrevista con Cisneros. Era una táctica política, impuesta posiblemente más por el castellano Mota, obispo de Badajoz, que por el flamenco Chièvres. Ante la grandeza de Cisneros, Mota temía que sus servicios se eclipsasen. Y así aquel rey, que no había dejado de ser un adolescente, escribió la carta que relegaba a Cisneros a segundo plano; cierto que el anciano cardenal, que agonizaba en la villa de Roa, no llegó a leerla, gracias al cuidado que pusieron en evitarle tal pena sus más fieles colaboradores, como el obispo de Ávila. Por otra parte, no era la afrenta al cardenal lo que andaba en juego, sino a la vieja España, heredera del testamento de los Reyes Católicos. Eso fue lo que no supieron valorar ni Chièvres, ni Mota, cuando dejaron en Roa a Cisneros, sin empujar a Carlos a que lo visitase en su lecho de muerte"18. La España de Cisneros estaba echando los cimientos para la obra que completaría el nieto de los Reyes Católicos. La unidad de los reinos paralela a la explosión cultural prepararon el trampolín a don Carlos, fusionándose la cultura flamenca y centroeuropea de Erasmo con la mediterránea de Cisneros. La unión resultó reforzativa para ambos, y el milagro se produjo en los lugares que fueron testigos de la fusión entre lo meridional y lo septentrional,como en España y, por supuesto, también aquí en Malta. A los orígenes de la Reforma A pesar del retraso español hacia 1500 nuevas inquietudes religiosas, fruto del nuevo espíritu, habían hecho su aparición. Los historiadores, unánimes, destacan tres corrientes religiosas, que en aquellos tiempos, por la falta nítida de fronteras, resultaban ideológicas e incluso, y en ciertos casos, políticas y sociales: "El alumbradismo entre los devotos, el erasmismo entre los intelectuales y el luteranismo entre los eruditos pertenecientes al clero, a profesiones liberales y a la clase media. Las tres corrientes surgieron con el mejor deseo de despabilar la vida cristiana de su medieval rutina; las tres tuvieron la pretensión de promover una reforma más o menos universal en la Iglesia y las tres tropezaron con la tenaz resistencia de la estructura tradicional, de algún modo encarnada por la inquisición española. La Iglesia tomó en sus manos las riendas de la inmediata acción pastoral, sustituyendo con un programa, no siempre ni radicalmente contrario, los propósitos y los fines de aquellos tres movimientos19". El movimiento de los alumbrados hizo su aparición más o menos alrededor de 1519 en la zona de Castilla la Nueva. Dejaron poco escrito20,

por lo que resultan difíciles o imposibles los análisis dogmáticos o filosófico-culturales. La difusión reducida del movimiento contrasta, al menos aparentemente, con la gran preocupación de la Inquisición española que en 1525 publicó un Edicto de Fe donde se condenaban 47 proposiciones. Probablemente el artículo del Santo Oficio en fecha tan prematura, es decir mucho antes de la oposición al luteranismo, incluso al erasmismo, parece tener sus causas en el miedo a una difusión y a las inevitables conclusiones que podía causar la actuación de la reforma española, iniciada antes por Cisneros. En efecto, algunos de los alumbrados no sólo fueron hombres religiosos sino que además salieron indemnes de los procesos inquisitoriales. En cierto sentido respondían a la reforma del cardenal de Toledo acerca de una mayor espiritualidad y religiosidad de la Iglesia española. Alumbrado quiere decir iluminado por Dios a través de una oración mental e interior que espera en quietud la aparición de signos sobrenaturales, prestando poca atención a los medios normales de santificación proclamados por la Iglesia, en especial modo la oración vocal y los actos litúrgicos. Sin embargo el problema de fondo parecía radicar en que algunos alumbrados declaraban el contacto directo con Dios Padre sin la mediación de la segunda persona encarnada. Por otra parte los raptos, éxtasis y otras experiencias de santidad o misticismo hacían temer la influencia