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espectáculos
| Sábado 30 de agoSto de 2014
Cortázar y el cine, un placer peligrosísimo
Una noche en la que el swing fue homenaje El ciclo Jazzología y un encuentro dedicado al escritor
adaptaciones. Fidelísimas o libérrimas, su
llegada a la pantalla fue siempre problemática
Javier Porta Fouz PARA LA NACioN
El centenario del nacimiento de Julio Cortázar trajo diversos homenajes. Y también el estreno de la película Historias de cronopios y de famas, de Julio Ludueña, un film de animación a partir del libro de Cortázar y de obras de arte de diez artistas plásticos argentinos. La película, un atractivo experimento, tiene entre sus logros el de recuperar parte del inefable sabor de los 60, esa década en la que Cortázar era calificado, por el semanario Primera Plana, como “el inventor del lenguaje de los argentinos”. La década, además, en la que su literatura comenzó a ser llevada al cine. El primer director que se animó fue, además, el que más veces llevó a Cortázar a la pantalla: Manuel Antín. “El nuevo cine argentino está en Europa, se siente en las rumorosas salas que asisten a las exhibiciones de La cifra impar de Antín o Los jóvenes viejos de Rodolfo Kuhn, aplaudidas y comentadas de veras, no como esas falsas noticias de los cables de otrora que hablaban de aplausos cuando ni siquiera habían existido espectadores”, decía Leopoldo Torre Nilsson en la revista Tiempo de Cine sobre el festival de Cannes 1962. Fueron años de renovación para el cine argentino. En ese contexto, en el de la Generación del 60 y como parte de ella, Antín hizo su ópera prima La cifra impar, basada en el cuento “Cartas de mamá” de Cortázar (de Las armas secretas, 1959). En una entrevista realizada Paula Félix-Didier para el libro Generaciones 60/90 Antín contaba: “Un sábado habíamos ido al cine con mis amigos y les dije: «He visto una película en privado extraordinaria» y así, con la elocuencia con que les contaba mis opiniones sobre las películas, les conté «Cartas de mamá» y me dijeron «Vamos a verla, ¿cómo se llama?». Yo no dije «Cartas de mamá» porque podrían haber leído el cuento, entonces dije «La cifra impar se llama», que era el título que le había puesto a una obra de teatro. «Ésas son las películas que vos tenés que hacer» me dijeron Axel [Harding, el padre de los Pauls] y Rauly [Schon], y entonces, bajando la cabeza, les dije que en realidad no había visto nada y que ése era mi proyecto y si ellos querían que yo dirigiese una película y ellos producirla, tenía que ser ésta. Y esta película tenía una ventaja enorme para nosotros porque la mitad transcurría en París y Axel era dueño de una agencia de turismo, lo que le daba a esto una aplicación de menesteres verdaderamente extraordinaria.” La relación del cine con Cortázar comenzó, así, con La cifra impar (1961). Suele aceptarse sin mayores discusiones que éste, el primer largometraje de Antín –se proyectará hoy, a las 16, en el Museo del Cine– fue el mejor de los tres que realizó basados en la obra del escritor, y a veces hasta es considerado el mejor film basado en Cortázar.
De esta consideración queda excluido, por supuesto, Blow Up (Antonioni, 1966, ver aparte), que tomó de un cuento de Cortázar apenas algún aspecto usado como punto de partida o inspiración. La cifra impar es una “versión cinematográfica” de “Cartas de mamá”, una de esas adaptaciones suelen calificarse como “fieles” al original, aunque el trabajo realizado por Antín y su coguionista Antonio Ripoll iluminaba y ampliaba ciertos aspectos que en el cuento estaban sugeridos, agazapados. Cortázar llegó a decirle a Antín que gracias a La cifra impar había entendido su propio cuento. “Veo que no te gustó La cifra impar. Y bueno, a mí sí. Reconozco que no siempre el diálogo es natural (es decir, dotado de la artificiosidad necesaria, si puedo decirlo así), pero las imágenes siguen mi cuento con una gran lealtad y hasta una ternura que me conmovieron. Pensá que es la primera película de Antín”, explicaba Cortázar en una carta a su editor Francisco Porrúa. Es notable la preocupación de Cortázar por la naturalidad de los diálogos, y lo que se conoce del proceso de adaptación de “Circe” lo probaría con creces. La homogeneidad de los diálogos de La cifra impar, con toda su carga y peso literarios, los hacía finalmente verosímiles. Esa homogeneidad eliminaba la posibilidad del lunfardo, presente en el cuento de Cortázar: los personajes de La cifra impar hablan siempre literatura, y tal vez sea uno de los motivos de los logros de tono y sugestión de la película. Para Antín, “no hay cine sin