Coelgio Don Bosco Filosofía Unidad 1 y 2

19 abr. 1992 - Pág. 46 y ss.) Entrevista al científico contemporáneo Marvin Minsky. "En su libro 'La Sociedad de la Mente',... trata de explicar cómo puede.
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LA FILOSOFÍA ¿QUÉ ES FILOSOFAR?

LA FILOSOFIA COMO ACTITUD Los hombres siempre han experimentado deseo por saber. Algunos se han interesado por encontrar respuestas a cuestiones relacionadas con la naturaleza de los seres vivientes, otros con cuestiones vinculadas al pasado de la vida del hombre, están aquéllos que se han dedicado a la investigación con el fin de erradicar ciertas enfermedades humanas... pero todos se han formulado un tipo especial de preguntas y que van más allá de satisfacer las necesidades básicas humanas. Estas preguntas que no han sido demasiadas a lo largo de la historia se han encontrado con variadas respuestas. Algunos de estos interrogantes fueron y son: ¿Quién soy? ¿Podría no haber existido? ¿Cuál es el origen del Universo? ¿Qué es el hombre? ¿Existe el mal? ¿Qué es la felicidad? ¿Qué es el amor? ¿Existe Dios? Es un tipo especial de saber que no tiene por finalidad el transformar ninguna realidad, sino que, muy por el contrario es un saber por saber. O dicho de otro modo, es un saber que en una primera instancia es inútil. Por lo tanto, se puede observar que, por su finalidad, el saber puede ser de dos clases: * teorético: saber por saber, por amor desinteresado a la verdad. * práctico: saber para hacer u obrar. Dentro del saber teorético o especulativo se encuentra el saber filosófico. Quien se formula aquellas preguntas filosóficas no lo hace durante su tiempo dedicado al trabajo, ni a la producción de bienes. Tampoco en su tiempo dedicado a la diversión ni en sus ratos de pereza. Quien se pregunta por el sentido de la vida o acerca de qué cosa es la felicidad lo hace a partir de una actitud de OCIO. El término ocio, en latín “otium” y en griego “scholé” [sjolé], significa descanso, alejamiento de los negocios - neg-otium.- estudio. Esto es lo que primera

y originariamente significa ocio: “actividad contemplativa pero no productiva, de mirada receptiva y atenta frente a la realidad”. “Escuela” es, entonces, en su origen: “ocio” ¿Es este, sin embargo el sentido que le damos a la escuela hoy en día? No todos los filósofos coincidieron en entender la actividad filosófica como contemplación de la realidad. El filósofo Karl Marx, en sus tesis sobre Fehuerbach sostiene que “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras, de lo que se trata es de transformarlo” (XI Tesis sobre Fehuerbach - El Capital). Así entendida, la Filosofía se convierte en Ideología, es decir, “en un sistema de ideas destinado a justificar una acción, o la transformación de una realidad”. Aristóteles y la filosofía: I.-“Todos los hombres, por naturaleza, desean conocer. Prueba de ello es la estima de que gozan las sensaciones, pues, al margen de su utilidad, las estimamos por sí mismas; y, por encima de todas, a la sensación visual. En efecto, no sólo con el fin de obrar, sino aun sin tener que efectuar acción alguna, preferimos, por así decirlo, la vista a todo lo demás. La causa de ello reside en que, entre todos los sentidos, ella nos proporciona más conocimientos y nos hace patente muchas peculiaridades de las cosas. Los animales, por naturaleza, están dotados de sensación, pero en algunos, a partir de ella, no se constituye ulteriormente el recuerdo, en otros, sí. Por esta razón, los últimos son más avisados y más capaces de aprender que los que carecen del poder de recordar, pues los incapaces de percibir son avisados, mas no poseen la facultad de aprender… (…) Mientras los animales viven con el auxilio de imágenes y recuerdos participando escasamente de la experiencia, el género humano se vale de la técnica y del raciocinio; mas en los hombres la experiencia nade del recuerdo. Muchos recuerdos referentes a una misma cosa dan por resultado una experiencia. Y pareciera que la experiencia es casi semejante a la ciencia y a la técnica, empero ciencia y técnica arriban a los hombres a partir de la experiencia. (…) Nace la técnica cuando, de un cúmulo de nociones empíricas se elabora un único juicio universal válido para todos los casos semejantes. Formular el juicio que tal medicamento curó a Calias, que se encontraba aquejado de tal o cual enfermedad, y que lo mismo hizo con Sócrates y con otros muchos individuos, es propio de la experiencia. Pero saber que un medicamento curó a todos los individuos de cierto tipo, considerados como una especie determinada, aquejados de cierta enfermedad, como por ejemplo los flemáticos o los biliosos o los afectados de fiebre alta, es cosa de la técnica. Con relación al obrar, pareciera que experiencia y técnica en nada difieren, pues a menudo comprobamos que los empíricos aciertan más que quienes poseen la teoría sin la

