COMUNIÓN CON LOS HERMANOS DE LA IGLESIA: ¿POR QUÉ? Por Claudio Da Souza (Haedo / Bs As / Argentina) La tecnología puede ser una gran herramienta... o un instrumento mortal. Yo soy profesor de informática y creo que usando adecuadamente las herramientas tecnológicas pueden ser un gran instrumento para enseñar la Palabra y capacitar santos (como por ejemplo la Escuela Bíblica por Internet) o para mantenernos comunicados por medio del correo electrónico (en mi caso me he reencontrado con hermanos que hacía años que no nos escribíamos, y además, ¡las cartas llegan rapidísimo!). Pero a veces tengo miedo cuando pienso que si un hermano recibe los devocionales por email, y puede escuchar por banda ancha el audio de una emisora cristiana o un mensaje, y hasta puede “bajar” música y organizar su propio culto de alabanza en su casa, puede llegar a pensar ... ¿Qué necesidad tengo de ir a la iglesia?..... ¡Si ya tengo todo al alcance de la mano!. Hace unos días salió una nota en un diario de Buenos Aires donde se comenta el nacimiento de la primera “iglesia virtual”. Entre otras cosas, se aconsejarán a aquellos interesados por medio del chat, aun usando cámara web, y una de las metas es, según uno de los idearios, la siguiente: “Queremos que todos puedan cantar los salmos desde su casa y que sus voces se junten en el ciberespacio para formar un gran coro”. Confiesa Soerensen Bueno, entonces la tecnología se habrá convertido en un instrumento mortal de uno de los beneficios más importantes que podemos recibir en la iglesia: la comunión con los hermanos. El problema es que hemos desvalorizado esa comunión tan necesaria para desarrollar los mandamientos de “unos a otros” que aparecen en la palabra: hay 31 versículos que nos animan, exhortan, impulsan, a realizar un ministerio con aquellos hermanos con los cuales nos encontramos cada domingo en la iglesia ... en esa iglesia donde Dios nos puso. Sólo te dejo algunos para que te sirva para evaluar tu vida congregacional: Ámense unos a otros (Ro 13:8, 12:10), Perdónense unos a otros (Col 3:13), Anímense unos a otros ( 1 Ts 4:18), Acéptense unos a otros (Ro 15:7), Salúdense unos a otros (Ro 16:16), Oren unos por otros (Stgo 5:16), Apliquen sus dones unos a otros (1 P 4:10), etc. ¿Y por qué esa desvalorización? Una de las razones puede ser el exceso de individualismo en el cual hemos sido sumergidos: somos capaces de hacer las cosas solos, no necesitamos de otros. Otro podría ser la falta de tolerancia ante las ideas diferentes de otros hermanos: como no piensan como yo, ¿qué comunión puedo tener con ellos? ¡Ojo! No estoy hablando de ideas no bíblicas. Estoy sólo hablando de gustos musicales, de cómo hacer el ministerio, hasta de ideas económicas, deportivas, o lo que fuere. Los que no piensan como uno es un “retrógrado”... ni vale la pena hablar con él. Yo creo que en la iglesia primitiva también había hermanos que pensaban diferente: quizás alguno quería ir desde Antioquia hasta Éfeso por tierra, y otro prefería ir por mar. Pero igualmente Dios le pidió: ámense, sopórtense, perdónense, etc. Pero en la actualidad en vez de acercarnos a dialogar y buscar posiciones equidistantes y ceder cada uno un poco en sus posiciones y considerar las ideas del otro, nos dejamos de hablar y nos vamos separando, olvidando la comunión con otros hermanos de la iglesia. Pero, ¿por qué es necesaria la comunión con los hermanos? ¿Tan importante es? Bueno, antes de contestar esa pregunta debemos entender a qué se refería Dios cuando habla de comunión en la iglesia. La comunión (Gr. koinonia) abarca 4 aspectos : Comunión en la fe (tener y compartir una misma creencia, Judas 3; Tito 1:4); Compañerismo (comparten tiempo y actividades juntos, por ejemplo, ministerio, Gá. 2:9); Comunión íntima (las personas, como a veces ocurre entre nosotros y Dios, hablan a un nivel íntimo, ............. ) y Comunidad (cuando se establece esa comunión íntima se hacen notorias las necesidades de todo tipo y como consecuencias se suplen esas necesidades).