literatura”. “Un día fui a visitar a un amigo, profesor de literatura, y mientras lo esperaba, empecé a buscar libros en su biblioteca hasta que descolgué uno que se llamaba Bestiario. Cuando vino le pregunté:«Che, ¿quién es Cortázar?»,«Ah, no sé, me lo mandó la editorial». Le robé ese libro y leí un cuento,«Circe», que me pareció la historia de mi vida… yo en ese momento tenía una novia muy elusiva, en esa época se llamaban novias de zaguán. Y me hacía sufrir mucho mi novia de zaguán. Sentí que había una enorme relación entre ese personaje monstruoso, esa bruja maldita, y esta novia mía. Descubrí que eso era exactamente lo que yo quería escribir. Entonces si es esto lo que yo quiero escribir, me dije, éste es el escritor que tengo que filmar. Me pareció difícil empezar una obra cinematográfica haciendo «Circe», entonces busqué otro cuento de él que tuviera alguna relación conmigo, que yo podría haber escrito si yo hubiera escrito bien, y eso fue «Cartas de mamá». Era un primer paso más accesible que el de «Circe»; con la censura y todos los problemas que había en la Argentina, me dio un poco de miedo filmar «Circe»”, decía Antín en Generaciones 60/90. De las declaraciones de Cortázar no se desprende que “Circe” haya sido uno de sus cuentos más amados, y hasta podría considerárselo un
Cortázar negaba encontrar elementos de su obra en Blow Up de Antonioni cuento “utilitario”, con el que terminó con un desequilibrio psíquico –que le hacía desconfiar de la comida de su madre–, agotado por sus estudios de traductorado público. Luego de la satisfacción que le produjo a Cortázar La cifra impar, y de conocer a Antín en el rodaje en París, se hicieron amigos y trabajaron juntos en el guión de Circe. El contacto se mantuvo fluido en la preparación del guión, con frecuente intercambio epistolar y una fonocarta de junio de 1963 de más de una hora de duración que Cortázar grabó en París y envió a Antín a Buenos Aires. Circe fue una película muy esforzada, muy planificada, concebida al detalle, como puede verse en las consideraciones de Cortázar, en las que pensaba y repensaba situaciones muy pequeñas y hasta la más mínima línea de diálogo. Delia (Graciela Borges) va por el tercer novio, los primeros dos
Cortázar, enmarcado
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(Rolo y Héctor) murieron y en el barrio crecen los rumores negativos y malintencionados acerca de ella. El montaje suele integrar en un solo personaje al nuevo novio, Mario, con los otros dos o al menos con uno de ellos. Todos los elementos parecían alinearse para que la película fuera una profundización de las marcas creativas tanto de Antín como de Cortázar. Lo extraño es que, en comparación con La cifra impar, la
“Pescado” por Antonioni “Acabo de ver El desierto rojo. Estuve a punto de quedarme dormido dos veces. Es mi última experiencia con Antonioni; hay otras cosas en este mundo, y ni él, ni Fellini, ni Hitchcock me pescan de nuevo”, dijo Cortázar en una carta a Antín. Pero Cortázar fue “pescado” por Michelangelo Antonioni para Blow-Up (1966), es decir, el italiano usó como inspiración “Las babas del diablo” (de Las armas secretas). Cortázar tenía claro que su cuento no iba a convertirse en el argumento del film: “Antonioni me telefoneó (…) y me dijo que el cuento era la cristalización (sic) de un tema que andaba buscando desde hacía cinco años. Yo me quedé sumamente cristalizado al oír semejante afirmación, pero ya verás que poco quedará del original en la película”, decía en carta a Antín. Algunas interpretaciones detectaron profundas influencias cortazarianas en Blow-Up, pero el
escritor las negaba. En una carta a Mario Vargas Llosa afirmó: “Aunque no demasiado de acuerdo con tu teoría sobre mi influencia sobre Antonioni, tu crítica de Blow-Up me gustó mucho por la cantidad de líneas de fuga y aperturas que tiende en todo sentido. Vi el film en Amsterdam, volví a verlo en París, y me dejó las dos veces bastante frío. (…) Admiré el genio cinematográfico de A., su admirable manejo de cámara, y la secuencia de las ampliaciones de la fotografía me parecieron lo mejor del film. Te diré que sólo me reconocí en un brevísimo instante, que me conmovió mucho: cuando el fotógrafo vuelve al parque y descubre que el cadáver ha desaparecido, la cámara enfoca el cielo y las ramas de un árbol que el viento agita. Ahí, en esa toma que dura apenas dos segundos, sentí que había algo mío. El resto, quizá por suerte, es íntegramente de Antonioni.”ß
archivo