del diablo como padre de la mentira, del engaño. Además la pretendida presencia real de la divinidad en el alma creaba sospechas de ontologismo, es decir, que el conocimiento humano estaba seguro de su sabiduría gracias a tal tipo de presencia, no considerando, pues, necesaria la mediación de la Iglesia y de sus pastores. El problema de fondo es la separación de una tendencia natural en la Iglesia, el recogimiento piadoso, con una desviación, el abandono, que, como decíamos, prescinde de la autoridad de la Iglesia, de su mediación entre Dios y el hombre, siguiendo la vida y la acción de Cristo. Por aquellas fechas llegaba la noticia de la reforma luterana, de la ruptura con Roma. Ahí se concretaba el mayor peligro para los inquisidores. Difícil distinguir la ortodoxia de la heterodoxia, la piedad intensa de la reforma de los desvíos conscientes o causados por la ignorancia. Piénsese en Pedro de Osma, profesor de Nebrija, que defiende, con la Biblia en la mano, la procedencia humana - y no divina - del sacramento de la penitencia. "Habría que esperar hasta Trento para hallar una respuesta salvadora de la tradición. El tiempo de la reforma propone dos soluciones equivalentes: la Escritura sola y una concepción evolutiva, dinámica, creadora de una Revelación confiada, a partir de la Escritura, al cuerpo de la Iglesia.

Recuérdese, sin embargo, que es la concepción católica la que es nueva, paradójicamente, al rebasar el pasado; la concepción protestante es tradicional, aunque en la práctica estuviera destinada a convertirse, más que la concepción católica, en introductora de novedades. Osma sería llamado al orden en 1478. Entre Lutero y Erasmo La tendencia hacia una piedad menos popular y, por tal, menos gestual no se debe sólo a Erasmo y al erasmismo. En España, por motivos trasversales, se estaba llegando a un tipo de espiritualidad parecida a la erasmista, donde la teología por falta de filosofía, dejaba su puesto al derecho, confiando la interioridad al espíritu religioso. En este sentido Alcalá representó por una parte la base de los debates de escuelas, pero conservando la teología y la ortodoxia en el centro de la vida espiritual. Por eso Cisneros precede a Trento y por el mismo motivo a veces lo moderno es tradicional y viceversa. Los ecos de Savonarola, y, a través de él, de Pico de la Mirandola, llegaron a España. Por su parte la Inquisición no pudo controlar una ebullición espiritual de raigambre y evolución también hispana. "España tuvo sus llamadas de milenarismo y 1512 fue uno de los años de prueba. Tuvo sus profetas: el misterioso fray Melchor, Juan de Cazalla, sor María de Santo Domingo, beata de la Orden Tercera Dominicana. Marcel Bataillon ve en estas manifestaciones un tanto confusas de los últimos años del reinado de Fernando V, a los que se mezclan los medios judíocristianos, el punto de partida de la corriente iluminista, es decir, ese misticismo heterodoxo que constituye una de las características de la vida religiosa española bajo el reinado de Carlos V. Tales eran las estructuras de recepción de la vida espiritual española cuando, junto con el príncipe extranjero, se produjo en 1517 la llegada de un conjunto jamás igualado de corrientes y de influencias exteriores21". Entre ellas, la principal, por lo menos por calidad, resultó ser la de Erasmo, sin que tal pensamiento superase en precisión al de los ambientes selectos de la España de Cisneros y de Carlos V. Por ejemplo la Biblia Políglota de Alcalá resulta un trabajo filológica y teológicamente de una categoría insuperable en España y en Europa. La superioridad de Erasmo no se refiere, pues, ni a la mayor erudición ni a la superior precisión teológica. Su fama se debe a la novedad y a la influencia ejercida en una España preparada para recibirle. Por paradójico que pueda parecer en ciertas corrientes historiográficas la primera invitación de Erasmo en la península la recibió de Cisneros poco antes de la muerte del cardenal, para que fuese a enseñar a Alcalá. El humanista no retuvo atrayente lo que se hacía en la Complutense. Por otra parte el primado de Toledo no era el único personaje importante en la península atraído por el Novum instrumentum. "Erasmo podía contar con el apoyo incondicional del emperador y los personajes más influyentes de la corte