experiencia. La razón de esto reside en que la experiencia es conocimiento de lo particular, mientras que la técnica lo es de los universales, y que el obrar y el devenir pertenecen por entero al dominio de lo particular. (…) Sin embargo, creemos que en general el saber y la capacidad de comprender pertenecen más bien ala técnica que a la experiencia y reputamos más sabios a los técnicos que a los empíricos, pues la sabiduría en todos los hombres está vinculada al saber más estricto. Y esto ocurre porque unos conocen la causa y otros no. Los empíricos saber que una cosa es, pero ignoran el porqué; los técnicos, en cambio conocen el porqué y la causa. (…) En general, el signo distintivo del sabio y del ignorante es la capacidad de enseñar, y por esto estimamos que la técnica es en más algo grado ciencia que la experiencia, porque los técnicos pueden enseñar y los otros no. (…) Hemos establecido en la Ética la diferencia entre técnica, ciencia y las otras actividades similares. El objetivo de nuestro tratamiento presente es que se concibe generalmente a la llamada sabiduría como ocupada de las primeras causas y principios; de manera que, como antes se ha dicho, el empírico parece ser más sabio que el que sólo dispone de conocimientos sensibles, cualesquiera que sean; el técnico más que el empírico; (…), las ciencias teóricas que las productivas. Salta a la vista que la sabiduría es la ciencia que se ocupa de determinados principios y de determinadas causas.” II.- Puesto que buscamos esa ciencia, habrá que examinar de qué causa y de qué principios la sabiduría es ciencia. Si se tuvieran en cuenta las opiniones que comúnmente se forjan acerca del sabio, este asunto se tornaría más claro. SE supone: a. que, en la medida de lo posible, el sabio conoce todas las cosas sin tener en particular la ciencia de cada una de ellas; b. que se denomina sabio a quien es capaz de de conocer lo más difícil u lo que no es fácilmente accesible al conocimiento humano, pues siendo el conocimiento sensible común a todos, es fácil y no tiene un ápice de sabiduría; además, c. que quien posee un conocimiento más riguroso de las causas y quien es más capaz de enseñarlas es, en cualquier género de ciencias, el más sabio. Además, d. entre las ciencias, la más deseable por sí misma y, por el saber que proporciona, se considera que es en mayor medida sabiduría que la que sólo es deseable por los resultados. Y, e. que la ciencia dominante es en mayor medida sabiduría que la auxiliar pues no es competencia del sabio recibir órdenes, sino prescribirlas. No es él quien debe obedecer, pues es el menos sabio quien debe estarle sometido.”

(Aristóteles, Metafísica, Libro I, parágrafos I y II – selección-) El filósofo contemporáneo Josef Pieper, en su obra “El ocio y la vida intelectual” nos señala que para filosofar es necesario “trascender el mundo del trabajo” o mundo circundante. “Hemos dicho que es peculiar del hombre necesitar la adaptación al “mundo circundante”, y, al mismo tiempo, estar orientado al “mundo”, a la totalidad de lo existente y que la esencia del acto filosófico reside en trascender el “mundo circundante” para llegar al “mundo”. Esto no quiere decir, naturalmente, que haya como dos espacios separados y que el hombre pueda abandonar uno y entrar en el otro; no es que haya cosas caracterizadas por tener su lugar en el “mundo circundante” y otras que no se den en él sino sólo en el otro dominio, en el “mundo”. (…) El hombre que filosofa (…) no aparta la vista de las cosas de ese mundo, de las cosas concretas, manejables, útiles, del día laborable; no mira en otra dirección para contemplar allí el mundo universal de las esencias. No, por el contrario, la contemplación filosófica se orienta también a este mundo tangible, visible, que se extiende a nuestros ojos, pero este mundo, estas cosas, estas realidades son interrogadas de una forma especial; se les pregunta por su última y universal esencia, con lo que el horizonte de la preguntase convierte en horizonte de la realidad en su conjunto. La pregunta filosófica va a “esto” o “aquello” que está ante nuestros ojos, no se dirige a algo que estuviese “fuera del mundo”, más allá del mundo empírico de todos los días. Pero la pregunta filosófica reza: “¿qué es “esto” en general y en su último fundamento?” Platón dice que lo que anhela poner en claro el filósofo no es si yo con esto cometo una injusticia contigo o no la cometo, sino qué sean en general la justicia y la injusticia; no saber si un rey que posee mucho oro es feliz o no, sino qué es en general, el poder, la felicidad, la desgracia, en general y en su último fundamento. (…) Filosofar significa alejarse, no de las cosas cotidianas, sino de sus interpretaciones corrientes, de las valoraciones de estas cosas que rigen ordinariamente. (…) El que se asombra, y únicamente él, es quien lleva a cabo en forma pura aquella primaria actitud ante lo que es que desde Platón se llama “teoría”, pura captación receptiva de la realidad, no enturbiada por las voces interruptoras del querer. Sólo existe theoria en la medida en que el hombre no se haya vuelto ciego para lo asombroso que yace en el hecho de que algo sea. Lo “nunca visto”, lo enorme y lo sensacional no es lo que prende y atiza el asombro filosófico. (…) Captar en lo cotidiano y habitual lo verdaderamente desacostumbrado e insólito, mirandum, es el comienzo del filosofar. (…) Se ve claro que el asombrarse y el filosofar están unidos en un sentido mucho más esencial del que a primera

vista parece expresarse en la proposición “el asombro es el comienzo del la filosofía”. El que filosofa no sale del asombro, a no ser que deje de filosofar de verdad.”

Otro filósofo contemporáneo, Karl Jaspers, señala que es necesario distinguir entre comienzo y origen del filosofar y explica cómo se fueron dando a lo largo de la historia diferentes orígenes. “La historia de la filosofía como pensar metódico tiene sus comienzos hace dos mil quinientos años, pero como pensar mítico mucho antes. Sin embargo comienzo no es lo mismo que origen. El comienzo es histórico y acarrea para los que vienen después un conjunto creciente de supuestos sentados por el trabajo mental ya efectuado. Origen es, en cambio, la fuente de la que mana en todo tiempo el impulso a filosofar. Únicamente gracias a él resulta esencial la filosofía actual en cada momento y comprendida la filosofía anterior. Este origen es múltiple. Del asombro sale la pregunta y el conocimiento; de la duda acerca de lo conocido el examen crítico y la clara certeza, de la conmoción del hombre y de la conciencia de estar perdido la cuestión de sí propio. Representémonos ante todo estos tres motivos. Primero. Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía. Nuestros ojos nos “hacen ser partícipes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la bóveda celeste”. Este espectáculo nos ha “dado el impulso de investigar el universo.” De aquí brotó para nosotros la filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la raza de los mortales.” Y Aristóteles: “Pues la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco y se preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen del universo”. El admirarse impele a conocer. En la admiración cobro conciencia de no saber. Busco el saber, pero el saber mismo, no “para satisfacer ninguna necesidad común”. (…) Segundo. Una vez que he satisfecho mi asombro y admiración con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen seguro que se acumulan los conocimientos, pero ante el examen crítico no hay nada cierto (…) Por todas partes se alzan unas afirmaciones frente a otras. Filosofando me apodero de la duda, intento hacerla más radical… La duda se vuelve como una duda metódica la fuente del examen crítico de todo conocimiento. De aquí que sin una duda radical, ningún verdadero filosofar.