enigmática Circe parece menos de ambos, tal vez más perfecta en la estructura y en los sentidos, pero más rígida. El tercero y último trabajo de Antín basado en Cortázar fue Intimidad de los parques, y fue motivo de fuertes desacuerdos entre el escritor y el director. Antes incluso de hacer Circe, Antín tuvo la idea de trabajar sobre “El ídolo de las Cícladas” (de Final del juego), se lo dijo a Cortázar y el escritor le contestó por carta lo siguiente: “La falta esencial de magia (en el sentido en que yo le doy) radica en que te has negado a admitir el lado demoníaco del cuento. Y sin eso, creéme, no hay cuento. Más todavía: si querés hacer una película esencialmente psicológica –que es tu fuerte, es evidente– deberías buscar las ideas por otro lado. Un cuento de Moravia, digamos, te daría muchos más elementos que un cuento mío. o uno de Goytisolo, o de Salinger: cualquiera de los que no salen de la realidad diurna, y ahondan en ella admirablemente. (…) Aquí es Haghesa que dicta su ley. Y si vos la reducís a un mero símbolo en el que se concretan las pasiones de tres seres humanos, me traicionás, y el resultado no podrá ser bueno”. Antín insistió en llevar al cine “El ídolo de las Cícladas”, y combinarlo con “Continuidad de los parques” (también de Final del juego). Luego de La cifra impar, Antín había sido autorizado por Cortázar a adaptar lo que quisiera de su obra, pero eso no impidió que el escritor manifestara su opinión negativa frente al proyecto cuando Antín se lo propuso antes y después de Circe, durante el desarrollo del guión y en todo momento, lo que incluyó reacciones muy negativas luego de la visión de la película. Esas impresiones de Cortázar –en intercambios espistolares con Antín– constituyen, tal vez, su mejor obra como el crítico de cine que nunca fue. Sus ideas se mantuvieron desde la propuesta inicial hasta el resultado final, sobre el cual advirtió con precisión. Tenía razón. En esas cartas Antín, entre otras cosas, le respondió a Cortázar: “Reconozco que hacer cine con cuentos tuyos es un placer peligrosísimo”. También tenía razón.ß
Con pantalla gigante, podio de oradores y una suerte de living improvisado en el escenario, el ciclo Jazzología cambió su habitual espacio del Centro Cultural San Martín por la sala Martín Coronado para recordar a Julio Cortázar a través, obviamente, del jazz. De los eventos en danza por estos días, el del ciclo dirigido por Carlos inzillo tuvo doble significación, habida cuenta de la pasión de Cortázar por el jazz y el hecho de que Jazzología cumple 30 años de su fundación. Con locución de Silvina Chediek y la participación, como cogestor del evento, del locutor Guillermo Fuentes Rey, esta función especial, bautizada Cort-Jazz-ar, tuvo lleno total de la sala, con presencia de celebridades como Susana Rinaldi. En su salsa, Silvina acomodó a Fuentes Rey e inzillo en el “living” para hablar de las implicancias del swing en la literatura de Cortázar. Entonces, subieron los integrantes del Sexteto Mariano Loiácono, que dieron una gramática algo moderna a las líneas que inspiraron cuentos explícitamente jazzísticos, como “El perseguidor”. integrados por Jerónimo Carmona en contrabajo, Ramiro Prenovi en guitarra eléctrica, Eloy Michelini en batería, Loiácono en trompeta y su hermano Sebastián en saxo, con la invaluable presencia del pianista y arreglador Ángel Sucheras, el Sexteto repasó ilustres 78 rpm con mucho regusto a pantano y vientos del Mississippi. Pasaron “Western Blues”, los clásicos de Louis Armstrong “When it’s Sleepy Time Down South” y “Muskrat Ramble”; y “Body & Soul” con participación de la vocalista Barbie Martínez. Luego llegaron los Swing Timers, verdaderos reyes del swing cuya primera formación muy pronto cumplirá 60 años. Bajo la batuta del clarinetista Mauricio Percan (“el Benny Goodman argentino”), con Juan Carlos Cirigliano (piano), Quique Calabrese (batería) y Federico Salgado (reemplazante del mítico contrabajista Jorge “Negro” González), los Timers brindaron versiones menos libres pero más ajustadas, sinérgicas. Favoritos del público, los jazzmen criollos no pudieron despedirse sin tocar otro tema. Para que el homenaje no fuera sólo musical, hubo proyección de videos y se escuchó la voz del escritor en los altavoces. Fue una noche en la que nunca faltó swing. Fuentes Rey se entusiasmó leyendo fragmentos de Rayuela y otros escritos alusivos al jazz e inzillo, atento a las actuaciones a escasos metros de distancia, no dejó un instante de mover la patita. El broche de oro tuvo en el escenario a las cantantes Barbie Martínez y Georgina Díaz e incluyó una versión de “i Don’t Stand A Ghost of A Chance With You”, con luminoso diálogo de Sucheras y Carmona y un inspirado solo final de Loiácono.ß Jorge Luis Fernández