Una vez que entendemos estos aspectos, podemos entender por qué es tan importante acrecentar la comunión con los hermanos: porque la comunión va a permitirnos realizar un ministerio preventivo, el de la prevención del alejamiento de los hermanos. Muchas veces ocurre que cuando nos enteramos que un hermano no comparte con nosotros desde hace un tiempo, ese tiempo ya es tan extenso que se transformó en un obstáculo casi insalvable. Es el típico caso de aquellos que un tiempo fueron de “nosotros” pero cuando ahora los vamos a visitar se refiere a los miembros de la iglesia como “ustedes”... “ustedes” hacen esto, o “ustedes” dejan de hacer lo otro, “ustedes” tienen estas ideas que no me convencen, etc... Esta persona ya no es más de nuestra comunidad, no comparte más con nosotros. Esta situación puede por lo menos diagnosticarse mucho más fácil si hay una comunión más estrecha entre cada uno de los miembros. Esa comunión no se logra asistiendo solamente los domingos y charlando algunos minutos ahí. Hay que buscar la posibilidad de un ministerio semanal donde las personas tengan la oportunidad de seguir compartiendo, y contando sus circunstancias, pensamientos, convicciones, y que se transforme en su lugar de confianza. Otros hermanos que sirven a Dios lo han descrito claramente ¡¡hace años!!. Lean esta frase: "Hace años notamos que no es en el culto general de la Iglesia donde se puede advertir la condición espiritual de la gente, sino en grupos más reducidos...entre pocos es muchísimo más fácil". Este comentario fue hecho por Jaime Mirón en 1993, y ya lo habían notado hacía años ... ¿ Nos hemos dado cuenta nosotros? La comunión entre hermanos permite que el enfriamiento espiritual sea descubierto más rápido. No para juzgar, por supuesto, ni para exhortar, sino para animar a aquel hermano que, quizás inconscientemente, se está alejando de Dios a que vuelva a ese “primer amor” que probablemente tuvo en el pasado. Pero la comunión no solo permite un ministerio preventivo, sino que además produce gozo en aquellos que desarrollan comunión con otros hermanos y además desarrollan hábitos espirituales en esa comunión. Por ejemplo, la enseñanza de Cristo produce gozo (Jn. 15:11; 17:13). Cada vez que recordamos las enseñanzas de Cristo, lo que él enseñó, (y por ejemplo entre sus enseñanzas está su mandamiento de escudriñar las Escrituras), eso produce gozo entre los que participan. La comunión misma produce gozo (2 Jn. 12). A pesar de que a veces algunos temas pueden tratarse por carta, el hecho de ver cara a cara al hermano querido produce gozo... nos gozamos de verlo con salud, nos gozamos de verlo sirviendo a Dios, nos gozamos de que Dios le sigue cuidando, etc; La oración contestada produce gozo (Jn 16:24). ¡Qué gozo produce en un hermano saber que Dios ha contestado sus oraciones acerca de un motivo de oración de otro hermano! En la reunión casera adonde yo participo, en cada reunión oramos. Me acuerdo cuando hace un año y medio atrás orábamos por una tía política de una hermana que asistía a nuestra comunión y que tenían gravísimos problemas de salud. Desde hace unos seis meses esta hermana empezó a reunirse en otra reunión porque se había mudado y perdimos un poco el compartir acerca de este problema. Pero hace dos semanas, apenas vuelto yo de Venezuela, esta hermana me presenta una señora, después que terminó el culto, en la puerta de la iglesia, y me dice: “¿Sabés quien es, Claudio? Mi tía política... empezó a asistir mientras vos estabas de viaje”... ¡Qué alegría llenó mi corazón! Dios contestó nuestras oraciones, personales, pero más aún, como grupo. En último lugar, la comunión espiritual del “unos a otros” en la Biblia promueve otro hecho que tiene ejemplos en la Biblia para que sigamos: promueve la adopción espiritual. La Biblia habla de que la iglesia es una familia: Ef. 2:19; Gá. 6:10. También los apóstoles Pablo (Tito 1:4; 1 Ti. 1:2; 2 Ti. 1:2; Fil. 2:22) y Pedro (1 P. 5:13) se refieren a otros miembros como si fueran personas con parentesco familiar. Son de su “propia familia” ... hijos, hermanos, padres en la fe. Cristo mismo en
el momento de la cruz promueve la adopción mutua entre María y Juan. “He aquí tu madre”, “he aquí tu hijo”, son las palabras del Salvador. ¿Por qué es tan importante este concepto? Porque en una familia se comparten emociones (Ro. 12:15) y porque en un grupo familiar se desarrolla identidad grupal. Decimos “somos de la familia de fulanito” o “yo soy de esta familia”. En la iglesia decimos “Somos de la familia de Dios” eso nos identifica, nos agrupa, somos parte de un grupo de personas con la cual compartimos algo en común. En una familia hay padres e hijos. Y nosotros como creyentes debemos tener nuestros padres e hijos. Es muy importante contar con ese hermano (por lo menos uno) con el cual podemos contar siempre, ese con el cual podemos charlar los temas íntimos, con el cual podemos consultar esas dudas que tenemos. Pero también es, creo yo, más importante tener hijos espirituales: personas que estamos discipulando, personas a las cuales les estamos enseñando de la Biblia, personas para las cuales vamos a estar siempre dispuestos a escucharles en sus problemas y a las cuales vamos a aconsejar con el temor de Dios. ¿Tienes por lo menos un padre espiritual? Ora a Dios y empieza a buscarlo. ¿Tienes hijos espirituales? Si no los tienes estás cortando la cadena de 2 Ti. 2:2; no estás actuando ni como idóneo ni como fiel. También en una familia normal se construyen relaciones de lealtad y amor, debido al compromiso asumido. Esas relaciones de lealtad y amor generan la paciencia suficiente para que pueda esperarse el tiempo necesario para que en ese discipulado el carácter y la perseverancia puedan ser acrecentados día a día. Esa perseverancia permite a su vez lograr el crecimiento y la madurez. Y, para que todo este proceso pueda cumplirse, necesitamos la herramienta de la comunión. No hay verdadero discipulado sin comunión, sino sólo se convierte en traspaso de información bíblica y nada más. Creo firmemente que uno de los medios más importantes para lograr esa comunión unos a otros comprometida es la reunión casera o también llamadas células. Allí el discipulado puede comenzar a tender los primeros lazos que luego permitirán el traspaso de vida espiritual... y entonces empezará el proceso. Las reuniones caseras o células deben ser consideradas seriamente en cualquier iglesia para que sean realizadas y comenzadas, y en cualquier cristiano que quiera cumplir en forma eficiente de 2 Timoteo 2:2. La comunión tiene tantos beneficios que es una falta grave de negligencia no tenerla en cuenta, o “jugar” a que somos del grupo de los hijos de Dios sin ni siquiera saber el nombre de la persona que tengo, quizás, dos bancos más adelante. ¿No le parece?
Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar Usado con permiso
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