y la jerarquía eclesiástica: el canciller Gattinara, el arzobispo de Compostela, don Alonso de Fonseca, el obispo de Palencia, don Pedro Ruiz de la Mota, el inquisidor general, don Alonso de Manrique, etc."22. Sus obras se tradujeron a la lengua vulgar, gozando de mayor éxito el Enchiridion, traducido con el subtítulo del Manual del caballero cristiano (1526). Quizás el período de mayor apogeo fueron los años siguientes, hasta 1532-34, con El triunfo de la locura. Su teología cristológica, fruto de la reforma cristiana, influyó en toda la literatura religiosa del Renacimiento español: Juan de Ávila, fray Luis de León, fray Luis de Granada, Luis Vives y, ¿por qué no?, San Juan de la Cruz. Quisiéramos apuntar para evitar equívocos que la afirmación del erasmismo no implicó siempre desviaciones heterodoxas y precedentes al luteranismo. El verdadero significado hay que buscarlo en una amplitud de puntos de vista capaces de unificar el clasicismo con las novedades de la Edad Moderna, superando definitivamente los modelos de la última Edad Media. Lógicamente estas novedades produjeron escándalo precisamente allí donde las cuestiones teológicas y filosóficas gozaban de mayor consideración: Alcalá. En efecto, en 1519 Diego López de Zúñiga publicó Annotationes contra Erasmus in defesionem translationis novis testamenti (1519). "Apenas llegada a Alcalá la edición grecolatina del Nuevo Testamento, hecha por Erasmo, López de Zúñiga hizo alarde de despreciar la obra admirada por todos, y de asombrarse de verla en manos de Jiménez. Muerto éste, Zúñiga publicó sus opúsculos contra Lefevre, traductor de San Pablo, y Erasmo, editor e intérprete del Nuevo Testamento. La participación de López de Zúñiga en los trabajos de la Biblia Políglota le permitió juzgar el trabajo exegético de Erasmo, y su voz de apasionado adversario y de exaltado patriota despreciador de la ciencia de los hombres del Norte, la elevaba estridente contra el Sabio de Rotterdam, contrastando con el silencio que guardaba Nebrija y el comendador Griego, verdaderos maestros complutenses"23. Además de orgullo nacional existían luchas entre teólogos puros y escrituristas, que basaban sus conocimientos en un estudio directo de la Biblia y de las Sagradas Escrituras y como utensilios el aprendizaje de las lenguas y de las artes. Todas estas contraposiciones trasversales o verticales entre las diferentes escuelas de teología, entre los escrituristas y los canonistas ejemplifican el ambiente de contraste, libertad y reforma de la cultura en los territorios carolingios. Por ejemplo en Alcalá los escrituristas y los teólogos eclécticos fueron por lo general favorables a Erasmo; no así los teólogos puros y los juristas de Valladolid y Salamanca. Pero a estas razones se mezclaron las políticas, los grupos de poder entre Gattinara y Cobos, entre fieles al emperador y simpatizantes de los Comuneros de Castilla. Contra Erasmo dictaron sentencias críticas

Francisco de Vitoria, Alonso de Córdoba, Bernardino Vázquez de Oropesa (todos profesores en la ciudad del Tormes). "El revuelo producido por sus doctrinas fue causa de que el inquisidor general Alonso Manrique convocara en 1527 las juntas de Valladolid, a las que asistieron 29 teólogos, entre ellos Francisco de Vitoria"24. Como escribe R. García Cárcel, demostrando la influencia y el atractivo del humanista nórdico en España: "El inquisidor Manrique decidió suspender las sesiones de la congregación librando así a Erasmo de las provisiones adversas que le hubieran venido encima"25. No cabe duda de que la difusión de Erasmo contribuyó a crear un ambiente de libertad frente a la autoridad y a la