Y tercero. Entregado al conocimiento de los objetos del mundo, practicando la duda como vía de la certeza, vivo entre y para las cosas, sin pensar en mí, en mis fines, mi dicha, mi salvación. (…) La cosa se vuelve otra cuando me doy cuenta de mí mismo en mi situación. El estoico Epicteto decía: “El origen de la filosofía es el percatarse de la propia debilidad e impotencia.” (…) Cerciorémonos de nuestra humana situación. Las situaciones cambian, las ocasiones cambian, la s ocasiones se suceden. Si éstas no se aprovechan, no vuelven más. Hay situaciones por su esencia permanentes, aún cuando se altere su apariencia momentánea y se cubra de un velo su poder sobrecogedor: no puedo menos de morir, ni de padecer, ni de luchar, estoy sometido al acaso, me hundo inevitablemente en la culpa. Estas situaciones fundamentales de nuestra existencia las llamamos situaciones límites. Quiere decir que son situaciones de las que no podemos salir y que no podemos alterar. La conciencia de estas situaciones límites, después del asombro y de la duda, es el origen más profundo de la filosofía.”

El autor G. K. CHESTERTON, en Ortodoxia. La ética en el país de los elfos, nos expresa su experiencia del asombro y de la filosofía. “Mi primera y última filosofía, aquella en la cual creo con fe inquebrantable, la aprendí en la nursery. Y vagamente, la aprendí de una niñera... Las cosas en las cuales más creía entonces, las cosas en las cuales más creo ahora, son los llamados “cuentos de hadas”. Me parecen ser las cosas más razonables. No son fantasías; comparadas con ellos, otras cosas son las fantásticas... El país de las hadas, no es más que la radiante patria del sentido común... Aquí me ocupo de demostrar que la ética y la filosofía vienen alimentándose... con cuentos de hadas. Si me ocupara de ellos detalladamente podría mencionar muchos nobles y saludables principios que de ellos provienen. Allí está la caballeresca lección de “Juan el Gigante”, según la cual se debe matar a los gigantes porque son gigantescos. Es un motín valiente contra la soberbia. Porque el rebelde es más antiguo que todos los reinos y el Jacobino tiene más tradición que el Jacobita. Allí está la lección de “Cenicienta”, que es la misma lección que la Magnificat: Exultavit humiles.

Allí está la gran lección de “La Bella y la Bestia”, según la cual una cosa debe ser amada ANTES de ser amable. Allí está la terrible lección de “La Bella Durmiente”, que nos dice cómo la criatura humana al nacer fue regalada con toda clase de bendiciones y no obstante, maldecida con la muerte; y cómo a veces la muerte, puede dulcificarse hasta ser sueño. Pero no me ocupo de los estatutos aislados del país de los elfos, sino del espíritu de su ley en conjunto; su ley que aprendí antes de saber hablar y recordaré cuando no pueda escribir. Me ocupo, de una cierta manera de mirar la vida, creada en mí por los cuentos de hadas, pero que desde entonces, fue humildemente confirmada por los hechos. Podría exponerse de este modo: Existen ciertas continuidades o desenvolvimientos (cosas siguiendo a otras cosas) que son razonables, en toda la extensión de la palabra. Que, en toda la extensión de la palabra, son necesarias. Tales son las continuidades matemáticas y lógicas. Nosotros, en el país de las hadas (que son las más razonables de todas las criaturas) admitimos esa razón y esa necesidad. Por ejemplo, si las hermanas feas, son mayores que Cenicienta, es NECESARIO que Cenicienta sea menor que las hermanas feas. No hay otro camino. En torno a ese hecho, Haeckel puede hablar todo lo que guste de fatalismo. Si Juan es hijo de un molinero, un molinero es el padre de Juan. La fría razón lo decreta desde su trono imponente: y nosotros, en el país de las hadas, nos sometemos. Si tres hermanos pasean a caballo, allí andan complicados seis animales y dieciocho piernas: esto es verdadero racionalismo, y el país de las hadas rebosa de él. Pero cuando asomo la cabeza por encima del cerco de los elfos y comienzo a estudiar el mundo natural, observo algo extraordinario. Observo que los hombres cultos y con anteojos, hablaban de cosas actuales que sucedían, el amanecer, la muerte, etc., como si fueran razonables e inevitables. Hablaban como si el hecho de que los árboles den frutas, fuera tan necesario como el hecho de que dos árboles y un árbol son tres árboles. Pero no es tan necesario. Según la experiencia del país de las hadas, que es la prueba de la imaginación, entre ambas cosas existe una enorme diferencia. No es posible imaginar que dos y uno, no sean tres. Pero fácilmente se imaginan árboles que no dan fruta; o árboles que den candelabros dorados; o árboles de cuyas ramas cuelguen tigres asidos por la cola. Esos hombres con anteojos, hablaban de un tal señor Newton que fue golpeado por una manzana y descubrió una ley. Pero esos hombres, no pueden llegar a ver la diferencia que existe entre una ley necesaria, una ley razonable y el mero hecho de unas manzanas cayendo. Si la manzana golpeó la nariz de Newton, la nariz de Newton golpeó la manzana. Esto es una necesidad cierta: porque no podemos imaginar que ocurra lo uno sin lo otro. Pero podemos concebir muy bien que la manzana no cayera sobre su nariz; podemos imaginarla volando anhelosa por el aire para ir a golpear otra nariz cualquiera hacia la cual

