Serie de sermones: Bienvenido a casa Para usarse con: Sesión dos: Brazos abiertos Posibles títulos para el sermón: Miedo y parcialidad, ¿Qué comunica la cultura de tu iglesia sobre el evangelio? Pasaje bíblico: Gálatas 2:11-14
Conexión con el tema de la unidad: Para complementar el estudio de grupo pequeño Brazos abiertos, estos bosquejos de sermones usan un pasaje bíblico diferente al del estudio de grupos pequeños para que el pastor pueda reforzar la idea central desde el púlpito. La parcialidad puede esparcirse en la cultura de una iglesia y evitar que ésta se convierta en una iglesia acogedora. La interacción de Pedro con los gentiles en Gálatas 2 nos puede ayudar a ver el corazón detrás de la parcialidad. Introducción: «¿Al lado de quién te sientas?» Esa es una pregunta capciosa en la vida de un niño. Lo puedo ver en mis propios hijos y lo recuerdo de mis propios días de escuela. Competimos por los lugares de honor y las posiciones de prominencia. Si has asistido a cualquier conferencia bíblica o reunión anual muy concurridas sabes que los adultos no han madurado en esta área. Con frecuencia, los invitados no están conversando con la persona en frente de ellos, sino están viendo alrededor tratando de encontrar alguien más prominente con quien «tener comunión». Este problema es tan viejo como el apóstol Pedro. A él no le molestaba ser amigo de gentiles hasta que ciertos hombres de prominencia de Jerusalén aparecieron, entonces cambió su actitud y se amistó con los de Jerusalén. Pablo lo llamó una negación de la fe. La intención original de Pablo al compartir esta historia es mostrar la independencia y la autoridad del evangelio. Sin embargo, también podemos aprender de ella acerca del daño que la parcialidad de Pedro tuvo en su testimonio del evangelio. 1. La parcialidad proviene con frecuencia de temor al hombre Pedro había entendido bien el evangelio. Claramente se le había revelado que la obra de Cristo había eliminado las barreras y las leyes dietéticas judías. Por eso comía con los gentiles hasta que los «partidarios de la circuncisión» llegaron. Pero ¿por qué Pedro les temía? Sabemos de Hechos 11 que él no les temía a los cristianos judíos, sino que les explicaba su posición. Con probabilidad, entonces, estos eran judíos no creyentes que podían intensificar la persecución de cristianos. Tom Schreiner dice: Pedro temía las consecuencias de sus acciones sobre otros judíos que eran creyentes, y por eso cesó de comer con los gentiles para proteger a los judíos que creían en Cristo y, quizás, para prevenir una división entre los creyentes judíos. (Schreiner, 144) La Escritura afirma con claridad que el temor al hombre es una trampa. Sin embargo, no es una trampa fácil de notar. El temor al hombre no es necesariamente irracional. La gente nos puede hacer daño. El único remedio es temer a Dios más que a los hombres. Quienes están acostumbrados y enamorados con su poder y prestigio no responderán bien cuando no les mostremos parcialidad. Aquí parece que unos judíos estaban tratando de mostrar su importancia para obtener lo que querían. Funcionó en Pedro, pero no en Pablo. En esta ocasión, sus raíces en el evangelio eran un poco más profundas que las de Pedro.
2. La parcialidad puede llevarnos a negar el evangelio Pedro no quería perder el favor ante los judíos influyentes. Él mostró parcialidad a los influyentes y terminó olvidando a sus hermanos y hermanas gentiles en Cristo. Al hacerlo, comenzó a alejarse inadvertidamente del evangelio. Al alejarse de ellos, Pedro estaba, en esencia, diciendo que era necesario que ellos observaran las leyes dietéticas para tener comunión con él. Eso equivale a decir que debían observar estas leyes dietéticas para tener comunión con Dios. De la misma manera, cuando mostramos parcialidad, terminamos negando sutilmente el evangelio. Darle preferencia a una persona de poder y prestigio es comunicar sutilmente que los «cristianos reales» son gente de poder. Ceder ante las presiones de donantes ricos puede comunicar que lo realmente importante en el reino son las donaciones financieras. Igualmente, mostrar parcialidad hacia aquellos que conocemos mejor y son más como nosotros es una sutil negación del evangelio. 3. La parcialidad crea la cultura incorrecta La hipocresía de Pedro impactó a otros. Su parcialidad, motivada por el temor, llegó incluso a Barnabás. El pecado no se queda nunca con una sola persona. El pecado de la parcialidad no es la excepción. Pedro influenció a otros creyentes a actuar por temor en vez de por convicción. Tu iglesia puede decir en su confesión de fe y en su visión que es una iglesia acogedora, abierta a los visitantes, pero una cultura de parcialidad será evidente. Eric Geiger está en lo correcto: «Una cultura sin gracia se impone ante una confesión llena de gracia». Tenemos que ser intencionales en no mostrar parcialidad. La cultura de nuestra iglesia tiene que estar saturada de gracia. Pocas cosas serán un mayor obstáculo para esto que un espíritu de parcialidad. Conclusión: El evangelista D.L. Moody contó una historia sobre un pequeño niño que caminó millas para asistir a su iglesia: Muéstrame una iglesia donde hay amor, y te mostraré una iglesia que tiene poder en su comunidad. En Chicago, hace unos años un pequeño niño asistió a una escuela dominical que conozco. Cuando sus padres se mudaron a otro lado de la ciudad, el pequeño siguió asistiendo a la misma escuela dominical, aunque eso implicaba una larga y extenuante caminata. Una amiga le preguntó por qué iba tan lejos, y le dijo que había otras igual de buenas más cerca de su casa. «Pueden ser igual de buenas para otros, pero no para mí», fue su respuesta. «¿Por qué no?» preguntó ella. «Porque ahí aman a la gente», respondió. Pedro había entendido esto bien inicialmente. Él estaba amando a sus amigos gentiles. Pero entonces, el temor y la parcialidad lo absorbieron y crearon una cultura opuesta a la que el evangelio debe crear. Cuando realmente abracemos el evangelio y sus implicaciones veremos a nuestras iglesias ser lugares de amor. Amor, no solo para los que son como nosotros o para los que pueden ofrecernos algo, sino amor para para los que no nos dan nada a nosotros. Así se puede determinar la profundidad del amor de una iglesia. Mike Leake es el esposo de Nikki y el padre de Isaiah y Hannah. También es el pastor líder en FBC Marionville, MO. Su hogar para escribir es http://mikeleake.net ©LifeWay Christian Resources www.biblestudiesforlife.com