tradición, pero también representa una llamada a la religiosidad auténtica, en un momento de contrastes donde la profanización de la vida, empezando por la Ciudad Eterna, era cada vez más una realidad. Como escribió el filósofo catalán Joaquín Xirau, en esta época coinciden la Roma papal y las herejías más extremadas. "Lo sagrado tiende a disolverse en lo profano. Es la afirmación de la vitalidad frente a todos los valores que tienden a coartarla. La belleza y la vida se sobreponen a la conciencia moral y religiosa, el ímpetu de las fuerzas espontáneas rompen la valla de la ley. La espontaneidad de la vida se expande en la luz de la razón y en el esplendor del arte. Frente a Italia se levanta el Norte. En el ejercicio de la libertad funda su protesta. A la espontaneidad vital, a la razón y a la sensibilidad dependientes y despreocupadas es preciso oponer los imperativos sagrados de la conciencia moral y religiosa, a la Roma pagana, la pureza de la vida cristiana. Mediante el contacto directo con la palabra divina revelada en los libros sagrados la conciencia humana, independiente y libre, entra en contacto con Dios"26. Notas 1

Según Philippe Erlanger hacia 1537 Carlos V se concentró en organizar los territorios españoles, dejando por el momento las tierras movedizas de Italia, acechantes de conflictos demasiado entrecruzados. El segundo paso sería la coronación imperial en Roma y, finalmente, someter a los príncipes alemanes. Efectivamente el César providencialista seguía manteniendo su vitalidad en lo íntimo de sus entrañas, pero un mayor sentido de la realidad lo había aprendido de las circunstancias y de las ilusiones del pasado. "El espíritu de aventura no desapareció, pero cesó de poner su marca en el gobierno. Fue creada una policía, la justicia fue administrada según unas reglas fijas, garantizando una especie de seguridad hasta entonces desconocida. El bandidaje, que era una institución, desapareció casi completamente, las familias nobles tuvieron

que renunciar a sus tradicionales vendetas. La Inquisición conservó su temible poder, sin por eso entorpercer el del rey, como iba a producirse más tarde" (Carlos V, Madrid, Ediciones Palabra, 1999, p.120; traducción de la edición francesa de 1980 a cargo de Librairie Academique Penin). Sin embargo el esfuerzo de los imperiales chocaba con su propia grandeza. Los ideales resultaban demasiado para unas finanzas en crisis y permanentemente insuficientes. Se sucedieron los éxitos a los fracasos, pero con la idea de fondo de que el César de Europa era él, a pesar de Francisco I, del sultán turco, de los protestantes alemanes, de las oposiciones internas en España y los Países Bajos, del avispero italiano, de los celos de sus consejeros y de una Iglesia que alternaba la admiración por emperador creyente con una rabia no menor contra el nuevo jefe de Occidente; es decir, a la mano derecha de la providencia divina en la Tierra, en el campo político y, cuando convenía, en el religioso. Pero efectivamente en 1537 la situación empeoró. "Todo iba mal. Un informe de Held anunciaba el completo fracaso de su misión en Alemania. El sultán, que estaba detenido hasta entonces militarmente, podía volver a emprender la ofensiva, había perturbaciones en Flandes, los protestantes se negaban a asistir al concilio porque iba a celebrarse en Italia, y, sobre todo, las arcas estaban, una vez más, vacías, aunque Pizarro había encontrado montones de oro en los Incas. Se había tenido que proceder a una devaluación, el ducado español fue sustituido por la corona, que contenía el 11% menos de oro y el Tesoro no permitía contratar ni un solo mercenario. En cuanto a los bancos, que seguían prestando por miedo a que una bancarrota les hiciera perder sus créditos anteriores, estaban esta vez reticentes [PE, op cit, p 130] 2 El emperador llegó por primera vez a España en 1517. Al año siguiente muere el gran canciller Sauvaje que será sustituido por Mercurino di Gattinara mientras las Cortes