sintiera una aversión más definida. En nuestros cuentos de hadas, siempre hemos conservado esta diferencia penetrante entre la ciencia de las relaciones mentales, en las cuales existen leyes, y la ciencia de los hechos físicos, en la cual no existen leyes sino solamente repeticiones extrañas. Creemos en milagros corpóreos, pero no en imposibilidades mentales. Creemos que un tallo de habas trepó hasta el cielo; pero esto no altera nuestras convicciones en la cuestión filosófica de cuántas habas suman cinco. Y aquí reside la perfección peculiar de la verdad y el tono de las fábulas infantiles. El hombre de ciencia dice: “corte el cabo y la manzana caerá”; pero lo dice tranquilamente, como si una idea condujera en realidad hacia la otra. La bruja en el cuento de hadas dice: “sopla el cuerno y caerá el castillo del ogro”; pero no lo dice como si hubiera algo por lo cual evidentemente el efecto proviniera de la causa. Sin duda dio ese mismo consejo a muchos campeones y ha visto caer muchos castillos, pero no pierde su aire expectante ni su razón. No hurga en su cabeza hasta imaginar una conexión mental necesaria entre el cuerno y el castillo tambaleante. Pero los científicos hurgan en sus cabezas hasta imaginar una conexión mental entre la manzana abandonando el árbol y la manzana llegando al suelo. Hablan como si realmente hubieran descubierto no sólo una cantidad de hechos maravillosos, sino una verdad que conecta entre sí dos hechos. Hablan como si la conexión física de dos cosas extrañas las conectara también filosóficamente. Sienten que por el hecho de que una persona incomprensible constantemente siga a otra cosa incomprensible, de algún modo las dos forman algo comprensible. Dos jeroglíficos negros formando una respuesta blanca... Una ley implica que conozcamos la naturaleza de su generalización y de su establecimiento, no que tengamos sólo una vaga idea de sus efectos. Si existe una ley, según la cual los rateros deben ir a la cárcel, implica que hay una conexión mental imaginable entre la idea de prisión y la idea de ratería y sabemos cuál es la idea. Podemos explicar por qué privamos de libertad a un hombre que se toma libertades. Pero no podemos decir por qué un huevo pudo convertirse en pollo, del mismo modo que no podemos decir por qué un oso no pudo convertirse en príncipe. Como ideas, la de huevo y la de pollo, son más remotas entre sí que la de oso y la de príncipe, porque en sí, no hay huevos con aspecto de pollo mientras que hay príncipes con aspecto de oso. Concedido que existen ciertas transformaciones, es esencial que las consideremos desde el punto de vista filosófico de los cuentos de hadas y no a la antifilosófica manera de la ciencia y de las “Leyes de la Naturaleza”. Cuando nos pregunten por qué los huevos se convierten en aves y por qué los frutos caen en otoño, debemos contestar exactamente como le contestaría el hada madrina a Cenicienta, si ésta le preguntara por qué los ratones se convierten en caballos y sus vestidos desaparecerían al dar medianoche.

Debemos contestar que es magia. No es una ley, porque no entendemos su fórmula general. No es una necesidad, porque a pesar de dar prácticamente por descontado que esas cosas suceden, no tenemos derecho a decir que siempre han de suceder. El hecho de que contemos con el curso ordinario de los acontecimientos no es argumento suficiente para fundar la inmutabilidad de una ley. Y no contamos con el curso ordinario de las cosas, sino que apostamos sobre él... Las únicas palabras que siempre me satisficieron para describir la Naturaleza, son las empleadas en los libros de cuentos de hadas, tales como “encanto”, “hechizo”, “encantamiento”, expresan la arbitrariedad del hecho y de su misterio. Un árbol da frutas porque es un árbol mágico. El agua cae de la montaña porque está embrujada. El sol brilla porque está encantado... Sin embargo, este asombro no es una mera fantasía derivada de los cuentos de hadas; al contrario, de él deriva todo el fuego de los cuentos de hadas. Así como a todos nos gustan los cuentos de amor, porque hay en ellos un instinto de sexo, a todos nos gustan las fábulas asombrosas porque tocan la fibra del antiguo instinto de asombro. Esto lo prueba el hecho de que cuando somos muy niños, no necesitamos cuentos de hadas; solamente necesitamos cuentos. La vida resulta bastante interesante. Un chico de siete años se entusiasma, si le dicen que Tomás abrió una puerta y vio un dragón. Pero un chico de tres, se entusiasmará si le dicen que Tomás abrió una puerta. A los chicos les gustan los cuentos románticos; pero al os bebés les gustan los cuentos realistas, porque los encuentran románticos. En realidad, un bebé, pienso que aproximadamente, es la única persona que puede leer una novela realista moderna, sin aburrirse. Esto prueba que aun las fábulas infantiles sólo son eco de un sobresalto, casi prenatal, de interés y de asombro. Estas fábulas dicen que las manzanas son doradas, con el único fin de resucitar el momento olvidado en que descubrimos que eran verdes. Dicen que corren ríos de vino, para recordarnos por un loco momento que corren ríos de agua... Todo lo que llamamos espíritu, y arte y éxtasis, significa que solamente por un magnífico instante, recordamos que habíamos olvidado. El asombro tiene un positivo elemento de alabanza. Este es el próximo mojón que hemos de pasar para hallarnos definitivamente resueltos en nuestro camino a través del país de las hadas. En el próximo capítulo hablaré del aspecto intelectual del optimismo y del pesimismo; tanto cuanto tengan uno. Aquí sólo trato de describir las enormes emociones que no pueden ser descritas. Y la emoción más fuerte de la vida, fue tan hermosa como desconcertante. Fue un éxtasis porque fue una aventura; fue una aventura porque fue una oportunidad. La bondad de los cuentos de hadas no se afectó porque en ellos pueda haber

