Turismo
Domingo 1º de febrero de 2009
LA NACION/Sección 5/Página 5
[ PUNTA DEL ESTE ] Alojamiento de lujo
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Como una obra de arte En José Ignacio se inauguró hace un mes la Estancia Vik, donde cada uno de los doce cuartos fue creado por pintores y escultores uruguayos
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UNTA DEL ESTE.– Es difícil contestar la pregunta de cuánto vale una obra de arte. Por eso, tal vez, nadie en la Estancia Vik se atreve a responder cuál fue la inversión para construir este magnífico alojamiento en José Ignacio, que es en sí mismo una intervención artística. Cada una de las 12 habitaciones, así como los patios y comedores, fue concebida por un pintor o escultor uruguayo distinto. Para los huéspedes, casi todos extranjeros, dormir en este sitio es como pasar un tiempo en un elegante atelier, entre colores, texturas y climas de una obra con sábanas, ducha y mesita de luz. A ocho kilómetros desde la rotonda de José Ignacio, por el camino Saiz Martínez, se llega a la Estancia Vik, que mira la laguna y domina una extensión de 1500 hectáreas. Ya desde la tranquera se puede ver el casco humeante en el medio del campo y, en el aire, flota el olor de la tierra mojada, que muchas veces antecede la lluvia, aunque en estos lados no cae agua desde hace mucho. El establecimiento abrió sus puertas el 26 de diciembre último y uno todavía puede imaginar a los artistas mateando en un rincón, pensando las últimas pinceladas y empezando a levantar sus instrumentos de trabajo antes de que abran las puertas de las salas. Cada uno de los cuatro patios, los dos jardines, cada rincón de estos 5000 metros cuadrados de casco está intervenido de alguna forma en sintonía con la naturaleza, con una exuberancia de colores y texturas que al mismo tiempo expresa simpleza. Los pisos, por ejemplo, siguen un orden cromático para transmitir sensaciones de ladrillos, piedras, maderas y césped. El ala este de la estancia, con sus habitaciones y salones, está poblada de colores rojos y anaranjados, mientras que la parte oeste se inunda de ocres y marrones. En el living, diseñado por el arquitecto Marcelo Daglio, las paredes están recubiertas de cuarzos, amatistas y ágatas; el cielorraso tiene telas pintadas al óleo por Clever Lara, un importante artista uruguayo, y destaca una enorme pieza de mármol blanco del escultor Pablo Atchugarry. Semejante despliegue no puede más que generar una pregunta obvia: ¿cuánto costó todo esto? ¿Quién es lo suficientemente loco como para reunir estos tesoros de Alí Babá en el medio de la nada charrúa? El hombre en cuestión es un noruego apasionado del arte, llamado Alexander Vik, hijo de madre uruguaya, que hace 20 años pisó estas tierras por primera vez y hoy reparte su tiempo entre Nueva York y Mónaco, aunque muy seguido recala en José Ignacio. “Esta estancia es su forma de rendirles homenaje a los artistas y artesanos
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