aragonesas lo reconocen como rey. Al año siguiente los catalanes lo proclaman en Barcelona. En fin, en 1520 se reúnen las Cortes castellanas en Santiago de Compostela. El 22 de mayo Carlos sale de España para su coronación imperial, dejando como regente a Adriano de Utrecht y un gran descontento en Castilla. Cuando vuelve, ya proclamado emperador, encuentra una Castilla pacificada tras la derrota de los Comuneros. Residirá en España desde 1522 a 1529, nombrando a Margarita de Austria regente de los Países Bajos. Esta larga estancia cambió la actitud del emperador en relación con sus territorios uroccidentales de Europa. Se casó con la princesa Isabel de Portugal. Un español guió los designos de la península a pesar del cargo preminente de Gattinara. Según J. H. Elliott "a partir de 1522 se desarrolló una lucha entre estos dos hombres para asegurarse el control de la máquina de gobierno, batalla que Cobos ya había ganado cuando Gattinara falleció en 1530 [...]. El gobierno de España se deslizó tan llanamente bajo la dirección de Cobos que casi parece como si durante veinte o treinta años

no hubiera habido historia interna española [...] donde las reiteradas quejas de las cortes por las largas ausencias del emperador y los enormes gastos que acarreaba su política, eran prácticamente los únicos signos externos del desasosiego ante el futuro que había provocado la revuelta de los Comuneros" (ver: La España imperial 1469-1716, Barcelona, VicensVives, 1965, p. 175). Para los españoles, sin embargo, la política imperial en Francia, Italia etc. - no coincidía con los intereses patrios. "Para Tavera y sus amigos, la intervención española en Italia era una perpetuación de la política exterior aragonesa de Fernando y había de arrastrar a Castilla a los conflictos europeos, cuando los intereses castellanos requerían paz en Europa y la continuación de la cruzada contra los infieles en la costa africana" (Elliott, ob. cit., pp. 177-178). 3 El prestigioso historiador de Carlos V Joseph Pérez abre su último libro con la pregunta que nos ocupa: " ¿ fue su reinado el último destello de la Edad Media o el primer esbozo de la modernidad?" . Para el ex-rector de la universidad de Bordeaux la respuesta la encuentra, sin radicalismos interpretativos, en la primera parte de la pregunta: " [No] parece muy moderno el empeño que puso Carlos V, por lo menos hasta 1530, en reconstituir, entre Francia y el Imperio germánico, una nación borgoñona que ya por aquellas fechas era cosa del pasado. Lo mismo cabe decir de su concepción patrimonial y dinástica del poder". Además los inmensos territorios gobernados "nunca fueron sometidos a una administración y una política comunes; cada uno de ellos siguió más o menos su suerte como si fuera independiente". Por otra parte hablar de imperio español tampoco tendría sentido en cuanto los castellanos no se sintieron identificados con las empresas de Carlos V. (Carlos V, Madrid, Temas de Hoy, 1999, pp. 9 y 11). Historiadores alemanes como Peter Rassow, Karl Brandi sostuvieron que el emperador siguió totalmente al canciller Gattinara en su proyecto de restaurar, bajo el mando supremo y absoluto de Carlos V, la unidad política del mundo cristiano. Por su parte Ramón Menéndez Pidal intentó demostrar que la idea política de Carlos V, aparte de tener raíces españolas, se concretaba en dos principios: paz entre las naciones cristianas y oposición tenaz contra los infieles. A este propósito J. Pérez comenta que el emperador no pronunció nunca la palabra Europa y sí la de cristiandad o res publica christiana, es decir una unidad orgánica que procede de la comunidad de fe, pero que deja casi intacta la soberanía de cada reino particular". Sin embargo "dicha comunidad de fe tiene implicaciones intelectuales, culturales y morales: una misma concepción de la vida inspira a todos los que forman parte de esta comunidad por encima de las diferencias y variedades nacionales o regionales. Se trata en realidad de lo que hoy llamaríamos un área cultural o una civilización que tiene sus caracteres propios" (op.cit., p. 63). Civilización que, en el fondo, se extiende más allá de lo espiritual y cultural. Y si esto es verdad