más dragones que princesas; ya era bondad figurar en un cuento de hadas. La prueba de toda felicidad es la gratitud; y me siento agradecido, pese a no saber a quién. Los niños están agradecidos a Santa Claus, cuando llena sus medias de juguetes y dulces. ¿Podría no estar agradecido a Santa Claus cuando ha llenado mis medias con dos piernas milagrosas? Agradecemos a la gente regalos de cumpleaños como cigarros y zapatillas. ¿Puedo no agradecer a nadie el regalo de cumpleaños de mi nacimiento? Estas convicciones subconscientes se manifiestan mejor con el colorido y el tono de ciertos cuentos. Por eso dije que solamente las historias de magia pueden expresar mi sensación de que la vida no es sólo un placer sino también una especie de privilegio excéntrico. Puedo expresar esa otra sensación de la confortable intimidad del cosmos, refiriéndome a otro libro, siempre leído en la infancia “Robinson Crusoe”... Crusoe es un hombre, recién evadido del mar que se ha instalado sobre un peñasco con unas pocas comodidades. Lo más lindo del libro es la enumeración de las cosas salvadas del naufragio. El más grande de los poemas es un inventario. Cada utensilio de cocina se convierte en el utensilio ideal, porque Crusoe pudo haberlo dejado caer al mar. Es un buen ejercicio para las horas ingratas o vacías del día, mirarlo todo y pensar cuán feliz uno puede sentirse de haberlo salvado del barco zozobrante y llevado luego a la isla solitaria. Y es mejor aún el ejercicio de recordar cómo todo se salvó por un pelo: cada cosa que tenemos se salvó de un naufragio. Cada hombre ha tenido una horrible aventura como un oculto nacimiento fuera del tiempo: él, no era; igual que los niños que nunca llegan a la luz. En mi infancia se hablaba mucho de hombres de genio disminuidos o arruinados; y era común decir de muchos de ellos que eran: “Grandes pudieron ser”. Para mí es un hecho más cierto y sorprendente que cualquier hombre que cruzó por la calle es un: “grande pudo no haber sido”. Pero aunque parezca tonto, realmente sentí como si el orden y el número de las cosas fueran los románticos restos del barco de Crusoe. Que haya dos sexos y un sol, era como que hubiera allí dos armas de fuego y un hacha. Era absolutamente urgente que ninguna de estas cosas se perdiera; pero en cierta forma era bastante extraño, que a esas, no se pudiera agregar ninguna. Los árboles y los planetas parecían cosas salvadas del naufragio; y cuando vi al Matterhorn me alegré de que no hubiera sido olvidado en la confusión del momento. Me sentí económico con las estrellas, como si fueran zafiros (y así las llama Milton en el Paraíso); me sentí avaro con las montañas. Porque el universo es todo, una sola joya y si es natural en sentido figurado, decir inapreciable e incomparable a una joya, decirlo de esta joya sería literalmente exacto. Este cosmos ciertamente es sin par y sin precio: porque no existe otro. Así concluye con una imperfección inevitable este intento de decir lo indecible. Esta es mi ulterior posición frente a la vida; los surcos para la simiente de la doctrina; lo

que pensé en cierta forma obscura antes de poder escribir, lo que sentí antes de poder pensar. Las resumo ahora para luego proseguir fácilmente. Sentí en mis huesos, primero, que este mundo no se explica a sí mismo. Puede ser un milagro como una explicación sobrenatural; puede ser el truco de un hechizo como una explicación natural. Pero la explicación del conjuro, si ha de satisfacerme, tiene que ser mejor que las explicaciones naturales que ya he oído. Falsa o cierta, la cosa es de magia. Segundo, llegué a sentir que la magia tenía un significado, y un significado debe tener alguien que lo signifique. En el mundo, había algo personal como una obra de arte. Lo que significara aquello, no significaba violentamente. Tercero, hallé hermoso su objeto y sus designios, pese a tener defectos, como serían por ejemplo los dragones. Cuarto, comprendí que la forma adecuada de agradecerlo, es tener una especie de humildad y restricción: debemos agradecer a Dios la cerveza y el Borgoña, no bebiéndolos en exceso. Debemos también obediencia, a quienquiera nos haya hecho. Y finalmente, y lo más extraño, vino a mi mente una vaga y vasta impresión de que en cierto modo, todo bien era un remanente al almacenar y a conservar como sagrado; un remanente salvado de la primera ruina. El hombre ha salvado su bien como Crusoe salvó sus bienes: los ha salvado de un naufragio. Todo eso sentí, y los años me dieron valor para sentirlo. Y en todo ese tiempo no había ni siquiera pensado en la teología Cristiana.”

DEFINICIONES DE FILOSOFÍA Definir supone poner límites, fines a un espacio, un territorio, un problema, o un término. En lógica, la definición, es una oración imperfecta que expone la naturaleza de una cosa o la significación de algún término. Veremos las definiciones nominal-etimológica y real o esencial de filosofía. a) Definición nominal-etimológica Para comprender mejor la esencia de la actitud filosófica podemos hacer referencia a la definición etimológica del término “filosofía”. Se dice que fue Pitágoras, filósofo y matemático griego, del siglo VI-V a.C., quien al ser interrogado por su actividad dijo ser un amante de la sabiduría. (En griego, philo: amor- sophia: sabiduría). Etimológicamente pues, la Filosofía es el “amor o tendencia amorosa a la sabiduría.”

Platón y Aristóteles caracterizan este conocimiento en los siguientes textos: Fedro.- ¿Cuáles son, pues, los nombres que les destinas? Sócrates.- El de sabio, Fedro, me parece demasiado grande y adecuado sólo para la divinidad. Pero el de “amigo de la sabiduría” (filósofo) o algún otro por el estilo, les iría mejor y no desentonaría tanto. Fedro.- Y no estaría en absoluto fuera de lugar. PLATÓN, Fedro, Aguilar, Madrid, p.884.

Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y entre ellos estaba también el hijo de Metis (la Prudencia), Poro, (el Recurso). Una vez que terminaron de comer, se presentó a mendigar, como era natural al celebrarse un festín, Penía (la Pobreza) y quedose en la puerta. Poro, entre tanto, como estaba embriagado de néctar –aún no existía el vino- penetró en el huerto de Zeus y en el sopor de la embriaguez se puso a dormir. Penía, entonces, tramando, movida por la escasez de recursos, hacerse un hijo de Poro, el Recurso, se acostó a su lado y concibió el amor. Por esta razón el amor es acólito y escudero de Afrodita, por haber sido engendrado en su natalicio, y a la vez enamorado por naturaleza de lo bello, por ser Afrodita también bella. Pero como es hijo de Poro y de Penía, el amor quedó en la situación siguiente: en primer lugar, es siempre pobre y está muy lejos de ser delicado y bello como le supone el vulgo; por el contrario, es rudo y escuálido, anda descalzo y carece de hogar, duerme siempre en el suelo y sin lecho, acostándose al sereno en las puertas y en los caminos, pues por tener la condición de su madre es siempre compañero inseparable de la pobreza. Más por otra parte, según la condición de su padre, acecha a los bellos y a los buenos, es valeroso, intrépido y diligente; cazador temible, que siempre urde alguna trama; es apasionado por la sabiduría y fértil en recurso; filosofa a lo largo de toda su vida y es un charlatán terrible, un embelesador y un sofista. Por su naturaleza no es inmortal ni mortal, sino que en un mismo día a ratos florece y vive, si tiene abundancia de recursos, a ratos muere y de nuevo vuelve a revivir gracias a la naturaleza de su padre. Pero lo que se procura siempre se desliza de sus manos de manera que no es pobre jamás el amor, ni tampoco rico. Se encuentra en el término medio entre la sabiduría y la ignorancia.

Pues he aquí lo que sucede: ninguno de los dioses filosofa ni desea hacerse sabio, porque ya lo es, ni filosofa todo aquel que sea sabio. Pero, a su vez, lo ignorantes ni filosofan ni desean hacerse sabios, pues en esto estriba el mal de la ignorancia, en no ser ni noble, ni bueno, ni sabio y tener la ilusión de serlo en grado suficiente. Así, el que no cree estar falto de nada, no siente deseo de lo que no cree necesitar. -Entonces, ¿quiénes son los que filosofan, Diotima –dije yo- si no son los sabios ni los ignorantes? Claro es ya incluso para un niño –respondió- que son los intermediarios entre los unos y los otros, entre los cuales estará también el Amor. Pues es la sabiduría una de las cosas más bellas y el Amor es amor respecto de lo bello, de suerte que es necesario que el Amor sea filósofo, y por ser filósofo, algo intermedio entre el sabio y el ignorante. PLATÓN, El Banquete, Madrid, Aguilar, p.584.

Por eso y con razón, se considera como cosa no meramente humana la posesión de esta ciencia. Pues la naturaleza del hombre es esclava en tantos aspectos, que “sólo Dios”, como dice Simónides, “debería disfrutar de este precioso privilegio”. Sin embargo, es indigno del hombre no moverse a buscar una ciencia a que le es posible aspirar. ARISTÓTELES, Metafísica, Libro I, Capítulo 3, Aguilar, Madrid, p.212.

Sin embargo, una existencia así podría estar por encima de la condición humana. El hombre no vive ya entonces en tanto que hombre, sino en cuanto posee un carácter divino (...) No hay, pues, que prestar atención a las personas que nos aconsejan, con el pretexto de que somos hombres, no pensar más que en las cosas humanas y, con el pretexto de que somos mortales, renunciar a las cosas inmortales. Sino que, en la medida de lo posible, debemos hacernos inmortales y hacerlo todo para vivir de conformidad con la parte más excelente de nosotros mismos, pues el principio divino, por muy débil que sea en sus dimensiones, aventaja con mucho a cualquier otra cosa por su poder y su valor. ARISTÓTELES, Ética nicomaquea, Libro X, Capítulo 7, Aguilar, Madrid, p.1304.

b) Definición real o esencial

FILOSOFÍA: “Ciencia que estudia la totalidad de los seres, por sus causas primeras o razones últimas a la sola luz de la razón”.

En toda definición real o esencial se enuncian el objeto material, el objeto formal y el método. Analicemos las partes de la definición: - “ciencia”: No todo conocimiento es científico. Existe un conocimiento vulgar, experiencial o pre-científico y otro que se podría denominar científico. La razón por la cual un individuo que padece un dolor de cabeza toma una aspirina es en razón de un conocimiento exclusivamente experiencial y, probablemente, no sepa explicar la causa por la cual esta droga elimina su dolor. Sin embargo, el médico, podría llegar a recetar a aquel paciente una droga, en virtud de un conocimiento de las causas reales que producen tal afección. Este es un conocimiento organizado, sistemáticamente adquirido y de y por las causas. Según Aristóteles, filósofo ateniense del siglo IV a.C., ciencia es “el conocimiento cierto y evidente de las cosas por sus causas”. Entendemos por “causa” “aquello a partir de lo cual algo se sigue con dependencia en el ser”. - Objeto material (materia u objeto de estudio): “Todos los seres”: ningún ente escapa al objeto de estudio de la filosofía. Es el primer aspecto por el que se distinguen las ciencias particulares o positivas, de la filosofía. A diferencia de la Filosofía, las ciencias particulares o positivas estudian sólo un sector o región de la realidad. - Objeto formal (perspectiva de estudio): “Por sus causas primeras o razones últimas”. Como se ha señalado anteriormente, toda ciencia es un conocimiento por las causas, pero existen diferentes tipos de causas: - las próximas, inmediatas o segundas: son aquellas causas que se encuentran más cercanas al efecto. Son las estudiadas por las ciencias particulares o positivas. - las primeras o últimas: Son aquellas causas primeras en el ser y que por estar más alejadas del efecto se las denomina últimas. Son últimas en el conocer. Por ejemplo, la causa próxima o inmediata de un acto delictivo puede ser la sed de venganza del delincuente; pero la causa última es la inteligencia y libertad humanas.