también lo es que la idea imperial no se identifica con monarquia imperial; es decir no existe homologación conceptual entre un emperador super-partes y un soberano decidido a catapultar una nación o dos naciones en detrimento de las otras. 4 Manuel Fernández Alvarez, Carlos V. Un hombre para Europa, Madrid, Espasa-Calpe, 2000, p.52, y el ya clásico manual de José Luis Comellas, Historia de España moderna y contemporánea 1474-1965, Madrid, Rialp, 1972. 5 En carta a su hermana María le confiesa: Yo estoy con la angustia y tristeza que podéis pensar por haber tenido una pérdida tan grande y tan extremada y nada me puede consolar si no es la consideración de su buena y católica vida y el muy santo fin que ha tenido. (Carlos V a María. Toledo, 2-5-1539). No era para menos, pues como ha escrito P. Erlanger, cuando la soberana se da cuenta de la proximidad de su muerte se amordaza sola y llama a su Carlos para tranquilizarle acerca de sus creencias en el más allá. "La más bella soberana del mundo muere a los 37 años, apretando entre sus manos un pequeño crucifijo de marfil y los ojos puestos en su esposo [...]. Carlos se retira al monasterio de San Gerónimo en Lisla, cerca de Toledo. Permanecerá allí hasta el 27 de junio, apartado de los ruidos del mundo, entregado a la oración y a la meditación. La tentación de desprenderse de su carga lo acosa con fuerza. ¿Merecen los mortales que se entable un combate del que, cediendo a viles pasiones, ni siquiera comprenden el sentido?" (Carlos V, op. cit., p.36). 6 Nos parece fundamental el tomo VI, coordinado por Valentín Vázquez de Prada, de la Historia General de España y América, del título La época de plenitud 1517-1598, Madrid, Rialp, 1991. 7 Pierre Chaunu, La España de Carlos V. La conyuntura de un siglo, vol. 2, Barcelona, Ediciones Península, 1976, p.155, trad. de la edición original francesa, París, 1973 (L'Espagne de Charles V). 8 Si antes dijimos que los proyectos políticos de Carlos V no coincidieron durante el período aquí tratado (1517-1537) con los de las cortes castellanas o aragonesas, a partir de este momento se va a producir una coincidiencia no total, pero sí análoga en muchos aspectos, que terminará con la aceptación de Carlos V por parte de sus súbditos españoles y, recíprocamente, con el encariñamiento del emperador con las tradiciones y la idiosincrasia de los peninsulares. Naturalmente no se puede hablar de luna de miel, pues al año siguente, en 1538, se produjo un fuerte contraste entre el emperador y las Cortes de Castilla (ver: José Sánchez Montes, Franceses, protestantes y turcos. Los españoles ante la política imperial de Carlos V, Madrid, 1951). Sin embargo, las aristas se van limando. Cuando abandona España en 1539 nombra regente durante su

ausencia a su hijo Felipe. En fin, su retiro en Yuste en 1556 resulta revelador de su voluntad de meditar y morir en España. 9 Ver: Guillermo Fraile, Historia de la filosofía española, vol. I, Madrid, B.A.C., 1985, 2 ed.. 10 Ver: Sergio Rábade Romeo, Guillermo de Ockham y la filosofía del siglo XIV, Madrid, C.S.I.C., 1966. 11 Alfonso Castaño Piñar, Prólogo a Eckhart, El libro del consuelo divino, Buenos Aires, Aguilar, 1963, p.12. 