- Método: “A la sola luz de la razón natural”. Esto constituye el método de la Filosofía. En virtud del método se distingue la filosofía de la teología que estudia a su objeto (Dios y la Creación) a través de la fe y la razón.

FILOSOFÍA, TEOLOGÍA Y CIENCIAS PARTICULARES: diferencias y relaciones. Según hemos visto, la Filosofía y las Ciencias Particulares se diferencian a partir del objeto material y del objeto formal, y tienen en común, en un sentido amplio, al método. La Teología, en cambio, tiene en común con la Filosofía a los objetos y se distingue en virtud del método, que en el caso de la Teología presupone el uso de la razón iluminada por la fe.

El saber científico y el “cientificismo”

A lo largo de la historia el concepto de ciencia ha variado de significación, es decir, encontramos diferentes acepciones del término “ciencia”. El Positivismo se ha encargado de circunscribir el uso del término de ciencia para designar a las ciencias particulares o positivas. Veamos algunas características del conocimiento científico que nos propone Augusto Comte, padre del Positivismo. "El sistema teológico alcanza su más alta perfección cuando substituye el juego variado de las numerosas divinidades independientes que primitivamente habían sido imaginadas, por la providencial acción de un ser único. De la misma manera, la culminación del sistema metafísico consiste en concebir en lugar de entidades particulares, una sola entidad general, la naturaleza, aceptada como la fuente única de todos los fenómenos. Paralelamente, la perfección del sistema positivo, hacia la cual tiende, aunque probablemente no será nunca alcanzada, consistiría en la representación de todos los fenómenos observables, como casos particulares de un solo hecho general, como por ejemplo el de la gravitación universal." (Augusto Comte, "Curso de Filosofía Positiva", Aguilar, Bs. As., 1981, pág. 36) "Sin duda, cuando se contempla el conjunto de trabajos de toda índole, realizado por la especie humana, debe interpretarse el estudio de la naturaleza como algo destinado a proporcionar la verdadera base racional de la acción humana sobre ella, ya que el

conocimiento de las leyes de los fenómenos, cuyo resultado constante es el de hacérnoslos prever, puede conducirnos a modificarlos en nuestro provecho. Nuestros medios naturales y directos de obrar sobre los cuerpos que nos rodean son extremadamente débiles y completamente desproporcionados para nuestras necesidades. Siempre que se ha realizado una acción importante, ha sido únicamente debido a que el conocimiento de las leyes naturales nos ha permitido introducir entre las determinadas circunstancias que concurren al cumplimiento de los diversos fenómenos algunos elementos modificadores que, aunque débiles en sí mismos, son suficientes en algunos casos para hacer variar en nuestro provecho los resultados definitivos del conjunto de las causas exteriores. En resumen: la ciencia, para prever; la previsión, para obrar: ésta es la fórmula más simple, que expresa de una manera exacta la relación general de la ciencia y el arte, tomando estas dos expresiones en su total acepción." (Op. Cit. Pág. 76-77) ACTIVIDAD: Relaciones entre la Filosofía, la Teología y las Ciencias Particulares: a- Leer los siguientes textos y describir las relaciones que se enuncian, teniendo en cuenta las diversas posturas. b- Realizar un esquema conceptual. - Einstein, A.; “Cómo veo el mundo” (Párrafos seleccionados) - Entrevista realizada al científico M. Minsky. La Nación. - Massuh, V.; “La flecha del tiempo” (Párrafos seleccionados) - Russel, B.; “Misticism and Logic” (Párrafos seleccionados)

V. Massuh "Como enseguida advertirá el lector, este libro reune una serie de reflexiones sobre hipótesis y hallazgos científicos. No se pronuncia sobre la validez de tal o cual teoría dentro de su ciencia respectiva: el autor sabe que no tiene idoneidad para ello. Sólo intenta examinarlas desde una perspectiva exterior, la de la filosofía o la religión; quiere comparar los resultados, insistir en el diálogo entre la innovación científica y la tradición filosófica, entre la razón y la fe, entre la verdad empírica y la contemplación.

No caben dudas de que en este juego de mutuos enriquecimientos la filosofía obtiene sus beneficios. Ella está necesitada de este contacto con la ciencia por una razón que podrá sorprender a algunos. Buena parte de la filosofía actual volvió las espaldas a cuestiones últimas como Dios, el sentido de la vida, del hombre, de la muerte, del mundo: cuestiones que habitualmente se designaban como "metafísicas". Pero mientras la filosofía las abandonaba reaparecían, curiosamente, en la preocupación acuciante de los más grandes hombres de ciencia de nuestro tiempo. El demonio que se exorcizaba en una casa encontraba refugio en la otra. Es deseable que en esta apertura a la ciencia, la filosofía recupere su identidad hoy perdida, esa que constituyó su grandeza desde Heráclito hasta Hegel. Por otra parte, sorprende constatar que el auxilio que el científico espera del filósofo no son el análisis del lenguaje, ajustes metodológicos, labores domésticas que aquél termina cumpliendo por cuenta propia, sino las respuestas a los más audaces "porqués" sobre los enigmas últimos de Dios, la vida, el ser, el mundo, la nada: justamente esas respuestas que la filosofía había abandonado en su afán por imitar a la ciencia, sin advertir que ésta buscaba a su vez, a través de sus figuras mayores, lo mismo que aquélla había abandonado. Curioso desencuentro que signó la pérdida de vigencia de la filosofía en el cuadro de las disciplinas orientadoras de nuestro tiempo." Víctor Massuh, La flecha del tiempo (Ed. Sudamericana, Bs. As., 1990. Pág.12 a 14)

B. Russel "Tal es en esquema, el mundo que la ciencia presenta a nuestra creencia, aunque en realidad tiene aún menos propósito y está más vacío de significado. En tal mundo o en ninguna parte nuestros ideales deben, pues, buscar su nido. Que el hombre es producto de causas que no preveían el fin que estaban realizando; que su origen, crecimiento, temores, esperanzas, amores y creencias son el resultado de accidentales colocaciones de átomos; que no hay fuego, heroísmo, intensidad de pensamiento o sentimiento que pueda prolongar una vida más allá de la tumba; que esfuerzos de todas las épocas, toda la devoción, inspiración y brillo meridiano del genio del hombre están destinados a la extinción con la muerte del sistema solar, y que todo el templo de las hazañas humanas inevitablemente debe enterrarse bajo los despojos de un universo en ruinas; todas estas cosas, aunque no sin disputa son, sin embargo, tan aproximadamente ciertas que una filosofía que las niegue no puede abrigar esperanzas de subsistencia (...).

“Breve e impotente es la vida humana. Lenta y segura, la condenación cae inexorable y atroz sobre la especie. Ciega para el bien y para el mal, indiferente ante la destrucción, la materia omnipotente sigue su curso, implacable. Al hombre, condenado hoy a perder a su ser más querido, condenado a pasar él mismo por la puerta de la muerte, sólo le es permitido abrigar, antes que caiga el golpe, los elevados pensamientos que ennoblecen su efímera existencia (...) sostener a solas, cual Atlas cansado e inflexible, el mundo plasmado por sus propios ideales a pesar de la marcha destructora de la fuerza inconsciente." (Bertrand Russel, A free Man's Worship - Misticism and Logic, New York, 1918. Pág. 46 y ss.)

Entrevista al científico contemporáneo Marvin Minsky "En su libro 'La Sociedad de la Mente',... trata de explicar cómo puede surgir la inteligencia de algo no inteligente y llega a la conclusión de que la mente está formada por numerosos procesos más pequeños a los que dio el nombre de agentes. Según su teoría, por sí solo cada agente es tonto y no es capaz de realizar una tarea sencilla que no requiere en absoluto de mente ni de pensamiento. Es la reunión de esos agentes de una forma muy particular en sociedades lo que permite la aparición de la verdadera inteligencia." "Las enfermedades mentales son errores de programación. Cada persona tiene 20 o más maneras de pensar. A veces una de ellas deja de funcionar y así se obtienen diferentes estructuras. Los paranoicos, por ejemplo, si ven humo, piensan que alguien está tratando de quemarlos. Las personas normales esperan hasta reunir más indicios, pero ellos necesitan uno o ninguno.""La mejor terapia es encontrar los circuitos que están mal y arreglarlos." "La realidad virtual es el futuro, porque el mundo es estúpido. En el mundo real, si usted tiene una mesa, ella no tiene conciencia de ello, es sólo un manojo de átomos. Lo maravilloso acerca de la realidad virtual es que nos proporcionará un mundo en el que las cosas realmente tendrán sentido. En el mundo virtual, esta silla sabrá que es una silla, cuando uno termine de jugar los juguetes se guardarán solos, todo estará más limpio y tendrá sentido, será más eficiente y no perderemos el tiempo. Viviremos en una suerte de Bujolandia. Ahora, el mundo es como un mal hotel. Algunos no se dan cuenta de cuán aburrido puede ser." Selección de textos de una entrevista realizada al científico Marvin Minsky, publicada por la revista La Nación (19 de abril de 1992)

Albert Einstein "Los ideales que alumbran mi camino y me infundieron alegre ánimo para vivir fueron siempre el bien, la belleza y la verdad. Sin la sensación de estar de acuerdo con los que piensan de la misma manera, sin la ocupación de lo objetivo, de lo eternamente inalcanzable en el mundo del arte y la investigación científica, la vida me habría parecido vacía, desprovista de contenido. Los objetivos triviales de las tendencias humanas: la posesión de bienes, el éxito exterior y el lujo, me parecieron execrables desde mis años juveniles." "Lo más hermoso de la vida es lo insondable, lo que está lleno de misterio. Es éste el sentimiento básico que se halla junto a la cuna del arte verdadero y de la auténtica ciencia. Quien no lo experimenta, el que no está en condiciones de admirar o asombrarse, está muerto, por decirlo así, y con la mirada apagada." ALBERT EINSTEIN; Cómo veo el mundo. Ed. Siglo Veintiuno.

La Filosofía y la Teología: relaciones

La Teología sobrenatural es una ciencia que estudia a Dios, y el misterio de Dios Uno y Trino, a partir de la revelación sobrenatural, aceptada por la fe del creyente. Es una ciencia porque es un conocimiento causal. Su método es el deductivo, y sus principios, las verdades reveladas que no deben ser demostradas. Sin embargo, algunas de las verdades reveladas sobrenaturalmente por Dios son accesibles por la sola razón humana. A estas verdades las llamamos “preámbulos de fe” (ej.: la existencia de Dios, la existencia de una ley natural, etc.). A las verdades que Dios ha revelado al hombre y que no podrían ser alcanzadas por el sólo uso de la razón natural las llamamos “artículos de fe” o dogmas (ej.: la existencia de la Santísima Trinidad, la Eucaristía, etc.) Desde esta perspectiva, la filosofía y la teología no sólo no se contradicen, sino que son diferentes modos de conocimiento que se complementan y ayudan mutuamente. RAMAS O DIVISIÓN DE LA FILOSOFÍA

Al comienzo del curso, señalamos algunas de las preguntas fundamentales del filosofar. Ellas son expresión de los diferentes sectores o ramas de la Filosofía.