12 Como ha escrito Alfonso Castaño:"Las criaturas tienen su existencia en Dios: de ahí que las criaturas, en cuanto criaturas, no sean nada. Amar a las criaturas en cuanto tales, es amar a la nada; suspirar por los bienes creados es anhelar una sombra falaz del ser. Las criaturas reciben su actualidad de Dios y por eso puede decirse que toda criatura siente una insaciable sed de retorno a Dios, a la unidad ideal de su ser, del que todas proceden. Tal retorno se hace posible mediante la actividad cognoscitiva del alma humana, que es la más notable entre todas las criaturas" (Introducción a Eckhart, Ob. cit., pp.13-14). A la reacción de Roma no le faltó dureza pues el papa Juan XXII publicó una bula el 27-31329 donde entre otras condenas emerge la siguiente: En verdad, con dolor hemos de hacer constar que en este tiempo un habitante del país alemán, llamado Eckardus, que se dice Doctor en las Sagradas Escrituras y profesor de la Orden de Predicadores, quiso entender más de lo que fuera necesario y con inmodestia y sin someterse al módulo de la Fe, apartó su oído de la verdad, entregándose a la ficción [...] esparciendo afanosamente por los campos de la Iglesia espinas y malas hierbas, ha expuesto numerosas doctrinas que en muchos corazones han envuelto en tinieblas la verdadera Fe. Las proposiciones condenadas fueron 26. Entresacamos las siguientes: 4ª) En todas las obras, incluso en las malas, en el castigo de la pena tanto como en el castigo de la culpa, se revela y resplandece igualmente la magnificiencia de Dios; 6ª) Asimismo: Incluso quien ofende a Dios, lo alaba; 8ª) En los hombres que no aspiran a nada, ni al honor ni al provecho, ni a la interna abnegación, ni a la santidad, ni a la recompensa, ni al cielo, en los hombres que han renunciado a todo esto, incluso a lo que es Suyo, en tales hombres es Dios honrado (ver: El libro del consuelo divino, ob. cit., pp. 83-86). No resulta difícil deducir que tales argumentos creasen por un lado desconcierto en la tradición escolástica e inmantaran el ambiente de ataques y polémicas, en Europa y en España. Aquí, entre otros, el gallego Gonzalo de Balboa, profesor en París y favorable al escotismo polemizó con Eckhart (ver: G. Fraile, Historia de la filosofía española, ob. cit., p.176). No sólo polémica despertó El libro del consuelo divino. Ayudó a preparar el ambiente, teológico, filosófico y religioso que llegaría a su máxima

expresión con Erasmo primero, y después con los grandes místicos españoles, en especial San Juan de la Cruz. No cabe duda que tal ambiente abría los caminos del conocimiento a modos no racionales, capaces de descubrir otras funciones del aprendizaje y de la sabiduría humana. Entre otras cosas porque el abandono del intelecto agente y paciente de la tradición aristotélico-tomista no quería decir solamente conocimiento por donación divina o total pasividad, camino favorable para mistificaciones, alumbramientos, y otras heterodoxias. El progreso en la verdad conlleva humildad, pero también libertad, y esta última, de aquí su grandeza, lleva aparejada la posibilidad intrínseca del riesgo y de la desviación, aun cuando es acompañada por la resporsabilidad. Sin embargo no debemos olvidar la constancia de los místicos en explicarnos las vías pasivas, sin que por ello el sujeto se deje arrastrar por los delirios de la imaginación o por la tentación de la inacción y por la creencia en la predestinación. Por paradoja - y la paradoja resulta constante del ser y del quehacer humano - la pasividad significa el conocimiento místico, acción de concentración, voluntad de escucha, memoria como actividad recuperadora del recuerdo, y éste vehículo de ilaciones futuras a partir de las pasadas. Difícil sería comprender algunos pasajes de los 4 Evangelios, especialmente el de San Juan, o algunos escritos de San Pablo sin la concepción de una pasividad "activa" del alma, fruto de una trabajo de preparación meticuloso y constante, para alcanzar un tipo de conocimiento más elevado del racional. La presencia de la luminosidad del Verbo se consigue con la ausencia progresiva de la razón y voluntad humana, a veces prepotente, otras engañosa. 13 Como escribe Chaunu, "el período 1507-1525 fue el de la España en el centro, la España bruscamente puesta en contacto, a nivel de sus élites, con las corrientes de pensamiento del resto de la cristiandad, al margen de las cuales había vivido en parte". Sin embargo, "España preparaba su aportación a otra manera de entender la reforma. Engendraba lentamente, y con dolor, la experiencia mística que iluminaba todo el encadenamiento religioso de Europa en el apogeo de 1560-1570 al finalizar el siglo XVI, preparaba a la vez una buena parte de la civilización de la Contrarreforma y del Barroco" (ob. cit., pp. 156-157). 14 Manuel Fernádez Álvarez, Carlos V. Un hombre para Europa. Madrid, Espasa-Calpe, 2000, p.20. 15 Sobre el cardenal y su labor cultural y reformista-religiosa ver, entre la inmane bibliografía: F. Dominic: "Ximenis creatéur du mouvement thelogique espagnol", en Etudes franciscaines, n.19, 1908, pp. 640-650; V. Beltrán de Heredia, "Cisneros, fundador de la Universidad de Alcalá", en Ciencia Tomista, n. 16, 1917, pp.346-360; Ibidem, n. 17, 1918, pp. 143-156; L.Mª. Cabello Lapiedra, Cisneros y la cultura española, Madrid, Imprenta de Fontana y Marín, 1919; M. García Mercadall, La España imperial. Cisneros (1436-1517), Madrid, Biblioteca Nueva, 1941; J. García Oro,

Cisneros y la reforma del clero español en tiempos de los Reyes Católicos, Madrid, C.S.I.C., 1971; del mismo autor, Cisneros y la Universidad de Salamanca, Madrid, C.S.I.C., 1981. 16 Ob. cit., p.225. 17

Ver Historia de la universidad española, Madrid, Alianza, 1970, p.161-162. M. Fernández Alvarez, Carlos V..., ob. cit., p. 39. 19 José Luis González Novalín, "Las reformas y las corrientes espirituales de la Iglesia española" en AA.VV., La época de plenitud (1517-1598), ob. cit., p. 357. 20 Parece ser que dos libros llegaron a ser la mejor expresión de los alumbrados más cultos: Tercer abecedario espiritual, 1527-1530, de Francisco de Osuna y el Enchiridion, publicado en latín en 1511 y el 1519 en inglés, en alemán en 1520, en holandés en 1523, en 1524 se traduce al castellano y poco más tarde al francés. Después de un gran éxito en la Europa central, lo alcanzó aún más en la península ibérica. El historiador Chaunu lo explica así: "El iluminismo es una sensibilidad, más que un dogmatismo. Los textos inquisitoriales le otorgan, sin duda, una estructura dogmática que él no poseía. Escribe Bataillon que no podemos reducir a doctrinas estas corrientes. Para todo el que lea el Edicto Inquisitorial formulado en 1525 contra los alumbrados del reino de Toledo, es evidente que las 18 proposiciones condenadas en el mismo no son otros tantos artículos de un credo confesado por todos los adeptos de una secta; cuando se procede a examinar los procesos que proporcionan materia al edicto, es posible observar que tales proposiciones son, en realidad, unas frases atribuidas a tal o cual persona determinada. El iluminismo se manifiesta casi siempre por una técnica de la plegaria, de la comunicación con lo divino. Se manifiesta, casi siempre, ya sea por el recogimiento, ya sea por el abandono. El primero procede de la mística franciscana - aislarse del mundo y hacer el silencio en el propio interior para encontrar a Dios en él -, y halla su expresión perfecta en Francisco de Osuna [...] La técnica del recogimiento tiene demasiado arraigo en la meditación mística que la Iglesia ha tenido, tradicionalmente, que soportar e integrar [...] Pero no ocurría lo mismo cuando se pasaba del recogimiento al abandono, y este paso se producía con relativa frecuencia del uno al otro en los años 1520-1525. Contra el abandono, que, de simple técnica de plegaria reservada a una élite que calcaba sus gestiones de las del medio monástico llegaba al rechazo de la vida sacramental, al rechazo del hecho del canal necesario de la Iglesia institución, forzosamente había de alzarse la Inquisición" (ob. cit., p. 177178). 21 Chaunu, ob. cit., p.174. 22 Ricardo García Cárcel, Las culturas del Siglo de Oro, Madrid, Historia XVI, 1999, p. 28.

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A. Jiménez Frau, La Universidad..., ob. cit., p. 170-171. Ob. cit., p. 227. 25 Ver: La cultura del Siglo de Oro, ob. cit., p.31. 26 Ver: "Luis Vives y el Humanismo" en Educación y cultura (México), n. 5, mayo 1940; hoy en Obras completas II, Barcelona, Anthropos, 1998, p. 505. 24